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traduccion de MARIA DEL PILAR JIMENEZ | UN INTERPRETE EN BUSCA DE SENTIDO|/ ue por PIERA AULAGNIER siglo xxi editores, s.a. de ¢.v- CERRO DEL AGUA 245, DELEGACION COYOACAN, 04310, MEXICO, D.F. siglo xxi editores argentina, s.a. TUCLIAN 1621, 7 K. GLOSOAAG, BUENOS AIRES, ARGENTINA BF LI3 ARB est 0-35464 portada de carlos pallciro primera edicién, 1994 segunda edicién, 2005 © siglo xxi editores, s.a. de c.v. isbn 968-23-1872-6 primera edicidn en francés, 1986¢ © dditions ramsay, paris titulo original: un interpréte en quéte de sens derechos reservados conforme a In ley impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico 247242 INDICE NOTA DELEDITOR PREFACIO, por MAURICE DAYAN PRIMERA PARTE: PRACTICA DEL ANALISIS 1. sCOMO PUEDE UNO NO SER FERSA?> 2. SOCIEDADES DE PSIGOANALISIS Y PSICOANALISTA DE SOCIEDAD 3. UN PROBLEMA ACTUAL: LAS CONSTRUCCIONES PSICOANALITICAS 4, TIEMPO DE PALABRA Y TIEMPO DE ESCUCHA: ODSERVACIONES CLINICAS SEGUNDA PARTE: DESEO, DEMANDA, SUFRIMIENTO 5. EL "DESEO DE SABER” EN SUS RELACIONES CON LA TRANSGRESION 6. DEMANDA E IDENTIFICACION 7. A PROPOSITO DE LA REALIDAD: SABER O CERTEZA 8. EL DERECHO AL SECRETO: CONDICION PARA PODER PENSAR 5. CONDENADO A INVESTIR TERCERA PARTE: EL CONFLICTO PSICOTICO 10, OBSERVACIGNES SOBRE LA ESTRUCTURA PSICOTICA 1. ELSENTIDO PERDIDO © EL" ESQUIZO" ¥ LASIGNIFICACION 12. LA “FILIACIGN” PERSECUTORIA 13, DEL LENGUAJE PICTORICO AL LENGUAJE DEL INTERPRETE 14, ALGUIEN HA MATADO ALGO 15. ELRETIRO EN LA ALUCINAGION: aUN EQUIVALENTE DEL RETIRO AUTISTA? 5) a5 53 91 126 155 172 212 233 254 283 303 335 347 379 416 16. LOS DOS PRINCIPIOS DEL FUNCIONAMIENTO IDENTIFICATORIO:; PERMANENCIA Y CAMBIO BIBLIOGRAFIA (obras de Piera Aulagnier) INDICE 433 4d5 NOTA DEL EDITOR Un intérprete en busca de sentido es el ultimo de los cuatro libros escritos por Piera Aulagnier. Esta compuesto de articulos publica- dos cn la revista Topigue que ella dirigié, conferencias pronunciadas y trabajos inéditos. Si bien varios de los capitulos presentes en este libro ya han sido traducidos y publicados en castellano, sea en revistas u organizados como libro, los editores franceses nos noti- ficaron no haber otorgado les derechos de traduccién de ninguno de ellos, raz6n por la cual Siglo XXI hizo la Lraduccién integra del texto en francés. (7] PREFACIO La interrogacién secular sobre Ja vida psiquica, caracteristica del pensamiento occidental a partir del Renacimiento, ha sido radical- mente subvertida y modificada en profundidad por la practica freudiana. En lugar de buscar, en Ja intimidad de una conciencia de si entendida como una luz interior, una verdad singular y/o universal del ser pensante y parlante, de sus deseos y su sentir, de su voluntad y sus poderes, esta prictica ha instituido una relacién con cl otro como condicién de acceso posible a aquello que no puede ser revivido ni representado en una simple referencia a si mismo. Relacién con el otro muy diferente, a pesar de Io que se ha podido crecr o escribir, de aquellas que han hecho del hombre, en Occidente, una “bestia de voluntad”, que lejos de dejarse Nevar a la conminacién de decir lo que se sabe y de incorporar el sexo en el discurso, procede de Ja idea de que nadie puede saber qué lo empuja a hablar ni lo que él dird a alguien a quien no conoce y que no esta inveslido a rier de ninguna prerrogativa social particular, exceplo de la obligacién de ese destinatario de escuchar toda lo que se le hace oir. De esta relaci6n puramente verbal que se ve atravesada, a medida que se desarrolla, por poderosos afectos, infinidad de veces se han expueste y discutido sus implicaciones, asi como sus efectos de todo orden, comprobados o supuestos. En este vasto debate han participado no sélo aquellos que practican cl psicoanilisis, sino incluso algunos que se han limitade a realizar la experiencia por si mismos y muchos otros que no la conecen mas que a través de lo que han leido o de lo que han ofdo decir. No dejara de sorprender Ja extensién asi alcanzada por una discusién que no toca una simple practica entre otras, sino que remite a algo fundamental para los seres hablantes: conocer el uso que se puede hacer de su libertad de hablar cuando se ejerce sin otra restriccidn que la que refiere a los limites temporales fijados de antemano, y cuando el unico interlocutor, con frecuencia silencioso, se mantiene fuera del cam- po de realidad al cual se refieren las propuestas que oye y se abstiene de todo juicio sobre este campo, asi como sobre la perti- {9} 16 PREFACIO nencia y el valor de los enunciados que lo evocan y lo invocan de una u otra manera. Tal aprendizaje sobre el alcance de un discurso asociativo siempre improvisado (a pesar de “preparaciones” men- tales eventuales), sostenido por alguien que no se situa en cl plano descrito por los referentes exteriores a la enunciacién, no puede dejar de suscitar, mucho mas alld del medio analitico, numerosas € insistentes interrogantes. Funcién imaginaria ejercida por el desti- natario de ese discurso, proceso transferencial, toma simbélica de las concatenaciones de palabras sobre la vida psiquica de aquel que las pronuncia, descubrimiento de si mismo mediatizado por una escucha que se pretende neutra: estos aspectos esenciales para el andlisis, y otros que no ienen necesariamente menos importan- cia aun si no aparecen con tanta regularidad, corresponden, en efecto, a un trastorno de la autointerrogacién del ser humano, practicada, con éxito diverso, por pensadores y poetas mucho antes de que naciera Freud (quien por lo demas rindié un homenaje constante a algunos de ellos). No obstante, no se podria ignorar que una gran brecha separa objetivamente a quiencs han tenido Ia experiencia del analisis de aquellos que jams han recurrido a él pero que se interesan por diversas razones. Esta brecha ha sido delicadamente salvada en algunas épocas, en jas que ja difusién cultural del “conocimiento del inconsciente” tendia a prevalecer sobre el trabajo de investiga- cién stricto sensu, que se presta mal a las grandes demostraciones publicas. Un didlogo laborioso, nutrido de malentendidos y de seudoconcesiones reciprocas, ha eslado en juego en demasiadas ocasiones (particularmente en Francia, durante fa época de Ja “en- sefanza” de Lacan), como para acreditr Ia idea de que la manera analitica de interrogar al ser humano y su relacién con el lenguaje podia ser objeto de una evaluacién epistemolégica que la integraria mds 0 menos a un Conjunto mayor —a menos de que se trate, por el contrario, de disolver este conjunto, dejindolo correerse en el contacto de la “cosa” freudiana extendida al aampo de Ja cultura. Ya sea que se Ie clasifique razonablemente entre las ciencias y las técnicas, o que se insista en mantenerte la aureola de la peste en un mundo cerrado por el cordén sanitario de la represién, la posicién real del psicoandlisis ha sido finalmente mas ignorada que aclarada por esas estrategias de confrontacién con otras formas de pensa- miento. Colocado de tal manera en ef orden de los discursos teéricos — a los cuales sin duda pertenece-, el psicoanilisis ha sido PREFACIO 1] valorado de tal forma que Ia irreducubilidad de-su experiencia propia se ha vuelto sobre todo materia de alusién y pretexto para una deriva lenguajera que evoca de lejos los procesos inconscientes. De hecho, esta experiencia, que tantas veces se ha argumentado y comentado, ha sido con frecuencia menos reflexianada y discutida por sf misma que servido para apoyar globalmente —y a veces de mancra abusiva— opiniones de alcance general que sdlo sosticnen relaciones lejanas con el proceso analitico y sus efectos. ; Semejante utilizacién del discurso autorizado del andlisis, por frecuente que sea, no es sin embargo ineludible. Ha sido caracte- ristica de una fase de expansién que pertenece al pasado, en cl que un amplio pdblico esperaba de los herederos de Freud respuestas universales a preguntas que cada quien porta en si de manera singular —pere buscando oscura y precisamente borrar Ia singula- ridad. No es sorprendente que tal expectativa se haya visto decep- cionada. Los discursos ex cathedre sobre el inconsciente no pueden ejercer, no importa lo que se haya dicho, el oficio casi religioso de una palabra mitica, reveladora del enigma de la vida y el sentido de su destino. Ninguna formacion tedérica puede, tampoco, dispensar de andlisis al individuo que siente la necesidad de hacer escuchar aun otro el rumor de sus conflictos internos y Ja Ilacerante interro- gacién que ha surgide sobre su propio ser. Desde que estas dos imposibilidades se han hecho evidentes —no Io eran en Francia, al menos para la mayoria de Jos interesados, en el apogeo del lacanis- mo-—, se ha debilitado cierta intelectualizacién de la relacién con el inconsciente, y cada vez es mas reconocida la necesidad de volver a la experiencia y jamas perderla de vista. Esta necesidad no significa, en resumen, que lo que se Hama Ja clinica deba tomar salvajemente la delantera sobre [a reelaboracién de los conceptos, sino mas bien que no puede reflexionarse sobre la primera sin que sirva, de manera regular, de motivo a la segunda—aun si esto debe ser algunas veces de forma muy indirecta—, y si, a la inversa, ésta sélo se desarrolla en funcién de aquélla y de las exigencias de interpretacién a que ella conlleva. Si el psicoandlisis representa una modificacién radical ¢ irre- versible de la interrogacién moderna sobre la vida psiquica, segu- ramente no es por ser “doctrina freudiana” que viene a ocupar un sitio al lado de un ndmero considerable de filosofias del alma o de la subjetividad; al contrario, por ser el psicoanilisis practica, indiso- ciablemente clinica y teérica, continuamente cambiada por la rela- 12 PREFACIO cién con el otro singular, se codeterminan el suspenso de toda accion real y el acto de la transferencia en el lenguaje, y mas alld incluso de las significaciones que éste permite comunicar. Resulta que la principal pregunta que se puede plantear hoy en dia sobre lo que ha sido esta prictica —de acuerdo con la acepcién amplia pero precisa que acabo de utilizar— no es otra que fa de la conve- niencia de las representaciones que se pueden proponer, a partir de la vida psiquica, a la ensefanza que nos viene de esta experiencia (entendiendo que est Ultima nunca es primitiva ni prediscursiva, que varia también de lugar de un anilisis a otro, siguiendo siempre un mismo protocolo y ciertos ejes idénticos de desarrollo). Ahora bien, a pesar de Ja simplicidad relativa de tal pregunta, todo lector cuidadoso de los trabajos contemporaneos no puede dejar de sentir dudas en cuanto a la posibilidad de responder produciendo nume- rosos ejemplos. En otros términos, los ejemplos sin duda existen, pero son raros. La mayor parte de los escritos que comentan el andlisis se sitdan a uno y otro lado del punto de equilibrio que designa ta idea de conveniencia de los conceptos a la experiencia. Es decir que con mucha frecuencia se asiste a una evasién del campo de reflexién abierto desde los trabajos de Freud, en benefi- cio de discursos que se refieren de manera global y que se presentan ante los dems como ensayos libremente inspirados por el método analitico; a la inversa, se ve desplegar una elocuencia clinica fluida y profusa, que se disipa adm mas cuando le faltan los componentes conceptuales aptos para proponerle una problematica. En este panorama intelectual contemporineo, en el que la exigencia de pensar la experiencia se hace mds necesaria sin por esto ejercerla con mayor frecuencia, Jas obras que lopran satisfacer- la cobran un relieve particular. Tal es el caso de Ja que ha edificado Piera Aulagnier en el transcurso de un cuarto de siglo de un trabajo que perfila a una de las figuras mds notables del pensamiento analitico. A decir verdad, no hay otro autor que ilustre mejor en nuestros dias lo que significa esta altima expresién mas alla de su significacién convencional, es decir, el doble movimiento por el cual el andlisis se constituye él mismo como modo de pensamiento original, mientras que, a cambio, la concepcién tedrica se sirve de los contenidos y de los efectos del proceso analitico. Se sabe bien, y se ha dicho con frecuencia, que hay una manera de pensar propia de esta practica, y que es bastante diferente de lo que denota el término “razonamiento”. A través de la regia funda- PREFACIO 13 mental, el analizante es tacitamente invitado a des-razonar, a no someter su discurso solamente a los cdnones del entendimiento; y cuando el analista escucha e interpreta, no se apega tampoce auna disciplina de inteleccién que resultaria esterilizante, Pero se resume bastante mal lo que hace positivamente el pensamiento en anilisis cuando uno se limita con oponer al razonamiento ia “libre asocia- cién”. Primero porque el cjercicio asociative no rompe todas las cadenas del entendimiento: trae consigo, por un procedimiento de comparaciones, un nimero apreciable de inferencias, subsuncio- nes, operaciones de inclusién y exclusién, imputaciones causales. Segundo, porque los grupos de representaciones decibles, entre las que se hacen las asociaciones propiamente dichas, estan atravesa- dos y como obsesionados por imagenes o por figuractones mas elementales, muchas de las cuales son indecibles y responden a irrupciones pulsionales que desempejian un papel de bastante . impeortancia en las rupturas de transicién. El pensamiente analitico no se reduce asi a conexiones de ideas lineales, tal como.las describian en el pasado los psicélogos asociacionistas. Mas bien pone en comunicacién lo “alto” y lo “bajo”, el centro y la periferia, lo formulable y lo informulado. Su trabajo esencial es la invencién de lo heterogéneo, por un desplazamiento incesante de las referen- cias (que no estan ausentes) y por la instigacién de los afectos que orientan y desorientan el discurso. Ahora bien, es de esta “hetero- geneidad” de Ja que intenta asirse la funcién teérica. Para ella no se trata de dejar escapar ese objeto incongruente racionalizando el proceso ni intentar reproducirlo de manera mimética, fiandose de una segunda inspiracién “asociativa”. Este doble escollo es el que ha logrado evitar P. Aulagnier, cireunscribiendo lo mas posible él pensamiento que se forma en el andlisis para reflexionar sobre él en otro plano, en el que puedan desarrollarse hipdtesis metapsicolégicas. Pero semejante reflexién no es sencilla. No se da sin tropiezo, vacilacién, aproximaciones sucesivas, autocorreccién. Y cuando por fin se aleanzan formulaciones consistentes, cuando se las puede exponer en un libro —como La violencia de la interpretacién—, no se trata de dejarlas en reposo, esperando que, llegado el caso, otros las retomen por su cuenta, o quedarse en espera para refutarlas, El didlogo incesante con la experiencia requiere, en efecto, la persistencia sin fin del trabajo interpretativo, tanto en las sesiones como fuera de elias; y la teoria, vista desde cierto Angulo, no es mas 14 PREFACIO que esa prolongacién de {a interpretacién fuera de sesién, bajo otras condiciones discursivas. Precisamente el interés de esta obra radica en la repeticién del largo camino de P, Aulagnier —en pri- mera instancia en el periodo anterior asu primer libro, y en seguida en el curso de los diez tiltimoes afios— y en permitir asi al lector seguir Ia evolucién de un debate ejemplar con la practica analitica, sus presuposiciones y consecuencias de todo orden. . Retrospectivamente, parece posible ordenar esc debate en torneo a algunos problemas fundamentales que no han cesado, mientras se planteaban, de superponerse mutuamente en el Gempo y de remitir unos a otros imagenes diferentes de Ja interrogacién genc- ral-sobre la psique. En primer lugar aparece el problema de la puesta en practica del andlisis, que comprende a su vez cucstiones “€ticas” y “técnicas”. Releyende los textos que se sithan alrededor de la escisién de la Escuela Freudiana —la ruptura de los fundado- res del cuarto grupo con Lacan— es posible darse cuenta amplia- mente de la interdependencia de estas cuestiones. En 1969 a revista L'Inconscient publicaba su ultimo nimero bajo el titulo, evocador a mas no poder, de “Enseignement de la psychanalyse?” [“;Ensefan- za del psicodnalisis?”). P. Aulagnier consignaba reflexiones que desplazaban la interrogacién: “;Cémo —preguntaba— puede uno ‘no ser persa?”, lo que queria decir gcémo puede uno no seranalista —freudiano o lacaniano— cuando se cvoluciona en esas regiones del pensamiento en que se manticnen los discursos psiquidtricos, filos6ficos, sociolégicos? Pero la pregunta pronto s¢ volvia gcGmo puede uno ser (atin) “persa”? ; Era, como se dice, una época agitada. Bendita para unos, maldita para otros, indiferente para ninguno. A una de las multi ples consignas de mayo (“Amalizados, \de piel”) habia respondido la imperturbable progresién de la demanda de anidlisis. . . iba a decir su recrudecimiento. El trabajo que se acaba de evocar hacia ante todo esta comprobacién: “La extensién del campo del psicoandlisis, el ndmero creciente de sus adeptos, el hecho de que tiende a con- vertirse en la ideologia de nuestra cultura, con la recuperacién que ello implica...” ;No se hacia dificil trazar la linea de separacién entre analistas y no analistas freudo-lacanianos? Se puede sonreir, menos de veinte afios después, del cardcter revaluado de esta confirmacién y de fa cuestién adjunta a ella. eQuién podria ver en el presente, en el psicoanilisis, la ideologia aunque fuese virtual— de nuestra cultura? Por el contrario, enterradores impacientes nos PREFACTO 15 anuncian su desaparicién prdéxima: el discurso de Ja represién ha encontrado su vigor de antafio. Aunque no se le dé ninguna importancia objetiva a tales sentencias, éstas comparten con fend- mengs menos superficiales una funcién sintomatica que no esta exenta de interés. «Cémo se ha podido, en tan poco tiempo, dejar de sentir la inquietud de no ser persa? Sea lo que fuera, no se le podria negar a P. Aulagnier el mérito de haber sido Ja primera en denunciar en detalle las trampas, no de la “recuperacién” -término que hace historia— sino de la difusién de un saber que, por una astucia superior, se veia‘a si mismo acusado de engajio por la mirada de la verdad del enunciante. En efecto, no era suficiente con decir, como los “nostilgicos de los guetos”: el psicoanalisis no puede expatriarse, cultivemos nuestra competencia. Ademias de ver que la empresa de seduccién debia extenderse necesariamente mas all4 de las fronteras del pequefho mundo analitico, puesto que pretendia darle a ese pequeno mundo un Gran Maestro; expresada asi, esta empresa no podija desembocar sino en una desnaturaliza- cién det proyecto frendiano del cual se habia posesionado. Con el texto que abria el primer mimero de Topique —un articulo sobre “Sociedad de psicoandlisis y psicoanalistas de sociedad”-, la directora de la nueva revista marcaba la contimuacién de una reflexién critica que la habia Ilevado, con otros discipulos de Lacan, de entre los mas conocidos, a dejar esa escuela, en Ia que se acaba- ba de instituir la didactica o “psicoanalisis puro” como ditimo manda- to. La restauracién de una jerarquia de valores, que afectaba ya no solamente el tango del analista sino el acto analitico mismo, deserm- bocaba en-contradicciones insostenibles. @Cémo sostener todavia, después de tal “propasicidn”, el deseo del analista (o el deseo de analisis) como el ultimo refugio de un “resto” sustraido precisamen- te al trabajo analitico?-z¥ como asegurar los fundamentos de tal jerarquizacién, cuandg la “teoria de lo didactico” no existia y estaba, por el contrario, destinada ajustificar aprés coup* las preferencias dei Maestro? :Se podia por fin pensar conjuntamente la critica al * Este término puede ser traducido de diversas maneras, a saber a posteriori, clecto retroactivo, retroactividad, cfecto a desticmpo, sin que ninguno de clos dé cucnta cabal tante de la significacton del voeable francés, asi como del vacablo aleman nachtrdgtick. Hemos preferide dejar en todo el libro la expresién en el original y remitir al lector al ensayo de Laplanche y Pontalis cn Diccionario de psicoandlists, Barcclona, Labor, 1971. [T-] 16 PREFACIO: titulo de didacta* expedido por las otras sociedades y lainvestidura ofrecida a los “analistas de la escuela”, en oposictén a aquellos que “m4s modestamente” debian contentarse con “probarse como analistas” ocupandose del campo clinico abandonado por los pri- meros? Al denunciar el grave error que implicaba distinguir al analista puro del analista-practicante, P. Aulagnier apuntaba bien esa respuesta dada por Lacan a una “sociedad de demanda” que amenazaba con la extraterritorialidad de aquellos a quienes ella se dirigia de manera siempre mds amplia. Pues la nueva institucién propuesta no era mds que una respuesta social, si no socioeconé- mica: hacer pagar por modestos practicantes la contrapartida exi- gida por la sociedad por su reconocimiento de lo bien fundado del acto analitico y de su utilidad. Tal era la Iégica de una organizacién que armonizaba con lo que otro ex discipulo de Lacan ha Ilamado mas reciente (y mas crudamente) “la produccién cultural mas gratuita y el funcionamiento de un mercado”. Lo que resalta con claridad en estos textes, surgidos en un tiempo de crisis, es que cl problema de Ia puesta en prictica del anilisis se presenta bajo aspectos éticos y técnicos (en el sentido amplio de este adjetivo) estrechamente ligados. Pero seria un error creer que sélo una crisis (aunque esté precedida por un movimiento politico) haya estado en el origen de tales preocupaciones. La que temia, en esa época, que el didacta se transformara en adoctrina- dor, reflexionaba ya desde hacia un cierto dempo sobre ese “deseo de un saber sobre el deseo” que le habia aparecidy “en el corazén mismo de la relacién del sujeto con el conocimiento", Semejante reflexi6n no podia m4s que desembocar en una pregunta sobre Ja eleccién de esa extrafia vocaciém que se Tama psicoandlisis: :cudl es el deseo de saber de aquel que se quiere analista?, y sde qué saber sobre el deseo quicre ser garante? Esa es pregunta abierta al final de un articulo que se reconoce deudor de la ensenanza de Lacan e incluido en el primer nimero de L'Inconscient, que tenia por tema la wansgresién. . . Fue sin embargo después de la escisién de 1969 cuando la preocupacién de la practica y de lo que hay derechoa esperar cobré toda su importancia en el pensamiento expresado por P_ Aulagnier. Liberada de la fideltdad al discurso lacaniano, se interrogé explici- tamente acerca de la responsabilidad solitaria del analista frente al * Vease p. 55. PREFACIO 7 término de una cura. De manera correlativa, la cuestién de la realidad pudo ser considerada con una autenticidad que las reflc- xiones ulteriores no debian desmentirjamas, pero de la que carecen dolorosamente muchos otros autores. Si en efecto le est permitido al analista, en la sesién, poner la realidad entre paréntesis, se puede leer, en el texto de una conferencia de 1970 sobre Jas “Construc- ciones”: “a partir del momento en que esta realidad que es la sociedad no ponga mas entre paréntesis el discurso psicoanalitico, resultara una inclusién cuyas repercusiones en nuestra propia técnica hay que analizar”. Eco directo de las consideraciones pre-. cedentes sobre la sociedad de demanda y sobre [a extraterritoriali- dad que se pretende preservar respondiendo a tal demanda, este sefialamiento que confina al ingenio va de hecho mucho mas lejos que la simple declaracién de intencién con que concluye. sNo es en efecto una constniccién bastante curiosa de la realidad psiquica esa que la trata come una pura esencia espiriiual sede de un enigmatico deseo del otro, ignorando todas sus ataduras con el mundo que Ja ha visto nacer? ;¥ como fingir que no hay ninguna relacién entre las implicaciones reales de la demanda inicial de andlisis y el curso de ésta? Ese mismo texto sobre las “Gonstrucciones” trala por la demas del proyecto del analista en términos que miden la distancia que separa esle proyecto, tal como aparece entre muchos contempora- neos (principal pero no exclusivamente entre los émulos de Lacan), del que tenia el fundador del psicoanalisis. Al inicio se nos propone un resumen aforistico de “la moral de las historias analiticas que se escriben en nuestros dias”: a saber, “silencio y extensién de tiempo valen mas que construccién y rememoracién”. Con esta parodia de “moral” se expresa de hecho una perplejidad ante Ja evolucién de la técnica analitica a la que se podia asistir en la época, y cuyo sentido no ha side invertido desde entonces. Y es un hecho que relegando a un segundo plano, si no es que al olvido, el paradigma anamnésico de la cura defendido por Freud a pesar de todos los obstaculos, los contempordnecs no han logrado en absoluto susti- tuirlo por otro paradigma coherente ni hacer mds aceptables (en el sentido teérico de la palabra) los efectos del silencio y de la extensién de tiempo. Ahora bien, esta evolucién, sobre la cual no se ha reflexionado seriamente, tiene un doble y estrecho lazo con la cuestién de la realidad, evocada hace un momento, y [a del saber mitico sobre el 18 PREFACIO inconsciente de Ja que el candidato al andlisis se ha apropiade en la estela cultural del freudismo. Si es cierto, como escribe Picra Aulagnier, que es al deseo de saber y al deseo de curar en conjunto que debemos el nacimiento del psicoanilisis, asi como su difusién mas alla de la obrm genial de un solo hombre, resulta que la “armadura neurética”, tal como Ia ha dejado reconstituirse esta misma conquista simbélica de la psique, se ha vuelto mas sutil y mas sabia, lo que no quiere decir menos pesada de Hevar. Que semejante armadura sea particularmente dificil de desmantelar es lo que aparece cuando se ve al “analizando” adherirse a la teoria de los procesos inconscientes y servirse de una autointerpretacién que tiende a reducir, si no es que a disfrazar, la singularidad de sus sintomas bajo leyes generales de funcionamiento que conoce y que anteponeé tan pronto como la situacién analitica le da oportunidad de hacerlo, Pero lo que no resulta menos significative de un cierto malestar contemporinco es e} discurso producido en el campo social, paralelamente a aquel que inspira al individuo su nueva armadura neurética utilizando una parte de los enunciados anali- ticos. Ese discurso sugiere que la culuura se ha liberado del yugo de la represi6n puesto que la ha denunciado por una buena vez, y se empena al mismo tiempo en denegar una pulsién de muerte cuyos efectos se quisieran conjurar. Por otra parte, :es una casualidad que de todos los conceptos fundamentales del freudismo este dltimo siga siendo el mas discutido entre los analistas? De hecho, fa dificuliad de Ja practica analitica y la puesta en practica cultural del proceso de defensa contra lo inconsciente van de la mano. Al querer ignorar Ja realidad en Ia que se establece esta comunicacién profunda, al ponerla resueltamente “entre paréntesis”, se corre el gran riesgo de no darse cuenta, para retomar Jos términos de la conclusién de un articulo posterior, de que a su lado se encarcela al pstcoandlisis mismo. Un rasgo notable recosre todas estas contribuciones a la teoria de Ja ética y de la técnica: una constanLe lucidez. Para aquellos que desde hace mucho escuchan a P, Aulagnier, como para sus lectores mas atentos, este rasgo es evidente y esencial en su estilo. Pero cuando se trata de la prdctica, no se puede dejar de subrayar la fuerza y la utilidad. Ese discurso riguroso, que en los afios de expansién ha ido con frecuencia contra la corriente de una cierta mistica del andlisis no exento de una irresponsable euforia, no duda en plantear las incertidumbres o las debilidades de un proyecto de PREFACIO 19 verdad que no deja por ello mismo de defender, mas eficazmente, como ninguna apologia lo ha hecho jamds. Que se consideren puntos “clementales” como los que estan en juego en las entrevistas preliminares, el respeto del tiempo de la sesidn dedicado al pacien- te, el riesgo de desinvestidura y de aburrimiento, Ia aptitud del analista para sostener la atencién (y no solamente para mantenerla uniforme} o aun el uso que puede hacerse de un cierto tipo delirante de interpretacién transferencial: no hay uno solo de esos puntos (en particular en el articulo scbre tempo de palabra y tiempo de escucha) cuyo abordaje no exprese esa idea preconcebi- da de lucidez caracteristica de una forma de ser analista menos difundida de lo que es legitimo desear. La segunda problematica que conviene considerar después de Ja de la puesta en marcha del analisis estA resumida aqui por Ia secuencia: deseo, demanda, sufrimiento. Diversos hites se han planteado en el uanscurse de una quincena de afios (1967-1982) en el marco de esta interrogacién de conjunto. La mayoria de ellos se encuentra cn la segunda parte de la presente obra. Los Jazos entre la demanda —particularmente la dirigida al analista—, el deseo sexual, ¢] deseo de saber, el deseo de curar o de cambiar, y las multiples formas del sufrimiento, son sin duda variados y comple- jos. Es a través de ellos como mejor se puede representar la evolucién que ha [Mlevado de un acercamiento auin lacaniano a una concepcién original del poder-pensar y de la necesidad de investir que Je es atribuida. Desde el inicio, a decir verdad, se acude a una sorda lucha de influencias entre las referencias capitales al desco del Otro, a la idenuficacién especular, a la castracién simbédlica, en el Nombre del Padre, por una parte; y por otra parte a una produccidn conceptual diferente que se abre camino a través de Ia red de estos referentes debidamente convocados. Por ejemplo, sobre la identi- ficacién primaria, un texto de 1968 comicnza con una parafrasis de la férmula lacaniana: “el falo desea y el sujeto demanda”. En esta férmula se ve “preceptuar” una suerte de leyenda: “Ia madre desea y el infans demanda”. Desde esta época se expresa asi la idea de que toda manifestacién de vida del ser que no sabe auin hablar (tritese de gritos de gozo o de signos de sufrimicnto) es interpretada por la madre como Hamado o mensaje destinado a ella, “ y esta interpretacién, a su vez, es forjada con [as armas de su propio deseo”, Si entonces la madre desea que el infens demande, éste

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