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UNA PSICOTERAPIA DE LA LIBERTAD Rogers es un raro psicdlogo de nuestros dias. Raro, por lo infrecuente. Raro, por lo peculiar. Rogers es un creador; un hombre que mira a la realidad y piensa por su cuenta, sin re- fugiarse en palabras, técnicas ni doctrinas. Rara avis, Rogers: hace al andar su camino, como cantaba Machado. Nace en Illinois, de familia laboriosa, unida, estricta, puri- tana. Inicia estudios agropecuarios. Pronto descubre que su vocacién es el hombre. Ingresa en un seminario protestante. Finalmente, acaba en psicélogo. La psicologia norteamerica- na es, entonces, funcionalismo, conductismo, psicoandlisis. En estas corrientes se forma; en ninguna de ellas permanece. Se dedica, desde el principio, a observar al nifio, al enfermo, al hombre. Y va haciendo —al margen de la psicologia oficial, casi solitario— su practica, primero; su teorfa, después; aten- to sélo a la experiencia y a la observacién personal. Su crea- cién: el consejo no-directivo; la psicoterapia centrada en el paciente. Yo diria: la psicoterapia de la libertad. Rogers es, casi exclusivamente, un psicoterapeuta. Sus con- ceptos nacen de la experiencia psicoterapéutica y a ella muy especialmente se refieren. Sdlo indirectamente, a todo lo de- més, a la vida y al hombre sano y enfermo, a la ciencia y a la educaci6n, a las relaciones entre los hombres, los grupos y los pueblos. La psicoterapia de Rogers es, en esencia, un intento de liberar al hombre. El paciente es una fuerza basicamente po- 7 PROLOGO sitiva y creadora, sofrenada y torcida por artefactos. Curar al paciente es liberar esa fuerza, ayudarle-a eliminar las batte- ras que la sofocan, conseguir que acepte) su propia realidad y se atreva a ser quien es. Para ello, &] psicdlogo-le-dcepta-in- condicionalmente, trata*de comprenderle y le ofrece su pro- pla autenticidad. Eso es todo. Esas son las condiciones que Rogers ha llama- do necesarias y suficientes. * El primer paso lo da el paciente al acudir al psicélogo. Es la minima e imprescindible expresién de su voluntad de ser. El psicélogo procura que esa voluntad crezca. No dirige al pa- ciente, no le somete a tal o cual técnica, no le clasifica, no le interpreta. Se ofrece a él. Se ofrece como persona; no como técnico, no como cientifico 0 sabioy.no como profesional “que sabe lo que hay que hacer” con el paciente. Se ofrece como persona; se compromete y arriesga personalmente. Trata de ser quien es, de buscarse, de aceptarse, de coincidir consigo mismo en su relacién con el paciente. Se da al otro, en la for- ma de un hombre que busca ser congruente consigo mismo ante el otro y con el otro, a través, precisamente, de su rela- cién con el otro. La congruencia del psicoterapeuta es la con- dicién fundamental de la psicoterapia de Rogers. El psicote- rapeuta es un hombre abierto a su propia experiencia, que no disfraza ni rehtiye; que se hace cargo de ella, la sufre y goza, la acepta y crea con ella. El proceso psicoterapéutico atafie al , psicélogo tanto como al paciente. Los dos se arriesgan, A los dos les va lo mismo: encontrarse o perderse. . Este proceso de congruencia lo vive el psicoterapeuta ‘en actitud aceptante, El paciente percibe que.es aceptado incon- dicionalmente por el psicélogo. El acto psicoterapéutico capi- tal es un acto de fe y de amor incondicionales. El psicotera- peuta cree y acepta, sin condiciones, al paciente tal y como PROLOGO Ix 1-contrario, establece tacién— las condicio- y. greverse aser él } es. No es que,-ajeno,a él) le deje ser. A —en el encuentro personal y con su acept nes para que e}paciente pueda buscarse- mismo. ae Finalmente, la relacién psicoterapéutica se Ng ania | la camprensién empdtica. El psicoterapeuta no san jona; no aprueba, no censura, no juzga al paciente ni actua por él, no le indica caminos ni le cierra vias; vive con € nflictos y problemas, esforzdndege en comprender cent personal i que tienen para el otro. El paciente no encue le— | aparte de si‘e_le incite a enmascararse. No halla apoyos ex- i | i! i ternos en los que refugiarse; ni censuras ajenas de las que defenderse; ni técnicas, doctrinas 0 normas con las que lu- | char oa las que abandonarse. Esta solo consigo mismo. Y —con i} él— otra soledad que se busca, otra persona como él, que tra- ta de ser verdaderamente quienes y que le ofrece, sin condi- ciones, su total oceptacién y comprensi6n. Fuera de la libertad personal que se le brinda, no tiene nada frente a él, nada que pueda ser obst4culo o camino. Sdlo su propia experiencia, tal y como es, rica, compleja, confusa, dolorosa, contradictoria, pew se te cultar, porque se Te acepta; que no tiene que no tiene que 0 que justificar, porque se le comprende; qué, pocoa poco, se | atreve a examinar por su propia cuenta, porque, seguro dela | incondicional comprensi6n del psicélogo, no tiene, sin embar- \ go, mds guia ni luz que la que él se vaya haciendo. Y asi va encontréndose el paciente-en ,sus propias\manos.y con su li- bertad; se atreve a explorarse, a escuchar|Ja voz\miultiple de su propia experientia, a\reconocer stis-confiittos-y dificultades, a aceptarlos tal y como_los vive, y_comienza a entrever nue- vas posibilidades, a rememorar’y revivir / una nueva acti- tud su pasado, a -liberarse de tensiones reprimidas, a ser capaz de admitirse @ sf mi smo y We disporiér mas-libremente de si. En la me la psicoterapia se logra, el hombre se libera. Nada se garantiza, sin embargo, de cara al futuro; excepto, a lo sumo, la posibilidad de seguir en sus propias ma- I PROLOGO nos, de continuar libremente haciéndose, buscdndose, creando. Hisa es la almendra de la teorfa. No de la escuela. No hay escuela de Rogers. No es facil que la haya. Seguir su pensa- miento es atreverse a pensar por si mismo, a expresar cada uno su experiencia tinica en nuevas palabras y nuevos con- ceptos. Pero el influjo de Rogers no es por ello menos amplio. Es especialmente conocido y discutido en América. Comienza a serlo en Europa y en Asia. Creo que fui el primero en darlo a conocer en Europa. En 1949 publiqué un trabajo suyo, al que antepuse un breve comentario}. Poco después, vio la luz el libro de Nuttin sobre el psicoandlisis?, con amplias referencias a Rogers. En afios recientes van apareciendo diversos estudios sobre Rogers, y se vierten sus obras a varios idiomas. Sobresalen entre estos trabajos, los de Pagés>, en Francia, y de Kinget, en Bélgica. Estos uiltimos, con otros del propio Rogers, son los que se ofre- cen ahora en espafiol. A El lector vera en ellos, ampliamente expuestos y comen- tados, los conceptos principales de la teorfa y la practica de Rogers. Yo le ofrezco aqui un breve comentario y algunas ob- servaciones criticas. * Para mi, como he dicho, la psicoterapia de Rogers es una psicoterapia de la libertad. En cierto modo, todas las psicote- rapias lo son. Ese es, creo yo, el gran mérito de Rogers. Sin 1 “Aspectos fundamentales de la psicoterapia centrada en el paciente”, Rev. Pisc. Gral. y Apl., 1949, 10, 215-237. a Nuttin, Psychanalyse et conception spiritualiste de 'homme, Louvain. Publ. Univ, 1950; 3.* edicién, 1962. Hay traduccién espafiola, editada por Biblioteca Nueva en 1956. is 3 Véase el prdlogo y la bibliografia de M. Pages en Le Développement de Ia personne, Dunod, Paris, 1966, traducci6n de la obra de ‘Rogers On becoming a person. Recientemente ha aparecido en espafiol la obra de Carl Rogers Psicoterapia centrada en el cliente. Paldés, Buenos Aires, 1966. PROLOGO xI en el unico punto de acuer- Desde la “palabra ensalmo” estudiada entre nosotros ca _existencial, toda psi- la behaviour therapy— erar al paciente. Es seguir a ninguna escuela, se situa do y convergencia de todas ellas. (epodé) de Platén, tan agudamente por Lain‘, hasta Freud y la analiti coterapia —incluso, tal vez a su pesar, es, en su tiltimo fondo, un intento de lib éste un hombre que tiene enajenadas zonas diversas de su pro- pia realidad, zonas y procesos que no posee, que no tiene a su disposicién, que no puede usar para elaborar y ejecutar sus proyectos, sino que le poseen a él, que disponen de él, que ha- cen uso de él, como automatismos fuera de su control. La psi- coterapia pretende hacer accesible al paciente su propia rea- lidad, ponerle en sus manos, incrementar su autoposesion : li- berarle. Pero Régers es uno de los pocos que han tomado en serio esta dimensién de la psicoterapia. Tanto, que a ella lo reduce todo. La psicoterapia de Rogers no s6lo es psicoterapia de la libertad, sino que es sdlo psicoterapia de la libertad. De ahi la terminologia negativa con que abundantemente describe Rogers su teorfa y su método: No-directivo, no-téc- nico, no-interpretativo, no-diagnéstico. Nadie puede ser libre por otro. Nadie puede hacer libre a otro desde fuera. La libertad es de cada uno. Cada uno tiene que liberarse_a_si mismo. No se puede ser quien se es, sino siéndolo, _buscandose. El psicoterapeuta no dirige; es decir, no aplica ningtin procedimiento al paciente para obtener de él tal o cual resultado. Hacerlo, seria manejar al otro, decidir por él, tratarlo, en suma, como cosa, enajenarlo. El psicoterapeuta no se inhibe, tampoco; no asiste, indiferente y neutro, al do- lor del paciente. Todo lo contrario, participa con él en la bus- queda mutua, le ofrece su esfuerzo personal, no para que haga 4 P. Lain Entralgo, La curacién por la palabra en la Antigiiedad cld- sica, Rev. Occldente, Madrid, 1958. au“ PROLOGO esto 0 lo otro, sino para jue sea quien es y pueda decidir dew de su intimidad el curso de su accién. Hay, por supuesto, direccién, pero es una direceién comin y mutua, cada uno desde su incanjeable originalidad Hay, por supuesto, una técnica —y sobre ella ha escrito Rogers centenares de paginas, pero es la técnica de no re posar en ninguna como algo ya dado y sabido, es la térnica de la anti-técnica; la técnica que disuelve toda técnica que se afirma como automiatica y suficiente; la técnica que elimina la tentacién de quedarse en ella como una defensa, un disfraz © una proteccién, y que incita de continuo al paciente a poner el acto personal que deje en franquia su libertad creadora Hay, por supuesto, interpretacién y hermenéutica, pero la de cada uno sobre si mismo y la del psicoterapeuta en tanto trata de reflejar comprensivamente las vivencias del paciente, sin proponer, como instrumento que pudiera liberar desde fue ra, ninguna teorfa previa. No es tampoco incompatible esta psicoterapia con el diag néstico, Pero no se basa en él. El diagndéstico, en la medida que tenga valor, lo tiene unicamente en tanto el paciente pue- da asimilarlo en su busqueda de s{ mismo, no en tanto fun- cione como categoria objetiva en la que el sujeto quede cata- logado © se refugie para no enfrentarse con su propia libertad. Por eso mismo, no admite Rogers el valor determinante que a menudo tiene el trauma pretérito para el psicoandlisis Como en varias corrientes de la actual antropologia médica alemana y del psicoandlisis existencial y como es habitual en- tre nosotros desde Ortega %, el tiempo del paciente no es conce- bido como simple chronos ligado a la causalidad eficiente; es también y sobre todo kairés y se elabora hacia e| futuro en un proyecto actual; sdlo en esta perspectiva cobra sentido per- 4 Véase, por ejemplo, en lo que toca a este tema, Las neurosis come enfermedades del anime, Gredos, Madrid, mente pags. 340-350. XxUL PROLOGO el pasado, que cambia de significacién segin cambia el ecto del sujeto : 1 oterapeuta no bucea en el pasado del sujeto, ni en ciente, para descubrir la causa de su trastorno. Trata ara la persona para que libremente, cada vez mas nte, explore y bucee ella misma, segtin lo necesite y mmdo, desde su actual se atreva, emsu propia=tealidad, recrea personal, el gentido/de su pasado.) ado de esto, es Caracteristica-muy acusada de Rogers ante cuidado por verificar objetivamente sus hipdte- uno de los primeros, si no el primero, en registrar li- Imente —en peliculas y cintas magnetofénicas— las se- s clinicas y en someter ese material —publicado en abun- cia— a toda suerte de disefios estadisticos y verificadores. Lo cual nos obliga a aludir, aunque sea sumariamente, a su manera de entender la ciencia y la ensefanza. Para Rogers la ciencia es una parte de la vida y de la ac- cién personal. Es una accién peculiar, objetivada y verificada Su concepto de la verificacién esta muy cerca del positivista. Pero se aleja de él al concebir la ciencia como inseparable de la vida del cieytifico. Este, al hacer ciencia, no desaparece como persona. Pretenderlo es pura ficcién. O un mecanismo de defensa del cientifico, que no se atreve, como dirfa Una- muno, a mirar a la cara de la esfinge. El cientifico —dice Ro- gers, en su interesante controversia con Skinner—, se com- promete personalmente en su accién cientifica; elige, segin sus proyectos y valores, los problemas, las zonas de realidad, las hipdtesis, que luego somete a verificacién. La humanidad no camina necesariamente hacia una sociedad de autématas complacidos, eficaces y despersonalizados, bajo la direccién de una ciencia externa y determinista. Eso puede pasar; como en el Brave New World o en el Walden II. Puede también evitar- se. El hombre marcha, con la ciencia o sin la ciencia, por el camino que hace al andar. La ciencia le puede liberar 0 ena- jenar. No depende de ella. Depende del cientifico. xv PROLOGO Igual acontece con la educacién. Es liberadora cuando el educador Ja vive personalmente y establece con los educandos una relacién aceptante y comprensiva en la cual éstos asumen Ja tarea de educarse. Es enajenante cuando el educador ma- nipula con su saber al alumno, cuando le somete a un molde prefijado que le aplica desde fuera. En fin de cuentas, piensa Rogers, nadie puede ensefiar a nadie nada que merezca la pena. Nadie aprende nada de otro. Se ensefia uno con otro, cada uno desde su intimidad libre, abriendo su libertad a nue- ‘vos caminos que se comparten §. Estas ideas de Rogers han ido extendiéndose a otros cam- pos y problemas. En Chicago, donde maduré su doctrina entre 1945 y 1958, se limit6 casi exclusivamente al counseling de es- tudiantes y al tratamiento de trastornos neuréticos. De 1958 a 1963, como profesor de psicologia y psiquiatria de la Univer- sidad de Wiscosin, se ocupé especialmente de casos psicéticos, con menguado éxito, al parecer. Desde entonces, trata de ex- tender sus ideas, en el Instituto de Ciencias de la Conducta de La Jolla (California), a la psicoterapia de grupo y al tratamien- to de conflictos entre grupos y sociedades. Tales son algunas de las ideas de Rogers; creo que las principales. Tienen mds parentesco con ciertas corrientes eu- ropeas que con las americanas. Aunque tampoco all{ estén so- las. Forman parte de un movimiento creciente en los Estados Unidos, en el que participan las tendencias educativas que proceden de Dewey, los neopsicoanalistas sociales, culturales y existenciales, como Horney, Fromm, Sullivan, May y Mas- low, y la nueva psicologia social de la dinémica de grupos y de la formacién de dirigentes que, en la linea de Elton Mayo y Lewin, representan hoy tipicamente los psicélogos del circu- lo de Bethel. iw oy abe Wow © a ™ mw at * Cf, M. Yela, Educacién y Libertad. Bilbao, 1967. PROLOGO xv Pero sus ideas no las ofrece Rogers para que otros —tu, tor, y yo, por ejemplo— piensen como él. Las ofrece para que otros piensen con él. Iniciemos, pues, el didlogo que tu habrds de continuar, si te place, a lo largo de la obra. Rogers simplifica al maximo el parato conceptual de su teo- ria. Esta simplificacién, que es a menudo acendramiento, pue- ltar a veces demasiado simplista. Repasemos algunos os conceptos centrales. 0 de ellos, quizd el principal, rs consiste en la convergencia de tres niveles: 07: awareness y communication. Se es congruente en la medida en que se es capaz de percibir y comunicar la vivencia de los opios estados y procesos organicos. Ser congruente es, en definitiva, segun la propia terminologia de Rogers, coincidir con la espontaneidad vital, con los impulsos, las sensaciones, es la congruencia. Para ganism, los movimientos viscerales. Yo creo que Rogers ha acertado plenamente al poner, como requisito clave de la liberacién psicoterapéutica, la congruen- cia. Pero el bagaje conceptual que emplea 0, al menos, la ter- minologia de que se sirve para expresarlo no parece del todo suficiente. Cita cop’ frecuencia a Kierkegaard (ser el que efec- tivamente se es a Sartre (ser pura libertad refleja}/a Martin Buber (ser pura experiencia auténtica en la relacién tt-yo),/ Pero, cuando se prescinde de estas vagas alusiones a la filoso- fia de la existencia y se repara en el lenguaje propio de Ro- gers, hay en sus palabras mas huellas de William James que de Kierkegaard. Congruencia es, creo yo, el aspecto vivencial de la autenticidad. La autenticidad es, a mi parecer, el con- que probablemente se refiere, en el fondo, el propio Rogers. La autenticidad abarca y desborda a la con- gruencia. Y esta misma No es, sin més, apertura a la realidad organica. La espontaneidad es mas que los movimientos or- ganicos y las emociones. El yo, al que se pretende ser fiel, es mas que la pura espontaneidad. La realidad humana, en cuya busqueda consiste la autenticidad, es mds rica y compleja que cepto clave y al PROLOGO xvi ro yo. El tinico proceso real de congruencia es el proceso eaienicidad: ¥ la euteniicidad no (ce mera apertura ni a f aeaeataeldad vital ni siquiera a si mismo, sino apertura y asuncién; no es capacidad de verse como se es, sino de ver- se a s{ mismo a través del acto personal, que es pensamiento y accién, proyecto y praxis; no es s6lo atreverse a ser quien se es, sino irse atreviendo, buscandose, haciéndose. No se re- eibe, como dato hecho, la propia realidad que emerge del fon- do vital; se descubre y forja en la lucha, el drama y la reali- zacién de si mismo. Ser auténtico es, por supuesto, no cerrar- se a la propia experiencia; pero no es sélo eso; ser auténtico es encontrarse y transcenderse; aceptarse a si mismo y acep- tarse como insuficiente, trascendiéndose de continuo en pro- yectos, abierto a la realidad. Ser auténtico es ser quien se es en to que es. ¥ después de todo, congruencia, autenticidad, épor qué y para qué? Porque, dice Rogers, el ultimo fondo del hombre, el que hunde sus rafces en la espontaneidad vital, es una ener- gfa positiva, como la vida misma. Abrirse a ella es dejarla bro- tar y expandirse, es enriquecerse, cambiar, crear, sanar, cons- truir. En el fondo del hombre, contenido y oculto por las de- emergente de realidad viva. Se e allf, agazapada, a la bestia. Esa, al menos, es la leccién que Rogers ha aprendido en la experiencia psicoterapéutica, A me- dida que, en un clima de aceptacién comprensiva, el psicote- rapeuta acepta su experiencia real, el paciente va aceptandose a sf mismo y, en este Proceso, se hace mas rico ¥ organizado, mas constructivo, mas libre y creador, mds capaz de autodiri- girse. Bien, pero este Proceso, comprobado en muchos Por Rogers y sus colaboradores, quivocan los que temen ver aspectos », es una simple cuestién de congruencia con la €spontaneid, d gers parece confirmarlo, Es, c lad? Nada en los datos de Ro- TeO yo, algo mucho mas com- © y oscuro. Lo que Rogers llama congruenc. psicoterapéutico que a veces parece describir con. neamente orientado hacia una especie de happy end, todo, una penosa reconstruccién de si mismo. Alumbra nu @ fuerza radicalmente positiva que baste aceptar para lit arse, mientras van creciendo como de suyo los sentimientos constructivos, sino una dialéctica de aceptacién y trabajo, de experiencia y proyecto, de limitacién y trascendencia, de se- dad y angustia. Es extrafio que Rogers, que gusta de aludir a Kierkegaard, @ Heidegger y a Sartre, apenas halle sitio en su teoria para conceptos como angustia, nada, muerte, falta, finitud, tempo- ralidad, trascendencia. Sin ahondar en estos conceptos, que reclama la ¢ompren- sién de toda ruptura normal o patologica del curso trivial de la existencia y que, por otra parte, no son nada incompati- bles con la psicoterapia de Rogers, su fe en la pura positivi- dad del fondo original del hombre corre el riesgo de convertir- se en abstraccién inane, remedo y eco de un pretérito optimis- mo naturalista. Pero si, de un lado, la autenticidad corre ese Tiesgo de con- fundirse con la mera apertura a las vivencias reales en toda su riqueza sensorial y visceral, de otro, el cuerpo y los senti- mientos que brotan del fondo biolégico y endotimico, apenas son estudiados especificamente por Rogers. No es extrafo que en esto se le haya tachado de angelis- mo. Parece que baste abrirse al fondo bioldgico para acceder a la propia disponibilidad. La cosa no es tan sencilla. De sobra lo sabe Rogers, pero de hecho no se encara tematicamente con ello. No todo lo que nuestra condicion somatica nos ofrece es pura positividad integrable en nuestros Proyectos. Mas senti- mos el cuerpo en el dolor, en la enfermedad y en la fatiga que en la alegria y la salud. Y hay una oscura trayectoria en nues- tros sentimientos vitales —de bienestar o desgana, de stibita guda hay que aceptar y asumir para jnaria o creadora de cada instante, p, n aceptar ni siempre se puede ero que no siem- ee pasta CO j © basjel todo de nosotros y lo que en nos, premente a veces Nos invade y nos asumir. No dispo- otros hay y no po- nemos nel arrastra a la exal- m aoe deja anonadados en Ia angustia tacion ‘Toda psicoterapia es psicoterapia de la libertad. Pero de la hbertad del hombre, que no es puro proyecto sobre un vago a fondo de creadoras energias vitales, sino proyecto y realizacion de una realidad corpérea y social. La psicoterapia no es de la psique, sino del hombre. De igdo el hombre. La verdadera liberacién no puede serlo més que del hombre real, de carne y hueso. No puede la psicotera- pia cerrar los ojos a la leyes objetivas que rigen los procesos psicosomaticos ¥ que no son comprobablemente accesibles més que a una psicologia cientffico-positiva. No puede la psicotera- pia cerrar los ojos a la bioquimica, a la Psicofarmacologia, a la neuropatologia, a la psiquiatria de los estados y procesos timo- paticos. Eso es también el hombre. Eso a veces vence al hom- bre. Creo que sera siempre sospechosa de angelismo irreal, toda psicoterapia que no atienda humilde y rigurosamente al componente somatico y a su peso decisivo e inevitable en la vida del hombre. No esta claro que esta perspectiva ocupe el puesto que merece en la teoria de Rogers. Como tampoco est claro que la teoria de Rogers reconoz- ca y aproveche, en beneficio del paciente, la inexhaustible ri- queza y complejidad de lo que Freud llamaba el “aparato psi- quico”; ni, finalmente, el hecho decisivo de que el hombre es una realidad social y su liberacién no puede ser ajena a las po- sibilidades concretas de autoposesion o enajenacién que ofrece cada conereta sociedad en el curso de la historia. Por eso, quizd, la exageradd prevencién de Rogers contra la técnica, la direccién y el diagnéstico. ;Acaso todo su es- fuerzo no es la elaboracién de una técnica psicoterapéutica? PROLOGO yx ae, pact Pages, con palabras tan justas como gener ae ee ee de engagement affectif du therapeut« eon + Crest Justement son activ ité théorico-techn2 ee ae preuve d'amour” quiil donne @ son patient ao 8 exigeante que tel ou tel épanchement € i. Nate aportactén de Rogers es desenmascarar y rechaz oe 2 cuanto medio para poseer al otro. Quiza su sida en no subrayar suficientemente que la tecnica &: a pesar de todo, la gran invencién humana, fundamentalmente positiva y, por lo demas, inevitable. Haria falta ahondar en © Movimiento dialéctico de la técnica, que entrafia, como Pr ducto ya hecho, un momento de “cosificacion” de la perso Y tal sucede incluso con los gestos y las palabras, con el ofre cimiento deliberado de si mismo y el encuentro buscado con la persona del projimo. Todo esto puede y debe ser té puede y debe ser esclarecido, conceptualizado, tecnificade no pasa por este momento, la técnica simplemente no exis como accién inventada y fundada en un saber. Si se inm za en este momento, la técnica se degrada en instrumer dominio del otro, en disfraz, proteccién u olvido enaje de su desvalimiento y de su libertad. Pero la técnica entra? otro momento de “personificacion” en que —sin negarse, sino al contrario, apoyandose en su valor comprobado— se trascien de a sf misma en donacién personal del que la ofrece, que no aplicarla al otro, sino ponerla a la disposicion de’ que la asuma y la incorpore a la busqueda de si mes pretende otro pa mo desde su propa libertad. Y lo mismo acontece con el diagnoéstico y la direccién. Los dos son, ciertamente, armas de doble filo. Los dos pueden alienadores en la medida en que con ellos se clasifique, domine y manipule a la persona. Pero los dos ofrecen posibilidades de enriquecimiento y liberacién si se asumen personalmente. Por 1 Del prélogo antes citado. PROLOGY ao jiberar. No se libera rar es 4 os cural ue solo queda liberado b: a una cosa, Se |i ; si asume bersonalmente el y propia liberacion. Pero liberarse no de St 9 de 8 ¢ r ge una disponibilidad abstracta ; es librarse ie 1 vacio a acceder a concretas Posibilidades de mayor au - concrete en este proceso No estamos solos, Estamos en el ea los otros. bera a un a yestra accion nos hacemos y hacemo; ea en el que los hombres hallaran nuevas posibjli ics a jimitaciones. Queramos 0 no, nos “dirigimos” unos a dades Una de las cosas, a mi parecer, mas claras es e| ar que Rogers —su personalidad, su peculiar m, ae cir las sesiones clinicas— ejerce sobre sus paci = uerer saltar sobre la propia sombra, La psico ey enenie técnica y directiva. Lo cual no qu que tenga igual valor cualquier técnica ni cualqui direccién. La mayor aportacién de Rogers reside pre te en haber contribuido a desmitificar estos conceptos y haber puesto de manifiesto el cardcter enajenante y negativo que tiene su veneracién cuasi m4gica en la sociedad tecnolégica y positivista. Técnica, diagnéstico y direccién, son c ciables, que el hombre va elaborando peno: bajo de milenios y que seria suicida perder, pero que sélo pue- den servir al hombre si se trascienden en tanto que cosas apli- cables para manejar al sujeto desde fuera, y se convierten, a través de un constante Proceso dialéctico, en instancias incita- doras del encuentro Personal entre los hombres y de la libre apropiacion, de: sde la intimidad de cada uno, de las posibili- dades que ofrecen. 8 el mundo de enorme anera de lentes, Es terapia es iere decir ler tipo de ‘obablemen- onquistas irrenun- samente en un tra- Tal es el sentido de la Psicoterapia de la libertad. Tal es, creo, el Sentido al que apunta la psicoterapia de Rogers. MARIANO YELA Universidad de Madrid, jullo de 1967. VA PROLOGO La finalidad de esta obra es hacer conocer el método psi- coterapéutico y la teoria de la personalidad de Carl Rogers. Resultado de la colaboracién entre el maestro de la psicotera- pia no directiva y una de sus discfpulas de origen europeo, el ibro esté adaptado de modo especial a la finalidad que persi- gue. Se trata de una obra nueva y no de la traduccién de un libro escrito primitivamente para el lector americano. No @s necesario presentar aqui la personalidad y la carre- ‘a de Carl Rogers; el mismo autor nos da, en este volumen, una autobiografia que sittia su sistema en un contexto con- creto. En cuanto a la profesora G. Marian Kinget, después de haber obtenido el doctorado en la Universidad de Lovaina, pasé a los Estados Unidos donde se formé, sobre todo, en psi- coterapia no directiva en el Centro de Rogers en la Universi- dad de Chicago. Desde hace varios afios ensefa la psicologia clinica de inspiracién rogeriana en la Michigan State Univer- sity. La sefiorita Kinget se encargé de la primera parte de la obra que expone el método no directivo, teniendo en cuenta el ambiente europeo. En una segunda parte, el mismo Ro- gers nos da una nueva elaboracidn tedrica de su sistema y un esbozo del movimiento de investigaciones positivas que ca- racterizan su “enfoque” clinico. Ese texto fue, originalmente, redactado en inglés y la sefiorita Kinget asumié la responsa- bilidad de su traduccién al francés, con frecuencia dificil. A pesar de su larga estancia en los Estados Unidos la seftorita Kinget no dudé en redactar su propio texto en francés, des- ‘ PROLOGO pués de haber hecho una primera redaccién inglesa con el fin de facilitar el intercambio de puntos de vista entre los dos autores de la obra. . Un segundo volumen viene a completar la obra con una exposicién practica del método no directivo. La sefiorita Kin- get nos da en él, entre otros, un anilisis detallado de uno de los casos tratados por Rogers, cuyo texto fue grabado en mag- netofén. El material de otros casos clinicos esta a disposicién de las personas competentes, que pueden dirigirse, en este sen- tido, al editor de la obra. La primera vez que yo tuve la satisfaccién de encontrar al pionero de la psicoterapia “centrada en el cliente”, fue en 1948, haciendo una visita al Centro Rogers de la Universidad de Chicago. Su modo de abordar la personalidad y las relacio- nes humanas me impresionaron desde el primer momento. En muchos aspectos —aunque no en todos— esta teoria me pa- rece estar fundamentalmente de acuerdo con lo que hay de més rico en la concepcién europea y tradicional del hombre, y probablemente saca de ella una parte de su inspiracién. Esto justifica nuestra satisfaccién al presentar en la coleccién “Stu- dia Psychologica” una obra que esta llamada a tener un eco profundo en nuestros paises. Por el Comité de Redaccién de “Studia Psychologica”, J. Nuri Profesor de la Universidad de Lovaina NOTA DE LA SEGUNDA EDICION EI texto de la primera edicidn de este volumen ha sido cuidadosamente revisado y corregido, Al segundo capitulo, sobre todo, se le han hecho va- rias correcciones. Pero la exposicién ha quedado sustancialmente inalterada. La acogida extremadamente favorable que fue dispensada a la primera edi- cidn de esta obra, nos demuestra el especial interés que las ideas y el mé- todo de Carl Rogers encuentran actualmente en Europa. IN. Lovaina, 1 de septiembre de 1964

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