You are on page 1of 191
Is: UL mee eae ne aa wean YET wT ae ra de la Coleccién: Karina Echevarria Editora: Pilar Muro Lascano Autora de secciones especiales: Pilar Mufiaz Lascano Corrector: Mariano Sanz Diagramacién: Laura Barrios Gerente de Preprensa y Produccién Editorial: Carlos Rodriguez Lalaurette, Sebastian Bellaerin y la sombra / Sebastian Lalaurette. - 1a ed . - Boulogne : Estrada, 2017. Libro digital, PDF - (Azulejos. Naranja ; 57) Archivo Digital: descargo y online ISBN 978-950-01-2147-7 1, Narrativa Argentina. 2. Novela. |. Titulo. CDD A863 Lag COLECCION AZULEJOS - SERIE NARANJA 157 © Editorial Estrada S. A. 2014 Editorial Estrada S. A. forma parte det Grupo Macmillan. ‘Auda. Blanco Encaleda 104, San Isidro, provincia de Buenos Aines, Argentina, Internet: www editorialestrada.com.ar Queda hecho el depésito que marca la Ley 11.723. Impreso en Argentina. / Printed in Argentina. ISBN 978-950.01-2147-7 No se permite la reproduccién parcial o total, el almacenamiento, el alquier, la transmisién o la transformacién de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrénico o mecdnico, mediante fotocopias, digitaizacién y otros métodos, sin el permiso previo y eserito del editor. Su infracci6n esta penada por las leyes 11.723 y 25.446. El autor y la obra Biografia......... La HovVela zy e.cecemyeeaey El fantasy . La obra... 4. El caballo del Rey... 2. El Rey 8. La partida 4. Cascabeles 5. Lucesien el bosque’. :.ccsvseessercieveesceveves 8. Salanokatar... 7. El Abismo oo ~~ a 43 AB 7 AS 7 87 WS 8. Perdido 0.0.0.0 ee ect BY 9. iFantasmas! 00. .......00cccccceeeeeceeeeeeeeeeee QQ 40. Magia? cece ANF MH Magia... cece ecteeeerteeeereeee AQT 42. Por el aire... ccc ce cece eeeeeeeeeeee 443 48. La Sombra..........c cc cccceeteceetee eee AA 44. Arasserm ......0...cceceeeeececeseserseevereeveeee M89 45. Mas gil, mas sabio y mas risuefio.............. 477 Actividades .........0..0..00.... veceeeeeeveeeeee ABS Actividades para comprender la lectura .......... 488 Actividades de produccién de escritura............488 Actividades de relacién con otras disciplinas. .....490 $$ aay acm a. Sebastian Lalaurette nacié el ultimo dia de 1974 en Lands, provincia de Buenos Aires. Es periodista de dia, y por las noches se transforma en escritor. Ya de chico le gustaba mucho leer libros, especialmente de aventuras y de ciencia ficcién. Conocié la Malasia gracias a Emilio Salgari, la Luna gracias a Julio Verne y la Tierra Media gracias a J. R. R. Tolkien. Con el tiempo crecié en su cabeza otro mundo fantastico, Belisla, el escenario de Bellacrin y la Sombra. Algunos de sus héroes preferidos son el Increible Hulk, el Hombre Arafia y Hamlet, el principe de una antigua leyenda. Entre sus per- sonas preferidas en el mundo real estan sus tres sobrinos: Rodrigo, Naim y Morena. Por eso su primer libro se llamé Rodrigo y el libro sin final y el segundo Naim y ef mago fugitivo. Y por eso también tiene pensado llamar Morena a la protagonista de algiin libro futuro. Hay muchas cosas que disfruta en el mundo, entre ellas comer un buen puchero, mirar una buena pelicula y enterarse de que a un chi- co 0 chica le gust6 uno de sus libros. Bellacrin y la Sombra | 7 al La novela la novela es una narracién de hechos ficticios, es decir, imaginarios. Al igual que el cuento, pertenece al género litera- rio narrativo, pero se diferencia por tener una mayor extensién. La trama esta construida a partir de nucleos narrativos: se llama de este modo a los acontecimientos principales de un relato que no se pueden suprimir sin que se altere la coheren- cia. Estos hechos fundamentales generan nuevos hechos que, unidos entre si por relaciones temporales o Idgicas, permiten que la historia avance. En la novela, como sucede también en el cuento, hay perso- najes principales y secundarios. Estos ultimos pueden ser ayu- dantes u oponentes del protagonista. La novela suele presen- tar mas personajes que el cuento, asi como también historias secundarias. Como se trata de un relato de ficcidn, en la novela hay que diferenciar al autor del narrador. El autor es la persona real que inventa y escribe la historia; el narrador es una figura construi- da por el autor para narrar la historia. Cuando el narrador esta presente y es un personaje del relato, emplea la primera per- sona gramatical (“yo”), y puede tratarse de un yo protagonista de los hechos o de un yo testigo observador de los sucesos; en este caso quien narra es un personaje secundario. Cuando 8| La novela la voz que narra usa la tercera persona gramatical, se trata de un narrador que cuenta una historia que no lo incluye. Este narrador puede desplegar recursos para alejarse o acercarse al lector, asi como también para mantenerlo expectante. El fantasy A veces es dificil saber cuando surgid un subgénero o tipo de novela, y también puede ser complejo delimitarlo porque es frecuente que tome caracteristicas de varios ti- pos de novelas o géneros ya existentes. Algo asi sucede con el fantasy, también llamado fantasia épica o relato maravi- lloso moderno. Se considera a J. R. R. Tolkien el creador del fantasy por Ef sefior de fos aniflos, una saga de tres volimenes publi- cada entre 1954 y 1955, aunque hay un antecedente del mismo autor, Ef Hobbit, una novela con caracteristicas si- milares que Tolkien escribié para sus hijos y fue publicada en 1937. Las novelas de fantasy retoman motivos pertenecientes a géneros de larga tradicién como los relatos medievales, los mitos y los cuentos maravillosos. Se caracterizan por la presencia de lo sobrenatural y lo magico. Los hechos se de- sarrollan en mundos fantasticos que poseen leyes propias. Estos universos estan habitados por seres sobrenaturales Bellacrin y la Sombra | 9 como dragones, caballos alados, animales gigantes, elfos, magos, duendes. Los hechos pueden suceder en un tiempo antiguo inde- terminado o en una dimensién paralela al presente. Por lo general, algunos personajes encarnan el Bien y otros, el Mal. Los protagonistas son héroes o heroinas dis- puestos a pelear y superar obstaculos para alcanzar el ob- jetivo; en estas batallas y busquedas crecen y aprenden, muchas veces con la ayuda de algdin objeto magico, para finalmente ser recompensados. 10 | La novela Bellacrin y la Sombra Alf our dream-worlds may come true. Salman Rushdie Allis Rivera, que tiene un poco la culpa de que yo escriba libros. A Vero Sukaczer, por tanto. 12 | Sebastian Lalaurette 1. El caballo del Rey iPero como era posible que se perdiera un caballo! iY cémo se iba a perder justo Bellacrin, el mas hermoso de los caballos del Rey! Domingo Faustino Buenatierra, honorable secretario de la Real Caballeria, miréd hacia arriba, consternado. Las alas inmensas del Monte Alado ya dejaban pasar el sol. Allé arriba estaba el rey Belisario, ignorante atin de la desgracia que habia ocurrido. Bellacrin, su caballo preferido, habia desaparecido durante la noche. Y Domingo, honorable secretario de la Real Caballeria, era el responsable. “iMe cachendié!”, pensd Domingo, mientras salia una vez mas a revisar la inmensa pista. Pero sabia que no iba a encontrar a Bellacrin. No habia forma de que se hubiera escapado, y sin embargo, no estaba. Se habia dado cuenta durante la ronda matinal, antes de salir para la escuela (aclaremos, estimado lector, que Domingo Faustino Buenatierra era un chico de diez afios). Como todos los dias, se habia levantado tempranisimo, mientras el resto Bellacrin y la Sombra | 13 de Ciudad Gaviota dormia, y habia recorrido las caballerizas, revisando que todos los animales estuvieran tranquilos y dejéndoles sus correspondientes raciones de avena y miel. Porque hay que decir que los caballos del Rey de Belisla no desayunan cualquier cosa, no sefior: avena y miel en los meses impares, chocolate con frutillas frescas en los meses pares, y moras al pesto en los meses escondidos. Como te habras dado cuenta, los caballos del Rey de Belisla son muy especiales. Tan especiales son, que por ningtin motivo se les puede permitir que vean una mariposa, porque no pueden resistir la tentacién de brincar y relinchar a su alrededor mientras ella revolotea. Tan especiales son, que jamas se los puede dejar correr libremente, porque en cuanto se hallan en cam- po abierto, en cuanto sienten el viento en la cara, izas!, les entran unas ganas locas de recorrer el mundo, y se ponen a cabalgar cada vez mas rapido, mas rapido, tratando de alcanzar el horizonte. Y si pudieran, se alejarian tanto que intentarian abandonar Belisla galopando sobre el mar (cosa que, por supuesto, es imposible), y ya no sabrian cémo vol- ver. Por eso es que no corren por el campo abierto sino por una pista inmensa, construida especialmente para ellos, con paredes altisimas cubiertas con dibujos de pajaros y con asientos reservados para el Rey y sus invitados. 14 | Sebastién Lalaurette Domingo Faustino Buenatierra (Domi para los amigos) era el honorable secretario de la Real Caballeria desde ha- cia dos afios, es decir, desde los ocho. Y no era que lo obli- garan, ieh! Para nada. Al contrario: cada noche, después de darle un beso a Marisa y otro a Miguel, se iba a dormir ansioso, esperando que la noche pasara rapido y que llega- ra pronto el primer rayo de sol que le indicaba que era hora de levantarse para cuidar de los caballos. Le gustaban esos caballos mas que cualquier otra cosa: mas que la escuela, mas que la feria de Ciudad Gaviota, mas que jugar a la mancha con sus amigos, mas que Yas... no, mas que Yasmi- na no. Pero Yasmina se sentaba en el otro lado del aula y no le daba ni la hora. Domi tenia que conformarse con oir, cada tanto y a lo lejos, su risa de cascabeles. Pero estabamos hablando de los caballos. Domingo amaba a los caballos del Rey. Amaba, sobre todo, esa fuerza explosiva que tenian, ese impulso de libertad que les impedia estar quietos y los llevaba a emprender carreras subitas a través de los centenares de metros de la pista ovalada, cambiando repentinamente de direccién, o galopando furiosos hasta casi chocar con la altisima pared que los separaba del resto del mundo. El mas inquieto era Bellacrin, y también el mas hermoso. Su pelaje era 16 | Sebastién Lalaurette de un azul muy oscuro, practicamente negro, y su crin y cola, de un azul apenas mas claro. De ese mismo azul mas claro era también una mancha que tenia en la frente y que, curiosamente, tenia la forma de una gaviota con las alas extendidas. La combinacién producia un efecto bellisimo: de ahi el nombre, Bellacrin. El caballo preferido del rey Belisario. El caballo preferido de Domi. Cuando relinchaba, producfa un sonido como de agua que cae por una cascada. Ahora no estaba. Y no estaba por ningtin lado, ieh! Domingo habia reco- rrido la pista como quichicientas veces. Se hab/a salteado el desayuno para buscar bien. Les habia preguntado y re- preguntado a Marisa y a Miguel si habian visto u ofdo algo, pero no, nada. Habia pasado la hora de montar en alguno de los caballos para bajar la ladera de la montafia e ir a la escuela; en vez de ir, se habfa quedado hurgando por todos los rincones. Revisé las cerraduras de los dos portones que permitian salir al exterior: cerradas. Revisd también el es- tado de las altas, altisimas paredes: ningun hueco, ninguna grieta, solo los dibujos de pajaros y flores. Bellacrin parecia haberse esfumado. Pero écémo? Bellacrin y la Sombra | 17 Domingo se quedé parado en medio de la pista, mirando hacia la nada, sin comprender. {Como podia desaparecer un caballo? Algo si comprendia: tenia que decirselo al Rey. Tenia que ir al Palacio Real y decirle al Rey Belisario que habia fallado. Que no hab/a podido cuidar a su caballo mas hermoso. Adn sorprendido, palmeé el lomo de Negribel, el caballo con el que habia pensado ir a la escuela ese dia, y troté hacia el portén que daba al camino por el que podia subir la montafia. Mientras lo abria, miré hacia atrés una Ultima vez. Todos los caballos del Rey corrian, descansaban o se coceaban alegres. Si alguno tenia idea de adénde habia ido a parar Bellacrin, ninguno se lo dijo a Domingo. Por supuesto que no se lo dijeron: los caballos no hablan. Ni siquiera los caballos del Rey de Belisla. No son tan especiales. 18 | Sebastién Lalaurette 2. El Rey El Palacio Real de Ciudad Gaviota es el palacio mas impresionante que hayas visto. O, mas probablemente, que no hayas visto, ya que no son muchos los que han tenido la suerte de conocerlo. Se levanta justo en la cima del Monte Alado, en el punto mas alto de Belisla, que es también el centro de la isla. Si uno lo mira desde lejos (casi siempre se lo mira desde lejos, por supuesto), es dificil decir dénde empieza el palacio, porque esta tallado en la misma montafia y se funde con ella. Lo que si es inconfundible es la gaviota. La parte superior del palacio es una inmensa gaviota de piedra con las alas extendidas. Es una gaviota tan grande que los marinos que viajan hacia Belisla no necesitan brdjula para encontrar este reino, ya que les basta con mirar por el catalejo y buscar esas enormes alas. Tan grandes son, en efecto, que para la mayoria de quienes viven en la ciudad cada dia tiene dos noches: la que todos conocemos, que empieza al ponerse el sol, y la nochecita, que tiene lugar durante el dia, cuando el sol da sobre las Bellacrin y la Sombra | 19 alas y estas proyectan su inmensa sombra sobre las cabezas de los belislefios. Mientras el ascensor (que no era mas que un enorme pa- jaro que aleteaba pesadamente sosteniendo en sus garras una gran canasta) lo Ilevaba al Palacio Real, Domingo obser- vaba extasiado la imponente figura de piedra, la gaviota sin nombre que coronaba el Monte Alado. Era como si todo lo que quedaba abajo fuera irreal: el muro que rodeaba la base del Palacio, con sus seis torres de vigilancia, y los bosques y cascadas que flanqueaban la montaiia, y la pista de la Real Caballeria, y su casa, y mas abajo las granjas y las viviendas de los campesinos, y después el valle y la ciudad, que se ex- tendia alrededor de la montafia como un gran disco hecho de casas y caminos. De lo que habia fuera de Ciudad Gaviota, Domingo sabia muy poco: solo lo que le habfan contado otros chicos o sus maestros. Hacia un lado se extendia el inmenso Bosque Inconveniente, que parecia no terminar nunca; hacia el otro, una amplia llanura con lagos y sierras y un par de riachos. Rodeando todo eso, mas lejos de lo que Domi habia ido nunca, estaba el Abismo Circular, tan profundo como cien edificios, casi tan profundo como era de alto el Monte Alado. Al fondo de ese abismo rugia el Mar Anillo, y del otro 20 | Sebastién Lalaurette lado se extendia el resto de Belisla, del que ni Domi ni sus compafieros sabian nada de nada. Bueno, si, algo sabfan. Sabian que en los remotos confines de la enorme isla habia otros paises donde no reinaba Belisario. En un punto en el borde de la isla estaba el Pico Amalom, que dominaba la tierra de Amalomor; muy lejos de alli, el pais de Dordoro, donde se decia que habia magos malvados y brujas. Pero lo mas terrible de todo, decian, eran las Tierras Ignotas. Para ese lado era mejor no ir. En realidad, mejor ni pensar en ir. En realidad, mejor ni pensar. Existian, y eran terribles, y eso era todo. EI Rey ya sabia lo que Domingo iba a contarle. Domingo se lo habia dicho al guardia de la primera torre, el guardia se haba comunicado con un caballero, el caballero habia galopado hasta el palacio y le habia contado todo a un cen- tinela, que le habia contado todo al secretario privado del Rey. Después, el secretario le habia comunicado al centinela que le dijera al caballero que le dijera al guardia de la torre que le dijera a Domingo que volviera a la pista y esperara al ascensor. Y eso habia hecho Domingo. Y aqui estaba, ahora, pensando en como reaccionaria el Rey. Se enojaria, segu- ramente. Tal vez mucho. A lo mejor, no lo dejaba ver a los caballos nunca mas. Bellacrin y la Sombra | 21 El ascensor lo llevé hasta el pico de la gaviota, donde lo deposité suavemente. Alli lo esperaba un centinela que, sin decir palabra, lo guio por un largo pasillo y luego por una escalera que daba vueltas y vueltas. Siguiendo al centinela, Domi atravesé otro pasillo con antorchas en las paredes y custodiado por varios guardias, hasta llegar a una enorme puerta de madera y hierro. La puerta se abrid sola y Domi pudo ver un amplio cuarto con unas cortinas moradas en el fondo. Frente a él, casi en el fondo del cuarto, estaba el tro- no real. Sentado sobre el trono real estaba Belisario, el Rey de Belisla, con su corona, su cetro y su capa azul oscuro. —Casi olvido tu cara, Domingo —dijo el Rey, con una voz que imponia respeto—. La primera vez que te vi eras apenas un bebé, y asi es como te recuerdo siempre. No te veo tan seguido como me gustaria. Pero nunca he dejado de preocu- parme por tu bienestar. Domingo ya se sentia mal, pero se sintid peor ante esas palabras del Rey. —Su Majestad —murmuré, agachando la cabeza-—, siento mucho haber... haber decepcionado... —Un momento —dijo el Rey—. No es necesario que te humilles ante mi. Hablaremos tranquilamente. iLeibniz, el informe! 22 | Sebastién Lalaurette Leibniz, el secretario privado del Rey, salié de detras de las cortinas con un papel, que le extendié a Belisario. EI secretario privado del Rey no era el que Domi cono- cia de otras veces. Era... como decirlo? Poco convencional. Pequefio y peludo, eso es. Y tenia una boca estirada hacia adelante y montada sobre unos cachetes inmensos. Y una cola larga, larga, que se enroscaba y desenroscaba conti- nuamente. Y cuatro manos. Y ningun pie. Y andaba a salti- tos y daba chillidos agudos mientras se movia a un lado y a otro y parecia sonreir. —Es un mono titi —dijo Domingo, olvidando momenta- neamente a qué habia ido. —Es un mono titi —repitid el Rey con absoluta seriedad, y se quedé mirando al chico, como preguntando: “ZY qué iba a ser? dHay algtin Rey en el mundo cuyo secretario privado sea otra cosa que un mono titi?”. Leibniz le extendié a Belisario un papel. El Rey lo tomé y se puso a leer. —Aja. Caballo perdido. Mmmbh. Domingo Faustino Buenatierra, ese sos vos. Aja. Diez afios. Designado honorable secretario el ario de bsbsbsssssss. Mmmhh. Aja. Mmmhh —de pronto se puso serio y mird a Domi frunciendo el cefio—. Aca dice que tendrias que estar en la escuela en estos momentos. 24 | Sebastién Lalaurette Y que has llegado a faltar para ocuparte de cuidar a mis caballos. Entiendo que ames tu trabajo, pero esto no puede ser. A lo mejor necesitas un ayudante. éNecesitds un ayudante? —No, Su Majestad, no lo necesito —dijo Domi—. Pero a veces hay algtin caballo que parece triste 0 no come tanta avena como es habitual, y yo, bueno... —Si, si —dijo el Rey, suavizando un poco el tono de voz—. Pero no puede ser que faltes a la escuela por eso. Si necesi- tas que alguien se ocupe de un caballo mientras estas en la escuela, me lo pedis. No wuelvas a faltar. Anda noms. Estoy orgulloso de vos. —Pero el... el caballo... —tartamuded Domi. —Ah, si. Por supuesto, esto es algo terrible, terrible —dijo el Rey, frunciendo el cefio otra vez—. Un caballo del Rey de Belisla ha desaparecido. No podemos permitirlo; es un he- cho gravisimo. Pero équé puede haber pasado? Belisario se quedé en silencio. Domingo lo miré un rato. El Rey estaba raro, mas que otras veces. En realidad todos los reyes son gente muy rara, pero Belisario, ahora, parecia como ausente. Domi nunca lo habia visto asi. —A lo mejor... a lo mejor lo robaron —dijo el chico. EI Rey lo miré y abrié los ojos como si hubiera visto a un metabrujo. —iEso es! A lo mejor lo robaron —dijo el soberano— y al- guien lo tiene secuestrado y va a enviar un mensaje amena- zando con hacerle cosas horribles si no pagamos su rescate con todo el oro del reino y... —O a lo mejor —interrumpié Domi, asustado por la cara de susto del Rey— simplemente se perdid. —A lo mejor se perdid —dijo el Rey con la misma expre- sién horrorizada— y ahora esta vagando quién sabe por donde, y tiene hambre y frio, y no hay nadie que le dé un lecho de paja ni un plato de avena con dulce de leche. iEs terrible, terrible! Domingo no sabia qué pensar. Habia esperado que el Rey reaccionara de otra manera. Con més... enojo, y menos terror. —Entonces... —dijo el chico, después de un rato. —Entonces... —repitié el Rey, mirando primero el suelo, después el techo, después las paredes. Hacia cualquier lado menos a los ojos de Domi. —Entonces... hay que salir a buscarlo? —dijo Domi al fin. —iPOR SUPUESTO QUE HAY QUE SALIR A BUSCARLO! —gritd el Rey, levantandose stibitamente del trono y alzando los brazos tan de repente que Leibniz dio un saltito y un chillido de alarma. El soberano empezé a caminar de un lado a otro, agitado, mientras seguia hablando—: iHay que buscarlo por 26 | Sebastién Lalaurette todas partes! Quién sabe por donde anda... Belisla es grande, grande y peligrosa. A un caballo pueden pasarle muchisimas cosas. O a un hombre. —Se detuvo, como comprendiendo stbitamente lo que acababa de decir, y empezé a caminar de nuevo—. Un caballo del Rey ha desaparecido. iEs imperioso encontrarlo! Pero ésera posible? dOtra vez? —Cémo otra vez? dYa habia pasado esto? —preguntd Domingo. —tEh? —dijo el Rey, mirandolo, como si hubiera olvidado que el chico estaba ahi—. Si, pero hace mucho. Vos apenas habjas nacido. De hecho... iqué curioso! Justo entonces... y también ahora... Pero no, no, no puede ser. Sin duda, Belisario hablaba mas para si mismo que para Domi, que no entendia nada de lo que el Rey decia. —Su Majestad —dijo el honorable secretario de la Real Caballeria—, con todo respeto, dno habria que proceder a la busqueda? Con cada minuto que pasa, Bellacrin puede estar mas lejos, y tal vez en peligro. —Claro, claro —dijo el Rey, atin nervioso. Y se quedé callado. —Yo podria ir a buscarlo —dijo Domingo, en vista de que Belisario no pensaba agregar nada mas. —iJa! éVos? —troné el Rey, y se rio exageradamente, como si una lagartija le corriera por la panza—. éVos? ¢Un Bellacrin y la Sombra | 27 chico de diez afios? dEnfrentarte a los peligros que acechan por todo Belisla? iEsa si que es buena! iJa, ja, ja! Al Rey debia de parecerle auténticamente divertido, por- que se sacudia cada vez mas, echando la cabeza hacia atras, y hasta se enjugo una lagrima. O a lo mejor exageraba a propdsito. —Ni pensarlo, chico —dijo al fin, cuando pudo calmarse un poco—. Yo mismo voy a encabezar una partida de busqueda. Voy a ir con tres de mis hombres mas fieles. iPapel y pluma! Belisario extendid ambas manos y las dejé suspendidas en el aire. Leibniz se alejé dando saltitos y desaparecié de- tras de un cortinado. Volvié a aparecer a los pocos segun- dos con un pergamino y una pluma fuente. Siempre a los saltitos, volvié junto al Rey y le puso la pluma en una mano y el papel en la otra. —A ver, a ver... —dijo el Rey, mientras comenzaba a escri- bir—. Siendo los bsbsbssss dias del mes de bsbsbsss del afio bsbsbssbssss, yo, Belisario, Rey absoluto de Belisla, designo a tal y tal caballero para la misién de rescate de Bellacrin, numerario de la Real Caballeria, dentro de las lindes de Ciu- dad Gaviota. Firma: Bel... —Es posible —interrumpiéd Domingo— que el caballo ya esté mas alla de las fronteras de la Ciudad. 28 | Sebastién Lalaurette La mano del Rey se detuvo, luego vacilé y traz6 un par de letras mas, muy despacio. Primero la i, después la s. —Podria ser —agregd Domingo— que hubiera que cruzar alguno de los Puentes del Abismo. —iMmh? —dijo el Rey, sin levantar la cabeza, pero si la mano con la que habia empezado a firmar. A Domi le pare- cid que esa mano temblaba un poco. —Y hasta podria suceder —continué Domingo— que hu- biera que ir a buscarlo al limite de Belisla, porque cabalga muy muy rapido. Podria estar en las Tierras Ignotas, por ejemplo. —iEjem, bueno, bueno! —dijo el Rey, levanté la cabeza e hizo un bollo con el papel, mientras trataba de disimular que sus mejillas habian enrojecido—. Lo pensé mejor y la verdad es que... ejem... no seria... ejem... apropiado que yo saliera a buscar ese caballo. Estoy muy ocupado gobernando y Be- lisla necesita un gobernante de tiempo completo. Ademas, veo que realmente tenés muchas ganas de encontrar vos a Bellacrin. éPor qué no cumplir con tu deseo? iPapel! El secretario privado del Rey se alejé a los saltitos y vol- vid con un nuevo pergamino. Belisario lo tomé con la mano derecha, en la que sostenia la pluma, mientras escondia el viejo detras del trono. Bellacrin y la Sombra | 29 —Veamos, veamos —dijo el Rey, escudrifiando el papel en blanco con expresién pensativa. Tomé la pluma y comen- 26 a escribir—. Siendo los bsbsbs dias del mes de bsbsbsss del afio bsbsbssbssss, yo, Belisario, Rey absoluto de Belisla, designo a Domingo Faustino Buenatierra, honorable secre- tario de la Real Caballeria, para la misién de rescate, bla bla bla, a partir de la fecha, bla bla bla, con todas las facultades del caso, que todas las puertas se le abran, que todos los carruajes lo lleven, por el poder que represento considére- se a este real secretario como emisario directo del Rey de Belisla, bla, bla, bla. Lo acompafiaran los caballeros tal y tal, mismas funciones, mismas atribuciones, etcétera, etcé- tera. —Quedé en silencio, examinando lo que habia escrito. Se veia satisfecho. Por ultimo estampé su firma, esta vez sin vacilaciones—. Esto que acabo de hacer a tu nombre se llama salvoconducto —explicé—. Mostralo cada vez que necesites hospedaje o transporte o se te presente alguna dificultad. Belisario le extendid el pergamino. Domi se acercd con timidez al Rey y tomé el salvoconducto, un poco inquieto. —Te van a acompariar dos caballeros de mi guardia personal —le dijo Belisario—. Van a estar esperdndote en la sexta torre, con el equipaje que vas a llevar durante la 30 | Sebastién Lalaurette busqueda. Pasa antes por la pista y elegi el caballo que usaras. Llevate el que quieras. —Gra... gracias, Su Majestad —tartamuded Domingo, comprendiendo de repente que se habia ofrecido para una misidn peligrosa. Belisario lo miré intensamente. Por unos segundos volvié a ser el mismo que Domingo conocia desde que era muy chiquito: un rey imponente, seguro y sin miedo. —Sé que sos solo un chico —dijo—, pero también sé que tenés una conexién especial con esos caballos. Lo supe des- de que te envié con Marisa y Miguel. Apenas eras un bebé por entonces. Lo primero que hiciste en cuanto aprendiste a gatear fue acercarte a las caballerizas y hablar con los ani- males. Ellos piafaban y vos te refas y tratabas de hablarles. Desde entonces no dejaste de estar unido a ellos ni por un minuto. Por eso te designé honorable secretario de la Real Caballeria. El mas joven que he tenido. —Y es un honor, Su Majestad. Yo... yo creo que no podria vivir sin eso. Le agradezco mucho —replicé Domi, inclinando la cabeza. El Rey le apoyo la mano en el hombro. —Ah, una cosa mas —dijo—. Es probable que durante la busqueda necesites esto. Bellacrin y la Sombra | 31 Esta vez el Rey no requirid de los servicios de su secre- tario, sino que él mismo se levanté y, con una imponente ondulacién de su capa, se dirigid a un costado del salén, donde habia una pequeria mesa con un cofrecito. Rebuscé en sus bolsillos y sacé una llave mintscula que utilizé para abrirlo. Cuando levanté la tapa se produjo un leve siseo y salié un poco de humo blanco del interior del cofre. El Rey sacé dos pequerios objetos que brillaban con un fulgor azu- lado. Le entregé uno a Domingo y volvié a sentarse con el otro en la mano. —Qué es esto? —pregunté Domingo, maravillado. El bri- Ilo del objeto le iluminaba levemente la mano, marcando en azul las lineas de la cabeza y del corazén. Nunca habia visto algo asi. Era hermoso. —Esto —dijo el Rey— es un Teléfono Celular del Reino de Belisla. —Ah —repuso Domi, que jamas en su vida habia oido ha- blar de eso, al igual que el resto de los belislefios. ~Y esto —agregé el Rey, levantando el objeto que sos- tenia en la mano izquierda— es el otro Teléfono Celular del Reino de Belisla. Son el obsequio de un mago muy podero- so, probablemente el mas poderoso del mundo. Nunca he tenido que usarlos hasta ahora. Mira, vamos a hacer una 32 | Sebastién Lalaurette prueba —propuso-. Yo te llamo y vos contestas, apretando ese botén grandote. éDe acuerdo? —Bien —dijo Domi, atin cautivado por el fulgor del teléfo- no celular, que le recordaba a Bellacrin. El Rey presioné un botén en su teléfono y esperd unos momentos. Entonces el teléfono que Domi tenia en la mano empez6 a vibrar mientras de él salfa una vocecita metalica que cantaba: “iViva el rey Belisario! iViva el rey Belisario!” EI chico, sorprendido, casi dejé caer el artefacto, pero pudo evitarlo a tiempo. Apretd el botdn grandote. —éHola? —dijo. —Tenés que ponértelo en la oreja —dijo Belisario, hablan- dole a Domi a través del teléfono. —Pero yo lo oigo muy bien asi —objeté Domingo. —Pero hacé como que no me ois —dijo el Rey— y ponete el teléfono en la oreja. Domi obedecio. —éCémo te va, Domingo? —dijo el Rey. Domingo lo oyd dos veces: a la voz grave de Belisario se le superponia una version mas aguda y metalica que salia del extrafio aparato. —Bien, muchas gracias, Su Majestad —respondid, sintién- dose un poco tonto. —Perfecto —dijo el Rey—. Ahora corta. Con el mismo botén. Bellacrin y la Sombra | 33 Domi obedecié. —iMuy bien! —dijo el rey Belisario—. Y ahora, no puedo dejarte ir sin mi bendicién. Ejem, ejem... —Se aclaré la gar- ganta, se acomod6 los pliegues de la capa, tomé el cetro y lo alz6 en un gesto exagerado, que Leibniz imité entusiasma- do—. Honorable y valiente secretario de la Real Caballeria, partis ahora en una misi6n importante y peligrosa. iQue sea para vos una travesia directa y ligera, como el vuelo de una gaviota! iQue te acompafe un rumor de olas! iQue vuelvas a casa mas gil, mas sabio y mas risueno! Y al terminar de decir esto, bajé el cetro y apoyé su em- puniadura sobre el hombro izquierdo de Domi, que sintid un vértigo raro en el estomago: una nausea que a la vez era una promesa. Se quedaron callados. Luego, el Rey se inclinéd sobre Domi y hablé en voz muy queda. —Anda —dijo. Y no dijo mas. Domingo hizo una reverencia, se volvid y camino hacia la puerta, que nuevamente se abrid sola. Del otro lado lo esperaba el centinela, que lo guio a través del pasillo, lue- go escaleras abajo y por ultimo por el otro pasillo hasta el pico de la gaviota. Domi subié al ascensor y se agarré fuerte de la baranda cuando el pajaro remontd vuelo y lo separdé Bellacrin y la Sombra | 35 del pico de piedra. En pocos minutos, Domingo Faustino Buenatierra habia pasado de ser un chico asustado a ser un enviado del Rey en misién especial. La busqueda habia comenzado. —dDénde estas, Bellacrin? —murmuré Domi, mientras el ascensor del Palacio Real lo llevaba de vuelta a las tierras bajas, hacia la pista donde corrian los caballos preferidos del Rey. Todos menos uno. Si le hubieran dicho que toda Belisla estaba en peligro, probablemente habria dejado la busqueda en manos de la gente grande. Pero, hasta entonces, nadie en todo el reino sabia lo que estaba a punto de pasar. 36 | Sebastién Lalaurette 3. La partida Con el bello paisaje aéreo de Ciudad Gaviota atin pega- do a las retinas, Domingo entré en la pista de la Caballeria Real, por la que los caballos corrian libremente. Fue iden- tificandolos uno a uno: ahi estaban Marveloz, Sofador y Bordenave, compitiendo en una carrera espontdnea; mas alla, Salmarina y Tardenube, dos yeguas que se coceaban amistosamente. Mas lejos se distingufan las figuras de Nie- bla, de color gris blanquecino, y Fulgorella, una elegante yegua de un negro azabache con una franja de color verde luminoso que le adornaba el costado. Se acercé a las caba- llerizas. Ahi, comiendo un poco de avena, estaba Luciman, uno de los potrillos mas jévenes. Otros caballos vagaban en las cercanias, y otros mas apenas se distinguian porque estaban en lugares alejados de la enorme pista. Pero habia un caballo que no habia salido de la cuadra. Era Branigante, que se habia quedado sobre su cama de paja, con expresién apagada. Branigante y Bellacrin solian correr juntos, comian a la misma hora y se acostaban a dormir mas Bellacrin y la Sombra | 37 © menos al mismo tiempo. Eran amigos, tanto como pueden serlo dos caballos (dy no es cierto que dos caballos pueden ser tan amigos como dos personas?). Ahora su compariero habia desaparecido y Branigante estaba triste. Hasta su pela- je, de un hermoso marron claro con pecas oscuras alrededor del cuello y la cabeza, parecia apagado, mustio. Domi se acercé al caballo y le susurré a la oreja: —Vamos a buscar a Bellacrin. La reaccién de Branigante fue instantanea. Se pard en las cuatro patas, relinché y comenzé a dar pataditas en el suelo. Domi sonrié. —Buen chico —dijo, y monté sobre el lomo del caballo. Enfilé hacia su casa. Marisa y Miguel esperaban para des- pedirse. —Buen viaje —dijo Marisa, y lo besé y abraz6 como si fuera la ultima vez. —Cuidate y divertite —dijo Miguel, y le guifié un ojo y le dio un golpecito en la espalda que significaba lo mismo que un abrazo. No eran sus padres, no, pero a Domingo le costaba pensar cdmo habria sido tener unos padres mejores que ellos. La idea le parecia absurda: Marisa y Miguel eran los mejores padres del mundo, aunque no fueran quienes le habian dado la vida. 38 | Sebastién Lalaurette Un minuto después galopaba hacia el portén que per- mitia salir de la pista. Lo abrié y cerré inclinandose hasta llegar a la cerradura, sin apearse, y luego cabalgé por el camino que ascendia en espiral por la ladera del Monte Ala- do. A la izquierda vefa algunas casitas desparramadas por la falda de la montaiia; mas abajo, el valle con las granjas que invadian la base del monte; mas alla, ya en miniatura, la ciudad en si, un entretejido circular de casas y caminos que se extendia en todas direcciones, casi hasta el horizonte. Cuando llegé a la primera torre, el camino comenzé a achatarse. Las seis torres estaban dispuestas a lo largo de ese camino que circundaba la montafia: cada una un poco mas arriba que la anterior. Pero todas estaban ubicadas so- bre un muro que cerraba el acceso por completo. Solo se po- dia cruzar a través de la entrada de alguna de las seis torres, y todas las entradas eran vigiladas permanentemente. Mas alla, detras del muro, otro camino continuaba el ascenso por la montajia, y un poco mas arriba comenzaba el inmen- so Palacio Real. Tras un rato de galope, Domingo llegé al pie de la sexta torre. Ahi, frente a la gran puerta cerrada, lo esperaban dos caballeros, montados en sendos alazanes y vestidos con el uniforme verdeazul que los sefialaba como miembros de la Bellacrin y la Sombra | 39

You might also like