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LIMA BARRETO DOS NOVELAS Recuerdos del ron Isaias Caminha Ls triste fin de Lisaons ae PROLOGO "Nadie fue mds tipicamente brasilefio gue Lima Barreto. E inclusive, més tipicamente cartoca, Ma chada de Assis y Lama Barreto, ambos cariocas ge- nuinas y brasiletios por los cuatro costados. Y por consiguiente, de los escritares mas universales de nuestra literatura” Alceu Amoroso Lima “Para él, Ia literatura es una especie de pasidn y de deber. Era una forma de existencia, a la cual sa- crified las demds.” Anténio Candido 1, EL TELON DE FONDO Novexisa de la Primera Reptiblica, Lima Barreto es la figura més repre- sentativa de la ficcién brasilefia de la generacién que siguid a la de Machado de Assis, novelista del Segundo Reinado. Natural de Rio de Janeiro, mu- lato, de origen humilde al igual que Machado, Afonso Henriques de Lima Barreto vino al mundo en la tltima década del Imperio, ya por entonces comprometido irremediablemente en su estructura social y polftica por la doble separacién del sistema esclavécrata y el poder mondrquico, Los sin- tomas de ese proceso comienzan a surgir al finalizar la guerra del Paraguay (1865-1870), con la disidencia de Jos liberales y el Manifiesto Republicano, las leyes abolicionistas, la cuestién entre los obispos, el Estado y la Maso- neria; agravado todo por Ja crisis mundial de 1875, que tuvo profunda te- percusién en la vida econémica y financiera del pais. En la década del 80, se acelera el ritmo descendente del desmoronamiento del régimen, con la sustitucién exagerada de gabinetes y las reivindicaciones de la clase militar, que antes de la guerra se habia mantenido discretamente al margen. En esa continua pérdida de vitalidad del orden civil y del parlamen- tarismo oligérquico, de acentuado sello liberal, Don Pedro Il, avejentado y enfermo, a los sesenta y cuatro aiics, se iba desprendiendo de algtin modo de los negocios publicos. Con la salud quebrantada, progresivamente senil, no patecia tener 4nimos ni fe como pata enfrentar la ola que s¢ encrespaba, amenazante, contra el Tercer Reinado, que seria el de Isabel I y el Conde d’Eu, la beata y el extranjero segiin decia la oposicién, sobre todo la oposi- cidn de los republicanos més radicales. La heredera de] trono era sefialada por los esclavistas como fa principal responsable de las dos conquistas abo- licionistas mds importantes: la Ley de Libertad de Vientres (1871) y la Ley Aurea (1888); esta ultima declaré extinguida la esclavitud en el Brasil. En Ix resumen, la decadencia del Imperio coincide con la del propio monarca, al final de un largo reinado de casi medio siglo. Con apenas siete afios de edad, Lima Barreto asistié con su padre a los festejos populares de la Ley Aurea, sancionada el mismo dia de su cumple- afios, el 13 de mayo. Retuvo en su memoria la euforia de la multitud que aplaudid en el Largo do Paco la conclusién de la campafia abolicionista, ¥ en los dias subsiguientes, en la gloricsa semana, asistid a la misa de campafia en San Cristébal y acompafié el desfile de las muchedumbres de escolares, entre el estallido de los cohetes, el redoble de las girdndulas y el resonar de las bandas de musica, con los ojos bien abiertos de nifio maravillado por el espectaculo. “;Nunca en mi vida vi tanta alegria!” Todo quedaria grabado para siempre en la retina y los ofdos del Pequeho, en un vertigo sensorial de colores y sonidos conmemorativos, inclusive el cortejo de la Princesa Re- gente bajo las aclamaciones, “aquellos enormes cattos dorados, tirados por cuatro caballos, con cocheros montados y un criedo en la parte trasera”, ade. mds de la amable presencia de Isabel, la Redentora, “muy rubia, maternal, de mirada dulce y piadosa". De la proclamacién de la Repiiblica, al afio siguiente, los recuerdos son penosos. “De esa historia de la Republica, sélo recuerdo que las patrullas andaban por [as calles armadas con catabinas, y algunos dias después, mi padre fue despedido del puesto que ocupaba.” La familia estuvo entonces al borde de la miseria. La vida manca habia sido f4cil para los Lima Barreto. Gente pobre, con antepasados recientes que provenian del campo de esclavos y la sevzala, criados de haciendas y sobrados fluminenses, cuya piel aceitu- nada traia el estigma de la esclavitud, la marca del cruzamiento entre sus ancestros africanos y los amos jévenes de las familias blancas aburguesadas que les transmitieron los apellidos: Pereira de Carvalho (por el lade materno)} y Lima Barreto (por el paterno), Aprietos econdmicos, deudas, privaciones, enfermedad y muerte, rondaron desde muy temprano el hogar del tipégrafo Joao Henriques y su mujer Amélia Augusta. Ella, maestra de ptimeras le- tras, contrajo la tuberculosis y fallecié siendo todavia muy joven, dejando cuatro hijos pequefios. EI alcanzé a completar los exdmenes preparatorios para la Facultad de Medicina, pero abandoné Jos estudios por falta de re- cursos, Como tipégrafo, trabajd en A Reforma y en Tribunal Liberal, pe- riddicos del Partido Liberal. Conocid a Cesério Alvim y a Ouro Preto, quienes luego se voiverian enemigos itreconciliables, Alvim se incliné hacia las hues- tes republicanas. Ouro Preto permanecié fiel a la menarquia y a su partido. Fue el ultimo baluatte del imperio agonizante como presidente det Consejo de Ministros detrocado por el golpe militar del Mariscal Deodoro da Fonseca. Gracias a la influencia del Vizconde de Ouro Preto, de quien era com- padre, Jodo Henriques fue nombrado en la Imprenta Nacional donde harfa carreta, en veinte afios de trabajo, pasando de tipdgrafo de primera clase a jefe de turno y finalmente a maestro de composicién. Obrero de cultura apre- ciable y de base humanistica por encima de la media, tradujo del francés al portugues el Mavzual del aprendiz de composicién de Jules Claye, adaptando teglas e introduciendo ejemplos, un librito que durante muchos afios sitvid de orientacién técnica y profesional para los que se iniciaban en el oficio. x En tanto, no escondia sus convicciones mondrquicas. Montd los talleres de Tribuna Liberal, el periddico de Ouro Preto, que siguid circulando atin des- pués de la victoria de los republicanos, hasta que la policia lo clausurdé. Forms parte de los que recibieron a Don Pedro II en su postrera visita de inspec- cidn como jefe de Estado a una reparticién publica, la Imprenta Nacional, precisamente en la vispera de la mafiana del 13 de noviembre de 1889. Outo Preto no tardarfa en ser puesto preso y luego deportado, aceptando con dignidad toda la animosidad de los republicanos, concentrada en su va ronil intransigencia, oponiéndose a la intervencién de los militares en poli- tica, como dir al regreso del exilio: “No es sv misidn en un pais regular- mente organizado. La fuerza armada no debe gobernar por la obvia razén de que, para resistirse a sus requerimientos, seria menester que las otras clases también se armaran, situacién intolerable y absurda.” Joao Henriques cayé en desgracia, como su protector y compadre. Viudo, con un racimo de hijos, consigue un nuevo empleo, fuera de su medio y de su profesién: el de administrador de suministros de un asilo de locos, en Jas Colonias de ‘Alienados de la Isla del Gobetnador, gracias a la intervencién de su segundo protector, el Minisiro de Justicia Cesétio Alvim, conocido suyo desde los buenos tiempos de A Reforma. A su vez, Ouro Preto no olvidaria a su hu- milde compadre; se dispuso a costear la educacién de su ahijado, matricu- lindolo como alumno interno del Liceo Populat Niteroiense, fendado y di- rigido por William Henry Cauditt, escocés de origen, ex cénsul del Reino Unido en Rio de Janeito, que s¢ habla dedicado a Ja enseflanza con sus hijas Annie y Gracie, ambas profesoras. ‘Alumno interno del Liceo, ef nifio fue testigo ocular de Ja Sublevacién de Ja Atmada, que parecié al principio una simple disputa entre dos jefes militares: el Mariscal Floriano Peixoto y el Almitante Custdédio de Melo. El tiroteo eta fuerte. Las balas zumbaban y cruzaban a Ja vista de todos. “Las granadas estallan pot todas partes. En Nitéroi hasta legs a estallar una en la colina que est4 en los fondos del colegio”, decta el nifio de doce afios en carta a su padre. Lo que mds habria de impresionarlo, con todo, fue el epi- sodio de la invasién de la Isla del Gobernador por un contingente de suble- vados, Los soldados parecian hambrientos. Se Ievaron telas, ropa y medica- tmentos, Mataron un buey, el “Estrella”. Uno de ellos le habia preguntado al padre de Lima Barreto por qué estaban luchando “esos dos hombres” (se refetfa a Floriano y Custédio). “Ese pequefio hecho que podria haber pasado completamente desapercibido —escribiria més tarde— me hirid inmensa- mente a la tierna edad que entonces tenfa. No podia imaginarme que un hombre artiesgase su vida sin saber por qué ni para qué. Esto me parecié estipide y atin mds, indigno de la condicién humana.” Después de rendir los exdmenes preparatorios en el Gimnasio Nacional, nombre con el que la Republica rebautizd al Colegio Pedro II, a los quince afios, Lima Barreto comenz6 a asistit al curso anexo de la Escuela Politée- nica. Pero no lleg6 a diplomatse, apartdndose en tercer afio, con intetrup- ciones y aplazos previos. El Vizconde de Ouro Preto ya no ayudaba a su ahijado, que vivia constrefiido entre sus colegas acaudalados, Guilherme Guinle, Miguel Calmén o Eugénio Gudin, estudiantes ricos que se vestian XI en Raunier y usaban polainas blancas. Ea la Escuela Politécnica, Lima Barreto se enfrenté, quizd por primera vez, con Ia barreta del prejuicio racial, en una Spoca en que las Hamadas clases superiores atribufan a la Aboliciéa la mala situacién econémica de los primeros afios de la Reptblica. El nuevo orden se mosttaba mucho mds exigente que el mondrquico, por lo menos en materia de pigmentacién, al contrario del régimen anterior, tanto bajo Don Pedro F cuanto bajo Don Pedro Ii, que dieron dignidades nobiliarias a individuos sin linaje conocido. Bastardos ¥ mestizos, y algunos de color bastante oscuro, fueron hechos barones y vizcondes, consejeros y senadores del Imperic. No fueron pocos los huérfanos y expédsitos que se distinguieron en Ia politica y en Ja sociedad, vencieron en la lucha, crecieron y goberna- ron, como Ilegé a recordarlo Joaquim Nabuco. Muchos de ellos ejercieron la presidencia del Consejo de Ministros. Fue por entonces (1902) que Jodo Henriques enloquecié y debié jubi- larse de su empleo piiblico, abandonando Ja chacra de la Isla del Gabernador donde vivia con su familia, A los veintiin afios, como hermano mayor, Lima Barreto asumié la responsabilidad de cuidat al padre demente y alimentary vestir a ocho personas mds: los tres hermanos de sangre, la comparieta del padre, ires hermanos postizos y el viejo negro Manuel de Oliveira, “agregado” a la casa. Como su padre, desistia de ser doctor e ingresaba en el servicio ptblico, en un modesto puesto burocrdtico, designado por concurso escri- biente en el Ministerio de Guerra (1903). Tenia perfecta conciencia de lo qué ¢sa opcidén significaba para su vida. El titulo de doctor antepuesto al nombre equivalia en el Brasil al “don” en tiertas de Espafia, Entre otras cosas, pasando a pertenecer a la aristocracia doctoral, dejarfa de ser un paria social. Redimirfa “el pecado original de! nacimiento humilde, suavizaria el suplicio oprimente, mortificante y omnimodo del color”, como escribirfa res- pecto de uno de sus personajes. No seria un brahmdn, pero si un escriba. Mantendria a la familia con un presupuesto talo, pero sin embargo seguro, un dinero cierto con el que pudiese contar a fin de mes para los gastos domés- ticos, Poco dinero, no importa, producto de las migajas del pequefio sueldo de esctibiente y de la magra rettibucién de las colaboraciones en la prensa, pero que constituirfa el cimiento que habria de sustentar su actividad lite- raria, ésta si, raz6n de su propia existencia. Alquiléd entonces una casa en el suburbio de Todos los Santos, en la calle Boa Vista, en la parte superior de una ladera, casa que no tardé en ser conocida en la vecindad como “la del loco”. El padre permanecié en clausura doméstica hasta su muerte, el 3 de no- viembre de 1922, cuarenta y ocho horas después de la de su hijo. Ambos fueron sepultades en el mismo sepulero con una sola inscripcién: “Lima Barreto y su padre”, 2. LA MARCA DEL PRECURSOR Cuanpo Lima Barreto ingresé en el curso anexo de la Escuela Politécnica, en 1896, no habia en el Brasil facultades de filosofia oficializadas. Por eso asistié al Apostolado Positivista para escuchar las disertaciones de Teixeira Mendes y Miguel Lemos. No tendria mas de quince afios. “Recuerdo bien XII que alli adquirf un folleto con el Discours de Ia Méthode de Descartes, tra- ducido. Lo leia con atencién, sin cansancio, mds bien con placer. Lo que me encanté del librito del fildsofo francés fue que preconizata la duda metd- dica, si no sistemética, la tabla rasa preliminar pata atribar a la certeza.” El racionalismo cattesiano le interes mds que el positivismo tal como se lo ensefiaba en el Apostolado, con todas las exageraciones dogmdticas de la Religién de la Humanidad. Su curiosidad intelectual concentrése entonces en Darwin y Spencer, Taine y Renan, autores de moda, que tanta influencia habfan cjercide en la generacién anterior a la suya. E] libre debate de las ideas que se desarrollé a fines del siglo xr al in- flujo de la Cuestién teligiosa, el Abolicionismo y la agitacidn republicana, fue llamado por José Verfssimo, Modernismo, reuniendo y separando pro- sélitos det darwinismo, del positivismo comtiano, el evolucionismo spen- ceriano y el intelectualismo de Taine y Renan. Este modernismo nada tiene que ver, sin embargo, con el modernismo catélico de tiempos de Leén XIII, que no tardaria en ser condenado por Pio X, y mucho menos con el modernismo latinoamericano de aspecto simbolista, Si es exacta la tesis de Verissimo, el primer Modernismo brasilefio habria venido del cien- tificismo europeo y desaguaria en nuestra litetatuta en el naturalismo y el parnasianismo. Esas repercusiones transatlinticas llegaban siempre con un retraso de, por lo menos, veinte afios, agrega Verissimo. En ese cuadro, la formacién de Lima Barreto tenfa que ser necesariamente lacunar, Ilena de altibajos, desprovista de toda orientacién seguta, como la de todo autodidacta. Por influencia de esas deficiencias, su cultura tendra por base ingredientes diversos, que van desde el materialismo comtiano al liberalismo spenceriano, del evolucionismo de Darwin al intelectualismo de Renan, Era, por consiguiente, neo-realista, ecléctica y finalmente socializante, con un toque del anarquismo kropotkinianc. En materia de doctrina esté- tica, no sobrepasaria las fronteras de Taine y de Brunetiére. En politica, ade- mds de Kropotkin, oscilaria entre Bakunin, Eltzbacher, Malato, Hamon y Benoit Malen. Son autores no coincidentes y hasta antagénicos, pero en eso reside precisamente el fondo falso del autodidactismo, En todo caso, los jovenes que ayudaron a Lima Barreto a fundar la revista Florea! (1907), eran todos de tendencia libertaria. Se autodesignaban “discipulos de Tolstoi” y “seguidores de Kropotkin”, ¥ todos se declaraban dispuestos a combatir a los mandarines de Ja literatura, encastillados en los grandes diarios que pon- tificaban en la Confiteria Colombo y en la Academia, exigiendo a su alre- dedor “viles genuflexiones” ¢ “iniciaciones humillantes”. Este es el tema de Recuerdos del Escribiente Isaias Caminha cuyos primeros capitulos se pu- biican en Floreal. La revista no pasa del cuarto mimero. Pero Lima Barreto ya era enton- ces un hombre matcado, o al menos incompatibilizado, con gran mimero de petiodistas y escritores. Procura en vano integratse al medio literario, en movimientos como la Academia de los Nuevos (1911) y la Sociedad de Ios Hombres de Letras (1914). En Ja organizacién de ésta, litigS por obtener el cargo de bibliotecario, pero no se lo dieron. Siempre habrd de quedar en la retaguardia, aun después de ser un escritor hecho, con libros publicados ¥ XIIT de valor reconacido por [a critica. En medio de un clima de hostilidad dis- frazada, esas resistencias no Jo harfan recular de una posicidn, afirmada desde Floreal, en contra del dilettantismo y el mundanismo que dominaban el Bra- sil intelectual de la belle épogue. Sus preferencias literarias se hallan casi todas enumeradas en el catdlogo de su pequefia biblioteca, a la que denomind, ametosa y posesivamente, co- lecci6n “Limana”. Comienzan por Cervantes, tal vez en primer lugar, seguido por los picaros espafioles. All{ estén el Guzmdn de Alfarache y el Lazarillo de Tormes. Siguen los franceses: Balzac, Anatole France, Maupassant, Dau- det y muchos otros. Y finalmente los rusos: Tolstoi, Dostoievski, Chéjov, Turguenieff, éste en mayor medida que los demas. Al final de su existen- cia, recomends la lectura de Gorki a un joven escritor. Aunque no le gustaba que lo compararan con Machado de Assis, la “Limana” registra las obras mds importantes del maestro brasilefio. Swift no figura en el inventario, pero estd fuera de toda duda que leyé sus obras con avidez, seguramente en la Biblioteca Nacional. Sin embargo, sus lecturas de juventud son predomi- nantemente francesas. Es de esa época su convivencia fraternal con Antonio Noronha Santos, educado en Paris, que no habia perdido del todo el acento de la lengua asimilada en la infancia. Ademds de Anatole France, Taine y Brunetiére fueron los autores que mds lo fascinaron. No conseguira nunca desprenderse de esas influencias, aun después de enrolado en el anarquismo. En la conferencia que no Hegaria a pronunciar, pero que puede considerarse una especie de testamento del escritor, Hamard a Taine y Brunetitre “mis maestros”. El titulo de esa conferencia es francamente tainiano: “El destino de la Kteratura”. ¥ su contenido nada tiene de revolucionario. Envuelto en un profundo misticismo, con la idea de la creacién de una Patria Estética, contrapesa las reminiscencias del debate suscitado por Taine entre Ciencia, Arte y Literatura con el pesado evolucionisme darwiniano tipico de Brune- tire. Otros libros que marcaron su fase de iniciacién: L’Arf au point de vie sociologique de M. Guyau y Le Bovarysme de Jules Gaultier, posiblemente a través de Santos, ademas de Le Crime et ia folie de Maudsley, regalo del psi- quiatra que atend{a al padre enfermo. Para Lima Batreto —y esta conviccién se delinea desde su primera ju- ventud— la Literatura era la expresién de un momento de la saciedad y no podria permanecer desligada de ella. “La importancia de la obra literatia que se pretende bella, sin despreciat los atributos externos de la perfeccién de la forma, el estilo, la correccidn gramatical, el ritme de los vocablos, el juego de equilibrio de las partes en procura de un fin, el obtener unidad en la vatiedad, esa importancia, decia, debe residir en Ja exteriorizacién de un cierto y detetminado pensamiento de interés humana, que hable del pro- blema angustioso de questro destino, frente al infinito y a la miseria que nos cercan y que aluda a las preguntas de nuestra conducta en la vida.” En consecuencia, define ast la posicidn del escritor: “Me parece que nuestro deber de escritores sinceros y honestos es dejar de lado todas las viejas te- glas, toda la disciplina externa de los géneros y aprovechar de cada uno de ellos lo que se pueda, e intentar, conforme a la propia imaginacién, modifi- car ciertas costumbres, sugerir dudas, erguir juicios adormecidos, difundir xIV nuestras grandes y altas emociones frente al mundo y al sufrimiento de Jos hombres, para soldar, unir a la humanidad en otra mayor en la que quepan todas, por la revelacién de las almas individuales y de lo que elias tienen de comin y dependiente entre si”. Queria, en resumen, practicar una literatura militante siguiendo el ejem- plo de Anatole France, cuyos libros no tenfan nada de “contemplative”; “casi todas sus obras, si no apuntan a propagandear un credo social, tienen por mira un enfoque sociolégico. Militan”. Fue igualmente decisiva la in- fluencia de Guyau, filésofo del arte interesado, cuyo objetivo seria, a su entender, “revelar unas almas a las otras”. cuando no “reestablecer entre ellas una conexién necesatia al mutuo entendimiento entre los hombres”. A Anatole France y Guyau afiadiria Ia leccién de Taine, segtin la cual “la obra de arte tiene por fin decir lo que los simples hechos no dicen”. Lima Barreto explicitaba: “El término militante del que he usado y abu- sado, no fue empleado por mi por primera vez. Eca, por quien no termino de proclamar mi admiracién, lo utilizé, creo que en Prosas Bérbaras, cuando comparé el espiritu de la literatura francesa con el de la portuguesa. [...] El mostré que desde hacia mucho tiempo las letras francesas se habfan preocu- pado por el debate de las cuestiones de la época, en tanto Jos portugueses se limitaban a las preocupaciones por la forma, por los casos sentimentales y amorosos y pot la idealizacién de la naturaleza. Aquéllas eran militantes, en tanto éstas eran contemplativas y de pasida”. Aunque no fuese el crea- dor de Ja palabra, nunca dejaria de ser militante. Y advierte: “No queria tratar semejante asunto, pero mi obligacién como escritor me lleva a decit algo al respecto a fin de que no parezca que tengo miedo de dar una opinién sobre el tema”. El comptomiso que habia asumido como escritor es siempre lo que predomina en Ias ideas de Lima Barreto, para quien la cobardia y la deshonestidad intelectuales eran crimenes: “Si la ley castiga diferentes des- honestidades, debe castigar también aqueila que mancha, viola, desmoraliza la mas noble de las facultades: el pensamiento”. Ejerciendo su actividad de escritor militante, como novelista y periodista, en una época en que el purismo gramatical constituta la principal preocupacidn de erden literario, el rechazo de Lima Barreto al verbalismo retérico y estéril, tenia que pro- vocar reacciones. Y una de ellas seria precisamente la que se produce contra su estilo descuidado, Jofo Ribeiro en vida del escritor y pdstumamente M. C. Proenca y Antonio Houaiss demostraron cudnto hay de bizantinismo en esa apreciacién, Quedémonas por ahora con Joo Ribeiro, que en pocas lineas trazé el perfil del autor de El triste fin de Policarpo Quaresma: “Com- batia a la gramética, a los clésicos y a los pedantes de todas las castas, ¥ bien lo demostraba con la amplia libertad de la escritura que era su norma. La cosa hubiera sido grave tratandose de un escritor mediocre, pero su talento exculpaba esas paradojas de poca cuantia". Filélogo y erudito, uno de los més grandes (y raros) humanistas de nuestras letras, el mismo Joao Ribeiro decia sonriendo: “La cuestidn gramatical es en el Brasil tan importante como la cuestidn del café". De hecho, todo se detenfa frente a la gramatica. ;Hasta el Cédigo Civil! El Cédigo Civil atravesé cinco gobiernos, catorce afios de discusién alrede- XV dor de cuestiones de pottmgués. De la invitacién formulada por Epitdcio Pessoa, entonces ministro de Justicia, a Clovis Bevilaqua, que data de enero de 1899, todavia bajo el gobierno de Campos Salles, a la llegada del pro- yecto votado por la Cémara de Diputados al Senado, lo que ocurre en 1902 cuando Rui Barbosa escribié su célebre dictamen, hasta la sancién de Ja ley por el presidente Venceslau Brds, en 1916, se totalizarian diecisiete afios. Apenas tres afios para la elaboracidn del proyecto por el Poder Ejecutivo, la discusién y la votacién en la Camara. Y catorce afios para el debate sobre los errores gramaticales, con una caudalosa bibliografia, inclusive [a larga y dspera polémica entre Rui Barbosa y Ernesto Carneiro Ribeiro. Uno de Jos personajes de Lima Barreto, Gomensoro, en la primera versién de Clara de los Angeles, da muy buena idea del terror gramatical, en sus angustias por hablar y escribir correctamente el portugnés, en esta confidencia a sty mujer: “Hablo, escribo, Genica. Peto Ja lengua que hablo no es el portugués, no es nada. Es un vaciadero de basura, lleno de galicismos, anglicismos, africa- nismos, indigenismos, cacofontas, faltas de sintaxis, errores de subordinacién, el diablo hija mia. La obra imperecedera debe ser escrita en el portugués de Barros, de Vieira, ¢Cémo podrd ser?”. Otto personaje, éste de Recuerdos del Escribiente Isaias Caminha, el gra- matico Lobo, termina volviéndose loco. Se tapaba los oidos para no escu- char los errores de portugués. Un tercero, de El triste fin de Policarpo Qua- resma, Armando, que ambicionaba obtener un titulo universitario, traducta al “cldsico"” sus trabajos, seguro de que asi conquistaria la admiracién de sus colegas y el respeto de los profesores. Los ejemplos son numerosos en toda la obra de Lima Barreto, desdobléndose en una serie interminable de disparates que reflejan la alienacién mental de toda una época, la que pre- cedié al Modernismo. Ese terror gramatical se est usando para explicar, aufique no siempre se justifiqne, ]a ola de barbarizacién de la lengua que le siguiéd y el consiguiente desprestigio de la ensefianza del portugués, sobre todo en las escuelas de nivel medio. Sin embargo la posicién de Lima Barre- to, casi aislada, contra los puristas, esté bien definida en el combate contra el escapismo decorativo y eristocrdtico de los que entendian que la cultura debia ser privilegio de unos pocos elegides y no un bien comin de todo el pueblo. ¥ los intelectuales debian luchar para alcanzat cs¢ objetivo. Era una época de formalismos. En ocasi6n de la muerte de Machado de Assis (1908}, Joaquim Nabuco escribié desde Washington a José Verfssimo para protestar porque se hubiese llamado mulato al gran escritor. El emba- jador brasilefio en los Estados Unidos, que habia sido ef paladin de Ja lucha por la liberacién de los esclavos, lamaba la atencidn de su colega de la Aca- demia hacia ese hecho que reputaba muy significative: “La palabra no es literaria, es peyorativa; basta ver su etimologia. Por lo demds, el ser mulato no afectaba en nada su caracteristica caucdsica.| Yo por lo menos, vi en él 1 Caucdsico era una palabra mds noble o mas elegante que mulato. José de Patro- cinio, mulato oscuto, en un articulo contra Campos Salles (1900) por el motivo antes mencionado, se refirié a la “expresién caucdsica” del Presidente de la Republica, Lima Barreto siempre llamé a Coelho Neto “‘el caucdsica Coelho Neto”, como para advertirle que ambos tenian el mismo origen. XVI lo griego". Verissimo dirfa poco después de Machado de Assis “un griego de la edad de oro”. Ni siquiera el petulante mulato Tobias Barreto asumirfa su condicidn racial: “Soy griego, pequefio y fuerte" (1862). “Nosotros, los latinos”, asf comenzé el tribuno negro José do Patrocinio uno de sus dis- cursos. E] Brasil queria ser, por lo menos pata uso externo, un pafs Jatino ¥ no una repiiblica mestiza, come lo chservé Gilberto Amado en uno de sus primeros ensayos, Al rettibuir la visita del Presidente Roca, el Presidente Campos Salles recomendaria que en la tripulacién del barco de guerra que lo Ilevarfa a Ia Argentina no hubiera marinos negros (1900). Lima Barteto no admitiria semejante discriminacién. Su ojeriza hacia el fiitbol tiene en el fondo fa misma justificacién. Lo que le indignaba era verificar que los clubes de gente rica, apoyades con subvenciones y¥ otros favores oficiales, pretendieran transformar el fitbol en un deporte de élite, promoviendo el disenso entre las clases sociales. De esto surge la Liga contra el Fiitbol, iniciada en 1919, con cierta repercusién en la prensa pero que no parecfa llevar a nada mucho més serio esa quijotada de esctitor rebelde, persistente sin embargo en su campafia. El futbol iba ganando importancia. Poco tiempo después, pasard a convertirse en problema nacional. El Presi- dente de la Reptiblica (se pregond en la época) llegaria a intervenir en: la otganizacién del equipo brasilefio que se pteparaba en 1921 para disputar un partido con Jos argentinos en Buenos Aires, recomendando que no se incluyeran negros ni mulatos en Ja delegacién. Es verdad que bubo una ex- cepeién: la de Friendteich, el mayor “crack” de la época, hijo de un inmi- grante alemdn y una negra, salvado tal vez por el apellido germdnico que le conferia un diploma de blancura! El futbol ya no se limitaba a promover el disenso entre las clases. Se convertia ahora en un nuevo factor de discriminacién racial, Y no era sélo eso. En el Brasil se ofa esta queja: “No hay incentivos para las letras; para los deportes los hay de sobra”. No seria sélo esa conclusién lo que lo llevaria a pensar en la fundacién de una Liga contra el Futbol, sino también su horror por todo lo que fuera imitacién de lo extranjero. “E] futbol —decfa— es cosa inglesa y nos llegé por mediacién de les atrogantes y rubicundos cajeros de los bancos ingleses, ésos, los de la calle de la Candelaria y sus alrededores, en quienes todos nos obstinamos en ver lords y pares del Reino.” Lima Barreto era jacobino a su modo. O, si se quiere, al modo de Policarpo Quaresma. Ejemplo tipico de ese radicalismo esté en la critica feroz a los primetos tascacielos construidos en Rio de Janeiro inmediatamente después de fa primera guerra mundial. Entonces se los Jlamaba sky-serapers como para que nadie tuviese dudas acerca de su otigen notteamericano. Lima Barreto los consideraba un verdadero insulto al paisaje carioca. Tomando a Nueva York como punto de referencia, escribié en un articulo periodistico: “Por mera imitacién de aquella aglomeracién humana, llenamos Rio de Janeiro | Friendreich pasaba bastante fijador por su cabello para alisarlo de modo de sua vizar la mezela de su origen teuto-brasileio. Oua “ascurito”, Carlos Alberto, se empol- vaba para camuflar su cardcter de mulato. De esta surgid la expresién “polvo-de-arroz”, con que hasta hoy se apoda al Fluminense, uno de los cubes de fgcbol mas antiguo de Rio de Janeiro, Cf.; Mario Filho, O Negro no futebol brasileiro. XVIT de descabellados edificios de altos, de cinco o seis pisos, con una base relativa- mente insignificante, verdaderas torres para aplastar los pequefios edificios de altos de tiempos del Imperio, con sus dos pisos apocados y decentes. Una ciudad como la nuestra, sembrada de colinas pintorescas, arboladas o no, que forman su verdadero encanto, si se continia con ¢sas construcciones, en breve perder4 sus horizontes originales y quedard como cualquier otra”. La desenfrenada especulacién inmobiliaria que acompaidé al crecimiento urbano, se encargs de demostrar que Lima Barreto tenia razén en ese lla mado a la defensa del patrimonio ambiental de una de las ciudades mas bellas del mundo. Con celos de nativo, estaba contra las distorsiones urba- nisticas de lo que en la época se Ilamé “mejoras” de Rio de Janeiro, con la tala de arboles, la destruccidn de los bosques circundantes, el rellenamiento de parte de la bahfa de Guanabara, el arrasamiento de las colinas. “;Remo- delar Rio! gPero cémo?”, preguntaba alarmado. Y él mismo respondia con tristeza: “Arrasando Jas colinas... Pero no serd ya Rio de Janeiro, sera otta ciudad cualquiera, pero no ella”, el Rio de su infancia y de su juventud. Viviamos entonces en plena marea de “mejoras” desde comienzos de siglo con la gestién de Peteira Passos en Ja Prefectura del Distrito Federal, con Ja demolicién del caserio colonial; matea que, después de la guerra, tomaria nuevo aliento con Paulo de Frontin y Carlos Sampaio. El escritor encontraba absurdo todo aquel suefio de grandeza que venia a acentuar, todavia més, el desequilibrio entre el litoral y el serfao, el drea metropolitana siempre bene- ficiada y el interior desamparado, el crecimiento desmedide de los centros urbanos y el abandono sistemdtico de las poblaciones rurales. Atacé sin di- simulo en sus articulos, como si fuera un cient{fico social, la “megalomania de las mejoras apresutadas, de los palacios y las avenidas”, sefialando sus consecuencias inevitables que ya se tothaban evidentes con las migraciones internas y el desplazamiento en masa de campesinos en busca de trabajo. “Nuestra administraci6n —dird en un articulo de 1921— se guia por la es- tética urbana de los rajaes asidticos”, donde una minoria “tiene derecho a todo, y los restantes, como maximo, a la vida, y estén obligados a pagar impuestos para ventaja de aquellos otros”. Y conclufa: “La megalomania de Ias mejoras atrae a las ciudades millares y millares de trabajadores tura- les. ¥ con el aumento de Ja poblacién, otres problemas se acrecientan: el del agua, las cloacas, los transportes” . Auque no pretendiese innovar en materia literaria, sin desprenderse de Taine y Brunetiéte, con su comportamiento de escritor militante, casi guerri- Ileto, Lima Barreto esta siempre desfasado de los escritores de su tiempo. Por eso mismo inicia, con su literatura mifitamte, la ruptura con la actitud contemplativa de los intelectuales sin compromiso que se declaraban no inte- tesados por la politica. Ademds de eso, anticipé el debate de cuestiones que s6lo mucho mds tarde van a entrar en la orden del dia, tras fa Revolucién de 1930, Levantébase al mismo tiempo contra el convencionalismo y todas Jas formas de hipecresfa, ostensibles o disfrazadas. Para él, el escritor no podia dejar de participar de la vida de su pais: omitirse, esconderse, rehuir el compromiso. Asi entendia la literatura militante. En su estilo directo y simple, distendido, con sus novelas donde hay mucho de documento o repor- XVITE taje, el mulate brasilefio pertenece a la misma familia de ciertos norte- americanos, Upton Sinclair y Jack London entre otros, que se rebelaron en las décadas de 1910 y 1920 contra Io que se Hamé en los Estados Unidos Ia genteel tradition, claro que con las debidas reservas, inclusive porque seria imposible comparar la Chicago de principios de siglo con una ciudad todavia semicolonial, como Rio de Janeiro. Eso es lo que sugiere Otto Marfa Car- peaux en su monumental Histéria da Literatura Ocidental, seguro de que Lima Batteto desconocia pot completo la obra de esos novelistas. Pero a pesar del parentesco, sefiala e] gran ctitico, ninguno de ellos realizaria “obra tan espiritual y tan humana como El ériste fie de Policarpo Quaresma” . Fue esa intuicién lo que convertiria a Lima Barreto en un precursor no sdlo del Modernismo, sino también de la novela social que surgirfa en el Brasil con la Revolucién de 1930. De la “novela social sin doctrinarismo dogmatico”, diria Monteiro Lobato, como para separar bien separados a Lima Barreto de Graga Aranha. Del Graca Aranha de Canad (1902), nétese, pues el vaticinio es bastante anterior al Graca Aranha de A Viagem Maravilbosa (1930), que, por lo demas, en nada acrecentarfa la obta de ese inquieto ulti- mo mohicano de Ja Escuela de Recife, salido del primer Modernismo (el de José Verissimo}, cuyo liderazgo en el segundo Modernismo (el de Mario de Andrade) serfa siempre discutido desde la Semana de Arte Moderno, por los vanguardistas de Sao Paulo. Lobato tuvo [a videncia de gue ef autor de Recuerdos del Escribiente Isaias Caminha seria el pionero de la novela mo- derna, cerrando la fase en la que se trabajé por la literatura como pasatiempo mundano, la literatura que Afranio Peixoto quetia que fueta “Ja sonrisa de la sociedad”. Esa misma literatura que Lima Barreto satirizd, tachaéndola de “escuela samoyeda, vuelta hacia las apariencias literatias y la banal simu- lacién de la notoriedad”. De la opinién de Lobato participa Sérgio Milliet, que formé parte de los vanguardistas de Sao Paulo: “Lima Barreto fue el gran novelista de la generacién postmachadiana y el pionero de la novela brasilefia moderna. Los revolucionarios del 22 lo admiraban por su estilo directo y limpio, en con- traste con el alambicado de Coelho Neto o el dulce y flojo de Afrdnio Pei- xoto, como asi por la verdad algo caricaturesca de sus héroes y por la morda- cidad de su critica social. Por otra parte, veian en ¢l Ja primer rebelidn de- clarada contra el prejuicio de color, considerado hasta entonces como inexis- tente entte nosotros, a causa de la necesidad de los blancos de tranquilizarse moralmente, Lima Barreto trasciende el realismo muy convencional que do- minaba las letras nacionales desde los naturalistas {excepto Aloisio Azevedo), pues, abandonando la preocupacién por describir con minucias las exterio- ridades de la vida carioca o por pintar con colores vivos el paisaje regiona- lista, intenté penetrar en la médula de sus personajes y hacerlos vivir una vida verdadera”. XIX 3. PINTURA DE UNA EPOCA EScRITOR EMINENTEMENTE moralista, al punto de tornarse dificil, si no im- posible, delimitar en la mayoria de sus novelas y cuentos las fronteras entre ficcién y realidad, anoté, registrd, fijé, comenté ¥ criticd los principales acon- tecimientos de la vida republicana, o, mejor dicho, de la Primera Republica, desde el pronunciamiento def Quince de Noviembre (1889) hasta el comienzo de su desintegracidn, la primera contorsién de su agonia, con Ia sublevacién del Fuerte de Copacabana (1922). Lima Barreto murié ese mismo afio, ter- minada la campafia de la Reaccién Republicana, en pleno dominio de 1a oli- garquia politica que se instala en el poder casi automdticamente con hombres de Sao Paulo y Minas Gerais, inventores y beneficiarios de las elecciones de apuro, indiferentes en su mayoria a cualquier tentativa de modificacién en Ja economia latifundista y monocultora (de café y cafia) que habia sido el sustentdcule de Ia Monarquia, como lo serd de la Reptblica. Con el advenimiento de la Reptiblica, luego de la estupefaccién general, no tardaron en surgir los desentendimientos entre los que detentaban el po- der. Bajo el lema comtiano Orden y Progreso, los actos iniciales del nuevo régimen habian sido hechos en nombre del Ejército, la Marina y el Pueblo, a pesar del testimonio de un tepublicano histérico en el sentido de que el pueblo presencid todo “bestializado”. Promulgada la Constitucién y resta- blecida Ja legalidad, no demoraria en producirse Ja renuncia del Mariscal Deodoro da Fonseca, por su incompatibilidad para gobernar democratica- mente con el Congreso, Luego vino la disputa entte el Mariscal Floriano Peixoto y el Almirante Custédio de Melo, vale decir, entre el Ejército y la Marina. La Sublevacidn de la Armada (1893) parecié al principio una mera disputa entre dos generales desavenidos. Pero de pronto la hacha en la bahfa de Guanabara se extendid hacia el Sur y desde allf crecié la llamarada de la Revolucida Federalista (1893-1894) que pronto se transformarla en guerra civil, al final de Ja cual, apagade el incendio tras once meses de lucha fratri- cida, de Rio Grande do Sul a Parané, la victoria de Floriano Peixoto tendria el saldo negative de diez mil muertos entre los combatientes de ambos ban- dos. Consolidada fa Republica, tocaria al primer presidente civil, Prudente de Morais, la pacificacién. La Guerra de Canudos (1896-1897) al norte de Bahia, con la concentraci6n de toda una enorme horda de habitantes del sertdo bajo la jefatura de un beato, Antonio Conselheiro o Santo Conselheiro, constituiria sin embargo un segundo desaffo al orden republicano. Tres expe- diciones militares fueron diezmadas por los cangaceiros de Conselheiro. La cuarta expedicién, con cinco mil hombres y gran poder de fuego organizada por el Ministro de Guerra, Mariscal Carlos Machado Bittencourt, destruitfa por completo el campamento de cinco mil doscientas bartacas. La carniceria fue total. Canudos no dejaria vencidos. No es posible evaluar el mimero de muertos en todas esas expediciones. La brutalidad de Ja lucha en el sertdo sensibilizé al pats. Al regreso de las tropas legalistas se produjo el atentado contra el Presidente de la Repti- blica que ocasiond la muerte del Ministro de Guerra. La situacién politica XX

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