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joria de las civilizaciones ® 5. Aportacién de Ia En el presente capitulo, se va a discutir el pro- blema bastante insdlito de si la historia de la civilizacién, tal y como se ha desarrollado desde el siglo xvm1, desde el Essai sur les moeurs de Voltaire (1756) hasta nuestros dias, es capaz de esclarecer de alguna manera el conocimiento del tiempo presente y, por tanto, necesariamente, del futuro, puesto que el tiempo de hoy sélo es comprensible vinculado al tiempo de mafiana, El fautor de estas lineas (historiador para quien la Historia es, a un tiempo, conocimiento del ‘pasa- do y del presente, del edevenido» y del «devenir distincién en cada «tiempo» historico —se trate de ayer 0 de hoy— entre, por un lado, aquello que perdura, que se ha perpetuado y se perpetua- r4 con energia, y, por otro lado, aquello que no es sino provisional y hasta efimero) se mostraria Fernand Braudel: (ibe incluso preguntarse si se trata de un com, Co original, especifico. Rafael Altamira no vack faba en afirmar que «decir civilizacion viene a ser Io mismo que decir historia». Y ya Guizot eseri Waren 1828: «...Esta historia (de la civilizacion) pia mayor de todas..., comprende a todas lay mas.» Sot aiaainicisias dan ane eee so sector de nuestro oficio, nunca facil, sin em: fargo, de circunscribir y' cuyo contenido ha variado y continta variando segin las interpre- taciones de un siglo a otro, de un pais a otro, de un historiador o un ensayista a otro. Cualquier definicion resulta dificil, aleatoria Hay que distinguir, en primer lugar, entre la civilizacién, concepcién que pone en cauisa a toda la humanidad, y las civilizaciones, dispersas éstas en el tiempo y en el espacio. Por afadidura, el término civilizacién nunca viaja sélo: le acom- paiia indefectiblemente el término cultura que, sin embargo, no se limita a ser su duplicado. Afiadamos que también hay la y las culturas. En cuanto al adjetivo cultural, nos prodiga desde hace tiempo servicios ambiguos, tanto en el te- reno de la cultura —como lo exige su etimolo- sfa— como en el de la civilizacién, el carecer éste de adjetivo propio. Diremos que una civilizacién es, un conjunto de rasgos, de fenémenos cultur rales. Quedan entonces ya enunciados un. cierto-ni- mero de matices, de confusiones posibles. Pero, cualquiera que sea la palabra clave, esta historia Mamada historia de la civilizacion 0 de la cultura, de las civilizaciones o de las culturas, aparece, en una primera aprehensién, como un a 132 Fernand Braude cortejo, mejor dicho, como una orquesta de his. forias particulares: historia de la lengua, histo. fia de la literatura, historia de las ciencias, his. toria del arte, historia del derecho, historia de las instituciones, historia de la sensibilidad, historia de las costumbres, historia de la técnica, histo. ria de las supersticiones, de las creencias, de las religiones (y hasta de los. sentimientos ‘religio. 0s), historia de la vida cotidiana, por no hablar de Ia historia —muy rara vez intentada— de los gustos y de las recetas de cocina... Cada uno Ge estos subsectores (la enumeracién realizada esté lejos de ser exhaustiva), mas o menos des- arrollado, posee unas reglas, unos objetivos, un Ienguaje interior y un movimiento especificos que no tienen por qué ser forzosamente los de fa historia general. La dificultad estriba en com seguir que todo concuerde. A lo largo de todo tn. aflo, he intentado con relativo éxito en el Collége de France encontrar vinculos, en el si glo xvr europeo, entre la historia de las ciem Cias, de las técnicas y de los demas sectores de la historia general, No obstante, el que estas historias marchen, o no, a un mismo ritmo, no quiere decir que sean indiferentes las unas a otras. Lucien Febvre insistia, con raz6n, en contra de Léon Brunschwicg y Etienne Gilson y de una fistorta autonoma de las ideas, en los derechos de la historia general, atenta al conjunto de la vida, del que nada —como no sea arbitrariamen- te— puede ser disociado, Pero reconstruir su dad viene a ser como buscar, sin término, la cua dratura del circulo. No cabe, en todo caso, vacilar siempre que s¢ ‘encuentre encausada la historia de la civilizacion, considerada no ya en uno de sus sectores sino ¢n Su conjunto; resulta dificil, entonces, admitir que podria ser disociada de la historia general 0, como también se dice, global. En efecto, Aportacion de la historia de las civilizaciones 133 la historia de la civilizacion se afirme general mente como un punto de vista simplificado, con- finda siendo siempre un intento de interpreta. cién, de dominacién de la Historia: coloca en primer plano ciertas verdades y aspectos de lo Teal, pero estas verdades y realidades aspiran a ger explicaciones de conjunto. Se pone, pues, en tela de juicio, cada vez y en diferentes. planos, tele ‘Gjunto de la historia, aprehendida obligato: fiamente, por muy de prisa que sea, en su pleno espesor por consiguiente bajo todos los aspec fos; tanto a la historia tradicional como a la histaria social o a la historia econémica. E inclu- so si la historia de la civilizacién ha gozado du- Tante tanto tiempo de una especie de primacia {que hoy le es impugnada, se debe a que ha supues- fo en el pasado la nica posibilidad de superar Henri Berr decia de «ampliars— la historia qradicional, encerrada en la esterilidad de la cr6- nica politica; la tinica posibilidad «de hacer par- ticipar en ella otros acontecimientos diferentes de los politicos y otros personajes diferentes de los oficiales». En suma, permitia alcanzar, por ca- minos nuevos y mas seguros, los horizontes de la Historia y de la explicacion generales. Es este hecho indiscutible el que confiere su verdadero sentido al combate tan vehemente que Ilevaba a cabo, en un pasado reciente, un Karl Lamprecht en favor de la Kulturgeschichte. Desde que, no hace mucho, la Historia se ha lanzado en direc- cidn de lo social y de lo econémico, el estudio de las civilizaciones no desempefia ya esa funcién combativa, aunque contintia siendo, con toda evi- denen, un eampo excepeional de reflexion. jin embargo, en fin de cuentas, 50- eat 4 Fernand Braude) un dificil debate, El presente capitulo no aspira ni a resumirlo ni a clausurarlo, sino todo lo més a poner de relieve los datos fundamentales, Asi y todo, habré que tomar algunas precaucio. nes. Por lo menos dos. La primera, recurrir (se. gin la tradicién del Centro de Sintesis de Henri Berr) a investigaciones de vocabularios; esos tér minos que retienen o extravian nuestra atencién deben ser entendidos desde sus origenes, vueltos a colocar en sus érbitas: tenemos que saber si se trata de verdaderos o de falsos amigos. Segunda precaucién: bajo el concepto de civilizacién o de cultura zqué grupo, qué constelacién de fuerzas, de valores, de elementos vinculados entre si de- ben, de buena fe, englobarse? A este respecto, se impondrén definiciones imperativas, claras. Si no hay en el camino que emprendemos cierta cohe- rencia, si una observacién previa y a todos acce- sible no es «cientificamente» posible, si no nos colocamos resueltamente fuera del alcance de una metafisica de la Historia, entonces, como es evi: dente, nuestra tentativa esti condenada de am- temano. 1. Civilizacion y cultura Origen y destino de estos términos Asombrémonos, a priori, de que s6lo existan dos términos —amigos dgiles y dudosos, como ‘Aportacién de la historia de las civilizaciones 135 se piensa que lo mas frecuente es que sdlo una de ellas esté en servicio. ‘si hasta 1800 cultura no cuenta para nada, a partir de entonces se inicia una rivalidad entre ambos términos. Todavia puede darse el caso de que se les confunda o de que se prefiera el uno al otro; lo que equivale a restablecer, si no me equivoco, una concepcién unitaria de la idea de Givilizacién o de cultura. Pero estas tendencias a fa unidad no constituyen la regla general. La com- petencia es cada vez mas intensa entre ambos términos; y cuando hay competencia, se suele acabar por efectuar repartos. Se rompe entonces la unidad del extenso reino, se fragmenta la inte- prided de los amplios problemas: de abi que sur. jan solapadas guerras de ideas y muchos errores. En suma, las querellas de conceptos que en una primera aproximacién pueden parecer —y con frecuencia lo son— enfadosas, nos conducen mis de una vez al corazén mismo de la discusién, aunque no bastan, claro est, para aportar toda Ja luz necesaria. Cultura y civilizacién nacen en Francia casi en el mismo momento. Cultura, cuya vida anterior es larga (ya Cicerén hablaba’ de cultura mentis), no toma en realidad su sentido peculiar de cultu: {2 intelectual hasta la mitad del siglo xvi. Que yo sepa, civilizacion aparece por primera vez en una obra impresa en 1766. El término no habia sido sin duda empleado antes. Nace, en todo caso, con mucho retraso sobre el verbo’ civilizar y el adjetivo civilizado, que se remontan a los si- xvi y xvit. En realidad, fue necesario inven- tar, fabricar por entero el sustantivo civilizacién. desde un principio, un ideal profano de ogreso intelectual, técnico, moral y social. La son las’ «luces», «A medida que se la civilizacion 1 ee Fernand Braudg vitud y la miseria», profetiza Condor En estas condiciones, la civilizacion cebible si no encuentra sustento en ur ‘eet en 1797, NO es con, , ne de buen tono, fina, «educada». En el lado goad to de civilizacién,’ esta Ia barbarie: sobre ate aquélla se presenta como una victoria dificil necesaria, En todo caso, entre una y otra esti q gran salto. Mably escribe en 1776, dirigi¢ndoce t un conde polaco amigo suyo: «cl siglo pasado os amenaz6 un gran peligro, cuando Suecia salié de la barbarie bajo la administracion de Gustavo Adolfo...» Y también dice: «Pedro I sacé a sy nacin (Rusia) de la extrema barbarie en que se hallaba sumida.» Pero es de constatar que, bajo Ja pluma del abate, el término civilizacién no surge inmediatamente, en contraposicién. La his. toria de este concepto apenas acaba de empezar, Pero su destino de ser brillante; mas bri- Hante todavia que util, opina Joseph Chappey en un libro enérgico y reivindicador (1958). A lo lar- g0 de medio siglo, «civilizacién» va a ser objeto, sin duda, de un amplio éxito en el lenguaje habla- do y escrito; pero no se trata enteramente de un éxito cientifico. «El hombre —escribe Joseph Chappey— no supo tomar entonces conciencia de Ja importancia del término.» Hubiera hecho falta para satisfacer a nuestro critico que todas las ciencias nacientes del hombre se pusieran al ser- vicio del nuevo concepto y de las inmensas ad- quisiciones que suponia. La realidad fue muy otra. as ciencias humanas se hallaban todavia en Ia infancia, a la busqueda de si mismas. Y esta s0- ciedad «educadas 'y optimista que habia dado a Ja palabra su primer equilibrio iba a desaparecet relativamente pronto, con motivo de las transfor maciones y de las revoluciones a través uales el siglo xvi queda dramaticamente so do, como es sabido, al xrx. Quiz4 se haya perdiciado una gran oportunidad. ‘Aportacion de la historia de las civilizaciones 137 Hacia 1850, después de muchos avatares, civi lizacion (y al mismo tiempo cultura) pasan del singular al plural. Este triunfo de lo particular sobre lo general tiene bastante sentido dentro del movimiento del siglo x1x. En si mismo, no obs- fante, no cabe duda de que suponfa un acontect. miento considerable, reflejo de otros aconteci- mientos y de otras transformaciones. Al plurali- zar civilizaciones o culturas, se renuncia implici- tamente a una civilizacién definida como un ideal, mejor dicho, como el ideal por antonomasia; se olvidan en parte las cualidades universales, socia- Ies, morales c intelectuales que implicaba el tér- mino en el momento de su nacimiento. Se tiende ya a considerar con el mismo interés todas las Zxperiencias humanas, tanto las europeas como Jas de los demas continentes. Mucho han contribuido, desde antes de 1850, viajeros, gedgrafos y etndgrafos a esta desinte- gracién del «inmenso imperio de la civilizacién th provincias auténomas» (Lucien Febvre). Euro- pa descubre, redescubre, el mundo y se ve obli- ‘a acomodarse a la nueva situacién: un hom- ‘es un hombre, una civilizacién una civiliza- cién, cualquiera que sea su nivel. Se produce en- tonces una multiplicaciGn de las civilizaciones «de lugar»; y en el tiempo de la historia, fraccionado por los especialistas hasta el absurdo, una mul- tiplicacién de las «diabdlicas» ' civilizaciones de época. Y asf tiene lugar un desmenuzamiento de Ia civilizacién en la doble direccién del tiempo y del espacio. ;Qué lejos se estaba en tiempos de Voltaire y de Condorcet de hablar de Ja cultura de los esquimales, o mas atin, como lo ha hecho Alfred Métraux en su tesis magistral, de la civili- zacién de los Tupi-Guaranis, los indios del Brasil! Y, sin embargo, Voltaire fue el primero en Le Sié- cle de Louis XIV (1751) en hablar, aunque sin Pronunciar la palabra, de una «ci de 2. 138 Fernand Braude, €poca». Indudablemente el plural triunfante siglo xix es un signo de reflexiones, de mentalide des y de tiempos nuevos. Ese triunfo, mas 0 menos claro hacia 1850, ¢5 constante no sélo en Francia sino en toda Eure pa. No olvidemos, en efecto, que los. conceptos esenciales, al igual que otras muchas cosas, ‘vig. jan sin cesar, pasan de un pais a otro, de’ una lengua a otra, de un autor a otro. Se intercam. bian palabras como si fueran pelotas; pero a eu vuelta las palabras nunca son totalmente las mis. mas que en el momento de partida. De esta ma. nera, cuando de retorno de Alemania —de una Alemania admirable y admirada, la de la primera mitad del siglo xix— cultura llega a Francia, lo hace con un prestigio y un sentido nuevos, En. tonces, ese término que habia partido en el mo. desto rango del segundén se convierte, o trata de convertirse, en el concepto dominante de todo el Pensamiento occidental. Desde Herder, la lengua alemana designa bajo el término de ‘cultura el Progreso intelectual y cientifico, al que se mues tra inclinada a separar de todo contexto social; entiende preferentemente por civilizacién tan solo el aspecto material de la vida de los hombres, Desprecia a uno de los dos términos, exalta al otro. En Manifiesto del Partido Comunista (1848) dicen Marx y Engels: «La sociedad tiene hoy de- masiada civilizacion (es decir), demasiados me- dios de subsistencia, demasiado comercio. Esa toma de posicién respecto de civilizacién y cultura se mantendra con tenacidad en el samiento aleman. Responde, como se ha dicho’, a la dicotomia, familiar a su genio, entre espiritu y naturaleza (Geist y Natur). En esta misma Ii- hea de pensamiento, Ferdinand Ténnies (1922) 0 Alfred Weber (1935) engloban ain bajo el nom- bre de civilizacién al conjunto de conocimientos Practicos © incluso intelectuales, a la suma de Aportacién de Ia historia de las civilizaciones 139 medios impersonales que le permiter todos abre obrar sobre la naturalces; ex cultura, r el contrario, sdlo reconocen valores, ideales, principios normativos. Para Thomas Mann «...cul tura equivale a la verdadera espiritualidad, mien- tras que civilizacién quiere decir mecanizacién» Asi se entiende que un historiador aleman * escri- ba en 1951, de manera harto caracteristica: «el hombre tiene hoy el deber de impedir que la civilizacién destruya a la cultura, y la técnica al ser humano». Imposible ser mas claro. Sin em- bargo, en la misma Alemania, ese lenguaje no es el tinico que goza de favor: en 1918-1922 Oswald Spengler modifica en cierta manera la relacién habitual. Ve en la cultura el origen, la savia crea- dora, la primavera fecunda de toda civilizacién; Ia civilizaci6n, por el contrario, es el otofio, la re- peticién, el mecanismo vacio, la grandeza aparen- te, la esclerosis. Hay para Spengler «decadencia» de Occidente, no a causa de determinadas dificul- tades, de amenazas tragicas, que por lo demas no niega, sino simplemente porque Occidente ha Tlegado al estadio de la civilizacion, es decir, de la muerte en vida. En este sentido, se explica la frase reciente, anodina en si, nacida naturalmente de la pluma de un historiador aleman, G. Kiihn (1958), cuando habla al final de las grandes inva- siones, de la victoria de los campesinos de Ger- mania sobre la vieja Roma. Es, dice, «la victoria del campesino sobre el guerrero, del campo sobre Ta ciudad, de la cultura sobre la civilizacion: Pero esta predileccién de tan larga vida, desde 1848 y el romanticismo, que los alemanes mues- tran por cultura no ha cancelado la controversia i cpa dealer pela ONS terra y en Francia, ademas, civilizacion se bastante bien y sigue conservando el primer m4 to. Lo mismo ha ocurrido en Espafa, gran Historia, revolucionaria para su época, de 140 Fernand Braud Rafael Altamira, se intitulé Historia de de la Civilizacin Espanola. Y no olde Italia, donde el muy antiguo término de civiie conserva una funcién determinante. En el aa concreto de Francia, dudo que los autores de una reciente Histoire de la Civilisatién Frangais (1958), que viene a tomar, con cierto brio, el rele vo del clisico y antiguo manual de Alfred Ram. baud, consideren que Francia esté o sumida en Ig vida material, enemiga del espiritu, o atrapada en la monotonia de la repeticién y' de la vejea, lejos en todo caso de los manantiales de juvem tud sin los que ninguna creacién es posible. Hen. ri Marrou proponia, hace ya veinte afios, reser- var, en francés, la palabra cultura a la «forma personal de la vida y del espiritu, y civilizacién las realidades sociologicas. En este reparto, ci- vilizacién conservaria un contingente bastante im. portante. De hecho, creo que acierta Huizinga cuando considera que existe una razon suplemen- taria para el fracaso de Spengler (volveré sobre lo mas abajo): el ensayista aleman habria su- bestimado el concepto de civilizacién, al que ata- 66,con tanta vehemencia; quiero decir que habria subestimado su poder sinternacional» fuera de Pero el peligro, si peligro hubiere, para la labra civlizacién, de la que no me constituyo al en defensor ni en enemigo, emana mucho mas entrada en juego de los antropslogos y de l pogmfos que de Ta obstinacion, en sf defend s alemanes. Después del libro decisivo de Edward Burnett Tylor (1871), de lo que unos y otros tienen costumbre de hablar es més que de las civilizaciones primitivas, de culta- s primitivas; lo que no incomodaria en absoluto 8 los historiadores si antropologos y etndgrafos fo {eran pricticamente los tinicos hoy dia que |, cientifica y

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