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yard are be comiaws Ki Ke 2. “Raza”, “blanquedad”, “negritud”: nociones problem4ticas Ugnorer la raza y tratar a un individuo comb e un individuo es el arroyo de la justicia y el rio de la esperanza. Leigh Van Valen La sangre es un mar inmenso gue bata todas las plavas. Sobre sangre van los hombres, navegando en sus barcazas; lesa, yue rerun, gue reman inunca de remar descansan! Al negro de negro piel Ja eangre el cuerpo le bata; Ja misma sangre, corriendo, Rierve bajo carne blanca. sQuién viola carne amaciile, cuando las venas estallan, sangrar sino con la roje: sangre con que todos sangran? Nicolds Guillén Lejos de armar su conciencia de clase contra las violencias del capitatismo, la negritud disuelve a sus negros y negroafricanos en un esenciatismo perfectamente inofensivo para el sistema que despoje a hombres y mujeres de su identidad. Actualmente los “negrologos” de la negritud la presentan bajo la forma de una concepcién del mundo exclusiva de los negros, dentro de sociedades americanas 0 africanas, independientemente de la posicién que éstos ocupen en la produccion, la propiedad y la distribucién de bienes materiales y espirituales. (...) En la caze etnocentrista de africanismos, antropslogos ¥ etndlogos han mantenido la herencia europea fuera del alcance de sus inventarios (...). No existe una etnologta de las “capas blancas’” de nuestras poblaciones. René Depestre El pre > capitulo parece tratar un tema espect- ficamente t crico, ytal vez en alguna medida lo sea; tal vez - se trat: abstraccién si lo comparamos con el andlisis de las diversas manifestaciones culturales objetivas sobre las que se abocaré el libro en general. Ademés el corpus bi- bliografico a partir del cual ‘est4 elaborada esta seccién es eminentemente tedrico. Sin embargo, simultaneamente, se trata de una urgencia requerida por la mayor. practicidad, por la mayor inmediatez operativa: {Cémo seguir hablando | de “negros”, “blancos”, “raza”, “cultura”, no “sin ponernos de acuerdo” sino, al menos, sin desglosar las presuposiciones discursivas implicitas que no dejan de producir significados no deseados? Insisto, se trata de algo practico.y si bien el { apoyo bibliogtéfico es tedrico mucho de lo que intenta ser aporte especffico-del presents estudio proviene del campo més inmediato de la experiencia vital, dirfase incluso perso- nal.! Como veremos las nociones de “blanquedad”, “negritud” y “raza” serdén cuestionadas como elementos de un mismo sis- tema ideoldgico y, hasta cierto punto, como sinénimos, 0 al menos como lexemas cuyas presuposicionalidades discursivas se superponen produciondo un ambito de equivalencia se- mAntica. Los enfoques que veremos a continuacién se expla- yan sobre tres problemas o concepciones basicas, aunque obviamente podrian formularse otros. Los menciono en or- den sucesivo para aportar claridad aunque en el desarrollo del capitulo aparecer4n en menor o mayor medida exposi- tivamente interconectados y en vinculacién con los autores 0 los hechos que organizan la linea argumentativa. El pri- mero es el del valor gnoseolégico de estas nociones cuyo co- min denominador seré el de “mentira” o “ficcién”, el segun- do sera el interjuego entre estas nociones y la de “identidad” que apareceré mayormente caracterizado como “antiesen- cialismo”, y el tercero ser el de la violencia inherente a las clasificdciones “raciales” como verdades absolutas o trans- histéricas que, sencillamente, no tiene nombre. El “lenguaje es un arma cargada” tanto desde el punto de vista de su peligrosa.eficacia instrumental como desde la 40 wilt ‘perspectiva'de la imposible neutralidad de su uso. En nues- tro permanente “hacer cosas con palabras” no hay lexema que no connote algiin nivel de parcialidad, que no demarque un lugar de emisién social presuponiendo y reafirmande un sistema de juicios y evaluaciones.* El mismo lenguaje “stan- dard” no es m4s que un Sociolecto reafirmador de ciertas je- rarquias prestablecidas; irénicamente, en él espatiol riopla- tense todavia a veces nos remitimos a la autoridad del Dic- cionario de la “Real Academia Espafola”, academia denomi- nada ast no por su relacién con la “realidad” sino con la “rea- jeza” (monarquia de origen divino), institucién abolida, para la comunidad lingtfstica argentina, a comicnzos del siglo xix. * > La fuerza del lenguaje es tal que: Bl control activo a través del lenguaje ha legado a ser en nuestro tiem- po la mas devastadora forma de control, en tanto que opera en el origen. El lenguaje es el arma extendida, desarrollada a lo largo de milenios de evoluciéa, mediante la cual nuestra especie ha manejado la naturaleza y ha construido sociedades cooperativas. Es tan material como instramen- tal, un mundo sustitute en el que todo puede ser ajustado a través de planes verbales y entonces transferido a Ia realidad. Ahora los planes de- ben incluir esa parte de la realidad que es el lenguaje en si mismo... (Bolinger, 187-188) Portadoras de una tradicién las palabras nunca son ino- centes: “nobles”, “villanos”, “blancos”, “negros”, “amo”, “escla- vo", “hegeménico”, “subalterno”, “mal6n”, “propiedad”, “raza”; todo lexema lleva una carga previa variable segtin los con- textos y predeterminada, delineada y delineandose, en el transcurso de una historia. La expansién del uso de deter- minados sintagmas, su aceptacién, su rechazo, se hallan en- tretejidos en una red generada a partir de motivaciones multiples. Si aceptamos la propuesta de Benjamin de su“Te- sis sobre filosofia de la historia”, dicha red se configura en funcién de los intereses de las clases dominantes; su negati- vo, el reverso de esa trama, constituirfa el lenguaje ideal para contar Ja historia que no pude realizarse, aquella que jamés ha podido tener lugar: seria el lenguaje imposible de la utopia. En ese “Cédigo” palabras tales como “esclavo” o 41 ( “subalterno” serfan ineceptables en tanto naturalizan la victimizeciéa del Otro; “esclavizado”, “subalternizado” darian cuenta de un proceso no natural y presupondrian al victi- mizado conjuntamente con el complement agente (“por” X). “amo” se traduciria probablemente como “explotedor” y el “Descubrimiento de América” definitivamente seria, como ha sefialado Enrique Dussel, el “Encubrimiento de América”. ‘Sin remontar un vuelo imaginativo de estas caracterfsti- cas sino baséndose en estudios de campo rigurosamente rea- Hizados, Teun Van Dijk en su clésico Communicating Racism. Ethnic Prejudice in Thought and Taik (4987) expone minu- ciosamenta lo qne nadria denominarse como reproduccién de jas condiciones de produccién del racisme mediante enun- ciados verbales no voluntariamente intencionados (o cons- cientes), omitidos en los espacins anniales donde justamente no se hubiera esperado encontrar esta “comunicacién” (re- transmisién) del racismo. Considerande el trabajo de Van Dijk podria proponerse que le percepcion dei problema en el hebla cotidiana extra-acedémica es nula. Cabe agregarse que esta retransmisién, aparentemente inmancjable, se acopla e un modo eoherente con el creciente panorame de violen- cia racista sobre ia totelidad del planeta. Dentro del discur- so académico actual pueden sefielarse tres orientaciones basicas en funcién de esta probiemética.* Le primera pro- viene de disciplinas m4s bien “duras” o “cientificas” como le antropologia biolégica y la genética que, en general, desde una posicién neopositivista acumulan pruebas que deniegan tods validez al racismo positivists post-derwiniano. La se- gunda linea en: los estudios histéricos tiende a operar con las *razas” como si se tratara de realidades transhistéricas 0, al menos, 2 no hacer lecturas que problematicen el repertoric de conceptos raciologicos. Evidentemente, de ninguna ma- ners intento proponer un fundamento racista de indole per- aonel o d por parte de los practicantes de este altima linea discursiva, sino expon de cosas al que me enfrenté revisando la bibliografia actua- Tizeda. ‘Todavia dentro de la primera linea discursiva “cientific: se hace lamentablemente necesario mencionar un texto que con todo su abuso pseudocientifico de estadisticas, y dentro de un enfoque pretendida y pretenciosamente sociolégico ha ocupado un espacio mas que Ilamativo en el debate de estas cuestiones en U.S.A. a finales del siglo XX. Me refiero a The Bell Curve. Intelligence and Class Structure in the American ‘Zife (1994) de Richard Herrnstein y Charles Murray. Este Vibro de més de ochocientas paginas intenta demostrar que las desigualdades sociales se originan en Is desigualdad de Jos “coeficientes intelectuales” de los individuos (escalas asu- mides como incuestionables y arquet{picos modelos platén: cos). De esta forma cl orden prostablecido, mediante una argumentacién neoliberal derechista, se halla basado en ia mas estricta justicia; es m4s, propone una revisién de las deformaciones producidas por la “accién afirmativa”, plan- teada més bien como una forma injusta de discriminacién, perjudicial para el sistema. De este modo las diferencias socioeconémicas son convertidas en una supuestamente ra- zonable estructuracién eocial en “clases cognitivas” lo que no hace més que encubrir el més desaforado racismo de ba- samento genético-hereditario: La diferencia en los puntajes de los tests de inteligencia entre los afroamericanos y los euroamericanos tal como esté medida en docenas de feputables eatudios ha convergido en una desviacin aproximadamente Gstdndar por varias décadas, Traducido a porcentajes esto significe que 12 persone blanca promedio cslifice més alto que alrededor del 84% de beblacion negra y que la persona negra promedio califica m4s alto que iredor del 16% de la poblacién blanca. Bl negré y el blanco promedic Gifieren en coeficiente intelectual en todos los miveles de estatus socioccondmico. Intentes de ezplicar Is diferencia en términos de 1a par- cialidad de los tests han fallado. Los tests tienen aproximadamente un fuerea predictiva igual para blancos y negros. (Herrnstein-Murray, 269, 1984) No me detendré en una erftics del pérrafo citado; a pesar de su obviedad ofrece puntos de discusién que acarrearian 4 varias paginas. Criticas completas y detalladas pueden en- contrarse en los voliimenes colectivos Measured Lies (Nué- va York, St. Martin’s Press, 1996) y Znequality by Design © (Princeton, Princeton University Press, 1996). Hasta cierto punto me parecié necesario hacer una breve pero precisa mencién de corrientes de opinién que si bien no tienen un peso mayoritario en el ambiente académico, son “admisibles” y cuentan con representantes intelectuales y cierta circula- cién social. Con-ejemplos como el citado, creo que resultan menos asombrosas las “limpiezas étnicas” y otras atrocida- des de fines del siglo XX. Por otra parte, si me ahorrara la menci6n de tales concepciones por considerarlas desprecia- bles mi estudio estaria dando como universalmente aproba- da una visién antirracista del concepto de “raza” que toda- via, a pesar del deserédito general de las raciologias en los Ambitos ‘académicos, se sigue discutiendo y esta presente como clasificacién humana basica aun en los individuos me- jor intencionados. En el mencionado trabajo de Teun Van Dijk queda demostrado de un modo bastante convincente que to- dos (somos) “tenemos un amigo/a” involutaria e “inocente- mente” racista en mayor o menor medida-). En Argentina la considerable auseneia-de poblacién “negra” como grupo de marcada referencia social retrotrae en el tiempo este tipo de teorizaciones hasta los trabajos dé José Ingenieros (que revisaremos més adelante en este capitulo). Dentro de lo que caractericé como una segunda linea discursiva, es decir la de los “estudios culturales” no histéri- cos, en ese verdadero punto de referencia que es “Race”, Writing end Difference, volumen colectivo editado por Henry Louis Gates, Jr. en-1985, se insiste y se debate acerca de la necesidad de entrecomillar (como se realiza ya desde el. mis- mo titulo del libro) la palabra “raza”. En su intervencién “Talkin’ That Talk” H. L.Gates nos sefiala la peligrosidad y el caracter fuertemente politico del problema: 3 Nuestra decisién de entrecomillar “raza” fue disefiada para amar la ateneién sobre el hecho de que las “razas", para decirlo simplemente, no | existen, y declarar que existen mediante cualquier confusa razén es esta- blecerse en terreno peligraso. Fromm comprende todo esto demasiado bien, 44 sediment an Palioe que la creencia en esencias raciales dictan lineas de conducta poli {has y sociales. quizds yo hubiera encontrado el ensaye'de Fromm som- isuso y nuestro gesto meramente otro signo de la tendencie de la acade- tua a erear distinciones que el sentido comin por si miemo demuestra innecesarias. (403) nudo de la cuestién esque, a pesar de nuestras categorizaciones y clasificaciones de la especie humana, to- talmente vigentes no slo en las experiencias de la vida sociocultural mas ingenua sino también en parte del discur- so académico, las “razas”, desde un punto de vista biolégico y transhistérico, carecen totalmente de entidad. ¥ no se tra- ta de la opinion polilizada de un grupo de sofiadores que anhelan un mundo mejor y mas justo sino de la evidencia imparcial arrojada por las tltimas décadas de investigacién cientifica. E : En el prologo al volumen Racismio, ciencia y pseudo-cten- cia publicado por la Unesco en 1983 el premio Nobel de me- dicina Frangois Jacob propone: La aplicacién del claro concept de género humano es inconfundibl Ja humanidad consiste de una Gnica especie. El concepto de raza, sin em- barge, puede significar virtualmente cualquier cosa: depende del autor Guevune lea puede haber cuatro razas humanas © quince, o veintivelio @ “Suse cuarenta y tres. Cada vez més los biélogos estan reemplazando la fsa de raza por el concepto de poblacién, Cuando una serie total de ca- facteristicas biolégieas es considerada, se hace evidente que dos poblaciv- ches que pertenecen a la misma “raza”, dos poblaciones blancas, por ejem~ plo, pueden de hecho diferir més que dos poblaciones que pertenecen a Creo que este tiltimé argumento es de una contundencia definitiva para cualquier intento de narrativizacién racista del conjunto de experiencias que denominamos realidad so- cial; y que deja bien en claro hasta qué punto la nocién de “raza” puede ser considerada ante todo y como primer medi- da una ficcién. Una ficcién utilitaria a ciertas formas opre- sivas de organizacién social y también, para ver el problema eu parte de su extremada complejidad, utilitaria incluso a ciertas formas de resistencia frente a los mecanismos de 45 a gica y que justamente oculta la jacién verdadera entre el lenguaje y su refereate. Como ramente lo puntualize H. L. Gates, Jr. r cl B Le raza, como un criterio significative dentro de las ciencias biolégi- cas hs sido, desde hace muchs tiempo, reconocida como una ficcién. Cuan do hablames de “raza blanca” o de “raze negra", de “raza jud{e” o “raza eris", heblamos en términos biolégicos erréneos y, mucho més generelizedamente, en metaforas. (1985, 4) Probablemente, dentro de le ya mencioneda linea de los “estudios culturales”, uno de los textos que mejor y mAs cla- ramente difunde los argumentos desmistificadores de la no- ciéa de raza (pertencientes 21 cempo de los discursos “es- trictamente cientificos”) es el trabajo de Anthony Appiah “The Uncompleted Argument: Du Bois and the illusion of Race”. Sin extenderme en el desarrollo.de los argumentos cito algunas de sus lineas, tanto por la escasa repercusién 2 que poseen en el desarrollo de mi argumentacion:* pars dos personas que 2: ambas caucdsicas, les posibilidades de la constitucién genética en un sitio de un determinado osoma son corrientements estimadas en alrededor de un 14,2 por cien- era otras dos personas tomades al azar de ilidades se estiman en alrededor de un parte més familiar del consense es quellss diferencias que mas intercambios con los otros) no estan, ingia grado de significatividad. (22) jemente le raza de una persons es diff- cules serdn sus caracteristicas biolégicas, exceptuando lo relati- 5 mas “grussas” sarticularidades de color, pelo, y contextura daea, Dejando de lado una discusion acerca de las pecularida- des de las diferentes culturas que conviven en el planeta, que siguiendo el orden de los razonamientos hasta aquf ex- puestos, evidentemente en nada se vinculan a lo “genético- racial” sino ¢ lo especfficamente ambiental y comunicacional, esta reinterpretacién de la nocién de “raza” como ficcién 0 més especificamente como mentira articulada en funcién de determinados intereses econ6mico-simbélicos, nos puede lle- var a propuestas tan profundas e interesantes como las ma- nifestadas por Charles W. Mills en su shockeante The Racial Contract (1997). Alli Mills sistematiza esta ficcién o mentira racista como el establecimiento de una “epistemologia de ignorancia”: x De este modo, en efecto, en cuestiones relacionadas a raza, el Contrato Racial prescribe para sue signatarios una epistemologia invertida, une epistemologia de ignorancia, un patron particular de disfunciones cognitivas localizadas y globales (que son psicolégica y socialmente fun cioneles) produciendo el irénico resultado de que los blancos en genezal serdn incapaces de entender e] mundo que ellos mismos han hecho. Parte Ge lo cual significe ser construide como “blanco”... (18) Como la cits Jo indica claramente la plena y exitose con- secucién de la “blanquedad” implica la participacién por parte del sujeto “blanco” en una epistemologia de ignorancia cu- yas consecuencias ms brutales no estardn relacionadas con al Ambito do lo cognitive en sf mismo, (digamos, con atorgar una realidad transhist6rica, “natural” y relevante a ciertos rasgos fisicos) sino con la érbita de las acciones més injus- tas e inaceptables de determinados grupos de seres huma- nos sobre otros. En este sentido pocas veces he visto algo tan aterrador como la foto de tapa de ia edicién del 24 de junio de 1997 del semanario neoyorkino The Village Voice en ella dos soldados belgas, eascos azules de las Naciones Unidas pare der mayor precision, estén quemando vivo = un nifio somali de no més de diez afios de edad en lo que resulta ser una velada de entretenimiento nocturno; ahorro mayo- res detalles.’ Pensando en la “epistemologia de ignorancia”, por supuesto que esla clase de iafucmacién no alcanza de ninguna manera el espacio que deberfa obtener en las gran. 47 des cadenas inforinativas ni.en nuestra construceién de lo que significa la ‘cotidianeidad humana en nuestro planeta. Pero la mentira no recae solamente sobre el significado ima- ginario de “raza”: hay toda una historia, una cosmovision y un permanente estado de las cosas cuya percepcién resulta deformada por ceta epistemologia invertida. Para sefialarun detalle que resulta relevante en nuestras “més altas tradi- ciones culturales” y particularmente hiriente para quienes tenemos formacién “humanistica” citaré otras reveladoras Iimeas del libro The Racial Contract* Kant, uuaplinsieate considerade como el teérico moral més impor- tants del periode moderne, en ua sentido ol padre de Is teoria moral mo- canes ool través del trabajo de John Rawls y Jurgen Habermas) tambié= derma, (a tits central pare la filosofia politica moderna, es también el Freie eats sto moderne de raza. Sa ensayo de 177%, ‘Las diferontee rare oe ooo P St yamahr, es una clasica exposicién prohereditaris, ae ee eerere te via innetabilidad y permencacia de la raza" El antiamblentalistt [a personalidad ex tambien el teérico de la sub- meee ilad.. (3 Tal como Eze puntwaliza, Kant enseaé antropologia v reeset ietcica durante cuatente alos y 3u trabajo flos6fico realmente geogralis (cic ido en conjuaciéa con esas lecciones para entender cudn ene ee eevee jan concepsiones sobre el cardcter moral. (70) (..) De Paclallsads? Scetaton y teoriéa una jerarquia codificada racialmente de poche Mean ison afticanos y amerindios, diferenciads por su nivel de deere ae ee cos: Ige inmatamente perezosos africanos pueden al menos saree cados camo cirvientes yesclavos mediante jnstruccién con una ca oF eae Cane da algunos utiles consejos acerca de cémo golpes: de bambs Guiontemente);y los miserables nativos amerindios estan tan ae ott ee cperanza que no pueden ser educados en lo més minimo. afvers de Ue uup dicionde que Rant hublera endosado el genosidio, Pero Coo ee atte dor y molest para el occideate blanco que indudable- coon eae eesgultamtento es que s0 mao iraportante teérico moral de Rrente oxplice ou (sits alos es tambien el fundador en el perfodo moder vee eaeserhivinidn entre Herrenvolk y Untermenschen, personas y ne ee ai ie ka gue inde tarde la teoris nazi serfa oxtraida. Le teoria aeons ae ya toorfa racial moderna tienen el miamo padre. (72) Sin Negar a un resultado tan inmediatamente deprimen- te el ensayo de Immanuel Wallerstein “Las tensiones ideol6- gicas del capitalismo: universalismo versus racismo y ma- thismo” (En Race, Nation, Class. Ambiguous Identities, libro coelaborado con Balibar) Mega a un resultado igualmente paradéjico que probablemente no deje de estar vinculado con 48 ¢ aes ene jaaaseaeinparaaNntneianiy oe wah el de Mills: a pésar de parecer idedlogias contradictorias, lejos de ser enemigas, universalismo por un lado y machismo y racismo por el otro, se complementan y necesitan mutua- menté en el sistema capitalista mundial. Es decir que para maximizar la infinita acumulaci6n de capital resulta nece- sario racializar la fuerza de trabajo en funcion de reducir al limite su costo e ignorar el valor del trabajo doméstico (no considerarlo como un trabajo) mayormente realizado por mujeres y necesario para mantener el ‘funcionamiento del sistema. 7 a 2 Pas £ ‘En medio de tanta opacidad y distorsién no es raro tener que recurrir a teorfas y estudios de ciencias “duras” y espe- cificas a la hora de intentar validar una mirada antirracista “irrefutable”. Lo mas vergonzante es que se trata de fené- jnenos on loe que una mera experiencia hnmana, sincera ¥ abierta, invalida las categorizaciones jerarquizantes y las generalizaciones. Es sorprendente leer cémo sin teorias de soporte (mas que el racismo pseudocientifico de la época) José Marti desmorona totalmente el racismo antinegro en algunos de,sus textos. Véase como ejemplo el siguiente frag- mento extractado del articulo “Mi Raza” publicado en el p riédico Patria, on, Nueva York, 61.16 de abril de 1893 (con mds de un siglo de anticipacién a las inversamente sorpren- dentes aseveraciones de Herrnstein y. Murray) Bsa de racista esté siendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningiin derecho especial porque pertenezca a Una raza u otra: digase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni euperior a ningdin otro hombre: peca por re- Gundante el blanco que dice: “mi raza”; peca por redundante el negro que ice: “mi raza’. Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, faparta o acorrala, es un pecado contra Ia humanidad. (José Marti, 486) Resulta fascinante la claridad con que para ese momento Mart{ enuncia la comunidad de la humanidad en una sola especie o “raza”. Partiendo del texto en si mismo es absolu- tamente indeterminable la pigmentacién de la piel del emi- sor; se trata de un caso insdlito de inteligencia, valor y new tralidad desalienante. 49 | Podrian citarse algunos escritos antirracistes de Rubén Dario,’ pero su posture e! respecto ha sido contradictoria y oscilante: su poema “Le negra Dominga” de 1892, el tinico poema de tema negro que se le conoce, sin Hegar a ser insul- tante disefia una figure totalmente estereotipada y mucho més acorde a los desecs del “hombre blanco” que al referen- te social.* Por otra parte a diferencia de Martf que al decir “mi raza” esta proponiendo una total desestimacién del con- cepto mismo de “raza” (es decir yo soy blanco o negro lo mis- mo da, no es allf donde residen les diferencias entre los se- res humanos), Dario cuendo quiere reivindicar “el talento de los negros” e incluso su igualdad, Io hace desde un sujeto de enunciacién “blanco”, “normal”, hegeménico, que osté in formando u opinando sobre una otredad minoritaria que se mantiene como tal, que necesite ser defendida y definida desde su afucre, istos desde el hoy y desde una experiencia personal, re- flexive y honesta los argumentos racistas se caen por sf so- los, por lo melintencionades y carentes de densidad. En pri- mer término, en el interjuego de las identidades, si es que aceptamos escalas evaluatorias (que hay que ver desde dén- de se imponen y si podemos coincidir aunque sea parcial- mente con ou légica) resulta, de todos modes, inaceptable esperar que las “virtudes” y los “defectos” que no se vinculan ente con las caracteristicas fisicas sean determi- ie origen hereditario. No hablemos ya de la infi. de posibilidades que involucre un recuento de ( Ja arboleda humana?;Cudntas serfan estas razas “pures” y segtin qué criterio/s lo serfan? Mas alid de la permanente mezcls y edaptacién ambiental que ha presupuesto la ec- tual configuracién humane, el numero de variantes a tenor en consideracién resultaria tan amplio que la categorizacién perderfa todo sentido y poder descriptivo. Una jerarquizacion del género humano por el tamafio de los pies 0 la talla de la ropa tendria al menos la ventaja de ser ms objetiva y clara- mente mensurable. Dejando ironias de lado, los estudios més actualizedos coinciden en proponer (por supuesto que esto esté en debate) un nico origen comin para el “Homo Sapiens”, frente al cual las posteriores diferenciaciones co- rresponderfan a lepsos comparativamente mucho monorcs. Lo que practicamente esté fuera de discusion es que ese lu- gar de origen, o al menos el lugar de hallazgo de vestigios més romotos temporalmente, es, justamente, el Africa. Como dice Christopher Stringer, uno de los principales protago- nistas de los debates actuales, “Todos nosotros somos africa- nos bajo la piel” (Pat Shipman, 267) A juzger por la continuada reproduccién (sino acentua- cién) de los prejuicios racistas y de los actos de violencia repugnantes en los que éstos juegan un papel inspirador, pteds proponeree que la insistencia en el tipo de argumen- tos que he venido citando y desarrollando responde a una agenda polftica coherente si es que queremos que las situa- ciones de injusticia y abuso tiendan a disminuir. Sin embar- go una postulacién absolutizada de este universalismo anti- esencialista (por més ajustada a le realidad que esté a un vel transhistérico y desde una perpectiva “post-occiden- talista” o al menos no eurocentrista) entrafia ciertos pel gros. ¥ éstos son justamente el olvide u ocultacién de las ferencias violentamente instauradas y naturelicadas d rante el perfode histérico que comienza a tomar forma a par- tir del “otozio de la Edad Media” europea. Pareciera que des- de el hoy, y sin haberse realizado ningwin tipo de indemniza- cién econémica ni ninguna seria reparacién simbélica, pu- éramos entrar, gracias « los aportes de la ciencia, on un mundo por fin, ahora sf, pautado universal e “indiferen- 51 ciadamente” por los derechos del hombre y del ciudadano en ‘el qué los beneficios de la modernidad nos tocan a todos por igual. Evidentemente semejante olvido y éonfusién resultan totalmente’ inaceptables, es preferible la reivindicacién no ya de las tradiciones culturales de los oprimidos sino inclu- so el festejo de las particularidades grupales dentro de le més explicita linea esencialista. : La invencién de las “Razas” es y ha sido (0 al menos ha dado lugar a) desde hace algo més de cinco siglos, la mani- festacién mds.voluminosa y repugnante de la violencia hu- mana. ¥ la violencia genera violencia: por mAs pacifista que ge sea no puade equipararse la accién agresiva con la reac- cién defensiva. Mirando hoy, ya en el tercer milenio, las es- tadisticas de la poblacién carcelaria estadounidense, Jos con- denados (absolutamente inocentes) en funcién del color de su piel y lds abusos policiales; por momentos pareciera que las posiciones mas extremas de Malcom X fuesen las acerta- das, Es teniendo en cuenta este penoso marco de situaciones que, sin embargo, elegi para hablar de esta tematica dos epi- grafes que proponen la postura favorable al mestizaje inte- gracionista de la Revolucién Cubana; por un lado el hermo- 50 poema de Guillén que, al menos al nivel de sus enuncia- dos, no resulta discutible y la critica de René Depestre al concepto multienglobante y panafricanista de la “Negritud”. Con esto no estoy proponiendo una desvalorizacién de los ‘estudios africanistas’o de las especificidades culturales, en Yas cuales seguramente tenemos respuestas para el desestimulante avance de la globalizacién (0 privatizacion del plancta), sino intentando ver la cuestién del mestizaje desde una perspectiva no “blancocéntrica”, al menos en teo- ria. En primer término habr4 que recurrir a las metaforas establecidas, a esa especie de fauvismo que asimila “simpli- ficadoramente” y, en rigor, bastante caprichosamente, en muchos casos, ciertos colores como salen del pomo de pintu- ra con los colores bastante sutiles e indefinibles de la infini- ta gama do tonalidades y combinaciones que configuran los colores de las pieles humanas. Piénsese en la maravillosa metéfora de Federico Garcia Lorca “verde que te quiero ver- 52 soi ni cn coi aes anit atin emce a6” para hablar de la piel de 168 gitanos. Bl tema del mesti- zaje puede ser pensado como el tema del eje aclaramiento- oscurecimiento. Dentro de la cosmovisién racista de la “su- premacfa blanca” se tiende a pensar al mestizaje como un proceso de aclaramiento, como un proceso que permite “ele- varse” socialmente a quienes lo atraviesan y que a lo largo de varias generaciones permitiré acceder a la “blanquedad”. Esto mismo puede interpretarse del modo inverso y sin caer en un racismo contrarracista. El mestizaje como su polo in- verso, como un proceso de coloracién u oscurecimiento que agrega, aunque més no sea metaféricamente, en vez de qui- tar. Sin embargo se hace forzoso reconocer que és muy dificil no incorporarse a una tendencia pannegrista 0 panafricanista (ignorando la inmensa variedad de matices diferenciadores que ésas agrupaciories incorporan) si advertimos lo bien estructurada, encastrada e histéricamente inamovible que resulta la ficcién inversa de la “panblanquedad” en Jo que comunmente denominamos “supremacia blanca” (“white supremacy”).® ‘Por otra parte es nécesario especificar que el interjuego de construccién dé identidades no se produce por meras sim- patias telepdticas en una atmésfera transparente e inocua sino que se ve sacudido por multiples estrategias de poder dentro de un campo de enfrentados discursos de representa cion, Citando a Stuart Hall: “no “quiénes somos” o “de dénde venimés" tanto como quiénes podriamos llegar a ser, cémo hemos sido representados y qué implica esto y como podrfamos representarnos a nosotros mismos. Las identidades estan por fo tanto constituidas dentro, no afuera de la representacién. (1996, 40) Ademés, estas representaciones no se configuran a partir de una mismidad, de una equivalencia (,qué sentido tendria plantearla en principio, o frente a quién se plantearia?) sino que todo lo contrario se constituyen a partir de diferencias: Sobre todo y directamente al contrario de la manera en que son cons- tantemente iavocadae, las identidades estén construidas mediante, no sin, diferencia. Esto implica el reconocimiento radicalmente perturbador de que es solamente a través de la relacién con el Otro, la relacién con lo que 53 ( ite, con lo que ha sido denominads su afuera constitutive que el significado “positive” de cualquier término (y de este modo su “identidad") puede ser construide (...) A través de sus, periplos las identidades pueden funcionar como puntos de identificacién y compromise slo « causa de su cepacidad para excluir, dejar afuers, miner abyeccién. (Stuart Hall, 1995, 4-5) no es, com precisamente lo que fi En el caso del proceso identificador racista se trata de hacer del “otro” algo no humano, negarle su humanidad, cons- truirlo como negacién. ¥ si bien es evidente que ia “blan- quedad” se autoconsidera lo humeno y designa « le “negritud” como ic subhumano,” sin embargo esta estructuracién no Gepende exclusivamente del color de le piel, como bien lo demuestra el antiguo antisemitismo europeo y el Holocaus- to en el que “judios” (y también “gitanos”, “homosexuales”, “comunistas") pasan a ocupar el lugar modernamente asig- nado a lo “nogritud” micntras los “arioe” permanecen en la “blanquedad”. Justamente una de las preocupaciones de Hitler en Mein Kampf es establecer una diferencia culturel neluso meramente religiosa como “racial’ Sobre la primera y mde grande de las mentiras, la de que los judios no son una raza sino une religién, més y mds mentiras se basan en necesaria consecuencia. Entre elles eatd le mentira respecto al lenguaje del judia, Para él no es un medio para le expresién de sus pencamiontos, sino un medio pare ocultarlos. Cuando habla en francés plensa en judfo y cuando feelize versos ox sieman solo expresa le naturaleza de su necionelidad. Hitler, 20 puede decirse de la relacién entre los Hutue 8” frente a los “ennegrecidos” Tutsis durante ientos de miles de estes ultimos en Rwande én social tradicio- See ete ere ropeos. El gen los términos raciales Bene eee ee eee nizacién colonial de esta comunidad. Cito del libro Rwanda and Genoctde escrito por Alain Destexhe, secretario general de Médicos sin Fronteras en el momento de las matanzas 28 zl Entonces fue de este modo que los colonizadores alomanes y més tard Jos belgas desarrollaron un sistema de categorfas par las diferentes “tri- bus” que estaba enormemente en funcién de impresionss estéticas, Los individuos eran categorizados como Hutus o Tutsis en concordancia con su grade de bollaze, su orgullo, inteligencia y organizacién politics. Los colonizaderes establecieron una distincidn entre aquellos que no corres pondian con » - Creo que “ese pais” tiende a ser objetivado como el espa- cio racista de la opresién oligérquica y no como las respues- tas creativas, valientes y valiosas de los subalternizados, que por otra parte no fueron’solamente afroargentinos." Por su parte el “nosotros mismos” final demarca como lugar de enun- ciacién colectivo a los descendientes de africanos en la dids- pora. Considero que los argentinos en general también pue- den obtener un mejor entendimiénto del pais y de si mismos a través del estudio del heterogéneo legado cultural de los afroargentinos. En este sentido se trata de articular las dos visiones, entre las cuales hay complementaridad, no contra- diccién: en definitiva, ambas son necesarias para entender al ser humano en general. mas allé de las diferenciaciones que el alicnante capitalismo tardio continua imponiéndonos. De todos modos es necesario sefalar, en funcién de la real existencia de 1a comunidad imaginada de'la didspors africa- na, ¢l hecho concreto de, que Marvin Lewis es el primer estu- didso que ha producido una aproximacién sistemdtica a la escritura afroargentina.™ De este modo es en virtud de su trabajo, escrito en inglés y entretejido alas redes discursivas de la academia estadounidense, y no al de intelectuales ar- gentinos que pude tomar contacto con muchos textos y auto- res que yo como argentino desconocia, y este hecho merece mi mas completo reconocimiento, en tanto que ha ampliado mi visién de la problemitica y me ha puesto en la necesidad de desentranar las causas y los procesos que naturalizaron la ifvisibilidad de segmentos tan altamente significativos ela configaracion ‘de la identidad cultural argentina- 61 Notas * Como nos ensete Frants Fanon tanto en Los condenados de la tierra come en Black Shin, White Mosés, la alienaciéa racista es aquello en lo que vivimos inmersos y que formula aspectos bésicos de le psiquis hume- 5a, desde este punto de vista involucra tanto a las victimas inmediatas y avidentes come e loz vietimarios, +E] parrafo alude = un par Ge clésicos de la lingtistica pragmética, el primero es Language-The Louded Weapon de Bolinger que cito a conti- nuacién, el segundo es el archiconocido How to Do Things with Words de John Austin. Por otra parte puede leerse une muy interecante reflexién acerea del poder del lengusjé en “Poder del lenguaje", cepitule séptimo de las pionsrae y algo clyidadas Comsriéucionse © una critica de! lenguaje publicadas criginariamente en 1906 por Fritz Meuthner. ‘Por supueste que esta cusstién entrada un grado de complejided mucho maycr en el cual se juegan dimensiones politicas, estéticas y deba- tes insoluble. # Annqne tan el artfenle merece une lertnra cnidadosa les péginas 29-82 son especisiments sintsticas y claras respecto si tema de las argu- tmenteciones genéticas y de las variaciones antropo-biolégicas. También en este sentido, tanto para argumentaciones cientificas como para una historia del racismo post-darwinfano resultan relevantes el libro ya men- cicnade de lz Unesco (1983) y Le evoluciOn del racismo. Diferancias hu. manasy al veo v ef abuso de Ia ciencia de Pat Shipman (1994) ‘Wéase le nota “Tortured by the U.N. Peacekeepers” de Jennifer Gould, The Village Voice June 24, 1987. Vol.RLII N* 25, 38-40, f Mille ecabaja en ests seccisn especialmente con sl artfculo de Emmanuel Eze “The Color of the Reason: the Idea of ‘Recs’ in Kent's lo tanto, indirectamenve. E. L. Gates, Jr ados también nes decepeione respects de Kant alenta de los nagras” de Rubén Darfo en Lo Nacién, Bue- nos Alzes, 28 de enezo de 1812, 6 *Véase al respacto les zefere! and Bthi nerican Lirie" analiza el momento en general y negatives del pensamiento rubendariano, "primer" y gl “veseer” mundo, le postuiacion del paste racista de supremacie blanca sigue englobando y explicendo la ma. yor cantidad de situaciones de diferencia ¢ injusticia dispensable el misma victima colzbo ¢ ‘imizador; siglos de dominaciéa “blanca” imponen una coloni- ismia sutopercepcidn en el medio trastornado de la aliena- 4 En su pdema Cuaderno de retorno al pats natal Aim’ Cesaive ye hebfa exprezado esta nocién dé una “internacional del sufrimiento huma- © Por motivos obvios de universalidad éste es estrictamente el frag- mento que corresponde citar en el cuerpo principal de mi texto. Para Geoumbigua: por couplet Is cits y mosirar hasta que punto se trata d= una reflexién totalmente comprometide cite en esta note al pie le oracién jnmediatamente siguiente: “..: destruir la inhumanidad en sus formas de relaciéa. Per eso al judio que se piensa que con tener a Ieracl esta a salvo de las llamas lo espera otro infierno a Is larga. ¥ no eerd ya el de los hornos crematorios, sin justificacién, sino el de liberarse de la inhumani- dad capitelists,...” Visién mas que acertada frente al “infierno” ereciente ¢ irrefrenable de Is violencia militarista y Ia iebeliou suivide eu Medio Oriente ¥ Es notable que si el primer payador es el afroargentino Gabino Exeiza, el segundo es José Bettinotti, hijo de inmigrantes italianos. W Esta parte de mi reflexién presupone al texto de Benedict Anderson Imagined Communities. Bn este sentido no veo cuél es la razén para pro- poner a la Argentina como comunided “imaginada” y ala diaspora africa- na como corm unidad ‘imaginarie”. Ambas comunidades poseen un referen- te social © interseccionas entre ellas. El libro de Paul Gilroy The Black Atlantic dozarticula muy adecuadamente la idea de nacién burguesa y establece un ecervo cultural neoafricano y trensnacional aunque, lemen- tablemente, quedan excluidos los numerosos y valiosisimes apartes de los intelectuales “negros" que no pertenecen al mundo angléfono. 63

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