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que supimos conseguir PLANETA. Testa, V. (19642), “La evoluci6n industrial argentina’, en Fichas de Inestiga- in Econsmica y Social, N* 1, Buenos Aires. (Presentado en dos partes {que se ttulan *Crecimiento (1935-1946) y estancarmiento (1947-63) de la produccién industrial argentina” y “Energia, mecarizacién e ineficiencia fn la industria argentina’, ambas reproducidas ecmo autoria de Peha, en Pefa-(1986)) : esta, V. (1964). “Factores objetivas y subjetivos en la crisis de los ferroca- rriles argentinos*, en Fichas de Investigacién Econémica y Social, N° 4, ‘Buenos Aires, ‘Testa, V. (1975). “Aspectos ecohbmicos de la coyuntura actual 1973-75". Mie meo, Cicso, serle Polémica N* 3, Buenos Aires Trumper, M. (1977). “Bfectos econémicos y poblacionalks de la explotacion, el quebracho colorado: e1 caso de La Forestal nel Chaco Santiague- fio". Mimeo, CEUR, Buenos Aires, ‘Tulchin, JA. 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Los ferrocarriles sin la siderurgia INDICE Los pioneros de Ia industria El debate de 1870 El Club industrial Captruto 3 11880-1914: El despertar de la produccién fabril Ia stmiente y la planta : Los frigorificos Las industrias portefias El arribo de la electricidad Datos censales = Los capitanes de industria La industria azucarera Las bodegas y el resto del pais Ia politica oficial Los trabajadores Los empresarios Captruvo 4 + 1910-1930: Consolidacién fabril sin cambio técnico ni progreso productivo y social Bl primer grito de alerta La fuerza del monopolio Las inversiones norteamericanas Los frigorificos Los ingenios : Los nuevos sectores dinémicos Los sectores rezagados Balance a fin del periodo Los trabajadores ‘Los empresarios Captruto § 1930-1945: Auances y vacilaciones durante la crisis y la guerra La escasez de divisas Los sectores privilegiados Reacomodos perversos frente a la crisis Los nuevos sectores dinémicos La inversion externa p B 6 9 a1 87 2 94 99 106 108 412 us n9 120 123 124 127 13 BA 140 45, 149 150 153 65 157 160 164 168 I panorama industrial Ta metal mecénica y las ramas basicas Tas industrias militares Los empresarios Las politicas sociales 2 castruno 6 1» 1940-1953: Las ilusiones y la realidad Ironéas de la posguerra EL Plan Pinedo a pempectiva de posguersa nr El enfrentamiento con los Estados Unidos 1a apuesta a Gran Bretaa las insttuciones de la posguerra las nuevas empresas estatales tas empresas publicas més antiguas Las ramas bisicas Los sectores dinainicos Los sectores tradicionales Bl censo industrial de 1954 Volver al campo Distribucion del ingreso y del poder Cavtruto 7 1953-1968: La apuesta euférica al capital extranjero ‘Los ensayos de 1953-55 La apuesta de 1958 EL apoyo al capital nacional Ta rauda fuga de las antiguas {Los primeros resultados Ta actitud de las elites Los confflictos abiertos {Los tanteos intelectuales a cuestién social Cartruto 8 11968: La apuesta silenciasa al capital focal Resultados de la apuesta a las empresas transnacionales Resultados téenico-productivos im 174 178 181 183 187 188 390 192 195 196 201 205 207 al ad 26 218 28 224 222 224 228 231 236 240 243, 247 250 253 254 258 Balance global 262 Ja renegociacin con las empresas ransaacionales "264 1 reubicacion internacional del pa 268 El apoyo al capital local 270 La creacibn de nuevas empresas zm Un esferzo gieante m7 “Tas acttudes empresaras 281 DILL STL 1976)... El retorno de ls brujos 285 A Navegando contra la corriente , _ 288 La poltica oficial : a | 1a evolucisn de las empresas 28 | El caso simbélico de SIAM 304 j El condicionamiento de Ins empresatios 307 | BH cambio social ao cartrato 10 | 1990; Navegando en aguas procelosas 313 Los clos del desconcierto. ae | EI desmantclamiento del sistema 318 Tas respuestas fabries a 323 | os cambios en el contento 5326 La estrategia defensiva : 329 1s empresaras'a la deriva 330 | 1a pérdida de capital hurmano : 334 a acitud de tas elites 337 Norss . | Bisuocnarta errapa — 359 | 36 El cierre del circuto Este recorrido intelectual por algunos hitos que van desde los origenes de la Revoluci6n Industral a la tecnologia, la empresa la sociedad, pretende ofrecer el modelo descriptivo que Gene en mente el autor en el andlisis de la historia de la industria argenti- na que se presenta. El modelo escapa a las presentaciones tradi ionales, que se limitaban a mirar el mundo de las fabricas y se guir su evolucién mediante cifras cuantitativas. El texto pretende! ser mucho més abarcador aunque no siempre pueda jusificar sus j afirmaciones con estadisticas precisas ni ctas de estudios detalla- dos previos sobre algunos aspectos concretos. j Si, como se ha dicho, la industria es algo mas, mucho més, que tun conjunto de fabrieas vale la pena el esfuerzo de iniciar una re- fexiGn global sobre ella desde esta perspectiva para repensar el modelo posible para el futuro. Este redisefio no esta contenido en’ el libro, pero es el motivo por el cual el autor se volc6 a escribir: Jo, porque el mayor interés de esta historia sobre la industria ar gentina consiste en que permite pensar el presente ¢ imaginar ef Futuro. 3 outa, aaah Capitulo 2 ANTES DE 1880: UNA SOCIEDAD TRADICIONAL YY PRIMITIVA' Elterrtorio de lo que luego fue la Argentina era un vasto es agio semivacio én el periodo colonial. La poblacién se concen- Epa hacia el Norte y, sobre todo, en [a actual Bolivia dado que Ei'las minas de Potosi y sus aledaiios se extrata la mayor rique- Fide toda la region. A’comienzos del siglo x1x, la escasa pobla- “Gén local —no llegaba a 350.000 Habitaiites Giienos que Boli- via) — se distribuia sobre el extenso corredor que unfa al Potosi con el puerto nos Aires. Jujuy, Salta, Tucuman, Cordoba, Rosario, eran mojones a 16 Tango de ee eje, donde los trarispor- {ese aprovisionaban en el largo viaje que Hevaba el mineral a Espaa. Esos centros poblados satélites ofrecian alimentos € in- ‘gumos basicos y en ellos se encaraba la fabricacion de as pesa- ‘das carretas de madera y la cria de mulas y animales de tiro, Al ‘este de esa franja s6lo habia algunos bolsones aislados dle po- blacion, como San Juan y Mendoza, mientras que al este se ex- tendia a selva donde residian grupos indigenas que dominaban la yona hasta la cercania dé los rios que unian al Paraguay con ‘Buenos Aires y el mundo exterior. Al sur, bajo la linea imaginaria que venia desde Cordoba, se éxtendia la llanura habitada por in- dios indémitos, La Patagonia era casi desconocida y su litoral fi- guraba en los mapas gracias a las exploraciones maritima. E Ja gran mineria. La Argentina, apenas poblada y con ininima cilfiira social, se dedicabia'a las actividades de tipo atte ‘Sinal /a 14 aaricultura, quie satisfacian apenas las fecesidades ba- sicas de una demanda local muy poco exigente. En los ranchos de toda la regi6n se tejian prendas toscas para e] consumo propio 0 para la venta en las villas cercanas. Otras areas eran aun mas ru- dimentarias. Los carpinteros de Tucumén construfan carretas sin 58 usar una sola pieza de metal; su habilidad manual era la contra~ parte de la ausencia de hierro y de la ignoraricia generalizada so- iJ bre la metalurgia. Algunos astlleros en Corrientes lanzaban espo- ridicamente embarcaciones de madera, terminadas con mis j esfuerzo que ingenio por sus e5casos operarios; los relatos sugie- | ren que, una vez botadas, esas naves flotaban y operaban gracias 4 al arrojo de quienes se atrevian a tripularias. a queja tipica de todos | territorio era ta J ausencia de especialistas en'K i |, desde Fapatétos | ‘hasta carpinteros. Las dificultades de la inmigraci6n, debido al ri- gido control de Espafa sobre los extranjeros, reducian la oferta | potencial de aquellos individuos que podian llegar portando co- nocimicntos sobre las “artes y la industria", como se decia enton- ces, La escasa educacién y el cardcter cerrado de las corporacio- 3 nes de oficias eran factores adicionales que bloqueaban el | Progreso eno, aun en sus marifemaciones més simples 1a historia registra que en 1587, poco después de la Segunda § Fundacién de Buenos Aires y antes de cumplirse el primer siglo de la conquist, sali6 por el Riachuelo de los Navios una partida | de bienes textiles originados en Tucumén con destino a Brasil. Las 38 frazadas, los 51 cubrecamas y los 212 sombreros que integra- bban ese despacho, junto con diversos rollos cle tela y otros articu- | los de menor importancia, tejidos 0 confeccionados por los indi-' sgenas de Ia zona, habian sido recogidos por el obispo Victoria Bara su explouiclén comercial Hl embarque se reali cl 2 de sj tiembre y esa fecha fue elegida como Dia de la Industria Argenti-} na, Bl festejo cisirmula una oculta ironfa: nada habia de auténtica- 4 mente industrial en aquella operacién donde predominaba la rutina, la explotaci6n de la mano de obra tradicional y la incapa- cidad de reprodu: siglo xvm, provocé un sacudén en esa sociedad tradicional. La dustria inglesa comenzaba a buscar salida a sus excedentes de pro- duccién y, perdida la posibilidad de sus colonias en el Norte, ya | independizadas, exploraba los mercados del Sur del continente. 4 La.demanda del Plata entusiasmd a los britinicos; la sociedad. lo- cal se Volc6 con Entusiasmo a las mercancias de.ese. origen, me* jor trabajadas, cle mayor calidad y mas baratas que las disponibles fen la regién. Los fabricantes ingleses no tardaron en aprender, 2 ssu vez, 2 disefr y producir los bienes requeridos localmente, des- 59 cde ponchos hasta espuelas, y sus ventas se expandieron de modo continuo desde los comienzos mismos del siglo xm. Es bien co- nocido que los barcos que trajeron las tropas invasoras en 1806 y 1807, trajeron, también, una masiva carga de productos fabriles que penetraron mucho més intensa, durable y profudamente que a Armada de Su Majestad. E] comercio lideraba a [a bandera; las fabricas de la metrpoli proveian las armas empufiadas por unos y los patos oftecidos por los otros. Las continuas quejas sobre la disolucién de la anesania clasica en el mundo colonial repiten lo ocurrido en la propia Gran Bre- tana frente a la Revolucién Industrial; el fendmeno ofrecia una st fia] sobre la incapacidad competitiva de los antiguos métodos tra- dicionales frente al embate fabril. La soluci6n efectiva consistia en repetir a estrategia productiva briténica, que du. ante décadas ella era ut6pica. El pais no disponia de Jas bases materiales (poblaci6n, capacidad técnica, capitales) ai de la volun tad politica (en las condiciones criticas de las décadas que siguie- ron a la Revolucion de Mayo) para asumir ese desafio; ni siquiera hubo capacidad para pensarlo. as propuestas proteccionistas, que se repitieron una y otra vez, planteaban una soluci6n conservadora; solo pedian salvar un pa sado cuyas antiguas bases sociales se estaban disolviendo, Las gue- sas civiles, la desarticulacion del Virreinato y la irrupci6n de nue, vag actividades, como la ganaderia, reducian las posibilidades de setorno a algo parecido al antiguo orden. La Colonia habia muer- ‘io el dia et que las tropas dé Napole’n conquistaroa la metr6po- li espafiola; el orden artesanal agoniz6 a partir del momento en que las fabricas inglesas invadieron el mercado local. El retorno a ese mundo ya no era posible aunque diversos grupos lo evocaran con nostalgia y se repitieran los intentos de volver a él La caida de los precios de los bienes.manufacturados, provo- cada por el avance de la Revolucién Industrial, coincidia con el aumento de los precios de las materias primas ofvecidas por Bue- 108 Aires. Las dos tend: in el proceso de intezcam- bio. Bl cénsul britinico en esta ciudad afirmaba en 1824 que las mercaderias inglesas llegaban entonces a un tercio del precio de la €poca colonial, mientras que los productos del pais recibian un -valor cuatro veces superior. Esa sitvacién, inversa al famoso pro- ceso de deteriora de los precios del intercambio (de las materias Primas) que marcaria el siglo xx, explica el entusiasmo creciente de los argentinos de la época®. 60 La.principal causa de ciere de los flujos de mercaderia importa. i da desde los centros fabriles del exterior lo largo de casi todo el siglo 10x fueron las guerras y bloqueos. Solo en esas coyunturas se observaba una caida de ese flujo que, aun asi, raramente fue sufi- ciente para motorizar de nuevo la actividad artesanal, que era cada ‘vez menos capaz de retomar su rol en el sistema productivo. Luego de 1933, a tan mencionada Ley de Aduanas exhibi6, en Jos hechos, su impotencia para impulsar la produccién fabril en las condiciones de pobreza técnica del pais en aquella época. A falta de otras medidas complementatias, el némero de artesanos. ¥y oficios disminuy6, antes que aumentar, en ios afios siguientes; Un informe oficial reconocia, en un balance realizado hacia 1853: “la industria parece haber adelantado muy poco”. Las prolijas bis- quedas de algunos historiadores apenas permitieron encontrar ras- tros de una o dos maquinas de vapor operando localmente hacia 1850, Solitarios exponentes de la nueva energia que estaba cam- biando el mundo, esos equipos no encontraban c6mo ni donde asentarse en la Argentina de ese perfodo*. va penetraci6n de los bienes briténicos se apoyaba en. tres puntales que resulta dificil separar: la.competitividad alcanzada | deudora de la City de Londres desde 1824, situaci6n que slo se revitti un siglo mas tarde a raiz de la Segunda Guerra Mundial. La flota briténica tuvo un poder de fuego decisivo en el Rio de la g Plata, que se mantuvo desde los primeros gobiesnos patios hast # 1880, cuando los argentinos descubrieron con cierta sorpresa que, 4 por primera vez, la flota local superaba a la extranjera en el estua- tio. El comercio, las finanzas y las armas constituyeron las herra~ 4 mientas que sujetaron desde el vamos la economia argentina a la ‘metr6poli briténica, hasta convencer (@ quienes podtan haber ima- | ginado otra alternativa) que esa supeditaci6n era buena: la mejor 4 frente a las dificultades planteadas por otros modelos de desarrollo para los cuales faltaban las bases materiales espontaneas, ems sefala que ya en los primeros aftos de la Revolucion de | ‘Mayo se habia forjado en Buenos Aires “uino de los mercados mas 4 libres del mundo en esos tiempos". Eso implica que era uno de los mercadios més abiertos al ingreso de las mercaderias briténicas dado que todavia eran escasos los oferentes de otro origen. Los observadores extranjeros destacaban que todo el equipo del gau- cho era inglés. Woodbine Parish, el embajacor britinico, relata con a omgullo en sus memorias que "los precios médicos de las merca~ Geis inglesas les aseguran una demanda general y ellas se han hecho hoy articulos ce primera necesidad de las clases bajas de ud América ... TOmese todas las piezas de la ropa (del gaucho) y, exceptuandlo To que sea de cuero, ,qué cosa habri que no sea inglesa?” sa invasion de bienes importados provecd alguacs.seciamos, sa-el.famoso-de Pedro. Ferré.que, buen correntino, niega.en_ “$30. que todas_Jas provincias puedan_dedicarse a la ganadert Gnico ejercicio al que se nos quiere limitar". Su propuesta protec- cionista implica, dice, que “no se pondrin nuestros paisanos pon- hos ingleses ni llevarin bolas y lazos hechos en Inglaterra ... pe- fo empezaria a ser menos desgraciada la condicion de pueblos enteros de argentinos y no nos perseguir la idea de la espantosa miseria a la que hoy son condenados”. Esas afirmaciones fuertes ‘que pintan Ia situacién de esos afios no impiden que Ferré limite su popuets& a poibiion de impera product cig que el pals produce y no lo que puede producir pero ain no, ®., Hse proteccionisino pasivo y voleado a uh pasado ru- dimentario result 16gicamente superado por las posiciones de quienes descubrieron que vendiendo carne y cueros se podia is poner de los mejores bienes que el Viejo Mundo ofrecia de modo tan abundante y barato. ‘Los productores del interior.tenian pocas propuestas para ofre- ceren ese momento, pero habia otras fuerzas que podrian “haber moirizado el despegue industrial. En esta recorrida a vuelo de péjaro del siglo pasado, conviene recordar que entre ellas debe- fia estar, por ejemplo, la demanda de armamentos, tan decisiva en ‘otros casos conocidos de desarrollo fabril pero que no tuvo el mis- nio efecto en la Argentina Las demandas de la guerra 1a preservacin de Ia independencia demandaba la.fuerza.mi- éta, a su vez, cxigia armamentos que.no_se podian ter 1 deseada, La Revoluci6n demandaba la iacién de. fabricas.de_armas.y.municiones, y muy pronto los hombres de Mayo comenzaron a tomar medidas en ese sentido, tanto para la defensa de Buenos Aires como para prover a los destacamentos que partian hacia el interior del Virreinato. Esos en- ‘ayos fabries.contribuyeron.a salvar a la Revoluci6n en momen- 62 tog muy duros para ella a partir de bases increiblemente endebles; IF ERPEAERC exHIbIS, tina vez més, la tremenda debilidad técni, ca del pais heredada de la historia colonial. Aun asi, el balance no dio lugar a_un replanteo de largo plazo una vez superado el pes iodo mis critico. Los esfuerzos en ese sentido terminaron no bien se asegur6 la independencia, a tal punto que resulta dificil rastrear‘ los trazos de aquella historia. Las risticas fabricas y talleres que ar maron.a.Jos.gobierngs.patrios se perdieron en lz penumbra citi sin dejar rastros, los pocos historiadores que se asomaron al temas} encontraron dificil ubicar su localizacion y hasta el momento enj {que cerraron su puertas, como si su suerte no hubiera interesado 2 sus contemporiineos, El taller de maestranza del Parque de Arilleria fue la base pac 1a montar las primeras producciones de lanzas y municiones 2 par tir de 1810, Ese mismo afio se planted instalar una fabrica de fu. siles y se nombré a Domingo Matheu director general; éste sei apoy6 en un experto extranjero, Holmberg, y varios maestros inj gleses y alemanes legados al pais para concretarla. La fabrica det} armas era muy modesta y formaba parte, todavia, de la categoria de manufactura, pero en 1813 lleg6 a emplear 144 personas er unos galpones que se supone estaban cerca de la actual Plaza Li-| bertad. Entre los trabajadores habia algunos maestros conocedo: res de la tarea y varios esclavos que aportaban su esfuerzo fisi para entregar, en su mejor momento, hasta 80 fusiles mensualesi| ese modesto resultado refleja el légico predominio de los méto- dos artesanales y manuales en dicha tarea ‘Tomando en cuenta esa experiencia, el gobierno impuls6 la instalacion de otra fabrica de armas en Tucuman que, pese a sus promisorios comienzos, no lograba cumplir su cometido. Belgra: ‘no se quejaba en 1812 de los fusiles recibiclos puesto que tres de. ellos, pese a ser nuevos, “han reventado como granadas"; las fa las son generalizadas, agrega, debido a que el maestro mayor y ssus ayudantes “son absolutamente ignorantes en la materia" y no. entienden “palabra de mecinica"®. La voluntad patridtica se e1 frentaba a la doble restricci6n de. la carencia de conocimientos ¥. la ausencia de equipos productivos; la guerra debia llevarse a Ce: bo a fuerza de core. Esa variante no se veia mal en una sociedad donde se enfatiza‘ bban las virtudes “machistas" y se valoraba la destreza de los jinetes| © el arte de tirar el lazo. La técnica, aun la simple técnica de cult var la tierra, era vista con desprecio en Buenos Aires, una tarea re- “eci6 algunos afios mas. Dicen que la abu 6 legada a las mujeres que apenas se llevaba a cabo. La oferta masi- va de carne proveniente del ganado cimarrén pemmitia esos des plantes propios del atraso social Los esfuer2os por fabricar cafiones y otras armas se repitieron pasta que Fray Luis Beltrén armé una de las mayores empresas de ese tipo en Mendoza para prover a la expedicién militar proyec- tada por el general San Martin, Esos talleres egaron a concentrar 300 hombres, instrsidos por el propio fraile, para fabricar unos po- cos cafiones y miles de herraduras, asi como caramafiolas y bayo- netas. En el territorio no se habia encontrado mineral de hierro y tampoco se conocia cémo procesarlo; de alli que se fundieran campanas de iglesias para obtener el bronce deseado. La transfor- rmacién del metal no fue menus decisiva para el utunfo de las ar mas que el aporte de las joyas de las damas mendocinas; el dife- rente énfasis en esos dos temas en los relatos posteriores sugiere Ia escasa importancia atribuida a la técnica frente al supuesto al- truismo de la élite sas diversas empresas esparcidas por el pais para fabricar pol- ‘vora, armas y arreos brotaron a partir de 1810 y,se apagaron como res, que langui- e.fusiles.en el mercado, entradlos_del,exterior,o,tomados como botin de. guerra, laboracion, Los talleres tenian un imo de equipos y se basaban en los expertos que los dirigian porque acumulaban los conocimientos sobre el tema; a partir del momento en que e30s expertos se dispersaron, por una u otra ma- 26n, esa actividad se paraliz6 y ese capital humano se perdi. El pais no volvi6 a tenér nada parecido a una industria de armamen- tos hasta un siglo después, Las demandas militares provenientes de Jas continuas guerras —civiles y con Brasil y el Paraguay— que se sucedieron en esas décadas, fueron satisfechas desde el exterior. Las preocupaciones de las Fuerzas Armadas no llegaban a abarcar el te- ma del abastecimiento local de armamentos, que ofrecia la base de | autonoraia en el mundo modemo. Las demandas productivas: el saladero 1a Argentina nacié a Ia vida independiente exportando basi mente algunos subproductos de la ganaderia. Los cueros y lac ne salada se procesaban en los saladeros, que se convisieron muy fpidamente en uno de los nicleos estratégicos de la economia y 64 Ja sociedad local. Los saladeros recibian el ganado, mataban a log animales, procesaban Ia came y el cuero y competian con Jos ma iarifes en el abastecimiento de alimentos @ la ciudad; esos lazos Ios situaban en el lugar clave del circuito comercial que ligaba la’ produccién primaiia con el consumo local y la exportacin. Esos establecimientos tenian apreciables dimensiones econo- micas y fueron fundados y operados, bien por miembros de los grupos dirigentes del pais, bien por quienes, gracias a ¢5a propie- Gnd, accedieron a dicho, estamento. Los primeros saladeros se ubl4 ‘Caron a fines del siglo xvurt en la costa oriental del Plata, pero 23 ‘pattir de 1810 surgieron_con fuerza en Buenos Aires, Hacia 1816 J fos mayores pertenecian a familias con apellidos representativos de la sociedad local: Rosas, Terrero, Dorrego, Zavaleta, Diaz V lez, Irigoyen, Capdevila y Echeverria, mas algunos comerciantes | ingleses incorporados al negocio. Unos afios més tarde surgirin otros en Entre Rios, siguiendo la misma pauta; la primera planta:} local era regenteada por Urquiza, ya entonces caudillo provincial: ‘Cada uno de esos establecimientos ocupaba entre 150 y 200 personas, de modo que los diez 0 doce ubicados al sur de la ci Gad de Buenos Aires tenfan un total de 1.500 a 2.500 trabajadores segiin el momento de que se trate. Ese conjunto de asalatiados, presentaba la mayor concentracién conocida en actividades pro: uctivas durante el siglo x1x, al menos, desde la Revolucién de Mail yo hasta la década de 1880. La importancia de los saladeros e qentes en su periferia se aprecia mejor si se recuerda que el cens9 ide 1853 arrojé el magro total de 2.000 personas trabajando en las pequefss unldades manufacturera de Ia ciudad de Buenos Aires: “Toda la poblaci6n del actual partido de Avellaneda vivia de los salarios de los trabajadores en los saladeros, y sé menciona ques tino solo de ellos, propiedad de Antonio Cambaceres, ocupabai 300 hombres. A a competencia de los saladeros con el abasto de carne a li ciudad gener6 oscuros conflictos de intereses, que llevaron & que] se decretara su cierre temporario en 1817. Una posterior recons trucci6n del sistema.de alianzas politicas dividi6 actividades y de {62 los saladeros a cargo del comercio de exportacion, para lo qu fe fueron ubicando sobre la costa del Riachuelo, o bien en Qui mes, debido a'las facilidades de embarque. i La enorme dimension econémica, social y politica del salades| ro no implica que esos establecimientos marcaran un sendero de] progreso en la evolucién manufacturera del pais. Por el contre: 6 rio, el primitivismo de sus operaciones y el salvajismo de las for- das de trabajo asombr6 a quienes los observaron. Esteban Eche- vertia los describi6 con crudo realismo en 1840, Antes que él, porbigny; un sabio francés de visita en Ia Argentina, dedic6 su arencion @ esos establecimientos donde los gauchos a caballo Aneaban a los animales hasta el lugar donde se los sacrificaba al sire libre y donde diestros trabajadores los desollaban con sus cu- chillos, separando los cueros y la carne para “procesarlos”; la lla- mada manufactura se limitaba a colgar las pieles al aire libre pa- fa susecado, ¥ a cortar la carne en trozos, que eran apilados con tapas de sal entre ellos para que, al cabo de quince dias al aire, se pudieran embolsar para su despacho. DOrbigny sefalaba que “el europeo que contempla la explo- tacién de un saladero no puede dejar de impresionarse por la des- treza y la ferocidad de los peones asi como por su habilidad”. Al acercarse, contintia, se encuentra con *8 0 10 hombres repugnan- tes de sangre, el cuchillo en la mano, degollando 0 desollanco © cameando a los animales muertos 0 moribundos; 60 0 100 cadé- veres sangrantes tendidos en algunos centenares de pasos de su- perficie”. ___-los saladeros dejaban.escurritJa sangre de los animales muer- tos hacia.el Riachuelo, cuyas aguas llegaban a tenirse de rojo por esa causa, mientras la descomposici6n de la carne sobrante espar- cia aromas fétidos en el aire. El Gobierno Nacional decidi6 en 1822 que los saladeros debian alejarse al, menos una legua de Ja civ fara evitar esos problemas, aunque no twvo fuerza para implan- tar esa decision. Una década mAs tarde les exigid que mantuvie~ raf cerdos en sus instalaciones para que se alimentaran de-los des- pojos. Esta curiosa medida “higiénica” la propuso una comision de notables debido a-que consideré mucho més costoso lavar las instalaciones por las dificultades de obtener agua y contratar bra- 20s para dicha tarea. Cuarenta afios més tarde, otro viajero inglés mencionaba la presencia en los saladeros de gran ntimero de “cer dos flacos y hambrientos” que disputaban a perros de fiero aspec- to los despojos sangrientos de la tarea*, Aun clasificado como ma- nufactura, el saladero era una manifestacion del atraso, tecnico: si se recuerda que ofrecia la mayor concentracion comercial y em- presaria de la €poca se explica,que proyectara su peso negativo sobte otras actividades de la €poca. «En 1829 Ileg6 al pais un joven quimico francés a quien se le adjudican una serie de propuestas para mejorar el sistema produc- 66 tivo de los saladeros. Se trata de Antonio Cambaceres, que se ra-1 dicd en la Argentina donde termin6 por instalar su propio salade. ro. Sus propuestas eran simples y elementales: construir instala| “Giones més amplias, techar Jos lugares destinados a la matanza, | mover las reses por mediio de zorras empujadas a mano sobre rie. les, etcétera, EI mero hecho de que es0s cambios menores se re- gistraran en la historia de los saladeros sugiere, una vez ms, el primitivismo e incapacidad de sus propietarios y gerentes para re. conocer y asumir por si sélos el menor cambio técnico. Una de las mayores innovaciones que propuso Cambaceres consistié en hervir los huesos de los vacunos para extraer grasa," evitando asf que fueran tirados o utilizados como combustible en las fAbricas de ladrillos. El propio Cambaceres instalé una fébriea de grasa en la zona de Barracas con ese fin. La propuesta de pro- ducir, grasa los huesos fue saludada por Carlos E. Pe- llegrini, 0 ulto llegado al pais y editor de la Revista

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