You are on page 1of 10
XV. LA FUERZA PRIMORDIAL DE LA GRAN DEPRESION, Un rasgo tan singular como significatvo del sistema clésio es 4a ausencia de una teoria sobre las depresiones econdmicas, Ello excluye evantes. El equil: brio al cual se ajusta la economia se basa en el pleno empleo re, sultado al cual conducen inevitablemente los cambios en materia do solarios y de precios. Y luego, también la ley de Say. Ee evi, ddente que en wna época de depresin las mercancias se acumulan, por falta de compradores, y los trabajadores permanecen Inacti- vos, pues habiendo existencias mas que suficientes y con los al. macenes repletos. gquién necesita més produceiGn? Pero la falta de compradores equivale a uns insuficiencia de la demanda,¥ sia embargo la ley de Say estipula en los términos mas claros que ‘sto no puede suceder. Sélo los analfabetos y, palabra desagrada ble pero fresuente, los chiflados piensan de otro modo. Toso ex ‘pomista que se respete sabe que'en todo momento la produce fenera al flujo de capacidad adquisitiva suficiente por so misma ‘naturaleza para comprar todo lo que se produce. De una manera u otra, ese fujo de recursos se gasta ya sea directamente en bie- nes de consumo, o bien, si es objeto de ahorros, en inversiones en bienes de equipo y capital eirculante De todo ello se desprende otra consecuencia obvia: no puede haber remedio para Ia depresion si ésta se halla excuida por la | tora, Ningin médico, por més prestigio que tenga. puede tatar una enfermedad inexistente. | Esto no significa que durante los afos anteriores a la Gran Depresién no se hayan dedicado estudios al cielo comercial. De ninguna manera, Pero lo que pasaba era que el estudio y Ia em sefianza en la materia no formaban parte del nicleo central del | Pentamiento econémieo, Se trataba de une ram separada de a2 JOHN KENNETH GALBRAETH Investigacion y docencia, lamada wos cslos econémicos», 0 sim: plemente ules ciclos». Y no habla ningin consenso respecto a las Causes de las fivetuaciones econdmieas. Se argumentabs, por elem plo. en forma no del todo plausible, que tales cilos eran origina foe por manchas solares, las cuales influian directamente, aun- fgoe de manera bastante mistica, sobre Ia economia, 0 bien indi- rectamente, mediante su efecto ea el cima, y por tanto, en la produceién agraria. O blen, que eran ocasionados por cielos me. teoroldgicas. O mis probabiemente. que eran causados por los re petidos brotes especulativos del siglo anterior. a saber, periods tle expansidn basados en préstamos Tieilmente otorgados por los texcestvamente complacientes bancos de la Spoca, con la inevitable fontraceién que sobrevenia cuando debfan eancelarse los eréditos cuando se presentaban para su conversion los billetes y no habia Tiquider con que responder. 0 sino, que se debian a olas de crec Imiento de dursein diferente e inmutable, cuyoe origenes eran con- Sierablemente mistericeos. Finalmente, habia quienes atibuian las ‘epresiones ala restriceén de la oferta monetaria y ala correla va deflaciin de los precios, como sucedi6 cuando se adopt6 el pa- {én o70 en 1873, El estudio mas competente, en verdad brill ‘némico fue l efectuado por Wesley C. Mitchell prineipio, cuando ers profesor de Ia Universidad de California, y ‘urante tin pesiodo macho mis extenso de su carrera en la Uni- versidad de Columbia y en el National Bureau of Economic Re- search, En su condicién de estudioso emancipado de los vineulos restrictor del sistema elisico, Mitchell sacé en conclusién que ada cielo comercial constituia una serie ‘nica de acontesien- tos, y tenia, a la ver, una tinica expieacién, pues, como él decia, fra consceuencia de una serie precedente de seontccimientos, tam- bien Gniea" No podia pretenderse que un economista hiciera gran cosa para remediar los efecos de las manchas solares o del elima, Ni para encarar las crisis financieras que silo eran reconocidas, ‘como era tendencia general, ex post facto. Y si en verdad, como Sostenia Micchell, lag depresiones eran eausadss por sucess dife- Fentes y heterogénens, no podia concebirse ninguna formula gene ral aplicable para s prevencién 0 cura isrOniA DE LA ECONOMIA 213 La consecuencia de todo este cuadro, cuando sobrevino la Gran Depresion, una vez produeido el derrumbe de la bolsa en octubre de 1928, fue que los economistas de la ecuela clsies, 0 8ea cash todos, se hicieron a un lado. Era de esperar. Dos de las principa les figuras de Ia época, Joseph Schumpeter, en ese momento pro- fesor en Harvard, y Lionel Robbins, de la London School of Boor nomics, salleron ala palestra para exhortar concretamente a que fo #e hicera nada. En efecto, la depresion debia seguir ibremeste fn curso, nica forma en que Hegaris a eurarse, de modo esponté neo. La causa de la crisis exa la acummulacion de venenos en el sistema; a su vez, las penalidades resultantes eliminarian la pon- zona y devolverian Ig salud a la economia. Segin lo decia® ex ‘Guameate Jeseph Schumpeter, el restablecimiento del sistema sem- pre tenia lugar espontineamente. Y afiadiS: «Y exo no. es todo hvesto andisis nos conduce a creer qve la recuperacién séle pede ser clectva si se produce por si misma»? Durante los ais restantes del periodo presideneial de Herbert Hoover, hasta marzo de 1933, la politica econémica de Estados Unidos siguié las prescripciones del sistema elisico. Se esperaba I recuperscion y se la predecia de modo apremiante. Tan apre- ‘miante, que la bolsa tendia a caer inmediatamente después de los pronéstcos oficiales. Tanto es asi que un presidente del Comité Nacional del Partido Republicano lle’ a culpar al Partido Demo rata de conspirar en Wall Sect. Pero por mas politicos que fius- ran sus auspicios, debe repetirse que esa clase de predicciones se basaban por entero en la teorlaelisica: cl equilib, caracteriza- o por el pleno empleo, era un rasgo inberente del sistema, ¥ por lo tanto la recuperacién era inevitable. No era precito tomar nin ‘guna medida para promover Io que de todos modas tba a ocurrr Herbert Hoover, cuya reputacin es tan baja en la historia de la economia, no hizo en realidad més que acatar por completo las ideas econémicas admitidas en su época, Con Franklin Roosevelt legaron finalmente » prodcirse impor- ‘antes desviaciones de la ortadoxia clésiea, por més que no hubie- ‘an sido prometidas en absoluto durante su campafa electoral de 1852. La depresion revestia tres fgcetas visibles. La primera, una incontenible deflacion de los precios, con Ia consigtiente ois de 24 Jon KENNETH caLArT auicbras en la industria y en la agricultura. La segunda, el de- empleo. ¥ la terera, los padecimientos que la depresion acarreé para los grupos sociales especialmente vulnerable: los ancianos, Ta javentad, los enfermos y los que se encontraron sin viviends @ ‘mal alojados, conjuntamente con los parados en general. El pri- Imer tipo de medidas apliadas por Roosevelt trataban de aliviar I problema de los precios; el segundo, prestar ayuda a loe de- ‘sempleados, suministrandoles trabajo, y el terero, mitigar los Trmientos de la poblacién mas necesitada. Esta dima categoria dde medidas fue la génesis del estado de bienestar, que ya habia hecho su aparicién en Europa y que ahora comenzaba s implane tarse en Estados Unidos. Con respecto a los estuerzos dirigidos a ‘defender los precios, en la medida en que los inspiraban o conce- ban los esonomistas, In cuestion se nbordard mis adelante en este mismo capitulo. Los intentos directos de suministrar empleos pie- dden pasarse por alto; entendidos como medidas de urgencia, no atrejeron mucho el interés de la profesi6n. La incipiente economia, e bienestar se examinaré en ot préximo capitulo. Luego dirigire- ‘mos la atencidn hacia el extranjero, més precisamente hacia Key- hes y hacia el ataque emprendide, no contra los efectos y penali dades manifiestos de la depresién, sino contra la tendencia gene- Talizada haci ella) Pero antes debemos relerirmos brevemeate 2 la participacién de los esonomistas en el gobierno, asunto que hoy se da por aceptado, pero que en el decenio de 1930 constituia una Sipnieativa innovacton Durante lapresidencia de Roosevelt un pequeno grupo de estudio- tos se habia congreyado en torno al primer mandatari. En segui- dda se les dio el nombre colecivo de wBrains Trust» (gabinete de onsejeros iustrados, © equipo de expertos), luego «Brain Trust», ten tiempos en que Ia palabra trust todavia resvltaba sumamente tvocedors en el lengusje norteamericano. Segin las tendencias de Gqien la utlizara: su signifiado podia resultar favorable, irrespe- tose 0 adverso, pero lo cierto es que desde entonces ningin can idato a la presidencia dojaria de tener en lo sucesivo un grupo de colaboradores de esas caracteristieas.” hisroRin DL La seONOain ais Dos de los miembros del equipo de expertos de Roosevelt, Rex ford Gay Tugwell (1891-1979) y-Adolt A. Berle, J. (1895-1971) ran personajes de particular distnein en materia econémica. Tug- ‘wel, en sus tiempos de profesor ayudante en la Universidad de Columbia, durante el decenia de 1920, habia persuadido a un grupo de Jovenes economistas conocides suyos a que colaborasen en la ‘edicign de una obra colectiva que proyectaba publicar bajo el ttu- lo de The Trend of Economics * Consideraba, y esperaba, que se tratarfa de ciuna especie de maniliesto de la joven peneracin». ob servando que se podria decir, de sus colaboradores, que «ninguno hha publicado uno de esos libros tradicionales amados Principios de economia polfions.* El foco central de interés en el ibro era Ia necesidad de proceder a un examen de las instituciones econdmi ‘cas —empresas comerciales, administracion pablica, grupos de in tereses— al igual que de los incentivos pecuniarios y «no comer. sjaless. Todes esos factores debian ser encarados en su realidad onereta, en ver de acomodarlos a las necesdades de In economia, politica élisica. Al mismo tiempo, se instaba a la medicion esta- Aistica de los fendmenos econémicos, molestia que por lo general no se tomaban los representantes del sistema elasico. Trends, nombre bajo el cual vino a ser conecido el libro de Tugwell fue un documento precursor dentro de una tradicién eco- némica tipicamente norteamericana que. originada en la obra de Veblen, examinaba la economia politica con un erterio antropol6- fico y, al no verse Limitada por el rigor csico, estaba abierta a feformas pragméticas. Con el lerpo, esta corrientereformista re- ‘ibiria el nombre de economia institucional o institucionaismo, y f sus adherentes se les denominarf, en conjunto, «Liscuela inst- fwcional, ‘Rex Tugwell, como se le coneefa wnversalmente, tuvo una pat ticipacién de primera Importancia tanto en el equipo de expertos anterior a la eleccién, como posteriormente durante el periodo de 216 JOHN KENNETH GaLaRArTE: sobiemo de Reosevelt. Gracias a sus eredenciales universitarias, fstaba en una situacion sumamente favorable para persuadir Roo. Sevele de que podia romper con la ortodoxia sasiea, lo eual repre- sentaba un riesgo nada pequefio en aquellos tiempos. El segundo economista del grupo de expertos («Brain Trust) fue Adoll A. Berle, Jr, tambisn de la Universidad de Columbia, ‘Aungue era abogade de profesion, y no economist, escribi6, en ‘olaboracion com Gardiner C. Means (1896), joven economista de la Universidad de Columbia, un ataque de suma importancia —y de gran influencia potencial— contra el sistema elisieo. Si esto no se reconocié inmediatamente, quiza pueda explicarse en parte por Ia cireunstancia de que Berl, al ser jurist, no fue tomado muy en serio por los economistas recanocidos, precisamente por rele- ise a una cuestién de maxima importaneia para la diseiplina rambién puede responder parcalmente al hecho de que la obra de Berle y Means ora eencllamente demasiado perjudicial para el Sistema cldsico, de modo que mds convenia ignoraria ‘La obra en cuestion, The Modern Corporation and Private Pro- erty. se ocupabs de la administracin y el control de la gran empresa moderna, y en ella se exponia con impresionante apoyo 4e estadictices’ le concentracion industeal en Estados Unidos: se calealaba en efecto que las doseientas sociedades anénimas prin- ‘pales, con excepeiin de las bancarias, poseian casi la mitad de Ta riquera del pals en poder de sociedades, salvo la correspondien- tea los bancos, o sea, casi la cuaria parte de la riqueza nacional total. Y, lo que era igualmente importante, on la mitad de es Firmas, os accionsias hablan dejado de ejereer un papel significa. tivo, Bl poder a todos los efectos practicos, habia sido transferido dde modo ineversible a los directives, quienes sélo rendian cuen: tas, 51 acaso, a un eonseja de administracion designado por ellos Clertamente, esto era subversive. Una vex admitida semejante concentracién, la norma venis a ser el oligopolio y no la libre com- Delencia. Dicha tendeneia, segin la habia previsto Marx, habia ve- ido desarrollandoce obviamente en forma oeclerada. Pero todavia lisvontA BE LA EeoNoMia 2 faltaba lo peor. Quienes habian asumido la casi totalidad del con- trol de las empresas no eran los capitalists a quienes se refer Marx, sino los directives profesionales, De modo que habia llega do a existe el poder sin propiedad.* La figura dominante venia 2 Sor el burserata de la gran compatia, no el tan celebrado empre- Sario tradicional. El espritu empresaral se veia susttuido por la burocracia. Pero en estas condiciones, ;se dedicarian los directi> vos 2 maximizar los beneficios para propietarios a quienes no eo hoeian, 0 bien optarian por hacerlo en provecho propio? O alter netivamente, ¢s¢ propondrian otros fines distintos yen conflito con los antedichos? zPodrian, por ejemplo, promover el erecimien: to de la empresa, por tratarse del objetivo mas apto para realzar 14 propio prestigio y poder, en vez de perseguir la multiplicacion fe Ine pananeias de aecionstas ignotos? Todas estas altemativas fran dé lo mis inguletante. Bn el sistema de competencia imper- feeta © monopolista de Joan-Robinson y de Edward Chamberin seguia mandando el captalista 0 empresario, y éste persstia en ‘3 esfuerzo por maximizar los beneficies. Si bien los resultados ho eran socialmente éptimos, podian compaginarse con el pensa- fniento elisieo. Pero no ocurra lo mismo eon las concepeiones de Berle y de Means. En consecuencia, la mejor solueién era ignorar- las. cosa que se hizo en medida muy considerable Una ver que Roosevelt fue elegido presidente, Berle, si bien pronto llegaria a convertrse en figura influyente en Washington, ro asumid en seguida funciones oficiales. Pero en cambio silo hizo ‘Tugwell y con é, Gardiner Means, a quien se hard referencia mis adelante. Estos dos personajes, con olros que en breve les acom- Dalaran, fueron procursoros del papel de los economistas en la Vida pablice estadounidense. ¥ la opinion piblica no los reeibié ‘om gran entusiasmor los carcaturistas de los periddicos celebrax ron su presencia en la capital de la nacion tipieando el New Deal fn Ia figura de un sujeto ridieulo revestido con la toga universi- No obstante, la intervencién de los economistas durante el aio inicial de le primera presidencia de F. D, Roosevelt, que fue objeto 28 Joni xeNWEH GaLoRasTi e los ms ardientes debates, no provino del grupo original de ex- pertes, sino que sus protagonistas fueron ots, y. conforme a la ‘mis antigua tradicion norteamericana, vo por ele la cuestin mo- Cuando Roosevelt asumié Ia presidencia en marzo de 1933, hacia tres aftos que los precios, tanto lor industriales como, en ‘especial, los agricolas, habian venido experimentando una caida devastadora. ¥ por todo el pals eundian llamamientos inspirados fen Ia antigua prédiea de Bryan para que'se procediera a la adop- lin de medidas monetarias destinades a contrarresar dicha ten ‘dencia, instando. por ejemplo, al abandono del patrén oro, a em ‘ir nuevos billtes de banco (greenbacks) (recurso autorizad, pero no preserte por la Ley de Aluste Agricola de les primeros dias ‘del revo gobierno) y ala remonetarizacion de la plata, Estos lla ‘mamientos no provenian, por otra parte, tan sélo de los ageculto- res y-de los estados del Oeste, fuentes tradicionales de la agita-

You might also like