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CAPITULO XI COMO MANDO EL REY LISUARTE GUARDAR FL CASTILLO y. PULTAR LOS MUERTOS, CADA UNO SEGUN SU MERECIMIENTE Pues estando assi el rey como oido avéis, mand6 dar la espada, que era la mejor que en aquel tiempo e mundo fallarse podta, y que le buscasen la baina deligs dixoal maestro: q —Buen amigo, pues que este castillo es des[p]ac! ‘como veis, raz6n serd que en él se ponga recaudo:*" yg para esse cavallero que por su gran bondad lo gané. ¥ tanto fazed enterrar essos cavalleros muertos; que a mi forgado me seré estar aqui algunos dias, porque aunque ‘me quisiese no tengo guia para elo, y si alpuna* de los de {a tierra fallarse pudiese, no es razén que della me fiase, El maesiro fizo lo que el rey mando, que tomé consi sus hombres y se fue a la entrada de la montaia, y fizolos sacar fuera y desarmar para que los enterrasen. Y com desarmados fueron, conacié luego al de las armas ver que era Arcaléus el Encantador. Que parece ser que como Arcabona, su hermana, se vino a sus castillos cuando nueva le llegé que era preso, y le fall6 suelto, como se vo ha dicho, y partiendo ella de ali Ilev6 al rey Lisuarte p 80, Arcaldus desto no supo cosa ninguna; pero como 0} se ponga recaudo: se asegure, se guarde © alguna: alguna guia, 186 SERGAS DE ESPLANDIAN 187 jynueva de ser el dicho rey perdido, que ni muerto ni bi- yo se fallava, luego sospeché que, segiin las artes de su ermana y la gran enemistad que con él tenfa, que ella por \guna guisa de engaiio lo avia enartado, y sin més tardar “mand6 fazer aquellas armas y se metié por la mar en una fusta por saber la verdad deila, y lego a la Montana De- dida cinco dias antes que el Cavallero Negro. Y supo _de su hermana Arcabona en gran secreto c6mo tenia al ‘ey Lisuarte, de que Arcalaus fue muy ledoa maravilla en se ver fuera de la prisiGn de su gran enemigo, Amadis, y tener preso al otro su mayor enemigo, aquel rey. Pero co- mo en este mundo ninguno sabe en qué esté su fortuna, ‘mala ni buena, alli donde a su parecer pensava estar mas libre y bienaventurado con aquella nueva, alli {ovo]® de perder la vida que con tanios trabajos fasta entonces avia defendido. Pues conociéndola el maestro, se maravillé, y apenas lo podia creer que él fuesse, segiin el poco tiempo que era assado de cuando de la jaula de fierro saliera y la distan- cia del camino desde su tierra fasta aquella. E fuelo a de- tir al rey, c6mo el uno de los dos cavalleros que en la ‘queva muertos estavan era Arcaléus el Encantador. El rey ledixo: —1Cémo puede ser eso, que Amadis Io tenia en la Insola Firme con voluntad de lo nunea sacar de la jaula de fierro? El maestro le conté el engaiio por que fue suelto. El rey ledixo: —Veis aqui, maestro, cémo, si Dios no, otro ninguno puede saber cual es lo mejor de las mundanales cosas. Fa- zelde enterrar en la tierra fria, que su Anima, porraz6n, se- gin sus obras, en lo més caliente estara. E al gigante Matroco, pues que murid cristiano, ponelde de forma que se pueda levar a algin lugar sagrado. ® ove Sel/2:om. To, R, Bul. 188 CARCI RODRIGUEZ DE MONTALY@ Esto se cumplié después que a tiempo fue queef Hero Negro, siendo sefior de gran parte de aquella ti Persia, mandé fazer un monesterio en aquella donde estuvo,”' y fizo poner al jayén en él en una: sepultura con la historia de su batalla y como se assi como el libro adelante lo contara, 8 después que a tiempo fue: cuando llegs el tiempo. °* Tambien Amadis, en AmG Il, terio a partir de un eremitorio en la 65, pp. 915-916, fund un Pobre. CAPITULO XII {0 EL MAESTRO HELISABAD FUE A VISITAR AL CAVALLERO :GRO A LA HERMITA DONDE ESTAVA; AL. CUAL. FAZIENDO SA- sFR LA EMBAXADA QUE POR GRASINDA AL MARQUES EN COs- jANTINOPLA LEVARA, LE RECUENTA LAS COSAS QUE DEL Y DE OTROS CON EL EMPER[A]DOR Y CON LA PRINCESA LEONORINA. Y LA REINA MENORESA AVIA PLATICADO. Después que los gigantes y cavalleros fueron enterrados ‘como avéis oido, pregunt6 el rey Lisuarte qué se fizieron ‘Jos hombres*? del gigante Matroco, que en la mar en las fustas estavan. E dixéronle cémo, cuando Arcabona se ech6 de la finiestra, la avian tomado y se habian ido todos ‘con ella. Entonces el rey demandé que le diessen de co- Y assi se hizo, aunque no tan bien guisado como era ‘menester por la rebuelta que avian traido; y desque comid, ‘ostése en su lecho por dormir, que bien le fazia menes- ‘er,* y mandé que no le despertassen, que se sentia cansa- ‘do. Como el maestro Helisabad assi lo vio pensé que seria iempo de ir a ver al Cavallero Negro, como ge lo rogara. E ‘dexando a Libeo, su sobrino, con la otra compafia que -guardasen el castillo y al rey, salié Jo mas encubierto que pudo y decendi6 por el escalera de la peiia, E passando la ‘puente vio luego la senda que guiava por el llano, y fue por 2 qué sefiieron los hombres: qué se habia hecho de los hombres, fe fazia menesier: como “lo avia m.”, lo necesita, 189 190 GARCI RODRIGUEZ DE MONTALVO ella al passo que pudo fasta que torné a la orilla de la mg y poralli se fue y leg donde la senda se apariava por tre las matas, las cuales fall6 tan espessas que dude d lias salir pod parte que perdido no fuesse; y mach vezes con este temor estuvo para se bolver, mas la gran dicia de ver aquel que tanto desseava le fizo poner ene dudar cualquiera aventura que le pudiesse venir, Perg anduvo mucho que vido la hermita,2* que por las s que el Cavallero Negro le dio conocid ser essa, y I ella bien cansado, como aquel que la edad y sing ey acostumbrado de andar a pie le dieron causa de mayer na; yhallé al buen hombre y al mudo a la puerta, y eal los, y ellos a él, y preguntdles dé estava el cavallero, buen hombre lo quisiera encubrir, que no sabia si le ha enojo; mas el mudo, que conocié al maestro, le hizo contra la pequefia camara Cuando el maestro esto vio fuese a ella, en la eval trando hall6 al cavallero echado en su lecho. Y come vie al ‘maestro, levantse sobre los bragos con gran trabajo, po le fablar; mas é fine6 los inojos ante la cama y quisole be, sat las manos, el cvaleo le abrag6 con mucho plaza que con él ovo, y asso tuvo una pieg granting) 1uvo una pieca, y fizole asentar eae —Mi buen amigo, qué ventura vos truxo i tan desviada de la Insola Firme, donde con mi padie gue, dastes? Que de mi no vos devéis maravillar; que segin que se ha dicho yo no nasei para ningtin reposo.* El maestro le dixo: —Mi sefior, después que fuestes cavallero y la gran fus ta de la Serpiente vos Ilevé por la mar cuando con aquel dulce son las trompetas nos fizieron caer adormidos, lue- 9 noanduvo mucho que: 3. no aro mucho que: 0 anduvo tmucho sin que, no tardé muchoen fon Utgtdl abiaprometio el exit nice “grandes tempestadeny fortunas”, “grandes afrenias y trabajos” y “toda alliccién y gran cuidedo [amoroso]”, rematando: “assi andar por langos dias sin ningtn re aver” (mG IV, €. 126, pp. 1652-1653). SERGAS DE ESPLANDIAN 191 al tercero dia se partieron de la Insola Firme el rey don Bruneo y don Cuadragante y todos los otros cavalleros, salvo los que con Amadis quedaron. E Grasinda, mi sefio- fa.me mandé que me fuesse a su tierra, y cuando oviesse ‘ns hazienda puesto cobro. algunas cosas me passasse a Costantinopla al marqués Saluder, su hermano, y le hi- esse saber como ella se iva con mucha honra casada con quel cavallero de tan alto linage al gran sefiorfo de San- suefia, donde ya eran sefiores, e assimesmo le contasse to- das las ofras cosas que acaecido avian después que él de la {asula Firme avia partido: y por saber del qué tal avia lle- gado. Assi que yo llegué con esta embaxada a Costantino play recaudé mi demanda como Ja llevava con el marqués, yvial emperador, que benignamente me recibié y quiso ofr todas las cosas que sucedieron después que su sobrino Gasliles alli avia llegado,* las cuales yo le conté assi como passaron, en que gran piega me detuvieron, como aquel ‘que mucho amava a vuestro padre. E queriéndome del to- do despedir fue llamado por parte de la hermosa Leonori- ‘na, st fija, aquella que oy vence en fermosura y apostura a todas las donzellas del mundo. E cuando antella llegué, y ante la reina Menoresa y otras donzellas de alta guisa, pre~ guntome con mucha aficién por el Cavallero de la Verde Espada, diziéndome que, aunque avia sabido que agora se llamava Amadis de Gaula, que ella no le llamaria sino por aquel mismo nombre que se Ilamava al tiempo que la pro- essa le hizo de la tornar a ver, o embiar tal cavallero que 5® Cuadragante, tras casar con Grasinda, obtiene de Amadis el dere- ‘cho a conquistar Sansuefa, Jo que logra con ayuda de Agrajes, Angriote *y otros assaz cavalleros de gran cuenta” (ArmG TV, c. 152, pp. 1737. 1759). Gastles, al mando de los aliaios griegos de Amadis en Ia guerra con Lisuarte y los romanos, vuelve a Constantinola en IV, c. 126, pp. 1639-1640; de ahi que desconozea la libertad de Arcalaus, a desapari cin de Lisuartey la concentracién de caballeros en la Insula Firme para la qudie que, ras la investidura de Esplandin, se suspend por orden de Unganda en IV.c. 153. 192 GARCI RODRIGUEZ DE MONTALVo SERGAS DE ESPLANDIAN 193 en su lugar la sirviese.” Yo le conté otras much; las que aca avian passado en la {nsola Firme oa sabian ni avia noticia dellas, le dixe cOmo el rey Lise fue perdido, que dél ningunas nuevas se sabian; e sobre esta prisién Urganda la Desconocida vos fizo a valleto, y la forma que en ello se tuvo; y cmo vuestrg dre vos mandé que cumpliésedes la promesa que le fie la sirvigsedes en todo lo que vos mandase: y cémo cong dulce son de las trompetas fuemnos todos adormides aguisa que no supimos de vos ni de los noveles, ni qué ge ola gran fusta de la Serpiente. Assi que ninguna coca sy d6 que saber no le fiziesse. E digos™ que ella lo ofa ¢ con la mayor aficién que ser podia. E dixome: ‘Mi prin Gastiles, entre las otras cosas quie me conté de las uses essa parte acaescieron, me fablé dese donzel que dere su gran fermosura, de las grandes cosas que dél he deh essa Urganda, que alla por tan gran sabicora tienen oa unas letras muy estrafias con que nascio. E ruégovos, ma estro, que me digdis lo que dél sabéis, porque la gran afi ciGn quel emperador, mi seftor, y todos tenemos a su padre, nos haze dessear saber las cosas que dél dependen’ Entonces le conté por estenso toda vuestra criangad qué forma fue, y como el rey Lisuarte vos hallo en I fle resta com la leona, yla carta que Urganda le escrivio de grandes ‘cosas que vos avian acaecido, assi como lo sup después que en la Gran Bretafia estuve. Y dixele mas ob mocnla carta dezia que en la diestra parte traiades el n bre vuestro y en la siniestea el de vuestra amiga; y ls let de vuestro nombre eran blancas, que muy sin pena leian, y las otras coloradas, tan ardientes al paresver que era maravilla, las cuales de persona ninguna fasta entom ces pudieron ser leidas ni entendidas, ni lo serdn salvo de ‘quella ‘que por su gran fermosura le ganaré y cativaré su ‘coragon’.° "Bila me dixo: ‘Maestro, si las letras coloradas no se pue- den leer, ni persona alguna las sabe entender, ni por esso se podré encubrir quign es essa su amiga, que desde su na- cimiento consigo sobre el coragén trac’. E yo le dixe que ‘yuestra edad atin no havia sido para que, de libre, subjeta sefiziesse, pero queal pensamiento de todos, segain el gran Jinage y muy gran estado que esperavades y las grandes co- sas por que avéis de passar sobre cuantos cavallleros en el mundo son, que no podiades ser amado ni querido sino de aquella que en grandeza y fermosura sobrase a todas las de su tiempo. Ella dixo: ‘Maestro, ciertamente, si el cavallero es tal como vos dezis, tal deve ser essa que por sefiora y por ami- ‘go ha de tener, porque segim sn valor sea empleado como Jomeresce. E pues que su padre le mand6 que me viniesse aservir, mucho vos ruego, maestro, que, si lo vierdes, ‘que de mi parte le digdis que lo haga, porque quiero ver si sus obras son tales que las del padre con raz6n escusar puedan’. Yo le dixe: ‘Mi sefiora, su partida de la fnsola Firme fue tan estraia, como dicho tengo, que por esto no sabré yo

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