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ORIGENES VISTA DE ARTE Y LITERATURA EDITOR! José Lezanta Lista - José Repaiauez Fro ‘Todas Jas colaboraciones y traducciones son inéditas * Bjemplar sueteo 30.30 Suscripeién al aio » 2.00 Suscripeién en el extranjero 2.50 + Redaccidn y Advninistracién: J. Robrisuse Feo, Calle B, entre 12 y 14 Reparto Almendares La Habana, Cuba Pek Impreate Ucar, Garcia x Cia Tenience Rey, 15 -- La Habana, Cube. SUMARIO Sr. Joun Perse: Linvias Maria ZAMBRANO: Los males sagrados: la envidia T. §. Exior: East Cooker Lypra Caprera: Jicotea esta nache fresca ANGEL GazteLu: Suite Ecuestre José CARDENAS PENa: Sonefos Oscan Gonzétez Hurrapo: Sonetos a la ceiba José Lezama Lima: Cangrejos, golondrinas Portada de Diago ORIGENES ANO Il LA HABANA, 1946 NUM, 9 Lluvias EL Arbol Banyan de la Ihivia sara sus cimientos de la Cindad, Un polipero précoz muestra sus bodas de coral en toda esta leche de agua viva, ¥ la idea desnuda como un pelcader en sus redes peina en los jardines del Pp J puchlo su cabellera de dancella. Canta, pocma, con pregones de agua la inminencia del tema, Canta, poema, con huellas de azua la evasién del tema: Una elevada licencia en los flancos de las Virgenes profétieas, Una eclosién de onda: de oro en la roche salvaje del limo tostado, Ym Alli donde se aviva y erece y vuelve a cacr la rosa obseena del poema. los confines de ese sueiio, lecho elaborado, oh fraude, Sefior terrible de mi view, aqui cst Iu tierra humeando en el asado jabali, La areilla viuda bajo cl agua virgen, Ja tierra lavada de los pasos de los hombres insonmes, Y, aspirada mas corea como un vino gno cs cierto que proveca la pérdida de la memoria? Sefior, Sefior terrible de mi risa! he aqui el reverso del sucie sobre la tierra, Como la respuesta de tas altas dunas « los embates del mar, aqui. aqui, La tierra como una costumbre secreta, la hora nueva en sus paiiales y mi corazén visitade por una extraiia vocal. 3 py Ir Nodrizas muy sospechosas, acompaiantes con los ojos velados por la vejez, oh Huvias por quien El hombre insdlito conserva su easta zqué diremos esta noche de quien sondea la cumbre de nuestra vigilia? gSobre que nuevo lecho, de cual inseparable cabeza derivaremos todavia la chispa valedera? Enmudeeidos los Andes sobre mi techo, ruge mi aclamacién, y eso es para vosotros, oh Ihuvias! Llevaré mi angustia delante de vosotros: en la punta de nucstras lanzas el mas claro de mis bienes! La espuma en los labios del poema como una leche de coral. Y esa que danza como un encantador de serpientes en el portico de mis frases, La idea mas desnuda que una espada en la lucha de las facciones, Me ensefiari ¢l rito y la mesure contra la impaciencia del poema. Seftor terrible de mi risa, guardame de la confesidn, de la acogida y del canto, Sefior terrible de mi risa, cémo ofenden los labios del aguacero, Cuanto fraude consumido por nuestras altas migraciones, En la noche clara del mediodia, adelantamos una proposicién sobre la Nueva esencia del ser... Oh humaredas que volais sobre la piedra del atrio! Y la luvin tibia sobre nuestros techos hizo bien en apagar la limpara en nucstras manos, UL Hermanas de los zuerreros de Assur eran las altas Huvias galopando sobre la tierra: Cascos de plumas y penachos, espoliados por la plata y el cristal, Como Dido removiendo el marfil en las puertas de Cartago. Como Ia esposa de Cortés, ebria de arcilla y pintura, rodeada de grandes yerbas apécrifas... Ellas avyivaron con la noche el azul al paso de nuestras armas, Ellas plantaron ¢l Abril en el fondo del espejo de nuestras camaras! [118] 4 Y yo no me cuido de olvidar sus pis tico de las eamaras de ablucién: das en el por Guerreros, oh guerreros, por la lanza y cl acevo aguzados contra nosotres, Bailarinas, oh bailarinas, multiplicadas por la danza y la atraceién. Estas son las armas abrazadas, éstas son las doncellas por carretas, una dis. tribucién de aguilas a las legioncs. Un levantarse de picas por las calles para los ms jévenes pueblos de la ti haces rotos de virgenes disolutas, Oh grandes cosechas no ligadas, le amplia y viva cosecha inve de los hombres. arra, tida en los brazos udad ex de cristal sobre eu zécalo de éhano, la ciencia en la boca de las fontana: ¥ el extranjero lee en nuestros mmuros las grandes noticias de Annona. Hay frescura en nuestros muros, donde Ja Indiana esta noche habitard la casa del vecino. IV Relaciones hechas al Edil; confesiones hechas en nuctras puerta: Matadme, dichas! ‘Una lengua nueva por todus partes ofrecida! Una freseura de aliento por el munde, Como el soplo mismo del espiritu, como la misma cosa proferida, aun la fuente, eu nacimiento: Ah toda la efusion del dios salobre sobre nucetros rostros, y esa brisa en flor Azuleando al borde de la yerba y adelanténdose a las més lejanas disidencias. Aun el ser, su esencia Nodrizas muy sospechosas, oh sembradora de ésporas, de semillas y de especi ligeras, Qué caminos a través de cuales alturas nos traicionan, Como a los pies de la tempestad los mis bellos seres lapidados sobre la ert de sus alas. 5 [119] 2Qué visitais tan lejos, que es necesario que sofemos y en sofiar perdamos la vida y aun sofemos? 4Y de qué otra condicién nos hablariais tan bajo qu santas, desertais de nuestras camas, ol perdemos la memoria? 4Por traficar entre nosotros con co: simoniacos? En el fresco comereio con la niebla, alli donde el cielo madura su gusto de yaro y ventisquero, Frecuentdis el reldmpago Injuriante y en la albura de las grandes auroras Jaceradas, En el puro velo rayade de wna atraceién divina, nos dices, oh Mavias, que nueva lengua solicitara para vosotras la gran uneién del fuego verde, Vv Sabfamos que wuestra cereania fué plena de grandeza. hombr sobre nuestras magras escorias, Pero nosotres habiamos sofado con las mds altas confidencias al primer eoplo del chubaseo, Y vosotrag nos restituis, oh Muvias!, a nuestra instancia humana, con este gusto de arcilla bajo nucetras mascaras. del pueble, gEn los mas altos parajes buscaremos muestra memeria?... o si tenemos que contar el olvido por las biblias de oro de los hajos follajes? Nuestra fiebre pintada sobre los tuliperos de suefio, la marcha sobre los ojos del estanque y la piedra rodada sobre fa boca de los pozos, esos son hbellos temas para elaborarlos de nuevo, Como rosas ancianas en las manos de Jos invalidos de guerra... La colmena aun esta en el huerto, la infancia en las prolongaciones del viejo arbol y la escala prohibida en Ia hella viudez del relémpago... Dulzura del agave, del Aloe, insipida la estacién en cl hombre sin error! Esta es Ja tierra cansada por las quemaduras del espivitu. Las Huvias verdes se pintan en las ventanas de los hanqueros. Sobre las telas tibias de las Huvias se horrara el rostro de los dioses mujeres, ¥ las ideas nuevas vienen a las mesas de los Edificadores de Imperios a ren- dirles cuenta. Todo un pueblo nmdo se levanta en mis frases cn los grandes margenes del poema, [120] 6 Levantad, levantad, en lo mis alto de los promontorios, los catafaleos de los Hapsburgos, las altas hogucras del hombre de guerra, los altos colmenares de la impostura. Acechad, acechad, en lo mas alto de los promontorios, los grandes osarios de la otra guerra, los grandes osarios del hombre blanco donde la infancia fué fundada. Y que ze oree sobre su silla, sobre su silla de hicrro el hombre victima de las visiones que provoean a los pueblos. Nosotros no terminarcmos de ver arrastrado sobre la extension de los mares la humareda de los grandes especticulos donde se earboniza la historia. Mientras en las Cartujas y en las Leproserias, un perfume de termes y de fram- bruesas blancas hace surgir de les mimbres a Jos Principes yaletu- dinarios: Yo tenia, yo tenia ese gusto de vivir entre los hombres y he ahi que la tierra exhala su alma de extranjera. Vi Dejad que ese hombre herido por csa seledad vaya a colgar en los santuarios la maseara y el cctro de mando. Pero yo llevo la esponja y Ia hicl a las heridas de un viejo arbol eargado con las cadenas de la tierra. tenia, yo tenia ese gusto de vivir Iejos de los hombres y he aqui Jas Muviae...” que ‘os conducis a les eon- Transfugas sin mensajes, Oh mimos sin rostros, voso fines de muy bellas siembras! Hacia qué bellos fuegos de pastos los hombres desvian tus pasos en Ia noche, por qué historias deseubicrtas Ante el fuego de las rosas en los cuartos, en Ios cuartos donde vive la sombria flor del sexo. Codicidis nuestras mujeres y nuestras hijas detris de la reja de sus suefios (Son Jos cuidados de Jas ancianas En lo mas geereto de los cuartos, puros oficios que nos leyan a pensar en el tacto de los imsecto: No seria mejor que entre nuestros hijos espizdsemas el amargo perfume viril de los correajes de guerra (como un pueblo de Esfinges, cargado de cifras y de enigmas, disputa el poderio en la puerta de los elegidos...) 7 [i21] ;Oh Muvias por las que los trigos salvajes invaden la Ciudad y les paredones de piedra se erizan de irascibles cactus, Bajo mil pasos nuevos son mil piedras nuevas alegremente visitadas... Detrés de las ventanas refreseadas por una invisible pluma, rendid vuestras enentas, tallistas de diamantes! f el hombre duro entre la muchedumbre, se sorprende al sofiar con los liquenes de las arenas... “Yo texia, yo tenia este gusto de vivir sin dulzura y he aqui que las Huvias...” La vida asciende sobre las tempestades en el ala del desprecie. Pasad, mestizos, y dejadnos en nuestro acecho... Asi abreva de lo divino cuya miseara es de arcilla, Toda piedra lavada de los signos del eamsino, toda hoja lavada de los signos de la adoracidn, es la tierra regenerada de Ia tinta de los copistas... Pasad y dejadnos con nuestras més viejas costumbres. Qué mi palabra todavia me anteceda! y cantaremes todavia cl canto de los hombres que pasan, el canto agudo del vigia: VIL Innombrables on nuestros caminos y nuestras moradas inciertas. Asi abreva de la diyinidad cuyos labios son de arcilla. Vosotros lavadores de los muertos en las aguas madres de la mafiana, y esta es la tierra tedavia en las zarzas de la guerra, lavad también la casa de los vives; lavad, oh luvias, el rostro triste de los violentos, el rostro dulce de los violentos, pues angostos son sus caminos y sus moradas inciertas. Lavad, oh Huvias, el Ingar de picdra para los fuertes. En las grandes mesas se sentaran, bajo el arco de sus fuerzas, aquellos qué nunea se embria- garon con el vino de los hombres, aquellos que nunca se mancillaron con el gusto de las lagrinias y de los suefios, aquellos que no sc pre- ocuparon por sus nombres dichos en las trompetas de huesos... en las grandes mesas se eentarén, bajo el arco de su fueraa, en el sitial de piedra de los fuertes Lavad la duda y la prudencia con los pasos de Ja accién, lavad la duda y la deceneia del campo de la visién. Lavad, oh Iuyias, Javad Ja nube sobre el ojo del hombre de bien, sobre el ojo del hombre bien pensante: lavad Ja nube sobre el ojo del hombre de buen gusto, sobre ¢l ojo del hombre de buen tono; la nube del hombre de mérito, la nube del hombre de talento, lavad la escama aohre el ojo del Maestro y del Mecenas, sobre el ojo del Justo y del Notable... sobre cl ojo de los hombres cualificados por Ia prudencia y la decencia. Lavad, lavad la benevolencia en el corazén de los grandes Intereesores, cl buen decoro en la frente de los grandes Educadores y las manchas del len- guaje en los labios ptiblicos. Lavad, oh Iuvias, la mano del Juez y del Preboste, la mano de la partera y de la amortajada, la mano lamida por los enfermos y los eiegos, y la mano baja en la frente de los hombres que sucfian atin con riendas y fortes... con el asentimiento de los grandes Intercesores, de los grandes Edueadores. Lavad, lavad la historia de los pueblos de las grandes mesas de la memoria, Jos grandes anales oficiales, las grandes crénicas de la clerecia y los holetines académicos. Lavad las bulas y los titulos y los Memoriales del Tercer Hstado; los Conventos, los Pactos de ABanza y os grandes actos federativos; lavad, Javad, oh Muvias, todos los velos y todos los pergaminos, color de muro de asilo y de leproserias, color de marfil fosil y de viejos dientes de mulas... Lavad, lavad, oh Huvias, las grandes mesas de la memoria. Oh Iuvias, lavad de los corazones de los hombres los més hellos dichos del hombre: las més bellas sentencias, las mas hellas secuencias, las frases mejor hechas, las paginas mejor nacidas. Lavad, lavad en el corazon del hombre su gusto de cantilenas, de alegrias: su gusto de villanelas y de rondeles; sus grandes acierlos de expresion; lavad la sal del ati- vismo y del eufuiemo; lavad la cama del suefio y la pajiza cama del saber: en el corazén del hombre sin desprecio, en él corazin del hombre sin asco, lavad, oh Muvias!, los mas bellos dones del hombre... en el corazén de los hombres mejor dotados para las grandes obras de la razén, VIL El arbol Banyan de la luvia pierde su asiento sobre Ia Cindad. Al viento del cielo la cosa errante. Y¥ asi vino a vivir entre nosotros. Y usted no negaré que todo eso va a parar a la nada, Quien quiera saber las transformaciones de Ja Muvia en marcha por la tierta que venga a vivir sobre mi techo, entre los signos y los presagios. mbres! Rotas promesas! Inasibles semillas! Y humo sobre la eahaiia de los he Que venga la elaridad, ah}, que nos abandonal... Y recondueiremos a las puertas de Ia Ciudad, Las grandes Iluvias en marcha bajo e! Abril, las altas Ilavias en marcha bajo el foete como una Orden de Flagelantes. 9 [123] Hénos aqui entregados mas desnmdos a este perfume de humus y de benjui, donde despierta la tierra con el gusto de una virgen negra. Es la tierra mas fresca en el corazén de los helechos, el afloramiento de los grandes fésiles con magras chorreantes, ¥ en Ia carne desgarrada de las rosas después de la tempestad, tierra todavia con cl gusto de la mujer hecha mujer. tierra, la Es la ciudad mas viva en los fuegos de mil espadas, el vuelo de las consagra- cienes sobre los marmoles, el cielo todavia sobre el surtidor de las fuentes. Y¥ la puerca de ore sobre su obelisco en Ia plaza desierta. Este es el esplendor de los pérticos de cinabrio: la bestia negra, guarnecida de plata, en Ja puerta mas baja del jardin; Es el deseo todavia en el flanco de Jas jévenes viudas, de las jévenes viuélas de los guerreros, como grandes urnas yueltas a sellar. Fa la freseura que salta a las cimas del longuaje, la espuma todavia en loa labios del poema, ¥ el hombre aun prisionero de las ideas nuevas que cede a los surgimientos de las grandes marejadas del espiritu: “B] bello canto, el bello canto ahi sobre la disipacién de las aguas”. y mi pocma, ol Iuvias!, que no sera escrito. 1X Se acerea la noche, las rejas estin cerradas, ;Qué pesa el agua del cielo en el bajo imperio de las expesuras? iEn la punta de las lanzas el mas claro de mis bienes!.. ¥ todas las cosas igueles en la balanza del espiritu, Seftor terrible de mi risa, Ilevad esta noche el escandalo a los mas altos lugares. Pues tales son yuestras delicias, Sefior, en el arido portico del poema, donde espanta mi risa los verdes pavos reales de la glor Saint Jorn Perse (Traduccién de J. Lezana Lata.) [124] 10 Los Males Sagrados: La Envidia (PRAGMENTO) LOS MALES SAGRADOS Existen males sagrades, antiquisimos males que azotan al cuerpo. mortal del hombre. La lepra, la epilepsia y algunos otros que la medicina cientifiea no ha logtado todavia reducir el concepto de enfermedad, sustrayéndolos de ese terri- torio en que el alma humana siente la maldicién, el estigma. No son simple- mente enfermedades, sino sefiales, marcas de algo que parece no puede hacerse vi- sible sino de esta horrible manera. Pero el estigma es muchas veces, huella y efi- gie de un objeto lejano y amado que ha descendido a dejar su impresién como prenda cierta de semejanza en el ser en que ha caido. Los males sagrados som es- tigmas, porque sefialan y mantienen aparte al ser hollado por ellos. ‘Y este apartamiento de quien sufre un mal sagrado le sefala como algo o alguien de otro mundo. La barrera que le separa de los demas no es una cualidad, sing lavsedal de‘qne algo: de orto mundo le posce y como no puede enteramente no estar cn este visible, se descompone. Como si en tales males se mostrase la lucha inecsante de los modos de ser en una misma existencia; ninguno capaz de arrebatados a la vida en veneer, seres 11 La nvidia eg te priniova forma de parcntesco. Unastuna, que estin por algo o alguien que no pu- diendo hacerlo por completo se con- tenta con marcarlos. "Tales enfermedades parecen’ tener su trasuato en la vida moral, espejo de los yerdaderos males sagrados, que se asien- tan en el alma de los mortales, Podemos reconocerlos en diversos caracteres, El primero parece ser el del respeto que ins~ piran, respeto que traza un circulo de silencio en torno. Este vacio es la pri- mera manera de padecimiento exasperante para quien lo sufre. La envidia corresponde sin duda a esta clase de males. A pesar de lo mucho que de ella se ha hablado, siempre le pro- duce un cireulo de silencio en torneo suyo cuando aparece. Impone respeto e imprime caracter y como ninguno tro mal situa lejos y aparte a quien la pa- dece imprimiéndole un stigma. No es actamente y aun la idea de una pasion o pecado parece dejar escapar algo de su esencia, pues pecado cs también la ava- ricia o la ira y no tienen ni cf cardeter de estigmas ni ningiin otro de los mvél- tiples que sefialan a los males sagrados y que por el momento encerramos en ese vacio, on ese silencio apretado. que’ se [125]

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