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5 Batalla de Cannas 98 LAS GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA Como su predecesor Alejandro Magno con el imperio persa, con una ‘audacia sin limites y casi sin descanso, Antbal Barca paso su vida de campana en campana desafiando a la todopoderosa Roma. ¥ fue en el ano 216 a.C. cuando el reto al temible adversario dio lugar al conflic- to belico de mayor envergadura visto hasta entonces y cuyo desenlace marcara la pauta de la nueva orientacion politica del mundo mediterrd- neo. La victoria de Anibal en Cannas cambio el rumbo de la historia y sometid a los romanos a una humillacion de la que tardaron mucho en recuperarse. Durante los catorce anos siguientes, el cartagines continud devastando Italia y se desestabiliz6 la sumamente estable comunidad romana. Alsur de Italia, limitado al este con el mar Adriatico, justo en el tacén de la forma de bota que tiene la peninsula Italica, se encontraba Can- nas. Esta antigua ciudad de Apulia, fundada entre los siglos via. C. y wa.C.,en el ato 216 a. C, fue teatro de una de las batallas mas cono- cidas de la Antigitedad y, debido a su posicion estratégica, de muchos otros actos bélicos posteriores de menor trascendencia. Ahf lucharian durante la guerra gotica (afto 547) las tropas ostrogodas; después seria destruida por los sarracenos (ano 872); mas tarde (ano 1018) las hos- tilidades fueron entre los normandos y los lombardos con los bizan- tinos. Pero todo eso sucedio mucho después de Anibal y su victoria con~ tra el invencible ejército romano; Cannas tiene un lugar de honor en Ia lista de batallas decisivas. Allf desplego el cartaginés una brillant sima tactica para desafiar al estado mas poderoso del mundo por aquel entonces, una forma de guerrear que hasta Napoleén intenté emular en sus campanas italianas. A pesar de los siglos pasados, la figura de Anibal y el episodio del paso de los Alpes con los elefantes en especial sigue despertando una extraordinaria fascinacién, Y es que este militar cartaginés es uno de los personajes mas carismaticos y controvertidos de la Antigtedad, en opinion de Pedro Barcel6, profesor de Historia Antigua de la Univer~ sidad de Potsdam (Alemania) y autor de varios libros historicos sobre Cartage. De hecho, «los conocimientos en torno a Anibal y a su épo- ca son mas bien escasos. La informacién disponible, no siempre fia~ BATALLA DE CANNAS 99 bile y muy lejos de ser imparcial, muchas veces se mueve entre lo real y la ficcion literaria», afirma Barcelo. Y es que los historiadores romanos, de quienes hemos recibido la inayor parte de las noticias, mezclaron en sus narraciones mucho de lavorable a Roma y de desfavorable a la hora de hablar de su rival. En Jos ultimos anos existe un auge de los estudios ptinicos que han pro- porcionado nuevas percepciones, no siempre desde la vision romana {ue es la que ha perdurado mayoritariamente hasta nuestros dias, ade- tas de enfocar algo mas el mundo en el que se desenvolvié Anibal, ntro del cual la peninsula Ibérica desempena un importante papel. HNFOQUE HISTORICO ADULTERADO Los historiadores griegos Sosilo de Esparta, Filino de Acragante y Sileno de Kale Akté realizaron cronicas de la guerra de Anibal, pero ile sus eseritos se ha conservado muy poco. Asi que es a través del historiador romano Polibio de Megalopolis, que cita a estos autores riegos para criticarlos y defender la version de los vencedores roma- 10s, como Anibal ha Ilegado a nuestros dias. Las ideas de Polibio se fepitieron con Tito Livio, Pompeyo Trogo, Cornelio Nepote, Plutar- 60... yen consecuencia, «el retrato que trazan de Cartago y, de mane- 4 especial, el enfoque que dan a Anibal son tendenciosos, negativos » simplemente adulterados», seniala Barcelo, y sus juicios de valor tie- un fuerte sesgo prorromano, el de los grandes adversarios de Ani- desde su infancia Entonces, {qué hay de cierto en la personalidad y carrera politi- ay militar de Antbal? Anibal («amado de Bal») nacio en el ao 247 a. C., en el punto central del mundo mediterraneo antiguo: Cartago, al norte de Ia actual Hiinez. Los cartagineses, pertenecientes a una civilizacion milenaria, antiguos colonos fenicios de Tiro, desde cinco siglos antes, se habian asentado en el golfo de Tunez; su Ciudad Nueva, o Cartago, cuando hacié Anfbal esta fuertemente influida por la cultura helenistica pro- cedente de los herederos del legado imperial de Alejandro Magno. Hijo primogénito de Amilear, apodado Barca (el Rayo), impor- general cartaginés y comandante del ejército en Sicilia durante ba ta 100 LAS GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA la Primera Guerra Punica (264-241 a. C.) entre Cartago y Roma. Tavo dos hermanos varones y tres hermanas, de las que, al igual que de la madre, los datos son muy escasos. Los historiadores designaron a Ia familia de Amilcar con el nombre de Barcidas o Barquidas, aludien- do a su apodo y dando nombre tambien a su dinastia Un preceptor griego nativo de la colonia sicula de Kale Akté, Ila~ mado Sosilo, y el espartano Sileno le instruyeron en las letras griegas, la historia de Alejandro Magno y el arte de la guerra. Pero fue junto a su padre donde aprendio sus grandes lecciones bélicas. Cuando nacio, Cartago Mevaba ya diecisiete anos de guerra con Roma, asi que desde su mas temprana infancia, Anibal oy6 hablar de la desmesura- da ambicion de los romanos, de como habian conquistado a las demas tribus latinas asf como a los etruscos, a las ciudades griegas de Italia y a los galos de la peninsula, y como hostigaban a aquellos que esta- ban bajo su dominio, ademas de sufrir de cerca las consecuencias del enorme desgaste que cartagineses y romanos padecian por la larga guerra entre ellos. Apenas tenta siete anos cuando termino el primer enfrentamien- to con los romanos y su padre regreso a casa tras combatir en prime- ra linea. Al poco tiempo, de nuevo le esperarfa otra guerra que se desa- rroll6 a pocos metros de su casa (la guerra de los Mercenarios). Cuando todavia no habia cumplido diez anos, Roma invadio Cerdena, pose- sion cartaginesa... «Indignacion, ansias de venganza y desconfianza frente a Roma son los sentimientos que asaltaban a los cartagineses, y Anibal no debio de ser ninguna excepcién», atirma el profesor Bar- celo. ‘Tras la muerte de su padre en el campo de batalla, en el 229 a. C., y elasesinato de su cunado Asdribal —comandante del ejército—, ocho afos después, Anfbal asumi6, con veinticinco anos, la jefatura del ejército cartaginés, que por aquel entonces controlaba el sur de la peninsula Ibérica. Tras haber tomado el mando, paso dos afios con- solidando el poder puinico sobre las tierras hispanicas antes de inten- tar vencer a su enemigo en su propio terreno. Paso su juyentud en Hispania y después recorrio la Gallia, Italia y el norte de Africa. Viajo por Grecia, Creta, Anatolia y Hego hasta Arme- nia, hasta morir en Asia Menor. «Lo espectacular de este impresio- nante periplo no es el itinerario en sf, sino el hecho de que Anibal, BATALLA DE CANNAS, 101 alla donde se encuentra, consiga tener un claro protagonismo poltti- co ¢ imprimir a las situaciones que afronta de su inconfundible per- sonalidad», senala Pedro Barcelo. Anibal paso toda su vida militar y politica combatiendo a Roma; nnunea fue vencido sobre suelo italiano —al menos en una derrota que mereciera ser destacada por los historiadores— y los romanos tarda- ron catorce afios en conseguir la primera gran victoria contra él (bata- lla de Zama, 202 a. C.), precisamente en tierras africanas. Sin embargo, esta vision de gran vencedor no la comparte Pedro Barcelo: «Creo que Cannas fue el principio del fin de Antbal, Una tra- xedia para él y no para Roma, Realmente, en suelo itélico no pudo derrotar a los romanos, El trauma de Anibal es que éstos no estuvie- ron dispuestos ni a negociar. No cumplié los objetivos de la expedi- cion a Italia». «La idea de que ataca directamente a Roma —anade— y que él no sufre casi ninguna baja es radicalmente falsa, Tras Can- has pierde capacidad de accion y no se ve capaz de emprender bata- las de envergadura. Antes tenia una velocidad increible. Después, esta acorralado y casi sin poder moverse.» Astuto, inteligente y diplomatico, Anibal siempre tuvo el respal- do de su heterogeneo ejército —a pesar de que estuvieron dieciséis aos sin interrupeion batallando contra los romanos, nunca tuvo bajo su mando ningiin motin—, y la admiraci6n de algunos de sus mas fervientes enemigos, hasta el punto de que, incluso, le copiaron en sus propias tacticas militares a la hora de enfrentarse a él. Asi, Esci- Pion —su gran enemigo romano— solo fue capaz de derrotarle con sus propias armas, PRIMERA GUERRA PUNICA Desde el siglo tv a. C. Cartago y Roma eran dos potencias, con bas- lantes puntos en comin. En la época de Amilcar Barca, padre de Ant bal, junto a Massilia (Marsella) y Siracusa, eran los motores politicos y econdmicos de la cuenca mediterranea occidental. Roma consoli- daba su dominio en Italia. Cartago se centraba en el norte de Africa y en las islas del Mediterraneo central, con cada vez mas presencia comercial en las islas Baleares (Ibiza), Cerdeiia o Sicilia y mas proyec- 102, LAS GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA cion hacia el mar. «Hasta el primer tercio del siglo tt a. C. Roma y Cartago eran dos entidades pujantes, en pleno ritmo de desarrollo interno y de expansion al exterior», afirma Barcelo Las relaciones entre Cartago y Roma siempre habfan sido buenas, ¢ incluso respetaban sus respectivas zonas de influencia, con alianzas militares cada vez que un enemigo comtn amenazaba los intereses de ambas. A partir de 264 a. C. las cosas empeoraron. Roma introdu- jo su ejército en Sicilia (Ia primera vez que actuaba fuera del suelo ita- lico), perteneciente a Cartago, lo que provocd la Primera Guerra Puni- ca (cartaginés y punico son sinénimos), que duré hasta 241 a.C. y supuso uno de los mayores conflictos bélicos en el mundo antiguo y la primera de las tres grandes guerras entre las dos potencias pre- dominantes del Mediterraneo occidental Durante ella Amilcar fue uno de los generales que cosecharon mas triunfos: capitanes la flota destacada en Sicilia y después ejercio el mando de algunas de las regiones montanosas de la isla. Sus tropas de mercenarios eran las mejores del ejército, entrenadas en ticticas de guerrilla, frente a los soldados romanos, que contaban con un alto nivel de patriotismo, pero mucha menos formacion bélica. Tras mas de veinte afios de lucha, la mayor parte en el mar, inclu- yendo las batallas mas decisivas como la victoria romana en las islas Egadas del ano 241 a. C., los cartagineses ofrecieron un acuerdo de paz. Los romanos, como ganadores de la contienda, expulsaron a los cartagineses de Sicilia, ademas de imponerles una dura sancion. Amil- car fue el encargado de negociar con el consul Quinto Lutacio Catu- Jo las condiciones de la paz. Los dos bandos del conflicto habian teni: do que financiar grandes flotas de guerra y las finanzas de ambos quedaron casi agotadas. Poco después, los soldados que lucharon en Sicilia, en su mayo- ria mercenarios de Hispania, Galia, Italia, Grecia y Libia, se rebelaron al recibir su paga, lo que dejé la ciudad aun mas debilitada. La con- mocion en la sociedad punica fue enorme, porque la lucha contra los mercenarios tuvo lugar a las puertas de Cartago, con un asedio muy. violento y sangriento. Los insurrectos enviaron misivas a las ciuda- des tributarias de Cartago, incitandolas a deshacerse del yugo ptinico y unirse a ellos en el conflicto, con lo que la fatidica contienda em- peoro. BATALLA DE CANNAS. 103 Amilear, en el ato 239 a. C., puso en pie un nuevo ejército de diez i hombres, con los que vencio, con la ayuda del principe numida orrabas, a una fuerte concentracion de mercenarios. Tras varias con- frontaciones con los rebeldes y un nuevo asedio a Cartago, los carta wineses pidieron ayuda a Roma y a Siracusa y, finalmente, acabaron son la insurreccion en el ano 238 a. C. tras una batalla decisiva que wo lugar en un puerto desconocido. La extraordinaria crueldad de ola guerra que duré tres aftos y cuatro meses dejo la hacienda de Car- yo totalmente arruinada. Roma aproveché la coyuntura para ampliar su dominio a Cérce- jy Cerdena, tambien en la zona de influencia cartaginesa y piezas slave de su navegacion y comercio. La animadversion hacia Roma cre- 0, La enemistad ya era irreconciliable. «Este mal disimulado rapto dle Cerdena —explica Pedro Barcelo— es el primer acto de abierta hostilidad con el que Roma humillaba a Cartago y se aprovechaba de | manifiesta debilidad.» La posesion de ambas islas, aparte de bene- ficios econémicos, produjo ventajas estratégicas para Roma ya que slograba erigir una barrera defensiva que protegia el suelo italico de posibles ataques cartagineses», senala Barcelo. 1 CLAN BARQUIDA LLEGA A CADIZ Cartago envié a Amilear a la peninsula Ibérica, rica en minas y con prolongadas costas, de la que esperaba extraer los recursos necesa- tios para restaurar el poder econémico y hacer frente a los pagos impuestos por Roma. Alli Amflear emprendio la conquista de un nue- yo imperio. A partir de entonces la suerte de Cartago quedaria ligada la fortuna de la familia Barquida, aunque Anibal no volveria a su eludad natal hasta pasados mas de treinta anos desde que la abando- ho junto a su familia Era finales de la primavera de 237 a. C., cuando Amilear se puso en marcha con su recién organizado ejército camino al sur ce Hispa- hia. Le acompanaba su hijo Anibal, de tan solo diez anos de edad, El historiador romano Tito Livio cuenta —y Cornelio Nepote repite en su obra Vidas— que cuando Anibal le rogo que le permitiera acom- panarle, su padre acepto con la condicion de que jurara que durante 104 LAS GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA toda su existencia nunca seria amigo de Roma. También el historia dor Valerio Maximo, sobre esta misma €poca, cuenta que observando car a sus hijos jugando a las peleas, exclamo: «jHe aqui los leo- nes que he creado para la ruina de Roma!» Sean o no ciertas estas leyendas. la promesa de venganza de Ani- bal contra los romanos ha pasado a la historia porque con frecuencia el unico testimonio que prospera es el testimonio de los vencedores. Para muchos historiadores modernos, estas narraciones rezuman enco- no contra el cartagines y no expresan mas que el miedo y el respeto que los romanos tuvieron hacia Antbal. Pero volvamos al viaje de la familia Barquida a la peninsula Ibé- rica, En el sequito hacia Hispania también iba su yerno Asdrabal como, lugarteniente de Amilcar, y los hermanos pequeiios de Anibal: uno también Iamado Asdribal y Mag6n. Todos se instalaron en la ciudad fenicia de Gadir (actual Cadiz), entonces el nucleo urbano mas anti- guo e importante de la peninsula Ibérica. EI primer ejército puinico ecomenzaba a operar en el continente europeo ¢ «introdujo un elemento nuevo en una zona que, hasta el momento, no habia llamado excesivamente la atencion de las gran- des potencias mediterraneas», sefiala Barcelo. Hubo que esperar seis afios, al 231 a. C., para que Roma mandase una embajada a Hispania para vigilar los avances de Cartago. Era la primera vez que mostra- ban su interés por la region. Por aquel entonces, la influencia y actuaciones de Amilcar se cen- traron en el sur de la peninsula Iberica, basicamente en las actuales provincias andaluzas y Albacete. Cadiz fue la primera base de opera~ ciones y el punto de partida de las posteriores campafias. Después traslado su residencia a la que los autores antiguos llaman Akra Leu- ke y que la investigacion moderna sittia en Alicante, aunque el histo~ riador Pedro Barcelo es partidario de ubicarla en Sierra Morena, en. las proximidades de Linares (Jaén) Amil EL AUMENTO DEL PODER CARTAGINES ‘Tras la muerte repentina de Amilcar, le sucedié su yerno Asdrubal, quien funds Cartago Nova (Cartagena), sucesora de Akra Leuke, y a 4 BATALLA DE CANNAS, 105 partir de entonces nuevo centro del dominio barquida y cuartel gene- ral cartaginés en Hispania. Asdrubal continué conquistando territo- rio en el sureste hispano. «A partir de los afos veinte del siglo ma. C. el sur de la peninsu- la Iberica constituy6 una unidad territorial bajo la influencia punica © en parte sometida al dominio directo de la familia de Anibal, una ‘extensa region que, a pesar de sus diferencias, llegé a configurar un. espacio relativamente homogéneo», indica Pedro Barcelo. Los carta- ineses, marineros y mercaderes, compensaron con creces la pérdida de las colonias sicilianas con la posesion del impe-io barquida en His- pania. ‘Ademas de las relaciones ptnico-hispanas, por aquel entonces existian importantes intercambios comerciales entre Roma y la penin- ula Ibérica. Asi, el mantenimiento de unas relaciones sin trabas con’ jodos los puertos del Mediterraneo era imprescindible para el desa- {wollo de la economia italica. La competencia de Cartago era dura y toma buscaba ansiosa cualquier pretexto para borrarla de la faz de la tierra, o al menos para disminuir su creciente peder. En opinion de Barcelo, «impedir la formacion de un poderoso \mperio colonial cartaginés que habria podido enturbiar la privilegia- sly posicidn en el Mediterraneo occidental era el objetivo primordial de la politica exterior romana». Pero, sobre todo, habia que poner ‘oto a la expansion punica y «recordar a los Barquidas que su actua- \4on politica y territorial necesitaba la aprobacién romana». Por el historiador Polibio sabemos que los romanos mandaron ‘ina nueva embajada a Hispania para negociar con Asdribal los limi- jes de la futura expansion cartaginesa. En el ano 226 a. C. Hegaron a ‘iy acuerdo que establecia una frontera para que ninguno de los esta- ‘los pudiera penetrar en la zona del otro. Los cartagineses «no atra- seaurlan con fines bélicos el rio denominado Iber». La opinion comun: ‘es que este rio era el Ebro, pero para el historiador Pedro Barcelo, «el " {4a en) euestion estaba situado en la Hispania meridional, y con toda jiobubilidad se trata del Segura, ya que todas las alusiones conserva~ dius en las obras de Polibio, Livio y Apiano hacen referencia a un rio “shiuuddo al sur de Saguntoy. 1/1 ese momento, las posesiones controladas por la familia de Ani- ‘baler tan grandes como Cerdena y Sicilia juntas y mas producti- « 106 LAS GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA vas que la provincia norteafricana de Cartago. Un dominio territorial que no tardé en «suscitar sospechas, inquietudes ¢ irritacion en Roma», afirma Barcel. Fl resultado fue la Segunda Guerra Punica, que con- vulsion6 el orden politico y territorial del Mediterraneo occidental Las fuentes antiguas romanas al menos asi lo creen, interpretando el tratado de Roma con Asdrubal como preambulo y principal factor del contlicto. Lo cierto es que la muerte inesperada de Asdrubal, victima de una venganza personal de un siervo, y la inmediata toma de poder por Antbal cambi6 la situaci6n en el ano 221 a. C. Anibal no estaba obli- gado por las clausulas del tratado. Comenz6 a realizar expediciones contra algunos pueblos de la meseta castellana, fuera de la tradicio- nal zona de influencia ptnica, sometiendo a diversas tribus tberas. El resultado fue que algunas comunidades ibéricas, como Sagunto, acep- taon la alianza cou Rona, un acercamiento fundamental para los lat nos, que no podian permitirse dejar el litoral oriental hispano en manos cartaginesas. «Desde el comienzo —afirma Barcelé—, las acciones que empren- dio Anibal estaban impregnadas de un notable dinamismo. Para man- tener y potenciar la eficacia de su ejército—, compuesto mayoritaria~ mente por soldados hispanos, realizé una serie de campafias en zonas colindantes con el area de dominacion punica en esos momentos.» Algunos historiadores aseguran que lo hizo porque necesitaba legiti- mar su derecho al mando del ejército cartaginés, sobre todo frente a la amenaza que supontan sus enemigos en Cartago, capitaneados por Hannon el Grande. Lo hiciera o no para debilitar a sus enemigos politicos con la cap- tura de un buen botin, el hecho es que, a partir de la primavera de 221 a. C., comenzo a penetrar al frente de sus tropas en territorio ene- migo tras cruzar el rio Iber. Por aquel entonces, los saguntinos acosaban a sus vecinos, los turboletas, aliados de Cartago. Las rencillas entre los dos pueblos ibe- ricos se extendio hasta implicar a las dos grandes potencias medite- rraneas. Anibal se dirigié contra ellos y los amenaz6 con atacarlos si no depontan su actitud beligerante. Los de Sagunto, convencidos de que Roma acudirfa en su ayuda, endurecieron su posicion y desafia~ ron al cartaginés. BATALLA DE CANNAS. 107 En primavera del 219 a. C. Anibal puso sitio a Sagunto. Sus tropas ho contaban con la maquinaria adecuada para asaltar las murallas y ‘plo por el asedio, Tras ocho meses, la tenaz resistencia de los sagun- {inos acabo y Ia ciudad fue tomada por las tropas ptnicas, que la some- Hieron a pillaje. Antbal impuso a los supervivientes un castigo ejem- plar para que, a partir de ese momento, nadie se atreviera a oponerse # Cartago. Asi comenz6 la Segunda Guerra Punica (219-202 a. C.), aun- que la declaracion de guerra romana tardarfa atin un ano en llegar. «El verdadero motivo del antagonismo romano-cartagines era, sencillamente, una lucha de poderes. Roma se negaba a aceptar el cre- eimiento de las posesiones punicas, y Anibal acepts el reto porque no {iueria estar sujeto a la tutela que de modo tan férreo ejercia su rival», sehala Pedro Barcelo. Desde la caida de Sagunto en manos de Anibal, eH opinion de este historiador, Roma estaba dispuesta a ir a la guerra on o sin pretexto. Era la primera potencia militar de su época y supe- tuba a Cartago en poblacion y recursos. También dominaba el mar. Al ano siguiente, el 218 a. C., los embajadores romanos fueron a Cartago y reclamaron al Senado la entrega de Anibal. Fl Senado no ‘wepto la peticion y, entonces, Roma declaré la guerra. La desmesu-_ fda ambicion de ambos contrincantes los movia a desequilibrar la huslanza de poder en su propio beneficio al precio que fuera. ANIBAL VIAJA DE CARTAGENA A ITALIA 10s romanos tentan Ia intenci6n de atacar Cartago. Los espias de Ani- hal le informaron de que un ejército invasor, dirigido por el consul Jiberio Sempronio, se estaba reuniendo en Sicilia. Ademas, planea- tan mandar un segundo ejército, comandado por el segundo consul Publio Cornelio Escipion a Massilia (Ia actual Marsella). Su plan era {ive Escipion marchara por tierra y se enfrentara a Anibal en la penin- ula tberica, La base del poder de Anibal era su ejército, perfectamente adies- jrado y acostumbrado a operar bajo sus érdenes, cuyos cuadros de tnando habia selecctonado él personalmente. Unas tropas compuestas por cartagineses, libios, numidas e hispanos que le eran totalmente fieles, y entre los que reinaba un clima de respeto y afecto mutuos. Los, LAS GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA Un ejército flexible, rapido, compenetrado, motivado y muy comba- tivo, virtudes con las que contaba Anibal para tener plena confianza en su potencia Antbal tenia la obligacion de proteger Cartago, pero en lugar de dirigirse hacia Africa decidio que, para dar el golpe definitivo a la gue- rra con Roma, tenia que combatir a su enemigo en su propio territo- rio € invadir la peninsula Italica con su potente ejercito. Como no dis- ponfa de una flota equiparable a la romana, no le qued6 otra opcion que tomar la via terrestre. Sabia que era una aventura desesperada, pero su decision desba- rat completamente los planes de Roma de invadir Africa. «Transpor- tar por via terrestre un ejército desde Hispania hasta Italia —cuenta el historiador Pedro Barcelo— para decidir la guerra alli era un hecho inédito y constitufa una temeridad plena de audacia y riesgo.» Los romanos en ningtin momento imaginaron que Anibal se aventurase a marchar por tierra desde la peninsula Ibérica hasta Italia Para que la iniciativa fuera posible no solo era imprescindible poner en funcionamiento un complejo aparato logistico capaz de wansportar, alimentar y abrir paso al ejército en su marcha por Hi: pania, Galia ¢ Italia, sino que la pretension de querer librar la guerra en terreno enemigo precisaba un enorme contingente. Segun el ulti- mo censo, Roma contaba con 77.000 hombres capaces de portar armas. Siguiendo el ejemplo clasico de las polis griegas, se trataba de ciuda- danos corrientes obligados a prestar servicio militar. Cartago no podia reclutar ni la decima parte. Ni siquiera tenia esa cantidad de hombres en todos los territorios africans. Los italicos, en cambio, superaban los seis millones de habitantes. Sin embargo, un ejército de «paisa- nos» como el romano, pens6 Antbal, seria técnica y fisicamente infe- rior a un ejército de profesionales como el suyo. Anibal sabia que la victoria cartaginesa iba requerir, ante todo, de Ja concienzuda puesta en marcha de las previsiones estratégicas. Asi, segtin explica Pedro Barcelo, «comenzo a enviar mensajeros a con- certar tratados de amistad con los pueblos que habitaban a lo largo de la ruta prevista. Unidades especiales de ingenieros se encargaron de preparar todo para facilitar el acceso del ejército a los lugares difi- ciles. Un. cuerpo de intendencia se encargo de establecer vias de sumi- nistro y almacenar reservas de viveres, armas, forraje y pertrechos en BATALLA DE CANNAS 100 los puntos neuralgicos del trayecto. Ademds, los embajadores puni- ©os se ocuparon de atraer a los pueblos celtas de la cuenca norte del Po, tradicionales enemigos de Roma, a la causa de Antbal» En mayo del 218 a.C. el ejército de Anibal, que por aquel enton- Ces tenfa veintiocho afios, salio de Cartagena y se encamino hacia el tone: siguiendo la llamada ruta de Hercules. Las fuentes antiguas, algo exageradas, deseriben un ejercito de cien mil hombres: noventg til infantes y diez mil jinetes, asi como un considerable nimero de elefantes de guerra. En agosto, a las doce semanas de su partida, Anibal se disponta a Atravesar el Rodano. Mientras, un cuerpo del ejército al mando de Publio Cornelio Escipion se dirigta por via maritima a la Galia meri. tonal. Llegaron a las inmediaciones de Massilia (Matsella) con la ihtencion de frenar el avance cartaginés, pero Escipion no disponia ide fuerzas suficientes y se vio obligado a dejarle pasar. El consul mae. do a Hispania a su hermano Gneo, al frente de dos legiones, con la imision de desbaratar las lineas de comunicacion y las bases del ejér- cito cartaginés. La noticia de que Anibal estaba en la Galia conmociono profun- . ente a los romanos. Los soldados, reclutados rapidamente y sin ©xPeriencia, no formaban un bloque compacto y con movilidad para Gltecer una contundente resistencia al cartaginés. «Por el contrario, Anibal lo habia previsto todo. Contaba con un dispositivo logtstice ue fancioné admirablemente; con un ejército bien formado y la amis, tad de las tribus celtas que habitaban a lo largo de la ruta», indica Pedro Barcelo. Ast que no le costs enfilar hacia el valle del Po, Claro que las cosas no fueron tan sencillas, sobre todo porque no todas las tribus celtas colaboraron con Anibal, sino que las hubo que se enfrentaron a los punicos. Tampoco el paso de la formidable hare, rade los Alpes fue facil, sino que supuso numerosas pérdidas hurna, has y materiales. Ademas, la mayorfa de los elefantes perecieron debi. do a que no podian soportar el frio glacial de la zona con la Negada ‘lel otono ni los traicioneros pasos de montana. Se calcula que del “iercito original, tras pasar los Alpes, solo quedaron unos veinte mil infantes y seis mil jinetes. A finales de septiembre, agotados y debili- tados, alcanzaron la anura. A los pocos dias los cartagineses entra. victoriosos en Turin, ba

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