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Francisco Hinojosa Rafe Balas cain srawinea 4 Amoi era, lo que se dice, un nfo goloso, No habia dulce, chocolate chieloso, malvavisco paleta, mazapéin, pirul, helado, pastel o frasco de mermelada que paseara sus gratos aromas ante su narz sin que a6l le entraran unas ganas feroces de devorarl, Sus compatieros de Ia escuela tenfan que esconder muy bien sus golosinas para que Amadis no se las comiera. Su mamé guardaba los frascos de miel de abejay las galletas arriba del refrigerador, pues crefa que su hijo no podria aleanzarlos alt Don Pedro, el duefo de Ia tienda, estaba siempre atento alas manos de Amadis para que no se fuera a llevar sus caramelos de yerbabuena, famosos en toda la colo- nia. ¥ su papé le decta todos los dias: —Ya no comas dulces, hij, se te van a echar a perder los dientes y ademés no vas a crecer como todos ls ntios Sin embargo, Amadis no s6lo tenfa unos dientes blancos. y brillantes, sino que era también el més alto y fuerte de la escuela, ‘dems, sunca se enfermaba de Ja panza, Como quien dice: Amadts era un \ nif leno de salu. A la hora del desayuno o de la comida 0 de la cena, a ‘Amadis le daba por engaflar asus papés: devia siempre que tenia mucha hambre, haefa como que se comia el huevo o la came o las zanahorias, pero en realidad se guardaba todo en las bolsas dela marta o del pantal6n y ti de la basura esa asquerosa comida que no sa nel cesto Después empezaba a olfatear, por aguty por all, en la cocina oen las mochilas de sus compafieos de a escuela, en las casas de sus vecinos o en Ia tienda de don Pedro, hasta que el imresisible aroma de las golosinas lo levaba a apropiarse de tuna de ellas para devorarla al instante, como un le6n hambrien: toal que le echan un jugoso trozo de care en la java Dos meses ms tarde, después de un suefo intranquilo, ‘Amadis desperté en su cama transformado en un nto de duce. ‘Chups sus brazos y le supieron a mandarina. Sus ojo eran dos caaramelos rellenos de pasa, Las uias de sus pies olfan a ki Podia mastcar su propia lengua como si fuera un chicle de ccereza y su panza era un redondo y rosado malvavisce que tenia en el centro un ombligo de luneta, Se levant6 de la cama y fue al bafo: noté {que hacia pipf con olor a vainilla,Asustado por todo lo que pasaba corrié a verse en el espejo: era el mismo Amadis de siempre. Sus os rasgados, su barba partida, su pelo chinito, sus dientes de conejo y una oreja un poco mis grande que la | | | otra. | ‘Cuando sus paps lo vieron, esa mafiana, tampoco nota ningin cambio en él. Sélo habia un olorcito a dale que flotaba en el sce y que pares salir de su hijo, Por si las dudes, su pap le avin "Yano comas duces, hijo, se te van a echar a perder Y ademés no vas x crecer como todos ls nis oo entretengas —dijo la mamé-— tiene que esayunar ise ala escuela, Yo creo —atiadié— que alguno 4e los vecios est cocnando pasteles porque huele mucho 2... chocolate. —No—contets el papé—, huele a butuelo resign hechos —0 a due de guayaba los diem No, 00a ive de sana —Yo no huelo a nada — ajo Amadis deal sp) bums gael nev ® frio en labs dea PS chamarea ys prepars \.9) pararanecita sin “= desayunar t * yw it En a escuela, todos notaron también gue tn extra olor se habla spoderado det san de cls. —Hluele a canla —dij Diana en vor sa —No —eorrgi a msesta mientras wataba deensear Ja tabla de maltlicaciones del ocho— huele a pay de ranzana —No —se leant Cuco—, huele a helado de pstache —Yo no huelo a nada—replicé Amal Cuando tocé la campana y todos salieron al reereo, los alumnos y os maestros de otros ais sintieron también que algo en el ambient ola aro, como a mango 0 natillas 0 castaias dulces o mermelads de naranja. Mientras, en ‘un rincén del patio, Amadis se chupaba los brazos y las rodillas: le sabfan a jengibre y a pirlf de limén, Fue Diana la primera que descubrié el secreto, Era tanto el antojo que le habia despertado el olor de su compaftero que se acereé a él y se comié, de un solo mordisco, su dedo indice Habfa sido el caramelo de tut fruti més rico que habfa probado en su vida ‘A Amadis, por o que se vio, la mordida de su amiga no le produjo ningdn dolar. Sélo le dijo: No le vayas a decir a nadie que soy un nio de dulce porque me van a acabar —respondié—, pero

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