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comunidad concreta. También, respecto a los sacerdotes formadores, la presente Ratio fundamentalis pretende subrayar que, para asegurar la eficacia en el ejercicio de sus funciones, deben considerarse y actuar como una verdadera comunidad formativa, la que comparten una tinica responsabilidad, respetando las competencias y el encargo encomendado a cada uno. Dado que el discipulo sacerdote proviene de la comunidad cristiana y a ella regresa, para servirla y guiarla en calidad de pastor, la formacién se caracteriza naturalmente por el sentido misionero, pues tiene como finalidad la participacién en la tinica misién confiada por Cristo a su Iglesia: la evangelizacién en todas sus formas. Se trata de que los Seminarios puedan formar discipulos y misioneros “enamorados” del Maestro, pastores “con olor a oveja”, que vivan en medio del rebafio para servirlo y Hevarle la misericordia de Dios. Para ello es necesario que cada sacerdote se sienta siempre un discfpulo en camino, necesitado constantemente de una formaci6n integral, entendida como una continua configuracién con Cristo. Dentro de esta tinica formacién, integral y progresiva, se distinguen la fase inicial y la permanente. A su vez, en la presente Ratio fundamentalis, la formacién inicial se articula en cuatro etapas: propedéutica, de los estudios filos6ficos 0 discipular, de los. estudios teolégicos o configuradora, pastoral o de sintesis vocacional. Descrito en estos términos, el proceso formativo presenta algunos avances respecto a la Ratio fundamentalis de 1970. Asf, después de la fase experimental, iniciada con el Sinodo de los Obispos de 1990 (VIII Asamblea General), la “etapa propedéutica”, con una identidad y una propuesta formativa especificas, es presentada como necesaria y obligatoria. Respecto a las etapas “discipular” y “configurativa”, estas denominaciones acompafian a aquellas mas conocidas como “etapa de estudios filos6ficos” y “etapa de estudios teolégicos”, que se extienden en conjunto a un sexenio*, Ademés, se quiere resaltar que el Ambito intelectual, que prevé el estudio de la Filosoffa y la Teologfa, no es el tinico criterio que se debe tener en cuenta a la hora de evaluar el proceso realizado por el seminarista y los progresos conseguidos en cada etapa formativa. De esta manera, el discernimiento, realizado por los formadores, considerando todos los dmbitos de la formaci6n, permitird el paso a la etapa siguiente sélo a aquellos seminaristas que, ademas de haber superado satisfactoriamente los exdmenes previstos, hayan alcanzado el grado de madurez humana y vocacional que se requiere para cada etapa. Finalmente, la “etapa pastoral”, 0 “de sintesis vocacional”, da una peculiar importancia al tiempo que transcucre entre la conclusién de la formacién en el “Cir. CLC, can, 250. Lovaritauy cull cal

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