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Manuel Sacristén Sobre Marx y Marxismo Panfletos y materiales I GS4dG ICARIA 276 ‘MANUEL SACRISTAN, considera como extrema izquierda del comunismo mun- dial, ha sido profundamente fo:mada e influida por Bu- jérin, del mismo modo que también se encuentra mucho pensamiento bujariniano en los comunistas europeos a menudo criticados por “derecaistas”, “revisionistas” y “veformistas”, como Togliatti y Longo en Italia, Tito en Yugoslavia y Dubcek y Sik ea Checoslovaquia» (pagi- na 365). En estos afios de crisis civilizatoria y cultural del imperialismo, que mueve por todas partes a las oli- garquias dominantes a resucitar o reinventar formas fas- cistas de poder, serdn muchos los socialistas que, por prisa de eficacia o por salvar lo antes posible su alma, reaccionen a la ruptura de tabies con la «viril» pobreza con que Lukacs edificé a Liwy en 1965, declarandole que «en realidad Bujérin no tuvo nunca una linea pro- pia en el terreno politico-teérico: oscilaba sin freno en- tre la extrema izquierda y la extrema derecha [...] Bu- jarin [...] era el tfpico intelectual sin columna vertebral, arrastrado por las corrientes que pasan.» (pig. 121). El libro de Léwy puede, y éste es su valor principal, contribuir a que no todo el pensamiento socialista se enquiste en Ia teolégica certeza de las «lineas» arqui- tecturadas en iglesias, sino que al menos parte de él —sabiendo perfectamente que el intelectual burgués Ma- mado de izquierda pierde la columna vertebral cada vez que el movimiento obrero atraviesa una crisis, y que hhasta se venga entonces de su enconado sentimiento de culpa magnificando teéricamente su interesada obedien- cia a las brisas (0 modas) que él mismo sopla con nar- cisismo— no ignore, sin embargo, que hay que dejarse arrastrar por las corrientes histéricas que desencadenan las masas. Lukécs mismo habria reconocido esta utili- dad del libro de Liwy, él que, cumplidos los 80 afios, supo registrar finalmente la corriente que salié a la su: perficie entre 1966 y 1968, KARL MARX * Durante muchos afios —quizds més de un siglo—, cuando en los ambientes conservadores seguia siendo de buen tono el antijudaismo, Marx era en la conver- sacién trivial «el judio alemén» que soliviantaba 2 los obreros, como Freud «el judfo aleman» que corroia la fe de los hijos en sus padres y Einstein «el judio ale- mn» empefiado en destruir las confortadoras nocio- nes tradicionales del espacio, el tiempo y el movimiento. Karl Marx nacié, efectivamente, en una familia brea, rabinica por ambas ramas, el 5 de mayo de 1918, en la ciudad alemana de Tréveris (Trier), Renania. Los judios de Renania no vivian segregados del resto de Ia poblacién ni en condiciones de inferioridad legal: Na- poleén habia conquistado los territorios del Rin en sus guerras contra los monarcas austriaco y prusiano, y, a su modo, habfa transmitido a las poblaciones renanas un legado de la Revolucién f-ancesa: Ia igualdad formal de todos —hebreos 0 cristianos— ante Ia ley. Por ello * KARL MARX (1973) Articulo «Karl Marx» de la Enciclopedia Universitas (no 131 y 132, de I y 18 de abril de 1974; ed. Salvat, Barcelona). 278 MANUEL SACRISTAN algunos judfos de Renania empezaban a ser ya més ale- manes que judios; el padre de Marx, por ejemplo, era un jurista ilustrado que ejercia incluso un cargo de re- presentacién de sus colegas abogados ante los tribuna- les. Pero poco a poco el rey de Prusia —bajo cuya sobe- rania quedaron las tierras del Rin septentrional tras Ia derrota de Napoleén— fue restaurando el antiguo régi- men autoritario, vestigio politico de la Edad Media, en la totalidad de sus dominios. El poeta aleman Heinrich Heine (1797-1856) —también judfo y también renano— expresé la vuelta a la antigua situacién discriminada reconociendo que el abandono de la condicién de judfo, el bautismo cristiano, era el cbillete de entrada a la cul- tura europea». Casi simulténeamente lo comprendia tam- bién asi el abogado Heinrich Marx: el afio 1824 hizo bautizar a sus hijos —incluidc Karl— por la Iglesia Evangélica. Ni la educacién, ni la cultuza, ni la inspiracién de Karl Marx han sido judias en ningin sentido especifico. Si vale Ia pena tener presente sus origenes hebraicos es precisamente porque la primera vez que Karl Marx se ha enfrentado con la cuestién judia —cuando ya te- nia veinticinco afios— ha sido para volver del revés Ia frase, entonces razonable, de que habia que liberar a Jos hebreos del mundo, sosteniendo, por su parte, que Jo necesario era «liberar al mundo del judafsmo.» Al decir eso el joven Marx no piensa, como es natu- ral, en exterminar a su pueblo, ni en perjudicarlo o dis- criminarlo de ninguna manera. Pero tampoco se limita a una simple metafora. Su visién del problema judio se basa en la observacién del aislamiento en que se en- cuentran las comunidades judias. La mayoria de las personas de animo liberal pensaban en aquella época —como muchos siguen pensandolo hoy— que Io que ne- cesitan las comunidades minoritarias mas 0 menos dis- criminadas y cerradas es que se supere su aislamiento, SOBRE MARX Y MARXISMO 219 su «extrafiacion» o «alienacién», como se decia enton- ces —y hoy se vuelve a decir—‘usando términos de la filosofia de 1a época. Las personas bien intencionadas que deseaban ayudar a los ciscriminados judios de Pru- sia daban por supuesto que la alienacidn de los hebreos respecto de la sociedad alemana era efecto de la opre- sion que sufrfan, El joven Karl Marx admite, ciertamen- te, que sus compaiieros de raza sufren una opresién dis- criminatoria, Pero piensa que el aislamiento, la insoli- daridad en el vivir, la competicién y guerra de todos contra todos —la «alienacién», en suma— no es algo sufrido sélo por los judios, sino un mal caracteristico de todos los grupos y los individuos de la sociedad mo- derna, Y aun mas: el joven filésofo de Tréveris sostie- ne que los judios, con su asiduo cultivo de las activida- des mercantiles, son no sélo victimas, sino también ac- tores de la enfermedad de alienacién. Pues lo caracteristico de la sociedad moderna, de la sociedad mas alienadora o «desgarrada» —también pa- labra de mucho uso en la juventud de Karl Marx y uti- lizada por él mismo durante toda su vida—, es precisa- ‘mente 1a mercantilizacién general de la vida, la conver- sion de toda realidad en mercancia. ‘Los problemas del pueblo judio no dan a Marx sino cocasién de desarrollar por vez primera, de un modo bastante completo, su critica de esta vida y esta socie- dad mercantiles, capitalistas, caracterizadas por el gra- do extremo de la alienacién, por la extrafieza de todos para con todos, ¢ incluso de cada cual para con su hacer, para con su trabajo, y hasta para con su propia intimi- dad. En efecto, Karl Marx piensa que hasta uno de los logros mas elogiados de esta sociedad moderna 0 bur guesa, la proclamacién de los derechos del hombre y del ciudadano, es la consagracién completa de la vida alienada de si misma: el «ciudadano» tiene en la socie- dad burguesa derechos y dzberes elevados, hasta subli- 280 MANUEL SACRISTAN mes a veces; pero al mismo tiempo se reduce —y pre- cisamente bajo el rétulo de chombre»— al solo derecho de poseer, reduce sus sentidos al «sentido del Tener», como diré Marx despectivamente, Esta escisién moderna entre el «ciudadano» universal y el

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