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Alberto R. Lettieri La Republica de las Instituciones Proyecto, desarrollo y crisis del régimen politico liberal en la Argentina en tiempos de la organizacion nacional (1852-1880) iPrometeo ) libros Introduccion I. Durante el ultimo cuarto de siglo se han multiplicado los anilisis his- toricos sobre la politica y las formas de participacion en las sociedades modernas. Las nuevas contribuciones coincidieron en la recusacién de los prejuicios y prevenciones, ensayados a lo largo de varias décadas por una amplia literatura que se neg6 a reconocer entidad cientifica alguna a las investigaciones y reflexiones sobre esa accion constitutiva y elemen- tal de las sociedades humanas, al considerarla fundada en el estudio de acontecimientos tnicos e irrepetibles, lo que impedia cualquier intento de sistematizacion'. Este proceso de revalorizacion de los estudios politicos ha legado memorables contribuciones que modificaron significativamente nuestros conocimientos sobre el pasado de las sociedades occidentales, particu- larmente en lo referido a la extensa etapa de desarrollo y difusién de los ideales revolucionarios de 1789 y la expansion del capitalismo industria- lista. En efecto, las investigaciones sobre los procesos de formacion de los Estados Nacionales en los siglos XVIII y XIX abrieron el camino para finos y puntillosos andlisis sobre las formas que adquirio la relacién entre sociedad civil y poder politico en sus distintas versiones histéricas, resca- tando complejas redes de lealtades, practicas socio-politicas, sistemas de legitimacién y mecanismos de creacién del consenso, que integraron en {6rmulas diversas comportamientos y valores modernos y tradicionales, imponiendo una lectura colorida y multiforme sobre un opaco panorama esbozado a gruesos trazos por quienes levantaron ingenuamente el para- digma de una Historia en que la politica debia quedar ausente.? " Véase: Juillard, Jacques: “La politica’, en: Le Golf, Jacques y Nora, Pierre: Hacer la historia, Vol. Il: Nuevos enfoques, Laia, Barcelona, 1985. 'De manera indicativa, pueden consultarse los articulos que componen el N° 69 de Quaderni Storici, Nuova Serie, en particular la introduccién de Romanelli, Rafaelle y Annino, Antonio. Avberto R, Lerriert En el caso de la historiografia hispanoamericana, este movimiento de renovacion adimite ricos y solidos antecedentes que se temontan a mediados de los aftos 1970, vinculados a la busqueda y elaboracién de respuestas para uno de los problemas nodales derivados de la crisis de la corona espaniola que acabo con administracién colonial: la fundacion de los Estados Nacionales en el siglo XIX. La construccion de nuevas enti- dades politicas dotadas de una legitimidad republicana, en reemplazo de! orden existente hasta entonces, transcurrié en un escenario de violencia y fragmentacién regional que arrasé poblaciones, tradiciones y culturas diversas que habfan conseguido convivir durante siglos, con diverso grado de conflictividad, al amparo de las relaciones trabadas por los pueblos con el soberano comun. De este modo, desde el sur del Rio Grande hasta Tierra del Fuego, toda la primera mitad del siglo XIX fue testigo de una dificultosa coexistencia entre valores propios del antiguo régimen y ciertos intentos modernizadores que, en medio del predominio de telaciones carismaticas ampliamente difundidas y focalizadas, facilitaron el fraccio- namiento regional y la generalizacion de la anarquia? Tras algunos logros puntuales, alcanzados durante las primeras décadas de vida independiente, entre los que se destaca con cierta nitidez el Es- tado chileno organizado durante la gestion de Diego Portales, la segunda mitad del siglo sera generosa en experiencias exitosas de formacidn de los nuevos Estados Nacionales hispanoamericanos. Sobre ello contamos con numerosas investigaciones realizadas en las ultimas décadas. En li- neas generales, los autores privilegiaron dos enfoques, correspondientes a ottos Lantos niveles de andlisis. En un caso, el interés de los estudios estuvo centrado en la formacion del Estado Nacional, definiéndose a ese Estado no solamente como un conjunto de instituciones, 0 “aparatos”, sino también como un tramado de relaciones de dominacion politica que permiten reproducir el ordenamiento socio-econémico de la sociedad* Laestrategia adoptada, en Iineas generales, ha sido la formulacion de un * Véase: Halperin Donghi, Tulio: Revolucién y guerra, Siglo XI Editotes, Buenos Aires, 1972, y Historia contempordnea de América Latina, Alianza, Madrid, 1969, Florescano, Enrique (coord.): Origenes y desarrollo de la burguesta en América Lati- na, 1700'-1995, Nueva Imagen, Mexico, 1985; Guerra, Francois-Xavier: México. Del antiguo régimen a la revolucién, FC.E., México, 1992; Annino, Antonio, Castro Leiva, Luis y Guerra, Francois-Xavier (coord): De los imperios a las naciones: Iberoamérica, Ibercaja, Zaragoza, 1994. * O'Donnell, Guillermo: El Estado burocrdtico-autoritario, Ed. de Belgrano, Buenos Aires, 1982. 12 La Republica de las Instituctones modelo de “estatidad” ~consistente en la enunciacion de los requisitos tedricos indispensables para la constitucion de un Estado Nacional-, para luego contrastarlo con procesos empiricos concretos’. El segundo enfoque adopto el sendero inverso, consistente en el ensayo de una lectura que pri- vilegio la “historicidad” de cada proceso, enfatizando sus particularidades y su propia logica®. En tanto los primeros proveyeron de valiosos puntos de referencia respecto de la evolucién de procesos generales, los segundos se preocuparon por estudiar la problematica de los origenes, la formacion, las transformaciones y la articulacién social del poder politico. LL La lectura hist6rica sobre la formaci6n del régimen politico moderno ha revestido una importancia fundamental en la renovacion y enrique- cimiento de nuestros conocimientos, habida cuenta que la base teorica del liberalismo decimonénico no inclufa una teoria del Estado, sino que remitia fundamentalmente a vma “(...) forma de organizacién del poder historicamente determinada”.” Esta necesidlad de resolver la cuestion del régimen politico recurriendo a una combinacion entre condiciones historicas y un marco conceptual- institucional provisto por el liberalismo politico -en lugar de adoptar sin mids los modelos ya consagrados en los paises centrales, segiin lo preten- dido por cierta tradicion historiografica-, fue advertida con claridad por las elites politicas decimonénicas latinoamericanas, que asignaron un lugar excluyente dentro de sus reflexiones a la cuestién de como gobernar a estas sociedades desde los tiempos de gestacién de los movimientos de independencia.® Ese debate adquirio un caracter central y paradigmatico aorillas del Rio de la Plata, de cara a una extensa tribuna que se extendio al ritmo del avance de las fuerzas revolucionarias. En este caso, el éxito de la enrpresa de construccién del régimen politico independiente apare- cid vinculado desde sus inicios a la construccién de una “legitimidad de >Osalak, O. La formacién del Estado Nacional argentino, Ed. de Belgrano, Buenos Aires, 1985; Lechner, N. (comp.): Estado y politica en América Latina, Siglo XXl, Mexico, 1986 : ° Halperin Donghi, T: Una nacion para el desierto argemino, CEAL, Buenos Aires 1982; Palacios, M. (comp.): La unidad nacional en América Latina: del regionalismo a lanacionalidad, El Colegio de México, México, 1982; Guerra, F-X.: México..., Aunino, A. Castro Leiva, L. y Guerra, E-X. (coord.): De los Imperios "De Ruggiero, G.: Historia del liberalismo europeo, Ed. Pegaso, Madrid, 1944; Bobbio, Ny Matteucci, N.(dir.): Diccionario de politica, Siglo XX1, México, 1982, T.1 *Véase: Annino, Antonio (coord.): Historia de las elecciones en América Latina, EC.E., Montevideo, 1995, 3 Aunerto R. LeTTiert reemplazo”® de tono republicano para el principio monarquico caido con la Revolucion de Mayo, recibiendo diversas respuestas que, tras explorar las vertientes exclusivistas ~v.g., en el caso de la primera generacion de unitarios'-, terminaron por abrevar en la necesidad de garantizar un robusto consenso social como condicién para su éxito."' Sin embargo, la correspondencia entre las bases prescritas para el régi- men politico por los publicistas liberales y aquellas sobre las cuales se ha- bria sustentado efectivamente durante su etapa de consolidacién definitiva, en la segunda mitad del siglo XIX, ha sido denegada reiteradamente por los estudios histoticos y sociales tradicionales. En efecto, la historiografia institucional ha insistido en denunciar como “enfermedad endémica” del sistema politico moderno argentino su grosera ilegitimidad, extendida cuanto menos hasta la aplicacion de Ley Saenz Pefia, sancionadaen 1912, que proclam6 el caracter secreto y obligatorio del sufragio universal acor- dado en 1853, para los varones adultos nativos y nacionalizados. Partiendo de ese diagnéstico, los estudios coincidieron en describir las “patologias” del sistema electoral precedente, alegando que el ejercicio constante del fraude y la violencia politica habia provocado un “bloqueo del espacio de laciudadania””, y favorecido la conformacién de una verdadera “replica aristocratica”, en la cual una elite autodesignada legitimaba su derecho a gobernar en base a su mayor competencia. Esta interpretacin fue reafir- mada por la escuela sociologica fundada por Gino Germani, quien, tras denunciar el caracter excluyente de un sistema politico que slo convocaba a las urnas regularmente a un 2 0 3% de la poblacion, extrajo de ello la *Botana, N.R.: La tradicion republicana, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1984. "Romero, J.L.: Las ideas politicas en Argentina, EC.E., Buenos Aires, 1975. "Halperin Donghi, T.: “Liberalismo argentino y liberalismo mexicano: dos destinos divergentes”, en: El espejo de la historia, Sudamericana, Buenos Aires, 1987; Myers, Jorge: “La revolucién en las ideas: la generacion roméntica de 1837 en la cultura y en la politica argentinas”, en: Goldman, Noemt (dir.): Revolucion, Repiiblica, Confede- racién (1806-1852), Nueva Historia Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 1999, T.Il, Cap. X.; Lettieri, A.R.: La construccién de la Reptiblica de la Opinion. Prometeo, Buenos Aires, 2006. "Carcano, Miguel Angel: Saenz Pena, La revolucién por los comicios, EUDEBA, Buenos Aires, 1977, Diaz de Molina, A.: La oligarquéa argentina, Ed. Panmedille, Buenos Aires, 1972, 2 t.; Melo, Carlos R.: Los partidos politicos argentinos, Universidad Nacional de Cérdoba, Cordoba, 1970; Paso, Leonardo: Origen historico de los partidos politicos/1, CEAL, Buenos Aires, 1988. i4 La Republica de las Instituciones existencia de un verdadero divorcio entre sociedad civil y poder politico, al menos hasta la promulgacin de la legislacién indicada.”? IIL Estas interpretaciones han sido puestas en cuestion en los ultimos anos." Los nuevos estudios objetaron la conveniencia de aplicar un mar- co tedrico que limitaba la participacion politica al ejercicio del sufragio, teniendo en cuenta la escasa fidelidad que el régimen politico argentino guardaba respecto del sistema representativo de cufo anglo-francés.!* A partir de esa critica, se impugné la validez de uno de los juicios ca- nénicos més concluyentes: el que aludia a una irresolucién de la crisis de participacién como consecuencia del bloqueo de la ampliacion del espacio de la ciudadanfa, en la segunda mitad del siglo XIX. En este caso, tras reconocer la existencia de diversos limites para el libre ejercicio del sufragio universal, sancionado en Buenos Aires en la temprana fecha de 1821 como, por ejemplo, la constante intromision de las autoridades, la vigencia de lealtades personales que trabaron la difusion de una logica “moderna” de la representacién politica, o bien un elemental instinto de supervivencia de la poblacién que la alejaba del acto comicial, ante lacre- ciente violencia desatada en tales oportunidades-, los autores sostuvieron que ello no autorizaba a inferir la formacion de una “republica sin pueblo”, argumentando en favor de una lectura més amplia, que tuviese en cuenta tanto las condiciones de produccién de ese sufragio como el anilisis de ciertas formas de sociabilidad y participacion informal que experimentaron lamativa vitalidad a partir de la caida de Rosas.'* German, Gino: Politica y sociedad en una época de transicién, Paidés, Buenos Aires, 1968. “Un andlisis sobre los estudios recientes sobre ciudadanta y participacién en: Lettieri, AR: *Ciudadanta y legitimidad politica en la Argentina decimondnica.”, en: Blanco, T. (Comp.): Latinoamérica en perspectiva, Biblos, Buenos Aires, 1998. De todos modos, las contribuciones registradas en los tiltimos afios permiten afir- mar que, tampoco en estos casos, la participacion politica se reducia al ejercicio del sufragio. Véase: Rosanvallon, Pierre: Le sacre du citoyen. Histoire du suffrage universel en France, Gallimard, Paris, 1992; y Agoulon, M.: 1848: Ou Laprentissage de la Repu- blique 1848-1852, Ed. du Seuil, Paris, 1973; Quaderni Storici, N° 69. Un estudio al respecto en: Lettieri, A. R: Seis lecciones de politica, 2da. Ed. Ampliada, Prometeo, Buenos Aires, 2007. veSabato, Hilda: La politica en las calles. Entre el voto y la movilizacién. Buenos Aires, 1862-1880, Sudamericana, Buenos Aures, 1998; Gonzalez Bernaldo, P, “Pedagogia societaria y aprendizaje de la Nacién en el Rio de la Plata", en: Annino, A., Guerra, XE: Iberoamérica, De los imperios a las naciones, tbercaja, Zaragoza, 1993. Junto con Jos trabajos sobre la ciudad de Buenos Aires en la segunda mitad del Siglo XIX, se 5 Avserto R. Letriert “virtud de ello, Hilda Sabato propuso transformar la via de ingteso tradicional al estudio del sulragio, expresada en la pregunta: (qué trabas se opontan al ejercicio del sufagio?, formulando sus interrogantes en sentido positivo: zquignes votaban?, y ¢qué caractertsticas adquiria el proceso de produccién del sufragio? Sus contribuciones pusieron en cuestion la existencia de una “repuiblica restrictiva” en términos rigurosos, al constatar que el sufragio no incluyo un mecanismo de seleccidn jerérquica de los votantes, ya que buena parte de los sufragantes efectivos habrian sido militantes que compontan clientelas fuertemente vinculadas al empleo, tanto publico como privado, caracterizadas por su extraccion mar- ginal y por la presencia minoritaria de extranjeros, en teoria privados del derecho a voto. Para Sabato, la “produccion del sufragio” remitfa a un largo proceso que se iniclaba con la convocatoria electoral y culininaba con la aprobacion de los representantes por el cuerpo tespectivo, incluyendo un conjunto de etapas relacionadas con la seleccidn de los candidatos y confeccién de listas que se caracterizaban por una significativa Pparticipacién popular.'? Los estudios recientes sobre participacién y sociabilidad en la Buenos Aires post rosista desmintieron, asimismo, la existencia de esa vida politica testringida y limitada a las elites, aconsejada por Juan Bautista Alberdi en sus escritos de culto y sancionada por los estudios tradicionales. En virtud de estos aportes, puede afirmarse que uno de los Tasgos caracteristicos de los nuevos tiempos fue la formacién de una esfera publica de tono burgués, estrechamente vinculada ai proceso de modernizacion socio- econémica de la ciudad, que comprendié el desarrollo de una nueva sociabilidad asociativa ~clubes de ocio, salones de lectura, asociaciones profesionales, etc. ~, y la practica activa y generalizada de ciertas formas de participacion publica, como la movilizacién y la prensa escrita, que experimenté entonces una verdadera explosion.'® La confirmacion de esta fluida relacin entre sociedad civil y poder politico, asi como de una han Ilevado adelante en la altima década interesantes estudios sobre la provincia de Santa Fé, Al respecto, véase: Bonaudo, Marta: “Entre la movilizacion y los partidos. Continuidades y rupturas en la critica coyuntura santafesina de 1912”, en: Melon Pirro, J.C. y Pastoriza, E. (comps.): Los caminos de ta democracia, UNMdeiP-Biblos, 1996. Bonaudo, Marta: “De representantes y representados, Santa Fe finisecular (1883-1893)", en: Sabato, H. (coord): Ciudadania politica y formacién de las naciones. perspectivas historicas de América Latina, FCE-Colegio de Mexico, México, 1999; Bonaudo, Matta, Cragnolino, Silvia y Sonzogni, Elida: “Discusion en tomo a la participacion politica de los colonos santafesinos. Esperanza y San Carlos (1856-1884)", en: Estudios Migratorios Latinoamericanos N° 9, 1988; Gallo, Ezequiel: Colonos en armas. Las revoluciones radicales en al provincia de Santa Fe, (1873), mimeo, 1979; Cragnolino, Silvia: “Politica, facciones y participacién politica en Santa Fe y la crisis del régimen oligarquico”, en: Anuario 12, Escuela de Historia, Universidad de Rosario, 1986/1987; etc "'Sabato, H., La politica..., Segunda parte '*Sobre la esfera publica entre 1862 y 1880, véase: Sabato, H., La politica..., Primera parte. Sobre la sociabilidad en la década de 1850, véase Gonzalez Bernaldo, Pilar: “Pe- dagogia..., y “La creation dune nation, Histoire politique des nouvelles appartenances 16 La Republica de las Instituciones compleja trama que garantiz6 la participacion politica a través de diversas practicas, permitio poner en cuestion el juicio candnico sobre la “grosera ilegitimidad’ o “ilegitimidad endémica” del régimen politico en la segunda mitad del siglo XIX, inferida a partir del diagnéstico de “crisis de partici- pacion”. En efecto, los estudios disponibles han presentado argumentos suficientes que permiten postular que, tras la caida del rosisrno el régimen politico detento una legitimidad suficiente, producto de una combinacion historica particular entre jerarquias sociales, Jealtades personales, ejercicio del sufragio y formas de participacién informales IV. Los aportes registrados en los ultimos afios han modificado de manera decisiva nuestros conocimientos sobre la politica argentina en la segunda mitad del Siglo XIX, merced a la aplicacién de nuevos enfoques y catego- rias analiticas enriquecedoras. Sin embargo, es necesario reconocer que nos encontramos todavia en una etapa muy inicial del promisorio cami- no abierto por las nuevas lineas de investigacion, ya que si bien resulta posible aseverar la existencia de una fluida relacién entre sociedad civil y poder politico por lo menos en lo referido al periodo 1852-1880-, no conocemos en profundidad, en cambio, su evolucién a lo largo de esas tres décadas. Tampoco podemos decir demasiado sobre el papel acordado al consenso social dentro del sistema de legitimacion de la republica liberal, o cuales fueron los procedimientos concretos impulsados en cada coyuntura particular para garantizar el respaldo popular.!? De este modo, aun cuan- do podamos afirmar que la relacién entre sociedad civil y poder politico reconocié un caracter permanente durante este periodo, y también que ella jugo un papel decisivo en la consolidacion del régimen republicano, todavia no contamos con estudios suficientes que nos permitan conocer en detalle cual fue su evolucién durante Ja etapa formativa del régimen politico moderno®. Enel presente ensayo se estudia la politica argentina durante el proceso de organizacion de la Nacion moderna (1852-1880), haciendo hineapié ——— Gulturelles dans la ville de Buenos Aires entre 1829 et 1862", mimeo, tesis doctoral, Universidad de Paris 1, Pantehon Sorbonne, 1992. ‘Una excepcidn a esto es el estudio de Hilda Sabato sobre la organizacion de la de- inanda popular en favor de la disminucién de impuestos en 1878. Véase: La politica... Tercera parte neste sentido, debe sefialarse que algunos trabajos sobre la provincia de Santa Fe han mostraco un mayor interés por el estudio de situaciones puntuales. Véase: Bonaudo, M.: “Entre la movilizacion... y “De representantes... Gallo, Ezequiel: Colonos en armas. Las revoluciones radicales en la provincia de Santa Fe, (1873), mimeo, 1979. 7 Auserto R. Lertiert en Ia agitada década de 1870. Previo a la formulacion de mis hipotesis principales y la exposicion del plan de la obra, resulta indispensable realizar algunas consideraciones historicas generales. Tras la caida del régimen confederal encabezado por Juan Manuel de Rosas (3 de febrero de 1852), la Argentina experiments durante una década la coexistencia de dos regimenes politicos que coincidieron en proclamar su propia soberanta territorial por medio de sendas constituciones escritas: la Confederacion Argentina y el Estado de Buenos Aires. La victoria del Estado de Buenos Aires en la batalla de Pavon (17 de septiembre de 1861) despejé el camino para que Buenos Aires pudiera recuperar su hegemonia politica a escala nacional. Al afio siguiente, el gobernador de Buenos Aires y comandante de las fuerzas vencedoras, Bartolomé Mitre, accedié a la presidencia de la Nacion. La consagracisn presidencial de Mitre implicé tanto el ingreso en la etapa decisiva del proceso de formacién del Estado Nacional argentino, cuanto el punto de partida para la construccion de un nuevo régimen po- Iitico con pretension nacional. En el primer caso, la tarea se orients hacia Ja consolidacién de una compleja trama institucional y social, con el fin de impulsar un profundo proceso de transformacién econdmica y social que permitiese colocar a la Argentina “a la altura de los tiempos”. En el caso del régimen politico, en tanto, Mitre hizo hincapié en la necesidad de preservar la forma republicana de gobierno, proclamada en la Constitucién Nacional de 1853, insuflandole un adecuado nivel de institucionalizacién. A su juicio, el orden politico a construir deberia ser, sin cortapisas, una verdadera Republica de las Instituciones. La coexistencia los dos objetivos —construir un Estado Nacional capaz de impulsar una répida transformacién sociceconomica y una Republica de las Instituciones~, era ciertamente problematica, puesto que, para convertirse efectivamente en el motor y cerebro de un cambio sociceco- némico acelerado, cl naciente Estado Nacional necesitaba establecer una incuestionable relacién de dominacion sobre el conjunto de los Estados Provinciales, y recortar momentaneamente diversos canales de participa- cion y recusacién politica. De este modo, su traduccién politica no podria Ser, precisamente, una Republica de las Instituciones en que las virtudes civicas tuvieran su altar, sino un modelo de “federalismo hegemonico™, donde la autoridad del Estado Nacional y del poder presidencial fuese incontestable. 3" Botana, Natalio R: “La lacha por la capital”, en: Romero, JL. y Romero, LA. (comp,) Historia de cuatro siglos, Abril, Buenos Aires, 1983. 18 La Republica de las Instituciones Sin embargo, la alternativa entre un orden politico vertical y una republica deliberativa no tuvo una resolucién inmediata, ya que ambas inspiraciones oficiaron como polos opuestos de atraccion, signando la dinamica politica a lo largo del pertodo. Esto result efectivamente ast, puesto que si bien la necesidad de garantizar la consolidacién del incipiente proceso de unificacién politica condujo a celebrar un consenso politico nacional en el ambito de las elites -lo que exigié rehabilitar a numerosas oligarquias provinciales, cuyas practicas estaban drasticamente reniidas con los ideales republicanos-, tampoco estuvo ausente el movimiento inverso, consistente en el auspicio una activa movilizacion de la opinion publica en aquellos lugares donde la sociedad civil habia alcanzado la madurez suficiente —fundamentalmente, las ciudades de Buenos Aires y Rosario-. Esta tendencia buscaba restablecer el equilibrio del juego institucional estimulando la expresion de una voluntad general que regularmente no tenia entrada en los conciliabulos de las dirigencias regionales. Esta con- tradiccion parece haberse pronunciado durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874), con el contundente auxilio del nuevo mandatario, quien se manifesté tan critico del modelo de la Republica de las Instituciones como firme partidario de la centralizacién politica, la concentracion de atribuciones en el poder ejecutivo y la consolidacion del Estado Nacional. Sin embargo, tampoco en este caso estuvieron ausentes las iniciativas que insistieron en convocar la participacion masiva de la opinion, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires. V. En este ensayo se estudia la politica argentina durante la década de 1870, haciéndose hincapié en el periodo comprendido entre la disputa por la sucesion presidencial de Domingo F Sarmiento -1874- y la crisis definitiva de la Repiblica de las Instituciones, en 1880. A lo largo de esta etapa, como producto de las particulares condiciones historicas que le tocé en suerte atravesar, el régimen politico argentino adopté una di- namica turbulenta, sucediéndose los momentos de exclusién e inclusion ampliada de la opinion publica. En tal sentido, si bien, por una parte, el universo politico parece haber estado caracterizado por una tendencia ala concentracion del poder en el plano de las dirigencias, favorecida tanto por la decision oficial de recurrir generosamente a la imposicion del estado de sitio —que limitaba la vigencia de los derechos y garantias civiles—, como por la insistencia de la oposicion portena en recurrir a la via revolucionaria para revertir sus derrotas electorales -en 1874 y 1880-, también resulta posible identificar el desarrollo de un movimiento inverso, de ampliacién del escenario de la politica y de resurreccion de las practicas republicanas 19 Auserro R. Lerriert en el marco del proceso de Conciliacion de los Partidos de 1877. En este caso, el presidente Avellaneda y las facciones portenas —mitrismo y alsinismo-, buscaron poner punto final a la inestabilidad generada por la ruptura revolucionaria de 1874 y consolidar definitivamente la paz a escala nacional, dando un impulso definitivo al régimen de la Republica de las Instituciones. Esta iniciativa incluyo una renovada convocatoria a la participacién de la opinion publica portena, lo que exigio desempolvar diversas practicas habituales en las décadas de 1850 y 1860 ~como, por ejemplo, la organizacién de movilizaciones, mitines y asambleas popula- res~, aun cuando, en este momento, estaban seriamente subordinadas a las iniciativas de las elites y las administraciones, y quedaban recortadas espacialmente, en definitiva, al ambito de la provincia de Buenos Aires. Mi estudio intenta recuperar la logica historica espectfica de los anos 70 reconstrayendo esos diversos planos en los que se desarrollo la ac- cidn politica al ritmo de los movimientos de concentracién y ampliacién indicados, Para desarrollar mi exposicion he adoptado el siguiente plan: en el primer capitulo se hace una sintesis del proceso politico comprendido entre la batalla de Caseros y las elecciones presidenciales de 1874, y se estudia la gestacion del proyecto de la Republica de las Instituciones y los primeros cortocircuitos con las tendencias que conducian al modelo de federalismo hegemonico. En el segundo se analiza la virulenta etapa que se extiende entre ese momento y los inicios de la politica de Conciliacién, en 1877, signada por la Revoluci6n de Septiembre y la amenaza permanente de nuevos levantamientos armados. En el tercer capitulo se estudia el comportamiento de las dirigencias durante la politica de Conciliacion de los Partidos en 1877 y los canales de negociacion que la hicieron posible En el cuarto se analizan los mecanismos de cooptacion y negociacién aplicados a la creacion de un amplio consenso en la opinion publica para ese acuerdo faccioso. En el quinto capitulo se repasa la relacién entre el Estado Nacional y las provincias durante el gobierno de Avellaneda, los limites que ella supuso para el éxito de la politica de Coneiliacion, y la evolucién de la politica exterior con los paises vecinos, en el marco del proceso de consolidacién territorial. En el sexto se estudian los cambios producides en el equilibrio politico nacional como consecuencia del fallecimiento de uno de los gestores clave de la politica de Conciliacién, Adolfo Alsina, y el avance del modelo del federalismo hegeménico. En el séptimo se analiza la conflagracién entre Buenos Aires y el Estado Nacional en 1880, y las consecuencias que su definicién implicé para el faturo de 20 La Reptiblica de las Instituciones las instituciones republicanas en la Argentina; en especial, la crisis defini- tiva de la Republica de las Instituciones y la consagracién del federalismo hegemeénico. En Ja seccién siguiente se presentan las conclusiones del ensayo. A continuacién, se incluyen dos anexos: en el primero de ellos se extractan los principales argumentos del debate -celebrado en 1879~, sobre el derecho de los Estados nacionales a convocar a sus milicias, en el marco del proceso de concentracién del poder en el ambito del Estado Nacional. El segundo, en tanto, incluye un estudio sobre la incidencia de la evolucion de las relaciones diplomaticas con los paises vecinos en la adopcion de la politica de Conciliacion. Finalmente, se da cuenta de la bibliografia utilizada. 24. I. Enladécada de 1870, la politica argentina adopté una dindmica turbulenta en la que se sucedieron los momentos de exclusion e inclusién ampliada de la opinion ptiblica dentro del juego politico. De este modo, atin cuando, durante la mayor parte del periodo, el espacio de la accién politica experiment6 una marcada tendencia hacia la concentracion de poder en el plano de las dirigencias, cristalizada finalmente por los sucesos de 1880 —como consecuencia de la sintesis entre una reiterada vigencia del estado de sitio, sancionado ante cada amenaza de conmoci6n interna, que afecté la vigencia de los derechos y garantfas civiles (en particular, Jos vinculados con el derecho de reunion): la estrategia adoptada por el mitrismo tras la derrota de la Revolucién de 1874 y la politica de resistencia impulsada por el gobernador Carlos Tejedor frente al avance del federalismo hegemé6nico en los afios 1879-1880—, resulta posible identificar el desarrollo de un movimiento inverso, de ampliacion del escenario de la politica, vinculado con la iniciativa de apertura y concertacién tramada por el presidente Avellaneda, el alsinismo y el mitrismo, que incluy6 una renovada convocatoria a la participacion de la opinién publica, limitada, en definitiva, al territorio de la provincia de Buenos Aires. 329 ——— CONCLUSIONS —___ nie » IL. La llegada de Domingo F Sarmiento ala primera magistratura insufl6 nueva energia al proceso de concentracién de poder por parte de las elites politicas, cuyos origenes se remontaban a los inicios de la Guerra del Paraguay. El ingreso de la Argentina en ese conflicto internacional habfa estado acompajiado de un doble proceso de liquidacién de los antiguos baluartes federales en el Interior y de concentracién y consolidaci6n de circulos politicos en Buenos Aires. En el primer caso, la acci6n represiva encargada por el estado mitrista a sus cohortes militares no pasarfa de una reproducci6n de viejas practicas autoritarias, cuya principal innovacién consisti6, fundamentalmente, en el papel que los jefes del Ejército Nacional y las instituciones nacionales comenzarian a jugar, a partir de entonces, en la resoluci6n de las situaciones internas de las provincias. En Buenos Aires, en tanto, la imposicién del estado de sitio asest6 un verdadero golpe mortal a la movilizaci6n politica, modificando de rafz la dinémica politica imperante hasta ese momento. Desde un primer momento, el nuevo presidente Sarmiento manifest6 escasa conviccién sobre los beneficios que una participacién més protagénica de la opinién ptiblica podria conceder al régimen politico en gestacién. De este modo, si bien la proliferacién del movimiento organizativo y asociativo no se detuvo durante su gestién, su politica manifest6 escasa receptividad hacia las demandas ptblicas, privilegiando en cambio la consolidacién de] Estado Nacional, redoblando su injerencia sobre las provincias del Interior a través de una presencia cada vez m4s contundente de un Ejército Nacional, al que se asignaba crecientes partidas presupuestarias, y reclamando, a partir de los avances obtenidos, el rol de “gran elector” en su propia sucesién. Sin embargo, pese a su marcado interés en consolidar el poder central —respondiendo a convicciones embebidas en la tradicién hisp4nica, su experiencia chilena y el desgarrador espectaculo de la guerra 330 CONCLUSIONES —— a civil norteamericana que Jo habia tenido como testigo privilegiado—, la gesti6n de Sarmiento no consiguié avanzar de manera firme en la resolucién de las cuestiones decisivas que aquejaban al orden politico nacional, como la designacién de la Capital definitiva de la Republica o Ja dualidad entre confederacionismo y federalismo hegeménico que caracterizaba a las relaciones del Estado Nacional con Buenos Aires y elresto de las provincias, respectivamente.' Tampoco su pretendido papel de “gran elector” beneficié la definicién de una norma pacffica de sucesi6n, a punto tal que el tramo final de su gobierno se vio signado por la guerra civil, fortaleciendo, en cambio, la expansién del Estado sobre la sociedad civil, herencia que sus sucesores se esmerarfan en cultivar. IIL. El intento de recurrir a la protesta armada para volcar un doble fracaso electoral por parte del mitrismo, en 1874, argumentando actuar en defensa de las libertades y garantfas constitucionales, termin6 en una doble derrota, militar y politica, al imponérsele una rendici6n incondicional. Sin embargo, sus consecuencias sobre la politica criolla serfan contundentes. Por el lado de los derrotados, la adopcién de una politica de recusacién de la legitimidad presidencial, abstencién electoral y reconocimiento de la alternativa revolucionaria como tinico camino para su reintegracién a la vida institucional, supuso una concentracién de la actividad politica por parte de los circulos dulicos de las facciones, acompafiado de una severa restriccién de la convocatoria a la parti- cipacién de la opinion ptiblica. En el interior, en tanto, las dirigencias ligadas a Avellaneda respondieron a esa estrategia exigiendo un endu- recimiento de la accién coercitiva del gobierno nacional sobre la faccién * Botana, Natalio R.: “1880: La federalizacién... 331 CONCLUSIONES oo * autoexcluida, al tiempo que no octilfaban su temor ante una probable reiteracién de la iniciativa revolucionaria, En Buenos Aires, en tanto, la defeccién del mitrismo colocé al autonomismo al borde del colapso, librado a una lucha interna por la ocupacién de cargos piblicos, que a punto estuvo de quebrar la unidad partidaria durante los afios 1875 y 1876. A inicios del afio 1877, las expectativas de la dirigencia eran escasamente optimistas. Por entonces, la convergencia de un conjunto de variables habia colocado a la reptiblica al borde del colapso, ya que no s6lo las condiciones enunciadas evidenciaron una significativa degradacién, sino que a ellas se sumaron nuevos motivos de preocupaci6n. Por una parte, a mediados de 1876 se habfa iniciado un nuevo alzamiento comandado por Ricardo Lépez Jordan, cuyo epicentro , era la provincia de Entre Rios, y se temia que a éste se sumara la siempre temida revolucién mitrista, anunciada por rumores insistentes. En el autonomismo portefio, la fractura definitiva entre delvallistas y alsinistas parecfa ser s6lo cuestién de tiempo. Mientras tanto, en el marco de una grave crisis econémico-financiera que se negaba a ceder, la fractura del liberalismo cordobés amenazaba instalar la guerra civil en el seno de esa provincia, y la verificacién de intercambios armados en la frontera argentino-chilena, originados en disputas limitrofes irresueltas, permitfan completar un panorama poco tranquilizador. En tales circunstancias, el crudo diagnéstico de situacién ela- borado por el presidente Avellaneda y el gobernador portefio Carlos Casares se tradujo en la adopcién de una politica conjunta por parte de los gobiernos que encabezaban, cuyos objetivos principales consistian en obtener la pacificacién y consolidar el frente interno: era indispens- able insuflar nueva vida a la debilitada Republica de las Instituciones, y proveer a su consolidacién definitiva. Para ello, juzgaban indispens- able hacer realidad aquella propuesta de “conciliacién y equidad”, que 332 CONCLUSIONES hab{a encontrado la sistematica impugnacién de los componentes de la alianza oficialista nacional. Pese a las objeciones de sus gobernantes, la mayor parte de las provincias argentinas experimenté un limitado proceso de apertura politica y respeto de algunos derechos civiles concomitantes —con la excepcién de las de Entre Rios, escenario dela rebelin de Lépez Jordan, y la de Cérdoba, en manos del roquismo a partir del mes de mayo—. Ese cambio alcanzé una magnitud superlativa en la provincia de Buenos Aires, en la que el dindmico espacio puiblico-politico caracterfstico de la etapa previa a la Revoluci6n de 1874 recuper6 rapidamente su antiguo esplendor, tras el levantamiento del estado de sitio. En efecto, si bien la politica conciliadora implicaba fundamentalmente un acuerdo entre dirigencias, la voluntad de la opinién ptiblica de acompafiar y coronar con el éxito la iniciativa result6 palpable desde un primer momento. Sin embargo, tanto esta respuesta, como la vitalidad evidenciada por el mitrismo al momento de concretar su postergada reinsercién en la vida politica institucional, jugaron en un primer momento en contra del éxito de la Conciliacién, al reactivar profundos temores en el séno del alsinismo. ,Se estaba alimentando a un gigante imposible de detener? jLa nueva politica serfa la plataforma de Janzamiento para que los derrotados de 1874 pudieran recobrar su predominio provincial de otras épocas? Estas prevenciones, sélidamente fundadas, condujeron al alsinismo a plantear un terreno de negociaciones circunscripto a los cfrculos dirigentes y las instancias institucionales partidarias, buscando mantenerse al abrigo de las demandas de la opinién piiblica. Su estrategia coincidfa con la adoptada por el mitrismo: tras una convocatoria inicial respondida por mas de 10.000 portefios, las elites partidarias decidieron reservarse el derecho de fijar, por sf mismas, los términos de negociacion, manteniéndose al amparo de la demanda popular. 333 CONCLUSIONES —_ a ? De este modo, una politica tfe estado, respaldada de manera entusiasta por la sociedad portefia, se convertfa rapidamente en un objeto de negociacién monopolizado por los circulos dulicos partidarios. Esta situacién provocé el decaimiento de las expectativas de la opinién pliblica. ;Debia interpretarse que éste era el punto final para aquella dinémica de la vida republicana portefia, caracteristica de la década de 1850 y los primeros afios ’60, en la cual las instancias institucionales e informales se combinaban, convalidando y legitimando la accion de las elites politicas? Los indicadores de la realidad no parecfan dejar lugar al optimismo. En efecto, el 3 septiembre, fecha indicada para la eleccién de legisladores, aporté una prueba sustantiva: las dirigencias del mitrismo y el alsinismo no hab{an conseguido ponerse de acuerdo, y la lista delvallista, disponiendo de un aceitado mecanismo para concretar el fraude electoral, no tuvo inconvenientes para alcanzar una victoria contundente. La Reptiblica de las Instituciones no conseguia recu- perarse. Sin embargo, lejos de provocar lac: de conciliacién que, en Buenos Aires, habia menguado en su enjundia original, los resultados comiciales desfavorables Ilamaron la atencién sobre la debilidad de la situacién de las elites conciliadoras, para las que el delvallismo significaba un problema dificil de resolver. La toma de conciencia de esa situacién redund6 en una r4pida reaccién, que comenzaba por aceptar la necesidad de acabar con los escollos que habfan afectado la marcha de las negociaciones. La adopcién de una formula electoral comin, compuesta por Carlos Tejedor y Félix Frias, no provocé 's definitiva de una politica _ Mnayores cuestionamientos en el seno de los partidos. En cambio, la principal preocupaci6n se originaba en la situaci6n institucional de los conciliados, ya que la larga defeccién del mitrismo y el debilitamiento de la representacién legislativa de los alsinistas sembraban dudas sobre 334 CONCLUSIONES —————___________ su capacidad efectiva para forzar una sancién legislativa que permitiese resolver de cuajo dos cuestiones consideradas fundamentales: la apertura del padrén y el control de las condiciones de produccién del fraude, materia en la cual los delvallistas habfan ofrecido sobradas pruebas de eficacia. En tales circunstancias, se hizo evidente que la creacién de las condiciones institucionales para Ja victoria electoral de la alianza dependia de 1a promocién de una serie de iniciativas indispensables, adoptadas por medio de una via que las pusiese a resguardo de aquellas instancias legislativas en las que el delvallismo podria ejercer su capacidad de veto. Sin embargo, una utilizacion reiterada del recurso del decreto gubernativo s6lo podria resultar tolerable en la medida en que las disposiciones contasen con un generoso respaldo de la opinién publica. Por este motivo, una vez obtenido el acuerdo dirigencial, la politica de Conciliacién se fue volando, cada vez mas, ala generacion de iniciativas tendientes a promover un robusto consenso de la opinion publica portefia. De este modo, tras la derrota electoral de septiembre, resulta posible advertir una proliferacién de actos ptiblicos y convocatorias a la movilizaci6n, una activa gestion de la prensa partidaria y lacreacién de nuevos clubes y periddicos en respaldo de esa politica. Si bien, en un primer momento su epicentro se limité a las parroquias citadinas, poco después pudo advertirse su reproduccién en la Campaifia. Los resultados de este gigantesco movimiento de formacién de una opinién publica favorable no se hicieron esperar. Una numerosa y entusiasta participaci6n popular acompafiaba cada una de las celebraciones, provocando una admiracién general que no excluyé ala propia prensa delvallista. Con el paso de los dias, la opinion publica comenzé6 a generar sus propias iniciativas para expresar su apoyo a la nueva politica. Los clubes y asociaciones organizaron numerosos actos 335 CONCLUSIONES oe » y banquetes; convidando a las priiéipales figuras de la politica de conciliacién; las convocatorias a movilizaciones y celebraciones se volvieron moneda corriente en una ciudad en la que, después de mucho tiempo, un renovado clima festivo parecfa constituir su sesgo distintivo. Este nuevo contexto alenté la adopcién de numerosas iniciativas, largamente reclamadas por la dirigencia conciliadora y la opinién publica, por parte del gobernador Casares. Los nuevos decretos de la gobernacion —que completaban algunas decisiones ya adoptadas con anterioridad al 3 de septiembre—, no s6lo facilitaron la inscripcién electoral del mitrismo, sino que debilitaron decisivamente la capacidad de produccién del fraude electoral de sus adversarios. De este modo, la baja de comisarios delvallistas en numerosas parroquias fue complementada por una nueva disposicién que imponia la renuncia. de todos los empleados administrativos y las jefaturas de la Guardia Nacional que no se alinearan tras los fines de la politica oficial. A esto se sumarfa, poco después, el envio de tropas a la campaiia para “garantizar la paz” en las elecciones de gobernador del 2 de diciembre. Tales medidas consiguieron colocar en manos de Ja administraci6n una capacidad excluyente para asegurar la traduccién de la contundente victoria de la Conciliacién en la opinién publica al terreno comicial. Una vez alcanzado el triunfo en las elecciones para gobernador en Buenos Aires, la evaluacién del futuro de la Conciliacién reinstalé en la escena el eterno problema de la politica criolla: la consolida deun régimen politico nacional. A esta altura, nuevamente Buenos ‘Aires e Interior se presentaban como contracaras. Sin embargo, no se trataba de un fenémeno nuevo. En efecto, ya los resultados electorales del mes de septiembre habjan originado respuestas contradictorias en cada caso. En Buenos Aires, la derrota electoral habia brindado la oportunidad adecuada para revisar la estrategia partidaria, e integrar tras de una 336 CONCLUSIONES politica comtin a la opinién publica. En el Interior, en tanto, la redefinicién de algunas alianzas regionales y los alentadores resultados obtenidos en varias provincias por las fuerzas politicas conciliadas esparcieron la preocupacién en el seno de las oligarquias que usufructuaban las situaciones provinciales. En ese momento, sujeto a la alternativa de privilegiar la politica de Conciliacién 0 conservar su base politica del Interior, el Presidente Avellaneda terminé por orientarse en este ultimo sentido. El temor a una eventual reunificaci6n del Partido de la Libertad portefio y su necesidad de preservar posiciones adquiridas hicieron el resto: las elecciones del 2 de diciembre significaron un verdadero bafio de sangre para la oposicién en aquellas provincias donde consiguié presentar sus listas. De este modo, hacia fines de 1877 reaparecfa nuevamente en la escena politica las infdgenes de los dos pafses labradas en la década de 1850: la Reptiblica de Buenos Aires, donde brillaban 1a cultura y la excelencia, los derechos civiles estaban razonablemente garantizados y el progreso econémico era contundente, y un interior barbaro y au- toritario, cuyas caracteristicas esenciales eran el atraso y la miseria. Este no era un dato menor para la iniciativa conjunta que buscaba consolidar definitivamente la Reptiblica de las Instituciones, ya que a él se sumaban la pérdida de la capacidad aglutinante de buena parte de las razones que habfan permitido impulsar, en su momento, la politica de Conciliacién; en efecto, la revuelta de Lépez Jordan habja sido desactivada, el riesgo de una revolucién mitrista se habfa esfumado, la crisis econédmico- financiera comenzaba a ceder, y las negociaciones entabladas con Chile permitfan aguardar un decantamiento pacifico del conflicto, En este contexto, la necesidad evidenciada por las elites politicas provinciales de conservar sus posiciones de privilegio, en vistas del inminente inicio de las negociaciones vinculadas con la renovacién 337 CONCLUSIONES ee ~ ® presidencial de 1880, sumabaun nuevo y contundente factor disruptivo. IV. La repentina desaparicién de Adolfo Alsina, pocos dias después de la victoria electoral, simplificé los términos de! dilema. En efecto, tras la desaparicién de un candidato expectable para la sucesién presidencial —tras haber conseguido fortalecer sus contactos en el Inte- rior, logrando revertir los profundos resquemores que provocaba su origen portefio—, los tiempos de la politica de Conciliacién quedaban agotados. Inmediatamente el autonomismo abandoné el acuerdo, para volcarse a una feroz interna por el liderazgo vacante, sin resultados concretos. En el Interior, en tanto, las practicas autoritarias retornaron sin tapujos, al amparo de la voluntad de los cfrculos: gobernantes de preservar sus situaciones consolidadas para el momento de la elecci6n presidencial. Mientras, las dos figuras Ilamadas a desempefiar un papel clave en este momento —el gobernador de Buenos Aires y el presidente de la Nacién— poco hacfan por evitar el conflicto. Tejedor adopt6 un _localismo obsoleto, que le condujo a designar como “huésped” al presidente y a proclamar la pretensién autondmica de su futura gestion. Avellaneda, por su parte, se dispuso a jugar ese papel de “gran elector” instalado por Sarmiento, y eligi como delfin a su flamante ministro de Ja Guerra, Julio A. Roca. A medida que esta candidatura fue ganando adeptos en el Interior, Roca fue trocando su cautela inicial por una posicién beligerante, caracterizada por la matriz desafiante de su discurso. El fantasma de la guerra civil, ese tragico procedimiento caracterfstico de la Reptiblica de las Instituciones, se instal6 firmemente en la escena. En este caso, no eran ya facciones Jas que se enfrentaban, sino las dos principales administraciones con que contaba el pais, la | provincia de Buenos Aires y el Estado Nacional, dispuestas a poner en 338 CONCLUSIONES ——————— ee juego todos sus recursos para respaldar sus demandas. La deliberaci6n publica fue dejando paso a Ja violencia explicita; en tanto el] Estado Nacional no cesaba de reclutar contingentes militares, incorporando incluso a los indios pampas capturados durante la campafia del desierto, que elevé a Roca a Ja estatura de héroe nacional, Tejedor insistfa en reasumir sus derechos autonémicos para interpelar ala opinion armada, poniendo ala provincia al borde mismo de Ja rebeli6n. Los esfuerzos de la opini6n publica portefia para evitar el conflicto —que incluyeron teiteradas exigencias de paz, propuestas de diversos canales de mediacién y multitudinarias manifestaciones— fracasaron. Para entonces, las demandas piblicas habjan perdido el protagonismo caracteristico de los tiempos de la Repiblica de la Opinién, a punto tal que los politicos, entregados a un juego perverso, legaron a ignorarlas sin més tramite: el mismo dfa de la manifestacién en reclamo de la paz, el 10 de mayo, la Legislatura portefia voté fondos excepcionales para la adquisicién de armamentos para la defensa. Y. Larendicién de Tejedor y la federalizacién portefia permitieron redactar el tiltimo capitulo de la historia del avance del estado sobre Ja sociedad Civil en los afios ‘70, despejando el camino para una rapida resolucién de los principales problemas que habfan retrasado el proceso de construcci6n de un orden politico nacional, iniciado tras la caida del rosismo. Por una parte, la derrota de la provincia de Buenos Aires permitié confirmar Ja consolidacién definitiva de un Estado Nacional que, tras tres agitadas décadas de gestacion, se encontraba ahora en condiciones de imponer un vinculo federal uniforme —el “federalismo hegeménico”— al conjunto de las provincias argentinas. Por otra, la cesion del recinto urbano por parte de la Legislatura bonaerense ponia fin a una larga discusién en torno de la ubicacién de la capital de la 339 CONCLUSIONES oo ® Nacién, cuyos antecedentes se remdfitaban a los mismos inicios de la vida independiente. EI8 de diciembre de 1880 se hizo efectiva la ley 1029, que dispuso la federalizaci6n de la ciudad de Buenos Aires. Las autoridades nacionales y provinciales organizaron una serie de actos ptiblicos para celebrarlo, que se extendieron a lo largo de la jornada, e incluyeron salvas de cafién al amanecer, embanderamiento de las calles y buques amarrados en el puerto, y colocacién de carteles con leyendas alusivas en lugares estratégicos, que enunciaban: “Coronamiento de la obra de Mayo”, “Regreso a las tradiciones de la Patria de 1810”, “Nuevos destinos de la Patria Argentina”, “La grandeza de la Provincia por la grandeza de la Nacién”, etc. Segtin era de prdctica en las grandes ocasiones, al mediodfa se celebré un Te Deum, con la asistencia de las autoridades nacionales y provinciales, gobernadores de provincia y representantes del cuerpo diploméatico. Durante la tarde, y hasta el anochecer, continuaron los actos, que incluyeron un desfile militar y la suelta de globos con el nombre de las 14 provincias argentinas, que lanzaban tarjetas con la leyenda: “Buenos Aires, Capital permanente de la Republica.” La cuidadosa puesta en escena, destinada a perdurar en la me- moria de sus contempordneos, provocé entusiastas expresiones de la | sociedad civil, que celebraba la pacificacién defitiitiva de la repiblica. Para e] numeroso ptiblico que asistfa desde balcones, calles y plazas, las premonitorias palabras pronunciadas por Leandro N. Além durante el debate legislativo, anunciando la muerte del federalismo “Rosas habria podido ejercer su dictadura sobre la Republica —se preguntaba Além— si no hubiera sido el gobernador de Buenos Aires, teniendo bajo su accién inmediata y a su disposicién todos los * Carranza, A.B.: La cuestion Capital, T. V., pp. 690-691. “Id, p. 691. 340, CONCLUSIONS wii elementos de esta importante provincia? jEs claro que no...!, como no pudo ejercerla el general Urquiza desde Parand; como no habria podido establecerla el general Mitre si ésa hubiera sido su intenci6n. jSeamos francos alguna vez!: liberales y demécratas, mientras estamos abajo; unitarios y aristécratas cuando nos exaltamos al poder.” *, s6lo significaban por entonces un eco discordante ante la majestuosidad de las celebraciones que consagraban nada menos que la paz y la consolidacién definitiva de la unidad nacional argentina, tras siete décadas de vida independiente. Sin embargo, durante los siguientes treinta afios la opinion publica no cesaria de volver hacia ellas, de manera cada vez mas insistente, negdndose a aceptar como definitivo el impacto fatal que la victoria del federalismo hegemsnico asesté sobre ese impe- rium de las libertades politicas bonaerenses que, paraddjicamente, no habia dejado de retroceder a la sombra del proceso de institucionalizacién politica iniciado con la batalla de Pavén. En efecto, a lo largo de quince afios habjan sido arrasados los cimientos de la mitica Reptiblica de la Opinién, como asi también los de la endeble Repiiblica de las Instituciones imaginada en su reemplazo, que, sumergida en la \ turbulencia politica de la década de 1870, nunca habia conseguido \ consolidarse. t kok ok “En Alberdi, Juan B.: La revolucién del '80, Plus Ultra, Buenos Aires, 1964, p. 15 y 16.

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