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RESUMEN
MÓDULO 1: NOCIONES PRELIMINARES
Caracteres:
El derecho penal es derecho público. Su fuente exclusiva es el Estado.
El derecho penal no regula las relaciones de los individuos entre sí, sino las de
éstos con el Estado.
1) Es normativo: enuncia leyes de lo que debe ser, que presuponen su
incumplimiento; no es un medio para conocer la realidad social, sino para
regularla;
2) Es valorativo: se estructura por apreciaciones de valor social sobre lo
punible y sus consecuencias eficaces y justas;
3) Es finalista: persigue la tranquilidad y la seguridad sociales mediante la
protección de los individuos y la sociedad.
Fin social:
Desde el punto de vista del fin social de la protección, el derecho penal, puede
ser individualista o socialista.
Fin político:
Políticamente, el derecho penal puede tener una finalidad liberal o autoritaria.
Liberal si representa un sistema de seguridad jurídica frente a lo punible y sus
consecuencias. Supone por un lado, la exclusión del castigo de las ideas y
sentimientos, los cuales corresponden al fuero privado de los individuos, que
está exento de la autoridad de los magistrados (CP 19).
No tiene un objetivo ético, de dirección de las conciencias y voluntades.
Supone, por otro lado, la vigencia del principio nullum crimen nulla poena
praevia lege poenali. Este principio excluye la imputación criminal y el castigo al
margen de los delitos definidos y reprimidos por la ley. En su esfera, la única
fuente del derecho penal es la ley previa al hecho cometido. De esta manera,
cumple una función de garantía para los gobernados frente a los gobernantes.
Se traduce, procesalmente, en la exigencia del debido proceso judicial como
presupuesto de la condena.
El derecho penal argentino debe ser sustancial y procesalmente liberal (CP 18).
Autoritario si el objeto de la protección penal no son los intereses de los
individuos, sino los deberes de éstos con el Estado. Según el autoritarismo, la ley
no es la única fuente del derecho penal, sino que los delitos y las penas pueden
deducirse por analogía. El derecho penal deja de tener una función de garantía
para los gobernados y se convierte en una seguridad para la represión
conveniente para el gobernante. Aparecen como valores supremos, que
encuentra una proficua fuente en la analogía, delitos tales como los
contrarevolucionarios o contra la seguridad del Estado o la economía, etc. El
autoritarismo le asigna a la represión un fin ético y seleccionador.
Carácter sancionatorio:
Se dice que el derecho penal no es autónomo, sino accesorio de otras ramas
jurídicas. Su única misión sería la de sancionar la violación de intereses
reconocidos por otras ramas del derecho. Lo real es que, si bien está sometido al
principio de la unidad del sistema jurídico positivo, que excluye contradicciones
entre sus distintas ramas respecto de la juricidad o antijuricidad de los hechos,
goza de autonomía para configurar y castigar delitos sin necesidad de la
existencia de especiales regulaciones prohibitivas de los otros sectores del
derecho.
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Derecho penitenciario:
La sentencia penal de condena es sólo declarativa. Debe ejecutarse, y esto está
a cargo del derecho de ejecución penal. El derecho penitenciario es la parte más
importante del derecho de ejecución penal. Regula, como etapa final, la efectiva
realización del derecho penal.
La criminología:
No representa, en sí misma, una ciencia autónoma, porque los múltiples
aspectos del delito que deberá estudiar como “ciencia de la criminalidad” o
“ciencia del delito”, no permiten un método único de investigación, necesario, a
la par de la unidad del objeto (delito), para que una disciplina constituya una
ciencia.
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La Política Criminal:
La política criminal tiene por finalidad adecuar la legislación penal a las
necesidades de la defensa de la sociedad frente al delito, mediante la
configuración del elenco de los delitos, las penas y las medidas de seguridad y
las reglas que los rigen, así como el mejoramiento del procedimiento penal y de
la ejecución de las penas y de las medidas de seguridad y corrección. A estos
efectos, la política criminal, haciendo un examen crítico de la legislación vigente,
aprovecha para mejorarla.
Escuela Toscana:
La escuela toscana no se identifica totalmente con la escuela clásica italiana de
derecho penal. Se caracteriza por la concepción sistemática de su teoría.
Expone una doctrina pura del delito y de la pena, que si bien no se atiene sino
como elemento de comparación al derecho vigente en los distintos países, no por
eso abandona el marco de la más profunda confrontación histórica. No obstante
su fundamentación filosófica jusnaturalista y su método deductivo, dota al
sistema de un equilibrio admirable que le proporciona su gran contenido vital.
Llevó la ciencia del derecho penal a una doctrina matemática, que haciendo del
delito como ente jurídico su principio básico, se funda en criterios relativos a la
esencia del delito y de la pena y en criterios mensuradores de ambos.
De ese principio surge el primer postulado de la escuela: si el delito es un ente
jurídico, cuya esencia reside en la contradicción del hecho con la ley civil, ningún
hecho puede elevarse a la categoría de delito si no ataca el Derecho.
Postulado segundo: la medida de la cantidad delictiva de un hecho debe
deducirse de la importancia de los derechos lesionados.
Para que un hecho choque con la ley, es preciso que posea determinadas fuerzas
o potencias físicas y morales. La consideración de estas fuerzas desde el doble
punto de vista de su causa (subjetivamente) y de su resultado (objetivamente),
señala las condiciones indispensables para que un hecho pueda imputarse como
delito (teoría de la imputación criminal). Ellas son:
a) La fuerza física subjetiva, que constituye el acto externo, sin el cual no
puede haber delito
b) La fuerza moral subjetiva, que constituye la moralidad del acto o
culpabilidad del autor
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Escuela Positiva:
El delito para la escuela positiva es un ente de hecho. Su método es la inducción
experimental.
El positivismo proclama que la pura consideración del delito como “ente jurídico”,
resulta ineficaz para escoger los medios más convenientes para luchar contra las
causas del delito y las formas más graves de la delincuencia, porque el mundo de
la delincuencia no está regido por el principio de la responsabilidad personal
frente al derecho, fundada en el libre albedrío, sino por el de la causalidad. El
factor causal reside en el propio modo de ser del delincuente y en la influencia
del medio ambiente.
Lombroso sostuvo la existencia del delincuente nato.
A su vez, Ferri, empeñado en estudiar la génesis natural del delito en el
delincuente y en su ambiente, indicó que el delito tenía como causas factores
individuales (orgánicos y psíquicos), factores físicos (ambiente telúrico) y
factores sociales (ambiente social), los cuales, influyendo de manera distinta en
cada caso, en cada individuo, determinan la clasificación de los delincuentes
(natos, locos, habituales, ocasionales y pasionales).
La tesis de Lombroso y Ferri, completada por la de Garófalo sobre la “temibilidad
del delincuente”, le permitieron a la escuela positiva presentar como nuevo
objeto de la ciencia criminal, no al “delito” sino al “delincuente” como persona
que con el delito cometido se revelaba socialmente peligrosa.
En síntesis, la escuela positiva, fundó la responsabilidad criminal sobre las
siguientes bases:
a) al libre albedrío lo sustituyó por el determinismo de las acciones humanas
debido a factores individuales, físicos y sociales;
b) consecuentemente, a la responsabilidad moral (culpabilidad individual) la
sustituyó por la responsabilidad social o legal de los individuos por el solo
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Tercera escuela:
La conciliación a que llegaron los positivistas abrió paso a la llamada Tercera
Escuela del Derecho Criminal.
Objetivos:
a) la distinción del delito como fenómeno natural (individual y social) y el
delito como ente jurídico regulado por el derecho penal.
b) la reserva del método experimental para las ciencias penales que estudian
el delito bajo el primer aspecto y la aplicación del método lógico jurídico
para estudiarlo bajo el segundo aspecto;
c) la culpabilidad del autor como fundamento de la responsabilidad criminal y
su peligrosidad como criterio para determinar la sanción aplicable y el
tratamiento de ciertas categorías de delincuentes temibles, y
d) la lucha contra el delito no solamente mediante las penas, sino, también,
con las medidas de seguridad.
Escuela Dogmática:
La obra de Feuerbach:
Considerado el “fundador de la moderna ciencia del derecho punitivo” y orientado
por la filosofía kantiana, operó una transformación fundamental respecto de la
ciencia y de la legislación criminal, echando las bases del método dogmático para
el estudio del derecho penal vigente, al aportar la idea de su sistematización
mediante definiciones rígidas.
“Un código – según Feuerbach – no sólo tiene que referir a todas las materias
que corresponden a su ámbito, sino que también tiene que ordenarlas mediante
conceptos determinados y exhaustivos y reglas generales”. Su idea es,
consecuentemente, la sujeción del juez a la ley, pero exige libertad para
interpretarla en forma científica. Sólo así consideró posible una técnica legislativa
que trabajara con conceptos y no con casuística.
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2) El normativismo o teleologismo:
Se inspira en la filosofía del neokantismo, el derecho penal se desenvuelve con
arreglo al método científico-espiritual del entendimiento y apreciación de los
sucesos con arreglo a fines y valores. El teleologismo representó una reacción
frente al formalismo legal del positivismo jurídico.
Sustituyó el concepto natural de acción, libre de significación valorativa, por el de
la acción como conducta humana valorizada de determinada manera. El tipo dejó
de ser mirado como puramente descriptivo, asignándole una función valorativa, y
se convirtió en el elemento del delito portador de la antijuricidad.
Ya no se habló de “tipo penal” sino de “tipo de injusto”. El tipo comprende ahora
elementos subjetivos (anímicos, por ej. la intención de apropiarse en el hurto) y
elementos normativos (valoraciones de situaciones de hecho, por ej. la ajenidad
de la cosa).
A la antijuricidad, que dejó de ser mirada sólo en el sentido formal de oposición
del hecho a lo ordenado por la norma jurídica, se le asignó un contenido material
consistente en la lesión de intereses sociales; y de esta manera, lo antijurídico ya
no se define simplemente como lo contrario a una disposición legal, sino como lo
socialmente perjudicial, dando lugar así, a la justificación supralegal, que
funciona mediante el principio general de evaluación de los intereses sociales en
juego.
La culpabilidad también fue considerada valorativamente. Dejó de estar
representadas por las 2 especies de vinculación psicológica del autor con el
hecho delictivo (dolo y culpa), que dejan de ser especies de culpabilidad, y pasan
a ser elementos de ella, junto con el elemento valorativo o normativo
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3) El finalismo:
Asienta su sistemática sobre su particular concepto de la acción. Esta doctrina,
que abandona el ámbito espiritual de los valores sobre el que erigió su sistema la
corriente teleológica, implica un retorno a la realidad como base necesaria para
construir, partiendo de la acción, la teoría jurídica del delito.
Welzel, partiendo de la estructura ontológica (prejurídica) de la acción, la
considera como una de las “estructuras lógico objetivas”, esto es, como la
especial constitución de las materias reguladas por el derecho, presupuestas por
éste y de las cuales necesariamente debe partir la legislación.
Edificando el concepto de la acción con arreglo a la “naturaleza de la cosa”, el o
prohibir meros procesos causales determinados por una voluntad ciega
(independiente de lo que el autor haya querido), sino que únicamente puede
ordenar actor determinados conscientemente a objetivos señalados de
antemano, o prohibir la omisión de actos de esa clase, pues sólo esos actos y
omisiones guiados por una finalidad del autor, constituyen acciones humanas
gobernables por el derecho (teoría de la acción finalista).
La consecuencia fundamental es que el dolo (voluntad finalista de acción) ya no
pertenece sólo a la culpabilidad del autor sino, también y en primer lugar, al tipo
delictivo (tipo de acción receptado por el derecho penal). El tipo delictivo,
independientemente de la antijuricidad, tiene como función describir
objetivamente la materia de la prohibición (la conducta prohibida); aunque en
atención a su función seleccionadora de las conductas jurídicas relevantes para el
derecho penal, el finalismo también le atribuye al tipo una función valorativa.
La antijuricidad material de la acción ya no se asienta sólo en su perjudicialidad
social, sino también, en la voluntad de actuar del agente. Así, la materia de la
antijuricidad depende del disvalor del resultado (lesión del bien jurídico) y del
disvalor del acto como tal. Se habla, entonces, de un concepto personal de lo
injusto, que traduce una forma de conducta “socialmente inadecuada”, por
constituir una grave infracción de la vida social en el respectivo momento
histórico.
El dolo es dividido y diferenciado de la conciencia de la antijuricidad: la voluntad
de acción integra, como dolo, la acción, en tanto que la conciencia de la
antijuricidad constituye el objeto del reproche de culpabilidad. Como
consecuencia de la separación del dolo y de la conciencia de la antijuricidad, se
transformó la teoría del error: la distinción entre error sobre el tipo, que excluye
el dolo, y la teoría del error sobre la prohibición del hecho, que excluye la
conciencia de la antijuricidad y que funciona según el criterio de su evitabilidad o
inevitabilidad. Únicamente en el segundo caso desaparece el reproche de
culpabilidad.
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