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' Capitulo 2 HACIA LA SEGUNDA TRANSFORMACION: REPUBLICANISMO, REPRESENTACION Y¥ LOGICA DE LA IGUALDAD Pesea la extraordinaria influencia de la Grecia clésica en el desarrollade 1a democracia, las modernas ideas ¢ instituciones democriticas han sido plasmadas pormuchos otros factores, tres de los cuales revisten particular importancia: la kradicién republicana, el surgimiento del gobierno repre- sentativo y ciertas conclusiones decivadas de Ia creencia en la igualdad politica. : : Entiendo por“ tradicién republicana” un conjunto de ideas quedistande ser sistematicas o coherentes y que tienen su origen no tanto en las ideas y pricticas democriticas de la Grecia clasica, descriptas en el capitulo ante- ior, comoen eleritico mas notable de la democracia griega: Arist6teles. Por otra parte, en tanto encarnacién de ciertos ideales politicas, el republicanis- mo notienest modelo tanto en Atenas cuanto ensu enemiga, Espacta, ymis atinen Roma y en Venecia. La tradicién republicana, basada en Aristételes, conformada por las experiencias de la Roma republicana y de la Repiiblica de Venecia a lo largo de varios siglos, interpretada a fines del Renacimiento de diversas y conflictivas maneras porflorentinos camo Francisco Guicciar- dini y Nicolas Maquiavelo, fue reformulada, replasmada y reinterpretada en Inglaterra y en Estados Unidos durante los siglos XVII y XVIII. Sibien en este proceso algunos temas importantes del republicanismo clisico perdie- 36 Fuentes de la democracia inoderna ron su caracter central o fueron lisa y llanamente suprimidos, otros conser- varon su vitalidad! Aunque la tradicion republicana se apartédel pensamientodemocratico griego y enalgunos aspectos fue antitética respecto de él, el republicanismo compartié empero algunos de sus supuestos. Para empezar, adopté la concepcidn, corriente entre los griegas (democriticos 0 antidemocraticos) de gue el hombre es por naturaleza un animal social y politico; de que los seres humanos debeh convivir en una asociacién politica si pretenden realizar todas sus potencialidades; de que un hombre bueno debe ser lambién un buen ciudadano; de que un buen sistema politico es una asociaci6n constituida por buenos ciudadanos; de que buen ciudadano es aquel que posee como atributo la virtud civica; de que la virtud es la predisposiciona procurar el bien de todos enlos asuntos pblicos y de que, por lo tanto, un buen sistema politico no sélo refleja la virtud de sus integrantes sino que la promueve. Mis concretamente, al igual que los demécratas griegos, los republica- nos sostenfan que el mejor sistema politico es aquel enel cual los ciudadanos son iguales en aspectos importantes: ante la ley, por ejemplo, y por la ausencia de toda relacion de dependencia (como la que hay entre amo y esclavo) entre un ciudadano y otro. Ademés, ladoctrina republicana insistia en que ningiin sistema politico podia ser legitimo, conveniente o bueno si excluia la participacién del pueblo en su gobierno. A pesar de estas similitudes, el republicanismo era algo mas que lamera reafirmaci6n de los ideales y prdcticas dela democracia griega. Aligual que Aristételes, en ciertos aspectos decisivos brindaba una opcién frente a la democracia tal como era entendida por muchos griegos. Si bien la doctrina republicana hacia mucho hincapié en Ja importancia fundamental de la virtud civica, destacaba tanto o mis la fragilidad de la virtud, el peligro de que un pueblo‘ sus lideres se corrompieran, y por ende la probabilidad de que la virtud civica se degradase hasta tal punto que fuese imposible instaurar una repablica. Segiin la vision republicana, una de las mayores amenazas a Ja virtud civica es la generada por las facciones y conflictos politicos, que a su vez derivan de una caracteristica poco menos que universal dela sociedad civil: “el pueblo” noes una lotalidad perfectamente homogénea cuyos miembros tengan intereses idénticos; normalmente se divide en un elemento aristocratico u oligarquico y otro democratico 0 popular (los pocos y los muchos), cada uno de los cuales persigue diferentes inlereses. Siguiendo a Aristételes, podria afiadirse un tercer componente; un elemento monocratico 0 mandrquico, un lider o soberano que podria procurar realzarsu posicin, prestigio y poder. La tarea de los republicanos, entonces, consiste en elaborar una constitucin que refleje, y dealgan modo | equilibre, los intereses de uno, de pocos y de muchos proporcionande un gobierno mixto, con elementos de democracia, de aristocracia y de monar- Hoacla la segund wnsformacién 37 quia de tal modo configurados que los tres componentes finalmente concu- rranal bien de todos. __ Desde luego, el modelo constitucional mas notoria fue el de la reptblica romana con su sistema de consules, Senado y tribunos del pueblo. (Roma ofreci6 asimismo el ejemple obvio de la decadencia y corrupcién de la virtud civica: el auge de los conflicios civiles y la transformacién de la repiblica en el imperio pusieron de manifiesto que incluso una gran repiblica podia ser destruida.) En el siglo XVIII se afiadié otro ejemplo notorio al modelo romano: la constitucién inglesa, que con su maravilloso ordenamiento de la monarquia, la Camara de los Lores y la de los Comunes fue paraalgunos tedricos republicanos (principalmenté el barénde Montes- 1) el verdadero epitome de un sistema de gobierno perfectamente equilibrado. Gracias a los acontecimientos que tuvieron lugar en Gran Bretafia y en Estados Unidos, el siglo XVIII asistié al desarrollo de una veta de republi- canismo radicalizado que en algunos aspeclos se contraponia a la vieja tradici6n, Si la concepcién anterior pudo |lamarse republicanismo aris- tocratico, la nueva puso el acento, cada vez mas, én la fundamental impor- tancia del componente democratico en la constitucin de una repiiblica, La veta mas aristocrética conservadora de republicanisme se encuentra en Aristételes, en Guicciardini y los ottimati del Renacimiento floreatino y, en América, en john Adams; la mas democrdtica, en Maquiavelo, los Whigs radicales del siglo XVII y Thomas Jefferson. Segiin la vision republicana aristocratica, aunque debia asignarse a los muchos, al pueblo, un papel importante enel gobierno, ese papel tenia que ser limitado porque era més lo que debia temerse del pueblo que lo que podia confiarse en él, Para los republicanos aristocraticos, el ms dificil problema constitucional ¢s qui2d crear una estructura que pueda restringir en grado sufficiente los impulsos de los muchos. La funcién que le compete al pueblo no es gobernar, como en Atenas, sino més bien elegir dirigentes idéneos que estén en condiciones de llevar a cabo ja exigente tarea de regir los destinos del sistema politico total. Por cierto, dade que los dirigentes estin obligados a gobermar teniendo en cuenta los intereses de la comuni- dad en su conjunto, y como el pueblo es naturalmente un importante elemento de la comunidad, los dirigentes calificados gobernaran de acuer- do con el interés del pueblo; pero no lo harén exclusivamente en su interés, por importante quesea ese elemento, pues al aceptar la esencial legitimidad de los intereses de los pocos y de los muchos, para los republicanos aristocriticos el bien publico requiere equilibrazlos. En cambio, enel incipiente republicanismo democratico del siglo XVIII, eran los pocos, no los muchos, el elemento mis temible; no el pueblo, sino los elementos aristocriticus y olig4rquices. De hecho, la confianza deposi- tada por los nuevas republicanos en las perspectivas futuras de un buen gobierns descansa en las cualidades del pueblo; més adn, el bien piiblicono 38 Fuentes de a democracia moderna consiste en balancear los intereses del pueble cor: los intereses de los pocos: elbien pablicoes, ni més ni menos, el bienestar del pueblo. Por consiguiente, Ja tarea constitucional consiste en prayectar un sistema que de algiin modo supere la tendencia inevitable a la preponderancia de los pocos, o de un tinico déspota y sus secuaces. Si bien los republicanos aristocréticos y democréticos concuerdan en: que la concentracién del poder es siempre peligrasa y debe evitarse, la solucién que cada uno de ellos da a este problema no es la misma. Los atistocraticos 0 conservadores siguen haciendo hincapié en un gobierno mixte que equilibre los intereses de uno, de los pocos y de los muchos, y procuran que dichos intereses queden reflejados en la monarquia, en una “c&mara alta” atistocratica y en una “c&mara baja” para los comunes. En” cambio, los democriticos ven cada vez.con mis dudas y recelola ideadeque los diferentes intereses estén representados en distintas instituciones. Las dificultades inherentes a la vieja teoria del gobierno mixto se pusieron particularmente en evidencia en América. En ausencia de una aristrocracia hereditaria, zquiénes son “los pocos” dignos de un trato especial? Presumi- blemente, los que componen una“ aristocracia natural”, idea que le era cara incluso a un republicano democritico como Jefferson. Pero... so6mo se poded identificar a tales aristécratas naturales, y cmo asegurar que sean elegidos de modo de que cumplan el papel que les corresponde en el gobierno? Por ejemplo, gdebe permitirseles que elijan a los de su clase’pata constituir una cdmara alta en la legislatura, equivalente funcional, en una * reptblica democratica, a la Camara de los Lores de Inglaterra? Como descubrieron los redactores de la Constituci6n norteamericana en 1787,' para todos los fines précticos el problema carece de solucion. En una repiblica democratica, concluyeran, los intereses de “los pocos” no los habilitan a tener una cémara propia, ¥ adn menos aceptable seria proteger el “interés mondrquico” asignéndole el Poder Ejecutivo, porque sin duda apenas tendria legitimidad que el primer magistrado de una repiblica constituyese un interés especial, separado, dentro de la comunidad. A rafz de la imposibilidad de encontrar saluciones vilidas al problema deestablecer un gobierno mixto en una repiiblica democritica, los republi- canos (aunque no siempre con una visin perfectamente clara de la cues- tién) reemplazaron de hecho la antigua idea del gobierno mixto por otra nueva, puesta en boga por Montesquieu: la de la separaci6n constitucional iitucional de los poderes en tres ramas, la legislativa, la ejecutiva y la in de estos tres poderes en un poder tinico era la esencia misma de la tirania, y que por lo tanto debian ser localizados en instituciones separadas, cada una de las cuales pudiese controlar a las otras (Montesquieu [1748], 1961, libro 11, cap. 6; Hamilton, Jay y Madison, No. 47).Si bien la nocién del equilibrio de los intereses en pugna no desapareci6 en absoluto (fuecentral, por ejemplo, en ta concepcidn de James Madison), !a tarea constitucional er i ‘ a i i i He v1-aaspunda tant ed consiatiaen asegurar més blenuin buen equilibeio entre esas tres fundianes o“poderes” de gobierno, ‘Camo ocurtié con la teoria y la practica decnacraticas de los griegos, la tradici6n republicana transmits a los-defensores posteriores de la demo- cracia algunos problemas ircesueltos. Cuatro de ellos estabanestrechamen- te relacionados entre sf. Primero, como comenzaron a advertir los republi- canos democtaticos en el siglo XVIII, el concepto del interés 0 los intereses propio del republicanismo ortodoxo era harto simplista. Aun cuando en el pasado algunas sociedades pudieran haber estado estratificadas en los intereses de uno, de pocos y de muchos, ya no sucedia lo mismo. {De qué mode entender, entonces, los intereses existentes en un sistema mas com- plejo, y en caso de ser necesario, cémo representarlos © equilibrarlos? _ Segundo, ;cémo debia disefiarse una repiiblica para manejar tos conflic- toS que esa diversidad de intereses tornaba aparentemente inevitables? Después de todo, a pesar de las pomposas declaraciones sobre la virtud civica y el equilibrio de los intereses, en la practica el conflictoera unaspecto notorio, y hasta podria decirse normal, de la vida politica en las primeras repdblicas. Para asegurar la tranquilidad pablica, sdebian proscribirse de algiin modo los partidos politicos, que aparecieron en forma cudimentaria y més o meitos perdurablé en Gran Bretéfia durante el siglo XVIII? En tal caso, zcmo hacerlo sin destruirla esencia misma del gobierno republicano? Tercera, si el gobierno republicano depende de la virtud desus ciudada- nos, ysila virtud consiste en la devacién hacia el bien publico (mas que hacia los propio’ jntereses o los de algiin sector particular del “pablico”), ges realmente posible establecer una repdblica, en particular en sociedades de grantamaitoy heterogeneidad, comolas dé Gran Bratafa, Francia y Estados Unidos? La respuesta del republicano ortodoxo era simple: s6lo podian ser repiblicas los Estados pequefios (Montesquieu, 1961, libro 8, cap. 16). Pero entonces la tradicién republicana poco podia ofrecer para la gran tarea en que estaban empefiados firmemente los republicanos democriticos: a demociatizacién de los grandes Estados nacionales del mundo modemno. Cuarto, zera posible entonces aplicara la escala de la nacién moderna fa teoria republicana (y, en general, las ideas democriticas)? Como habia sucedido con las ideas ¢ instituciones democriticas griegas, el intento de adaptar el republicanismo democritico a los requerimientos de las grandes sociedades exigia una amplia transformacién de a tradicién republicana. Segiin descubriecon los republicanos democriticos durante el siglo XVIII, parte de la respuesta al problema de la gran escala iba a encontrarse en instituciones que hasta entonces habian tenido poca cabida en la teoria democritica o republicana, ¥ no mucha en la prictica: las instituciones del gobiemo representativo. + 40 Fuentes de fa democracs moderna Gobierno representativo Como hemos visto, los griegos negaron la conveniencia de un sistema politico en gran escala y jamés crearon un sistema de gobierno representa- tivo estable. Tampaco los romanos, a pesar de la expansién creciente de la republica, tanto en su lerritorio como en Ja cantidad de sus ciudadanos (Larsen, 1955, pags. 159-60). Por lejos que un ciudadanoestuviese de Roma, no habfa otras instituciones democraticas a sualcance que las asambleas que se realizaban en Roma para la eleccién de magistrados y la sanci6n de las leyes. ;Cémo podria ser un buen ciudadano si, a todos los fines précticos, le era imposible asistir a las asambleas de Roma y en consecuencia no podia participar plenamente en Ja vida piblica? Siendo cada vez mayor la canti- dad de ciudadanos que viviana una distancia demasiado grande come para trasladarse fécilmente a Roma, las asambleas se fueron transformando poco a poco (de hecho, aunque nunca en la teoria) en cuerpos “representativos”; pero, empleando una expresi6n que entré en vigor luego, para la mayoria de tos ciudadanos la representacién era “virtual” mas que efectiva, y favorecia (si bien algo azarosamente) a quienes podian ingeniérselas para concurris? (Para conocer mAs delalles al respecto, véase Taylor, 1961, pags. * 50-75; 1966, p&gs. 64-70.) Tamipoco inquieté la representaciéna los tebricos, republicanos del Renacimiento italiano, que ignoraron en buena medida el problema de la participaci6n efectiva y realmente igualitaria de un chuda- dano junto a los demés en una gran repiblica como Roma y en todo caso dejaron la cuesti6n irresuelta. ‘Asi pues, desde la Grecia clasica hasta el siglo XVI, la posibilidad de que un cuerpo legislativo no abarcase la totalidad de los ciudadanos sino s6lo ._ asus representantes electos qued6 fuera de ia teorfa y prictica del gobierno democratico o republicano —por mis que a un demécrata contempordneo le resulte dificil entender que esto sucediera—. Hubo, empero, una ruptura importante de la ortodoxia prevalecient durante la guerra civil en Inglaterra, cuando los puritanos, ensubisqueda_ de ina alternativa republicana frente a la monarquia, se vieron obligados a plantearse muchas de las cuestiones fundamentales de la teoria y prdctica democraticas (0 republicanas). Los niveladores, en particular, al elaborar sus exigencias de la ampliacién del sufragio y de la sensibilidad del gobierno ante un electorado mas amplio, prefiguraron el desarrollo futuro de la idea democrética, incluida la legitimidad (més atin, la necesidad) de Ia representaci6n. Sin embargo, sélo un siglo mAs tarde se consumaria la . incorporaci6n total de la representaci6n a la teoria y la practica democrati- cas, Incluso Locke, quien en su Segundo tratado habla expresado la opinién de que la mayoria podia otorgar su consentimiento (concretamente, para el pagode tributes)”yasea porsi misma por mediode les representantes que ella eligiese” (cap. XI, parr. 140, pag. 380), poco afiadié sobre Ja representa cin y el lugar que le cabia dentro de una teorfa democritica o republicana? 3 g E 5 5 Hacia la segunda teansformacién 41 Y ia insistencia de Rousseau, en el Contrato social, sobre la inadmisibilidad de la representaci6n (libro 3, cap. 15) concordaba perfectamente con la postura tradicional. Enla prctica, la representacion no fue uninvento de los demécratas sino el desarrollo de una institucién medieval de gobierno monirquico y aristocrético. (Véase, por ejemplo, Mansfield, 1968.) Sus inicios han de encontrarse, principalmente en Inglaterra y Suecia, en las asambleas convo- cadas pos los.monarcas oa veces los mismes nobles, para tratarimportantes cuestiones de Estado: la recaudaci6n de impuestos, las guerras, la sucesion. real, etc. Lo tipico era que los convocados provinieran de diversos estamen- tos y los representasen; los representantes de los distintos estamentos se reunian por separado. Con el correr del tiempo, esos estamentos se reduje- rona dos (los lores y los comunes) que, porsupuesto, estaban representados en cimaras separadas. Como acabamos de ver, este ordenamiento generd un problema para los Whigs radicalizados en el siglo XVIll, ya que no supieron explicar muy bien la necesidad de una segunda cémara en una repiblica democratica, : En ese mismo siglo varios autores comenzarona reparar en algo que ya los Niveladores habian vistocon anterioridad, y es que la democracia podia cobrar una nueva forma y dimensién sia la idea democratica del gobierno del pueblo se le adjuntaba la préctica no democratica de la representaci6n. En Elespiritu de las leyes, Montesquieu (1748) ensalz6 la constitucién inglesa y declaré que, como en un Estado de gran tamafo le era imposible a los, individuos reunirse en un cuerpo legislativo, debian escoger representantes que hicieran lo,que ellos no podian hacer por si mismos. Si bien Rousseau, como acabo de mencionar, recha74 luego tajantemente esta idea en su Contrato social, ese rechaz0 no guardaba congruencia con sus escrilos an- teriores v posteriores, donde consider6 legitima la representacién (Fralin, 1978, pags. 75-76, 181). Unas pocas generaciones después de Montesquieu y de Rousseau, la representacién ya era ampliamente aceptada por los demécratas y los republicanos como una solucién que eliminaba las anti- guas limitaciones de tamafo de los paises democraticos y convertia a la democracia, de una doctrina s6lo apropiada para ciudades-Estados pe- quefias y evanescentes, en otra que era aplicable a las grandes naciones de la edad moderna. A los impregnados de la antigua tradicién, la amalgama de la democra- cia y la representaci6n les parecié a veces un invento maravilloso y trascen- dental. Asi, a principios del siglo XIX, un autor francés muy admirado por Jefferson, Destutt de Tracy, insistia en que Rousseau y Montesquieu ya estaban obsoletos: "La representacion, o gobiemo representativo, debe ser considerada un nuevo invento, desconocido en la épaca de Montesquieu (...) La democracia representaliva (...) es la democracia que se ha vuelto Practicable durante un largo periodo y en un vasto territorio” (de Tracy, 1811, pig. 19). En 1620, James Mill proclamé que “el sistema dela represen- oe sonal 42. Fuentes de la democencia misdema tacién (eral el grin descubrimiento de los tiempos modernos”, en el cuz? “quiz4 pueda hallarse la soluci6n a todas las dificultades, especulativas y practicas” (Sabine, 1964, pig. 695). En pocos aftos, ya sedaba porsentadaesa transformacién revolucionaria de la democracia, como correctamente la habian interpretado de Tracy, james Mill y James Madison: resultaba obvio @ indiscutible que la democracia debia ser representativa? La transformaci6n que experimentaron la teorfa y la prictica democra- ticas como cansecuencia de esta amalgama con la representacin tuva pro- fundas consecuencias. Aunque las analizaremos con mayor detalle en los préximos capitulos, tal vez sea itil mencionar algunas. La més importante, como todo el mundo to nots, fue que el gobierno popular ya no debia limi- tarsea los Estados pequefios sino que ahora podia extendérselo casi indefi- nidamente, hasta incluir vastos conglomerados humanos. La idea dela de- mocracia, que podria haber perecido junto con las ciudades-Estados, resul- 16 pertinente asi para las naciones del mundo moderno. Dentro del ambito mucho mayor del Estado nacional, pudieron florecer nuevas concepciones acerca de los derechos de las personas, la libertad y la autonomia del indi- viduo. Ademés, ciertos problemas significativas que jamds habrian podido serresueltos dentro de los estrechos limites de la ciudad-Estado (y quese hi- cieron cada vez m4s numerosos a medida que aumentaba la interdependen- cia entrelos Estados) podian ser abordados mAs eficazmente porun gobier- no capaz de establecer leyes y normas para un tertitorio mucho mayor. En esta medida, se incrementé mucho la capacidad de los ciudadanos de autogobernarse. Pero el cambio en la democracia resultante de esta conjuncién con la representacién generd sus propios problemas. La asamblea soberana, que ocupaba un lugar central en la antigua concepcién, fue sustituida por toda una nueva y muy compleja constelacién de instituciones politicas, que s6lo ahora empezamos a comprender. Estas instituciones de la democracia representativa alejaron tanto al gobierno del contacto directa conel deinos, que seria razonable preguntarse (como lo han hecho algunos criticos) si el nuevo sistema tenia derecho a adoptar el verierable nombre dedemacracia. Por otra parte, la vieja idea de la democracia monista, en la que las asociaciones politicas. auténomas se consideraban innecesarias eilegitimas, fue ceemplazada por un sistema politico pluralista en el que no s6lo se las, consideraba legitimas sino indispensables para la democracia en gran escala, La magnitud misma del Estado nacional engendré una gran varie- dad deintereses y de grupos de intereses, que de ningain modo fueron una pura bendici6n. Si antes las luchas y conflictos de facciones se juzgaban destructivas de la democracia, ahora el conflict politico pasé a ser visto como algo normal, inevitable, y aun como un rasgo canveniente del orden democritico. Por consiguiente, la antigua creencia de que los ciudadanos podian y debian procurar el bien pablico mis que sus fines privados se - ete SERRE RISES RDB 4. ecbsan ts | | Ie gunua trapsbienacién 43 volvié mis diftl de sostentar y hasta imposible, ena medida en que “el bien paiblico” se fragments en los intereses de los individuns y grupes. ~ Surgié asf un conflicto (que sigue con nesotros, y del cual nos ocupare- mos en capttules posteriores) entre Id tedrla y prdctica de Ia democracia representativa y otras concepciones previas del gobierno democritico y -republicano que nunca desaparecieron, La ligica de la igualdad politica Los medernos gobiemnos democriti¢os no han sido creados por filésofos @ historiadores familiarizados con la democracia griega, la tradici6n repu- blicana o el concepto de representacign. Sea cual fuere la influencia que cada una de estas ideas o procesos puedan haber tenido, y porcomplejoque pue- daserel entrelazamiento de fas ideas y la acci6n, sabemos quelas teorias de- mocriticas no son profecias que hayan generado su propio cumplimiento. Sin embargo, es evidente que el surgimiento y persistencia de un gobierno democritico en un grupo o pueblo depende en alguna medida de Sus creencias. Si una mayoria sustancial (o aun una minoria sustancial) se opusieraa la idea dela democracia y prefiriese otra alternativa (digamos, un gobierno mondrquico o aristocritico), es muy improbable que ese grupo o pueblo Hegase a gobernarse democraticamente. A la inversa, si los miem- bros del grupo creen que todos éstin calificados més o menos igual para participar en las decisiones colectivas, hay buenas chances de que Neguen a gobernarse a través de alguna especie de proceso democritica. No estoy encondiciones de aficmar cémo podria llegar a prevalecer una creencia tal enungrupo, pero enciertos lugares y épocas se han dado tres cizcunstancias que favorecieron la creencia en el praceso democrético. En primer lugar, Giertos individuas constituyen un grupo o asociacién bien definida. Segun- do, ese grupo es relativamente independiente del control externo —o sus miembros creen que pueden llegar a adquirir esa independencia—. Por tillimo, los miembros del grupo perciben que estin todos mis o menos igualmente capacitados para gobernar, al menos de una manera rudimen- taria, Este ailtimoaspecto de sus creencias podria describirse, mis especifica y algo més abstractamente, del siguiente modo: los ninguno de ellos, y ninguna minoria entre ellos, est mejor capacitado © capacitada, tan definidamente que a esa 0 esas personas deba permitirseles gobernar sobre todo el resto de la asociaci6n; por el contrario, piensan que todos estén igualmente calificados para participar en un pie de jgualdad en el proceso de gobierno de la asociacién. Llamaré a esta idea el "Principio Categ6rico de la igualdad”$ En los capitulos 6 y 7 de esta obra mostraré como puede justificseselo razanable- mente. Aquilo importante es que si los miembros creen que dicho principio ¢s vAlido, tenderin probablemente a adoptarotras creencias que se atengan 44 Fuentes dela demucracia inederna a él, vinculadas con el tipo de gobierno de su asociacién que sea congruente con el Principio Categ6rico. Segiin veremos en el capitulo 8, s6lo un gobierno democratico podria ser totalmente coherente con él. Con esto no quiero decir que la mayoria de Ja gente utilice un alto grado de l6gica al ocuparse de los asuntos politicos; pero establecer las consecuencias mas generales del Principio Categorico esta perfectamente al alcance de los seres humanos comunes y corrientes, ‘como lo atestigua un gran caudal de experiencias humanas. En efecto, en repetidas ocasiones a lo largo de la historia, distintes grupos de personas han visto esas consecuencias y procuraron implantar un orden politico que fuese mas o menos congruente conel Principio Categérico. Estas experiencias histéricas han puesto de relieve dos rasgos importan- tes del Principio Categérico. Primero, la creencia en un principio de esta indole, yeldesarrollode un procesodemocratico, por rudimentarioquesea, tuvieron lugar a menudo en pueblos que ignoraban o poco menos la de- mocracia griega, la tradicién republicana 0 el descubrimiento de Ja re- presentaci6nen el siglo XVIII. Innumerables sociedades tribales desarrolla- ron formas embrionarias de democracia sin estar en absoluto al tanto de estas ideas del mundo occidental. Las asociaciones comerciales o gremiales que aparecieron en Inglaterra en el siglo XViil adoptaron pricticas de democracia simple y directa que luego se transformaron en sistemas representatives, todo ello sin contar para nada con un conocimiento te6ri- co. ¥ por otra parte, en el afio 500 a.C. los griegos carecian de precedentes en los que apoyarse. Mas o menos por esa misma época, los romanos iniciaban su transici6n de una sociedad: regida por los lazos de parentesco a una repiiblica aristocratica, independientemente de la influencia griega. La posterior democratizacién dela reptiblica se produjo fundamentalmente a raiz de que los plebeyos (y sus lideres) insistieron en que estaban lo bastante capacitados como para participar en la vida politica, y actuaronde modo de poner en prictica esa conviccién —o sea, insistieron, de hecho, en que el Principio Categérice era tan aplicable a ellos como a los patri- s—. Aunque los origenes del Ting de los vikingos (su asamblea legisla- y judicial de hombres libres) se pierden en el tiempo, a todas luces fue ajeno a toda influencia externa. También en Islandia, la creacién del “Al- thing” o parlamento nacional en 920 y el desarrollo de un sistema constitu- cional cuasi democrético, nico en Europa en esa época, fue consecuencia del establecimiento de colonos vikingos noruegos que, valga ia reiteracién, nada sabian de la democracia griega, el republicanismo romano 0 la téoria © filosofia politica en un senitide formal. Lo que si sabian, 0 crefan, es que todos ellos eran esencialmente iguales en cuanto a su capacidad para participar en el gobierno. Lo mismo sucedié con las comunidades democrdticas alpinas que die- ron los primeros. pasos en la formacién de la Confederacién Suiza. En Inglaterra, cabe dudar que la abolicién de la monarquia ¢ instituci6n de la SERDAR nd tt ie isn Bia Hacia ta segunda ensformacién 45 repablica en el siglo XVII por parte de los puritanos, los niveladores y los rtidarios de Cromwell haya tenido mucho que ver con Grecia, Roma o la tradicion republicana (aunque porsupuesto todos ellos estaban familiariza- dos con la instilucién de ja representacién, y la habian empleado); mas bien se vieron influidos por sus creenicias cristianas, segiin las cuales no s6lo todos los hombres son iguales a los ojos de Dios, sino que ademis estin igualmente calificados para comprender Su palabra, para participar en el gobierno eclesidstico y, por extensi6n, para regir los destinos de la comuni- dad." En 1646, Richard Overton, un nivelador, escribié un opasculo titulado Una flecha contra todos tos tiranos, en el que d _ pues por nacimiento todos los hombres son iguales (...) yalserenviades por Dios a este mundo de la mano de la naturaleza, cada cual con una innata libertad y dignidad (...) aun asi hemos de vivir todos iguales (..) gozando cada cual de su derechode cuna y desu privilegio, aun todos los que Dios hizo libres por naturaleza Siendo cada hombre por naturaleza un rey, sacerdole, profela, dentro de su circuito y ambito natural, del que ningin olro puede parti y libre consentimiento de aquel que posee el derecho (Woodhouse, 1938, Ideas como éstas Hevaron consigo los puritanos cuando huyeron de Inglaterra para encaminarse hacia el Nuevo Mundo. Estas y otras experiencias hist6ricas revelan otro punto importante sobre el Principio Categérico: no es menester aplicaclo forzosamente con gran gendralidad; por el contrario, muy a menudo ha sido interpretado de una manera muy excluyente. Como ya vimos, en Atenas los ciudadanos varones ‘no crefan que fuese aplicable a la mayoria de los adultos de ia ciudad (mujeres, metecos y esclavos). En Venecia, tan admirada porlos teGricos del republicanismo desde Guicciardini hasta Rousseau, los nobles, que eran apenas una minoria mindscula de la poblacién veneciana, s6lo lo hicieron valedero para si mismos. De hecho, como el Principio Categérico no aclara cuales son sus alcances, sus corolarios resultan tan imperativos para los aristécratas como para los plebeyos o los comunes: seria tan valido aplicarlo a una democracia en la que rige el sufragio universal como instituciones aristocraticas como la Camara de les Lores 0 el Colegio de Cardenales. Por consiguiente, toda vez que los miembros de un grupo o asociacion Megan al convericimiento de que el Firme Principio se les aplica a ellos, los imperativos de la logica y del saber prictico los impulsardn fuertemente a adoptar pura si un proceso mas o menos democratico. De la “democracia” resultante podriamos decir que lo es respecto de su propio demos pero no necesariamente- respecto de todas las personas sujetas a las decisiones colectivas del demos. Olra vez nos encontramos ante un problema que no ha sido satisfacto- riamente resuelto por ninguna de las importantes fuentes de ja teoria y la prictica democrdticas que hemos repasado en este capitulo. Aun cuando 46. Fueotes dela democracia mod-rna todas los individuos calificados para participar en las decisiones colectivas pudieran ecudnimemente ser incluidos en el demos, y éste debiera tomar Sus decisiones colectivas mediante un proceso democratico... quedaria en pie el interrogante: ;quénes son, de hecho, esos individuos calificados que por ende deben ser incluidos en el demos? Ya descubriremos que si en sus origenes la democracia no pudo dar una respuesta concluyente, tampocolo hicieron todas las grandes justificaciones restantes que se dieron luego de lademocracia moderna. Queda claro, entonces, que una de nuestras prime- ras tareas (la emprenderemos en el capitulo 9) es hallar una respuesta satisfactoria para esta pregunta.

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