EL VELLOCINO
DE ORO E
I. EL HOMBRE
CON UNA SOLA SANDALIA
pero, consideradas las circunstancias, tenia
pocas probabilidades de ser alguna vez el rey
de esta ciudad. Su tio Pelias se habia apoderado del
‘trono echando a su hermano Eisén, padre de Jasin,
J= cra legitimo heredero al trono de Yolcos,Elnifo habia sido encomendado al centauro Quirén,
fun ser profundamente bueno, que habia educado
cn gu caverna a numerosos héroes. Con él aprendié
Jaséa todo lo que necesitaba saber un hombre
fuerte ¥ valeroso.
Pelias, en tanto, vivia poco tranquilo @ causa de
un extraflo ordculo. Se le habia dicho que se guar-
dara del hombre que calzase una sola sandalia
lias, aunque se repetia continuamente estas pa-
labras, no lograba comprender su sentido, Algunos
afios después se atormentaba atin intentando ave-
riguarlo, cuando Jason, sus obrino, decidié encami-
narse a Yoleos para reclamar sus derechos.
Jasén era un joven fuerte y hermoso. Durante el
viaje se paraba la gente a admirarlo, Largos catellos,
brillantes y ondulados, Te caian sobre la espalda
Sobre la tinica de cueroHlevaba la pel de un leopar-
4o estrangulado por 1. Su mano sostenia dos lanzas
de ancha hoja y se parecia tanto a los dioses, que
‘muchos de aquellos con los que se cruzaba, se
preguntaban si no seria alguno de los inmortales
Al aproximarse a la ciudad de Yoleos, debia
eruaar un rfo, pero al cruzarlo perdié una de sus
sandalias en el fango. De esta forma, calzando solo
una sandalia, se present6 en la plaza del mercado
de Ja ciudad. La plaza estaba hasta los topes, pues
cl rey estaba ofreciendo un sacrificio a los dioses.
«iQuign sera este joven?—se preguntaba la gen-
te mirdndose con gesta interrogative—. Tal vez sea
Apolo disfrazado».
EI rey, como siempre hacia, mird a los pies del
extrinjero y palidecié de golpe. Por un momento
€l coraz6n cesé de latir en su pecho; habia visto al
hombre con una sola sandalia.
«ZQuién eres y cémo se lama tu padre?>, pre-
gumté el rey nada mas acabar el rio.
«Goy Jasén, el hijo del rey Fisén—respondié el
joven—. He venido agui para ver la casa de mi pa-
dren,
Escondié Pelias sus temores tras sus palabras
corteses ¢ invité al joven a su palacio, Lo traté a
‘cuerpo de rey durante cinco dias, al cabo de los cuales
Ie dijo Jasén con el tono més natural del mundo:
‘Este es mi reino y yo su legitimo heredero. Pero
deseo que te regales con Jas riquezas que usurpaste
a mi padre, Para ti serdn las tierras y los rebafios.
‘Yo s6lo quiero el cetro y el trono de mi progenitor».
elias reflexioné répidamente y su rostro cambi6
de color varias veces mientras respondia
«Se hari como deseas—dijo—. Pero también
‘yo voy a pedirte algo. Veris: estoy muy preocupado
porque se me aparecié en suefios la sombra de Frixo.
Me ha pedido que vuelva a traer a Grecia el vellocino
de oro del carnero sagrado que una vez le ayudé
a atravesar el mar para llegar a la Célquida, donde
sacrifieé a Zeus el precioso animal. Ve ti en mi
lugar, devuelve a Grecia esta reliquia de oro y
placa el espiritu de Frixo».
‘Oyendo Jason estas palabras, se quedé profunda-
mente emocionado. La conquista del vellocino de
‘oro era el suefio de todos los héroes griegos. Todos
sabian que, en la Célquida, el precioso vellén estaba
colgado en una encina del bosque sagrado y que
tun dragén Io guardaba noche y dia sin cerrar jamas
los ojos. Jasén se sinti
‘«ré a la Célquida con un grupo de héroes—diio
cen seguida—y el Snima de Frixo se aplacari».
Jason envi6 de inmediato a los heraldos para que,
esparciéndose por todas las ciudades de Grecia,
invitaran a los hombres mis audaces a partir con
Mientras tanto encargé @ Argos de Tespis que le
construyera una nave gigante con cincuenta remos.
Uno detris de otro respondieron los héroes a su
llamada. El mismo Argos, que habia construido
la nave, se ofrecié a participar en la empresa. Hér-
cules de Tiryns, el hombre més fuerte del mundo, se
uni a Jason. De Argos vino el nieto de Zeus,
Laertes, que seria mis tarde el padre de Ulises, el
de las innumerables aventuras, Orfeo, el miisico
poeta que habia bajado a los infiernos en busca
de su mujer Euridice, Hlegé solicito desde la Tracia.
Vino también Peleo, el futuro padre de Aquiles,
el gran héroe dela guerra de Troya. ¥ también mu-
cchos de gran fama fueron Ilegando a Yolcos, de
modo que nunca, hasta entonces, se habia visto un
grupo tan nutrido y de hombres tan valientes como.
aquillos,
Cuando todo estuvo listo, ofrecié Jasén un solem-
ne sacrificio a los dioses del mar. Los héroes em-
pufaron Jos remos y la nave, Argo, levé el ancla.
Innumerables peligros esperaban a los Argonautas,
pero ninguno de ellos habia de perder el énimo.
arder de impacencia.
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|Il. LA EMPRESA
DE JASON
JARA narrar todas las aventuras que ocurrieron
a los Argonautas antes de Legar a la Célquida
se nécesitarian muches libros. Innumerables
scritores las han hecho objeto de sus relatos y todos
han afiadido 0 variado alguna cosa. La cuestién es
‘que legaron. Cafa la tarde y se encontraban cansa-
dos. Recogieron las velas y remontaron a remo el
ro hasta la capital, Jas6n, agradecido, oftecié una
libacién alos dioses. Después, llenos de inseguridad
por lo que les podria esperar a la mafiana siguiente,
se acurrucaron para descansar.
‘Mi plai—alijo Jas6n a Jos Argonautas, reunidos
en consejo a la mafiana siguients—es intentar, en
Jo posible, apoderarse del vellocino de oro sin
Juchar. Yo se lo pediré al rey Actes y segin lo que
responda decidiremos lo que debemos hacer. Que-
aos tranguilos a bordo de la nave, nobles compa-
‘eros; yo iré al palacio con dos de vosotros».
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El rey Actes recibié con mucha cordialidad a los
‘Angonautas, y segiin la costumbre griega, no les
dirigié pregunta alguna hasta que no estuvieron,
sentados a la mesa. Bien pronto, sin embargo, nada,
mis oyé quiénes eran y a qué venian, cambi6 sus
‘maneras:
«No habéis venido por el vellocino de oro—grité
furioso—sino para arrebatarme el cetro y el trono,
Marchaos pronto. marchaos antes de que os haga
cortar las lenguas y las manos»,
«Calma tu célera, Aetes—respondié Jasin cor-
‘ésmetite—. No tenemos otro propésito que el que
te hemos confesado. Fs el destino y Ia orden de un
rey perverso los que me han traido hasta aqui.
‘Te ruego que consideres nuestra demanda, Concé-