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__ Tomas Ibanez Selecaién de textos: Jiménez-Dominguez PSICOLOGIA SOCIAL CONSTRUCCIONISTA Primera edicidn, 1994 D.R. & 1994, Universidad de Guadalajara Direccidn de Publicaciones Calderén de la Barca 280, sector Juarez CP 44260 Guadalajara, Talisea, México Impreso y hecho enMéxico Prinied and made in Mexico ISBN 968-895-569-8 Para distribucién exclusiva én América Latine Capitulo VI iCOMOSEPUEDENOSER CONSTRUCCIONISTA HOY EN DIA? 1. EL LEGADO DE LA MODERNIDAD Hace unos cuantos meses, cuando comuniqué el Litulo de esta con- ferencia a los organizadores del Congreso le daba cierta entona- cién de perplejidad y asombra. Para mi, la interrogacian como se puede no ser construccionista hoy en dia? encerraba la misma car- ya de estupefaccion que si hubicra preguntado: écémo se puede no ercer hoy en dia que la Tierra gira en torno al Sol? Sin embar- fo, a medida que fui dindole vueltas al tema,el tono fue cambian- do poco a poco. ¥ es que, lo que de verdad cs asombroso es que se pueda no ser construccionista hoy en dia sino que algunos seamos, construccionistas. Tado predispong, en efecto, a no sera, ¥ quie- nes me son construccionista lo tienen én realidad muy facil. Basta con dejarse Hevar por 1a corricnte, basta con no ser criticos res- peeto de algunas de las evidencias mejor arraigadas en nuestra cultura, basta con dar par buenos Ins pastuladas basicos de la Mo- dernidad. Bien, construccionista © no, tedos los que nas movemos en cl campo de la psicolog’a, sea cual sea nuestra especialidad, estamos con- {rontados con determinadas realidades psicolégicas y, eventualmen- fe, con el reto profesional de interyenir sobre esas realidades para producir, deliberadamente, ciertos efectos. Para ello es ne- claro est4, disponer dé un buen conocimiento dela realidad psicologica que solicita nuestra atenciGn, Realidad-conocimiento: dos palabras, que son a mientender, ubsolutamente claves, Pero, en qué consiste la realidad? cen qué consiste su.conoctmiento? + Publicado en: Revista de Peicorerapta, VoL IT. No. 12. Aqui es precisamente donde Ins respuestas de los construc: cionistas y de los que no lo son divergen considerablemente. Para articular su respuesta los no construccionistas cchan mano de la «ideologia de la representacién» que bafia toda la Modernidad. Es- ta idcologia alimenta, a su vez, cuatro potentes mitos de los que me. gustaria hablar. Se trata de: + cl mito del conacimiento vilido como representacién co- recta y fiable de la realidad. « el mito del objeto como elemento constitutive del mundo. » el mito de la realidad como entidad independiente de noso- 1ros, ¥ « el mito de la verdad como criterio decisorio. Estos cuatro mitos forman habitualmente sindrome. Estan. nterconectados’y bloquean, de forma decisiva la posibilidad misma de adoptar un punto de vista construccionista. Abandonar estos mitos resulta extraordinariameate. costoso. Pignsese, por ejemplo, lo dificil que nos ha resultado abandonar cl pesado fegada cartesiana que diferenciaba «clara y distintamentee dos mundo, ¢] «mundo interior» y-cl «mundo exteriors, y que, a par- ir de esta dieotomfa radical entre interior-exterior, ubicaba en el seno del espacio interior un conjunto de cntidades mentales, 0 psi- coldgicas, tales como los pensamientos, las creencias, los descas, los. sentimientos, las intenciones, etc. Descartes nos ponia de esta for maen¢laprieto de tener que explicar la manera en que esas entida- des habian sido engendradas en el ambito del espacio interior. Bs decir, en nuestra mente y nuestra psique..O bien la forma en que ha- Iifan conseguido penctear desde fucra en ese espacio y asentarse en. i, colonizando nuestra cabeza, El apricto era tan inconfortable que para intentar salir de €l sin cuestionar, por supuesto, la dicotomia cartesiana sé legé inclusa a formular posturas tan sumamente desa- fortumadas como son el conductismo yel mentalismo, Hoy, por suerte, son cada vez més numerosos quienes dan la espalda al legado carlesiano, y quienes sostienen que las llamadas «entidades mentales ninacen dentro de muestra cabeza, ni lampo- cose introducen en clla mediante nuestra experiencia conductual; sino que radican y se fraguan en cl tejido relacional, en el espacio de vida, en el entramado social, en ol magma simbolico, que cons- truye literalmente eso que Hlamamos «los individuos», a la ver que os construido por estos. Se asume, en atras palabras, que lo que lla- mamos entidades mentales perienecen a la discursividad que bana, yde la que esta hecho en parte, todo ser social. Cuanda se rechaza. 246, la dicotomia interior-exterior, la «realidad psicolégica» se presen- claro estd, bajo otras caracteristicas y se abren nuevas perspecti- vas para su investigacion, Pues bien, si no fuera nada facil desprendernos de la heren- cin cartesiana (nos ha costado varios siglas conseguirla y, par lo que lecmos en las revistas de psicolugia, vemos que aén quedan algunos colegas que no lo han conseguida), parece que atin resulte mis diff. cil deshacernos del lezada ideoldgico de la Modernidad. Es decir, del Iegado que la «Ilustraci6n contribuy6 a forjar tan eficazmente, y que sirve coma dispositive ideolégico para legilimar cierta concep- cidn de la racionalidad cientifica, Este dispositive alimenta todas las concepciones «representactonistas» del conocimiento cientifica, desde el mas trasnochado de los positivismos hasta las formas mas recientes de realismo. La «llustracién» contribuy6 decisivamente a hacer que la raz6n cientifica tomara la forma de una potente «Reté- rica de ta Verdads con todos los efectos de poder social y de cxigen- cias de sumisién que acompaiian siempre a cualquier retrica de la verdad, El procedimiento utilizado para situar a la raz6n cicntifica come la retorica de la verdad propia de la Modernidad fue de una simplicidad asombrosa. Consistid simplemente en hacernos creer que no somos nosotros, con todas nuestras limitaciones, quienes construl- mos el criterio de vatidez dc los conocimicntos cientificos mediante un conjunto de pricticas sociales que son necesariamente hist6ricas y contingentes, por eso mismo de que son precisamente anuastras». Se nos hizo creer qué él criterio que define al conocimiento vilido, os decir cientifico, es independiente de nosotros; nos trascisnde li- teralmente y escapa a lo que podamos opinar o creer acerca de él. Para ello fa preciso arrancar ese criterio fvera de la esfera de lo que es «simplemente humano» y siluarlo en otro lugar, en un lugar {jue fuese inmune a nucstras cambiantes apreciaciones y el mejor de lodos los Ingares posibles no era sina la propia «realidads. De esta forma no éramas «nosatros» sino que cra la realidad effa-misma (quien se encargaba de decirnas si lo queatirmabamos acerca de clla era acertado o no lo era. Podiamos inventar, por supuesta, las des- cripciones, las explicaciones y las teorfas que nos vinicsen en gana, pro era ef tribunal de los hechos quien debia dictaminar cn dltima instancia, y era la propia realidad quien debfa decir si hablamos ati- nado o si habiamas errada, Se nos ha hecho creer, y lo hemos crefdo, que si un conocimiento cientifico cs correcto, lo es precisamente porque es tolerado por la realidad, porque ésta no lo desmiente, porque se corresponde con clla y la representa convenicntemente, Por supuesto, siempre se puede buscar una correspondencia mas fi- na, mas precisa, y en ello radiea, segtin nos dicen, el progreso cienti~ fico, pero si bien somos duehos de las preguntas que podemos formular a la realidad y somos también responsables de la elabora- cion de las respuestas, tan sGlo ia propia realidad tiene cn su mano la decision oltima en cuanto alaaceptabilidad de esas respucstas. Comulgar con csa concepciéa nos conduce a admitir, por ejemplo, que el Atomo nos obliga a hablar de él de tal ocual manera, y lo misma pasa con la motivacién de logro o eon las representacio- nes sociales o con la esquizofrenia. A partir del momento en que aceplemos que es la realidad quien dicta Ios discursos sabre la reali~ dad y quien selecciona los que son adecaados, es bvio que debe- mos renunciar a una perspectiva plenamente construccionista. 2, EL MITO DE LA REPRESENTACION Sin embargo, quienes afirman con total tranguilidad, que el conaci- micnto cientifico es valido én la medida en que sefieja, se adecua, 0 se corresponde con Ja realidad, quienes pretenden que cl conacimien- to cientifico nos dice con cierta precisiGa cémo ¢s la realidad, estén profiriendo una enorme barbaridad légica. Porque resulta que para. saber sidos cosas se corresponden, hay que compararlas, y para cam- pararlas hay que acceder a cada una de ellas con independencia de la otra icémo accedemos «la realidad con Ja independencia del cono~ cimiento que tenemos de clla para poder compararla asi con ese co- nocimienlo? Nadie, por supucsta, ha sabido decirlo, y sin embargo, por curioso que parezea, la concepeién representacionista del cono- cimiento sigue predominando ampliamente en nuestra cultura. Quizds, como creen los representacionistay siguiendo a Galileo, scacierto que cl gran bro de Ja naturateza esta ampliamente abierto ante nuestros ojos ¥ que este libra esté incluso escrito con el lengua- jedelas matematicas, ino importa lo mas minimo, porque nunca po~ dremos Icerlo! Siempre deberemos recurrir a una traduceién Aecha. Par nosotros mismos, sin que nunca nos sea dado poder cotejarla con él original para comprobar su fidelidad. £Pcra cntonces, qué sentido tienen hablar de traduccién? Cualquier traduccion requicre un original équé-cs lo que estamos traduciendo si no tenemos acce— so al original? Cuando ¢laboramos un conocimiento no estamos re 248, presentanda algo que estarla ahi fuera en la realidad, comotampoco estamos fraduciendo esos objetos exteriores en ecuaciones y en enunciados, estamos construyendo de par en par un objeto original que no traduce nada y que no representa ningun trozo de realidad con el cual estaria en correspondencia, Pensar lo contrario exigiria que demos por buenas ideas tan absurdas como que se puede tradu- vir un texto del que no se dispone, o como que se puede representar algo que se desconoce por completo. Abandonar la creencia de que el conccimiento vilido, o ade- cuado, cs adecuado precisamente porque representa correctamente quello sobre lo cual versa, cs un paso obligado para desembocar sobre una perspectiva construccionista, Este paso canduce a si ‘ol conocimiento cientifico como conocimiento simplemente relativo, aunque slo sea un término de relativismoe conceptual. El cono miento cientifico recurre a conceptos y a categorias que son estric- lamente convencionales, es decir que no representan anada sino es porque nosotros hemos decidido que represcatan a algo, Nada puc- de representar a otra cosa si no ¢s mediante una decisi6n puramente comvencional, Por decirla de otra forma, el «original» es su propia presentacién si es que aos empchamos en hablar de representa- cidn, y cualquier otra cosa que pretendiera representarlo de forma no convencional deberfa ser absolutamente idéntico con €] mismo, con lo cual ya no seria, abviamente, otra cosa y no tendria sentido hablar de representacion, 3, EL MITO DEL OBJETO Quienes participan, ¥ son muchos, de la concepcidn representacio- hista del conocimiento, creen que el scereto de la relacién privile- piada que el conocimicnto cientilico establece con la realidad se encuentra en ese conjunto de procedimigntos (llamado «el método icntificom) que los cientificos utilizan para alcanzar la objetividad. Es decir, para impedir que las condiciones de produccién del cono- cimignto queden inseritas en éste, lo determinen o lo contaminen. sbjetivided implica, entre otras elementos fundamentales, que se neutralice cualquier influencia del sujeto productor de conocimicn- jas sobre los conocimicntos producidos. Se postula de esta manera una estricta separacion, una dicotomia radical entre sujetoy objeto que-aparecen, por Io tanto, como los.dos polos preestablecidos, co- 249 mo los dos preexistentes, necesarios ambos a la goner.aciGn del co- aocimiento, pero siempre que nose mezelen y se confundan. La es. ticta dicotomfa sujeto-objeto, garantia de la objetivided, conduce a autonomizar el producto, es decir tal o cual conocimiento cientifien, de sts condiciones particu lares de praduccién. El conocimiento cen tifica aparece plenamente de esta manera coma un «proceso sin eu Jetor. Esta separacion radical entre el producto y el procesa gue lo Produce no deja de evocar el mita religioso de la wmmacwiada Can cepeidrin, pero aplicada esta vez, al Ambito del quchacer cientifico, ¥defendido, curiosamente, por quiones més se. precian de ser rigu- rosamente cientificos, Esta claro que el mito de la objetividad y de la posibilidad misma de una separacion radical entre sujeto y objeto, tornan muy problematica la adopcién de un punto de vista construccionista. El contruccionisma disuelve la dicotomfa sujcto-objeto alir- mando que ninguna de estas dos entidades existe propiamente con independencia de la otra, y que no ha lugar a pensarlas como entida. des separadas, cuestionancln asi el propio concepto de abjetividad. De hecho, el construccionismo se presenta como una post ra fucrtemente des-reificante, des-naturalizante, y des-esencializan- fe, que radicaliza al maximo tanto fa naturaleza social de meestro mundo, como le historicidad de nuestras prdcticas y de nuestra exis. tencia, Desde esta perspectiva, el sujeto, el objeto y el conacimienta, Se agotan plenamente en su cxistencia sin remitir a ninguna esen- cla de la que dicha existencia construirfa una manifestacion parti- cular, como tanpoco remitan a ninguna cstabilidad subyacenie de la que constituirian una simple expresiéa particular. En definitiva, el cardcter literalmente constreido del sujeto, del objeto-y del cono. cimiento arcanca cstas entidades fuera de un supuesto mundo de objetos naturales que vendrian dados de una vez por todas. Est claro, que si el objeto se agota plenamente en su exis- tencia y si requiere un sujeto para poder existir, entonces la cxisten- cia del objeto implica, en el sentido mas fuerte de la palabra, la Presencia del sujeto, sin que tenga el menor sentido hablar de suse parabilidad. Cuidado, no es que el construccionismo pretenda excluir ef uso de palabras como sujeto y objeto, cuya utilidad practica es evi- dente, se trata simplemente de alterar su contenido conceptual y as implicaciones de su uso. Aparte de la dicotomia sujeto-objeto, la creencia enla objeti- vidad implica también algo que nos intercsa agui de manera muy 250 directa, La objetividad requicre en efecto que haya un objeto, que aquello sobre lo cual claboramos conocimientos objetivos exista con independencia del conocimicnto claborado, que la realidad in- vestigada exista previamente a su investigaciém y que no sc modifi- que por causa de las operaciones que articulamos para produc conocimicnto. De alguna forma, la creencia en la objetividad conlleva una profesién de fe «realista» muy cercana al realismo de sentido comin, Ese realismo de sentido coman que impregna con una tremenda fuerza nuestra forma de pensar, nos hace dar por sentado que los abjetos que conocemos son conta son con independencia de aue: tras propias caracteristicas en tanto que sujctas y con independencia del conocimiento que forjamos sobre ellos. Aqui también parece claro que para desarrollar una postura razonablemente construccio- nista, es imprescindible aceptar la idea de que no existe abjetas nane- rales, de. que los objetas son come son porque nosotros somos come somus, los hacemas, tanto como ellos nos hacen, y por Io tanto, ni hay objetos independieates de nosotros, ni nosotros somos inde- pendicntcs de cllas. Frente al mito del abjeto.no podemos dejar de insistir sobre el hecho de que el propio concepto de «objeto» es convencional, y depende de lo que decidimos definir como un eabje- tov, Esto significa que ningtin objeto existe como tal en la realidad, Lo que tomamos por «objetos naturales» no son mis que objetiva- ciones que resultan de un conjunto de prdcticas que los instituyen como tales mediante un juego de convenciones. Con cierta frecuencia se alude a los «descubrimientos» reali- zados por investigacién cieatifica para defender la ercencia de que existen objetos «naturales» preexistentes a cualquier conacimienta que alcancemos acerca dé ellos ¢ independicntes de que los deseu- ramos o no. Se nas dice que es porque cl microbio de la rabiv cxistia cfectivamente, por lo que Pasteur pudo descubrirlo. Se nos dice que existia antes de su descubrimiento y que hubiera seguido existiendo igualmente aunque ni Pasteur ni nadie lo hubiese deseu- bierto, Aceptar este planteamiento cs olvidar que los «hechos» cientificas estén kechos en el sentido mas pleno del verbo hacer. Por decirlo de manera un tanto provocativa, en ciencia «el Sere no antecede al scenocimiento del Ser», las hechos no anteccden a su investigaciém sino que resititan de dicha investigacion. El investiga- dor no «descubre» nada, no saca a la luz del dia algo que estaba escondido antes de que él consiguiera verla. Lo que hace cual- quier investigador es construir algo que tan solo se transformard en 251 un auléntico «hecho cientificas despuds de que intervenga un com- plicado proceso al que concurren multiples redes sociaies, conjun- to de convencianes, enteamados de relaciones de poder, scries de procedimientos retéricos, yes todo esto lo que acabard por transfor- mar eventualmente en un «hecho cieatifico» tal o cual constrnccion realizada por tal o cual investigador, Claro que una vez que un he- cho cientifico ha sido instituido como tal a través de ese largo pro- ceso social, acaba siempre por autonomizarse del proceso que lo ha creado y se presenta como «algo» que siempre estuva «ahi», es- perando pacientemente que «alguien» lo descubriese. 4. EL MITO DE LA REALIDAD INDEPENDIENTE {Pero si no hay, propiamente hablando, «objetos» en la realidad, entonces qué es lo que hay? Con animo de ser provocative me gus- taria contestar que no hay senciflamente mada, pero para evitar creat malentendidos, me limitaré a decir que s6lo hay to que pone- mos en eila, Pero cuidado, esto no significa que podamos poner en ella cualquier cosa que se nos antoje arbitrariamente, significa simplemente que la realidad no existe con independencia de las practicas mediante las cuales la objetivamos y, con ella, la consteui- mos, La realidad cs sicmpre «rcalidad-para-nosotros», «realidad- desde-nuesira perspectivas, Cualquier oira cosa que pusda ser la realidad forma parte del universo de lo «no-pensable, no digo de lo «especulativon, o de lo «fantasioso», sino litcralmente de to «no-pensable». Por supuesto, cuando se afirma que la realidad no existe a Ho ser como resultante de nuestras practicas de construccién de la realidad y de todas aqucllas caracteristicas propias (bialdgicas, so- ciales, ete.) que conforman precisamente «nucsiza perspes se corre el riesgo de ser tildado de «idealista» y de «solipsista». EAcaso no existen los arboles? dAcaso no existen los rayos y truc- nos? ¢Acaso el trueno no resuena en los ciclas aunque yo sea sor- do? éAcaso no hay por ahi paranoicos y depresivos? Est4 clara que todo esto existe, con total independencia de Jo que pucda pensar, decir, o desear cualquiera de nosotros indivi- duaimente considcrada. Sin embargo todo esto existe porque lo hemos construido como tal, colectivamente, a través de un largo proceso hist6rico intimamente relacionado con muestra caracteris- 252 ticas en tanto que seres humans, Bs lo que nosotros somes, en los diversos planos que nos constituyen (el biolégico, el fisico, cl so- cial, ctc.), junto con lo que hacemos (lo que hemas hecho a lo lar- go de la historia), lo que hace que Ja realidad exista en la forma que existe efectivamente. La afirmacion de que fa realidad no exis- té.con Independencia de nosotros puede ilustrarse facilmente: Todos sabemos hace licmpo que los colores no existen en la naturaleza, y que somos nosotros quienes los consiruimos en nucs- tra cabeza por razones estrictamente imputables a nuestra peculiar conformacién sensorial, Es claro que si nuestra estructura seuso- rial fuese de otro tipo, nila nieve seria blanea, nicl mar serfa azul. Entonces, écémo es «en realidad la nieve? éCémo es, con inde- pendencia de la forma cn que la yemos y la conocemos? La peegun- ta no tiene respuesta posible, y sin embargo la afirmacion de que ala nieve 6s blanca, constituyc sin duda una afirmacion verdadera, Pero no porque esta afirmacién se carresponda con la realidad, sino porque fo que somos have que sca verdadera («lo que somos», y ha- bria que anadir para mayor precisién: ay las convenciones que he- mos creado), También sabemos que los sonidos no cxisten en la realidad, sdlo existen como producto de determinados aparatos auditivos, y sin embargo cs cierto que los rayos sc sigucn para nosotros de un Iruene y que hay truenos més fuertes que otros. Hasta aqui parece que sélo cstemos hablanda de la vieja cuestién de las cualidades sensibles secundarias, pero iverdad que sien lugar de tener el tamafio que tenemos sdlo tuviéramos cl ta- mao de un dtomo sin que ninguna otra cosa cambiase tampoco los drboles existirian? Algo diferente existiria cn su lugar, y asi su- césivamente, Bien, sistir sobre cl hecho de que al afirmar que la realidad no existe independientemente de nosotros, 0 lo que es lo mismo, que s6lo hay en la realidad lo que nosotros panemas en ella, 0 8¢ esté sugiriendo que podemos conformar la realidad a nuestro antoje y poner en ella lo que nos venga en gana, Lo que «somos», 50- cial, biolégica y fisicamente constrifie decisivamenteel modo en que podemos consiruir ta realidad, pero desde luego, es innegable que ésta no viene dada sina que la construimas. Hay que abandonar el crit rio de una realidad independiente si se quiere entrar en una pers- pectiva construccionista, y esto al parecer no es cosa facil para quienes han conformado sus creencias en el mareo hegemGnico de la Modernidad, 253 5. EL MITO DE LA VERDAD. Es bien conocido que fa Modernidad ha conferido ala razén cienti- fica la facultad dedeeir lo que cs verdadero y lo que no Io es. Antes, eran otras entidades, otros dispositivos, quicncs regulaban cl régi- mea de la verdad en cl seno de la sociedad, Pero a través de las mil- tiples variaciones que ha conocido el criteria de la verdad, hay alo que s¢ ha mantenide constante a Jo largo de la historia porque en ello radica precisamente cl sentido mismo de la verdad: st canieter absoluto y trascendente. En efecto, la verdad no puede en modo alguno ser relative a circunstancias © consideraciones particulares. Si algo es verdadero io es y punto, porque si empezamos a decir que tan solo es verdade- ro desde tal perspectiva, o para tal comunidad, o momenténeamente, entonces estamos diciendo que no es del tada verdadero, que no es verdaderanrente verdadero, sino que tan solo se considera como tal én circunstancias éspecificables y desde puntos de vista particula- res, En otras palabras, la verdad no puede estar supeditada a nues- tros deseos, creencias, decisiones, y caracteristicas, debe ser universal y absoluta, debe trasconder ol cardcter necesariamente cambiante y contingente de la subjetividad humana y de la intersubjetividad que Ja nutre. Para cllo, la nica solucién consiste en ubicar el critcrio de la verdad fuera de la historia, fuera de la cultura, fuera de la sociedad, fuera del mundo de las practicas y de las produccioncs simplemen- te humanas, cs decir, en definitiva, fuera de lo que es contingente y variable. Sila verdad dependiera de nosotros, dejaria inmediata- mente de ser verdadera y perderia toda capacidad para desempe- far las funciones reguladoras que tine asignadas y que no son otras que las de producir cl consenso y la sumisidn sin necesidad de recurrir a la fuerza. Es(é claro que a partir del momento en que asumimos la creen- cia en la verdad, estamos afirmanda que ésta no depende de nosotra y estamos declarando por lo Lanto que existe una instancia no bi mana qué la cstablece y la regula, IMimese a esta instancia Dios, la realidad, la ciencia, olas leyes del universo, Por muy atractiva que nos parezea la concepcién constric- cionista dificilmente podremos asumirla, mientras sigamos partici- pando de Ja creencia en la verdad. En efecto, esta creencia nos obliga a admitir que existe por lo menos algo que no es obra nues- tra, algo que no construimos, algo tan impartante como es el pro- pio criteria que establece la validez de nuestros conocimientos. 254 Para poder desarrollar una perspectiva plenamente construc- cionista, cs indispensable romper radicalmente con la ereenciaenla verdad. Los criterios de la verdad son obra nuestra, y por lo tanta 50n tan Contingenles y tan relatives a nuestras cambiantes practicas como cualquier otra cosa que resulte de nuestro quehacer, ito hay porlo tanto nada que sea verdad en el sentido estricto de la palabra. Pero entonces, dirdn ustedes, tampoca ¢l construccionismo es verdadero, o mas verdadero que los planteamientos alternativas. iPor supuesto que cl construccionismo no cs verdadero, o mas verdadero que las demas alternativas! Pero esto no significa ni mucho menos que no dispongamos de criterios para decidir si merece Ia pena, 0 no, trabajar cn una orientacion construccionista. Nos quedan exactamente los mismos criterios que utilizamos para evaluar cual- quier otra conocimiento después de haber abandonado el criterio de la verdad, Nos quedan los criterios de juicio acerca de su cohe- rencia, de su utilidad, de su inteligibilidad, de las operaciones que permite realizar de los efectos que produce, del rigor de su argu- mentacion... en definitiva, no sui valor de verdad sino su valor de «so, ¥ su adecuaci6n a las finalidades que asignamos, nosotros mis- mos, al desarrollo de tal o cual tipo de conocimiento. A partir del instante en que nos percatemos de que ao pode- mos hacer recaer sobre «el mundo tal ycomo es» la responsabilidad de decidir acerea de la validez de los conocimientas, de que no hay wtrazos de lenguaje» que se «correspondan» con «irozos de la real dad», yen definitiva, de que los criterios de validez no estin «fuera de nosotros mismos», ya no nos queda mas remedio que aceptar lo que la ideologis de la racionalidad cientifica moderna se ha empe- fado en negar durante siglos, ¢s decir, aceptar que esos criterios son plenamenite ivestras, ¥ sison nuestros, esto significa que los he- mos construide nosotros mismos mediante nucstras practicas calec- livas, ¥ que son por lo tanto refativos a dichas prdcticas y a las caracleristicas de sus agentes. Una tltima precision para evitar malentendidos, El rechazo: de la crcencia en la verdad no significa que se niegue Ia utilidad del concepto prictico de la verdad que informa nuestra vida cotidiana. Sila gente no tuviera un sentido practico de la verdad, sing conside- vara, por ejemplo, que es verdad que uno no sé puede tirar de un quinto piso y volar como un pajaro, que es verdad que si pone la mano eneifuegose quemard, o que es verdad que losnazis utilizaron eam- pas dé exterminio, pronto no quedaria fisicamente nadie para pre- guniarse acerca de la verdad. Pero esta discriminacién practica 235 entre lo verdadero yo falso ze asienta sobre las operaciones que po- cibilitan nuestra propia existencia cn el mundo, no exige ningtin prin- cipio trascendental que fundamente la verdad en otra cosa que ne sean nuestras propias practicas, simplemente humanas 6. AMODO DE CONCLUSION Hasta aqui he hablade en términos muy gencrales, pero es. abvio que todo Jo dicho vale también, si acaso de forma atin mas contun- dente, para las realidades psicolégicas, su conocimiento y 80 cons truccidn. En efecto, los seres humanos somos indudablemente teres sociales y resulta que cualquier cosa que sea adjetivable como «s0- ‘cial conlleva necesariamente una dimension simbdlica que la insti- tuye como tal, El hecho de que lo social presente sicmpre una dimensidn simbolica implica que los conocimicmtos que produci- mos sobre los seres sociales revierten necesariamente sobre sts ca racteristicas puesto que afectan al magma simbélico que constituye en parle a estos seres. ‘Cuando los significados. son constitutiver de algo, por cjem- plo de las seres sociales, es obvio que um proceso que toma la forma Ge una producctén de significados, por ejemplo la elaboracién de conocimientos cientificos, incide necesariamente sobre ese algo. Alii donde los significados tienea «cficacia causal», crear o modi car significados sc constituye en una actividad productiva de nuevas realidades. Pero cuidado, cuando se afirma que el principal vehiculo de significados, es decir, cl lenguaje, es formative de la realidad, no se esta afirmando que la realidad sca de naturaleza lingifstica, ni que sea suficiente con cambiar el nombre de las cosas para cambiarlas. Lo que se est sugiriendo es simplemente que la produccidn de eo" nocimientos psicolégicos tanto por parte de las personas en el transcurso de su vida cotidiana camo por parte de los psicélogos en su quchacer profesional, cantribuye a definir la realidad paicoligica en elacto mismo de conocerlay hablar de ella. Ba esta medida es obvio que el conocimicnto de la realidad psicolégica nunca es inacente, siempre gencra efectos que van mu cho mas all4 de sus aplicaciones deliberadas para transformar even- tualmente esa realidad. $i cabe dudar, y yo lo dudo efectivamente, de que el conocimiento cientifico en general pueda pretender algin 256 tipo de neutralidad, ni siquiera hay lugar para esta duda en cl caso del conocimiento psicoldgico, ésta carece por completo de aentrall- dad y cn tanto que conforma [a realidad que pretende investigar es claro que presenta siempre un cardcter intrinsecamente normativo. La problemtica de los valores aparcce asf en primerisime plano y con ella surge de forma inescapable la cuestion del compromisa. Pe- Fo ya na se trata de un compromiso limitado al iso particular que podemos hacer de Jos conacimientas psicologicos, sino que plantea directamente, y de forma mucho mis radical, la cuestidn de cual es eltipo de conocimientas que eleginios producir. De esta cleccién va adepender, claro esta, el tipo de realidad psicolégica que vamos a contribuir a construir efectivamente, y esta ¢s una responsabilidad de la que tenemos que ser conscientes en Lanto que profesionales de lo psicoldgica. Bien, esta claro que lo que he hecho hasta aqui no es sino contar una historia, Una historia particular eatre las otras muchas que se pudieran haber contado. Pero también esta claro, que lo tni~ co que podia hacer cra precisamente cso: contar una historia. Siento. el mayor de los respetos por las otras historias que se podrian haber contado aqui, ¢ que circulan en cl mundo de los psicélopas, inclusa cuando esas historias divergen notablemente de las que a mime gusta escuchar o contar. Sin embargo, también me siento tremendamente molesto cuando escucho o Ico una historia que niega serio, aquellas historias que se preseatan a sf mismas como un simple relato objeti- vo de la realidad, 0, lo que es lo mismo, que pretenden ser la tnica historia legitimada por la verdad yla raz6n clentifica, y que conciben a todos lo demas relatos como simples historias sin alcanzar a verse elias mismas coma tales. Saber que uno se limita a contar historias, y que algunas son simplemente mds imteresantes, mds aceplables, mas persuasivas o mas dilucidatorias que otras y que uno na hace nada mas que eso, es dar un paso decisive para cscapar ala «idcologia de la representacién» y alos sefuelos de la Modernidad. Claro que-es- to nos algja de Ja pretension de poder emitir el discurso de la verdad. Esto nos vuelve a situar como «simplemente humanos» y puede da- iar la autoestima de quienes desean ser tan absolutos come los dio- ses. Es sin dudaun paso costoso. En definitiva, es muy facil y, aparentemente, muy gratifi- cante fo ser consiruccionista hoy en dia pero quienes optan por la facilidad no saben lo que se pierden. Se picrden nada mas y nada menos que el sce sencilla, pero, plenameate humanos. 27

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