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OCO9NTO4990999999939999 aay TOCCOCCOSOCAO 206 rente, mientras atraves4bamos el aparcamiento. Me sefia- 16 un microbiis Toyota blanco, también adornado con la estrella multicolor. Subf al asiento delantero: una sonrisa sin objeto seguia iluminando el rostro de Patricks mientras hhacfa cola para meter el ticket de salida empezé a tambo- rilear con los dedos en el volante y a menear la cabeza, como al compés de una melodia interior. Circulabamos por una llanura de un negro inten- 0, casi azulado, formada por rocas angulosas, toscas, ape- nas modeladas por la erosién, cuando volvié a tomar la palabra: —Ya verds, este curso es estupendo —dijo a me- dia voo, como para sus adentros, o como si me conflara un secreto—, Hay vibraciones especiales. Bs muy espiri- tual, de verdad —yo asent{ educadamente. La observa~ cidn s6lo me sorprendfa a medias: en las obras mew age se admite de forma tacita que las zonas volcdnicas estén atra- vesadas por corrientes teliricas a las que son sensibles Ja mayorfa de los mamiferos,y especialmente los hombres; al parecer, entre otras cosas, incican a la promiscuidad sexual—. Eso es, eso es... —dijo Patrick, sin salir del éxta- sis—. Somos hijos del fuego. ‘Me tragué la réplica, Poco antes de llegar, la carretera seguia una playa de arena negra sembrada de pequefios guijarros blancos; tengo que reconocer que era extrafio, por no decir pertur- bador. Al principio miré con atencién, luego aparté la mi- rada; aquella inversién de los valores me trastornaba un poco. Si el mar hubiera sido rojo, seguramente habrla sido capaz de aceptatlo; pero segufa siendo tan desespera- damente azul como siempre. La carretera giré bruscamente tierra adentro y qui- nientos metros més adelante nos detuvimos delante de 207 tuna barrera metilica s6lida, de tres metros de aleura, pro- vista de alambre de espino, que se extendia hasta donde alcanzaba la vista. Dos guardias armados con metralletas patrullaban decrés del portén, que al parecer era la inica salida, Patrick les hizo una seal, abrieron, se acercaron y me escudrifiaron antes de dejarnos pasar. —Es necesatio... —dijo Patrick con la misma voz exérea—, Los periodistas... El camino, bastante bien cuidado, atravesaba una zona Ilana y polvorienta de guijarros rojos. Justo cuando via lo lejos una especie de pueblo de tiendas de campafia blancas Patrick giré a la inquierda, hacia una escarpadura rocosa muy empinada, con uno de sus lados ctosionado, formada por esa misma roca negra, seguramente voledni- ca, que habia visto poco antes. ‘Tras dos o tres curvas muy cerradas, decuvo el microbiis en un terraplén y tuvimos que seguir a pie. A pesar de mis protestas, insistié en lle- varme la maleta, que pesaba bastante, —No, no, por favor... Eres un invitado VIP... Lo decla como si bromeara, pero algo me hacia pensar que la cosa iba bastante en serio, Pasamos por de- ante de una docena de grutas que se abrian en el flanco de Ja roca antes de llegar 2 otro terraplén, casi en la cima del montfculo. Una abertura de unos tres metros de ancho lle- vvaba a una gruta mucho més grande que las otras; también allf habfa dos guardias armados apostados a la entrada. Entramos en una primera sala cuadrada de unos diez metros de lado, de paredes desnudas, amueblada tan s6lo con algunas sillas de tijera colocadas a lo largo de las, paredes; luego, precedidos por nn guardia, recorrimos un pasillo iluminado por altas lmparas de pie, en forma de columnes, bastante parecidas a las que estaban de moda en los afios setenta: dentro de un liquido luminiscente y vis- coso de color amarillo, turquesa, naranja o malva se for- t 208 maban grandes glébulos que subfan lentamente a lo largo dela columna kuminosa antes de desaparecer. Las habitaciones del profeta estaban amuebladas en el mismo estilo aos seeenta. Cubria el suelo una grue- sa alfombra naranja, cruzada por relémpagos violetas, Ha- ba softs bajos tapizados en piel dispuestos de forma irre- gular por la estancia. Al fondo, unos escalones llevaban a un sillén relax giratorio de cuero rosa, con reposapiés in- tegrado; el silidn estaba vacfo. Detris, reconoct el cuadro que estaba en el comedor del profeta en Zork: en medio de un jardin paradisiaco, doce jévenes vestidas con tini- cas transparentes lo contemplaban con adoracién y deseo. Era ridiculo, de acuerdo, pero sdlo en la medida —en el fondo bastante débil— en que puede serlo algo puramen- te sexual; el humor y el sentido del ridfculo (a mi me pa- gaban, y me pagaban estupendamente, por saberlo) sélo pueden lograr una autentica victoria cuando atacan blancos desarmadios de antemano, como la religiosidad, el senti- mentalismo, la abnegacién, el sentido del honor, etcézera; por el contrario, son impotentes para dafiar seriamente los detetminantes profandos, egoistasy animales de la conduc- ta humana, Sea como fuere, aquel cuadro era tan malo que necesité cierto tiempo para reconocer a las modelos en las jévenes reales que estaban sentadas en los escalones ¢ intentaban, més 0 menos, reproducir las posturas pic- tbricas —debian de haberlas puesto al corriente de nues- tra llegada— sin conseguir offecer mds que una reproduc- cidn aproximativa de la escena; aunque algunas llevaban ttinicas transparentes, vagamente griegas, remangadas has- tala cintura, otras habfan optado por corpifios y ligueros de latex negro; én cualquier caso, todas tenfan el cofio al aire, —Son las novias del profere... —me dijo Patrick con respeto. 209 Me informné entonces de que aquellas clegidas dis- frutaban del privilegio de vivir permanentemente en pre- sencia del profetas todas tenfan habitaciones en su resi- dencia californiana, Representaban a todas las razas de la Tierra, y habfan sido destinadas, por su belleza, al servicio, exclusivo de los Blohim: por lo tanto sélo podian tener re- Taciones sexuales con ellos —cuando decidieran hontar la Tietra con su visita, claro— y con el profeta; también po- dian, si el profeta lo pedla, tener relaciones sexuales entre sl, Reflerioné un rato sobre aquella perspectiva, intentan- do contarlas a la ver: decididamente, sélo habfa diez. En ese momento of un chapoteo que venta de la derecha, Se encendieron unas halégenas en el cecho, revelando una pis- cina excavada en la roca, rodeada por una vegetacién exu- berante; el profeta se estaba bafiando desnudo. Las dos chicas que faltaban esperaban respetuosamente junto a la escalera de acceso, con una bata y una toalla blancas ador- nadas con la estrella multicolor. El profeta se tomaba su tempo, giraba sobre sf mismo en el agua, flotaba con pe- reza haciendo el muerto, Patrick se quedé callado, agaché la cabeza; ya sdlo se ofa el ligero chapoteo del bafio. Salié por fin y una de las chicas lo envolvié dei mediato en la bata, mientras la otra se arrodillaba para ftic- cionarle los pies; me di cuenta de que era més grande, y sobre todo mids fornido, de lo que recordaba; estaba dato que debia de cuidarse, hacer musculacién. Se ditigid hacia mi con los brazos abiertos, me abraz6, —Me alegto... —dijo con voz profunda—,. Me alegro de verte. ‘Yo me habia preguntado més de una ver durante el viaje qué esperaba exactamente de m{; quizds sobreesti- ‘maba mi fama. La Cienciologfa, por ejemplo, se benefi- ciaba sin Ia menor duda de Ia presencia entre sus adeptos de John Travolta o de Tom Cruise; pero yo estaba lejes de SOOT COCOCCROONONONINAINAAINDIINAAD 210 hallarme al mismo nivel. Aunque lo cierto es quel estaba en el mismo caso, y quizds ésa era la explicacién: simple- mente, aprovechaba fo que tenfa a mano. El profeta se senté en su silln relaxs nosotros nos inscalamos abajo, en unos pufs. A una sefia de sti mano, las chicas se dispersaron y fegresaron con copelas de gres llenas de almendras y frutos secos; otras Hevaban nforas lle- nas de lo que luego resulté ser 2umo de pita. Asi que se~ guia con la nota griega; sin embargo, Ia puesta en escena no*estaba perfeccionada, era un poco molesto ver, en un aparador, las cajas vacas de los frutos secos que mds sé anuin- ciaban en televisién. Susan... —dijo en vor baja el profeta a una chi- ca muy rubia de ojos azules, con una cara maravillosa y cindida, que se habfa quedado sentada a sus pies. Obede- ciendo sin decir una palabra, la chica se arrodillé entre sus ‘muslos, abrié la bata y emperé a chupérsela; tenla el pene cotto y grueso. Al parecer, queria establecer de entrada una clara posicién de dominios me pregunté fugazmente silo hacfa tan sélo por placer o si aquello formaba parce de un plan concebido para impresionarme. Lo cierto es que yo no estaba impresionado en absoluto, pero me di cuenta de que Patrick parecla cortado, se mirabe los pies con incomodidad, enrojecta un poco; cuando todo aque- lo, en principio, se ajustab a la perfeccidn a las teorfas que profesaba. Al principio, la conversacién vers6 sobre la situacién internacional, caracterizada, segin el profera, por las graves amenazas que pesaban sobre la democracias segiin dl, el peligro que representaba el integriomo musul- iin no era exagerado en modo alguno, disponfa de infor- maciones preacupantes procedentes de sus adeptos aftica- nos. Yo no tenfa gran cosa que decir sobre el rema, lo cual tampoco estaba mal, me permitfa darle a mi cara una ex- a1 presién de interés respetuoso. De vez en cuando él ponta Ja mano en la cabeza de la chica, que hacia una pausa; lue- go, 2 una nueva sefial, empezaba a mamérsela otra vez. ‘Tras un mondlogo de varios minutos, el profeta quiso s2- ber si yo querfa descansar un poco antes de la cena, a la que asistirfan los principales dirigentes; tuve la sensacién de que la respuesta correcta iba a ser «so, —me soplé Patrick, bullendo de excitacién, mientras recorrfamos el, pasillo en sentido contrario. Su alarde de sumisién me habfa dejado un poco perplejo: intentaba pasar revista a lo que sabia sobre las tribus primitivas y los rituals jerdrqui- cos, pero me costaba acordarme, eran lecturas de juventud, de la época en que daba clases de teatro; entonces estaba convencido de que los mismos mecanismos segufan re- produciéndose, casi sin modificaciones, en las sociedades, modernas, y que conocerlos podfa serme dtl para escribir mis niimeros; por lo demas, la hipécesis habia resultado ser cierta en Iineas generales; Lévi-Strauss, en particular, me habfa ayudado mucho, Al salir al terraplén me detuve, im- presionado por la visién del campamento donde se aloja- ban los adeptos, unos cincuenta metros més abajo: debia. de haber més de mil tiendas igld, muy juntas, de un blanco inmaculado, colocadas de manera que formaban la estre- lla de puncas curvas que era el emblema de la secia. Sélo se podia apreciar el disefio desde més arriba; o desde el ai- re, sugirié Patrick. La embajada, una vez construida, cen- dria la misma forma, el profera habla dibujado los planos personalmente, desde luego le gustarfa ensefiérmelos. Yo esperaba, mds 0 menos, una cena suntuosa, sal- picada de delicias sibariticas; no tardé en desengafiarme. En materia de alimentacién, el profeta se atenfa ala mayor frugalidad: comates, habes, olivas, sémola de trigo duro; todo servido en pequefias cantidades; un poco de queso 212 de oveja, un vaso de vino tinto, No sblo apoyaba la linea dura de la dieta mediterrénea, sino que hacta una hora de gimnasia todos los dias, siguiendo movimientos conce! dos con gran precisién para tonificar el aparato cardio vascular, ademds de tomar comprimidos de Pantestone y MDMA’ y otros medicamentos disponibles iinicamente en Estados Unidos. Estaba literalmente obsesionado con clenvejecimiento fisico, y la conversacién traté casi exclu- sivamente sobre la proliferacién de los radicales libres, la degradacién de las moléculas de colégeno, Ia fragmenta cidn de Is elastina, la acumulacién de lipofuscina en las células del higado. Parecfa conocer el tema a fondo, el Sa- bio intervenia sélo de vez en cuando para precisar un de- talle, Los demas comensales eran el Humorista, el Poli y Vincent, a quien vela por primera vez desde mi llegad, Y que me pareci6 todavia mas zombi que de costurnbre: no escuchaba en absoluto, parecta pensar en cosas perso- nales e informulables, tenia un montén de tics netviosos en los misculos de la care, que aumentaban cuando velaa Susan; las novias del profera servian la mesa, vistiendo pa- ala ocasién tiinicas largas abiertas por el costado. El profeta no tomaba café, y la cena concluyé con ‘una especie de infusién de color verde especialmente amar- g25 pero que, segrin , era mano de santo contra las acu mulaciones de lipofuscina. El Sabio confirmé la infor- maciéa, Nos separamos pronto, el profeta insistfa en la necesidad de un suefio largo y reparador. Vincent me si- guié precipitadamente por el pasillo de salida, me dio la impresién de que se aferraba a mi, de que querfa hablar conmigo. La gruca que me habfan asignado era un poco més grande que la suya, tenfa una terraza desde donde se + £1 Panceston es un preparado de escosterona. MDMA es milenodioxime- tanfecamina, es deci nts (dela) 213 vela todo el campamento. Aunque sélo eran las once de la noche estaba sumido en una calma chicha, no se ofa nin- guna miisica, no se vefa a nadie i y venir entre las tiendas. Leserva Vincent un vaso del Glenfiddich que habfa.com- prado en el duty-fiee del aeropuerto de Madrid. Esperaba més 0 menos que él iniciara la conversa- ci6n, pero no hizo nada, se conformé con servirse otra vex, y darle-vucltas al iquido en el vaso. A mis preguntas sobre sw trabajo sélo contesté con monostlabos desanimados; ha- bia adelgazado més todavia. Como iiltimo recurso em- pecéa hablar de mi, es decir, de Esther, lo nico que me parecla sefialado en mi vida desde hacia tiempos también habla comprado un nuevo sistema de riego automético, pero no me sentfa capaz de sacarle demasiado partido al tema. Me pidié que siguiera hablindole de Esther, cosa que hice con auténtico placer; su rostro se iluminé poco a poco, me dijo que se alegraba por mis yo notaba que era sincero, Entre hombres, el afecto es diffcl, porque no pue- de concretarse en nada, es algo irreal y dulce, pero tam- bien, siempre, un poco dolorasos se fue diez minutes des- pués sin haberme dicho ni una palabra sobre su vida. Me tumbé en la oscuridad y medité sobre la estrategia psico- légica del profeta, que no me parecla facil de entender. {Me oftecerfa una adepca para distraerme en el terreno sexual? Seguramente tenia dudas, no debia de tener mucha expe- riencia sobre c6mo tratar alos VIP. Consideré con salina la perspectiva: habfa hecho el amor con Esther esa saisma mafiana, habia sido atin ms largo y delicioso que de cos- tumbre; no deseaba para nada a otra mujer, ni siquiera estaba seguro, llegado el caso, de lograr interesarme en el asunto, Por regla general, se considera a los hombres po- Ilas con patas, capaces de tirarse 2 cualquier tfa a condi- cidn de que sea lo bastante excitante, sin tener en cuenta sentimiento algunos es un retrato bastante exacto, pero de yO A 299990999999 ocoaos an FEC Ce CEE Caterer (el epee in) 214 SEES SP ote eerie es hee ete e eee yodus miudos un poco forzado. Bien es cierto que Susan era ‘matavillosa, pero al verla chupaze la polla al profeta no ha~ bia sentido la menor oleada de adrenalina, ni el rs mini- ‘mo impulso de rivalidad simiesca, en !o que a mi respecta el efecto habfa sido un fracaso, y me sencfa, en Iineas ge- nerales, inusitadamente tranquilo. ‘Me desperté a eso de las cinco de la madrugada, poco antes del alba, y me aseé con energfa, terminando con una ducha helada; tenfa la impresién, bastante dificil de justificar y que después resultaria ser falsa, de que me disponfa a vivir una jornada decisiva. Me preparé un café solo y me lo tomé en la terraza, contemplando el campa- mento que empezaba a despertar; algunos adeptos se di- rigfan hacia los aseos colectivos. Bajo la luz del amanecer, Ja lanuca pedregosa parecfa de un rojo oscuro. Lejos, ha- cia el este, se vetan las barteras metilices de protecciéa: el terreno delimitado por la secta debia de ser de unos diez Kilémetios cuadrados. De pronto via Vincent en comps- ‘hia de Susan; bajaban por las curvas cerradas del camino, tunos metros mas abajo. Se detuvieron en el terraplén donde la vispera habfamos dejado el microbuis. Vincent agitaba las manos, parecia defender su causa, pero habla- ba en voz baja y yo estaba demasiado lejos para enten- derlo; ella lo miraba con calma, pero su expresién segula siendo inflexible. Volvié la cabeza; se dio cuenta de que yo los mitaba y puso una mano en el brazo de Vincent para hacerle callar; volvi al interior de mi gruta, pensati- vo. A Vincent no parecia irle muy bien; aquella chica, con su mirada Itmpida que nada parecia capaz de turbar y su cuerpo atlético, sano, de joven deportiva y protes- tante, tenfa todos los ingredientes de la tipica fandtica: te Je podias imaginar igual de bien en un movimiento evan- gelista radical o en un grupisculo de deep ecology; en este 215 caso debfa de haberse consagrado en cuerpo y alma al profeta, y nada podria convencerla de que rompiera sus votos de servicios sexuales exclusivos. Comprendf enton- ces por qué nunca habfa metido sectas en mis espectécu- los; es ficilironizar sobre los seres humanos, consideratlos, ‘mecanismos ridiculos cuando los mueve, de la manera més banal, la concupiscencia o el deseo; cuando, en cambio, parece moverlos una fe profunda, algo que sobrepasa el instinto de supervivencia, el mecanismo se agatrota, la risa muere antes de nacer. Uno tras otro, Jos adeptos salfan de sus tiendas vvestidos con tinicas blancas y se ditigian hacia la abertura en la base del pico zocoso, que llevaba 2 una inmensa gru- ta natural en la que se impartfan las ensefianzas. Muchas tiendas parecian vaclas; pocos minutos més tarde, hablando con el Poli, me enteré de que ese afio sélo se haben apun- tado al curso de invierno trescientas personas; para un mo- vimiento que reivindicaba ochenta mil adeptos en todo el mundo, era poco. El achacaba el revés al nivel, demasiado alto, de las conferencias de Miskiewicz. —La gente no pilla ni una... En un curso pensa- do para todo el mundo, més valdrfa poner el acento en emociones mas simples, més federativas. Pero el profeta es- td totalmente fascinado con kas ciencias...—concluyé con amargura, Me sorprendié que me hablase con tanta franque- za; al parecer, la desconfianza que sentia hacia m{ duran- te el curso en Zwork se habia desvanecido. A menos que buscara un aliado: a lo mejor se habia informado, se haba enterado de que yo era un VIP de primera fila, quizds lla- mado a desempefiar un papel en la organizacién, incluso a influir en las decisiones del profeta. Sus relaciones con el Sabio no eran buenas, estaba claro: el otro lo consideraba 216 tuna especie de suboficial, bueno para organizar el servicio de orden o Ja intendencia de las comidas. Y en sus conver saciones con el Humorista, a veces acerbas, éste lo eludta, ironizaba, procuraba no tomar partido, apoyéndose com- pletamente en su relacién personal con el profeta. La primera charla del dla empezaba a las ocho, y era precisamente una conferencia de Miskiewicz titulada «El ser humano: materia e informacidny, Al verlo subir al es- trado, demacrado, serio, con un taco de papeles en la ma- no, me dije que, desde nego, habria encajado a la perfec cidn en un seminario de estudiantes de tercer ciclo, pero que alli no estaba tan clato. Saludé répidamente a la asis- tencia antes de iniciar su exposicién: ni un guifio al pii- blico ni un rasgo de humor, tampoco el menor intento de despertar una emocién colectiva, ya fuera sentimental o re- ligiosa; s6lo el saber en estado bruto, Sin embargo, tras una media hora dedicada al c6- digo genético —muy bien explorado en la actualidad— y las modalidades todavia poco conocidas— con que se ‘expresa en la sfntesis de proteinas, hubo una pequeia pues- ta en escena. Dos ayudantes llevaron a la mesa del confe- renciante, con cierto esfuerzo, un contenedor que tendrfa més 0 menos el tamafio de un saco de cemento, formado por bolsas de plistico, transparentes, de tamafio desigual, que contenian diversos productos quimicoss la més gran- de, con diferencia, estaba llena de agua. {Esto es un ser humano! —exclamé e! Sabio, casi con énfasis; mds tarde me enteré de que el profeta, to- ‘mando en cuenta las observaciones del Poli, le habfa pedi- do que dramatizara un poco durante la exposicién, inclu- so lo habfa matéiculado en un intensivo de comunicacién ‘oral, con video de entrenamiento y participacién de acto- tes profesionales—. El contenedor que ven en la mesa tie- ne exactamente la misma composiciéa que un ser humano 27, adulto de setenta kilos. Como verdn, estamos compuescos sobre todo de agua... —cogié un estilete, perfors la tolsa transparente; salié un pequefio chorro. »Por supuesto, hay grandes diferencias... dl es- pectéculo habja terminado, otra vez se puso serio; la bolsa de agua se estaba quedando fléccida, se aplastaba lenca- mente—. Estas diferencias, por importantes que sean, pue- den resumirse en una palabra: informaci6n, El ser humano es materia mds informacién, En la actualidad, conocemos esa materia casi al milimetro: se trata de elementos quimi- cos simples, ya presentes en abundancia en la naturcleza inanimada. También conocemos a informacién, o al me- nos su principio: se basa por completo en el ADN, el del niicleo y el de las mitocondrias. Este ADN no sélo con- tiene informacién necesaria para la conscruccién del con- junto, en la embriogenia, sino también la que guia y rige acontinuacién el funcionamiento del organismo. Por lo tanto, gpor qué debemos obligarnos a pasar por la em- briogenia? Por qué no crear directamente un ser huma- no adulto a partir delos elementos quimicos necesat:os y del esquema que nos proporciona el ADN? Esta es, ob- viamente, la via de investigacién hacia la que nos dirigi- remos en el futuro. Los hombres del futuro nacerdn diz rectamente en un cucrpo adulto, un cuerpo de dieciocho afios, y es este modelo ef que se reproduciré a continua- cién: con esa forma ideal se alcanzar4, alcanzaremos uste- des y yo, si mis investigaciones avanzan con tanta rapidez como espero, Ia inmortalidad. La clonacién no es més que un método primitivo, dicectamente calcado del mo- do de reproduccién natural el desarrollo del embrién no aporta nada, salvo la posibilidad de malformaciones y de ettores; puesto que disponemos del plan de construczién y de los materiales necesarios, se convierte en una etapa indi. 97999 COBROONATAAINDOAD seccenocacaac 218 »No ocurre asl —prosiguié—, y es un punto sobre 1 que deseo llamar su atencién, con el cerebro humano. Existen, sf, algunos toscos precableados; algunos elementos bésicos entre las aptitudes y los rasgs de cardcter ya estén inscritos en el cédigo genético; pero, en esencia, la perso- nalidad humana, lo que constituye nuestra individualidad y nuestra memoria, se forma poco a poco, alo largo de tor da nuestra vida, mediante l activacién y el refuerzo qui cos de subredes neuronales y de sinapsis especializadas; en una palabra, le hiscoria individual crea al individuo. ‘Tras una comida tan frugal como la del dfa ante- rior, me senté junto al profeta en su Range Rover. Mis- Ikiewicz subié delante, uno de los guardias se puso al vo- Inte. El camino, excavado en la roca; continuaba més alld del campamento; nos envolvié répidamente una nube de polvo rojo. Al cabo de un cuarto de hora, el coche se de- tuvo frente a un paralelepipedo de seccién cuadrada, de un blanco inmaculado, desprovisto de aberturas, que po- dia tener unos veinte metros de lado por diez de altura. Miskiewicz accioné un control remoto: una puerta masi- va, de juntas invisibles, gird en la pared. En el interior, alo largo de todo el affo, reinaban el day la noche, y tanto la temperatura como le luminosidad eran constantes, me explicd. Una escalera nos condujo a un largo corredor suspendido que rodeaba el edificio y al que daban una serie de despachos. Los armatios metélicos empotrados en las paredes estaban llenos de DVD de datos cuidadosamente etiquetados. El piso inferior tan s6lo con- tenfa un hemisferio con paredes de pléstico transparente, itrigado por cieritos de tuberfas también transparentes que levaban a contenedores de acero pulido. —Esas tuberfas contienen las sustancias quimicas necesarias para la creacién de un ser vivo —continué Mis- 219 Kiewice—. Carbono, hidrégeno, oxigeno, nitrégeno y los diferentes oligoclementos... —Y en esa burbuja transparente —afiadié el pro- feta con voz vibrante— nacerd el primer ser humano con- eebido de manera totalmente artificial. Bl primer qdorg auréntico! ‘Miré alos dos hombres con atencién: por primera vex desde que !o habia conocido, el profeta estaba serio, parecfa impresionado 4 también, y casi intimidado, por Ias perspectivas que se desplegaban en el futuro. Mislie- swicz, por su parte, parecfa muy seguro de sf mismo y de- seos0 de seguir con sus explicaciones; dentro de aquella sala el verdadero jefe era él, el profera ya no tenfa nada que decir. Entonces tomé conciencia de que el equipamien- to del laboratorio debia de haber sido caro, por no decir muy caro, que seguramente la mayorfa de las cotizaciones y los beneficios iban a parar ali, en resumen, que aquella sala era la verdadera raz6n de ser de la secta. En respuesta a mis preguntas, Miskiewicz, precisé que ahora ya podla llevar a cabo la sintesis del conjunto de proteinas y fosfo- ipidos complejos involucrados en el fancionamiento ce- lular; que también habfan logrado reproducir el conjunto de las organelas, con la excepcidn, que suponfa muy tem- poral, del aparato de Golgis pero que tropezaban con difi- cultades imprevistas en la sintesis de la membrana plésmi- ca, y que por lo tanto todavia no eran capaces de producir una célula viva totalmente funcional, A mi pregunta so- _bre si habfan llegado més lejos que los demés equipos de investigacidn, fruncié el cefio; al parecer no lo habia en- tendido bien: no sélo habfan llegado mas lejos, es que eran cl sinico equipo del mundo que estaba trabajando en una sintesis artificial, donde el ADN ya no servfa para desa- rrollar omasum embrionarios, sino que sélo se wtilizaba 220 para la informacién. que permitia regir las funciones del organismo acabado. Esto era, precisamente, lo que permi- tirfa soslayar la fase de la embriogenia y crear directamente individuos adultos. Mientras siguiéramos dependiendo del desarrollo biolégico normal, harfan falta unos diecio- cho afios para crear 2 un nuevo ser humano; cuando se controlaran todos los procesos, pensaba que podria redu- cir ese plazo a menos de una hora, Daniel25,5 En realidad hicieron falta crs siglos de trabajos para alcanzar el objetivo que Miskiewicz planted a comienzos del siglo Xx y las primeras generaciones neohumanas fueron engendradas mediante la clonacién, de la que Al pensaba que se librarfa con mucha més rapidez, Aun asf, sus intui- ciones embriolégicas resultaron se, a largo plazo, de una ex- maordinaria fecundidad, lo que por desgracia llevé a otorgar el mismo crédito a sus ideas sobre la modelizacién del fun- cionamiento cerebral, La mecéfora del cerebro humanc co- ‘mo méquina de Turing de cableado difuso iba a ser, a fin de cuentas, totalmente estéril; en la mente humana existfan sin duda procesos no algoritmicos, como en realidad ya lo in- dicaba la existencia, que Gdel establecié en la décaca de 1930, de proposiciones no demastrables que sin embargo podfan reconocerse, sin ambigtiedad, como verdaderas. No cobstante, también hicieron falta tres siglos para abandonar esa direccién de investigacién y resignarse a emplear los en- tiguos mecanismos del condicionamiento y el aprendizaje, aunque mejorados: al inyectar en el nuevo organismo pro- telnas extrafdas del hipocampo del organismo antiguo, esos mecanismos se volvieron més répidos y fiables. Este mé- todo hfbrido entre la bioquimica y lo proposicional no co- rresponde al deseo de rigor expresado por Miskiewicz y sus primeros sucesores; su tinica ambicién es representar, se- iin la SStmula operacionalistay una pizcainsolente de Pier- ce, lo mejor que podemos hacer, en e! mundo real, teniendo en cuenta el estado efectivo de nuestros conocimientos». MIDIIO aonaaAAAAADNDN cocacaccocoar cee Daniell,17 Una vex dentro dela memoria de la aplicacin, es porible modifica su compertamiento. kdmafese Las dos primeras jornadas estuvieron dedicadas, sobre todo, a las ensefianzas de Miskiewicz; el aspecto es- pisirual o emocional estaba muy poco presente y empecé a entender las objeciones del Poli: nunca, en aingiin mo- mento de la historia humana, habla existido una religién ‘que ganara influencia sobre las masas ditigiéndose tinica- mente a la razén. El profeta mismo se mantenfa en segun- do plano, lo vela sobre todo en las comidas; se quedaba la mayor parte del tiempo en su gruta e imagino que los fie- les debfan de sentirse un poco decepcionados. ‘Todo cambié la mafiana del tercer dia, que era de ayuno y meditacidn. A es0 de las siete, me desperté el so- nido melancélico y grave de unas trompas tibetanas to- cando una melodia simple, con tres nocas sostenidas in- definidamente. Salf a la terraza; amanecfa sobre la lanura pedregosa. Uno por uno, los elohimitas salfan de sus tien- das, desenrollaban una estera en el suelo y se tumbaban en torno a un estrado donde los dos hombres que tocaban Ja trompa flanqueaban al profeta, que estaba sencado en Ja posicién del oto. Como los adeptos, vestfa una larga td- nica blanca; pero mientras que la de ellos era de algodén cottiente, la del profera estaba hecha de satén blanco, bri- ante, que resplandecia a Ia luz naciente. Al cabo de uno © dos minutos empezé a hablar despacio, con una vor, pro- funda y muy amplificada que se ofa con facilidad por en- cima del sonido de las trompas. Con palabras sencillas, incité a los adeptos a tomar conciencia de la tierra sobre la 223 {que descansaban sus cuerpos, a imaginar la energia volcé- nica que emanaba de la tiesra, esa energia increfble, supe- rior ala de las bombas atémicas més potentes; a hacer su- ‘yaesa energia, a incorporarla asus cuerpos destinados a la inmortalidad. Después les pidié que se despojaran de sus tiini- cas, que ofrecieran sus cuerpos desnudos al sol; que volvie- ran a imaginar esa energfa colosal, compuesta de millones de reacciones termontucleares simultdneas, esa energla del sol y de todas las demés estrellas ‘Luego les pidié que ahondaran en sus cuetpos, de- bajo de su piel, que con ayuda de la meditacién intenta- ran visualizar sus células, y més hondo todavia, el nicleo de sus células, que contenfa ese ADN depositario de su informacién genética. Les pidié que tomaran conciencia de su’ propio ADN, que se impregnaran de la idea de que contenfa su esquema, el esquema de construccién de st cuerpo, y de que esta informacién, al contrario que la ma- teria, era inmortal, Les pidié que imaginasen ese infor- macién atravesando los siglos en espera de los Elohim, que tendrfan el poder de reconstruir sus cuerpos gracias a la tecnologfa que ellos habian desarrollado y ala informa- cidn contenida en el ADN. Les pidié que imaginaran el ‘momento del retozno de los Elohim y el momento en que llos mismos, tras una espera semejante a un largo suetio, volverfan a la vida, Esperé a que terminara la sesién de meditacién an- tes de unitme a la muchedumbre que se dirigfa a la gruta donde habfan tenido lugar las conferencias de Miskiewiczs, me sorprendié el alborozo efervescente, un poco ano: mal, que parecia haberse apoderado de los participantes: ‘muchos se llamaban en voz alta y se detenfan para abra- zatse, otros caminaban dando saltitos, algunos entonaban al andar una alegre melopea, Delante de la gruza habfan \ 224 colgado una pancarta donde se lefa PRESENTACION DE LA EMBAJADA en letras multicolores. Cerca de la entrada tro- pecé con Vincent, que parecta muy lejos del fervor general; como VIP, sin duda, estdbamos eximidos de las emociones treligiosas ordinarias. Nos sentamos entre los dems, y las voces callaron mientras una pantalla gigante, de treinta me- ‘ros de largo, se desplegaba a lo largo de la pared del fon- do; luego se apagaron las luces. Los planos de la embajada se habfan concebido con ayuda de programas de animacién 3D, probablemen- te AutoCAD y FreeHand; después me enteré,con sorpresa, de que el profera lo habla hecho todo. Aunque era un com- pleto ignorante en casi todos los terrenos, le apasionaba la informatica, y no sélo por los juegos; se habia vueleo bastan- te experto en el manejo de las herramientas de creacién ica ms elaboradas: por ejemplo, él mismo habfa cons- ttuido todo el sitio web de la secta con ayuda del Dream- weaver MX y habfa llegado a escribir un centenar de pégi- nas en HTML, En cualquier caso, tanto en el plano dela embajada como en la concepcién del sitio web, habia dado tienda suelta a su gusto natural por la fealdad; a mi Jado, Vincent lanzé un gemido doloroso, luego bajé la ca- beza y clavé tercamente la mirada en sus rodillas durante toda la proyeccién, que duré un poco mas de media hora. Las transparencias se sucedian, generalmente unidas por transiciones en forma de explosidn y recomposicién de la imagen, todo sobre un fondo de oberturas de Wagner sam- pleadas con tecno 2 altfsimo volumen. La mayoria de las salas de la embajada eran sblidos perfectos que iban del do- decaedro al icosaedro; la gravedad, sin duda por conven- ci6n artistica, habla quedado abolida, y la mirada del vi- sitante virtual flotaba libremente de arriba abajo por'las habitaciones, separadas por jacuzzis sobrecargados de pie- 225 dras preciosas, con les paredes adornadas con grabados por- nogréficos de un realismo asqueroso. Algunas salas tenfan vontanales que caban a un paisa de praderas tupidas, sal- picadas de flores multicolores, y por un momento me pre- guncé cémo pensaba arregldrselas el profeta para conse- guir un resultado parecido en el paisaje radicalmente drido de Lanzarote; viendo la representacién hipertealista de las flotes y las briznas de hierba, terminé por darme cuenta de que no era la clase de deralle que podia detenerio, y que seguramente utilizaria praderas artificiales. Sigui6 un finale en el que el punto de visca se ele- vaba por los aires, dejando ver la estructura global de la embajada —ana estrella de seis puntas curvas—y luego, en un vertiginoso travelling hacia aris, la islas Canar.as y la superficie del planeta, mientras sonaban los primeros compases de Asi hablé Zaratustra. Después se hizo un lencio, mientras en la pantalla se sucedian confusas im: genes de enjambres galdczicos. Estas imdgenes desapare- cieron a su vez y un cfrculo de luz aparecié en el escenario acompafiando la entrada del profeta, alborozado y res- plandeciente con su tinica ceremonial de satén blance or- Jada de refigios adamantinos. Una inmensa ovacién reco- trié la sala, todo ef mundo se levanté gritando «;Bravols. Vincent y yo nos sentimos més 0 menos obligados a le- vantarnos y aplaudir también, La ovacién duré al menos veinte minutos: a veces los aplausos dismiinufen, parectan cextinguitse, y luego Hegaba otra oleada, todavia mas fuerte, que proventa principalmente de un pequefio grupo reunido en las primeras files en torno al Poli, y se aduefiaba de to- da la sala. Hubo cinco disminuciones y cinco nuevas olea- das antes de que el profeta, déndose cuenta con toda pro- babilidad de que el fenémeno acabarfa muriendo, absiera {os brazos de par en par. Todos callaron de inmediato. Con vou profunda y, debo decir, bastante impresionante (aun- sa eelelolatalalatalatelelalateleleletetetateteietalaletatay 226 {que la sonorizacién aumentaba lo suyo el eco y los gra- ‘ves), entoné los primeros compases del canto de acogida a . los Elohim. A mi alrededor, algunos empezaron a cantar cen vou baja: «Cons-trui-re-mos la em-ba-ja-da...», La vou del profeta subié hasta las notas altas: «Con la ayu-da de Jos que os aman»; habfa cada vez més que cantaban en torno a mf. «Sus pi-le-res y co-lum-na-tas...» El ritmo se volvié cada vez més indeciso y lento hasta que el profeca prosiguié con una vor triunfal, amplificada a tope, que resoné por todos los rincones de la gruta: «jLa nue-va Je- ru-sa-lénls, El mismo mito, el mismo suefio, tan poderoso como hacfa tres milenios. «¥ ellos secardn nuestras Iégri- mas...» Un temblor de emoci6n recortié la multitud y to- dos cantaron el estribillo con el profeta, una sola palabra sobre tres notas que se repetia indefinidamente: «(Eece- looo-him!... ;Eeee-looo-him!...». El Poli tenia fos brazos alzados al cielo y cantaba con vor estentérea. A unos me- tros de mf via Patrick, con los ojos cerrados tras Jas gafas, las manos abiertas en una actitud casi extitica, mientras Fadiah, seguramente reviviendo los reflejos de sus antepa- sados pentecostales, se retorcia 2 su lado salmodiando pa- Jabras incomprensibles. Siguié une nueva meditacién, esta ver en el silen- cio y la oscuridad de la gruta, antes de que el profera vol- viese a tomar la palabra. Todo el mundo lo escuchaba no sélo con recogimiento, sino con una alegria muda, llena de adoracibn, que lindaba con el puro arrobo. Creo que se debla, sobre todo, a su tono de vor égil,lirico, con el que ‘marcaba tanto pausas suaves y medicativas como crescen- dos de entusiasmo. El discurso en si me parecié un poco deshilvanado: partia de la diversidad de formas y colores en la natutaleza animal (nos invité a meditar sobre las mari- pposas, cuya tinica razén de ser era, al parecer, maravillar- 27 nos con su vuelo tomasolado) para llegar a los ridfculos, hdbitos reproductivos de diferentes especies (se extendid, por ¢jemplo, sobre esa especie de insectos en la que el ma- cho, cincuenta veces més pequefio que la hembra, pasaba su vida como pardsito en el abdomen de ésta antes de salir para fecundarla y morir inmediatamente después; debfa de tener en su biblioteca ua libro del tipo Biologia diverti- da, sapongo que hay un tfeulo semejante en todas las dis- ciplinas), Esta acumulacién desordenada llevaba sin em- bargo a una idea fuerte, que nos expuso a continuacién: los Elohim que nos habfan creado, a nosotros y a toda la vida del planeta, eran sin la menor duda cientificos de al- risimo nivel, ysiguiendo su ejemplo debfamos reverenciar laciencia, base de toda realizaci6n préctica, debfamos res- petatla y proporcionar los medios necesarios para que se desarroilara; en concreto, deblamos felicitarnos por tener ‘entre nosotros a uno de los cientificos més eminentes del mundo (sefialé a Miskiewicz, que se levanté y saludé a la multicud con rigidez bajo un diluvio de aplausos); pero si bien los Elohim tenian la ciencia en gran estima, no por ello dejaban de ser, sobre todo, artistas la ciencia sdlo era el medio necesario para la realizacién de esa fabulosa di- versidad vital, que no podia ser considerada sino una obra dearte, la mds grandiosa de todas. Sélo unos inmensos 2r- tistas podrian haber concebido semejante exuberancia, se- mejante belleza, una diversidad y una fantasia estética tan admirables. —Por lo tanto, también es para nosotros un inmen- so honor —continué— contar durante este curso con la presencia de dos artistas de grandisimo talento, reconoci- dos a scala internacional... —hizo un gesto en nuestra di- reccién, Vincent se levanté, dubitativo; yo lo imité. Tras un momento de vacilacién, los que nos rodeaban se aparta- ron y formaron un cfreulo para aplaudirnos, con amplias 228 sontisas. Vi a Patrick a algunos metros; me aplaudfa con entusiasmo, parecta cada ver més emocionado—. La cien- cia, el arte la ereacién, la bellera, el amor... Bl juego, la ter- nura, las risa... {Qué hermosa es la vida, queridos amigos! {Qué maravillosa, y cémo desearfamos que durase ererna- mente... ¥ €s0, quetidos amigos, serd posible, pronto ser posible... Se os ha prometido, y se cumplir4. Tras estas tiltimas palabras de dulzura anagégica se quedé callado y marod una pausa antes de entonar de nuevo el canto de acogida a los Elohim. Esta vez toda la asistencia canté con fuerza, llevando lentamente el ritmo con palmadas; Vincent, a mi lado, cantaba a voz en cuello, y hasta a mi me faltaba un pelo para sentir una auténtica emocidn colectiva, El ayuno terminaba alas diez de la noche; habfan preparado grandes mesas bajo las estrellas. Estdbarmos in- vitados a sentarnos al azar, sin tener en cuenta nuestras re- laciones y amistades habituales, cosa tanto més facil por cuanto la oscuridad era casi total. El profera se sent6 a una ‘mesa instalada en un estrado, y todos agacharon la cabeza mientras pronunciaba unas palabras sobre la diversidad de los gustos y los sabores, sobre esa otra fuente de place- res que la jornada de ayuno iba a permitirnos apreciar to- davia mds; también mencioné la necesidad de masticar despacio. Luego; cambiando de tema, nos invité a con- centrarnos en Ia maravillosa persona que amos a encon- trar frente a nosotros, en todas esas maravillosas personas, en el esplendor de sus individualidades magnificamente desatrolladas, cuya diversidad también nos prometfa una inaudita variedad de encuentros, alegrias y placeres. Con un leve silbido y cierto retraso, se encendieron Jas imparas de gas colocadas en los extremos de las mesas, Yo aloé los ojos: en mi plato habfa dos tomates; frente a mf, 229 una chica de unos veinte afios, de piel muy blanca, con un rostro cuya pureza de ineas recordaba a Botticelli; su larga elena, espesa y negra, cafa ensostijindose hasta su cintu- 12, Ella jugé el juego durante unos minutos, me soni, ha- bi6 conmigo, intenté saber més sobre la maravilloca perso- nna que podta ser yo; se llamaba Francesca, era italiana, concretamente de Umbria, pero estudiaba en Mildn; co- nocia la ensefianza elohimita desde hacia dos afios. Pero su novio, que estaba sencado a su derecha, no tardé mu- cho en intervenir en la conversacién; se llamaba Gianpaolo, «ra actor, bueno, trabajaba en anuncios, a veces en algunos telefilms, vamos, que estaba en las mismnas que Esther. El también era muy guapo: el pelo a media melena, castafio con reflejos dorados; y un rostro que se podrla encontrar sin la menor duda en las obras de un primitivo italiano cuyo nombre no me venfa a le cabeza en ese momento; también estaba bastante fuerte, sus biceps y sus pectorales broncea- dos se dibujaban con nitidez bajo la camisera. Pronto per dieron el interés por m! y entablaron una animads conversa- cién en italiano. No sélo formaban una pareja espléndida, sino que parectan sinceramente enamorados. Estaban toda. Via en ese momento encantador en el que uno descubre el universo del otro, en el que uno necesita maravillarse con Jo que maravilla al otro, divertirse con lo que lo divierte, compartir lo que lo distr, lo segocija, lo indigna. Ella lo mirabi'con ese tiemo arrobo dela mujer que se sabe cleg- da por un hombre y se legra por ello, de la mujer que to- davia no se ha acostuinbrado del todo a la idea de tener a su Jado a un compafiero, un hombre para su uso exclusivo, vse dice que la vida va a ser muy dulce. Lacena fue tan frugal como siempre: dos tomates, tabulé, un trozo de queso de cabra; pero cuando limpia- ron las mesas, las doce novias recorrieron las fila, vestidas con largas tinicas blancas, llevando énforas que contenian mCOCCOROCOCCOINOAONIAAINIAIIAIDDNIIIAADA 230 un licor azucarado a base de manzana. Una euforia comu- nicativa, compuesta de milriples conversaciones entre- cortadas, se aduetié de los comensales; muchos cantaban a media vor, Patrick vino hacia mi y se acuclillé a mi lado, prometié que nos verfamos con frecuencia en Espafia, que fbamos a ser amigos de verdad, que podefa ir a visitarlo 2 Luxemburgo. Cuando el profeta se levanté para tomar de nuevo la palabra, hubo diez minutos de aplausos entusias- +a; bajo los proyectores, un halo resplandeciente aureolaba su silueta plateada. Nos invie6 a meditar sobre la plurali- dad de los mundos, a dirigir nuestros pensamientos hacia Jas estrellas que vefamos, cada una rodeada de planetas, a imaginar la diversidad de las formas de vida que poblaban esos planetas, las extrafias vegetaciones, las especies anima- Jes de las que nada sabfamos y as civilizaciones inteligentes, algunas de las cuales, como le de los Elohim, eran mucho ‘més avanzadas que la nuestra y no deseaban otra cosa que compartir sus conocimientos con nosotros, admitirnos en- tre ellas para habitar el universo en su compafifa en el pla cet, Ja renovacién permanente y Ia alegta. La vida, conclu- 6, era maravillosa en todos sus aspectos, y slo a nosotros nos correspondfa hacer de cada instante algo digno de ser vivido. Cuando bajé del estrado todos se levantaron, a su paso se formé una hilera de discipulos que alzaban !os bra 205 al cielo cantando al compés «/Beee-looo-him!.; agu- nos no podian parar de reir, otros rompfan en sollozos. Al egar a la altura de Fadiah, el profeta se detuvo y le 1026 figeramente los pechos. Ella se estremecié de alegtta y lan- 26 una especie de «Sisisid. Se fueron juntos, hendiendo Ja muchedumbre de disefpulos que cantaban y aplaudian amds no poder. Bs la tercera ved! La tercera ver que la elige!.. —me soplé Patrick con orgullo. 231 Entonces me cont6 que, dejando aparte a sus doce novias, el profeca concedfa a veces a una discipula corrien- te el honor de pasar una noche en su compafifa. La excita- cin se calmaba poco a poco, los adeptos regresaban a sus tiendas. Patrick se limpié los cristales de las gafas, que es- aban empatiados de légrimas, y luego me rodeé los hom- bros con un brazo, mizando al cielo, Era una noche ex- cepcional, me dijos sentia mejor que nunca las vibraciones procedentes de las estrellas, las ondas llenas del amor que Jos Elohim sentfan por nosotros; regresatian en una noche semejante, estaba convencido. Yo no sabia muy bien qué contestarle, No sélo nunca habfa tenido creencias religio- sas, sino que ni siquiera habla considerado la posbbilidad de tenerlas. Para mi, las cosas eran exactamente lo que pa- recfani el hombre era una especie animal, surgida de otras, especies animales mediante un tortuoso y esforzado pro- ceso evolutivos estaba compuesto de materia configurada cen drganos,y tras su muerte estos 6rganos se descomponian, se transformaban en moléculas més simples; no quedaba huella alguna de actividad cerebral, de pensamiento 0, evi- dentemente, de cualquier cosa que pudiera considerarse esplritwo alma, Mi atefsmo era tan monolitico, tan radical, que nunca habfa conseguido comarme esos temas com- pletamente en serio. Durante mis afios de liceo, cuando discucia con un cristiano, un musulmén o un judfo, siem- pre habia tenido la sensacién de que habia que tomarse sus creencias, por decislo asi, en semtido flgurado; que era ob- vio que no crefan, directamente y en sentido literal, en la realidad de los dogmas propuestos, pero que se trataba de una sefial de reconocimiento, una especie de contrasefia que les permitia acceder a la comunidad de los creyentess, tun poco como la musica grunge, ola Doom Generation pa- ra los aficionados a ese juego. La fastidiosa seriedad con la que a veces discutfan posiciones teol6gicas igualmente ab- 232. surdas parecfa contradecit aquella hipétesis; pero lo mis- mo ocurre, en el fondo, con los auténticos aficionados a tun juegos para un jugador de ajedrez o alguien realmente inmerso en un juego de ro, el espacio ficticio del juego es algo completamente serio y rea, incluso se puede decir que no existe nada més, al menos rhientras dure el juego. Ast que el irritance enigma de los creyentes se me volvia a plantear casi en Jos mismos términos, con los elobi- mitas. Desde luego, en algunos casos era facil zanjar el di- Jema. Por ejemplo, estaba claro que el Sabio no se tomaba en serio aquellas chorradas, y tenia muy buenas razones pax ra seguir en la secta: teniendo en cuenta la {ndole herezo- doxa de sus investigaciones, nunca habrfa podido conse- guir en otra parte créditos tan cuantiosos, un laboratorio con equipamientos tan modernos. Los demés dirigentes —el Poli, el Humorisca y, por supuesto, el profera— tam- bién obtenian beneficios materiales de su afiliacién. El ca- so de Patrick era més curioso. Bien es cierto que la secta, clohimita le habia permitido encontear una amante de un erotismo explosivo y probablemente tan caliente como pa- recfa, cosa que no habria sido tan fécil en otro ambiente: la vida sexual de los banqueros y de los directivos de em- presa, a pesar de todo su dinero, es por regla general abso- lutamente miserable, tienen que conformarse con breves citas a precio de oro con sefioritas de compafia que los des- precian y nunca se olvidan de hacerles sentit el asco fisico que les inspiran. Pero Patrick parecfa sentir una fe verda- dera, una esperanza no fingida en la eternidad de delicias que dejaba entrever el profeta; en un hombre cuyo com portamiento, porlo demés, estaba impregnado de una enor- ‘me racionalidad burguesa, resultaba percurbador. Antes de dormir pensé mucho rato en el caso de Patrick, y también en el de Vincent. Este no me habfa vuel- toa dirigir la palabra desde la primera noche. Al dia si- 233 guiente me desperté temprano y lo vi otra vez con Susan, bajando por el camino que serpenteaba a lo largo de la co- lias parectan seguir enfrascados en una conversacién apa- sionada y sin salida. Se separaron a la altura del primer te- rraplén, haciendo un gesto con la cabeza, y Vincent volvi6 sobre sus pasos para regresar a su habitacién. Yo lo esperé junto a la entrada; se sobresalté al verme. Lo invité a to- mat un café en mi cuarto; pillado de improviso, acepté la invitacién, Mientras se calentaba el agua, puse las txzas y Jos cubiertos en la mesita de jardin de la terraza, Bl sol aso- maba penosamente entre nubes espesas y llenas de hincha- zones de un gris oscuro; un frdgil rayo de color violeta re- cotrfa fa Ifnea del horizonte. Le servi un café; él afiadié un terrén de azticar y revolvié Ja mezcla, pensativo. Mesenté frente a dl; segufa callado, con los ojos bajos, y se llevé la taza a los labios. —;Estds enamorado de Susan? —preguneé, El alzé hacia mf una mirada ansiosa. —,Tanto se nota? —contesté tras un largo silencio. Yo aseritf con Ja cabeza. —Deberias alejarte un poco, recuperar la perspec- —continué, y mi téno sosegado parecta indicar que Jo habla estado pensando mucho, cuando en réalidad se me acababa de ocurrir, pero segu{ el impulso—, Podsfamos hacer una excursién por la isla... Quieres decir... slic del campamento? —zEsté prohibido? No... No, no créo. Habria que preguntarle a Jé- réme qué es lo que hay que hacer... —aun as, la idea pa- recia inquietarlo un poco. —jClaro que si, claro que sf! —exclamé el Poli de buen humor—, No estamos en una cércel! Voy a pedirle a alguien que os lleve a Arrecife; o quizés al acropuerto, COOSDODAATI2979N99I9DIIIDA teceecanees 234 serd més préctico para alquiler un coche. Volveréis esta noche, sno? —pregunté justo cuando estébamos subien- dol microbis—. Sélo por saberlo... Yo no tenia ningtin plan concreto, salvo llevar a Vincent a pasar un dia en el mundo normal, o sea, en casi cualquier parte; 0 sea, teniendo en cuenta el sitio donde estébamos, muy probablemente en la playa. El mostraba tuna docilidad y tuna falta de iniciativa asombrosas; la agen- cia donde alquilamos el coche nos habfa dado un mapa de Iaisla. —Podrfamos ir ala playa de Teguise... — hos que puede deci! Saben cémo son los chicos ple chicas sexys Sera 62 ‘ores, jun aplauso especial para nusstra expeta (N dele.) 237 sas se estropean en un mapa a mayor escala, como el que yo tenia de Lanzarote: sé empezaban a distinguir comple jos zesidenciales, hoteles, infraestructuras de ocio. A esca- Ja 1 te vuelves a encontrar en el mundo normal, lo cual no tiene ninguna gracia; pero si aumentas todavia un poco més, empiera la pesadilla: se ven los écaros, las micosis, los, pardsitos que devoran las carnes, A es0 de las dos de la tar- de ya habfamos regresado al centro. Justo 2 tiempo, justo a tiempo, nos recibié el Poli bullendo de entusiasmo; el profeta acababa de decidir de improviso organizar aquella noche una pequefia cena que reuniera alas personalidades presentes; es decir, a todos los, que de una manera o de otra podian estar en contacto con los medios de comunicacién o con el piblico, El Humo- rista, a su lado, asentfa vigorosamente con la cabeza, gui- fidndome el ojo como para sugerir que no habfa que to- mérselo demasiado en serio. En realidad contaba bastante conmigo, creo, para endezezar la situacién: como respon- sable de relaciones con la prensa, hasta el momento sélo habia cosechado fracasos; en el mejor de los casos, presen- taban a los elohimitas como un grupo de pirados que vela platillos volantes; en el peor, como tuna organizacién peli- grosa que propagaba tesis lindantes con el eugenismo, por no decir con el nazismo; en cuanto al profeta, lo ridiculi- zaban con regularidad por sus fracasos en todas sus carre- ras precedentes (piloto de formula 1, cantante de varieda- des...). En resumen, un VIP medianamente consistente como yo era para ellos uns limosna inesperada, un balén de oxigeno. Habla una decena de personas reunidas en dl co- medor; reconoct a Gianpaolo, acompafiado de Francesca, Lo més probable es que debiera la invitacién a su catrera deactor, por modesta que fuese; estaba claro que habie que tomarse lo de personalidades en sentido amplio. Reconoc! al ekel alelalalaleleloleteletaleletatalatetetelataletatetenate tate) 238 también a una mujer de vinas cincuenta afios, rubia plati- no, bastante regordeca, que habfa interpretado el canto de acogida a los Elohim con una intensidad sonora casi inso- portable; se presenté diciendo que era cantante de 6pera, 6 mds exactamente, miemabro del coro. Me habfan reserva- do el sitio de honor, justo enfrente del profeta; éste me sa- ludé con cotdialidad pero parecfa tenso, ansioso, echaba miradas agicadas en todas direcciones; se calmé un poco cuando el Humotisca se senté a su lado. Vincent se senté a mi derecha y le lanzé una mirade crftica al profeta, que ha- fa bolitas de miga de pan haciéndolas rodar maquinal- mente sobre la mesa; en ese momento tenfa tn aspecto can- sado, ausente, por una vez aparentaba realmente sus sesenta afios, —Los medios de comunicacién nos aborrecen... —dijo con amargura—. Si desapareciera ahora, no sé qué quedarfa de mi obra, Seria la rebatifia.. El Humorista, que se disponfa a colocar un chiste cualquiera, lo mir, se dio cuenta por su tono de vor de que hablaba en serio, y se quedé con la boca abierta. Su cata, aplastada como si se la hubieran planchado, su naricita, su pelo escaso y de punta: todo lo predisponfa a interprerar el papel de bufén, formaba parte de esos seres desgracia- dos a los que nadie toma del todo en setio ni cuando se desesperany aun asf, en el caso de que la secta se viniera si- bitamente abajo, su suerte no habrfa sido muy envidiable, yo ni siquiera estaba seguro de que tuviese otra fuente de ingresos. Vivia con el profeta en Santa Monica, en la mis- ma casa que ocupaban las doce noviaé. No tenfa vida se- xual y por regla general no hacfa casi nada en todo el dia, _ su tinica excentricidad consistia en pedit que le enviaran desde Francia su salchichén al ajo, porque las tiendas de delicatessen californianas le parectan insuficientes, tam- bién coleccionaba anzuelos, y por lo demés parecfa una 239 pobre marioneta, sin el més minimo deseo personal y va~ ciada de toda sustancia viva, que el profeta conservaba a su lado mas o menos por caridad, mds 0 menos para que Ie sirviera de apoyo o de victima propiciatoria, segiin cl caso. “Aparecieron las novias del profera con los entreme- ses; seguramente para rendir homenaje al cardcter artisti- co de la asamblea habjan cambiado las winicas por vestidos de hada Melusina desvergonzada, con sombreros cénicos cubiertos de estrellas y ropajes cefiidos con lentejuelas pla readas que dejaban las nalgas al descubierto. Habfan he- cho un esfuerzo con la cocina: paté de camey zakuskis va~ rados. El profeta acaricié con gesto maquinal el culo de la morena que le sirvi6 los zakuskis, pero al parecer eso no basté para subirle la moral; pidié, nervioso, que sirvieran cl vino de inmediato, se bebié dos copas seguidas y luego se dejé caer contra el respaldo del asiento mirando largo rato alos reunidos. —Tenemos que hacer algo con los medios de co- municacién... le dijo finalmente al Humorista—. Aca~ bo de leer Le Nouvel Observateuer de esta semana, no po demos permitir por més tiempo esca campatia sistemética de denigracién... El otro fruncié el cefio y luego, después de todo un minuto de reflexién, con tono dubitativo y como si pro- nunciara una verdad como un temple, dijo: —Es dificil... ‘A m{ me parecia que se lo tomaba con una despreo- cupacién un poco sorpréridente, porque a fin de cuentas 4lera el tinico responsable oficial; cosa atin mds evidente porque ni el Sabio ni el Poli estaban presentes en la cena. No hay duda de que era un perfecto incompetente en aquel tetteno, como éh todos los demés: se habfa acostumbrado a obtener malos resultados y pensaba que siempre ser‘a asl, 240 y que todo el mundo a su alrededor se habia acostumbrado 2 que los resultados fuesen malos; él también debfa de ron- dar los sesenca y cinco afios, y seguramente ya no esperaba, mucho de la vida, Abria y cerraba la boca en silencio, al parecer buscaba algo divertido que decir, algo para resuci- tar el buen hushor, pero no aba con nada, sufifa un blo- queo temporal de humorista. Acabé renunciando; debié de pensar que el profeta tenia la noche grufiona, pero que ya se le pasaria; tranquilizado, atacé sin més su paté de carne. ~—En tu opinién.., el profeta se dirigta directa- mente a mf, mirindome 2 los ojos—, la hostilidad de la prensa, ges realmente un problema a largo plazo? —Globalmente, sf. Haciéndose el mértir, queja dose de suftir un ostracismo injustificado, uno puede atraet a algunos descarriados; Le Pen consiguié hacerlo en sus tiempos. Pero al fin y al cabo uno sale perdiendo; sobre to- do cuando quiere sostener un discurso un poco federati- vo, es decir, cuando quiere ampliar audiencia, ~ {Eso es! {Eso es! jEscuchad lo que acaba de de- cirme Daniel! —se enderezé en la silla, tomando a toda la ‘mesa por testigo—. jLos medios de comunicacién nos acu- san de ser una sécta, cuando son ellos los que nos impiden onvertirnos en una religién deformando de manera siste- ‘mdtica nuestras ideas, cuando son ellos los que nos impi den acceder a la gran maydrfa aunque las soluciones que proponemos valen para todos los hombres, sean cuales fue- ren su nacionalidad, su raza, sus creencias anteriores! Los comensales dejaron de comer; algunos asintie- ron con la cabeza, pero a nadie se le ocurrié nada que deci. El profeta volvié a hundirse en su asiento, desanimado, y fe hizo un gesto ala morena, que le sirvié otra copa de vino, ‘Tras un compés de silencio, se reanudaron las conversacio- nes en Ja mesa: a mayoria trataban sobre papeles, guiones ¥ proyectos cinematogréficos diversos. Al parecer, muchos 21 comensales eran actores, principiantes 0 secundatios; pro- bablemente por el papel decerminante que la casualicad pue- de desempefiar en sus vidas, los actores suelen ser, ya me habla dado cuenta antes, presas faciles para todas las sec- tas, creencias y disciplinas espirituales extravagantes. Cu- rlosamente, ninguno de los que estaban alli me habia re- conocido, lo cual era buena cosa. —Harley de Dude was right... —dijo el profera, pensativo—. Life is basically a conservative option...’ —yo me pregunté durante un buen momento a quién se diti- gfa, antes de darme cuenta de que era a mf. Bl recuperé el dominio de sf mismo y continué en francés—: Ya ves, Daniel —me dijo con tristeza no fingida, sorprendente en 4—, el nico proyecto de la humanidad es reproducirse, continuar la especie. Por obvio que sea que se trata de un objetivo insignificance, lo persigue con un encatnizamiento atroz. Por mucho que los hombres sean desgraciados, te- rriblemente desgraciados, se oponen con todas sus fuerzas a lo que podria cambiar su suerte; quieren hijos, hijos se- mejantes a ellos, para cavar su propia tumba y pe-petuar Jas condiciones de su desdicha. Si se les propone un cam- bio, un camino distinto, hay que esperar unas reacciones de rechazo feroces. No me hago ilusiSn alguna sobre los afios or venir: a medida que nos acerquemos a las condiciones de realizacién técnica del proyecto, la oposicién serd cada ver més enconadas y son lds partidarios del statu quo los que detentan todo el poder intelectual, La lucha seré diff- cil, extraordinariamente diffc Suspird, termind su copa de vino y parecié sumirse en una meditacién personal, a menos que estuviera sim- * Harley de Dude cena razén.. La vids e,biseamente, una opcidn conserve dora (NM dele T.)

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