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DETERMINANTE FORMATIVOS DE LA “HUESTE” INDIANA ~ Y SU ORIGEN MODELICO por Demetrio Ramos Pérez La empresa de la conquista ha sido, que duda cabe, ard gran tentacién para los historiadores durante mucho’ tiempo, médxime cuando vino a repetir, a gran escala; las fabullosas hazafias de Ja Antigiiedad: las conquistas dé persas, griegos, cartagineses y romanos tenian asi su reproduccién en el fan- tastico siglo del Renacimiento que, de esta forma, se comple- taba en esa vertiente que hubiera sido muy dificil cubrir de otra manera. Bien claramente nos ofrece este paralelismo con el pasado, desde su perspectiva del siglo XVIII, el P. Gilij, al hablar de la “estupenda empresa, por la cual quedaron en él olvido o en Ja oscuridad, ciertamenté, las: célebres historias de los argonautas, y que haria enrojecer de envidia no ya sélo a romanos y griegos, sino a los mismos cartagineses y si- donios”*. Por eso, con tanta facilidad, saltaron los mitos de una a otra época y se renovaron las leyendas que desde tanto tiempo yacian fosilizadas. A esta misma causa responde el hecho de’ que aquella gigantesca aventura de incorporar a la dimensién’ universal todo un mundo, hasta entonces enclaustrado en’ cill- turas regionales, no se viera por los historiadores de la época sino bajo el prisma de la “fazafia”. Las conquistas, narradas por los autores renacentistas y postrenacentistas, eran enfoca- das por su objetivo minuciosamente, pero sdlo tras los hechos* famosos, a la busqueda de las penalidades vencidas, en honra y fama de sus adalides. Y aunque los cronistas de la época’ ‘Filippo Salvatore Gilij: Saggio di storia americana. Roma, 1780, tomo I. Citamos por la edic. de la Aca- demia Nacional de la Historia, de Venezuela, traduccién_y estudio ‘pre- Timinar de Antonio Tovar, Caracas, 1965, tomo I, prefacio, pag. 12. *Esta corriente, bien palpable ya en Fernandez de Oviedo, subiré a la propia superficie del titulo en! las’ Elegias de varones ilustres' de In- dias, de Juan de Castellanos, para’ continuarla en el inicio det XVIT Antonio de Herrera en la Historia general de los hechos de los caste- Yanos en tas istas y tierra firme det mat Océand. Madrid, 1601 - 1615. 10 Demetrio Ramos de la Contrarreforma tifieron sus relatos con la ejemplariza- cién del efecto de las obras, no Iegaron a desprenderse de ese mismo afaén de dar memoria de aquellas inverosimiles ha- zafias*, La conquista, pues, quedé fijada para el historiador _ sélo en Io que tenia de anéedota, en su pura y simple realiza- cién, como stcesién de acontecimientos. Después, entregada la historia en manos de los. roménticos, apenas se produjo otra variacién que la de entenderla al modo tragico —como es natural—, sobre las noticias derivadas de la honrosa pugna de ideas que con los criterios renacentistas sostuvo la ética cristiana de la élite espafiola, en aquella ejem- plar autocritica, remodeladas en la nueva ocasién por las co- rrientes nacionalistas que heredaban el clima de las guerras de independencia, como en los siglos anteriores lo fue por el antagonismo de los principes europeos rivales, y como en los tiempos posteriores volvié a revitalizarse la versi6n polémica por un complejo de razones. Asi se leg6 a esa singularidad, como actitud histérica, que no se produjo con ninguna otra conquista, como no se dio con las de los griegos alejandri- nos y romanos de la edad clasica, ni se vieron sometidas a critica parigual las de los barbaros, islamicos, normandos y cruzados, de la época medieval. Consecuencia de esos distintos prismas, coincidentes todos en el enfoque de los actos singulares, la conquista no fue estu- diada desde el punto de vista indispensable de su mecanismo y, sobre todo, de su aparato activo: la hueste indiana, Cuando José Almirante quiso ofrecer las bases bibliograficas precisas para el estudio del instrumento militar espafiol, se encontré forzosamente con este vacio y ni siquiera supo sacar el debido partido de la obra de Bernardo de Vargas Machuca, en Ia que hablaba de la Milicia indiana, la unica que podia brindarle al- gunos datos concretos, aunque apenas pase de tocar la super- ficie del tema. No obstante dedicarle al escritor vallisoletano *Es el caso de las Noticias His- stogrdfico de principios det siglo toriales de fray Pedro Simén. Vid. XVII, estudios preliminares a la edi- Demetrio Ramos; El cronista fray cién de la parte venezolana de esta Pedro Simén en el ambiente histo- obra, Caracas, 1963, dos vols. La “hueste” indiana MW una serie de parrafos, con escaso tino por cierto, se contenté con una leve mencién a las paginas de la Milicia‘, para en cambio su atencién en otro texto suyo, los Ejercicios a la gineta, al que comenta prolijamente Pero el defecto, por las razones sefialadas, venia de muy lejos. El mismo Vargas Machuca —que tanto empufié las ar- mas en Italia como en las Indias— se habfa visto obligado a sefialarle, al decir —a finales del siglo XVI— que “los que han escrito [sobre las empresas de Indias], y s6lo han tratado las conquistas, los: hechos y los famosos capitanes y soldados, las calidades, tierras y asientos, sin descubrir el modo y prdc- tica de milicia que alld se han nuestros espafioles”*, a pesar de su singularidad y de las diferencias que esa milicia indiana tenia con la de Italia, segun lo reitera tantas veces a lo largo de su libro. ' Desde el siglo XIX; en que escribié Almirante, hasta nues- tros dias, el progreso historiogréfico ha sido extraordinario; pero con todo, este tema aun no ha sido estudiado con la pro- fundidad debida. Su planteamiento fue iniciado por Silvio Zavala en un estudio referido al caso concreto de Ja conquis- ta de México’, en el que expuso la trabaz6n personal de sus realizadores. El mismo investigador Ileg6 a trazar un amplio esquema de la mec4nica de la hueste en el libro que dedicé a Las instituciones juridicas en la conquista de América*, con anotaciones muy sugeridoras, que descubrian su complejidad. Al parecer, sin conexién con estos trabajos, emprendié Néstor Meza Villalobos, con notable acierto, una tarea paralela en ‘Esta marginacién se la reproché, por desvalorizar as{ la obra mas sefialada de Vargas Machuca, el pro- loguista de Ia edicién de la Milicia que, en 1892, hizo Victoriano Sua- rez en su “Coleccién de libros raros © curiosos que tratan de América”. Madrid, 1892, tomo VIII, paginas VIII-XI. ‘José Almirante: Bibtiografia Mi- litar de Espafia, Madrid, 1876; pags. 875 y sets. *Milicia y descripcion de las Indias. Madrid, 1599. Citamos por la edic. 1892[*1, donde se encuentra este pé- rrafo en la pag. 45 del tomo indi- cado. Silvio Zavala: Los intereses par- ticulares en ta conquista de la Nue- va Espana (estudio histérico- jurt- dico). Madrid, imp. Palomeque, 1933. *Silvio Zavala: Las instituciones juridicas en la conquista de Améri- ca. Madrid, Centr. de Estud. Histr. 1935. Dedica a este tema la segunda parte de la: obra, especialmente a partir del capitulo IX, titulado pre- cisamente Las huestes indianas, pé- ginas 138 y sgts. 12 Demetrig Ramos busca de la realidad de la empresa en s{ misma. Su punto de partida era bien cierto, al lamentar el predominio de la preo- ¢upacién por averiguar las rutas seguidas por cada conquista: dor —como también sus incidencias—, de acuerdo con una tradicién, a la que se ligaron tantos investigadores. A este Propésito decia que “la actividad espafiola en América y Ocea- nf sélo ha sido objeto de largas y acuciosas descripciones de sus itinerarios, sin intentar, con la ayuda del abundante ma- terial de crénica y documentos contempordneos, la descrip: cién de las formas de las empresas y la induccién de sus mo- tivos vitales’’*, Su labor, en este empefio de presentar la me cAnica funcional de las empresas de conquista, fue muy po- sitiya, especialmente al demostrar el partido que podia sacarse del material existente. Lastima que apenas haya tenido reso- nancia este trabajo que comentamos, as{ como otros que si guieron en Ja misma linea * : Como excepcién, debe citarse a Ernesto de la Torre Villar que, algunos aiios después, llevé a cabo una reelaboracién: del’ tema, sistematizdndole, dentro del cuadro establecido por Za- vala, en tres’ grandes apartados: el referido a la organizacion, el que trataba de la actividad de Ja hueste y el dedicado al De- recho premial", haciendo fundamental hincapié en el aparato Jegal con el que la Corona quiso regular Ja accién expansiva, Este libro, con el excelente criterio ordenador que caracteriza a su autor, es un buen ejemplo de técnica histérico - juridica. Particular interés, a este respecto, tiene Ia obra que més recientemente publicé Mario Géngora en la que, con un punto de vista muy acertado, prefirié limitarse al estudio de uno de los tipos de actividad, el de las que él lama “bandas de con- "Néstor Meza Villalobos: Formas ¥ miotivos de las empresas espariolas en América y Oceania. Su esencia econdmico-cultural. “Boi. Acad. Chi- Jena de. la, Historia” (Santiago de Chile), gm. 7°(1936), pgs. 322-389. “Néstor! Meza Villalobos: Et ca: pitdn “de conquista y ta riqueza, I Congreso Inter. de Historia de Amé rica. Buenos Aires, 1938, If; Las empresas de la conquista de’ Amé- rica. “Rev. Chilena de Hist. y. Geog.” (Santiago), 1940, especialmente. “Ernesto de la Torre Villar: Lag. + leyes de descubrimiento en los siglos, XVI y. XVII, México, Junta, Mexica- Ba, a Investigaciones "Historias, i = La “hueste” indiana 13 rr quista”, en las que quiere ver el tipo primario de las‘ con- quistas indianas ®. Géngora nos ofrece asi un provechoso an&- lisis de una faceta que tiene su papel en el desarrollo de la empresa. Su valor es innegable, pues incluso pone a discusién Ja terminologia y no con falta de razén. Mas, con todo, no creemos se haya llegado, ni mucho menos, a resultados definitivos. Se han dado ya, es muy cierto, pasos de gigante en relacién con el vacio que se habia padecido, Pero sera necesario perseverar en la tarea, ya perfectamente programada, para cubrir las etapas que aun nos faltan. A este propésito responde nuestro trabajo, animados por el interés can que fue acogida la exposicién que hicimos en el coloquio que nos brindé él Dr. Alamiro de Avila Martel en su Seminario de Historia del Derecho de la Universidad de Chile, en agosto de 1963. En aquella ocasién ya manifestamos que era necésario abordar el tema de la mecdnica de la conquista teniendo em cuenta su complejidad, por lo que toda sistematizacién rigida puede conducirnos a un conocimiento deforme o insuficiente. Mas atin, sin dilucidar previamente las bases en que se origina el sistema de la hueste indiana, la maquina de la conquista seré dificilmente inteligible. Podemos verla actuar, pero sin llegar a comprenderla y menos aun abarcarla. De este mismo vacio se lamenté también Garcia Gallo en un trabajo sobre el _ sistema militar en Indias a lo largo de toda la época espa- fiola De acuerdo con un criterio histéricofuncional, los. actos en st de Ia hueste no podemos. verles como, estampas fésiles, por elegir unas formas que consideramos tipo, para atribuir las variantes a simples efectos de lugar o de ocasién. Preciso es que determinemos previamente la causalidad de la aparicion en América del sistema y desde qué plataforma se inicia, para "Mario Géngora: Los grupos de conquistadores en Tierra Firme (1509 1530). Fisonomia historico-social de un tipo de conquista. Santiago de Chile, Centro de Historia Colonial, 1962. "Alfonso Garcia Gallo: Et. servi- cio militar en Indias. “Anuar. Hist. del. Derecho Esp.” (Madrid), tom. XXVIT (1956), pags. 1-69. En este: estudio se pone de manifiesto la ré- pida desaparicién del sistema de huestes, apenas se concluia la con quista, para dar paso a otras for mas. A pesar de: tener que dedicar a Ja hueste sdlo una. parte- de su: estudio, las referencias, que da tienen. gran interés. 14 Demetrio Ramos poder seguir la pista de un proceso evolutivo, impuesto por unas razones que son algo més que la curiosa persistencia de un anacronismo, al que se le hace aparecer por pura como- didad. Por otro lado, consideramos inevitable distinguir, me- jor que las variantes, las etapas en que se promueven esas variantes, originadas por tensiones criticas que hay que indi- vidualizar. Tan importante es este punto que’ sdlo asi cabe entender, por un lado, el contagio y difusién de esas formas de actuacién y aislar las supervivencias, y por otro el motivo y objeto de las acciones correctivas que intenta introducir la Corona con sus disposiciones, que’ responden siempre a actos producidos y a actos que trata de prevenir. De otra manera, enfocadas separadamente las formas de actuacién y las re- soluciones reales, sin encajarlas como causa y efecto, puesto que son fenémenos concomitantes, ofreceran una estampa de actos inconexos que inclinard al historiador a optar, errénea- mente, entre lo que cree una historia real y una-historia legal, por no haber aceptado a comprender Su interpenetracién. Este’ es el cuadro que entendemos debe ser abordado y el motivo de nuestra aportacién. De paso, queda también expuesto el método que creemos. debe seguirse. Comencemos por dejar sentado que lo que entendemos co- mo hueste indiana —ya trataremos sobre la adecuacién del término— no fue una institucién juridicamente reglada; ca-, recié de una ordenanza normativa, y lo que es més, se agoté con el tiempo —a pesar de la vigencia que puede deducirse de Vargas Machuca—, sin dejar siquiera una herencia di- recta, en la que persistieran sus bases en un sentido pleno. A ello puede obedecer que se perdiera casi la nocién de sus especialisimas caracteristicas originarias, porque son hom- bres muy distintos de los que la ponen en marcha los que se la encuentran establecida. Hasta el extremo que de no haber sido por los detalles que nos revelan tantas proban- zas, por los hechos que se ponen de manifiesto tantas representaciones de la “gente” y litigios entre los conquis- tadores, reclamaciones sobre repartimientos, etc., no Ilega- riamos a comprender las noticias incidentales de los cronis- tas, que deben entresacarse de su preocupacién fundamen- La “hueste” indiana . 15 talmente narrativa. Por eso, como acertadamente lo expuso Meza Villalobos, ha predominado, durante tanto tiempo, la historia de los itinerarios, mientras apenas tenfamos una vaga idea del funcionamiento de la empresa, montada sobre la me- cdnica de estos equipos que Ilevaron a cabo la conquista, de los cuales sélo se nos conservan —que se conozcan— algunos cuadernos de “Compafifa” y otros testimonios documentales diversos, debido al sistema interno semiprivado de su traba- z6n. Pero lo cierto es que, aun sin reglas establecidas, funcio- naron de acuerdo con unas bases consuetudinarias que, con determinadas variantes, responden a un cuadro de procedi- miento impuesto por precedentes perfectamente regulados des- de siglos, que se trasladaron a América, apenas iniciado el descubrimiento y que, tras su rapida modernizacién, legaron a normalizarse de facto, hasta el extremo de que, después del enfoque casuista de las capitulaciones, se har4 alusién en no pocas disposiciones reales a varios aspectos de tal sistema, como de algo establecido y de dominio comun. I, EL ORIGEN DE LA HUESTE INDIANA La primera dificultad que ha de salvarse al abordar el tema de la “hueste indiana” se encuentra en la debida fijacién de su origen modélico, a partir del cual se desarrolla, en virtud de unos motivaciones que constituyen lo que podriamos [amar origen causal. Vargas Machuca, alejado ya del tiempo en-que tal causalidad actud, tanto desconoce ésta como el patrén sobre el que’nacié el sistema, limitandose a presentar las ca- racteristicas externas de la hueste indiana por su contraste con los ejércitos reales, con los que él habia estado en Italia, al decir que “en esta milicia el principe no hace el gasto, porque el capitan o caudillo que a su cargo toma la ocasién él se hace la gente y la sustenta y paga y avia de todo lo nece- sario, previnicndo armas y municiones, sin que intervengan pagadores reales”, Desconectados de su origen, hubo pues, “Vargas Machuca ['J, vol. I (VIII de la .colec.), lib. I, pag. 46. muy pronto, un olvido total de las tazones que Ievaron a este procedimiento, incluso entre los propios participantes, porque los que, después de los primeros afios, Hegaron a in- tervenir en las empresas de la conquista, procedentes de un modo de vida muy distinto al que pertenecfan los iniciales, estaban en la misma situacién del que toma un ‘tren en mar- cha, sin conocer su base de partida ni los motivos que origina- ron su rumbo. De ahi esa acusada expresién de extrafieza qué Jes Ilevaba a valorar de forma tan equivocada su aportacién y Ia de los distintos caudillos, como si la Corona se hubiera inhibido, cuando la realidad fue muy diferente. Algo, pretendié aducir Solérzano Pereira, pues al referirse también a que los conquistadores gastaron en sus empresas “vidas y haciendas, sin paga alguna” aventuré una motivacion. de tal hecho al agregar “a imitacién de los antiguos romanos que en esta forma militaron mucho tiempo por su repiiblica”’ #, La solucién, como se ve, no puede ser mas forzada pues, apatte de tratarse de una expansién erudita, sobre lo que mucho més debié decir si realmente estaba convencido de tal para- lelo, no deja de ser peregrino que obligue a todos los conquis- tadores a buscar en los cldsicos un modelo que sdlo estaba en su, imaginacién, por no tener otra razén més a mano. Naturalmente, no creemos,que nadie pueda darse por satis- fecho con: este: origen imitativo. Silvio Zavala tampoco' se: dejé6: convencer, cuando. tuvo' ala vista estos textos, por lo que: procur6: aventurar: otras’ razones' mucho més: ligadas' a’ la contemporaneidad de los hechos. Las causas’ que segiin: este autor pudieron conducir a la aplication de tal sistema, fueron* las:siguientes: 1° “la: poca consideracién que gozaron las con- quistas' indianas... hasta’ que: las riquezas: de. México’ y- del ™ J. dé Solérzatio Pereira: Politica Indiana, Madrid, 1648, lib, III, cap. II. Utilizamos Ja edicién de la C.L.AP., ‘Madrid; 1930, con estudio preliminar de José M* Ots Capdequi. Sabemos’ que esté preparada una nueva: edi- cién, que el Fondo de Cultura Eco- némica tiene a punto, con abundan- tes anotaciones: de. Ots: Capdequl y de" Javier Malagén Barcelé. Bi exce- Tente prélogo- que la encabezard: ha sido acertadamente publicado. como. adelanto por la misma editorial, vid Javier Malagén y José Mt Ots Cap" dequi: Solérano y. ta: Politica In- diana, México, 1985, donde pueden gncontrarse todos:los detalles desea- 8.

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