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APOLOGIA DE LAS COSAS Coedicién: Editorial Sexto Piso, S.A. de C.V. / Secretaria de Cultura © Aroldo Kraus, dela obra © Vicente Rojo, de portada ilustraciones D.R. © 2016, Editorial Sexto Piso, S.A. de C.V. Paris 35-A, Colonia del Carmen Coyoacan, C.P. 04100 Ciudad de México D.R. © 2016, Secretaria de Cultura Direccién General de Publicaciones Avenida Paseo de la Reforma 175 Colonia Guauhtémoe, C.P..06500 Gindad de México www.cultura.gob.mx Las caracteristicas grificas y tipograficas de esta edicién son propiedad de Editorial Sexto Piso, S.A. de C.V. Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproduccién total o parcial de esta obra por cualquier medio 0 procedimiento, comprendidos la reprografiay el tratamiento informatico, la fotocopia ola grabacion, sinla previa autorizacién por escrito de los editores. ISBN: 978-607-9436-44-5, Sexto Piso ISBN: 978-607-745-536-3, Secretaria de Cultura sImpreso y hecho en México / Printed and made in Mexico Apologia de las cosas ARNOLDO Kraus Tlustraciones de VicENTE Rojo 1 universo encerrado en la palabra “cosa” es inagotable. Un sinfin de quehaceres, “tengo que hacer mil cosas”, una extensa gama de situa- ciones, “se trata de otra cosa”, una cadena de preguntas, “zqué cosa traes entre manos?”, una serie de vivencias no bien definidas, “no hablo de esa cosa, me refiero a otra cosa”, una nota periodistica, “nadie se ha encargado de recoger las cosas abandonadas en la casa de la familia M tras la matanza perpetrada por narcotraficantes”, y algunas ideas modernas como denominar “cosas inanes” a todo lo de- sechable, o decir “las cosas” para designar ma- teriales, vivencias 0 ideas imprecisas son par- te del interminable universo de los objetos. Todos tenemos cosas, todos somos mu- cho nuestras cosas. Los enseres atan y emo- cionan: escoger unos objetos, envolverlos y escribir algunas palabras para llevarlos a casa de los nietos y después observarlos en sus ju- gueteros es un bello fragmento de la vida. En cualquier recoveco, desde la casa hasta el ta- Iler, y desde el consultorio hasta el hogar dela memoria, hay cosas. Las cosas amueblan vida y tapizan recuerdos. Cajones, roperos y cajas ocupan rincones recénditos en el sitio de la cabeza donde la memoria se aloja. En esas cir- cunvoluciones nada es etéreo: las cosas tie- nen Voz y Vida. Las cosas acuerpan y susten- tan ciertos pilares de la casa de la memoria; algunos se sustentan con cosas y los dotan de una memoria sui géneris: la de las cosas. Con el tiempo huellas y cosas se retroali- mentan; las manos en los utensilios y las de ellos en nuestra mirada son parte sustancial de los quehaceres cotidianos. Chapas, llaves, hebillas y cucharas militan contra el olvido. El amor de las parejas vive mejor al lado de las cosas distribuidas minuciosamente en el hogar y acoge con calidez cuando la me- moria se regodea al recordarlas. Las cosas amistan, son infinitas, habitan la vida. Hay quienes tatuian su cuerpo con flores, flechas, 6 signos y lapices para ampliar su mundo y alegrar los dias, y hay quienes a lo largo de la vida guardan enseres para vivir episodios del presente gracias al pasado. Pinceles, brochas, tubos de acrilico, corchos, canicas, compa- ses, numeros, crayolas y el polvo almacena- do como metafora del tiempo son enseres propios de la biografia de un pintor. Los autorretratos sin cara tienen otras caras. Soldados, aviones, un citer semioxi- dado, la bandera de la Republica espaiiola so- bre una pizarra, transportadores, esferas de poliestireno y una postal del Arco de Triunfo de Barcelona corresponden a los gestos, los guiiios, las arrugas y la barba de los autorre- tratos sin rostro. Autorretrato de Rojo pres- cinde de cara. Sus cosas ocupan las cuencas de los ojos y suplen boca, nariz, orejas. Pocos autorretratos no requieren rostro: bastan es- feras, plumones y tubos agotados de pintura acrilica. Entrelazados por el tiempo han acom- pafiado a Rojo en su largo periplo. _ La mirada retrata a quien ve y lo que ve. Vay viene. La mirada busca cuando una 0 va- rias cosas desaparecen de su sitio. Las cos- tumbres son inherentes a los seres humanos. La mirada penetra y recuerda; es una suerte de radiografia: si falta una cosa, rastrea, se inquieta, otea hacia la izquierda, hacia arri- ba, hacia cualquier recodo. Pregunta: “gd6n- de qued6?”, escombra: “no aparece”, cambia suhaz: “desde este angulo se observa mejor”, e inquiere: a uno, a las cosas vecinas, a los amigos. Los huecos incomodan, duelen. No siempre es factible llenarlos. Sustituir la taza vieja no es sencillo. La taza vieja, la de las huellas, desportillada, descolorida, es uno y es un poco como uno. El asa reconoce los de- dos y los labios del duefio. Las cosas, al igual que las ideas, tienen bagaje y memoria: almacenan nuestras his- torias. La nostalgia no es invencion, es nece- sidad. Lo saben los viejos utensilios: sus cuer- pos son tratados sobre nostalgia, melancolia 10 y saudade. Hace falta un texto. Nostalgia de las cosas 0 Sin cosas la vida carece de nostal- gia podrian ser los titulos. La vida sin cosas es una vida sin nostalgia. La vida sin nostalgia es yerma. Bien lo dice Alice Munro: “La com- plejidad de las cosas, las cosas dentro de las cosas, es sencillamente inagotable”. Ellenguaje no es infinito. Las cosas le produ- cen dolor de cabeza a las palabras. No encon- trar nombres adecuados incomoda. Algunas cosas son innominadas. Lo saben la A, la V, la Zy todas las demas letras. Otro tipo de in- comodidad sobreviene cuando las palabras confrontan las historias de las cosas. En oca- siones faltan palabras para significar cierto objeto, para no decir chunche porque igno- ramos el nombre de algtin accesorio, para no decir “;cdmo se dice?”, cuando olvidamos que badajo es el nombre de la pieza que suena al mover la campana. Al lado de cosa INGO WAVE) militan otras palabras: algo y eso (0 esa) son 2, 6, algunas. “Olvidé decirte algo”; “algo me su- cede”; “por favor, gme pasas eso?”, “no me digas eso”. “Cosa”, “algo” y “eso” son vo- cablos familiares. Sin ellos sufririan el voca- bulario y sus fieles peones, las palabras. Mientras borro algunas ideas converso con mi escrito, “algo significa esa cosa”. En Las Jronteras de la identidad, Claudio Magris es- cribe: “usar metaforas, decir algo, decir otra cosa, para hacer entender lo que directamen- te no puede ser dicho”, idea que apela a los intersticios de las metaforas para decir lo que resulta dificil expresar; metafora e idea en sintonia con las “cosas de las cosas”. Los linderos de las diversas lenguas di- fieren entre si. Unas son ricas en algunos tér- minos y pobres en otros. Ya lo dijo Wittgens- tein: “Los limites de mi lenguaje son los limites de mi vida”. Ya lo expreso la reali- dad: “Las vidas y las formas de las cosas son infinitas”. La palabra “cosa” recuerda a Wittgenstein: faltan nombres. El universo cosa es amplio y vastos sus significados. Las voces de los bebés son una excepcién. Aun- que sus Ilantos no son idénticos, las lagrimas pesany dicen lo mismo en China, en México, en Siria. Las voces de los animales son otra excepcién: indistintamente de su habitat, gatos y perros ladran y maullan —casi-— igual. A pesar de la universalidad de las cosas y de la constante alusion a ellas, laidea cosa, la imagen cosano siempre es clara. El Dicciona- rio de la lengua espanola ofrece varias acep- ciones de “cosa”; como en otras ocasiones, confunde. Entresaco dos: 1. Todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta. 2. Objeto inani- mado, por oposicién a ser viviente. Menudo brete entender las ideas de la Real Academia Espafiola. Siempre me han gustado las con- tradicciones. Intento comprender las del dic- cionario. El problema yace en el universo cosa: un espacio amplio, indefinido, sin limites, donde todo lo que tiene una forma 0 un pro- posito, aunque carezca de nombre, ocupa un lugar en la vida de las personas; decimos “cosa” cuando olvidamos, ignoramos o no encontramos la palabra adecuada. La primera acepcién no es clara. Permi- te suponer que todo es una cosa: entre lo cor- poral, una pierna, y lo espiritual, una plega- ria, todo cabe. Entre lo natural, una planta del jardin, y lo artificial, una planta de plas- tico, todo entra. Entre lo real, el lapiz, y lo abstracto, un deseo, nada queda fuera. Esa amplitud se debe al wniverso cosa; su com- plejidad se relaciona con la palabra “enti- dad”, también utilizada en la definicion: “ente o ser”, explica el diccionario, y agre- ga, “lo que constituye la esencia o la forma de una cosa”. Es decir, todo. Esa es la razon por la cual en algunas haciendas de Latinoa- mérica a los trabajadores, cuasi esclavos, se les considera cosas. Comparto mi enredo: 0 la academia no logra lidiar con la palabra “cosa” —hay otros conceptos ademas de los citados—, o las cosas sobrepasan el poder de las palabras. Mi enredo lo explica el wniverso cosa. No importa si no contamos con pala- bras suficientes: hay recovecos como el uri- verso cosa cuya amplitud impide encontrar el término exacto para designar lo que uno busca nombrar. La segunda definicion —“objeto inani- mado, por oposicion a ser viviente”— abre un abanico de posibilidades infinito: todo lo que carece de vida es un objeto. Computado- ras, sofas, automoviles y papel son objetos inanimados, sin vida mientras duermen, con vida cuando se les toca. Algunos, sin embar- go, tienen anima: la que les otorga su duefio. Cosa/persona conforman un binomio inse- parable; los seres humanos dan vida a las co- sas y éstas nos miran y acompaiian desde su lugar, desde el rincon donde han sido testigos del paso del tiempoy de las generaciones que vany vienen en la casa de la familia. Cualquier 16 persona entrada en afios lo sabe: los huecos de las cosas perdidas o rotas duelen por laim- posibilidad de reponerlas; ;quién no ha per- cibido su ausencia al pasar cerca de su lugar?, équién no tiene apego por sus cosas? La etimologia ayuda. El corazén de las palabras es el corazén del ser humano. El origen de cosa es causa: razon, principio que motiva una accion; fundamento, motivo y empresa son ideas afines. Las cosas, los obje- tos, triviales o vitales, dotan de vida a la vida; las cosas bicicletas, las cosas pinceles, las co- sas papalotes, las cosas libros, las cosas es- critos, las cosas lienzos, las cosas pinturas y las cosas discos son causas y motivos funda- mentales del ser humano. Su alma, su esen- cia, contagia: la taza de la abuela, el telar de Guatemala, los rizosrubios del bebé, guarda- dos con carifio en el sobre de la vieja madre, y el lapiz colombiano destilan recuerdos im- perecederos, afectos tnicos. Esos enseres, simples a vuelapluma, indispensables en el 18 dia a dia, transforman la trivialidad en vitali- dad. Las cosas abandonan el reino efimero cuando se insertan en la viday se depende de ellas para iniciar o cerrar el dia. Quiza por eso, para mitigar su vacio, algunas personas se atiborran de cosas. Los autorretratos sin cejas, con rom- pecabezas, sin nariz, con lapices, sin labios, con corchos, sin orejas, con etiquetas engo- madas, sin ojos, con envases de pintura acri- lica exprimidos por el hambre insaciable del pincel, son distintos. No requieren caras, bas- tan cosas. Asi Awtorretrato de Rojo: sus cosas son su biografia. El universo cosa carece de fronteras. Milita contra el mal de la fugacidad. Las cosas son todo menos fugaces. La fugacidad lastima, las cosas arropan. Los objetos en el rellano, los que penden de los brazos metalicos de la ban- ca del jardin y la pequefia figura de madera 19 ‘i 76) tallada proveniente de una sierra lejana atem- peran el paso del tiempo y atentian los sinsa- bores de la efimera existencia. Los objetos, gme equivoco?, son vacunas contra la fugaci- dad. Al palparlos, moverlos o colocarlos en otro sitio vitalizan el universo cosa, ese espa- cio donde uno habita y es habitado por sus mobiliarios. Mientras escribo pienso en mis objetos y en miuniverso cosa. “Lo acuerpan”, me digo. “Si, lo visten”, me respondo mientras mue- vo la caja de madera a otro lugar. “Ahi se ve mejor”, le digo al sofa, mientras coloco un te- lar oaxaqueiio en uno de sus brazos. “Este sera mi lugar”, me responde el tapete cuando lo cambio de sitio. Las cosas juegan y hablan. Lo oe sabe quien desea, quien logra “soltarse”. Lo desconoce quien sdlo se guia por la ra- zon. Lo entienden el pincel que aguarda im- pasible su turno y las wltimas motas del exhausto tubo de pintura. Lo ignoran las pin- turas colocadas en los anaqueles de la tienda. 21 EnlaEra Bauman, donde todo es liquido, in- cluyendo tiempo, personas y amor, las cosas representan otros valores: su anima se alza en contra de la licuefaccién del ser humano. Si ellas pudiesen opinar, restringirian el uso de los aparatos cuya utilizacion desmedida contribuye a licuar al ser humano. Los men- sajes de 140 caracteres como ejemplo. La mo- dernidad liquida ha modificado cualidades ancestrales del ser humano: palpar, oler, ob- servar y escuchar son espacios envejecidos; apegarse a las cosas, alas cositas, alos peque- fos regalos traidos desde tierras lejanas, ex- puestos por doquier, es demodé. La piel del otro, el silencio profundo y la mirada calma pertenecen a otras épocas. Las personas li- quidas tienen anticuerpos contra la lentitud, contra el tacto, contra el amor hacia las cosas. Las cartas humanas son un lindo espa- cio en peligro de extincion. Las epistolas, con sus sobres, timbres, tinta ad hoc, sus 22, perfumes —,quién no tiene guardados algu- nos sobres en el coraz6n o en algtin cajén?—, han envejecido y casi desaparecido: son tan viejas como los abuelos en el cementerio. Por fortuna, todavia hay quien escribe cartas con lapices, ya pesar de ser pocos, atin sobre- viven algunos carteros con bolsos de cuero y silbatos. En poco tiempo los nifios le pregun- taran a sus padres cuando vean a un cartero montado en su bicicleta, con el silbato en la boca anunciando su llegada y el bolso adosa- do al pecho, “gquién es ése, papa?” Los en- seres viejos y las cartas atemperan un poco, al menos un poco, el peso de la Era Bauman. Extinguir es sello humano: acabamos con es- pecies animales, con plantas, con el valor de las cosas que heredabamos de los nuestros como signo amoroso. En Hombre lento, J.M. Coetzee escribe “el reloj permanece inmovil, pero el tiempo no”. Lo mismo sucede con las cosas: mien- tras que los hombres se van y mueren, las 23 cosas se quedan. Y con ellas, en ellas, los re- cuerdos, los amores, las historias de quienes las tocaron. Cuando fallecen los abuelosy los padres, sus enseres heredan los tiempos don- de, al lado de conversaciones y tazas de café, la familia se reunia. Las cosas queridas de los seres amados lastiman de otra forma cuando ellos mueren; ese dolor, como tantos otros, es un dolor necesario: revive y regresa el afecto y el amor por las personas queridas. {Quién no lleva adentro el calor de palabras e imagenes en torno al carifio por las cosas? Los objetos apreciados se dejan tocar. Es una pena no poder escucharlos. Mover la pie- za mal acomodada, voltear la mas lejana, de- sempolvar la olvidada, pegar las patas rotas, barnizar las esquinas despintadas y pintar los margenes del costurero de la abuela arrasados por el tiempo es placentero. Suturar una heri- da en la piel y pegar un bastidor desportillado son eventos humanos: ambos satisfacen. Hace largas décadas un viejo muy viejo me dijo: “las cosas te habitan”. “No entiendo”, le respondi. Cuando transcurran los afios, y te mudes de ciudad, y dejes la vieja casa e inviertas tu tiempo en acomodar los enseres y baratijas en las paredes y rincones de la nueva mora- da, y ames de otra forma y seas amado por otros brazos, y desames y sufras los dolores del abandono, y te llenes de tristeza cuando descubras que el primer regalo del primer amor se extravid, me comprenderas. En tus bartulos podras llevar algunas porciones de tu vida, otras iran al basurero y algunas en- contraran cobijo en las manos de amigos 0 familia. Las cosas, los algo, los esos, cobi- jan y te remiten a los tiempos donde los ob- jetos queridos formaban parte de la vida. w a DTANdy > Afios después, cuando mi amigo fallecid, en- contré, metida entre los papeles bajo un vie- jo pisapapeles, una nota escrita poco antes de su muerte, el tiempo se hace polvo: y yoy tuy tus padres y tus hijos y tus amores y todos nos transfor- mamos en diminutos e inasibles polvos. Las cosas de la vida, compaiieras durante mu- chos afios, no mitigan el dolor de convertir- nos en polvo pero si ayudan. Mirarlas, tocar- las y levantarlas consuela: recuerdan partes de nuestra historia y nos regresan al tiempo cuando los polvos de otros seres humanos y las viejas piezas rotas moldearon nuestro es- queleto. Las cosas queridas son testigos del tiempo polvo. Luchan contra su volatilidad. Nos cobijan. Obsequiarlas antes de partir, y entregarlas en las manos de los seres queri- dos mitiga el dolor del final. Asi como uno adopta sus cosas, las cosas te adoptan. 29

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