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ee EL BARCO DE VAPOR Cecilia Pisos ee at omel ome grace llustraciones de Viviana Garofoli c-) Ministerio de J Presidencia de la Nacion | Direecién editorial: Silvia Jauregui Coleccién ditigida por Susana Aime Tlustraciones: Viviana Garofoli © Cecilia Pisos, 2004 @ Ediciones SM, 2004 ‘Ay.Callao 410, 2” piso C1022AAR Ciudad de Buenos Aires Primera edicién: junio de 2004 Primera reimpresion: octubre de 2004 Sequnde reimpresién: abril de 2006 Tercera reimpresion: abril de 2007 enero de 2008 Quinta reimpresion: octubre de 2009 Guava reimpresi Sexta reimpresion:enero de 2011 Séprivaa reimpresionzabsti de 2012 ISBN 978-987-1098-37-8 Hecho el depésito que establece fa ley 11.723 Impreso on la Argentina / Printed in Argentina No esti permitida la reproduccién Pisos, Cecilia total o parcial de este libro, ni su tratamiento informatico, ni la Biliciones SM,2012. 80 p. sil. 19x12 em.- (FI Barco de Vapor. Saul; 2) Gansinision de ninguna forma o por cualquier otro medio, ya sea clectrénico, mecinico, por foroco- pia, por registro u ocros medios,sin el permiso previo y por escrito de los titulares del eypirgphe ISBN 978-987-1098-37-8 L. Literatura Infantil y Javenil Argencin 1. Titulo CDD 863.928 2 El réde la princesu- I* ed. 4 reimp Buenos Aires: a EL BARCO tue Cecilia Pisos El té de la princesa llustraciones de Viviana Garofoli DE VAPOR 1 Tacos o chancletas? —jPalacio! jA ver, los que bajan en esta parada! —gritd el conductor. “Qué absurdo!”, pensé la princesa Sofi. “Si yo soy la Gnica que viaja en la carroza escolar.” Igual de ridiculo que el recreo, al que casi no le daban ganas de salir. ;Para qué? ;Para jugar sola a la mancha? ;Para convidarse las miguitas de su alfajor? Si, a veces, ni al bafio iba Sofi, en sus aburridas mafianas de la es- cuela. Un bafio precioso, de inodoro con co- ronita, limpio como la nieve, pero absoluta- mente solitario. —jSu casa, princesa! —insisti6 el sefior de la Carroza. Sofi bajo despacio, pensativa, y empez6 a caminar por la veredita de la muralla que se- paraba su palacio del castillo del reino vecino. ; Una fila de guardias marchaba al — ‘costado, como hormigas cuidan- | ay O do una hojita verde y fresca 4 (ella era la hojita en este caso, claro), cuando, al llegar a la torre del fondo, Sofi tiré al piso la mochila y su- WD Wid a las zancadas hasta arriba. Los guardias desesperaron cuando la vieron trepada al ban- derin de los dragones verdes: —jMargaritaaaaa! jMargaritaaaaa! {Que- rés venir a jugar a casaa la tardeee? —gri- t6 a voz. en cuello para patattis de los sol- dados. En dos minutos, y antes de que la prin- cesa Margarita —desde el reino de al lado— pudiera contestar, sus diez nife- tas la tiraron de los brazos hasta sa- carla de la ventana. En esos mismos dos minutos, en el reino de al lado del de al lado, los guardias bajaron a Sofi y se la llevaron pataleando hasta dejarla a los mis- misimos pies del trono. Pero, zde quién eran los pies del trono? jEran los pies de taquito de rubi de su mama, que nunca la retaba? ;O eran las chancletas doradas del rey? Sofi recordaba temerosa que, en ocasion de su dltima travesura, la habian mandado de castigo a lavarles los dientes po- dridos a los viejos cocodrilos del foso... {De quién serian ese dia los mismisimos pies del trono? 2 Noyno Sofi abrié primero un ojo y vio un pie. Mas tranquila, abrié el otro y vio los dos pies de su mama, apoyados en el almohad6n ver- de del trono: se estaba terminando de pintar las ufias, tan concentrada, que no habia nota- do su presencia. Aliviada, la princesa se levanté y se le pu- so al lado, mimosa: —Mama, mama, ;puedo invitar a Marga- rita a jugar a las mufiecas? Voy a preparar todo para tomar el té —suplic6, mientras ti raba del larguisimo vestido de su madre, la reina. ——No, querida; mejor otro dia. Ya sabés que hoy damos un banquete en palacio y tengo que Se re Oe & “es 10 Material de distribucion gratuita CT 26 probar, esteee... es decir, supervisar todos los manjares. —Dale, mami, porfis... —No, no insistas. Sofi se arrodillé: _ —Os lo ruego, Sefiora Madre y Serenisima Excelencia... Pero no hubo caso: —Cuando digo no es no, hijita. Mafiana, cuando el palacio esté libre, sera otro dia. Hoy estoy muy ocupada. Y la reina se puso los zapatos, se pard y se dirigid hacia la real cocina y despensa, dejan- do a la princesa Sofi en medio del enorme saldn. —Me aburro —dijo en voz alta la prince- say se sacé la lengua en los 3.994 espejos de fa sala. Y sin esperar al eco, pateando las alfombras, se fue a su habitaci6n. ofa fF @ -S> wr ® 11 ~~ G&@ CF 7 3 El muy mudo Sin embargo, Sofi igual prepar6 las cosas para la merienda: puso sobre la mesita un man- tel de papel con unas cuantas manchas de té y migas de galletas dibujadas, y sobre él, las tazas y los platos que le habian quedado de sus viejos jueguitos de té. Personalmente se ocupé de amasar, con barro del jardin, una torta de chocolate y la decoré con pétalos de amapola. Por fin, se senté sola a la mesita, suspiran- do enojada y aburrida: ; — Con quién puedo tomar el té? A ver: la murfieca es bebé y se le va a volcar todo. Ade- mas, los bebés toman leche. El oso cs dema- siado grande para sentarse, se me va a caer de costado. Lo mismo la coneja, y no tengo tan- tas tazas para todos los conejitos... jYa sé! Voy 12 é /sentar a Pepo, el sapo ese que me regalé el io Antonio. Y Sofi buscé y sacé del batil de los jugue- ss un descolorido sapo de pafio verde que la aba solo con un ojo. No, no era que se lo uifiaba de picaro, era que se le habia desco- do el otro. —A ver, sapito, jquerés leche en tu té? {Una jasita? {Te lo revuelvo? Pero por mas que Sofi se esforzaba y su voz onaba parecida a la de su mama cuando me- ndaba con las reinas vecinas, el sapo ni mu claro, bueno, no era una vaca, me diran). Y ni croac de gracias decia el muy mudo. Y el quy maleducado. ~— Me aburro —dijo otra vez la princesa y se tiré sobre la cama. En eso se abrié la puerta y asomaron por ella la corona de su madre y el bonete del ha- da madrina de palacio, que habia Hegado a ayudarla con los manjares. —Sofi, bonita, ;donde estas? Ah, ahi te veo. ‘Te quedaste triste, jno? Pero yo te prometo que mafiana invitaremos a la princesa que vos quie- ras, jsi? —la consolé la reina, y se marché. —No pasa un dia sin que me diga que se aburre... —oy6 Sofi que se quejaba su mama. —Es que Sofi es princesa unica —le con- test6 el hada, mientras las dos se alejaban por el pasillo. Sofi, como de costumbre cuando una cosa no le gustaba, se asomé y 16 les sacé la lengua, yy entonces vio que algo se cata del bolso dé estrellas del hada. Corrié a yer qué era. Era su libro de Los encantamientos! —Uia, squé hago? {Se lo devuelvo? {Y si lo jugar... \ Y Sofi se metigrapide en su habitacién con el libraco bajg’el brazo. 17 5 Principe seas ® ~ Una vez en su cuarto, Sofi se dio cuenta de que se trataba de un libro bastante indepen- diente: solito se trep6 a la mesa del té mien- tras las tazas salian flotando por el aire, y des- pués de agitar sus paginas como alas de paloma, se abrié con un golpe seco en la 143, donde decia: Heenizo pars HACER De UN SAPO un pRinerpe & —jJusto lo que necesito! —dijo Sofi ilumi- ada—. Asi puedo invitarlo a tomar el té. Y lo mejor hasta se enamora de mi —levanté upa a Pepo, mientras lefa en voz alta. Sofi cerré los ojos y puso la boca en forma e coraz6n para besar al principe, como ha- ia visto en las peliculas de Blancanieves y enicienta, pero un lengiietazo frio le reco- rid la mejilla. \ Sapo, no saltes, . no des mas saltos: prinetpe seas entre mts bragos. | € @ 6 Té con mosquitos Cuando sintié La cara mojada. Sofi abrié los ojos y pegd un salto, mas alto que el que dio el sapo que se le escapo de los brazos. —jAy, Pepo! Te hiciste de verdad, pero no de principe. Claro, como eras de peluche, te transformaste pero no del todo. Aunque el sapo no le contest6, Sofi le si- guid hablando: ——Bueno, no importa, por lo menos ahora algo te movés... {Querés que te ‘ponga unos mosquitos en el té? —agreg6 resignada. | Sin esperar respuesta, se puso a raspar con una cucharita de plastico el mosquitero de su ventana. Pero antes de que se diera vuelta, oyé el pri- mer destrozo. Chau tiltimas tacitas que le que- daban: el sapo, a los lengiietazos, las habia ti- 20 Material de distribucion gratuita ado al piso. Y habia trepado de un salto a la rana de cristales de colores. —jNo, no, para! |Bajate de ahi, sapo loco! le rogaba Sofi. El sapo no hacia caso y ca- da vez que se movia caian cristales al suelo, eomo si fueran confites. Sofi le tiré a Lupita, su mufeca de trapo, ara ver si lo bajaba. Y si, lo bajé, pero con aia y todo. Entonces, el sapo aproveché que a puerta estaba medio abierta y salié a los sal- tos por el pasillo, con lo que quedaba de la afia como sombrero: clin, clin, clan, clan, clin, clin... 7 Las copas del arco tris Sofi salié disparada detras del sapo porque vio que enfilaba hacia la sala del trono. Y por el otro corredor venian el hada y su mama, trayendo el pesado mantel de las grandes oca- siones para ponerlo en la mesa del comedor. —Bonita, zya no jugs mas? (Saliste a pa- sear un rato? Acordate: podés correr por to- do el palacio, y si te perdés en algiin pasillo, to- ca la primera campanita que veas para que te busquemos. —Si, madre —respondié Sofi, haciéndose la obediente y observando que el sapo se habia acomodado, con arafia y todo, justo debajo del almohad6n del trono. —Estoy exhausta —suspiré la reina—. Me voy a sentar un momento mientras acomo- dan el mantel. 24 —jNooo00, noooo! —le grits Sofi—. |Ve- i, veni a ver la torta de chocolate de barro e hice, mami! —la invité enseguida, para ‘onvencerla. _Y latironeaba hacia la habitaci6n mientras le hacia sefias al sapo para que se fuera de alli. —Bueno, mi amor, después voy para alla. ora tengo que ubicar las copas del agua, las Jel vino, las de la leche, las de la naranjada, las del tecito digestivo y... {Como las pone- mos, hada? ;De mayor a menor o segin los colores del arco iris? Mientras tanto, a los saltos, el sapo volvia a Ja habitacion, sin la arafia, por suerte. Sofi lo siguid y pudo por fin cerrar la puerta y respi- rar con alivio. 8 Un hormiguero de elefantes? —jFiuuu. ..! Estuvo cerca, sapo malo —lo ret6 la princesa. En eso vio que el libro se movia solo otra vez, como si un viento magico entrara por la ventana. Sofi se acercé y leyé, en la pagina 325: \ ) 4 Heenixo PARA TRANSFORMAR EN GRANDE LO pequeno —Ah, justo lo que me conviene, asi no te me perdés por ahi —le dijo Sofi. Entonces, to- mo una cuchara y, moviéndola de arriba aba- jo, leyé: 26 * n puiado de arena, en un desterto, * we e una hormiga que salga un elefante tue una gota forme un mar entero, no pueda volver al hormiguero. we La diltima palabra la dijo casi gritando, por- e el sapo, que le mordisqueaba la cuchari- , le mordié un dedo. — Asi, seguro no resulta... Pero Sofi se equivocé, porque, al gritar, el chizo se hizo mas fuerte. Y en dos segun- s habia en su habitacién un sapo asquero- nto que tocaba el techo con su cabezota y iraba a Sofi con ojos enormes como dos pe- ras. —jAy, ay, no puedo moverme! —se quejo fi, forcejeando con una de las patas pegajo- que la tenia estrujada contra la pared. Parecia como si la habitacién hubiera enco- ido de golpe. Y el sapote ya se estaba ponien- un poco nervioso. 27 9 Un osapo Et gran sapo peg6 tres patadones en el suc- lo y el palacio se movid como un flan de vai- nilla. La reina subid corriendo para ver si su hija estaba bien y abrié la puerta justo cuan- do Sofi terminaba de esconder al sapo detras del oso grande de peluche. —Ay, Sofi, ;fue el oso? {Qué susto! —Si, mami, se mareé un poco y se cay6 del estante al piso —mintié Sofia, tapando con la cortina los ojos-pecera del sapo, que no deja- ban de mirarla fijo. —Vamos a tener que tirarlo a este oso: te Hena de pelusas la habitacién, Sofi —dijo la reina entre toses—. Bueno, me voy a seguir con el banquete —agrego—. {Por qué no te dormis una siesta en mi cama? —Ya voy, ma. 30 Material de distribucién gratuit Pero en cuanto la puerta se cerré, Sofi bus- desesperadamente entre las hojas del libro, ientras el buche del sapo se hinchaba otra zy le apretaba la panza contra el oso. ) Por fin, encontré: Heenizo pens TRANSFORMAR * en pequeto LO GRANDE grantto de arena del desterto, slo una gota de la mar yo quiero un pelito de cola de elefiante a haeer de Lo grande lo pequeiio. bg esta vez pronuncié bien bajito el hechizo, do el dedo indice como varita. Tan bajo ijo, que el oso se puso la pata en la oreja pa- escuchar mejor. Pero el sapo no se transfor- iba. Entonces, Sofi lo repitis moviendo la ca sin ponerles sonido a las palabras. Y ahi echizo salid. a1 | —{Te esta picando la cabeza? 10 La pulga-sapo “Sonamos”, pensé Sofi. 7 _ Claro, porque uno de los A portes favoritos de su nama era buscarle pio- Si, el hechizo salid ran bien que el sapo, § y huevitos de piojo. del tamafio de una pulga, peg6 un salto y se le posd en la cabeza. Sofi empez6 a rascarse pa- ; “ils ra ver si lo atrapaba, con tan mala suerte que otra vez abrié la puerta su mama, quien, como no la habia encontrado haciendo la siesta en su cama, venia a buscarla. __No te fuiste a mi camita, Sofi. Y enseguida not6 algo raro: Y era una gran deportista: ninguno se le es- ndo esta hebillita que me regalé la coci- capaba. pa, Mira qué linda. Pero esta vez, si veia que lo que tenia en la Hermosa, mi amor, pero dormi un po- cabeza era una pulga-sapo, se daria cuenta de yeni —dijo la reina, mirando sin mirar. que no habia estado jugando a tomar el té. la acompané y la acomodé en la mismi- —No, mami —disimulé—, me estaba po- a cama de su real aposento. 34 35 11. Unmar de sabanas Cuando la reina cerré la puerta, el sapo, que se habia comportado como una perfecta hebilla de pelo, empezo a los saltos. Y Sofi tu- vo que bucear entre las sabanas, las almoha- das y el acolchado del lecho de la reina hasta que, por fin, con dos dedos como pinzas, lo atrapo. Total, que la cama quedé hecha un lio. “No importa”, penso Sofi, “asi cree que es- tuve durmiendo de verdad”. Y salié con los zapatos en una mano y el sapo apretado entre los dedos de la otra. — Ahora vas a ver, sapo loco. Con esta advertencia, puso al sapo-pulga sobre el vidrio del microscopio. Ahi vio que el sapo le hacia “lero, lero” y se enfurecid de ver dad. 36 Entonces, le sacé el libro de los encanta- mientos al oso, que lo tenia en una pata y lo estaba leyendo con un lapiz en la otra, como haciéndose el mago, y recorrié el indice has- ta que encontré lo que buscaba: Heenrz0 Pars REGRESAR LAS COSAS A LA FORMA 2 que: TeNnIAN ANTES DE HECHIZTARLAS ) we Trepe al 4rbol la manzana, a su ola yuelya el pez, el payare tenga alas y ta seas ti otra vez. + Lil sapo patinador se habia quitado el som- brero y descansaba a la sombra de un micro- bio. Pero no habia cambiado de tamaiio. Sofi repitio: Trepe al drbol la manzana, a su ola vuelva el pez, el pdjaro tenga alas te +) tu seas th otra vex. El sapo le sonrié y le extendié un bello ra- mo de amebas. Sofi volvid a recitar el hechizo. Lo dijo ba- jito, lo dijo alto, lo dijo al revés, lo dijo sin mi- rar cl Libro, lo canté, lo dijo se-pa-ra-do-en-si- la-bas, lo dijo con voz de trrrrueno y con voz Sofi volvié a su escritorio, puso el ojo en la lente del microscopio y le dijo bien claro al sapo, que ahora hacia patinaje artistico sobre su mama y también la del hada madrina... ja una gota de agua, con bastoncito y sombrero: ver si le salia de una buena vez esa magia! 38 39 12 “Un sapo mas un sapo mds un sapo mas un sapo mds un sapo... Py Y ta magia salid. A \ Mejor dicho, salieron: uno, dos, tres, cuatro, cinco sapos; veinte, treinta, cuarenta, cincuen- ta, sesenta sapos; cien, doscientos, trescien- tos, cuatrocientos sapos —e€so si, de tamafio normal—, que empezaron a llenar Ja habita- cién de saltos. Habia sapos peludos y sapos pelados, sa- iel azul y sapos negros, sapos rayados y sa- os de florcitas, sapos cantores y sapos calla- litos, sapos dientudos y sapos desdentados, i pos doble pechuga y sapos finos como un js Con mofio y sapos con bigote, sapos de * Enseguida, algunos sapos se pusieron a ju- gar a la ronda; otros se colgaron del perchero’, para hacer acrobacias; unos cuantos empeza-_ ron a tirar todos los libros de la biblioteca, y muchos se metieron en el bail de los jugue- tes y no salian y no salian y no salian. Los que entraban en el armario se pasea- ban después por todo el cuarto vestidos con bufandas, polleras y sombreros de la prince- sa. Y los mas tranquilos se pusieron a garaba- tear en el cuaderno de clase con la caja de 64 colores que Sofi reservaba para sus dibujos es- peciales. Un sapo se subié al monopatin y treinta mas formaron sobre él una torre de sapos, que se caia cada vez que el sapo de abajo de todo no aguantaba mas la risa y se aflojaba. Sofi se retorcia las trenzas de desesperacion, tratando de atrapar aca un sapo, alla otro. Va- cié su mochila de natacién y empezé a guar- arlos alli, pero pronto junté tantos que la nochila se revento. Lo peor de todo era que, entre tantos sapos, podia hallar el libro de los encantamientos. En ese momento, oy6 la voz de la reina que acercaba por el pasillo. — Estas bien, Sofi? Qué es este alboroto? Sofi salié corriendo hacia la habitacién de | mama y se sumergié entre las sabanas. ando la reina entré, Sofi roncaba tan fuer- © como podia para que no se escuchara el rui- lo a sapo que venia de su cuarto. _—jPobre bebé! Duerme como un angeli- 9... Quizds tuvo una pesadilla y estuvo ha- lando sola: eso fue, seguro. Mejor me voy, asi la despierto... Hada, ya estoy con usted. Veamos qué platos se sirven primero. Y asi se alejé la reina, con sus largos vesti- los y sus no menos largas preocupaciones de 13 La esperanza es verde como una rana Las preocupaciones de Sofi, sin embargo, eran de todos colores y saltaban y cada vez parecian mas. Tanto, que cuando abrié la puerta de su cuarto se le vino encima una pi- la de sapos que, colgados de una soga, trata- A ban de bajar al jardin por la ventana. Ahi, Sofi no pudo mis y se largé a lorar Al escuchar su Ianto, los sapos se acerca- bajito pero con muchos mocos: —Yo lo Gnico que queria era jugar con al- ona la princesa formando una rueda a su al- ededor. Uno le alcanzé el pafiuelo que se guien a tomar el té.., ;Buaaaaaaa...! No quie- abia puesto como capa, y entre otros tres le brieron el libro de los encantamientos justo la pagina 833: ro mas sapos, ni grandes ni chicos, ni pocos ni muchos ni nadaaaaaaaaa... eenizo pars HACER DE mucHoOS SAPOS UNA RANA Entonces, Sofi se animé. Pensé con espe- anza: “Una rana va a jugar mejor a tomar el , mucho mejor que un sapo, ya se sabe”. Y yd con cuidado, con cuidadito, cuidadosa, idadosamente, sin equivocarse: 46 . i . bel “47 14 Aburrido rojo fuerte A instante de pronunciar el hechizo, los sapos desaparecieron haciendo plop plop plop con globos de humo. Y Sofi se encontré sen- tada a la mesita charlando amablemente con una rana verde de lunares rojos en el lomo, que sorbia té de la Gnica taza sana, muy fina y distinguida. (De los mosquitos, que también aparecie- ron con el hechizo, no hablemos porque to- davia andan zumbando por el cuarto de Sofi, para desesperaci6n de la reina.) —Ahora si —suspiré Sofi haciendo como que se comia un trozo de la torta de barro y amapola. —{Y qué le parecen, Dofia Rana, las ultimas modas del reino? 48 — Se enteré del banquete que daré mi ma- dre hoy por la noche? Esta usted invitada? — jPodria darme la receta de moscardén al sscabeche? Como podran imaginarse, la cara de Sofi fue pasando del aburrido palido al aburrido ojo fuerte. “Estaba bien, la rana jugaba tran- ila... pero demasiado.” Tanto, que la reina ni la noté cuando se asomé por chiquicenté- ima vez.a ver “lo bien que se entretiene sola mi amorcito”, bla, bla, bla... 49 15 Cosas de princesas Al final, Sofi, de puro aburrida, se durmio y sofié que jugaba con una princesa nena co- mo ella, si, pero con cara de rana. Y se desper- téa lo sapo, de un salto y con una idea. “Ahora si tengo una rana verdadera: si di- go un hechizo parecido al primero, podria conseguir una princesa.” Heenixo pans Convertir Uns RANA £n UNA princess Ranayino salt Ss ni tomes té:" eon eorontta, prencesa sé. pest 50 Material de distribucion gratuita) I J Y la rana desaparecié de la sillita. Pero no aparecié nadie en su lugar. “No sirvo para inventar hechizos”, se desi- lusioné Sofi. “Toc, toc, toc”, se oy6 detras de la puerta. “‘Otra vez mama! Si estaba tan ocupada, gpor qué me molesta a cada rato?” Y Sofi abrid con cara de decirle ufa a la reina. Pero no. Se encontré con una princesa. Igualita a ella. Tan igualita, que se metié en la habitacién y se senté a tomar el té sin que Sofi le dijera nada. — Justo lo que queria! ;Cémo te llamas? —Todos me Ilaman princesa. —Igual que a mi —se asombro Sofi. Y ahi empezaron a conyersar las dos. De cosas de princesas. Que no son todas cosas osas y con puntillas y voladitos, sino también osas con un poco de soledad. Las dos princesas tomaron té, comicron la rta de barro (por supuesto, vaciando el pla- ito por la ventana) y se quejaron de sus res- ctivas madres y de lo ocupadas que estaban. 51 16 Laimpostora Sofi se sentia tan feliz... A la otra princesa le gustaba jugar a los jue- gos que jugaba ella, coleccionaba exactamen- te las mismas figuritas, si hasta veia sus pro- gramas favoritos en la tele... jEra tan parecida a ella! En eso, para no perder Ia costumbre, la ma- ma se asom6 para ver “como jugaba tranqui- la su nena”. — “Ves que jugar solita también se puede, Sofi? —dijo la mama y abrié y cerré la puer- ta sin darse cuenta de nada. —Querés quedarte a cenar? —le pregun- t6 Sofi a su nueva amiga, viendo por la venta- na que anochecia y vaciando la sopera de plas- tico, que estaba Ilena de caracoles que habia juntado en las vacaciones. 4 Pero cuando se dio vuelta, se encontré a la princesa hojeando el libro de los encantamien- tos con una mirada extrafia. —Me aburro —le dijo a Sofi. “Uy, hasta en esto se parece a mi”, pens6 So- fi. Pero no le gusté que la otra princesa tuvie- ra el libro en las manos. —jEse libro es mio, nena! —le grité sin darse cuenta, corrié a su lado y se lo arrebaté. Tarde. Parece que la otra princesa tenia una memoria extraordinaria y, en cuanto Sofi se trepé al escritorio con el libro, la miré fijo y le dijo, apuntando con el dedo: EI sapo Sofia quedé aplastado sobre el es- critorio por el libro de magia. Y la “otra prin- cesa”, sentadita y obediente, le respondié a la reina que entr6 a Ilamarla para la cena: —Si, mama, ya voy. Y alla se fue la princesa impostora a comer en la mesa de los reyes. @*« (17 Aella ‘ A ella, la impostora, la bafiaron con espu- ma y patitos. A ella la entalcaron con polvo de jazmines. A ella la vistieron con gasas y con tules. A ella la peinaron con peinecito de oro, ca- rabin. A ella, por desgracia. Pero también a ella, y no a Sofi, le dieron besos y pellizcones en los cachetes. A ella le sirvieron sopa de brécoli. A ella le pusieron un babero ridiculo para que no se manchase el vestido. A lla le prohibieron levantarse de su silla hasta después del postre. A ella le dieron sus vitaminas, como todos los dias, si, aunque ese fuera el dia del banquete. A ella, por suerte. 58 El sapo Sofia vio todo esto desde afuera, por los ventanales del salén de los banquetes. “Yo no entiendo cémo no ven que no soy yo”, se asombraba. “Cémo mama le da a esa extrafia sus besos y sus tirones de pelo, sin si- quiera notar que yo, su verdadera hija, estoy aqui, del otro lado. ;Sera parte del hechizo? ahora, gqué voy a hacer?” 18 Un favorcito La pobre Sofi pasaba con dificultad las pa- ginas del libro de los encantamientos. Las ho- jas se le pegaban en los dedos viscosos. Pero lo peor de todo era que, como se habia vuelto sa- po... jno podia leer! (Cada vez que queria pro- nunciar una palabra le salia un croac! A los saltos, desesperada, se fue con el libro a la laguna que estaba en las afueras del pa- lacio. Y como al rato empezé a Hover, lo abrié y se metié debajo del techito que formaban las tapas, a llorar con la Lhuvia. Amargamente, record6 la vieja historia del principe sapo que tantas veces le habia con- tado la abuela reina, bah, su abu: “Erase que se era un principe que odiaba la vi- da en el palacio y un dia, cansado de banquetes y 60 Material de distribucién gratuila ailes, llegd hasta la laguna cercana y suspirando ronunci6 este tristisimo deseo: "—Ojald fuera sapo bien tranquilo y no princi- ¢ bello y sin destino. "A esas palabras se las Ilevd el eco y asi resona- in por la espesura del bosque, donde vivia un po- derosisimo y maligno mago que alli se ocultaba y jue aproveché La ocasién para causar un doble he- hizo: le dio el aspecto del principe a un sapito y el lel pequerio batracio al joven suspirante. ”Y he aqui que el sapo volvid a la corte y vi- 16 con los reyes durante un afortunado aho, mien- as que el principe fue dichoso al principio, mas luego sintié la soledad de la laguna...” “La historia tenia final feliz, tenia final fe- iz’, se repetia Sofi, “pero mi memoria de sa- o no me deja recordar lo que hizo el princi- e para volver al palacio. jAy, abuela, si stuvieras aqui! Si alguien leyera las palabras e este libro y yo pudiera volver a ser yo... Ya sé!”: 61 — Ya esta! jGracias! jResulté! jAqui estoy —Si yo te abriera a vos, si, a vos, que estas otra vez, y ahora mismo voy a desenmascarar leyendo, asomado a este libro, justo la pagina con el hechizo que puede salvarme, jlo dirias por mi? Ah, y un favorcito: gpodrias pronun- ciarlo en voz alta, ni muy lento ni muy rapi- do, ni muy alto ni muy bajo, una vez, solo una a esa princesa impostora! Y con su vieja varita de juguete, la capa de Batman que su primo se habia olvidado el do- mingo y el libro de los encantamientos con- vez y sin tartamudear? A ver, que te acomo- tra el pecho, se dirige al salon de los banque- do el libro: tes, saltando charcos sin hacer un solo croac. “Heexn1zo pars FLACER. DE UN S40 © a princess Sapo, que hagas te dddono, tratamiento dé: belleza, que te borre la peel yerde y te transfiorme en princesa. 4 4 63

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