Cuestiones de identidad
cultural
Stuart Hall y Paul du Gay
compiladores
Amorrortu editores
Buenos Aires- Madrid8. Identidad, genealogia, historia
Nikolas Rose
«Criar un animal con el derecho a hacer promesas.
jCudnto presupone todo esto! Un hombre que desee dispo-
ner de su futuro de esta manera debe haber aprendido an-
tes a separar los actos necesarios de los accidentales; a pen-
sar causalmente; «ver las cosas distantes como si estuvie-
ran al alcance de su mano; a distinguir los medios de los
fines. En sintesis, debe haberse convertido no sélo en caleu-
lador sino en calculable, regular aun para su misma per-
cepeién, si pretende mantener la promesa de su propio fuu-
turo».
FW. Nietzsche, La genealogta de la moral (segundo ensa-
yo: «Sobre los origenes y la génesis de la responsabilidad
humana»)
{C6mo deberiamos hacer la historia de la persona?!
{Cual podria ser la relacién entre esa empresa histérica y
2 Versiones de este capitulo se presentaron en los siguientes lugares:
Departamento de Sociologia, Open University; Escuela de Estudios
Africanos y Asidticos, Universidad de Londres; Conferencia sobre «La
destradicionalizacién», Universidad de Lancaster; Departamento de
Ciencias Politicas, Universidad Nacional Australiana, El trabajo se be-
neficié enormemente con los comentarios que recibi. Una versién un
tanto diferente de algunos de los argumentes expuestos se publicé en 8.
Lash, P. Heelas y P. Morris (eds.) (1996) De-Traditionalization: Critical
Reflections on Authority and Identity, Oxford: Basil Blackwell. Eseribi
esta versién mientras me desempefiaba como investigador invitado en
el Programa de Ciencias Politicas de la Escucla de Investigacién de
Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Australiana, Canberra.
‘Me gustarfa agradecer a esta institucién y a todo su personal la genero-
sa hospitalidad y el apoyo intelectual que me brindaron.
214las preocupaciones actuales de la teorfa social y politica
por cuestiones como la identidad, el yo, el cuerpo, el deseo?
Acaso més importante: gqué luz podria arrojar la inves-
tigacién histérica sobre las actuales inquietudes éticas
por los seres humanos como sujetos auténomos y libres
0, por el contrario, como seres atados a una identidad na-
cional, étnica, cultural o territorial, y por los programas,
estrategias y técnicas politicas a los cuales estan vincu-
lados?
Me gustaria sugerir un enfoque especifico, que deno-
mino «genealogia de la subjetificacién» [subjectification] 2
La expresién es torpe pero, creo, importante. Su impor-
tancia radica, en parte, en el hecho de indicar en qué no
consiste una iniciativa semejante. Por un lado, no es un
intento de escribir la historia de las ideas cambiantes de
la persona, tal como se presentaron en la filosofia, la lite-
ratura, la cultura, ete. Hace mucho que historiadores, filé-
sofos y antropélogos estén embarcados en la redaccién de
esos relatos, sin duda significativos e instructivos (por
ejemplo, Taylor, 1989; cf. el enfoque muy diferente propi-
ciado por Tully, 1993). Pero es imprudente suponer que, a
partir de una descripcién de las concepciones del hombre
en la cosmologia, la filosofia, la estética o la literatura, po-
demos obtener pruebas sobre la organizacién de las prac-
ticas y los supuestos previos cotidianos y mundanos que
dan forma a la conducta de los seres humanos en ambitos
y practicas especificas (Dean, 1994). Una genealogia de
la subjetificacién no es, por lo tanto, una historia de las
2 Para evitar cualquier confusién, puedo sefialar que subjetificacién
no se usa aqui para implicar la dominacién por parte de otros o la subor-
dinacién a un sistema ajeno de poderes; no funciona como un término
de «critica» sino como un recurso para el pensamiento critico: con la me-
ra intencién de designar procesos por los cuales uno «se eonstituye» co-
‘mo un sujeto de un tipo determinado. Como resultara evidente, mi ar-
gumento a lo largo del capitulo es doudor de los aniilisis de la subjetifi-
cacién de Michel Foucault. (Preferimos traducir literalmente subjectifi-
cation por «subjotificacién~ aunque este término comparta la torpeza
del original, para evitar las confusiones que podrian desprenderse del
uso de alguna de las dos versiones posibles: «subjetivacién» y «suje-
cién». En todo caso, la palabra debe entenderse como una amalgama de
ambas. (N. del Z)}
215ideas: su dominio de investigacién es el de las practicas y
las técnicas, el del pensamiento cuando procura hacerse
técnico.
Del mismo modo, es necesario distinguir mi enfoque de
los intentos de escribir la historia de la persona 0 el yo co-
mo una entidad psicoldgica, ver cémo diferentes edades
producen seres humanos con diferentes caracteristicas
psicolégicas, diferentes emociones, creencias y patologias.
Ese proyecto de una historia del yo es indudablemente
imaginable y algo parecido a esa aspiracién da forma a
una serie de estudios recientes, de algunos de los cuales
me ocuparé mas adelante. Pero esos andlisis presuponen
un modo de pensar que es de por s{ un resultado de la his-
toria, recién surgido en el siglo XIX. En efecto, sélo en ese
momento historico y en un espacio geogréfico limitado y
localizado, aparece un modo de pensar en el cual el ser hu-
mano se entiende en términos de personas, cada una de
ellas provista de un dominio interno, una «psicologia», es-
tructurada por la interaccién de la experiencia biografica
con ciertas leyes 0 procesos caracteristicos de la psicologia
humana.
Una genealogia de la subjetificacién considera que
esta comprensién individualizada, interiorizada, totaliza-
da y psicologizada del significado del hombre delinea el si-
tio de un problema histérico, pero no sienta las bases de
una narrativa histérica. Esa genealogia procura describir
los modos de surgimiento de este «régimen del yo» moder-
no, no como el resultado de un proceso gradual de ilustra-
cién en que los seres humanos, asistidos por los esfuerzos
de la ciencia, Hegan a reconocer por fin su verdadera na-
turaleza, sino a partir de una serie de practicas y procesos
contingentes y decididamente menos refinados y dignos.
Escribir dicha genealogia es tratar de comprender por qué
«el yo», que funciona como un ideal regulatorio en tan-
tos aspectos de nuestras formas contempordneas de vida
—no meramente en nuestras relaciones pasionales recf-
procas, sino en nuestros proyectos de planificacién de vi-
da, nuestras maneras de manejar las organizaciones in-
dustriales y otras, nuestros sistemas de consumo, muchos
de nuestros géneros literarios y de produccién estética—,
216es una especie de plano «irreal» de proyeccién, trazado de
manera un tanto contingente y a la ventura en la intersec-
cién de una gama de diversas teorias: de las formas de
pensamiento, las técnicas de regulacién, los problemas de
organizaci6n, etcétera.
Dimensiones de nuestra «relacién con nosotros
mismos»
Una genealogia de la subjetificacién es una genealogia
de lo que podriamos llamar, siguiendo a Michel Foucault,
«nuestra relacién con nosotros mismos».? Su campo de in-
vestigacién comprende los tipos de atencién que los seres
humanos prestaron a si mismos y a otros en diferentes
lugares, espacios y tiempos. Para expresarlo de manera
un poco més majestuosa, podriamos decir que es una ge-
nealogia de la «relacién del ser consigo mismo» y las for-
mas técnicas adoptadas por ella. Vale decir, el ser humano
es un tipo de criatura cuya ontologfa es histérica. Y su his-
toria, por lo tanto, requiere una investigacién de las técni-
cas intelectuales y practicas que incluyeron los instru-
mentos por medio de los cuales el ser se autoconstituyé
histéricamente: se trata de analizar «las problematizacio-
nes a través de las cuales el ser se ofrece a ser, necesaria-
mente, pensado, y las practicas sobre cuya base se forman
esas problematizaciones» (Foucault, 1986a, pag. 11; Jam-
bet, 1992). Esa genealogia, en consecuencia, no se concen-
tra en «la construccién histérica del yo» sino en la historia
de as relaciones que los seres humanos entablaron consi-
go mismos. Estas relaciones son construidas e histéricas,
pero para entenderlas no debemos situarlas en un domi-
nio amorfo de la cultura. Al contrario, se abordan desde la
perspectiva del «gobierno» (Foucault, 1991; ef. Burchel et
al., 1991). Vale decir que nuestra relacién con nosotros
mismos adopté la forma que tiene porque fue objeto de to-
3 Es importante entenderlo en el modo reflexivo y no sustantivo. En lo
que sigue, la expresién siempre designa esa relacién y no implica un
«yo» sustantivo como objeto de esta tiltima,
217da una serie de esquemas mas 0 menos racionalizados,
que procuraron modelar nuestros modos de entender y
llevar a la practica nuestra existencia como seres huma-
nos en nombre de ciertos objetivos: virilidad, femineidad,
honor, modestia, propiedad, civilidad, disciplina, distin-
cién, eficiencia, armonia, realizacién, virtud, placer; la lis-
ta es tan diversa y heterogénea como interminable.
Una de las razones para destacar este aspecto es dis-
tinguir mi enfoque de una serie de andlisis recientes que,
explicita o implicitamente, ven las formas cambiantes de
la subjetividad 0 identidad como consecuencias de trans-
formaciones sociales y culturales mas amplias: la moder-
nidad, la modernidad tardia, la sociedad del riesgo (Bau-
man, 1991; Beck, 1992; Giddens, 1991; Lash y Friedman,
1992), Desde luego, esta obra continua una prolongada
tradicién de narrativas, remontada al menos hasta Jacob
Burckhardt, que escribieron historias del ascenso del in-
dividuo como consecuencia de una transformacién social
general de la tradicién en modernidad, el feudalismo en
capitalismo, la Gemeinschaft en Gesellschaft, la solidari-
dad mecdnica en solidaridad organica, ete. (Burckhardt,
1990). Estos andlisis consideran los cambios en los modos
como los hombres se comprenden y acttian sobre sf mis-
mos como el resultado de acontecimientos histéricos «mas
fundamentales» situados en otra parte: en los regimenes
de produccion, el cambio tecnoldgico, las modificaciones
de la demografia o las formas familiares, la «cultura». Es
indudable que los sucesos producidos en cada uno de es-
tos ambitos tienen significacién en lo concerniente al pro-
blema de la subjetificacién. Pero por significativos que
sean, es importante insistir en que esos cambios no trans-
forman los modos de ser humanos en virtud de alguna
«experiencia» que producen. A mi entender, no pueden es-
tablecerse relaciones cambiantes de subjetificacién por
derivacién 0 interpretacién de otras formas culturales 0
sociales. Suponer explicita o implicitamente que sf es po-
sible hacerlo supone la continuidad de los seres huma-
nos como sujetos de la historia, esencialmente provistos
de la capacidad de atribuir significado (Dean, 1994). Pero
los modos como los seres humanos «dan significado a la
218experiencia» tienen su propia historia. Los dispositivos
de «produceién de significado» —grillas de visualizacién,
vocabularios, normas y sistemas de juicio— producen
experiencia; no son producidos por ella (Joyce, 1994). Es-
tas técnicas intelectuales no se presentan listas para
usar; es preciso inventarlas, refinarlas y estabilizarlas, di-
seminarlas e implantarlas de diferentes maneras en dife-
rentes prdcticas: escuelas, familias, calles, lugares de tra-
bajo, tribunales, Si usamos el término «subjetificacion>
para designar todos esos procesos y practicas heterogé-
neos por medio de los cuales los seres humanos llegan a
relacionarse consigo mismos y los otros como sujetos de
cierto tipo, la subjetificacién tiene entonces su propia his-
toria. Y esa historia es mas practica, mds técnica y menos
unificada de lo que permiten suponer las descripciones
sociolégicas.
‘Asf, una genealogia de la subjetificacién se concentra-
ria directamente en las prdcticas dentro de las cuales los
seres humanos fueron incluidos en «regimenes particula-
res de la persona». Esta no seria una historia continua del
yo, sino mas bien una descripcién de la diversidad de len-
guajes de la «individualidad» que cobraron forma —carac-
ter, personalidad, identidad, reputacién, honor, ciuda-
dano, individuo, normal, lunatico, paciente, cliente, espo-
so, madre, hija. y las normas, técnicas y relaciones
de autoridad dentro de las cuales aquellos circularon en
practicas legales, domésticas, industriales y de otros tipos
para influir sobre la conducta de las personas. Esa inves-
tigacion podria desarrollarse a lo largo de una serie de ca-
minos vinculados entre si.
Problematizaciones
{D6nde, cémo y por obra de quién los aspectos del ser
humano se convierten en problemas, de acuerdo con qué
sistemas de juicio y en relacién con qué preocupaciones?
Para mencionar algunos ejemplos pertinentes, podria-
mos considerar cémo llega el lenguaje de la constitucion y
el carécter a actuar en los temas de la decadencia y la
219degeneracién urbanas enunciados por psiquiatras, refor-
madores urbanos y politicos en las tiltimas décadas del
siglo XIX, o como se utiliza el vocabulario de la adaptacion
y desadaptacién para problematizar la conducta en 4m-
bitos tan diversos como el lugar de trabajo, el tribunal y la
escuela en las décadas de 1920 y 1930. Plantear la cues-
tién de esta manera es subrayar la primacia de lo patolé-
gico sobre lo normal en la genealogia de la subjetificacién;
en términos generales, nuestros vocabularios y técnicas
de la persona no aparecieron en un campo de reflexién so-
bre el individuo normal, el caracter normal, la persona-
lidad normal, la inteligencia normal, sino que, antes bien,
el concepto mismo de normalidad surgié a partir de un in-
terés en los tipos de conducta, pensamiento y expresién
considerados molestos o peligrosos (Rose, 1985). Este es
un aspecto tan metodolégico como epistemoldgico: en la
genealogfa de la subjetificacién, no ocupan el lugar privi-
legiado los filésofos que en sus estudios reflexionan sobre
la naturaleza de la persona, la voluntad, la conciencia, la
moralidad y cosas por el estilo, sino las practicas munda-
nas en las cuales la conducta se convirtié en problematica
para los otros o para el yo y los textos y programas munda-
nos —sobre la administracién de hospicios, el tratamien-
to médico de las mujeres, los regimenes aconsejables de
crianza de nifios, las nuevas ideas sobre manejo del lugar
de trabajo, la mejora de la autoestima— que procuran
hacer inteligibles y al mismo tiempo manejables esos pro-
blemas.
4 Desde luego, esto significa exagerar c] argumento. Por un lado, es
necesario observar cémo se organizaron las mismas reflexiones filosofi-
cas en torno de los problemas de la patologia —piénsese en cl funciona-
miento de la imagen de la estatua privada de todo estimulo sensorial en
filosofias de la sensacién como la de Condillac— y advertir también que
la filosofia esta animada por los problemas del gobierno de la conducta
y se articula con ellos (sobre Condillac, véase Rose, 1985; sobre Locke,
véase Tully, 1993; sobre Kant, véase Hunter, 1994).
220Tecnologias
{Qué medios se inventaron para gobernar al ser huma-
no y configurar o modelar la conducta a fin de encauzarla
en las direcciones deseadas, y cémo procuraron los progra-
mas encarnarlos en ciertas formas técnicas? La nocién de
tecnologia puede parecer antitética con el ambito del ser
humano, y por ello las afirmaciones sobre la tecnologiza-
cién inadecuada de la humanidad constituyen la base de
mas de una critica. Sin embargo, aun la experiencia que
tenemos de nosotros mismos como tipos determinados de
personas —eriaturas de libertad, de facultades persona-
les, de autorrealizacién— es el resultado de una serie de
tecnologias humanas, que toman como objeto los modos.
de ser humanos.® La tecnologia se refiere aqui a cualquier
montaje estructurado por una racionalidad prdctica regi-
da por una meta més 0 menos consciente. Las tecnologias
humanas son ensamblajes hibridos de conocimientos, ins-
trumentos, personas, sistemas de juicio, edificios y espa-
cios, apuntalados en e] plano programatico por ciertos su-
puestos previos sobre los seres humanos y por objetivos
para ellos. Es posible considerar la escuela, la prisién y el
hospicio como ejemplos de un tipo de esas tecnologias,
que Foucault denominé disciplinarias y que acttian en
términos de una estructuracién detallada del espacio, el
tiempo y las relaciones entre individuos, mediante proce-
dimientos de observacién jerarquica y juicio normalizador
e intentos de envolver esos juicios en los procedimientos y
juicios utilizados por el individuo a fin de encauzar su pro-
pia conducta (Foucault, 1977; cf. Markus, 1993, donde se
5 En los tltimos tiempos se plantearon en diversos lugares argumen-
tos similares sobre la necesidad de analizar «e] yo» en su cardcter tecno-
légico. Véase en especial la discusién en él libro reciente de Elspeth Pro-
byn (1993). Sin embargo, resulta menos claro a qué se alude con exacti-
tud cuando se habla de «tecnologico» en este contexto. Como lo sugiero
més adelante, es necesario desarrollar un andlisis de las formas teeno-
logicas de la subjetificacién en términos de la relacion entre las teenolo-
gias para el gobierno de la conducta y los dispositivos intelectualos, cor-
porales y éticos que estructuran Ja relacién del ser consiga mismo en di-
ferentes momentos y lugares. Desarrollo este argumento con mayor
profundidad en Rose (1996).
221encontrara un examen de la forma espacial de los monta-
jes aludidos). Un segundo ejemplo de una tecnologia mé-
vil y polivalente es la de la relacién pastoral, una relaci6n
de guia espiritual entre una autoridad y cada uno de los
miembros de su rebafio, que incluye técnicas como la
confesién y la exposicién del fuero {ntimo, la ejemplaridad
y el discipulado, incorporadas a la persona mediante una
variedad de esquemas de examen, sospecha, revelacién,
desciframiento y educacién de si mismo. Como la discipli-
na, esta tecnologia pastoral puede articularse en una se-
rie de formas diferentes: en la relacién del sacerdote y el
feligrés, el terapeuta y el paciente, el asistente social y el
cliente, asf como en la del sujeto «educado» consigo mismo,
No debemos considerar que las relaciones disciplinaria y
pastoral de subjetificacién se oponen histérica o éticamen-
te: los regimenes puestos en practica en escuelas, hospi-
cios y prisiones incorporan ambos tipos. La insistencia en
una analitica de las tecnologias humanas es tal vez unode
los rasgos ms distintivos del enfoque que propicio, un
analisis que no parte de la idea de que la tecnologizacién
de la conducta humana es maligna, sino que, antes bien,
examina el modo como los seres humanos fueron a la vez
capacitados y gobernados por su organizacién dentro de
un campo tecnolégico.
Autoridades
JA quién se otorga o quién reivindica la capacidad de
hablar verazmente de los hombres, de su naturaleza y sus
problemas, y cudles son las caracteristicas de las verdades
sobre las personas a quienes se concede esa autoridad?
{Por medio de qué aparatos son autorizadas esas autori-
dades: las universidades, la maquinaria legal, las iglesias,
la politica? gHasta qué punto depende la autoridad de la
autoridad de su reivindicacién de un conocimiento posi-
tivo, de la sabidurfa y la virtud, de la experiencia y el jui-
cio practico, de la capacidad de resolver conflictos? ,Cémo
se gobiernan las propias autoridades: mediante cédigos
legales, el mercado, los protocolos de la burocracia, la ética
222profesional? ;Y cual es entonces la relacidn entre las au-
toridades y quienes estan sometidos a ellas: sacerdote/fe-
ligrés, médico/paciente, gerente/empleado, terapeuta/
paciente, . .? Este hincapié en las autoridades (mas que en
el «poder») y en los diversos individuos, dispositivos, aso-
ciaciones, modos de pensamiento, tipos de juicio que bus-
can, reivindican, adquieren 0 reciben una autoridad, asi
como en la diversidad de formas de autorizar a esa autori-
dad, me parece, una vez mas, uno de los rasgos distintivos
de este tipo de investigacién.
Teleologias
4Qué formas de vida son las metas, ideales 0 modelos
de estas diferentes practicas de trabajo sobre las perso-
nas: el personaje profesional que ejerce una vocacién con
sabiduria y desapasionamiento; el guerrero viril que per-
sigue una vida de honor a través de la puesta en riesgo
calculada del cuerpo; el padre responsable que lleva una
vida de prudencia y moderacién; el trabajador que acepta
su suerte con una docilidad fundada en la creencia en el
caracter inviolable de la autoridad o una recompensa en
la vida futura; la buena esposa que realiza sus tareas do-
méstieas con tranquila eficiencia y humildad; el individuo
emprendedor que porfia en busca de mejoras materiales
de la «calidad de vida»; el amante apasionado diestro en
las artes del placer. . .? ;Qué cddigos de conocimiento apo-
yan estos ideales, y a qué valoracion ética se vinculan?
Contra quienes sugieren que en cualquier cultura especi-
fica predomina un unico modelo de la persona, es impor-
tante destacar la heterogeneidad y especificidad de los
ideales o modelos de la individualidad desplegados en di-
ferentes practicas, y su articulaci6n con respecto a proble-
mas y soluciones especificas concernientes a la conducta
humana. Creo que sélo desde este punto de vista se puede
identificar la singularidad de los intentos programaticos
de establecer un unico modelo del individuo como ideal
ético en una serie de ambitos y practicas diferentes. Por
ejemplo, las sectas puritanas analizadas por Weber te-
223,nian la poco comin actitud de tratar de garantizar que el
modo de comportamiento individual en términos de so-
briedad, deber, modestia, personalidad, etc., se aplicara a
prdcticas tan diversas como el disfrute de entretenimien-
tos populares, el trabajo y la conducta en el hogar. En
nuestros propios dias, tanto la economia, en la forma de
un modelo de racionalidad economica, como la psicologia,
en la forma de un modelo del individuo psicol6gico, sirvie-
ron de base a intentos similares de unificacién de la con-
duccién de la vida en un solo modelo de subjetividad apro-
piada. Pero la unificacién de la subjetificacion debe verse
como un objetivo de programas especificos o un supuesto
previo de estilos especificos de pensamiento, y no como un
rasgo de las culturas humanas.
Estrategias
{Cémo se vinculan estos procedimientos para regular
las eapacidades de las personas a objetivos morales, socia-
les o politicos mas amplios concernientes a los rasgos de-
seables e indeseables de las poblaciones, la mano de obra,
la familia, la sociedad, ete.? En este punto son de especial
importancia las divisiones y relaciones establecidas entre
Jas modalidades para el gobierno de la conducta a las cua-
Jes se otorga el status de «politicas» y las concretadas por
medio de formas de autoridad y aparato consideradas no
politicas, ya se trate del conocimiento téenico de peritos, el
conocimiento judicial de los tribunales, el conocimiento
organizacional de los gerentes o los conocimientos «natu-
rales» de la familia y la madre. En estas racionalidades de
gobierno autocalificadas de