ORIGENES
VISTA DE ARTE Y LITERATURA
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Tenience Rey, 15 -- La Habana, Cube.SUMARIO
Sr. Joun Perse: Linvias
Maria ZAMBRANO: Los males sagrados: la envidia
T. §. Exior: East Cooker
Lypra Caprera: Jicotea esta nache fresca
ANGEL GazteLu: Suite Ecuestre
José CARDENAS PENa: Sonefos
Oscan Gonzétez Hurrapo: Sonetos a la ceiba
José Lezama Lima: Cangrejos, golondrinas
Portada de DiagoORIGENES
ANO Il LA HABANA, 1946 NUM, 9
Lluvias
EL Arbol Banyan de la Ihivia sara sus cimientos de la Cindad,
Un polipero précoz muestra sus bodas de coral en toda esta leche de agua viva,
¥ la idea desnuda como un pelcader en sus redes peina en los jardines del
Pp J
puchlo su cabellera de dancella.
Canta, pocma, con pregones de agua la inminencia del tema,
Canta, poema, con huellas de azua la evasién del tema:
Una elevada licencia en los flancos de las Virgenes profétieas,
Una eclosién de onda: de oro en la roche salvaje del limo tostado,
Ym
Alli donde se aviva y erece y vuelve a cacr la rosa obseena del poema.
los confines de ese sueiio,
lecho elaborado, oh fraude,
Sefior terrible de mi view, aqui cst Iu tierra humeando en el asado jabali,
La areilla viuda bajo cl agua virgen, Ja tierra lavada de los pasos de los hombres
insonmes,
Y, aspirada mas corea como un vino gno cs cierto que proveca la pérdida de
la memoria?
Sefior, Sefior terrible de mi risa! he aqui el reverso del sucie sobre la tierra,
Como la respuesta de tas altas dunas « los embates del mar, aqui. aqui,
La tierra como una costumbre secreta, la hora nueva en sus paiiales y mi
corazén visitade por una extraiia vocal.
3 pyIr
Nodrizas muy sospechosas, acompaiantes con los ojos velados por la vejez,
oh Huvias por quien
El hombre insdlito conserva su easta zqué diremos esta noche de quien sondea
la cumbre de nuestra vigilia?
gSobre que nuevo lecho, de cual inseparable cabeza derivaremos todavia la
chispa valedera?
Enmudeeidos los Andes sobre mi techo, ruge mi aclamacién, y eso es para
vosotros, oh Ihuvias!
Llevaré mi angustia delante de vosotros: en la punta de nucstras lanzas el
mas claro de mis bienes!
La espuma en los labios del poema como una leche de coral.
Y esa que danza como un encantador de serpientes en el portico de mis frases,
La idea mas desnuda que una espada en la lucha de las facciones,
Me ensefiari ¢l rito y la mesure contra la impaciencia del poema.
Seftor terrible de mi risa, guardame de la confesidn, de la acogida y del canto,
Sefior terrible de mi risa, cémo ofenden los labios del aguacero,
Cuanto fraude consumido por nuestras altas migraciones,
En la noche clara del mediodia, adelantamos una proposicién sobre la
Nueva esencia del ser... Oh humaredas que volais sobre la piedra del atrio!
Y la luvin tibia sobre nuestros techos hizo bien en apagar la limpara en
nucstras manos,
UL
Hermanas de los zuerreros de Assur eran las altas Huvias galopando sobre la
tierra:
Cascos de plumas y penachos, espoliados por la plata y el cristal,
Como Dido removiendo el marfil en las puertas de Cartago.
Como Ia esposa de Cortés, ebria de arcilla y pintura, rodeada de grandes yerbas
apécrifas...
Ellas avyivaron con la noche el azul al paso de nuestras armas,
Ellas plantaron ¢l Abril en el fondo del espejo de nuestras camaras!
[118] 4Y yo no me cuido de olvidar sus pis tico de las eamaras de
ablucién:
das en el por
Guerreros, oh guerreros, por la lanza y cl acevo aguzados contra nosotres,
Bailarinas, oh bailarinas, multiplicadas por la danza y la atraceién.
Estas son las armas abrazadas, éstas son las doncellas por carretas, una dis.
tribucién de aguilas a las legioncs.
Un levantarse de picas por las calles para los ms jévenes pueblos de la ti
haces rotos de virgenes disolutas,
Oh grandes cosechas no ligadas, le amplia y viva cosecha inve
de los hombres.
arra,
tida en los brazos
udad ex de cristal sobre eu zécalo de éhano, la ciencia en la boca
de las fontana:
¥ el extranjero lee en nuestros mmuros las grandes noticias de Annona.
Hay frescura en nuestros muros, donde Ja Indiana esta noche habitard la casa
del vecino.
IV
Relaciones hechas al Edil; confesiones hechas en nuctras puerta:
Matadme,
dichas!
‘Una lengua nueva por todus partes ofrecida! Una freseura de aliento por el
munde,
Como el soplo mismo del espiritu, como la misma cosa proferida,
aun la fuente, eu nacimiento:
Ah toda la efusion del dios salobre sobre nucetros rostros, y esa brisa en flor
Azuleando al borde de la yerba y adelanténdose a las més lejanas disidencias.
Aun el ser, su esencia
Nodrizas muy sospechosas, oh sembradora de ésporas, de semillas y de especi
ligeras,
Qué caminos a través de cuales alturas nos traicionan,
Como a los pies de la tempestad los mis bellos seres lapidados sobre la ert
de sus alas.
5 [119]2Qué visitais tan lejos, que es necesario que sofemos y en sofiar perdamos
la vida y aun sofemos?
4Y de qué otra condicién nos hablariais tan bajo qu
santas, desertais de nuestras camas, ol
perdemos la memoria?
4Por traficar entre nosotros con co:
simoniacos?
En el fresco comereio con la niebla, alli donde el cielo madura su gusto de
yaro y ventisquero,
Frecuentdis el reldmpago Injuriante y en la albura de las grandes auroras
Jaceradas,
En el puro velo rayade de wna atraceién divina, nos dices, oh Mavias, que nueva
lengua solicitara para vosotras la gran uneién del fuego verde,
Vv
Sabfamos que wuestra cereania fué plena de grandeza. hombr
sobre nuestras magras escorias,
Pero nosotres habiamos sofado con las mds altas confidencias al primer eoplo
del chubaseo,
Y vosotrag nos restituis, oh Muvias!, a nuestra instancia humana, con este
gusto de arcilla bajo nucetras mascaras.
del pueble,
gEn los mas altos parajes buscaremos muestra memeria?... o si tenemos que
contar el olvido por las biblias de oro de los hajos follajes?
Nuestra fiebre pintada sobre los tuliperos de suefio, la marcha sobre los ojos
del estanque y la piedra rodada sobre fa boca de los pozos, esos son
hbellos temas para elaborarlos de nuevo,
Como rosas ancianas en las manos de Jos invalidos de guerra... La colmena aun
esta en el huerto, la infancia en las prolongaciones del viejo arbol y la
escala prohibida en Ia hella viudez del relémpago...
Dulzura del agave, del Aloe, insipida la estacién en cl hombre sin error! Esta
es Ja tierra cansada por las quemaduras del espivitu.
Las Huvias verdes se pintan en las ventanas de los hanqueros. Sobre las telas
tibias de las Huvias se horrara el rostro de los dioses mujeres,
¥ las ideas nuevas vienen a las mesas de los Edificadores de Imperios a ren-
dirles cuenta. Todo un pueblo nmdo se levanta en mis frases cn los
grandes margenes del poema,
[120] 6Levantad, levantad, en lo mis alto de los promontorios, los catafaleos de los
Hapsburgos, las altas hogucras del hombre de guerra, los altos colmenares
de la impostura.
Acechad, acechad, en lo mas alto de los promontorios, los grandes osarios
de la otra guerra, los grandes osarios del hombre blanco donde la infancia
fué fundada.
Y que ze oree sobre su silla, sobre su silla de hicrro el hombre victima
de las visiones que provoean a los pueblos.
Nosotros no terminarcmos de ver arrastrado sobre la extension de los mares
la humareda de los grandes especticulos donde se earboniza la historia.
Mientras en las Cartujas y en las Leproserias, un perfume de termes y de fram-
bruesas blancas hace surgir de les mimbres a Jos Principes yaletu-
dinarios:
Yo tenia, yo tenia ese gusto de vivir entre los hombres y he ahi que la tierra
exhala su alma de extranjera.
Vi
Dejad que ese hombre herido por csa seledad vaya a colgar en los santuarios
la maseara y el cctro de mando.
Pero yo llevo la esponja y Ia hicl a las heridas de un viejo arbol eargado
con las cadenas de la tierra.
tenia, yo tenia ese gusto de vivir Iejos de los hombres y he aqui
Jas Muviae...”
que
‘os conducis a les eon-
Transfugas sin mensajes, Oh mimos sin rostros, voso
fines de muy bellas siembras!
Hacia qué bellos fuegos de pastos los hombres desvian tus pasos en Ia noche,
por qué historias deseubicrtas
Ante el fuego de las rosas en los cuartos, en Ios cuartos donde vive la sombria
flor del sexo.
Codicidis nuestras mujeres y nuestras hijas detris de la reja de sus suefios
(Son Jos cuidados de Jas ancianas
En lo mas geereto de los cuartos, puros oficios que nos leyan a pensar en el
tacto de los imsecto:
No seria mejor que entre nuestros hijos espizdsemas el amargo perfume viril
de los correajes de guerra (como un pueblo de Esfinges, cargado de
cifras y de enigmas, disputa el poderio en la puerta de los elegidos...)
7 [i21];Oh Muvias por las que los trigos salvajes invaden la Ciudad y les paredones
de piedra se erizan de irascibles cactus,
Bajo mil pasos nuevos son mil piedras nuevas alegremente visitadas... Detrés
de las ventanas refreseadas por una invisible pluma, rendid vuestras
enentas, tallistas de diamantes!
f el hombre duro entre la muchedumbre, se sorprende al sofiar con los liquenes
de las arenas... “Yo texia, yo tenia este gusto de vivir sin dulzura y he
aqui que las Huvias...” La vida asciende sobre las tempestades en el ala
del desprecie.
Pasad, mestizos, y dejadnos en nuestro acecho... Asi abreva de lo divino cuya
miseara es de arcilla,
Toda piedra lavada de los signos del eamsino, toda hoja lavada de los signos
de la adoracidn, es la tierra regenerada de Ia tinta de los copistas...
Pasad y dejadnos con nuestras més viejas costumbres. Qué mi palabra todavia
me anteceda! y cantaremes todavia cl canto de los hombres que pasan,
el canto agudo del vigia:
VIL
Innombrables on nuestros caminos y nuestras moradas inciertas. Asi abreva
de la diyinidad cuyos labios son de arcilla. Vosotros lavadores de los
muertos en las aguas madres de la mafiana, y esta es la tierra tedavia
en las zarzas de la guerra, lavad también la casa de los vives; lavad, oh
luvias, el rostro triste de los violentos, el rostro dulce de los violentos,
pues angostos son sus caminos y sus moradas inciertas.
Lavad, oh Huvias, el Ingar de picdra para los fuertes. En las grandes mesas
se sentaran, bajo el arco de sus fuerzas, aquellos qué nunea se embria-
garon con el vino de los hombres, aquellos que nunca se mancillaron
con el gusto de las lagrinias y de los suefios, aquellos que no sc pre-
ocuparon por sus nombres dichos en las trompetas de huesos... en las
grandes mesas se eentarén, bajo el arco de su fueraa, en el sitial de
piedra de los fuertes
Lavad la duda y la prudencia con los pasos de Ja accién, lavad la duda y la
deceneia del campo de la visién. Lavad, oh Iuyias, Javad Ja nube sobre
el ojo del hombre de bien, sobre el ojo del hombre bien pensante: lavad
Ja nube sobre el ojo del hombre de buen gusto, sobre ¢l ojo del hombre
de buen tono; la nube del hombre de mérito, la nube del hombre de
talento, lavad la escama aohre el ojo del Maestro y del Mecenas, sobre
el ojo del Justo y del Notable... sobre cl ojo de los hombres cualificados
por Ia prudencia y la decencia.Lavad, lavad la benevolencia en el corazén de los grandes Intereesores, cl buen
decoro en la frente de los grandes Educadores y las manchas del len-
guaje en los labios ptiblicos. Lavad, oh Iuvias, la mano del Juez y
del Preboste, la mano de la partera y de la amortajada, la mano lamida
por los enfermos y los eiegos, y la mano baja en la frente de los hombres
que sucfian atin con riendas y fortes... con el asentimiento de los grandes
Intercesores, de los grandes Edueadores.
Lavad, lavad la historia de los pueblos de las grandes mesas de la memoria,
Jos grandes anales oficiales, las grandes crénicas de la clerecia y los
holetines académicos. Lavad las bulas y los titulos y los Memoriales
del Tercer Hstado; los Conventos, los Pactos de ABanza y os grandes
actos federativos; lavad, Javad, oh Muvias, todos los velos y todos los
pergaminos, color de muro de asilo y de leproserias, color de marfil
fosil y de viejos dientes de mulas... Lavad, lavad, oh Huvias, las grandes
mesas de la memoria.
Oh Iuvias, lavad de los corazones de los hombres los més hellos dichos del
hombre: las més bellas sentencias, las mas hellas secuencias, las frases
mejor hechas, las paginas mejor nacidas. Lavad, lavad en el corazon
del hombre su gusto de cantilenas, de alegrias: su gusto de villanelas
y de rondeles; sus grandes acierlos de expresion; lavad la sal del ati-
vismo y del eufuiemo; lavad la cama del suefio y la pajiza cama del
saber: en el corazén del hombre sin desprecio, en él corazin del hombre
sin asco, lavad, oh Muvias!, los mas bellos dones del hombre... en el
corazén de los hombres mejor dotados para las grandes obras de la
razén,
VIL
El arbol Banyan de la luvia pierde su asiento sobre Ia Cindad. Al viento del
cielo la cosa errante.
Y¥ asi vino a vivir entre nosotros. Y usted no negaré que todo eso va a parar
a la nada,
Quien quiera saber las transformaciones de Ja Muvia en marcha por la tierta
que venga a vivir sobre mi techo, entre los signos y los presagios.
mbres!
Rotas promesas! Inasibles semillas! Y humo sobre la eahaiia de los he
Que venga la elaridad, ah}, que nos abandonal... Y recondueiremos a las
puertas de Ia Ciudad,
Las grandes Iluvias en marcha bajo e! Abril, las altas Ilavias en marcha bajo
el foete como una Orden de Flagelantes.
9 [123]Hénos aqui entregados mas desnmdos a este perfume de humus y de benjui,
donde despierta la tierra con el gusto de una virgen negra.
Es la tierra mas fresca en el corazén de los helechos, el afloramiento de los
grandes fésiles con magras chorreantes,
¥ en Ia carne desgarrada de las rosas después de la tempestad,
tierra todavia con cl gusto de la mujer hecha mujer.
tierra, la
Es la ciudad mas viva en los fuegos de mil espadas, el vuelo de las consagra-
cienes sobre los marmoles, el cielo todavia sobre el surtidor de las
fuentes.
Y¥ la puerca de ore sobre su obelisco en Ia plaza desierta. Este es el esplendor
de los pérticos de cinabrio: la bestia negra, guarnecida de plata, en Ja
puerta mas baja del jardin;
Es el deseo todavia en el flanco de Jas jévenes viudas, de las jévenes viuélas
de los guerreros, como grandes urnas yueltas a sellar.
Fa la freseura que salta a las cimas del longuaje, la espuma todavia en loa
labios del poema,
¥ el hombre aun prisionero de las ideas nuevas que cede a los surgimientos
de las grandes marejadas del espiritu:
“B] bello canto, el bello canto ahi sobre la disipacién de las aguas”. y mi
pocma, ol Iuvias!, que no sera escrito.
1X
Se acerea la noche, las rejas estin cerradas, ;Qué pesa el agua del cielo en el
bajo imperio de las expesuras?
iEn la punta de las lanzas el mas claro de mis bienes!.. ¥ todas las cosas
igueles en la balanza del espiritu,
Seftor terrible de mi risa, Ilevad esta noche el escandalo a los mas altos lugares.
Pues tales son yuestras delicias, Sefior, en el arido portico del poema, donde
espanta mi risa los verdes pavos reales de la glor
Saint Jorn Perse
(Traduccién de J. Lezana Lata.)
[124] 10Los Males Sagrados: La Envidia
(PRAGMENTO)
LOS MALES SAGRADOS
Existen males sagrades, antiquisimos
males que azotan al cuerpo. mortal del
hombre. La lepra, la epilepsia y algunos
otros que la medicina cientifiea no ha
logtado todavia reducir el concepto de
enfermedad, sustrayéndolos de ese terri-
torio en que el alma humana siente la
maldicién, el estigma. No son simple-
mente enfermedades, sino sefiales, marcas
de algo que parece no puede hacerse vi-
sible sino de esta horrible manera. Pero
el estigma es muchas veces, huella y efi-
gie de un objeto lejano y amado que ha
descendido a dejar su impresién como
prenda cierta de semejanza en el ser en
que ha caido. Los males sagrados som es-
tigmas, porque sefialan y mantienen
aparte al ser hollado por ellos.
‘Y este apartamiento de quien sufre
un mal sagrado le sefala como algo o
alguien de otro mundo. La barrera que
le separa de los demas no es una cualidad,
sing lavsedal de‘qne algo: de orto mundo
le posce y como no puede enteramente
no estar cn este visible, se descompone.
Como si en tales males se mostrase la
lucha inecsante de los modos de ser en
una misma existencia; ninguno capaz de
arrebatados a la vida en
veneer, seres
11
La nvidia eg te priniova
forma de parcntesco.
Unastuna,
que estin por algo o alguien que no pu-
diendo hacerlo por completo se con-
tenta con marcarlos.
"Tales enfermedades parecen’ tener su
trasuato en la vida moral, espejo de los
yerdaderos males sagrados, que se asien-
tan en el alma de los mortales, Podemos
reconocerlos en diversos caracteres, El
primero parece ser el del respeto que ins~
piran, respeto que traza un circulo de
silencio en torno. Este vacio es la pri-
mera manera de padecimiento exasperante
para quien lo sufre.
La envidia corresponde sin duda a esta
clase de males. A pesar de lo mucho que
de ella se ha hablado, siempre le pro-
duce un cireulo de silencio en torneo
suyo cuando aparece. Impone respeto e
imprime caracter y como ninguno tro
mal situa lejos y aparte a quien la pa-
dece imprimiéndole un stigma. No es
actamente y aun la idea de
una pasion o
pecado parece dejar escapar algo de su
esencia, pues pecado cs también la ava-
ricia o la ira y no tienen ni cf cardeter
de estigmas ni ningiin otro de los mvél-
tiples que sefialan a los males sagrados y
que por el momento encerramos en ese
vacio, on ese silencio apretado. que’ se
[125]