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Son cuestiones de un hondo calado social que solo tienen una respuesta
afirmativa desde el cristianismo. Porque, también sobre los cristianos del
siglo XXI siguen resonando las consignas de Jesucristo: “sed sal de la
tierra, sed luz del mundo, sed fermento en la masa”.
¿A quien ofrecer?
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Estas reflexiones son la síntesis de un articulo del P.Rafael de Andrés SJ, publicado en “Oración y
Servicio” abril- junio 2004
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incansable sobre todo, porque Dios es el Padre que nos regala libremente la
filiación divina, adoptándonos como hijos suyos. Por todo esto, Dios
merece ser el destino de nuestra ofrenda diaria.
¿Qué ofrecer?
¿Cómo ofrecer?
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La ofrenda diaria de nuestras personas y cosas no puede ser la mera
recitación de una formula de consagración a Dios, sino el compromiso de
obrar a lo largo de la jornada en consecuencia con lo que hemos prometido
al Señor.
¿Cuando ofrecer?
Lo antes posible, para que nada de lo que hagamos en la nueva jornada que
Dios nos concede quede fuera de nuestra entrega ilusionada. Pero esta
ofrenda inicial puede irse renovando a lo largo del día cuando la
inspiración nos lo pida.
Puesto que Dios está en cualquier sitio, siendo toda la naturaleza su templo,
podemos formular la ofrenda en cualquier lugar: en casa, en la calle, en el
trabajo, en los distintos sitios donde discurre nuestra jornada.
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¿En quien ofrecer?
Por eso, las intenciones que el Papa va indicando a lo largo de los meses
tienen como meta de nuestros ofrecimientos, aspectos muy importantes
para el bien espiritual, moral y material de la humanidad.
Estas reflexiones pueden llevar a una pregunta: ¿Para que vale la vida sino
para darla? El ofrecimiento de nuestras personas y obras tienen el
destinatario más maravilloso: la gloria de Dios y el bien de la
humanidad...Lo que importa es poner en él todo el amor del que somos
capaces.