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Historia del diablo Siglos xiI-xx ROBERT MUCHEMBLED Traduccién de Feperico VILLEGAS ROBERT MUCHEMBLED HISTORIA DEL DIABLO SIGLOS XII-xx sf iy FONDO DE CULTURA ECONOMICA f: Mexico - ARGENTINA - BrastL- CoLomniA - CHILE - Espana HEstapos Unmos pe America - GuaTeMALA - PERU - VENEZUELA Primera edicién en francés, 2000 Primera edicién en espaiol (fcE, Argentina), 2002 Segunda edicidn (Fce, México), 2002 Segunda reimpresin, 2008 Muchembled, Robert Historia del diablo. Siglos XIEXX / Robert ‘Muchembled ; trad. de Federico Villegas. — México : FCE, 2002 360 p. ; 23 x 16 em — (Colec. Historia) ‘Titulo original Une histoire du diable. XII-XX sidele ISBN 968-16-6557-0 1. Diablo 2. Satangs I. Villegas, Federico, tr, IL. Ser HL LC BT981 M83 Dewey 235.4 M466h Distribucién en Latinoamérica Comentarios y sugerencias: editorial@fondodeculturaeconomica.com www.fondodeculturacconomica.com Tel. (55)5227-4672 Fax (55)5227-4694 Empresa certificada ISO 9001: 2000 ‘Titulo original: Une histoire du diable. xir-xx* siecle © Editions du Senil, 2000 ISBN 2-02-031179-8 D.R. © 2002, Fonpo pe Currura Economica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 México, D. F, Se prohibe la reproduecién total o parcial de esta obra —ineluido el diseno tipografico y de portada—, sea cual fuere el medio, electrénico © mecénico, sin el consentimiento por escrito del editor. ISBN 968-16-6557-0 (segunda edicién) ISBN 950-557-496-7 (primera edicién) Impreso en México * Printed in Mexico RECONOCIMIENTO La elaboracién de este libro ha sido considerablemente facilitada por una estancia de seis meses en Amsterdam, una ciudad magica, bajo los auspicios de la Academia Real Holandesa de Artes y Ciencias (Konin- klijke Nederlandse Akademie van Wetenschappen), donante gencrosa del premio Descartes-Huygens 1997. También debo expresar mi grati- tud a la Frije Universiteit de Amsterdam, un remanso acogedor, y muy particularmente a mi amigo Willem Frijhoff, historiador estimulante y sutil. El Warburg Institute de Londres me ha permitido igualmente consultar y utilizar sus notables colecciones, por lo cual estoy muy agradecido a sus administradores. Hay muchas otras deudas intelectuales que no pueden ser todas ci- tadas aqui y apareceran en la lectura. Algunas establecen un fuerte vinculo entre generaciones sucesivas, a través de la confrontacién de los recuerdos de un autor. Debo expresar mi reconocimiento intelec- tual y sensible a personas desaparecidas cuyo pensamiento me ha for- mado y cuya voz no se ha extinguido: Albert-Marie Schmidt, Lucien Febyre, Robert Mandrou y Fernand Braudel. Este reconocimicnto se extiende a mi viejo compinche, Bill Monter, por nuestras conversaciones en Europa y América. En Trois-Riviéres, René Hardy descubriré tam- bién interrogantes comunes, afinidades que superan cl objetivo propio de las ciencias humanas. Jean-Bruvo Renard, Véronique Campion- Vincent y Pierre Christin me han guiado en la jungla de rumores ur- banos y en el universo del cémic; les estoy infinitamente agradecido, como a mis colegas modernistas de Paris-Nord, por nuestras discusio- nes fecundas. Las nuevas generaciones también me han aportado cu- Tiosidades y desafios, Muchos de mis alumnos han estimulado mi de- Seo constante de comprender mejor el pasado para tratar de descifrar Nuestro presente tumultuoso. Las discusiones, a veces apasionadas, Con los jévenes investigadores me han impedido repetir sin cesar lo que ya habia escrito y tener mas en cuenta la historia de las costum- bres, Laurence Devillairs, Sylvie Steinberg, Dorothea Nolde, Florike Egmont, Isabelle Paresys, David El Kenz y Pascal Bastien reconoceran Sus contribuciones a este libro. Hay otro tipo de deuda que surge de una adolescencia formada tanto 'n la cultura de la imagen como en la cultura de lo escrito. Esta pa- 7 8 RECONOCIMIENTO sién, nacida de la necesidad de establecer un puente entre la cultura oral de Picardia y el mundo académico de Jas letras, no me ha abando- nado. El eémic y el cinematégrafo son crisoles extraordinarios, bancos de datos que he explorado con jibilo, Debo agradecer a Alfred Hitch- cock, diabélicamente dotado para hacer estremecer al espectador, lo mismo que a Stanley Kubrick y a muchos otros por su aporte a un te- ma que no ha sido unicamente académico, porque habla del enigma de las relaciones de los hombres entre ellos y del aspecto sombrio del ser. Last but not least, hay que evocar la sed de conocimiento, acicateada por el demonio de la indagacién... Amsterdam-Paris-Lille INTRODUCCION {EI diablo estaria abandonando Occidente a fines del segundo milenio de 1a era cristiana? “iste puede ser el siglo de la desaparicién, o al menos del eclipse o de la metamorfosis del Infierno”, afirmé Roger Caillois ya en 1974.1 Entonces, Satands parecia estar guardado en la seccién de utileria teatral para la mayorfa de los europeos, inclusive para muchos catélicos creyentes y practicantes que preferian un cristianismo mo- dernizado, abierto al mundo y mas afin al Concilio Vaticano IT (1962- 1965) que a los esplendores tragicos del Concilio de Trento (1545-1563). ‘A mediados del siglo xv1, la derrota de los erasmistas, partidarios de una religién mds interiorizada y menos dramatica, habia dejado el campo libre para cuatro siglos con la imagen de un dios terrible en sus designios incognoscibles, amo del diablo, pero dispuesto a desencadenar su omnipotencia maléfica para castigar a los pecadores.? En los lindes del tercer milenio, la declaracién de Roger Caillois merece ser tenida en cuenta. “Rechazad al Infierno, que vuelve al galope”, agreg6, por otra parte, de manera premonitoria.$ En 1999, la Iglesia catélica definié un nuevo ritual de exorcismos, multiplicé la cantidad de sacerdotes encar- gados de esa funcién (han pasado de 15 a 120 en Francia) y reafirmé enérgicamente a través del papa la realidad de Ja existencia del demo- nio. En el otro extremo del campo social y cultural, las sectas satanicas se han establecido firmemente en algunos paises, en particular en los Estados Unidos 0 en Inglaterra.t El diablo retorna con vigor. En realidad, jamas ha abandonado verdaderamente la escena desde hace casi un milenio. Insertado estrechamente en la trama europea desde la Edad Media, el espiritu del mal ha acompafiado todas sus me- tamorfosis. Es parte integrante del dinamismo del continente, una sombra negra en cada pdgina del gran libro del proceso occidental de Ja civilizacién, del cual Norbert Elias ha sido su teérico, sin plantearse realmente la cuestién del Mal y de sus relaciones con la tendencia ha- 2R. Caillois, “Métamorphoses de ’Enfer”, en Diogéne, otim. 85, 1974, p. 70. ? Este cristianismo del miedo y de los tiempos de la brujerfa y de la hoguera esta bien descrito en los trabajos de Jean Delumenu, purticularmente en La Peur en Occident, xiv- Brut sibeles. Une Cité assiégée, Paris, Fayard, 1978, y en Le Péché et la Peur, Paris, 4R. Caillois, art. eit., p. 84. * Véase el capitulo vr. 10 INTRODUCCION cia el Bien o el Progreso pues ese demonio no es solamente de la Iglesia, también representa el aspecto oscuro de nuestra cultura, la antitesis exacta de las grandes ideas que ella ha producido y exportado al mun- do entero, desde las Cruzadas hasta la conquista del espacio interpla- netario, No hay medalla sin reverso, ni progreso sin un precio a pagar. El diablo, cuyo nombre significa “el separador” en el Nuevo Testamen- to, encarna el espiritu de ruptura frente a todas las fuerzas, religiosas, politicas y sociales, que han buscado incesantemente producir Ja uni- dad del Viejo Continente. Por eso parece consustancial con la mutacién del universo europeo, parte integrante de un movimiento que es sim- plemente el de la evolucién y el triunfo sobre el planeta de una manera original de ser humano, de una manera colectiva especifica de dirigir la vida, de producir esperanza y de inventar mundos. Pero no se puede reducir al demonio de Occidente a un simple mito, ya sea religioso o de car&cter laico, como en las representaciones romanticas francesas del siglo xix, lo cual de ningan modo significa que sea real, concreto. Mal que les pese a los tedlogos cuyo oficio es el de suponer, el historiador, que tie- ne por objetivo comprender lo que mantiene unidas a las sociedades, no necesita de ese postulado para apreciar en su eminente valor los efec- tos de la creencia. Esta tltima constituye a sus ojos una realidad pro- funda, pues motiva los actos individuales como las actitudes colectivas: aun cuando piense intimamente que cl diablo no existe, debe tratar de explicar por qué aquellos que creian en su poder quemaban a las bru- jas en el siglo xvu, o bien por qué razones hoy se practican rituales sa- ténicos para rendirle culto. Las representaciones imaginarias son objeto de investigaciones, come las acciones visibles de los hombres. No se trata de una especie de velo global proveniente de los designios divinos, ni de un inconsciente colectivo en el sentido de Jung, sino de un fenémeno colectivo muy real producido por los multiples canales culturales que irrigan a una socie- dad. Es una suerte de maquinaria oculta bajo la superficie de las co- sas, poderosamente activa porque crea sistemas de explicacién y tam- bién motiva tanto las acciones individuales como los comportamientos de los grupos. Cada uno es depositario de partes de este saber y de las leyes que lo rigen, Jo cual permite comprendcr lo que Je sucede al indi- viduo, es decir, compartir con los otros un sentido comtin cuyo nombre define precisamente un efecto de unidad. E] rumor pertenece a este °N, Elias, La Dynamique de U’Occident, Paris, Calmann-Lévy, 1975; La civilisation des meeurs, Paris, Calmann-Lévy, 1973, y La Société de Cour, Paris, Calmann-Lévy, 1974. Véase también R. Muchembled, La société polieée. Politique et politesse en France dw xvr' au xx sideles, Paris, Seuil, 1998, INTRODUCCION uw universo, pues sélo tiene importancia porque se propaga conforme a mecanismos de participacién cultural poco evidentes. La representa- cién imaginaria colectiva es viva, poderosa, sin parecer necesariamen- te homogénca, pues se adapta infinitamente a los grupos sociales, las categorias de edad, los sexos, los tiempos y los lugares. Construida sobre bases comunes idénticas en el marco de una cultura nacional dada, la representacion imaginaria francesa difiere, por ejemplo, de la norte- americana, y varia ademas para satisfacer necesidades especificas, distinguiendo asi el punto de vista de los jovenes suburbanos del de los otros representantes de su generacién, Pero también distingue las for- mas de las culturas de los jévenes franceses en general de las de los adultos. Considerado en un momento dado, el flujo de una civilizacién se alimenta de numerosas corrientes diferentes. Con frecuencia se ol- vida la importancia de las experiencias vividas por cada generacién, productoras de flexibilidad, pero también el sentimiento de diferencia con los otros, lo cual da sobre todo sentidos comunes desplazados, varia- ciones sobre la divisién nacional. Se puede ilustrar este sistema flexi- ble de la representacién imaginaria colectiva por medio de la imagen de un bosque sureado de canales invisibles que irrigan el mismo con- junto, pero no ofrecen la misma cantidad ni exactamente la misma calidad de ideas y emociones a todos aquellos a quienes comunican, después de pasar por muchos filtros. Tampoco debemos olvidar las con- traculturas que niegan o tergiversan los mismos mensajes. Para comprender un sistema tan complejo, son indispensables los testimonios mas diversos. Los documentos utilizados por el historiador en este campo van mucho mas alla de las fuentes manuscritas clasicas, de las cuales se nutren. Estudiar la cultura implica no limitar el es- fuerzo a las producciones “legitimas”, a los aspectos superiores de la ci- vilizaci6n como las artes mayores o la literatura que representan la gran tradicién. La pequeiia tradicién también existe. Todos los medios de transmisién tienen su importancia, desde el séptimo arte hasta las ilustraciones para nifios pasando por las fotonovelas, las series televi- sadas, la publicidad 0 incluso las costumbres de nuestras tribus urba- nas, asi como el piercing o los signos de pertenencia indumentarios Las peliculas policiacas corrientes nos ensefian tantas cosas sobre la evolucién de las costumbres como las obras maestras de Murnau, de Dreyer o de Ingmar Bergman, pues todo tiene sentido en el crisol de Jas tradiciones que cimentan una civilizacién. Nada es irrelevante ni despreciable para tratar de explicar cémo se levanta el edificio, desde el sétano hasta el granero. Que nadie se asombre de encontrar en este libro a Victor Hugo, al obispo Jean-Pierre Camus, poligrafo oividado, 12 INTRODUCCION prodigioso creador de “historias tragicas”, ni a todo el cine fantastico, ineluyendo a Alfred Hitchcock, el catecismo en imagenes, los autores de cémics, la publicidad comercial o los rumores de La jungla urbana. La cultura es un tejido rico que es necesario considerar desde todos los puntos de vista, pues el mismo individuo, nutrido de los clasicos y de la gran musica, aficionado al arte ilustrado, ha podido leer en sus prime- Tos afos los cuentos ilustrados para nifios, escuchar el rock heavy me- tal, memorizar muchos clisés en el cine 0 mirando la televisién, codear- se con seres muy diferentes a él, consumir productos endiabladamente deliciosos, y presentados como tales, y sofiar que su angel de la guarda lo saca de un apuro... Negarse a tratar el conjunto seria no querer ver el funcionamiento de la sociedad, desestimar las connivencias funda- mentatles surgidas de la evolucién de la historia y activas, aun cuando permanezcan ocultas. Tanto el ser como la cultura son nudos de senti- dos que se acumulan para redistribuir las experiencias de los siglos pasados, lo cual hace apasionante la historia y da la sensacion de una continuidad en la diferencia caracteristica de cada época. Explicar la figura de Satanas con una definicién filos6fica o simbdli- ca del Mal que todo humano debe afrontar tampoco aporta una clave de interpretacién suficiente, salvo para los pensadores deseosos de descu- brir una unidad profunda de la naturaleza humana, valida en todo momento y en todo lugar. Un enfoque ontolégico semejante no es el de las ciencias del hombre; ademas, algunas hijas det diablo, no nacieron de la fractura fundamental que en los siglos xvi y x1x condujo a Occi- dente a rechazar al demonio cornudo e intentar explorar los meandros de la conciencia, pero también el inconsciente del sujeto, planteando el principal interrogante de las relaciones de este ultimo con el conjunto en el cual se inserta? Como estos investigadores no pueden extraer nada de una ganga de prejuicios y de creencias que los bafia con una oleada incesante, al igual que a todos sus contemporaneos, defienden la idea de una relatividad sociocultural constante de los fenémenos estudia- dos. Pero no a la manera del cardenal Nicolas de Cues en el siglo xv, quien suponia que al término de una vida de trabajo el sabio podia le- gar a admitir que no sabia nada: esta “ignorancia docta” condujo a no depositar confianza mas que en la fe, frente a Jos designios incognosci- bles de Dios. Tampoco a la mancra autoritaria de los grandes sistemas exclusivos de conocimiento, ya se trate de la religién obligatoria del pa- sado, del laicismo erigido en creencia universal, del positivismo, del cientificismo “duro” de los tedlogos del progreso 0 incluso del milena- rismo de cierta ecologia: todas las formas de monopolio del pensamien- to rechazan completamente al adversario, no sin atribuirle un caracter INTRODUCCION 13 diabdlico de paso. El método, a la vez mas simple y mas ambicioso, uti- lizado en esta obra es el de dudar a la manera de Descartes, investigar ja “carne humana”, como proponia Marc Bloch,” tratar de descubrir los vineulos secretos que mantienen unidas las complejas maquinarias que constituyen las sociedades —sin juzgar abruptamente ni perder posicion en los debates que superan lo objetivo, porque sélo tienen una respuesta en la creencia pura—. Al menos he tratado de no dejarme arrastrar hacia este terreno, buscando ta objetividad a sabiendas de que nada es totalmente ni perfectamente objetivo. De esta manera, re- clamo el derecho a las opciones, evidentemente subjetivas, bajo el control de aquellos que aprenden a conocer, pero sin concesién a los militantes sectarios de todos los horizontes, para quienes el dogma hace las veces de verdad. Este libro es pues una historia del diablo, un intento entre otros de abordar un tema que ha inspirado a una cantidad considerable de au- tores.° Se limita al Occidente, desde la Edad Media hasta nuestros dias. Otras civilizaciones viven con sus demonios, pero no seria sensato pre- tender abarcarlas todas ni considerar en conjunto los fenémenos que sélo tienen un verdadero sentido en el seno mismo de su universo de produccién. El collage mental que se apoya sélo en el poder de la evoca- cién de un autor es uno de los mas grandes peligros que acechan al his- toriador, ya que en el orden de la aventura de la humanidad siempre se pueden establecer facilmente correspondencias entre las civilizacio- nes mas diferentes, al menos en un plano superficial. El tema diabélico se presta muy particularmente a ello. No importan los malos habitos en la materia ni las falsificaciones, voluntarias 0 simplemente creadas por una imaginacién desbocada. El] periodista anticlerical Léo Taxil publicé en 1897 una broma pesada que conmocioné a los medios caté- licos e incluso indujo a Thérdse de Lisieux a escribir a una tal Diana Vaugham. Esta ultima se presentaba como una antigua gran sacerdo- tisa de Palladium, una sccta satanica que habria acogido sobre todo a judios y francmasones, y denunciaba un complot dirigido a tomar el poder mundial, en una obra sobre El diablo en el siglo x1x, publicada en 1893 por el doctor George Bataille. ;Palladium y Diana misma eran puras invenciones! {Qué decir igualmente de la tesis de la inglesa Mar- garet Alice Murray, una egiptéloga distinguida, que se aventuré en * M, Bloch (1886-1944). Historiador francés, fundador, con Lucien Febvre, de la revis- ta Annales, y autor de La suviété féodale. (N. del E.] ® Lo cual hace practicumente imposible una bibliografia exhaustiva. La que cierra este Volumen constituye una seleccién entre las obras que resultaron particularmente utiles Para su redaccién. Se ha dedicado un lugar especial al séptimo arte, inmenso reservorio de formas donde se abordan incesantemente las tramas de nuestras creencias. 4 INTRODUCCION 1921 sobre un terreno muy diferente para describir el culto a las bru- jas en Europa, es decir, lo que ella suponia que era la supervivencia ac- tiva de una religién primitiva dedicada a una deidad pagana con cuer- nos, que daba lugar a aquelarres muy reales? Su obra, traducida al francés en’1957, fue un clasico durante mas de medio siglo entre los especialistas mundiales en la materia, que se prolongs con los trabajos recientes del italiano Carlo Ginzburg, y siempre ejerce una influencia considerable, tanto en las sectas satdnicas inglesas 0 extranjeras como en el cine y los cémies, por ejemplo en La Belette (1983) de Didier Comés.7 En otro orden de ideas, una obra consagrada al diablo no puede evi- tar una aproximaci6n a lo sobrenatural, con el riesgo de contrariar a la vez las convicciones de las personas que creen firmemente en eso y de aquellas que no creen en absoluto. Ante todo, es necesario decir que el problema no se plantea aqui en esos términos y que no se da lugar a nin- guna toma de posicion de mi parte, al menos de manera consciente 0 razonada. Lo que me interesa de manera prioritaria es poner los fené- menos nucvamente en su contexto y separarlos de las evoluciones cul- turales y sociales, no adherirme a ellos 0 negarlos. Los sufrimientos del parroco de Ars frente a su demonio que é] Ilamaba Le Grappin, desde 1823 hasta su muerte en 1859, sus alegatos concernientes a la existen- cia de siete millones de diablos, 0 el hecho de que cada hombre posee un angel de Ja guarda personal, sirven en principio como un testimo- nio sobre el tipo de catolicismo que él vivia en su época. Me recuerda igualmente el hecho de que muchos de nuestros contemporaneos siem- pre ven en esto una verdad inexorable, a la manera de una audienci catélica que dialogé, el 13 de marzo de 1999, con los animadores del programa “Le diable dans tous ses états” en la emisora protestante Radio Notre-Dame. El tema del angel de la guarda sigue siendo muy importante para muchos de nuestros contemporancos, no sélo en los Estados Unidos, como lo demuestran los libros o revistas de gran difu- sion, o el cine de un modo mas ludico cuando le pide a Philippe Noiret que encarne a un difunto (Fantéme avec chauffeur, de Gérard Oury, 1996), 0. a Gérard Depardicu y a Christian Clavier que sigan los conse- jos sagaces de sus protectores celestiales respectivos en lucha contra un demonio familiar con la imagen de cada uno de ellos (Les Anges 7 Véase el capitulo vii, a propésito de estos temas. M. Murray, The Witch-Cult in Western Europe, Oxford, Oxford University Press, 1921 (trad. francesa, Le Dieu des sor ciéres, Paris, Denoél, 1957}; C. Ginzburg, Les Batailles nocturnes. Sorcellerie et rituels agraires en Frioul, xvr-xvut sitcles, Lagrasse, Verdier, 1980 (1° ed. italiana, 1966). Pasa- da de moda, Ja vena historiografica es siempre fecunda, incluso con C, Ginzburg, Le Sabbat des surcidres, Paris, Gallimard, 1992. INTRODUCCION 15 gardiens, de Jean-Marie Poiré, 1995).5 La curiosidad divertida de los espectadores o de los lectores proviene de una conexién implicita esta- blecida en su imaginacién con una serie de ideas e imagenes extraidas de estratos cronolégicos diferentes. Ya dulcificada en los catecismos con imagenes de fines del siglo xrx, la visién terrorifica clasica del infier- no ilegé a ser adn mas familiar en los cémics de la década de 1960: en Tintin au Tibet, publicado por Hergé en 1960, Milou, el perro del héroe, se encuentra secundado por un angel y un demonio que se le parecen, mientras que en los mismos afios Jean Chakir dibuja para el periédico ilustrado Pilote las aventuras de Tracassin, acompafiado de su angel Séraphin y de su demonio Angelure. El tema termina por Iegar a las comedias que desdramatizan la muerte en la pantalla.® ;Quién dudaria que una evolucién semejante puede debilitar la impronta diabélica so- bre nuestra cultura, sin negarla totalmente? Este libro abarca y explora todo un espectro de la representacién imaginaria occidental. El diablo, bajo su forma corrientemente admi- tida, no es el Gnico centro de interés, pues las metamorfosis de la figura del Mal en nuestra cultura también hablan de la desdicha de los hom- bres en el seno de su sociedad. Estrechamente imbricadas entre ellas, Ja historia del cuerpo, la historia del espiritu y la del vinculo social componen vastas lineas de influencia en el transcurso del segundo mi- lenio de la era cristiana, dividida en cuatro grandes secuencias crono- logicas, El primer capitulo esta consagrado a la entrada de Satanas en la escena occidental, desde el siglo x11 hasta el siglo xv. Es en ese mo- mento precisamente que comienza a encarnarse realmente la nocién teolégica en el universo de los miembros de la Iglesia y sus dominios laicos, bajo la forma de imagenes perturbadoras alejadas de las repre- sentaciones populares de un demonio casi semejante al hombre, que, como él, podia ser burlado y vencido. Entonces se invents y se difundié lentamente un doble mito de gran porvenir: cl del terrible soberano lu- ciferino que reina sobre un inmenso ejército demoniaco en un espantoso infierno de fuego y azufre y, también, el de la bestia inmunda agazapa- da en las entrafias del pecador, que sigue teniendo tanta importancia para muchos de nuestros contempordneos. Los tres capitulos siguien- tes forman la parte medular en los siglos xvi y xvu. Por gusto personal, 4 § Radio Norte-Dame, emisora protestante, presenté “Le diable dans tous ses états” lurante una semana, del 13 al 18 de marzo de 1999. (Agradezco a Pascal Bastien por haber despertado mi interés en esas emisiones.) Véanse también, de E. Brasey, Enquéte sur Fexistence des anges rebelles, Paris, Filipacchi, 1995, resefia publicada en Paris Match, nuim. 2416, del 7 de septiembre de 1995, pp. 3-6, asi como el capitulo vut de este libro. El capitulo vir analiza estas formas modernas de la difusidn de imagenes relaciona- das con el demonio.

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