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ACRITICA
ROPOSITO DE L: 1
: CONFUSION DE PODERES
ja usted le gusta una obra literari, un cuadro, una pieza
perfecto derecho de decir que le gusta, Si
eee verecho de declarar su aversion también le es
a She der respetado. lata aba hay: pelea
Paco si vated, sn ser especialista en ninguna de las materas
sitadas, ni un estudioso de elas, sino simple y llanamente un
lector un oyente, un observador comtin, como lo es a inmen-
ca mayora de las gente, decara que lo que a usted le gusta, y
por el slo hecho de gustarl, es lo mejor en el orden estéticoy
Gque aquello que le desagrada s o peor usted estara negando
sin darse cuenta, o déndose cuenta, la existencia de la cultura
¥ la jerarquia de los valores.
Pero como el hombre es la criatura més vanidosa y testa-
ruda que exist sobre la tierra, el hombre repite todos los dias,
con explicable jibilo, esa operacién critica que le confirma su
creencia de ser duefio de la totalidad del universo, Imagine-
se, sin embargo, el lector la genialidad intrinseca, la finura
de pensamiento, el tiempo de meditacién, la agudeza de ob-
servaci6n y de andlisis, la acumulaci6n de conocimientos,
adiestramiento y la riqueza de sensibilidad, la experiencia in-
tclectual, a adecuacién del estilo que fueron necesarios para
que, por ejemplo, Baudelaire y Fromentin pudieran hablar y
escribir con autoridad sobre pintura, o Sainte-Beuve y Thi-
baudet sobre literatura. $i es posible suponer la categoria del
juicio y el valor del mismo en casos como estos, es posible
también suponer la distancia que separa esa categoria y ese
valor de la categoria y el valor del juicio que sobre las mismas
ERNANDO TELLEZmaterias profiere el hombre comin que erige su prop
en ley estética. Propio gusto
Esa distancia es precisamente la que permite la existencia
de la cultura y la jurisprudencia de ella misma, Si todos oe
seres humanos fuéramos tan aptos,o tan distros, o tan ge,
niales, como Baudelaire o Fromentin para juzgar y “sentir”
la obra pictorica o tan sagaces y sabios como Sainte-Beuve
o Thibaudet para juzgar y “Sentic” la obra lterariapeSinGD
habria ni problema de los valores, ni problema de las cate-
» gorfassmniyproblemaydeslayculturayE! mundo del arte serfa
antiproblematico por excelencia, plano, tedioso y obvio como
las opiniones de un politico entusiasta. Pero como no ¢s asi,
precisamente como no es asi, sino al contrario, puesto que la
gracia ins6lita de la humanidad consiste en que de tarde en
tarde, muy de tarde en tarde, en el seno de su desesperante
mediocridad, desesperante uniformidad, se produce el fené-
meno de un Baudelaire o de cualquiera de sus pares, pues
entonces lo mds cuerdo, lo mAs acertado y lo ms sencillo se-
rfa que los hombres comunes y corrientes, que somos legién,
vulgo, multitud, masa, publico y democracia, aceptaramos
por lo menos la existencia de esos supremos legisladores en la
materia en que ellos lo son evidentemente. Y, si fuera posible,
que aceptéramos su doctrina. Pero la verdad es que ni la re-
conocemos como existencia ni la aceptamos como doctrina.
. Lapreexistencia de una jerarquia critica, en cuanto al arte
se refiere, irrita nuestra vanidad de hombres vulgares, comu-
nes y corrientes, nuestra dichosa y magnifica vanidad de fi-
listeos que nos hace creer que podemos ser jueces eficientes y
decisivos de la obra de arte. El derecho a escoger y admirar de
acuerdo con nuestro gusto nos parece también que involucra
el derecho a juzgar que lo escogido y admirado por nosotros
967
(Crfrica LITERARIA 195788
cs lo estéticamente intachable y perfecto. Nada mas natural,
nada mas humano que esta confusién de poderes, que esta
extensién de poderes, suscitadora de la inacabable y a veces
cémica o tragicémica querella entre el criterio comin y el tes-
timonio del especialista, entre el critico y el pablico. De ahi,
del choque entre los poderes que se atribuye y que ejerce el
piblico, y los que manifiesta el critico, el especialista, el in-
vestigador, nace la certidumbre popular, por lo menos en el
arte, de que ese personaje es el enemigo piblico ntimero uno
del respetable piiblico, una especie de incémodo y detestable
contradictor de la opinién en que participan las mayorias, un
insoportable monstruo de pedanterfa, suficiencia y extrava-
gancia, un pretencioso y aristocratico aguafiestas de los goces
sencillos y puros de la comunidad.
Pero no ocurre lo mismo en otras zonas del conocimiento
y de la cultura, En filosofia, matemiticas, fisica 0 quimica, el
especialista puede dormir tranquilo. El hombre comin acep-
ta su condicién de vulgo ante esa minoria, ante esa “aristo-
cracia” de enterados, de expertos. EU/KOmBre de lalcalleindile
discute ni le critica los néimeros a Einstein, pero sile discute y_
rel estilova Joye: Y no tiene ninguna duda ni ningiin re-
mordimiento de conciencia para indignarse con el critico que
explique o justifique una pintura o una novela o una sinfonia
que ese mismo hombre comin no entiende y abomina.
EI derecho potencial con que toda criatura humana se
considera investida para participar en la percepcién de los va-
lores artistico es el origen de esta antiquisima rebelién contra
el artista, contra el critico y el especialista cuyo estilo, origi-
nalidad, visi6n del mundo, actitud espiritual, etc., contrarian
un determinado cédigo del gusto establecido, estratificado
HERNANDO TéLLEZconvertido en patrimonio comin, Ese derecho potencial
sobre el arte, derecho que todos nos atribuimos como un
necesidad profunda del ser, no implica, sin embargo, coma
tampoco implica el derecho potencial aa propiedad yrivady
en la sociedad que lo reconoce y defiende, que se pueda eer.
cer sin las calidades configurativas de su correcto ejercci,
No obstante, reconocer que la adquisicién de esas calidades
es tarea paciente y ardua, conseguida por unos pocos en el
curso de la historia, es un acto de humildad absolutamente
w insoportable. Mucho mejor y més ficil que todos podamos
declararnos inventores del universo, duefios de la verdad que
nos dicta nuestra propia fe, nuestra supersticién, nuestra ig-
norancia o nuestra vanidad. Mucho mejor habitar un mundo
estético en el cual podamos ser, cada uno, el supremo juez.
; Mucho mejor habitar en el mundo feliz y confortable de las
propias certidumbres que participar prudentemente en el de
las dudas o en el de las verdades que la jurisprudencia de la
cultura haya podido deslizar en su curso histérico.
» El Tiempo, | de julio de 1958.
(Citron LiTERAnia 1957"
9LITERATURA Y VIOLENCIA
s De acuerdo con lo anotado recientemente por Gabriel Garcia
Marquez en un excelente articulo, es probablemefite una pa-
tridtica tonteria pedir a los escritores colombinos que escriban
novelas sobre el tema de la violencia. Como lo serfa también la
exigencia de que las escribieran sobre la paz politica o el amor
maternal. O sobre cualquiera otro tema de interés puiblico o de
interés privado. Toda peticién en esta materia resulta cindida y
pueril. Y, en realidad, no la hacen sino los paises literariamen-
te subdesarrollados.
gan? Este es el tipo de pregunta que una sociedad literariamen-
- Hicién de un gran novelista, de un gran dramaturgo o de un
x . Una sociedad
puede durar siglos enteros sin que en ella se produzca la pre-
sencia de un genio del arte, o de la ciencia, o de la filosofia.
Ni un progreso, ni su decadencia, condicionan forzosamente
la eclosién de una primavera artfstica, ni determinan la im-
posibilidad de que ella brote. En un pueblo de pastores de ca-
bras y de guerreros puede surgir una literatura incorruptible.
En una sociedad burguesa, no industrializada todavia puede
nacer, con esplendor inusitado, el género novelistico. En una
sociedad industrializada y colectivizada, puede morir.Nada)
wor[
c
fo mis facil y también lo mas cAndido, es
Lo més simple, I
motivo de la violen-
suponer que en Colombia, con ocasion y
tia politica, y del drama personal y colectivo que comportan
In crueldad y la estupidez. de una dictadura, la literatura to-
mara para si esa atroz. experiencia y de ella se sirviera para
crear obras de arte. Es una composicion légica, ¢ ingenua, en
uanto que la obra de arte no es siempre el producto inevita-
ble ¢ inmediato de una cierta clase de hechos. Mejor dicho,
puede serlo y puede no serlo, En esa zona de ambigiiedad en
Gque siempre se siti la creacion artistica, de demanda social
Gque pide una interpretacion artistiea de un fenémeno cual-
quiera, resulta, pues, improcedente.
Es explicable, sf, que los colombianos estemos deseosos de
ue alguien, por fin, scriba la gran novela sobre la violencia.
Es un deseo intachable. Pero no es de ninguna manera re-
prochable que esa novela no aparezca, puesto que su creacién
ho nos esté garantizada por ninguna fatalidad hist6rica que
determinara de modo cierto y preciso que entre los escasos
buenos resultados de una gran tragedia estuviera siempre el
de la aparici6n de un gran artista. Eso ha ocurrido a veces.
Pero también ha dejado de ocurrir innumerables veces.
Garcia Mérquez.cree que una de las causas que han impe-
dido la creacién de la novela de la violencia radica en el hecho
de que quienes fueron testigos de ella, 0 participes de ella,
y sobre ella escribieron, no eran escritores profesiones y, por
lo tanto, sus testimonios, literariamente considerados, no son
sino eso, simples testimonios, simple materia prima, todavia
en bruto y sin elaborar. Tiene raz6n basicamente, y, en sinte-
sis, su punto de vista recoge la totalidad del problema, pero
sin explicarlo. La literatura es, como afirmarfa el més simple
de los mortales, literatura. Es decir, un arte. B)RGGH)bruto): a impericia que Garcfa Mér-
quez anota para las novelas de la viol
lencia hasta ahora publi-
cadas en Colombia, significa que el escritor de ellas no existe,
o no ha hecho su aparicién. Y que, por consiguiente, ninguna
experiencia hist6rica sirve para asegurar nada en cuanto a los
resultados que en el arte pueda tener esa misma experiencia.
Todo depende, a fin de cuentas, dela existencia del escritor,
capaz de crear la obra, dentro de un determinado contexto his.
torico por mismo vivido. Desde luego, el contexto historico
es también una nocién relativa, El comentario del Polibio sobre
la segunda guerra ptinica se convierte en obra de arte, lteraria-
mente valida, en la “Salambé” de Flaubert. La interpretacién,
la reviviscencia de ese contexto, a muchos siglos de distancia,
fue una tarea del genio del escritor. Y si Cartago no.era como lo
. volvié a crear Flaubert, “tanto peor para Cartago”, segiin dijo
Leconte de Lisle, expresando de esta manera la validez artistica
del universo creado por el novelista, evidentemente contempo-
réneo de la Francia burguesa y no del mundo barbaro y esplén-
dido de los mercenarios comandados por Almilcar.
‘risa Y, sobre todo, no hay ningdin procedimiento para lo-
grar que ese hecho se produzca ahora mismo 0 més tarde.
Ninguna tarea de concreci6n, ninguna campafia de estimu-
» los, ninguna cruzada en favor del arte, produce al novelista.
El artista, el escritor, es una probabilidad insegura, incierta,
irreductible a la profecta, al clculo de seguridades,a la ley de 103
las previsiones sobre el desarrollo social. Es un ser increfble y,
sin embargo, verdadero. Una realidad y una ausencia,
El Tiempo, 15 de noviembre de 1959.
(Crfrica yivenanta 1957-1967NOTA SOBRE MITO
Mito ha durado mucho més tiempo del que era discreto es-
perar que durase, dadas sus caracteristicas y las del medio
social en que se difunde, Con la presente edicién cumple tres
afios de vida. En Europa las gentes se sorprenderfan al darles
cuenta de que tres afios de existencia para una revista literaria
constituyen una hazafia y una batalla, dignas de ser conme-
moradas. Aqui, en Colombia, no hay vida, lo que se lama
vida normal y floreciente, y no largas agonfas entre aulagas,
sino para dos o tres periédicos y para una revista ilustrada. Lo
demas es “puro romanticismo” y fisicas deudas.
En estas condiciones, que como todas las condiciones so-
ciales tienen su explicacién, su interpretacién y su justifica-
cién, Mito ha querido ser el antimito nacional. Cuando en
estas paginas se ha impreso ha resultado sumamente fastidio-
so ¢ intranquilizador o incomprensible para la opinién vulgar
y corriente, Una zona restringida de lectores, no incluidos en
esa corriente de opinién, hallan perfectamente ortodoxa la
orientacién de la revista, es decir, sincronizada con la actuali-
dad literaria o filoséfica del mundo contempordneo. Pero a la
masa comin, la gran clase media de lectores de los periédicos
y en la seccién de crénicas y comentarios de los mismos, les
debe parecer Mito un pedante crucigrama hecho por gentes
ociosas e insolentes, amigas de escandalizar a los buenos bur-
gueses.
No hay tal. Las colaboraciones extranjeras y nacionales
de Mito parecen lo que parecen no por ningtin sidico deseo
de mottificar a las gentes que alimenten sus redactores, sino
Crfrica crreeania 1957-1967
u7us
por el desajuste entre esos temas absolutamente normales en
otro medio y el medio intelectual colombiano. El Marqués de
Sade, por ejemplo, que es una de las reiteraciones, insistencias
y constantes del pensamiento del director de Mito, 0 el sefior
Sartre, o el sefior Genet, 0 los sefiores Husserl y Heidegger,
entre otros, son “asuntos” de comiin discusién en las publica-
ciones similares a Mito que se editan en Europa. Aqui esos
temas parecen escandalosos, incompresibles, molestos y esn-
obs. La impopularidad de Mito es, el precio de su calidad, y
su calidad del origen de la indiferencia o de la resistencia que
ella suscita en un Ambito social acostumbrado a la corrobora-
cién diaria de su mitologia en las paginas de los periédicos.
Otra cosa excelente de Mito es su actitud ante la opinion
ajena, Ninguna consideracién politica, religiosa, econémica,
filosofica, ha limitado jamés, ni limita, en estas paginas, la
expresién de ningéin pensamiento contrario al de sus propie-
tarios, directores 0 redactores. El ateo y el ereyente, el anti-Sa-
de o el anti-Sartre, el conformista o el anti-conformista, el
comunista o el anti-comunista, han dicho aqui lo que han
querido decir con una sola condicién: que lo digan con un
minimo de dignidad intelectual y otro minimo de correccién
Iiteraria. Nada mas.
Una revista ast, libre, inconforme, en la cual la literatu-
ra, el arte, la ciencia, 0 la filosofia, no aparecen como pobres
damas vergonzantes a quienes les da refugio provisional por
benévola condescendencia, sino como la raz6n misma de que
ella exista, merece larga vida. Y merecerfa el respeto de la
comunidad, si a la comunidad le interesan estas cosas. Pero es
obvio~y natural que no le interesen,
Mito, Ill, n.° 18 (1958), 390-391.
HERNANDO TiLLEZEL COSTUMBRISMO
Con involuntario retardo he leido el discurso del escritor Adel
Lopez Gémez" sobre el costumbrismo, pronunciado en la
oportunidad de su ingreso a la Academia Colombiana como
miembro de ntimero. Se trata de una descripcién y de un elo-
gio de la tarea cumplida en ese género literario por autores
nacionales a partir de Tomas Carrasquilla.
De acuerdo con sus datos, el costumbrismo representarfa
en la literatura colombiana la parte del le6n, Ja més fuerte
y vigorosa y la de mejor calidad. Es ello evidente? Lépez
Gémez no da una opinién concreta sobre este aspecto de la
cuestién, Pero la escasez de sus reparos y la abundancia de
sus elogios a las obras analizadas por él inclinarian el juicio
del lector en sentido favorable a ese supuesto. Sin embargo, y
a pesar del comunicativo entusiasmo del nuevo académico y
de las razones que ofrece para justificarlo, me parece que un
cierto margen de cautela critica no sobrarfa en el tema.
Desde luego, comparto la admiracién que profesa a Ca-
rrasquilla, monstruo sagrado ¢ intocable del costumbrismo y
de la literatura nacionales, pero difiero de una de las causas
esenciales en que fundamenta esa misma admiracién. Com-
parto un poco menos la que tributa a Francisco de Paula Ren-
don y Efe Gomez y discrepo de los elogios a la obra de Arias
Trujillo y a la de varios otros escritores muy menores de la
tropa antioquefia y caldense que constituye el grueso del pe-
quefio ejército del costumbrismo colombiano. Coincido con
otros aspectos de su andlisis y, singularmente, en su aprecio
por la obra de Eduardo Arias Sudrez, cuya pésima fortuna
Crfrica LITERARIA 1957-1967
9bo
con los equivocos poderes de la fama lo mantuvo en vida rele-
gado a una posicién inferior y después de muerto lo sumergi¢
én el olvido més apacible. Arias Suarez es hoy una cita casi
arqueolégica en los periédicos y suplementos literarios. ¥ las
nuevas generaciones nada saben de él. No fue un genio, evi-
dentemente, Pero merecia mejor suerte. Su obra es desigual.
Hay en ella amplias zonas de desperdicio, pero existen otras
en las cuales el negro humor del resentido, la presteza de la
observacién, la solide humanistica de algunos personajes y
tuna nota subyacente de irénica desolacién imponen una voz,
tuna presencia, una significacién de escritor.
El clogio de Lopez Gomez a Carrasquilla ofrece, entre
otras razones validas, una que, a mi juicio, es por lo menos
discutible: la de su perfeccién como novelista, presentada,
ademés, como contrapunto a su supuesta imperfeccién como.
cuentista. Mi estimacién por ese escritor tiene el signo con-
trario: me parece el cuentista plenamente realizado, a tiempo
que creo advertir una frustracién en el novelista. Sin duda,
Carrasquilla es el escritor verdaderamente grande de los
costumbristas colombianos, por el estilo, por la destreza y la
vivacidad del trazo, la donosura, la insolencia y la gracia ver-
bales; por la ironia y el sarcasmo, la malicia y la sagacidad de
la palabra y del pensamiento. Pero, a pesar de la extensién de
sus novelas, considero que ellas mismas demuestran que tenfa
laliento corto. En cambio, creo que estaba superiormente
dotado para el cuadro breve, para el relato en el cual el rigor
de la sintesis lo obligaba a dosificar y concentrar los poderes
de su endiablada gracia y a realizar algo como un precipitado
quimico de la sicologia de los personajes otorgndoles, dentro
de ese rigor y esa necesidad, una vida apretada y plena, En las
latitudes de la novela jadea un poco, se le oye la respiracién
HERNANDO TELLEZartificial, prolonga viciosamente los efectos y acumula, con
exceso, detalles y decorados. Sin contar con que la estructurs
interna de los personajes flaquea en ese largo empefio forza-
do, La nitidez de perfiles, de disefio, de composicién con que
crea sus cuentos y la calidad del estilo en que estin escritos
provienen, a mi entender, de una aplicacién exacta de los do-
nes del escritor al molde, a la medida adecuados a su genio y
a su ritmo. El Carrasquilla de las novelas es artificiosamente
rico, abundante y sobrado. El de los cuentos es naturalmente
.. espléndido.
Francisco de P. Rendén y Efe Gémez son también objeto
de la predilecci6n de Lépez Gomez. No es descabellada, ni
mucho menos, esa predilecci6n, aun cuando uno y otto, com-
parados con Carrasquilla, resultan de segunda clase. Lépez
s Gémez no dice que lo sean, pues precisamente —y ese es el
reparo cordial a su discurso~ eliminé de su repablica costum-
brista la lucha de clases sin dejar establecido un sistema de
jerarquias. En su estudio se encuentran piginas muy bien
trabajadas y pensadas, y entre ellas posiblemente las mejores
son aquellas donde describe los elementos fisicos y los perso-
najes caracteristicos del costumbrismo nacional. Estan hechas
con fervor y conocimiento.
Quedarfan por formular algunos interrogantes que sur-
gen de la lectura del texto del académico caldense. ;Guales
obra de Tomés Rueda Vargas, o parte de ella, gpodria, 0 no,
catalogarse en ese género? La novela, los cuentos, los relatos
de Gabriel Garcia Marquez gcaben en esa clasificacion? Y,
en términos mas generales,
Critica ervenanra 1957-1967La transcripcién literal del
lenguaje popular o del argot de una determinada clase social
o de un grupo humano regional