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Th.W. ADORNO NOTAS SOBRE LITERATURA OBRA COMPLETA, 11 Intento de entender Fin de partida AS. B. en recuerdo del otoio de 1958 en Paris La obra de Beckett tiene varias cosas en comin con el existencia- lismo parisino. Reminiscencias de la categoria del absurdo, de la si- tuacién, de la decisién o de su contrario se entreveran como las rui- nas medievales en la terrible casa suburbial de Kafka; a veces las ventanas se abren de repente y oftecen a la vista el cielo negro sin estrellas de algo asf como la antropologia. Peto la forma, en Sartre como en las obras de tesis concebida de modo hasta cierto punto tradicional, para nada atrevido sino para el efecto, en Beckett asume lo expresado y lo altera. Los impulsos son llevados al nivel de los medios artisticos mas avanzados, los de Joyce y Kafka. Para él el absurdo ya no es un estado de la existencia diluido hasta convertirlo en una idea y luego ilustra~ do. El procedimiento poético se entrega al absurdo sin intencién. A Este se lo despoja de aquella universalidad de la teoria que en el exis- tencialismo, la doctrina de la irreductibilidad de la existencia indivi- dual, lo unia pese a todo al pathos universal de lo universal y perma- nente. Se rechaza asf el conformismo existencial, se ha de ser lo que se ¢s, junto con la accesibilidad de la exposicién. Lo que de filosofia ofre- ce Beckett él mismo lo degrada a basura cultural, lo mismo que las in- numerables alusiones y fermentos culturales que utiliza siguiendo la tradicién de la vanguardia anglosajona, especialmente de Joyce y Eliot. Para él la cultura es un hormiguero como lo fue para el progreso an- terior a él el mondongo de los ornamentos del Jugendstil, el moder- nismo como lo envejecido de la modernidad. El lenguaje regresivo de- muele esto. Tal sobriedad acaba en Beckett con el sentido que era la cultura y con los rudimentos de éste. Asf comienza la cultura a flore- cer, Beckett consuma con ello una tendencia de la novela mas recien- Intento de entender Fin de partida 71 te. Lo que segiin el criterio cultural de la inmanencia estética se habfa proscrito como abstracto, la reflexin, se empalma con la representa- cién pura, el principio flaubertiano de la cosa puramente cerrada en si se carcome. Cuantos menos acontecimientos puedan suponerse como en si plenos de sentido, mas deviene una ilusién la idea de la forma estética como una unidad de lo que aparece y lo que se quiere decir. Beckett se deshace de la suya acoplando ambos momentos como dis- pares. El pensamiento se convierte tanto en un medio para producir un sentido no inmediatamente sensibilizable como en una expresién de la ausencia de éste. Aplicada al drama, la palabra sentido es polisé- mica. Cubre en la misma medida el contenido metafisico que se re- presenta objetivamente en la complexidn del artefacto; la intencién del todo como coherencia de sentido que significa a partir de si; finalmente, el sentido de las palabras y frases que dicen los personajes, el de su su- cesién, el dialégico. Pero estos equivocos remiten a algo comin. De esto se hace en Fin de partida un continuo. Desde el punto de vista de la filosofia de la historia, lo que lo sostiene es una modificacién del a priori dramético: el hecho de que ningtin sentido metafisico positive sea ya lo bastante sustancial, si es que alguna vez hubo tal, para que en él y en su epifania la forma dramatica halle su ley. Esto, sin em- bargo, perturba la forma hasta en su estructura lingiiistica. El drama no puede sencillamente tomar de modo negativo el sentido o la au- sencia de éste como contenido sin que por ello todo lo que le es pe- culiar se vea afectado hasta convertirse en lo contrario. Lo que es esen- cial al drama lo constituia ese sentido. Si quisiera sobrevivirlo estéticamente, se convertiria inadecuadamente en contenido, deven- dria una maquinaria matraqueante para la demostracién de una con- cepcidén del mundo, como muchas veces en las obras existencialistas. La explosién del sentido metafisico, el nico que garantizaba la uni- dad de la cohcrencia estética de sentido, hace que éstas se fragmenten con una necesidad y un rigor no menores que los de la del canon for- mal en la dramaturgia tradicional. El sentido estético univoco, sobre todo su subjetivacién en una intencidn sdlida, tangible, surrogaba pre- cisamente aquella trascendente posesién de sentido cuyo desmentido mismo es lo que constituye al contenido. Mediante la propia ausencia organizada de sentido, la accién debe amoldarse a lo que sucedia en el contenido de verdad de la dramaturgia en general. Tal construccién de lo sin sentido tampoco se detiene ante las moléculas lingiifsticas: si 272 Notas sobre literatura II éstas, y sus combinaciones, tuviesen un sentido racional, en el drama se sintetizarfan necesariamente en aquella coherencia de sentido del todo que el todo niega. Por eso la interpretacién de Fin de partida no pue- de perseguir la quimera de expresar su sentido por mediacién de la fi- losofia. Entenderla no puede significar otra cosa que entender su inin- teligibilidad, reconstruir concretamente la coherencia de sentido de lo que carece de él. Escindido, el pensamiento ya no pretende, como an- tes la idea, ser el sentido de la obra misma; una trascendencia que se- tla engendrada y garantizada por su inmanencia. En lugar de eso, se transforma en una especie de material de segundo grado, lo mismo que los filosofemas que incluyen en La montaita magica y el Doctor Faustus de Thomas Mann tienen, como los temas, su destino, el cual sustitu- ye a aquella inmediatez sensible que disminuye en la obra de arte re- flejada en si. Si hasta ahora tal materialidad del pensamiento eta invo- luntaria, la pobreza de obras que forzosamente se confundfan con la idea inalcanzable para ellas, Beckett acepta el desafio y utiliza pensamientos sans phrase como frases, materiales parciales del monologue intérieur en los que el espiritu mismo se ha convertido, residuos reificados de la cul- tura. Si el existencialismo prebeckettiano exploté, cual Schiller redivi- vo, la filosofia como pretexto poético, Beckett, mas culto que ningu- no, le presenta la facturaa aquél: la filosofia, el espirieu mismo, se declara género invendible, escoria onttica del mundo de la experiencia, y el pro- ce80 pottico un desgaste. El dégout, desde Baudelaire una fuerza pro- ductiva artistica, es insaciable en los impulsos histéricamente media- dos de Beckett. Todo lo que deja de funcionar se convierte en canon que rescata del reino de sombras de la metodologia un motivo de la prehistoria del existencialismo, la destruccién universal del mundo de Husserl. Los totalitarios como Lukics, que braman contra el simplifi- cador verdaderamente terrible como decadente, no estén mal aconse- jados por el interés de sus jefes. Odian en Beckett lo que ellos han trai- cionado. Sélo la nausea de la saciedad, el taedium del espiritu en sf mismo, quiere lo que serfa completamente diferente; la salud por de- creto, sin embargo, se contenta con el alimento oftecido, con la comi- da casera. El dégout de Beckett no se puede forzar. A la invitacién a com- partir responde con la parodia, la de la filosofia que escupe sus didlogos tanto como la de las formas. Se parodia al existencialismo mismo; de sus invariantes no queda mas que el minimo existencial, La oposicién del drama a la ontologfa en cuanto el proyecto de algo de alguna ma- Intento de entender Fin de partida 273 nera también primero y permanente se hace inequivoca en un pasaje del didlogo que sin querer caricaturiza lo dicho por Goethe sobre la vie~ ja verdad, lo cual degeneré en conviccién burguesa universal: HAMM.-zTe acuerdas de tu padre? CLOV.~(Con cansancio.) La misma contestacién. (Pausa.) Me has hecho esas preguntas millones de veces. HAMM.-Me gustan las viejas preguntas. (Con arrebato.) ;Ah, no hay nada como las viejas preguntas y las viejas respuestas!! Los pensamientos se arrastran y deforman como restos del dia, homo homini sapienti sat. De ahi lo fastidioso de aquello a lo que Beckett se nicga a ocuparse, su interpretacién. El se encoge de hombros con res- pecto a la posibilidad de la filosofia hoy en dia, de la teorfa en general. La irracionalidad de la sociedad burguesa en su fase tardfa se resiste a dejarse comprender; qué buenos tiempos aquellos en que se podfa es- cribir una critica de la economia politica de esta sociedad que la tomaba por su propia ratio. Pues desde entonces se ha deshecho de ella como de un trasto vicjo y la ha virtualmente sustituido por el control inme- diato. Por eso la palabra que interpreta no esté a la altura de Beckett, mientras que sin embargo su dramaturgia, precisamente en virtud de su limitacién a la facticidad hecha trizas, va mds alld de ésta, remite a la interpretacidn por su esencia enigmatica. Si se muestra a la altura de ésta, casi podria convertirse en el criterio de una filosofia por venir. El existencialismo francés se habia ocupado de la historia, Esta en Beckett devora al existencialismo. En Fin de partida se despliega un momento histérico, la experiencia que se apuntaba en el titulo de esa porquerfa de la industria cultural que es el libro Kapute*. Después de la Segunda Guerra Mundial todo esté destruido, incluida, sin saberlo, la cultura resucitada; la humanidad sigue vegetando arrastrindose, tras sucesos a los que realmente ni siquiera los supervivientes pueden so- * Samuel BecKETT, Endspiel und Alle die da fallen, trad. alem. de Elmar Tophoven, Frank- furcam Main, 1957, p. 33 [Ed. esp.: Fin de partida, en Obras escogidas, Madrid, Agui- lar, 1978, p. 676] * Kaputt: novel cortesponsal pe [N. del T.] aparecida en 1944, obra del italiano Curzio Malaparte (1898-1957), odistico en varios frentes europeos de la Segunda Guerra Mundial. 274 Notas sobre literatura II brevivir, sobre un montén de escombros que hasta ha perdido la ca- pacidad de autorreflexin sobre la propia destruccién. Eso se sustrae al mercado, en cuanto presupuesto pragmatico de la obra: CLOV.-(Sube a la escalera y enfoca el anteojo hacia el exterior.) Vea- mos... (Mira, moviendo el anteojo.) Nada... (Mira.)... nada... (Mira.) ... y nada. (Baja el anteojo y se vuelve hacia HAMM.) ;Quée? gTranquilo? HAMM.-Nada se mueve. Todo esté... CLOV.-Na... HAMM.-(Con violencia.) {No estoy hablando contigo! (Voz nor- mal.) Todo esta... todo esti... todo esté gedmo? (Con violencia.) Todo esté zcdm CLOY.-;Como esta todo? zEn una palabra? Eso es lo que quieres saber? Un momento. (Dirige el anteojo hacia fuera, mira, baja el an- teojo y se vuelve hacia HAMM.) Kaputt!?. Elhecho de que todos los hombres estén muertos se ha pasado bajo mano, de contrabando. Un pasaje anterior motiva por qué no se pue- de mencionar la catéstrofe. Hamm mismo es vaguement culpable de ello: HAMM.-Naturalmente, el viejo médico ha muerto. CLOV.-No era viejo. HAMM.-Pero ha muerto. CLOV.-Naturalmente. (Pausa.) Y¥ TU me lo preguntas?3. Pero la situacién dada en la pieza no es otra que aquella en la que «ya no hay naturaleza»*. La fase de completa reificacién del mundo, en la que ya no queda nada que no haya sido hecho por hombres, es indistinguible de un suceso catastrdfico suplementariamente provoca- do exclusivamente por hombres, en el cual Ia naturaleza ha sido anu- lada y después del cual nada mds crece: HAMM.-;Brotaron tus semillas? 2 Loc. cits, pe 27 [ed. esp. cit. p. 671]. > Loc. cit. pp. 23s. cit, p. 669]. * Loc. cits p. 661]. Intento de entender Fin de partida 275 CLOV.-No. HAMM.-;Has escarbado un poco para ver si han germinado? CLOV.-No han germinado. HAMM.-Tal vez sea demasiado pronto. CLOV.-Si tuvieran que germinar, habrian germinado. No germi- nardén nunca’. Los dramatis personae parecen estar sofiando su propia muerte, en un «refugio» en el que «es hora de que esto se acabe»*. El fin del mun- do se da por descontado, como si fuese evidente. Todo presunto dra- ma de la era atémica seria mofa de sf mismo ya sdlo por el hecho de que, al embutirla en caracteres y acciones humanos, su fibula falsifi- carfa consoladoramente la crueldad histérica del anonimato y quiz ad- mirarfa a los mandatarios que deciden si se aprieta el botén. La vio- lencia de lo inefable es imitada por la aversién a mencionarlo. Beckett lo mantiene nebuloso. De lo inconmensurable con cualquier expe- riencia sélo puede hablarse cufemisticamente, como en Alemania se habla del asesinato de los judfos. Se ha convertido en el a priori total, de modo que la consciencia bombardeada ya no tiene ningun lugar des- de el que poder reflexionar sobre ello. El desesperado estado de cosas provee con espantosa ironfa un medio de estilizacién que con ciencia ficcién pueril protege de la contaminacién a ese presupuesto pragmd- tico. Si, como le reprocha su compafiero con refunfuiios Ilenos de sen- tido comin, Clov hubiese realmente exagerado, poco cambiarfan las cosas. El parcial fin del mundo en que entonces desembocaria la ca- tistrofe seria un chiste malo; la naturaleza de la que han sido separa- dos los recluidos es como si ya no existiera en absoluto; lo que queda de ella meramente prolonga el suftimiento. Sin embargo, esta nota bene histérica, la parodia de la kierkegaar- diana del contacto entre tiempo y eternidad, impone a la vez un tabi sobre la historia. Lo que segtin la jerga existencialista seria la condi- tion humaine es la imagen del ultimo hombre, la cual devora a los an- teriores, a la humanidad. La ontologia existencial afirma que hay algo universalmente vélido en un proceso de abstraccién inconsciente de si mismo. Esta, mientras que, segtin la vieja tesis fenomenoldgica de > Loc. cit. pp. 15 s. led. esp. p. 66, © Loe. cit, p. 9 led. esp. cits, p. 657]. 276 Notas sobre literatura II Ja inwuicién de esencias, hace como si percibiese sus determinaciones obligatorias en lo particular y por tanto uniera aprioridad y concre- cidn por arte de magia, destila lo que le parece intemporal tachando precisamente aquello particular, individuado en el espacio y el tiem- po, en cuanto lo cual es la existencia y no su mero concepto. Corte- jaa los que estén hartos del formalismo filosdfico y, sin embargo, se aferran a lo que tinicamente se puede obtener de manera formal. A tal abstraccin inconfesada opone Beckett la cortante antitesis de la sustraccién confesada. No suprime lo temporal en la existencia, la cual sin embargo sdlo serfa tal temporalmente, sino que extrae de ella lo que el tiempo —la tendencia histérica- esté realmente a punto de car- garse. Alarga la via de escape de la liquidacién del sujeto hasta el pun- to en que éste se contrac en un aqui y ahora cuyo cardcter abstracti- dad, la pérdida de toda cualidad, reduce literalmente la ontoldgica ad absurdum, a aquel absurdo en que se transmuta la mera existencia en cuanto es absorbida en su nuda igualdad consigo misma. Lo que apa- rece como contenido de la filosofia que degenera en tautologfa, en du- plicacién conceptual de la existencia que se proponia comprender, es unan necedad pueril. Mientras que la ontologia moderna vivia de la promesa irrealizada de la concrecién de sus abstracciones, en Beckett el concretismo de una existencia que se encierra en si misma como un molusco, incapaz ya de nada universal, agotandose en la pura au- toposicién, se muestra como lo mismo que el abstractismo que ya no es capaz de Hlegar a la experiencia, La ontologfa vuelve a casa como patogénesis de la vida falsa. Esta se representa como estado de eter- nidad negativa. Mientras que el mesidnico Mishkin” se ha olvidado en una ocasién de su reloj porque para él no vale ningtin tiempo te- rrenal, sus antipodas han perdido el tiempo porque éste ain tendria esperanza. Cuando entre bostezos los aburridos personajes constatan que hace el mismo tiempo «que de costumbren’, lo que se abre ante ellos es el abismo del infierno: HAMM.-Pero siempre pasa lo mismo al atardecer, zno es verdad, Clove CLOV.-Siempre * Protagonista de la novela El idiots, de Dostoyevski. [N. del T:] 7 Loc. cits, p. 25 led. esp. cit., p. 670]. Intento de entender Fin de partida 277 HAMM.-Es un atardecer como los demas, ;verdad, Clov? CLOV.-Asi parece’. Lo mismo que el tiempo esté mutilado lo temporal; decir que ha dejado de existir seria ya demasiado consolador. Es y no es, como para el solipsista el mundo, de cuya existencia duda mientras a cada frase tiene que concederla. Un pasaje del didlogo discurre del siguiente modo: HAMM.-¥ el horizonte? {No hay nada en el horizonte? CLOV—(Bajando el anteojo, se vuelve hacia HAMM, exasperado.) {Qué quieres que haya en el horizonte? (Pausa.) HAMM.-Las olas, :cémo son las olas? as olas? (Enfoca el anteojo.) De plomo. HAMM.AY el sol? CLOV.~(Sin dejar de mirar,) Nada. HAMM.-Sin embargo, tendria que estarse poniendo. Mira bien. CLOV.-(Después de mirar.) ;Nete al cuerno! HAMM.~zEntonees ya es de noche? CLOV.-(Mirando.) No. HAMM.~Qué, pues? CLOV.-(En la misma posicién.) Esta gris. (Bajando el anteojo y vol- viéndose hacia HAMM, mds alto.) ,Gris! (Pausa. Todavia ma: alto.) jGRISP. La historia se ahorra porque la fuerza de la consciencia para pensar la historia, la fuerza de la memoria, se ha agotado. El drama se con- vierte en gesto mudo, congelado en medio del didlogo. De la historia meramente aparece todavia su resultado como sedimenco. Lo que en los existencialistas se inflé como el de una vez por todas del ser-ahf se ha contraido en la punta de la historia, que se quicbra. La objecién de Lukics, segtin la cual en Beckett los hombres se han reducido a su ani- malidad"®, se cierra con optimismo oficial al hecho de que las filosofias de lo residual, aquellas que tras el descuento de lo temporalmente con- * Loc. cit, p. 16 [ed. esp. cit., p. 662]. ” Lov. cit, p. 28 [ed. esp. cit., p. 672}. 10 fr, «Reconeiliacién extorsionada», supra, pp. 242 ss y Georg Lukscs, Wider den aissverstandenen Realismus [Contra el realizmo mal entendido), Hamburgo, 1958, p. 31

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