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i por resonancia comprendemos la prolongacién de un sonido hasta su paulatina desaparicién, las resonan- del romanticismo podrian representar- dos ideas tan sugerentes como disimiles. un lado, la de ese amplio movimiento de tendencia nacionalista, el roman- , que tuvo su génesis en Europa occi- de principios del siglo XIX y se propa palabras de Jorge Myers, como “el movimiento universal, o con aspira- 3 de serlo”, y extendio también sus re- jas en la region platense. Dentro de lexién cabria preguntarnos: ¢hubo un ito verdaderamente romantico en la Plata o sdlo recibimos sus “reso- Por otro lado, el titulo de la obra ‘que posiblemente mas se acerque ) 185 ( Graciela Batticuore, Klaus Gallo y Jorge Myers (comps.) Resonancias romanticas. Ensayos sobre historia de la cultura argentina (1820-1890) Buenos Aires, Eudeba, 2005, 308 pp. a su objetivo: retratar no sélo el movimiento roméantico sino su contexto tematico, espa- cial y temporal, es decir, “sus resonancias”. Ese ir mas alla del movimiento en si permite desarrollar una mirada abarcativa y, de este modo, posibilitar una ampliacién de los estu- dios en la interseccién de distintos géneros, disciplinas y saberes. Y es por cierto esa di- versidad tematica, desde el campo de la cul- tura, un claro contraste con la clasica obra de Félix Wienberg, El Salén Literario (1958), : en elque se realiza un partcularizado estudio. de la generacién del 37. Diferentes articulos de especialistas en historia y en letras componen, en un temporal amplio (1820-1890), las secciones que integran la obra. En facio profundo y sugerente Jorge” mas que promover una descripeién cabal y particularizada del romanticismo “argenti- nocéntrico”, invita a la reflexion desde una mirada extraeuropea que permite compren- der los procesos culturales locales en la in- teraccién con el resto del mundo. En la primera parte, “Una cultura litera- ria. El ptiblico, los escritores y la critica”, Claudia Romén se ocupa de comprender la funcién de la caricatura en dos publicacio- nes antirrosistas del exilio: El Grito Argen- tino (1839) y jMuera Rosas! (1841-1842). Alli se analiza, en los registros de la prensa “popular”, cémo los unitarios y roménticos se adaptaron a las necesidades politicas y utilizaron un lenguaje rudimentario -con ilustraciones conmovedoras- para intentar socavar la adhesién de los sectores subalter- nos al régimen rosista. Elfas Palti demuestra la necesidad del grupo romantico de rea- daptar sus ideas historicistas que anticipa- ban la inminente caida del gobierno de Juan Manuel de Rosas. Asi, la incontrasta- ble realidad de la prolongada duracion del odiado régimen incentivé la introduccién de nuevas variantes interpretativas. Alvaro Fernandez Bravo aporta una interesante vi- sion sobre Juan Maria Gutiérrez y su impul- so por la “construccién del patrimonio cul- tural latinoamericano a través de la imagi- nacién de una tradicién literaria comparti- da”. Como se observa en su antologia América poética, la revalorizacién del lega- do colonial entraba en tensién con el senti- miento antihispanico predominante. Gra- ciela Batticuore cierra el capitulo con un anilisis de las modalidades de lectura y la funcién social y politica de los escritores en la primera mitad del siglo XIX. Los roman- ticos se encontraron ante el apremio de te- ner que escribir para sectores sociales a los que buscaron cautivar pero con los que no pretendieron involucrarse. De este modo se forj6 una clara division entre escritores, ptr blico y pueblo. En la segunda parte, “Escenariog lidad” Por fios. Teatro y sociabilidad”, Klaus Gall, if ca la nueva funcionalidad del teatro dene 10 de la mas amplia agenda de reformag de grupo rivadaviano. Como instrumento a déctico y con fines de pedagogia civica, te incentivé la representacién de libretos ita. lianos y franceses que privilegiaron los valo. res republicanos en desmedro de las obras del Siglo de Oro espafiol. Por su parte, Bea. triz Davilo busca identificar la influencia po- litica y social del “modelo inglés” entre 1810 y 1825. Para ello indaga en la socia- bilidad establecida entre criollos y comer- ciantes britanicos y el consecuente inter- cambio cultural involucrado en esa relacién, Eugenia Molina explora el tdpico de la so- ciabilidad romantica desde la perspectiva de la moda y las costumbres, mientras que Martin Rodriguez se ocupa de la produccién teatral del régimen rosista resaltando su fun- cion politica. Destaca a su vez la critica tea- tral elaborada por los exiliados y confeccio- na una caracterizacién sobre la situacién so- cial que implicaba la profesién de actor. El tercer apartado, “Travesias romanti- cas. El viajero argentino y sus relatos”, posi blemente sea el de mayor correlacién entre sus partes. En el comienzo, Adriana Aman- te explica la incorporacién del exotismo orientalista —propio del romanticismo euro” peo-a la escena local. La exuberante natt- raleza de Brasil y la calidez de su clima cum plieron en América el rol que los literatos del viejo continente le asignaron a Oriente, mientras que Tucuméan lo fue para el caso Argentino. Dario Roldan compara las obser- vaciones sobre Argelia por parte de ac pensadores contemporaneos: el argentino Domingo Faustino Sarmiento y el frances Alexis de Tocqueville. Mientras que este a Mo se preocupé por desarrollar un estudio con el propésito de facilitar la politica milan y la consecuente ocupacion territorial fen cesa, Sarmiento se ocupé de sefialar ou ) 186 ( sencia de autoridad i Politi religioso de ese chat ica y el fanatismo considerados como ae factores son . rate * dad social y de la falta de sy * 2 nmoui- mentos que utilizé para ee reso, argu- ai sociedades con la argentina eee rosista. En el ultim regimen : © Apartado del capi Beatriz Colombi contrasta la ae pafiola de corte iluminista asumida por = r- _ miento con la vision revitalizadora de la cul- ~ turay el paisaje peninsular elaborada por los : romanticos europeos como Prosper Méri- "mae, Victor Hugo © Théophile Gautier. _ Laquarta y Ultima seccién, “La patria fi- gurada, perspectivas y paisajes”, comienza con un articulo de Graciela Silvestri donde se el espacio, el paisaje y la interpreta- cultural de viajeros y gedgrafos que bién colaboraron en la conformacién de “un concepto de identidad nacional. Fernan- do Aliata sugiere, en un estudio de caso, y ente a hipdtesis més tradicionales, que la ibucion de la tierra por parte del sector gente bonaerense no fue siempre en be- de la clase ganadera: la existencia de as parcelas corrobora la idea de un en de agricultores que bajo el status de anos tuvieron incluso participacién a a través del sistema electoral. Clau- efia y en referencia a “la cuestién capi- {”. Mientras que Carlos Tejedor propuso la cion de una muralla y Torcuato de ideas tienen raigambre y justificacion iferentes concepciones romanticas. Torre explica cémo la literatura sir legitimar al Estado que organizé las las al Desierto. En el cierre de la par- a Malosetti Costa da cuenta de la inexistencia, siglo XIX. durante Gea. de reproducciones artisticas que n el paisaje del “desierto” argentino. ‘a ausencia, sumamente llamativa, anise atractivos naturales, de pers- ney € una cultura artistica propia. e Vincula est Con la fal Pectivas a practicamente todo el ais iblemente el conjunto de la obra se ‘uya en un punto de partida ineludible Para poder estudi nioplatense. FE] chi nota la existenci fecundo y renovado: iar al periodo roméntico Pen espiritu provisorio de mu- © las propuestas aqui contenidas de- ia de un campo de estudios ; es de esperar, por lo tanto, nuevos resultados historiograficos ue permitan introducirnos con mayor pre- cision en un tiempo histérico de tan varia- dos matices. En palabras de Myers, éste “se defini —en todas 0 en casi todas sus milti- ples corrientes y lenguas nacionales- como una toma de posicién ante el hecho revolu- cionario que habia sacudido los cimientos del Ancien Régime, y por extension (y de un modo mas consustancial atin) ante la modernidad en sus distintas facetas”. Debe subrayarse que el libro mantiene un interesante correlato entre sus aparta- dos, aunque es pertinente seiialar la inclu- sién de articulos en los que, en algunas cir- cunstancias, la relacién con el momento ro- mantico queda poco esclarecida. Sin em- bargo, lejos de representar un escollo en la materializacion de la propuesta inicial, el mismo titulo de la obra justifica, de algun modo, tales inclusions, pues la riqueza del libro hace centro en la variedad de la pro- puesta solventando ampliamente el riesgo de que las “resonancias” se tornen demasia- do imperceptibles. Ignacio Zubizarreta (Universidad Nacional de Tres de Febrero)

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