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De diferentes maneras, los cuerpos se encuentran en el corazén de la economia y de la ideologia contempord- neas. El cuerpo es un mercado en pleno desarrollo. Su forma y su salud, su apariencia y su potencia eficaz, su plenitud individual constituyen por otra parte instrumentos de legitimacién poderosos. A la vez, transformaciones institucionales y culturales provo- can nuevas construcciones sociales de los cuerpos que vuelven dificilmente legibles las dominaciones de clase y de género que no dejan de pesar sobre ellos. {C6mo descifrar las formas actuales de esas domina- ciones? {Qué alternativas oponer a las ideologias del cuerpo? {Qué resistencias del y por el cuerpo? Son _ algunas de las cuestiones abordadas aqui desde el punto de vista de la filosofia, de la psicologia, del trabajo y delaestética. 789506 HI Nueva Visién 3 = = g a S af : g 3 © Presses Universitaires de France ‘Traduceidn de Ricardo Figueira ISBN 950-602-563-566-3 istema ~incluyendo el ‘haya sido expresamen- editor constituye une prisién (art. 62 dela ley 11.723 y art. 172 del Cédigo Penal). ‘©2007 por Bdiciones Nueva Visién SAIC. Tucumén3.748, (C1189AAV) Buenos Aires, Repuil a. Queda hecho el depésito que marca la ley 11.723. Impreso en la Argentina /Printed in Argentina PRESENTACION No existe la corporeidad abstracta. El cuerpo es por excelen- cia.el lugar de la interseccién de las dominaciones de clase, de género y.de “vaza"; en él se fomentan igualmente diver. sas tdcticas de resistencia. ‘Las principales evoluciones que transforman nuestras sociedades exigen la constraccién de problematizaciones nuevas del cuerpo. Si la opresiGn ejercida sobre los euerpos (cuerpos mercantilizados, presionados, asignados) fue siem- pre indisociable del capitalismo, a la hora del despliegue neoliberal sufre formas inéditas. Por una parte, el vertigino- 80 desarrollo de las biotecnologias, asi como los vastos desembareos en los mercados de la “forma” y de la salud, parecen orientar la economfa del siglo xxi por la via del biocapitalismo. Por otra pare, el.crecimiento de las desigual- dades en la escala mundial y la reduccién de poblaciones enteras el minimo vital (como en las villas miseria) hacen de Ja simple supervivencia corporal un desafio politico desgra- ciadamente crucial. E] neoliberalismo no perdona a los cuer- pos. Estos aparecen como una de las piezas maestras.(aun- que sabterréneas) de la ofensiva , uno de los soportes necesa- ios de la empresa (mercantil) sobre las vidas y uno de los datos reveladores de lo insoportable. De donde, simultanea- mente, el desarrollo de diversas ideologias, de formas tan fuertes como contradictorias, que avalan las violencias sim- bélicas y coneretas ejercidas sobre los cuerpos, que intentan volver naturales ¢ invisibles las opresiones, legitimar y ocul- tar las dominaciones. ‘En el momento en que, en torno al cuerpo, se imponen nuevas apuestas econdmicas y politicas, filoséficas y estéti- cas, en e] momento en que, en consecuencia, se desarrollan nuevas reflexiones criticas sobre el cuerpo (sobre el volverse artificial del cuerpo por ejemplo), el tema de este niimero de Actuel Marx* se propone deseribir y andlizar algunas formas contemporéneas de la dominacién i su(s) identidad(es), identidades en ruptura a la hora de las perturbaciones en el cuerpo. Pensarlos como apuestas y vecto- all, se delinean posibilidades de lucha con y por el cuerpo: en las préctices y las propuestas militantes, los euerpos en los hechos se opo- ‘nen alos proyectos neoliberales, con la intencién de apartar- se, fisica y tedricamente, de la explotacién y dependencias alienantes, Al introducir el tema, Stéphane Haber y Emmanuel Re- nault recuerdan la importancia dada al ederpo en el seno del materialismo de Ja préctica de Karl Marx y subrayan, sin descuidar el aporte de otras perspectivas (las de Pierre Bourdieu o de Michel Foucault, por ejemplo) que el freudo- marxismo, al insistir en el cuerpo mercantilizado y discipli- nado, renové el pensamiento eritico del cuerpo en él siglo xx, abriendo interrogantes que siguen siendo fecundos. Bernard Andriew interpela algunas tesis temnofSbices actuales funda- das en el temor a una desencarnacién’ técnica del cuerpo (perspectiva debatida en el seno del freudomarxismo) y se plantea, en Ja era del teenocuerpo, entre promesas de eman- cipacién y riesgos de alienacién, el devenir hfbrido del cuer- po. A partir de las conclusiones de una! encuesta de psico- dindmica del trabajo entre obreros (que trabajan el material placenta) cya fabrica acababa de cerrar, Pascal Mc tudia, entre realidad e imaginario, el suifrimiento y_ cio producidos al euerpo, insistiendo en el cambio de género suftido. Catherin Louveaw analiza algunas modalidades de la construccién social del cuerpo deportivo. La cuestién del capital corporal deportivo, fandado en el rendimiento, se abor- da aquf privilegiando una aproximacién que toma én consi- deracién la diferencia entre los sexos y las relaciones socia- les de género. Loic Wacquant, interrogando el estatuto del matchmaker en ¢l universo del boxeo profesional, principal- mente en Chicago, explica e6mo este recluta hombres jéve~ nes, negros y pobres, colocando su cuerpo en el mercado del éxito, Muestra que esa actividad revela los fundamentos s0- bre los que se instaura un sistema de cambio del cuerpo 50- cialmente determinado. Desde los afios 1960 y 1970 hasta nuestros dias, en un contexto evidentemente diferente, el arte propone multiples imagenes del cuerpo. Jean-Marc Lachaud y Claire Lahuerta evocan algunas obras significati- vas del campo plastico y muestran que esos cuerpos domina- dos y a menudo estropeados exhiben en actos, a veces sin ambigiledad, una potencia rebelde frente a los poderes que los domestican. Por iltimo, Olivier Neveu denuncia la con- fasién que reina en la actualidad en la escena teatral con- temporénea que, saturada de cuerpos, tiende complaci ‘temente ano mostrar de ellos sino una capacidad para si y aguantar. Con todo, alrededor de algunas tomas de posi- ‘ign disidentes, se afirma otro cuerpo, eritico y combative Acrust Marx ae cUN ANALISIS MARXISTA. DE LOS CUERPOS? Srépuans Hasse y EuManven RENavit Contra lo que proponen algunas ideas heredadas, Marx per- tenece claramente a los filésofos que hacen del cuerpo una apuesta fundamental: su materialismo es un materialismo de la préctica y la practica no puede pensarse de modo no idea- lista sin que Je corresponda un papel determinante al cuer- po. La propia critica de la Economia Politica otorga al cuerpo ‘un papel decisivo: la explotacién capitalista no es posible sin coereién corporal y la eritica del salario no puede levarse adelante sin examinar sus efectos deletéreos sobre los cuer- pos. En el marxismo y, més en general, en el pensamiento critica, la apuesta es doble. Apuesta politica, por una parte, porque si la dominacién y la opresién pasan por los euerpos, Jacritica supone una analitica de los cuerpos. Apuesta teéri- a, por otra parte, en la medida en que la referencia al cuer- po vale como argumento contra algunos presupuestos {dealistas y contemporizadores que a veces se encuentran en los fundadores de las cfoncias humanas, y también contra Jos prejuicios del antinaturalismo filoséfico y sociolégico de mmuestros contemporéneos: el mundo social no esta constitui- do solamente por representaciones, reglas, signos e inter- pretaciones sino también por cuerpos, y estos no son solo instrumentos de accién o de hébitos sedimentados, deseos y ‘esquemas socialmente construidos: consisten, en cambio, en procesos dindmicos sueceptibles de resistir a 1a apropiacién social y cultural en las experiencias del sufrimiento o del rechazo capaces de abrir lineas de fuga, Ni materia infinita- mente maleable por las normas, ni simple receptaculo de les interiorizaciones sociales, el cuerpo es el lugar materialista Ge una subjetividad que ya no se puede concobir como una 9 fuente natural de subversién revolucionaria. Lugar donde se encarnan y se reproducen dominaciones y opresiones, no constituye ni el origen ni el lugar principal de las resisten- cia, sino simplemente uno de los factores importantes y uno de los compatieros frecuentes de la accién de protesta. Para identificar esa ambivalencia politica del cuerpo, las tradicio- nes marxistas y posmarxistas proporcionan una ayuda in- ‘comparable. (Cuzmpos ¥ accion Es en al marco de una doble oposicién donde Marx fija, en sus Tesis sobre Feuerbach, los principios de une Slosofia de la préctica. Contra el idealismo alemadn que trataba de iden- tificar objetividady actividad del yo (Fichte),o verdad y auto- desarrollo del pensamiento (Hegel), Marx propone que el actuar debe edmprenderse no tanto como la activided de una subjetividad separada del mundo de los objetos sino como una “actividad objetiva” (tesis 1). Al materialismo que desa- rrolla el tema del condicionamiento por las circunstancias (tesis 8)y subraya el lado determinante de la realidad efecti- (concibiéndola sobre el modelo “del objeto o.de la intui- én”) le opone la tesis de que es en la préctica misma donde se encuentra y se constituye la efectividad (tesis 1 y 2). Esbo- zando asi una argumentacién que serd desarrollada por el pragmatismo estadounidense (por Deweyy Mead! principal- sofia Ta retahfla de dualismas jemas ‘modernos™, “En la medi =. mente) on el viraje del siglo xm al xx. Marx sostiene que hay que pensar a partir de la préctica para disolver los falsos misterios en los que se debate la filosofia clésica (tesis 8). Como en el pragmatismo estadounidense, la critica de la oposicién entre el idealismo y el materialismo pasa no solo por la refutacién del dualismo de la conciencia y del mundo sino también por la recusacién de las oposiciones del Yo y el ‘Tis, del espiritn y el cuerpo. Marx subraya que “la esencia humana” se define en “el conjunto de las relaciones sociales” y no en un “individuo humano abstracto aislado” (tesis 6). Subraya también que la préctica debe comprenderse como una actividad “sensible” y no como la de un espiritu separado del cuerpo; agrega que la propia sensibilidad debe'concebirse como una “actividad préctica sensible” (tesis 5). El cuerpo sensible no es un simple instrumento de accién puesto en préctica y controlado por un pensamiento, sino més bien el origen del dinamismo de la accién. ¥ como el sujeto de la practica es ese “ser corporal” que define al hombre como ‘ser vivionte” o “ser natural”? no debe asombrarnos que a veces Marx présenta su materialismo como un “naturalismo”.‘ Puede verse también que el término “préctica” permite pen- sar algo que no se corresponde exactamente con el concepto habitual de accién: no solo ol despliegue de planes de accién formulados (en forma de proyectos 0 como deliberacién) 0 técitamente posefdos como formas de hacer incorporadas, sino también el propio dinamismo del actuar que irriga los planes de accién, conduciendo a veces al cumplimiento dela accién, otras mas bien melogrando su buena ejecucién y hasta sustrayéndola al control dela subjetividad.® ‘Tanto en Marx como en el pragmatismo, las soluciones de los problemas teéricos deben buscarse en una teoria de la centralidad de la préctica (tesis 8) entendida como actividad sensible de la que el cuerpo constituye uno de los focos prin- cipales. Es sin duda el cuerpo como conjunto de “fuerzas” y de “necesidades” lo que se hallla en el origen de nuestra rela- * Manuserite de 1844, Pavis, GF, 1 cn-filoséficos de 1844, Buenos Aires, "Ibid, pp. 152, 160. 119 [Manuseritos econémi- ihe, 2004), accién” véanse principalmente G. Mendel, L: Paris, | cin préctica con el mundo: una relacién prdctica en la que el mundo aparece como objeto de las necesidades y obje- tivacién de las fuerzas humanas,” donde, por otra parte, el projimo aparece @ la vez. como parte constituyente y condi- cién del mundo.’ Pero todavia menos que el pragmatismo, Marx admite que la resolucién de los problemas tedricos puede reducirse al andlisis tedrico de la préctica. Al contra- rio de un autor como Wittgenstein que también sostiene que la disipacién de los falsos problemas filos6ficos pasa por la deseripcién de los usos y de las practicas, pero que concluye que la fllosofia “deja todas las cosas sin cambio”,? Marx su- braya que la solucién de los problemas teéricos susone una transformacié de las situaciones sociales problemdticas (te- sis 9). ¥ como esa préctica no se define solamente por nor- mas sociales y principios de eficacia, sirio también por un dinamismo corporal, puede encontrar en ella una normatividad inmanente que permite distiriguir, en el seno dela mul id hist6rica de las prdcticas sociales, “verda- dera” y “falsa” préctica."° Las grandes tematizaciones del cuerpo orquestadas por él pensamiento filos6ficd del siglo xx después del impulso fenomeniolégico (Husserl y Merleau-Ponity principalmente) presentan, en cierta forma, continuidad con la definicién del materialistio cortio pensartierito de la’ accién’ encarniada y situada. En Les aventures de la dialectique, Merleau-Ponty subrayaba la proximidad enitre, por une parte, un penisamiento atentoval arraigo-de las operaciones subjetivas en la sensibi- lidad y 1a corporeidad y, por otra, una teorfa para la cual la © Marx, Manusorits de 1844, pp, 168-174: Sgbro-el coneepto mar- ita de necesidad, véise A. Hiller; La Phos des beso a sn su realizacién objetiva miés que en las obje- pueden legar al eonocimionto de si sino en Ta elencia ‘Préjimo" Recherches philoso} iza por su mediacidn y en qué mid rdctica-verdidera es-la eondieién de una teoria real y positive. subjetividad historica se delinee no como un sentido necesa- riamente dado, sino en el seno de coyunturas particulares, ambiguas, en las que es dificil distinguir la voluntad y la tendencia objetiva (el marxismo). Aguijoneado por la biolo- gia y el psicoandlisis, Merleau-Ponty no deja de insistir en la idea de que el arraigo de nuestra actividad en la naturaleza no contradice en absolute la autonomfa del orden humano y cultural. Pero también desarrollé de un modo nuevo la pro- blemética marxista del “primado de la préctica”. Es en pri- mer lugar le motricidad del cuerpo propio lo que hace apare- cer un mundo, lo que lo organiza (por ejemplo con las pola- rizaciones espaciales ~derecha e izquierda, arriba y abajo, etc.— que provienen de los ejes de movimientos naturales de mi cuerpo y no constituyen entonces técnicas de localizacién cémodas en el seno de mi medio como los que inspirarfa una raz6n instrumental emergente. Es porque esté investido por ‘un cuerpo que avanza, se embarca en gestos y cumple ta- reas que el mundo (Welt) se transforma en un medio fami- Kiar, habitable, cargado de significaciones (Umuelt) De ese modo, a través de la influencia de Goldstein, Merleau-Ponty se vincula con la tradicién proveniente de la Naturphilosophie (de la que algunas formes se hallan pre- sentes en los Manuscritos de 1844)" y del vitalismo: el cuer- po se comprende como una potencia de actuar afirmativa, expansiva, creadora. En la Fenomenologie de la perception, contra el idealismo lingiiistico de muchos de nuestros con- temporéneos, interpreta asf la invencién verbal —después sedimentada en las reglas sociales como una prolongacién deo que ya se manifiesta en la invencién de una gestualidad adéciadaa una sitwadion original que'requieré las aptitudes corporales. Sin embargo,'a lo largo del desarrollo de le obra de Mérleau-Ponty, la imagen dinamiista de un cuerpo creativo capaz de instaurar algo en la cultura y la sociedad ~un mode- Jo que no es dificil de rélacionar con algunos aspectos de la concepcién marxista del trabajo-,!” parece disiparse bajo la presién de dos motivos bastante contradictotios: por una parte la influencia del modelo saussuriano, que tiende a una visi6n mas deterministe e internalista de la cultura y, por la otra, la fascinacién acentuada por el tema de la pertenencia fusional del sujeto a la naturaleza. De esas dos maneras se pierde de vista la dinémica creadora del cuerpo. Se puede decir que la sociologia de Bourdieu, que desde diversos lados heredé la concepeién merleaupontina del cuerpo, va a acen- tuar el destierro de la perspectiva dinamista. En efecto, leer el Esquisse de'une théorie de la pratique es uma especie de replanteo de temas merleaupontinos en el seno de una eriti- ca de Lévi-Strauss que permitié al sociélogo disefiar una via nueva, Pensando al agente como portador d i y la accién como actualizacién de una disposicién, hay que ‘subrayar que la légica de la préctica no es tuna simple viven- cia susceptible de aleanzarse por la comprensién empética, aunque tampoco es la realizacién de una representacidn, por ejemplo de un céleulo o de un programa inconsciente resul- tante de leyes del espfritu o de la sociedad, Porque los efec- tos de la interiorizacién de las normas sociales no se com- prenden si no se ve que ella se traduce menos por el apren- dizaje de esquema rigidos (de reflejos) que por la incorpora- cién de disposiciones fluidas capaces de responder a la diver- sidad de situaciones (habitus). Dicho de otro modo, la sociali- zacién se articula con una flexibilidad creativa inherente al cuerpo propio, a esa racionalidad prerreflexiva del gesto lo- gradoy de la postura adecuada que testimonia una complici- dad osencial, pero siempre reinventada, entre el sujeto, el mundo y el préjimo." Sin duda existe la inculcacién social, iiten resolver los problemas de la misma forma y'gracias a las corres- clones ineesantes de los resultados obtenidas, dialécticamente produci- os por esos resultados". 3: *Se ve qué lejos se esti del encadenamiento mecdnico nocién de ritual: slo el virtuoso perfectamente duefo de su ‘arte de vivir’ puede aprovechar todes los recursos que le ofrecen las ambigto- 4 » pero, lejos de realizarse de un modo repitésito y mecénico, es solidaria con una apropiacién activa, con un ejercicio ex- pansivo de las facultades orgdnicas. Pata préservar sociolégicamente el actuar contra el peso de los déterminis- mos, no se trata, entonces, en Bourdieu, de apelar a una li- ertad de traspaso y superacin soberana de lo dado, sino, hablando de disposicién, de invocar un sentido merleaupontino de la improvisacién, de la agilidad y de la adecuacién, sentido que el habitus controla no como una ley que contiene de antemano los casos particulares, sino del modo en que una regla abre un espacio para actualizaciones priori indeterminables y aleatorias que en respuesta le en- ., riguecerén el sentido. ‘En sus andlisis, todo el arte de Bourdieu -y all{ retoma, se- giin él mismo, la inspiracién marxista~consiste en sugerir que ‘es ent torno de attitudes de clase donde se.agrega todo el uni- ‘verso de esas précticas habitualés, Hs& dcentuacién sociclogizante resulta sin duda iluminadora en el plano enipfrico: en muchos casos, las actitudes de clase rélativamente fijas constituyen el ‘rasfondo de estilos corporales individuales, ellos mismos liga- dos por mil lazos a las eoacciones y a las creencias generadas por la organizacién econémica no igualitaria de las sociedades capitalistas. Lo es también en el plano teérico, porque permite subrayar la variedad de formas de practicas y de estilos cor- porales alli donde el pragmatismo, por ejemplo, tiende a no hablar de la préctica y del cuerpo més que en singular.!* Lo es por tiltimo en el plano politico, porque contribuye a sentar el cuerpo como uno de los actores de la lucha de cla~ ses. Pero, por principio, Bourdieu no puede captar la flexibi- Vidad y la creatividad del cuerpo en accién sino enroladas y sujetas de modo irreversible a la légica de clase existente, Es también una filosofia del euerpo -como flexibilidad y di- namismo irreversiblemente encadenados- lo que constituye la base de una concepcién dela sociedad de la que sin esfuer- zo se pueden criticar algunos rasgos deterministas. {Acaso Jas iniciativas del cuerpo y el modo en que se halla investido 2s para clones que convienen en eada caso, para hacer ‘lo que hay jo que se dina ‘que no habia otra eosa que hacer, y hacerlo B. Cassin, ‘des philosophies: Dictionnairee des intraduisi- bles, Paris, Seuil, 2004. 16 (en el campo artistico, sexual, ete.) no pueden estar vinenla- das a la posibilidad de un cuestionamiento de las relaciones sociales y de los esquemas de la cultura, de un movimiento que no se reduce a la reproduccién de lo existente a lo idénti- co? Retomando la concepeién marxista de la explotacién, la Iidad de tal relacién puede volverse crefble. Comrpo ¥ ExeLotaciOn ‘Aunque no haya elaborado una teoria de le accién ni una teoria de la génesis practica de las funciones cognitivas y de las relaciones intersubjetivas, Marx hace del ouerpo la fuente de un.dinamismo donde se alimentan intersubjeti- d préctica y constitucién de la experiencia. Su mate- tialismo muestra cémo ese dinamismo ee ve sometido ala influencia determinante de las coacciones institucionales y de la violencia social: el despliegue préctico del dinamis- se encuentra siempre aprisionado en las rela- sociales de produccién, que pesan no solo sobre la i \bign sobre el cuerpo. En su erftica ica, Marx analizé la apropiacién capi- talista de la fuerza corporal y sus efectos reciprocos sobre la constitucién de los cuerpos. Si ese anélisis muestra que el cuerpo nunca se da en un mas acé o en un més allé de lo social, sino permanece siempre atrapado en acuerdos eco- némicos y técnicos, también muestra que el cuerpo social- mente determinado segiin las relaciones de clase y de gé- nero conserva un poder de formacién, de deformacién y de eritica del juego social. En El capital es en primer lugar por la intemediacién dela definicién del valor como se aborda el cuerpo. La teoria del valor tiene como funeién determinar como la “plusvalia” (y asila explotacién capitalista) es compatible con un interca- bio de equivalentes (el contrato asalariado). Se basa total- mente en laelaboracién del concepto de “fuerza de trabajo” el valor producidopor la “fuerza de trabajo” resulta diferen- te del valor de la “fuerza de trabajo”. Ahora bien, la fuerza de trabajo es el cuerpo como sujeto del trabajo: “Por fuer- za de trabajo o potencia de trabajo entendemos el resumen de todas las capacidades fisicas e intelectuales que existen en la corporeidad, la personalidad viviente de un ser humano, que este pone en movimiento cada vez que produ- 18 ce valores de uso de cualguier especie”."" En la teoria ‘trabajo desem- pefia de hecho una doble funcién, una que remite al cuerpo como fuerza y otra al cuexpo.como conjunto denecesidades. ‘La sustancia del valor se halla definida, en efecto, por cierto gasto de fuerza de trabajo o como cierta cantidad de energia corporal en el sentido fisiolégico del término: “Todotrabajoes por una parte gasto de fuerza de trabajo humanaenel sentido fisiolégico, y es-en esa calidad de trabajo humano idéntico, 0 hasta de trabajo abstractamente humano, como constituye el valor mercantil”."" Pero el capitalismo también transforma el cuerpo “fuerza de trabajo” en una mercaderia dotada de un valor, y ese valor se define por la cantidad de trabajo social- mente necesario para la reconstitucién de la capacidad de trabajo. En ese sentido el salario resulta determinado por la satisfacciéndelasnecesidades del cuerpotrabajador:“necesida- des naturales propiamente dichas”, por una parte, “necesi- dades llamadas necesarias” en funcién “de las condiciones en las que se formé la clase de los trabajadores libres-y, en consecuencia, de sus costumbres y de sus propias exigencias en lo que hace a sus condiciones de existencia’, por la otra. Sele ha reprochado a Marx que definiera el valor en términos, puramente energéticos o fisiolégicos, adhiriendo asf al mode- Jo del ‘motor humano” por el que sus contempordneos redu- mn el cuerpo del obrero a una simple cantidad de energia . El reproche es injusto. Por el contrario, Marx identi- fied esa concepcién del euerpo como ideolégica™ yle opuso una concepeién politica y social del cuerpo. Para que exista explotacién no basta con instalar por la via contractual un cuerpo “fisiolégico” del asalariado en el proceso de trabajo: es, preciso que, por afiadidura, en el seno del proceso de produe- cin un conjunto de relaciones de dominacién especificos obligue al individuoa “gastar” su actividad en formadetrabajo valorizable, y eso con una duracién tal que el valor producido jrige", 1995, p. 188 [8 i, Madrid, Siglo XXI, 1980). SIE Marx, Le Capital, ob cit, pp. 641-48 un una energia utilizada.*Por otra parte, la teorfa de la repro- duccién de la fuerza de trabajo sefiala’ laramente que la “fuerza de trabajo” es indisociable de un conjunto de normas que no atafien solo a las modalidades sdcial y culturalmente determinadas dela satisfaccion de las necesidades individua- Jes (normas de consumo). En la medida en que la cuestién de la reproduccién de la fuerza de trabajolcompromete la de la continuidad intergeneracional, son también la normas gené- ricas de la familia y dela edueacién las que deben tenerse en cuenta: el cuerpo explotado se define cpmo un cuerpo social y no s6lo como un cuerpo fisiolégico. * ‘Como se ve en el anélisis de la evolucién de los limites de la jornada de trabajo, el cuerpo define igualmente el punto de Vista de cierta critica del capitalismo. La produccién de plus- valia se basa en una restriccién al plustrabajo y la‘extorsién deplustrabajopuede tomar dos formas: aumentarla duracién de la jornada de trabajo (produccién de plusvalia absoliata), bajar el valor dela fuerza de trabajo intensificando la produc- tividad del trabajo (produccién de plusvalfa relativa). Es a través del estudio dela primera de esas dos formascomo propone el tinico andlisis tematico del desarrollo sociohisté- rico dela lucha de clases en El capital. Bs sorprendente que se lointroduzca a partir del andlisis dela indeterminacién del Derecho y que tenga por apuesta especifica el cuerpo obrero. # Para Ia distincién entre "proceso de trabajé" y "proceso de valoriza- '. Para la interpretacion del "gasto" de mnto eantral tora dol desarrollo de la humanidad® (bid. pp. 650-581). 18 z Enelzégimencapitalista la produccién de plustrabajosebasa en un intereambio de equivalentes: en la esfera de la circula- cién, una mereaderfa (la fuerza de trabajo) es pagada a su valor por el capitalista quien, como contrapartida, puede hacer libre uso de ella en la esfera de la producci6n, con la condicién de que ese uso sea compatible con las condiciones de la reproduccién de la fuerza de trabajo. Legalmente, la jornada de trabajo resulta asi fijada por un doble limite ‘maximo: “Primero por el limite fisico de la fuerza de trabajo (...)-Es preciso que en una parte dela jornadala fuerza repose, duermayen otra partede ella el hombre debe satisfacer otras necesidades fisicas, alimentarse, lavarse, vestirse, etc. En segundo lugar, més alld de ese limite puramente fisico, la prolongacién de la jornada de trabajo tropieza con limites morales. Hace falta que el trabajador tenga tiempo para satisfacer necesidades intelectuales y sociales cuyo aleance y mimero se hallan determinados por el estado general de la civilizacién”. El problema se halla en que el capitalista y el proletario proponen cada uno una interpretacién diferente del limite normal” de lajornada de trabajo ala queunoy otro parecen tener legttimo derecho’ “El capitalismo invoca su derecho de comprador cuando busca hacer la jornada de trabajo tan larga como sea posible (...). Del otro lado, la natu- raleza espectfica de la mercanefa vendida implica una limita- cién a su consumo por el comprador, y el trabajador invoca su derecho de vendedor cuando quiere limitar la jornada de trabajo a una medida normal determinada. Se da entonces una antinomia, derecho contra derecho, uno y otro con el sello del intercambio mereantil, Entre dos derechos iguales, la violencia zanja la cuestiGn. ¥ de ese modo en la historia de la produccién capitalista la reglamenteciéndelajornada de ‘trabajo se presenta como la lucha por los limites de la jornada de trabajo. Lucha que opone al capitalista global, es decir la clase de los capitalistas, y al trabajador global, o la clase obrera‘.® El eapitalismo estuvo primitivamente orientado hacia la extensidn indefinida de los limites de la jornada de trabajo, lo que se ha traducido en una dramética agravacién de las condiciones corporales de la vida de los obreros (talla, salud, duracién de la vida, aptitud para el trabajo), asi como por diferentes formas de degradacién moral ligada a la ausencia de condiciones sociales normales de reproduccién de 1 pp. 258-259, pp.261-262 19 Ja fuerza de trabajo. El capitulo VII describe los diferentes, aspectos del problema apoyéndose principalmente en los informes de los inspectores de fébricas, dibujando un cuadro de las condiciones de vida dela clase obrera quese completaré conel andlisis de las condiciones de alimentaciény alojamien- to desarrollado en el capftulo XXIII. El sufrimiento yla vida insoportable inducidos en el propio lugar dela produc las condiciones de trabajo dieron lugar a di tos de resistencia y de lucha abierta que, a mezeed de los, conflictos entre fracciones de la burguesia y con el progreso dela organizacién dela clase obrera, terminaron por reorien- tar al capitalismo por la via de la extorsién de la plusvalia relativa, dando lugar 2 nueva formas de opresién de los cuerpos (la pareelacién y la desposesién del cuerpo por el maquinismo)"y anuevas resistencias. Peroes claramenteen ese conflicto nicial, una de cuyas apuestas fundamentales es el uso del cuerpo del obrero, donde se juega la formacién del proletariado como clase revolucionaria. En todos los andlisis del capitulo VIII del librol del capital, el cuerpo aparece a la vez como'lo que est excluido del de- echo, porque los asalariados contratan como voluntades libres desencarnadas, y como lo que, sin embargo, cuenta més ‘para los individuos: lo que los conduce no sélo a resistir, sino también a organizarse politicamente, Sin embargo, lejos de identificar el cuerpo con un impensado del derecho liberal, esos anélisis muestran més bien que el cuerpo se inscribe en simiismo como una reivindicacién subversiva: como los obre- ros no pueden reducirse a voluntades sin cuerpos, las cléusu- las implicitas del contrato salarial defimen la aporia funda- mienital de la concepeién liberal del trabajo." Bis ladegradacién de los euerpos oprimidos aparece comolamotivaciones de algunas luchas anticapitalistas, sino también como el fundamento de su legitimidad en el seno misnio del universonormativo dea sociedad burguesa. Deun modo mds general, los andlisis del capitulo VIII, del capitulo Xil (efectos de la fransformacién de la imanufaetura en gran Critique du droit a travail, Paris PUP, 1994, pp: 51-6. 20 coneretas de existencia de una sobrepoblaci6n relativa) com- parten unacritica al capitalismoque, aun cuando explicitalas contradiceiones estructurales de un modo de produccién, se esfuerza siempre por tomar como punto de partida las “con- diciones de vida" dela clase obrera.**La critica del capitalismo es, en Marx, una eritica por os efectos, y principalmente por Jos efectos producidos sobre'el cuerpo. Sin duda Marx tuvo el mérito de desarrollar modelos de eritica social (bajo la égidayde la alienacién y depués de la explotacidn) queno solo eran compatibles con un relevamien- toprecisode las desgraciasydelasmodificaciones que sufrian los cuerpos individuales por'la organizacién capitalista del trabajo, sino que ademas exigian tal relevamiento. Sihay una ouna “teoria dela injusticia” quese pueda extreer del libro Ide BI capital, no es més que el desarrollo de un nucleo duro de intuiciones igualitarias y democréticas; muestra también, y més fundamentalmente, que una institucién so- ial es mala cuando los cuerpos resuitan maltratados en ella parcelacién de las actividades, las condiciones de trabajo gradantes, la enfermedad y la muerte socialmente induci- das) cuando sus poderes expresivos ycreadores son sistemé- ticamente instrumentalizados y dirigidos desde el exterior. No es menos cierto que el hecho de que Marx no haya precisado verdaderamente el trasfondo normative de esas tomas de posicién explica que se las haya podido descuidar e interpretar’en diversos sentido. Otros limites estén dados Bor el hecho de que no haya centrado su andlisis de 1a apropiacién capitalista de los cuerpos mds que en laesfera de la produccién, sin ofrecer ingtrumentos teéricos que permi- tan analizar’ el cuerpo conto’ meréanefa. Nuestros dias sé caracterizan principalniente por el surgimiento dé la’econo- mia del bienestar (dietétice, deportes, etc.) y de la salud, por el desarrollo de las industria farmacéuticas, de las biotecno- logias y del comercio de érganos, ala vez que crecen las po- blaciones acorraladas en la siniple supervivencia en las villas miseria.® El cuerpo es|a apnesta transversal y paradéjica de ‘mercados y de tréficos en pleno desarrollo y el objeto de diversas técnicas de marketing que dan lugar a diferentes pos de produceiones ideol6gicas. HE] movimiento por el que el capitalismo posfordista parece orientarse por la via del “biocapitalismo” parece acompafiado por una doble ideclogia: la primera presenta el cuerpo como unarealidad esencialmen- te vulnerable y sufriente, como si expresara silenciosamente una demanda infinita de medicamentos ‘y de interventién médica; la segunda, por el contrario, celebrael fin del cuerpo gracias a losimplantesy las prétesis tecnoldgicas.” {Puede el cuerpo conservar una funcién critica en tal dispositive econé- ‘mico ¢ ideolégico? Responder a esta pregunta supone que antes.se recuerden dos transformaciones caracteristicas del siglo xx: la promocién del cuerpo como legitimacién del ca- pitalismo fordista cho a la salud y al bienestar en el “Rstado providencia”) y su uso como argumento subversivo contra ese mismo capitalismo (liberacién del deseoy “revolu- cién sexual”). Cuznpos MECANTILIZADOS, REPRIMIDOS ¥ DISCIPLINADOS La temética del cuerpo como un conjunto de necesidades y fuerzas se vio renovada en el siglo xx por el andlisis freudia~ no, El freudomarxismo encontr6 allf la ocasién de denunciar de otra forma la opresién de los enerpos y de afirmar resuel- tamente el alcance subversivo de las necesidades y de las fuerzas corporales. Ya en Feuerbach ol cuerpo era considera- do como la sede de la relacién afectiva con el mundo y mu- chos andlisis de Marx dan testimonio de la presencia de esta Commodity Fetishism and the Traffic 51 Affairs, 2002, 22, 1, KK Sunder Rajan, "Genomic Capital: Public temética, que se renové a la luz de la idea de un cuerpo como foco erético." De ese modo, el capitalismo no aparecia ya sola- mente como el origen de una destruccién y de una mecaniza- cién de los cuerpos, sino también como una empresa de repre- sién de les pulsiones frente a la cual la liberacién del deseo yla revolucién sexual constitufan las consignas adecuadas.* Resulta sorprendente que el desarrollo del freudomarxis- mo ~de la critica de la represién capitalista-burguesa de la sexualidad por Reich ala critica del hombre unidimensional porMarcuse—haya acompafiadolareorientacién (fordista) del capitalismo hacia el consumo. Tal como Freud hacfa de la reduccién de la sexualidad al orden familiar el origen princi- pal delos trastornos de la subjetividad, asf el capitalismo del siglo xx se proponfa desimplantar los deseos para orientarlos hacia un consumo siempre acrecentadoy siempre renovado.” El freudomarxismo se manifestaba entonces como un instru- mento eficaz para desarrollar le critica inmanente de ese régimen de acumulacién, oponiendo a la mercantilizacién niveladora del cuerpo y de los deseos, la potencia subversiva de las pulsiones. Pero también podia sospecharse que la promocién del cuerpo como norma, via la exigencia de una satisfaccién de las pulsiones, constituyera uno de los compo- nentes de la legitimidad del nuevo orden capitalista. Desde una 6ptica foucaultiana, esel propio capitalismo el que, porla atencién que le otorga a la reproduccién de la fuerza de trabajo, hace del cuerpo una apuesta politica en el preciso ‘momento en que se vuelve biopolitico. Lejos de constituir una exigencia subversiva (como en Negri), en Foucault la biopo- Itica es esa tecnologia que evoluciona con el capitalismo hasta dar nacimiento a una “somatocracia”® un dispositive Ludwig Fouerbachs anthropologiseh "© Véanse loa textos de B. Andriou, Diopoities es corpor "Se podria decir que en la actualidad curgié lo que en real social dondela mereantilizacién del cuerpo (salud, bienestar, biotecnologia) constituye uno de los ejes principales de desa- rrollo econémico, mientras que la satisfaccién de las necesi- dades corporales por el Estadoy las empresas constituye una de las principales formas de legitimacién. ‘Apartirde a objecionesrealizadas por Foucault al freudo- marzismo,® el proyecto de una critica de la opresién de los ‘cuerpos se vuelve dudosa. Por una parte, se dice, combinando un nuevo dualismo cartesiano del alma y del cuerpo con una especie de rousseaunismo que se aferra a las supuestas vir- tudes del concepto de “represién”, esa critica subestimaria gravemente la profundidad de la incorporacién de lo social y, reciprocamente, la de la socializacién de los cuerpos y de la vida. Por otra parte, como no tendria en cuenta los efectos de Ja normalizacién de los cuerpos, esa critica descuidarfa las apuestas politicas de las practicas que aspiran a liberar el cuerpo delas identidades de géneroy de raza.” Sin duda, esas objeciones tuvieron el mérito de permitir historizar los discursos sobre el cuerpo al punto que las fronteras demasia- do simples se confunden. Pero no es cierto que los efectos de clarificacién histérica de la sospecha foucaultiana se extien- dan muy lejos ni que sean normativamente satisfactorios. En Jos textos mas tardios sobre la ética griega clésica, Foucault parece, sin duda, valorizar un dominio de reflexién, el de la “dietética”,® que se refiere precisamente al modo en que las necesidades, los impulsos y las debilidades del cuerpo debe- rian asumirse inteligentemente en el marco de una forma- cidn racional de sf. Seftal, quizd, de que la posibilidad de una articulacién ala dimensién materialista del propésitomarxis- tanose encuentra exchuida por los desarrollos te6ricos de ese tipo: manifiestamente, la exterioridad del cuerpoysuautono- 2008, cap. T mia siempre precaria en relacién con las reglas y restriccio- nes sociales sigue siendo un problema estimulante para un’ ‘pensamiento que no renuncia a adherir a motivaciones nor- mativas criticas y emancipadoras. Organizar el proyecto de una critica, normativamente en claro con ella misma, del cuerpo maltratado, reprimido, regimentado, deformado, mercantilizado, sobresolicitado e ideolégicamente sobreinvestido, constituye hoy un modo creible y fecundo de prolongar la propuesta de Marx, inspirén- dose tanto en lo que se desarrollaba en el andlisis del anclaje natural-corporal de la practica como en la concepeién de la explotaci isminucién del cuerpo. Distin- guiendo | | medio) y la “naturaleza interna” (que, mds alfé de la divisin de lo innato y lo adquirido, designaba las virtualidades detodo tipo presentes en el individuo), Marx en 1844 se basaba en un concepto am- plio de “naturaleza”. Es posible que hoy ese concepto amplio encuentre una resonancia nueva por el hecho de la presién queejerce la problemética ambiental: también enellasetrata de seres y de fuerzas que hay que comprender exploréndolas mejor, que hay que preservar en los limites de lo razonable yoperar en elespacio de lasrelaciones sociales yenlacultu Con seguridad la “naturaleza” del “defensor dela naturaler: la del tedrico de la ética o de la estética del cuerpo, y “cuerpo” del militante que lucha por condiciones de trab més decentes, menos hostiles a las necesidades corporales, no son una sola y misma cosa. Pero tampoco se hallan completamente separadas unas de las otras. Hay un aire de familia que reine las diferentes versiones de ese natural invocado en el seno de esos diferentes compromisos, aqui y all hay formas parecidas de politizar a esos seres y a esas, que la sociedad socializa y que, a la vez, le resultan parcialmente irreductibles. Sin duda, en la resistencia que algunas fuerzas histéricas oponen a las formas de la domina- cin de la alienacién y de la explotacién que se hallan més 0 ‘menos directamente vinculadas con el capitalismo, no son ss subterréneas que se despiertan, amenz- todo a su paso antes de dilatarse en una sociedad reconciliada. Bien sabemos que las Iuchas sociales y politicas abrevan muy a menudo en fuentes motivacionales que se vinculan con exigencias inmanentes a las relaciones sociales. También sabemos que lo que podemos analizar € invocar como “natural” resulta siempre de una eleccidn y de 25 recortes que han operadolasprécticashumanasenunaoferta, forzadamente rica de posibilidades ambiguas. No habré en- tonces un gran despertar de la naturaleza,una gran rebelién de los cuerpos contra la opresién que la sociedad (y eventual- mente lacultura)lesimpone. En cambio, noes absurdocreer que lasfuerzas criticas que existen puetian encontrar insatis- facciones, alienaciones y, positivamente, pulsiones inheren- tes a algunas virtualidades creadoras enraizadas en nuestra naturaleza corporal y, mas en general, en la naturaleza. 26 CONTRA LA DESENCARNACION TECNICA: «UN CUERPO HIBRIDO? ‘Beawaro Axprisu ‘La tinica prueba de nuestra existencia es nuestro cuerpo. David Cronenberg jHabria que despedirse del euerpo!! En muchos lugares hoy se expande una tesis teendfoba como consecuencia de lo que seria un desarrollo poshumanista de las ciencias y las técni- cas que conduciria a un abandono del cuerpo, que se volve- fa, segain la interpretacién de Sterlac, “obsoleto”. Ahora bien, para el artista la unidad de los dos modelos mecdnico y cibernético define un cuerpo bidnico. Para él, “mas que re- emplazar una parte del cuerpo que falta o que funciona mal, esas interfaces y esos dispositives aumentan o amplifican la forma y las funciones del cuerpo”? La tecnologia vinculada con la tereera mano consiste en agregar dedos mecanicos para contrabalancar las cualidades naturales del cuerpo sin sustituirlas. La tecnologia insertada en la escultura de esté- mago es un implante mas o menos aceptado por el organis- mo viviente. El exoesqueleto asegura la interaccién a las redes sobremultiplicando las capacidades naturales por fancionalidades biovirtuales. Stelare quiere avanzar tn paso més con una reconstruccién auricular como extensién per- manente. La “bi(o)suteria” transforma un pedazo de su pro- pio cuerpo (en este caso un cartflago de la caja tordcica) en una estética info-funcional (antena Internet): el cuerpo bio- légico se conecta orgénicamente con lo virtual, transformén- dose asf en biovirtual, a la vez que desaparece la oposicién viviente/bisuterfa? criminacién: “No podés hacer nada, no i i i , no podés cambiar la opi- nln de Ie gene (suspira), Preguntd ala gente qué pienea de bes peltins de los vendedores de autos usados y hasta de los levangelistas: preguntales qué i telovangelistes: preguntales qué piens, y tendrds diferen- 94 DE LA DIMENSION CRITICA DE CUERPOS EN ACCION EN EL ARTE CONTEMPORANEO ‘JBAN-Mage Laciaun vy Came LaHUERTA Bleuerpoes un cuerpo politico ‘Norman 0. Brown! En 1975, Jean-Marie Brohm publica una obra, Corps et politique, en la que se refuta vigorosamente toda “denega: 4... Uign de la dimensién politica del cuerpo”.” Para el.autor, el = / ~enstpo 85, en efecto, “una institucién politica definida por las —felaciones sociales de clase e insertada en el conjunto de las’ ~instituiciones politicas de una formacién social dada’? Dicho. _ de otro modo, J.-M. Brohm.opone la inelndible-realidad de ~una “corporeidad de clase” a una ilusoria “corporeidad homo- TgaHGa” Hee libro se dedica entonces a la deconstruccién mi- Ruciosa de los mecanismos coercitives (violencias concretas y simbdlices) a través de los cuales el orden politico estableci- do ejerce su implacable control sobre e] cuerpo, de esta ma- rnera oprimido y alienado, Sefialemos que si bien el autor de- muneia el poder represivo del sistema capitalista, subraya con Tazén que algunos textos provenientes de la tradiicin mar- ‘asta también desarrollan un teorfa reaccionaria del cuerpo mniza por ejemplo sobre el propésito de Lenin de Wegar a Ima sana en un cuerpo sano”). Evocando por otro lado Jas sociedades donde entonces reinaba el socialismo realmente eristente, J.-M, Brohm observa que el “estajanovismo estali- nista se tradujo histdricamente en la muerte burocrética del cuerpo"? Insoportable o indolora, la dominacién que s¢ ejer- 966), trad. R. Dadoun, Boe , Suda- Brown, Le Corps amour | 1968 (BI cuerpo del o Delar- Marie Brohm, Corps et politique, Paris, Jean mas universitaives, 2975, p. “bid, p. 61. sThid, pT. 95 que estructura las sociedades industriales ‘de-sighos; de imagenes, de especticulos de ‘todo tipo” es a ‘ce sobre el cuerpo (y que tiende a domesticarlal sigue vigente vrincipalmente el triunfo de un erotisme funcional que, apo- en Ia actuslidad. La proliferacién de leyes que exigen que ét~ princi en el reconocimiento formal del principio di a ~ruerfio se conforme a miiltiples prescripciones normativas lo or y en la aceptacién tirénica del principio de rentabili- prueba. El cuerpo cotidiano sigue proscripto. Por eso, el pro- _! , dad, obliga al erotismo # plegarse a las reglas del inter- yyeeto pollticy dé liberatién del cuerpo propuestoporJ-M.Brohm ° |" cambio generalizado. se trata, eseribe, de “hacer morir todo lo que impide alo vie | Tin el seno de las sociedades liberal-democréticas, la pro- viente vivir de y en su cuerpo” es siempre pertinente. | fecia situacionista sobre el triunfo del espectdculo parece ‘Después de haber denunciado, en Eros'y civilizacién,* la hhaberse realizado plenamente. El cuerpo, sefiala J.-M. < .. sobrerrepresién inatil (exigida por el reinado del principio ; Bohm, puesto en evidencia “a traves de un galeidostopig C... avanzadas (capitalistas o socialistas), en Bl hombre unidi- “paflir de ahora “en primer lugar el espectdculo del cuer ional? Herbert Marcuse analiza con agudezalosmeca- | ‘La presencia y la visibilidad exhibicionistas del cuerpo 5 sociales que fundan la organizacign del mundo ma- | cluida su intimidad) en el espacio publico son un fenéme- derno. El autor sefiala, por ejemplo, que si la problemética | tno hoy ineuestionable. Pero, bajo esa aparente liberacién de la Sexualidad parece menos reprimida y sublimada qiie | del cuerpo, a veces cinicamente sobrexpuesto, se imponen antes, esa aparente Hberacién enmascara de hecho.un em huevas alionaciones. Ese entusiasmo mercantil y medidtico > pobreciiniento muy concreto delavidaeexual?—~—=—«|_—_por el cuerpo forma parte de la construccién de ‘un nuevo -~“Cénvéptuializando el proses moriifero de la “desubli- Fnaginario del cuerpo", segin David Le Breton," y valori- macién represiva”, H. Marcuse pone en tela de juicio la feli- cidad adulterada que acompafia ineluctablemente la “ad- ministracién total” de la existencia humana. En La sociedad | za nuevas practicas corporales. El arte, porque se intere~ Za on el cuerpo, lo representa, lo pone en escena y en jue- | go, participa a su modo en la produccién de una imagineria o, Jean Baudrillard insiste por su lado sobre el | -_—_signifieante (de consenso o de disenso) del mismo. Foro. de con valor capitalistico que legitima el (re)formateado del cuerpo {jeomo se enfrentan el arte contemporaneo y, més Pre en vista de las exigencias de la jad de consumo. “En la i Giente, e] campo de la plastica a la cuestion,. + Banoplia del consumo, estibe- hay un iste 4slindi-ms_ | ~ineluctablemente compleja, del euerpo? Paul Ardenne, 6m recioso, mas resplandeciente que todos, (es el cuerpo" | ~iineage corps, insiste con justicia sobre la diversidad de _ftaerpo, florifeado yfetichizado (de ecko, mstramentalizado | _* Jas intenciones estéticas de las bisquedas artisticas que * y transformado en simple mereaderi lve entonces 7 anne inca gue ey esr ens seep tann cama aires de France, 1992, .6. (La 20 Nuova Vision, 20081 Ta politica rontrard en Le Corps analyseur caracterizan'’ el arte del cuerpo! en este periodo histéri- co, donde se suceden, a las ultimas certidumbres del siglo is dudas que oscurecen el alba incierta de este tercer mio. Cusaro, ants v pouinca BN Los aitos 1960 v 1970 “Mayo de 1968 mostré de manera flagrante, frente a las in- terpretaciones economicistas de la lucha de clases, que la revolucién socialista serfa también de la libido (aunque no s6lo de ella) y que seria una revolucién de cuerpo llevado por el deseo, y sobre todo del deseo de revolucién’,” sefiala J- M.Brohm. En efecto, en los afios 1960 y 1970, rebeldes y ut6picos, tanto en Occidente como en Oriente se afirman nuevas reivindicaciones, a menudo descuidadas por los par- tidos obreros. El anti jarismo de la contracultura pone en cnestién de manera radical la dominacién ejercida sobre el individuo y sobre su cuerpo por el Estado, los Partidos, 1a lia y los Patrones. Se trata, en contra del orden corpo- iominante, de denunciar la servidumbre y 1a alienacién s cuerpos, de militar pare conquistar una libre disponi- bilidad del propio cuerpo. Problemas hasta ese momento es- condidos aparecen postulados en voz alta en la escena politi- cae interpelan directamente los discursos y las posturas re~ volucionarias clésicas."* Si el Partido Comunista Francés no es en absoluto receptivo a tales luchas, ciertos movimientos de izquierda abordan abiertamente la cuestién. Los activis- (Viva la Revolucién) publican, en Tout] muchos articulos que sostienen las tesis y las consig- nas del Movimiento de Liberacién Femenina (MLF) y del Frente Homosexual de Accién Revolucionaria (FHAR). La liberaci6n de las costumbres y la revoluciGn sexual se con- vierten de esa manera en apuestas sociopoliticas de primer orden” y explican sobre todo el interés que manifiesta generacién del “gran rechazo” (H.Marcuse) por los escritos Ge un autor olvidado, Wilhelm Reich. Este ultimo, desde La funcién del orgasmo (1927) a La lucha sexual de los jo nes (1923),” critica la hipoeresia de la moral burguesa y fustiga sucardcter represivo, fuente de una absoluta miseria sexmal. W. Reich afirma en efecto que la sexualidad representa la esencia misma de la vida. Denunciando su retroceso, desa- frolla, en La Revolucién sexual (1945),?° una moral revolu- Gionaria orgésmica, basada en “Ia libre satisfaccién del pla- cual”, a. eta] cuerpo en accién se impone rotundamente en la escena ailisizea He 168 afios 1950 (con los happenings) y, sobre esto, _—arte Tango te tos dos decenios siguientes." En estrectia co- “Frespondencia con Tos movimientos contestatarios que se desarrollan entonces® y que anuncian el tiempo por venir de ‘una auténtica liberacién,*¥el cuerpo activado, productor de “es- dex jeunes, Trad. J-M. Brobm, weual de los javencs, achand, “Body Art", en Bernard An Cee mh 1s et sociales, Paris, Edi fase Herbert Mareuse, Vers la libérati Paris, Buitions de Minuit, 1969 [Un ensayo sobre ‘Toagitin Mortiz, 1968).

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