COCINA VIRREINAL NOVOHISPANA * TOMO IV
Splat
fl LASCON
Ménica Lavin
Ana Benitez Muro _* n 1979 se publicd por prime-
Kita vez un manuscrito que re-
coge 36 recetas del claustro de San
Jerénimo; el soncto a manera de
introduccién y el autégrafo final
son de Sor Juana Inés de la Cruz
EL manuscrito, propiedad de Joa-
quin Cortina, fue sometido a las
prucbas pertinentes para probar su
autenticidad; asf se supo que su pa-
pel era del siglo xvmt, y ademés,
aque se trataba de una copia del que
de pufo y letra escribiera Juana de
Asbaje en el siglo precedente. Este
libro de cocina no sélo refleja la
gastronomia barroca del siglo xvit
sino la cleccién de la poeta y se
afiade a la enigmatica figura de la
“Décima musa’, a quien Octavio
Paz dedicara uno de sus més bellos
y acertados ensayos: Las trampas de
la fe. La primera edicién fue hecha
por la Asociacién Cultural para las
Zonas Rutales de Tabasco y la més
reciente es del Instituto Mexiquen-
se de Cultura (1996). Para éta, las
estudiosas Josefina Muriel y Gua-
dalupe Pérez San Vicente escribie-
ton un prélogo y un epilogo que
acentiian el sabor de su lectura; ha-
Li,
esieDances strcos concacnAbos BYCLAISAA COMD UN COLORES ALLDO VAL
bbrd que aplicarse en su reproduc-
in culinaria para recobrar tiem-
pos pasados con la estampa de Sor
Juana meneando un cazo mientras
su cabeza cocina excelsos versos pa-
ra su amiga la Marquesa de la La-
guna. Las 36 recetas ilustran 26 afios
de vida de reclusién de Sor Juana
Inés de la Cruz y cestimonian el pro-
ceso de mestizaje que siempre ha
encontrado en el fogén una de sus
muestras més conspicuas.
En presencia de los antes y bu-
fiuclos, bienmesabes y huevos hila-
dos, gigotes y manchamanteles, uno
se pregunta si algo de la pasién re-
finada de la mujer de letras estaba
puesto ali si aquel recetario fue una
obligacién més entre las muchas ta-
reas conventuales con que Sor Jua-
na lidiaba para poder encontrar el
espacio de creacién, estudio e inter-
cambio con la nobleza e intelectua-
les de su tiempo. Que Sor Juana ha-
ya metido mano en la cocina tal vez
fue asunto de circunstancia, tarea
incvitable 0 gozo creativo. No lo sa-
bemos. Lo que podemos asegurar
«es que fue un medio para lisonjeara
sus benefactores e interlocutores.
El recetario, pequefia joya de los
amantes de la cocina barroca, cobra
un significado especial cuando es sig-
nado por figura semejante y cuando
Jas maneras de explicaci6n y la entra
dason paladeables y musicales como
lo es la fineza poética de Sor Juana.
Desde luego, aunque reflejan la es-
pecializacién culinaria del Convento
de San Jerénimo, es de suponer que
Sor Juana eligié reproducirlas y per-
petuarlas con las palabras de su pre-
dileccién. En su mayorfa son postres
yy dulees: os platillos salados tienen
entreverados acentos dulees y hay
platillos complicados como el gi
gote de influencia francesa y nacu-
ralizado americano.
Un recetario muestra las inclina-
ciones de quien decide conservar y
transmitie; asf podemos pensar que
Sor Juana se deleitaba con ances de
fruras tan diversas como el mamey,
la pifiao Ia nues, tubérculos como
el betabel y licteos como la mante-
quilla, y que los alfajores y las eaje-
tas debjan atenderse con secretos
precisos escuchados ante el brasero
(como es siempre el caso de la ense-
fianza gastronémica). Pero es cierto
que Sor Juana procuraba —apunta
Paz—evitar la vida comunal, la conSl
currencia en la cocina que la distraia
dl estudio y Ia escritura. Porque si
ella habia elegido la vida conventual
no era un asunto de vocacién sino de
busqueda de espacios alos que su si-
cuacién econémica y su condicién
de mujer la orillaban.
Bien sefiala Josefina Muriel que
inteligencia genial como la de Sor
Juana Inés de la Cruz no pudo que-
car atrapada en las delicias del azticar
ni en el olor de los pucheros; una y
otra se remontaron a lo abstracto.
Cocinera por circunstancia
Oo
Les rampas dela fea examina la vo-
jo Paz dedica un capitulo de
cxcién religiosa de la monja y por
‘uvo 26 afios en el Convento
las jerénimas. Hay que mirar 2
juana desde la perspectiva de
po y, con mayor precision,
desde las posibilidades que la socie-
2d virreinal del siglo xvu oftecfa a
eres. No eran muchas, sobre
cra pobre, Estaba la cor-
matrimonio y el convento. Y
eder a cada una de éstas se
requerfa de respaldo econémico.
Juana de Asbaje era huérfana de pa-
dic, pero tuvo benefactores que fi
nanciaron su entrada al convento y
permitieron su amistad y roce con
virteyes ¢ intelectuales de su tiempo.
Sor Juana permanecié cinco afios en
la corte y luego —con el apoyo de
Pedro Velézquez de la Cadena,
quicn pagé su dote y apadriné su
ceremonia de velo— ingresé en el
Convento de San Jerénimo. En su
época cortesana se distinguié no
por su fervor religioso sino por su
belleza, ingenio y saber. Con maes-
sia, Octavio Paz puntualiza:
sch Ca WIKDCOCN
pe 168 Rue BALTEADR
a A HR ELA ES
one Must RARE?
RaeLa mayoria de los eriticos catéli-
cos piensan que Juana Inés esco-
gi¢ la vida teligiosa por auténtica
vocacién, es decir, porque escu-
ché el llamado de Dios. Es evi-
dente que Juana Inés era catdlica
sincera, No esté en duda su or-
codoxia. Pero olvidar que en esa
Epoca la vida religiosa era una
‘ocupacién como las otras seria
mucho olvidar. Los conventos es-
aban llenos de mujeres que ha-
bian tomado el habito no por se-
euir un llamado divino sino por
consideraciones y necesidades
mundanas; su caso no era distin
to al de las muchachas que hoy
buscan una carrera que les dé al
mismo ticmpo sustento cconémi-
co y respetabilidad social. La vi-
da religiosa, en el siglo xv1, era
una profesién,
Los afios en palacio con los virre-
yes de Mancera fueron el medio pa-
ra entrar en el conyento, lo cual no
era facil. Para ello intervino el confe-
sor de los viereyes: el padre Antonio
Niifiez de Mirands, mismo que en
1692 seria su critico y confesor, por
quien se veria conminada a abando-
nar su mis cara vocacién —el ejerci-
cio de la pluma— para poner su vi-
da al servicio de otros.
El convento le dio la oportuni-
dad de conocer, de dedicarse a la
lectura de los libros en un ambien-
te propicio. Su vocacién tampoco
era el matrimonio, para el que ade-
mas necesitaba dote, posicién so-
cial y nombre. Dicho asi, la nica
‘opcién que tenfa una mujer sin pa-
dre, sin recursos econémicos, con
lucidea y pasién por las letras y el
saber era la celda conventual. Fue
alli, entre el rigor y el placer de la
palabra, a la vera de sus sonetos y
disertaciones, que Sor Juana tuvo
Ja oportunidad de poner un pie en a
cocina.
De la siempre citada Respuesta a
‘Sor Filotea cn la que Sor Juana de-
fiende su vocacién ante las acusacio-
nes del obispo de Puebla, Manuel
Fernandez de Santa Cruz— recoge-
mos la voz de Sor Juana:
OFA Lan
"2
Licata an Pe Ma emnie
ce Sans Guz —Resness Son cre ce
4 Gu un aoaarehre RABE
‘rreenunre coro Ace Son
Entreme religiosa porque, aunque
conoefa que tenfa el estado de co-
sas (de las accesorias hablo, no
de las formales) muchas repug-
nantes a mi genio, con todo, pa-
rala total negacién que tenia del
matrimonio, era lo menos des-
proporcionado y lo més decente
que podia elegir en materia de la
seguridad que deseaba de mi sal-
vvacidns a cuyo primer respeto (co-
mo al fin mas importante) cedie-
ron y sujetaron la cerviz todas las
impertinencillas de mi genio, que
eran de querer vivir sola; no de
querer tener ocupacién obligato-
ria que embarazase la libertad de
mi estudio, ni rumor de comuni-
dad que impidiese el sosegado si-
lencio de mis libros.
Filosofias de cocina
Sor Juana hace filosofias de cocina
porque era menester atender cier-
tas obligaciones en ese espacio y esa
organizacién que escogié por casa
Consurna Ls Concuisa Soave
so CAEN QUEUES ALAR,
Ls commas Honcasas AANEANAS
Algunas religiosas tenfan apartamen-
«os privados que compartian con las
mujeres que las ayudaban y que se
hacfan cargo de las alimentos. Mas
tarde la cocina fue un espacio comin
atendido por todas las mujeres y al
que Sor Juana se resistié como a mu-
chas otras de las tareas comunitarias
que la distrafan de sus intereses inte-
lectuales. Dicha conducta, junto con
la critica en la Carta Athenagdrica
que le hiciera a Vieyra, le valdfa,
al cabo del tiempo, el estrechamien-
to del mundo y la toma de una nue-4
: fs abdic
tras, que eran su mundo y su razén
de ser, En el Convento de San Jeré-
nimo —escribe Maria Stoopen—
va deci de las le-
cada celda tenia una cocina con bra-
sero de barro, algunas estaban recu-
biertas de azulejos de talavera, con
una oquedad para guardar el cat-
én y lalefia, una pila 0 depésivo de
agua y otto donde lavar los trastos.
Sor Juana vivid el enclaustramien-
to en San Jerdnimo con un matiz de
libertad. Si pudo de puiio y letra
copiar algunas recetas y permitirse
halagar a los virreyes y a sus amista-
des con golosinas fue gracias al pri-
vilegio de la celda y el tiempo que le
proveyé para los altos vuelos de su
Ingenio y sensibilidad.
La celda de Sor Juana, segtin las
pinturas que la muestran, era ele-
gante; un tiempo la acompafié una
esclava; luego sus dos medias herma-
nas, Antonia e Inés, y posteriormen-
te su sobrina y protegida Isabel Ma-
ria de San José, quicn también tomé
Jos habitos. La celda de Sor Juana era
un apartamento de dos pisos con al-
coba, estudio, una estancia que pu-
do —indica Paz— servirle de salén
y biblioteca, cocina y bai,
Es claro que Sor Juana en algin
momento hubo de menear el cucha-
r6n, elegir los sabores de su predi-
leccién, entreverar aquel placer te-
rteno con el “sosegado silencio” de
sus libros. Pero la sagacidad de su in-
telecto era tal que iba més alld de la
cjecucién de las recetas y gozaba de
presenciarla alquimia culinaria. Asi,
a Sor Juana le producia un asom-
bro particular que el azvicar cambie
Bure (os Hoes YRS NACOOS
Jes bas oc.a CauzTav0 Quem ee
de estado, que la clara y ls yemas de
los huevos permitieran diferentes
cosas juntas o separadas.
En la hicida defensa de su voca-
ida, la Respuesta a Sor Filotea, Sor
Juana escribe con ironia:
Pues gqueé os pudiera contar, Se-
flora, de los secretos navurales que
he descubierto estando guisando?
Veo que un huevo se une y fife en
Ja manteca o aceite y, por contra-
rio, se despedaza en el almibar;
ver que para que el azticar se con-
serve fluida basta echarle una
muy minima parte de agua en
que haya estado membrillo u otra
fruta agria; ver que la yema y lax
ra de un mismo huevo son tan
contrarias, que en los unos que
sirven para el azticas, sirve cadaAssesozae
eae
Ue ue it
a
ol Uy} ON
sah i
una de por si y juntos no. Por
no cansaros con tales frialdades
que sélo refiero para daros ente-
ra noticia de mi natural y creo
que 0s causaré risa, pero sefiora
gqué podremos saber las mujeres
sino filosofias de cocina? Bien di
jo Lupercio Leonardo, que bien
se puede filosofar y aderezar la
cena. Y yo suelo decir viendo es-
tas cosillas: si Aristoreles hubiera
guisado, mucho més hubiera es-
Como Sor Juana era mujer que
amaba el olor del papel, el erazo de
las letras, la densidad de los signifi-
cados; como era un alma cuyo en-
cicrro proveta de las alas que da la
ectura, rebasé su espacio y su tiem-
po. Participé de la radieién gastro-
némica de los libros que, gracias a
Ja imprenta, circulaban. La tradi-
in gascronémica, la experiencia de
los grandes maestros, era, gracias al
invento de Gutenberg, puesta al
servicio de la memoria y la transmi-
sién del conocimiento. Asi, Sor
Juana abrews del libro De Re Cogui-
naria de Apicio como del De volup-
tatibus de Plotino. Quid el mas fa-
moso de todos, y que merecié la
consideracién de la musa, fue el Li-
bre de Coch del maestro Rupert de
Nolla cocinero de Alfonso el Mag-
ndnimo, escrito en catalin, que era
la lengua de tres de sus estados.
Don Alfonso fue Conde de Barce~
lona (principe soberano de Catalu-
fia), rey de Aragén, rey de Mallorca
(las Baleares), rey de Valencia y rey
titular (cargo mds bien virtual) de
Cerdefia y Sicilia. Para su lectura en
castcllano cra preciso remitirse ala
traduccién que ordenara el empera-
dor Carlos V; muy atento alos capri-
chos de su paladar, y que apareciera
como Libro de los guisados. Francis-
co Martinez Montifio, cocinero de
Felipe Ill, era otro de los autores
imprescindibles de la época.
El recetario del convento
Los libros de cocina de los conven-
105, importantes centros de educa-
cién y de salud para la poblacién
novohispana, y de fabricacién de es-
pecialidades dulceras, forman parte
de la bibliografla gastronémica dela
Colonia, Muriel y Pérez San Vioen-
te afirman que para el estudio de la
historia de las cocinas del mundo
tras el descubrimiento de Amética,16
el conocimiento de la bibliografia
culinaria ¢s fundamental, En ella es-
td buena parte de exe encuentro del
estilo de vida espaiiol con el de los
naturales de estas tiers y el surgi-
miento de los yantares mestizos que
hoy integran nuestra cultura.
El Convento de Santa Paula de
la orden de San Jerdnimo, de don-
de procede el recetario manuscrito
por Sor Juana, fue fandado en 1586
por Isabel de Guevara. Este bello
edifcio, que en la actualidad alberga
a la Universidad del Claustro de Sor
Juana, era uno de los mis extensos de
la ciudad. En un principio estuvo
destinado a las crillas y observaba la
regla conventual de San Agustin.
Sor Juana ingress de 15 afos al
Convento de San José de la estricta
orden de las Carmelitas Descalzas
como religiosa de coro, mas la extre-
ma austeridad de esa orden la orillé
a abandonarlo luego de eres meses
y a refugiarse en la vida cortesana
que le proveyé muchos beneficios
sociales y mundanos. Después se hi-
20 monja jerénima, bajo una regla
mis Ilevadera. Los habitos de esas18
pi
religiosas consistan en tnicas blan-
as con amplias mangas colgantes y
terminadas en punta, la toca tam-
bién era blanca y el velo y el es
pulario negros; encima de este tilti-
‘mo, bajo la barbilla y pendience del
cucllo usaban un estorboso escudo
(OW outRa 0 agen aetoncrD9
de metal 0 pergamino pintado con
alguna escena religiosa (Ilevarlo te
presentaba una mortficacién volun-
taria). La cintura se cefifa con una
cortea negra y un enorme rosario se
desprendia del cuello flotando sobre
Jas rodillas. También Hlevaban pul-
seras de azabache y anillos.
La vida particular que se profess-
baen el Convento de San Jernimo
—su segunda residencia monjil—
permitié a Sor Juana una larga y pro-
ductiva permanencia eras sus muros.
Las actividades de las monjas se dis-
tribufan a lo largo del dia conforme
al Oficio Divino, muy de mafana
comenzaban los rezos cantados de
la “prima” seguidos de una misas
después del desayuno, los rezos de
la “tercia” a las nucve a los que con-
tinuaban los trabajos en comin en
la sala de labor o en las celdas; los
rezos de la “sexta” eran a las doce y
enseguida se servia al comida; a las
tres de la tarde se reunfan para la
“nona’: al caer la tarde una colacién
ligera de frutas en conserva prece-
dfa a las “visperas” a las siete de la
noche; seguia la cena y finalmente
las “complecas” antes de retirarse a
dormir. Contra lo que dispontan las
reglas muchas de las comidas y ac-
tividades se realizaban en las celdas
de las jerénimas. Sin duda, esta la-
xa observancia de las reglas dispuso
el entorno ideal para que Sor Juana
pudiera ejercer el aislamiento que
después aderezaba en las conversa-
ciones con mentes prominentes co-
mo la de Sigitenza y Géngora o el
ida
des amistosas como la Condesa de
Paredes 0 Leonor Carreto, sus ami-
jesuita Eusebio Kino; y sensi
gas y protectoras.Lacuna
Mieco catea 0€ 0090.8
A Sox jana 0
os favores de las golosinas
Leonardo da Vinci, contratado por
Ludovico Sforza como proveedor de
inventos y artes culinarias, no como
pintor, ideé las “sutilezas”: esculeu-
ras de mazapsin de masa almendrada
para halagar a los comensales impor-
tantes, que en su interior com
tun recado, alguna frase que arafiia 2
la situacién politica o a ciertas vir~
tudes. As{ Sor Juana, liando la sa-
piencia dulcera de su convento y su
inclinacién al verso, halagaba a su
amiga y confidente la Condesa de
Paredes 0 la Condesa de Gaje, con
recados de chocolate.
Sor Juana Inés de la Cruz y Si-
giienza y Géngora fueron los auto-
res de los dos arcos triunfales con
que la ciudad de México y el cabil-
do eclesidstico recibieron a los Mar-
dqueses de la Laguna y Condes de Pa-
redes. Octavio Paz explica que por
los poemas que celebran los cum-
pleafios de sus protectores puede
apreciarse la celeridad con que la
-monja conquisté su amistad. Segiin
las obras completas se conocen 216
poemas de Sor Juanas 52 de ellos, la
ccuarta parte, estan dedicados a los
Marqueses de la Laguna.
Sor Juana fue experta en delicias
gastrondmico posticas. En ellas iba
su ingenio y su talento, Pascual Bai-
20 que en las cocinas mexi-
canas levitaba y en cuyas manos se
jesereza de las cocineras,
ponian la
debié haber sido convocado en
aquellas diestras sofisticaciones con
las que la monja poeta regalaba a
sus benefactores y amigos: “los re
cados de chocolate” para la Conde-
sa de Galve, virreina que precedi6
a los Marqueses de la Laguna (des-
pués de don Melchor Portocarrero
y Lasso de la Vega) en 1689, “el 2a-
pato bordado segtin estilo de Mé-
xico” con el que mostraba su afecto
por la Marquesa de Paredes, las pas-
tillas de boca y los guantes de olor
para un compadre.
Tan poéticos los nombres como
la pluma que los pari, Sensualidad
en el obsequiio que alude al cuerpo
y lo halaga con sabores mientras las
palabras son regalo para la inteli-
gencia: boca, pie y mano se finden
a pastillas, zapatos y guantes que
las acarician.
920
Core ovocouns
Fore orocous
Dice asf el texto que acompafia-
baal chocolate y al zapato bordado
—segtin el estilo de México—:
Tirar el guante, Sefiora,
os sefial de desafio;
con que tirar el zapato
serd muestra de rendido
Ll
Hasta el recado tasado
va, tan mudo y sin ruido,
que van guardando secreto
las ruedas del molinillo.
Y al compadre que envia pasillas
de boca y guantes de olor, esribe:
Si el regalaros me toca
por Compadre, asi se hards
pero el regalo seré
ran solamente de boca,
‘Mas, con todo, me provoca
a mf el carifio también,
a que vucstras manos den
de mi voluntad un rasgo,
porque nuestro compadrazgo
a todos les huela bien
Su relacién con la Condesa de
Paredes, Marquesa de la Laguna, y
‘Marfa Luisa Manrique de Lara, dejé
muchos poemas, Entre ellas existi6
el incercambio amoroso de la pala-
bra. Sor Juana tenfa entonces 31
afios, la Condesa era de su edad. Re-
cogemos este fragmento:
Y si tees, faltarte aqui
cl alma, cosa inoportuna,
‘me puedes ti infundir una
de tantas como hay en ti:
que como alma te di
y tuyo mi ser se nombra,
aunque mirarme te asombra
en tan insensible calma,
de este cuerpo eres el alma
y eres cuerpo de esta sombra.
Entre las maneras de regalos que
combinaban el estuche comestible
con la palabra se conservan ejem-
plos como los guisos regalados du-
ante las Pascuas.
ALA MISMA ExcMa. SENORA,
ALEGORICO REGALO DE Pascuas,
EN UNOS PECES QUE SE LAMAN
Bosos ¥ UNAS AVES.
Ald van para que pases
Gustosas Pascuas, Sefiora,
con aquesos babos versos,
aquesas gallinas coplas.
TEs Pave sco Som ia nos LA OU
Ata ETA SCLA NO PRESTEA Dio aD TE
Cuando la virreina —que esta-
ba encinta— le regalé una diadema
de plumas, posiblemente de quetzal
‘colibri, Sor Juana le correspondié
con un dulce de nueces y un roman-
ce “que previno a un antojo de la
Sefiora Virreyna”. En dl, y con mu-
cha gracia precedido de un predm-
bulo que rescata el dicho popular
(por unas nueces hiciste mas ruido
que valen ellas), narra Ja manera
en que Apolo dicté a su “mollera”,
“en su lengua” y “pronunciando
centellas” el romance que a la vi-
rreina remite, Sor Juana es asi
termediaria para que el dulce de
nueces que cocinara el dios griego
Hlegue a la Marquesa junto con sus
palabras y portadora de sus pala-
bras: “Esas nucces guarda, de quien
yo fui Cocinero; que al rescoldo de
mis rayos, les sazonaré las corte-
zas...” El agradecimiento y el ro-
mance concluyen de esta manera
Co Mice a icons eons
GuEADOS OF AITETEA FESRNACCssshétele aqui, que Hega
Lima, de tu mano, con
tuna emplumada diadema:
Real insignia que me envias,
en que tu grandeza muestra
que no sélo eres Reina, pero
puedes hacer muchas Reinas.
Yo la ceflré, Sefiora,
porque mds decente sea
alfombra para tus plantas
coronada mi cabeza,
Doyle por ella a tus pies
mil besos en recompensa,
sin que parezca delito,
pues quien da y besa, no peca.
Entre la notable y diversa pro-
duccién literaria de Sor Juana —f-
loséfica, cientifica, teatral, poesia
cra y amorosa— hay piezas de
ocasién: homenajes, epistolas, para-
bicnes, pocmas para conmemorat
alguna muerte 0 cumpleafios de per-
sonajes de importancia. También
compuso villancicos, en los que in-
cluyé algunas referencias culina-
rias, como los que se cantaron a San
Pedro Apéstol en el aiio de 1683 en
Ja catedral:
ViLLANCICO VitI-ENSALADILLA
Como es dia de vigilia
la vispera de San Pedro,
sdlo con una Ensalada
hacer colacién podemos.
Lic aurosmioss saerons
No estard muy sazonada,
porque por venirme pronto a
alos Maitines, no pude
echarle mucho aderezo.
En el Convento de San Jeréni-
mo la vida social y literaria contaba
con la visita frecuente de personali-
dades politicas, religiosas e intelec-
tuales de la época y allf Sor Juana
era reina y sefiora, Entre el ir y ve-
nir de tazas y platos, chocolate es
pumoso, bollos anisados, yemas,
21confituras y rompopes, el locutorio
del convento era el espacio para re-
citar, hablar de literatura, teologfa
Los poemas de Sor Juana pasaban de
mano en mano, explica Paz, “nadie
se escandalizaba por el tono acen-
tuadamente erdtico de muchos de
ellos”. Sor Juana habia creado una
suerte de aficién hacia su persona,
inteligente, licida y creativa.
Queda la duda, pues no hay do-
cumento que lo atestigle, de que Sor
Juana gozara de manera particular
con los afanes de cocina, que inven-
tara algiin platillo o que cuviera es-
pecial talento para distinguirse de
Jas demés monjas del convento en
ese aspecto. “Sélo sabemos que ella
—explica Josefina Muriel— observa
el fenémeno de alteracién fisica y
que utiliza la buena cocina para aga-
sajar a sus amigos.” Pero basta saber
que es de su pufio y letra el manus-
crito que deja testimonio de los pla-
tillos especialidad de su convento y
que la seleccién de ellos es un reflejo
particular de la poetisa para conce-
dele, la luz de la grandeza de su in-
genio litcrario y el misterio de su
figura, un rango alto de sublime
poesfa gastronémica
iViva el mole de guajolote!
De no haber sido éste el colofén
del manifiesto estridentista en 1923,
Tomis de la Cerda, Conde de Pare-
des y Marqués de Laguna, virrey de
Ja Nueva Espaia, lo hubiera toma-
do para si, pues debe su celebridad
ala leyenda que lo asocia a la in-
Nec a note
oe Ria oe Lo
sa onco nacre rexicoo
vencién de dicho platillo ya los ver-
sos que Sor Juana Inés de la Cruz,
entrafiable amiga de su mujer, le de-
dicara y a quien dl, en corresponden-
cia, patrocinara, E] Marqués de la
Laguna ha quedado en la historia
gracias a que dos monjas le regala-
ron, dice Paco Ignacio Taibo 1, la
una, una salsa, y la otra, unos versos:
Grande Marqués, mi Sefior,
a cuyas plantas consagro
un osado afecto, pues
procura subir tan alto:
hoy es el dia feliz
cen que vuestra edad ha dado
al orbe de vuestras glorias
tantos circulos de rayos.
Sor Andrea de la Asuncién reci-
bis el encargo de crear un platillo
inusitado que celebrara la visita del
virrey de la Nueva Espatia, el refe-
rido Conde de Paredes. Debié en-
ronces poner su esmero en Ia com-
binacién de los ingredientes que
dicran el color exacto de lo mexica-
no, como si la alquimia de la iden-
tidad se procesara entre la talavera
conventual. Asi, convocé el choco-
late de los antiguos pobladores, el
guajolore que engalanaban los ban
guetes de los emperadores mexicas
y los chiles provocadores y descara-
dos en su irsitacién al paladar con
las almendras de la buenaventura y
el ajonjoli que los drabes llevaron a
Europa, el anis que aromatizé la tie-
rra de la vainilla y la manteca de
cerdo que tan bien fue acogida e
incorporada al catdlogo coquinario.
novohispano. En el mole se dieron.
cita el pan de trigo y la tortilla de
maiz, “el pan de mi cuerpo” y los
procesos todos echando mano de
metates, cazos y cucharas de palo:
cl semojo de los chiles, la fritura de
los panes, la molienda de los ingre-
dientes en el metate para transfor-
A gap ES24
marlos en un todo sublime. Porque
Sot Andrea debfa competir (lo se-
fala Taibo I) con los versos de Sor
Juana y en la hazafia estuvo el em-
pefio que su imaginacién concedié,
Que el mole sea un poema al pala
dar no queda la menor duda. El es-
ctitor German List Arzubide escri-
bié una estridente versién de la
historia del mole, donde la leyenda
atribuye a San Pascual Bailén, frai-
le franciscano oriundo de Zaragoza
que fucra, la receta que dices du-
rante un suefio que twvo la piadosa
Sor Maria.
‘Tocé a Sor Juana vivir ese mo-
‘mento culminante del barroco gas-
trondémico, sumarse a él, ser él en esa
apologta del mestizaje que el mole
memorable sincetiza en su sedosa
espesura y en el misterio de su os-
curidad, ella avivé el nacimiento
del mole con su amistad a los virre-
yes y los versos que la apuntalaron:
‘Vos, cuyos gloriosos hechos
nadie aplaudir osarfa,
si vuestras alas no dieran
las plumas con que se escriban
Fue el gesto del Marques, su de-
leite y aprobacién los que dictaron
veredicto al mole y garantizaron su
paso a la historia de México con al-
go dela gloria que su desempefio co-
‘mo gobernante no pudo conquistar,
Poesia en el puchero
Decfa Santa Teresa de Avila que
también Dios anda en el puchero y
iNav, cu acon
‘querer cono coe Dos
esen el recetario de Sor Juana, en-
tre blanduras de postres y pastas y
la extravagancia de gigotes y pollas
portuguesas, que podemos adentrar-
nos en el fogén barroco y su manera
de expresarlo, Ast “rota la clausura,
Sor Juana nos hereda una visibn de
su. mundo mestizo, perteneciente a
ese Imperio Espaiiol que hermané
a la América hecha a golpes de espa-
da y rezos’, escribe Guadalupe Pérez
San Vicente.
Si de Sor Juana se tata, al receta-
rio precede un soneto a manera de
aperitivo:
Lisonjeando oh, hermana, a mi
[amor propio
me concepruo formar esta
[escritura
del Libro de Cocina y
[que locurat
coneluirla y huego vi lo mal
[que copio.para que salga llena de
{hermosura,
pues por falta de ingenio
ly de cultura,
tun rasgo no he hecho que no
[salga impropio.
Asi ha sido, hermana, pero
[qué senda
podré tomar el que con tal
[servicio
su grande voluntad quiso
[se entienda
que ha de hacer? Suplicaros
{que propicia
apartando los ojos de la oftenda
su deseo recibais en sacrificio.
:Por qué se habré dado Sor Juana
ala tarea de copiar recetas? {Lo ha-
bré hecho como un gusto personal
para cuando abandonara el conven-
ro en 1694? Habra sido una tarea
correspondiente a sus obligaciones?
El recetario es testimonio de la
cocina del tiempo de la Colonia
porque, aunque Artemio de Valle-
Arizpe afirma que Sor Juana guisa-
ba segiin las mas puras tradiciones
y salsamientos de la vieja cocina de
Expafia, su modo e ingredientes
urilizados tenfan ya carta de natu-
ralizacién, de cocina americana,
conventual y barroca. La presencia
deo indigena, el mestizaje, es par-
se del legado que las recetas ma-
suscritas rubrican para constancia
eos tiempos. Explica Guadalupe
Pérez San Vicente que “en sus re-
esté la vuelea al entorno de su
sific, de sus escapadas a la ‘cocina
de humo’ de la hacienda, a mirar
absorta poner el ‘nixcoma’. Al de
las recetas madres del sustrato indi-
gena: el mole de Oaxaca y el guisa-
do prieto. El manchamanteles es ya
formula mestiza novohispana’.
De las 36 recetas que recogié Sor
Juana la mayorfa —salvo 10— son
dulces, clara vocacin del conven-
to que debia cambiar obsequios
por favores, obsequios por moneda
que permitiera el sostenimiento de
Ia orden y el edificio, al que las
monjas y sus celdas personales ha-
bian hecho modificaciones laberin-
ticas. Tal ver lo dulce se acercaba
més al dnimo de la musa que aque-
llos platillos condimentados y gra-
sosos que tanto halagaban el apetito
cn las grandes comidas.
Alli figuran eres recetas de buiue-
los —que més bien eran “pufiuelos”
pues la masa se aplastaba con los nu-
dillos del puiio cerrado— de heren-
cia mozérabe, cubiertos de mieles
liquidas. Los bufiuelos podian ser
de queso, de requesén y “de vien-
to” o huecos.
Figuran recetas con huevos; esa
materia prima que a Sor Juana ma-
ravillaba por su mutable identidad.
Huevos reales, megidos, moles, hi-
Jados. Para hacer huevos moles, Sor
Juana escribe: “se le echan doce ye~
Mea ex cAvp05 cores
Soja
2526
EL QUE AL As OF ARNT
[1 brscamrzane (2 eam. neLoo
SEA MESA iA cua.)
‘mas exprimidas por una servilleta’,
y uno se pregunta de qué manera se
exprimen las yemas, algo que a la
monja parece serle un procedimien-
to familias. También estén los hue-
vos reales, de elaborada confeccién
que incluye el batido y el oreado de
Jas yemas, el horneado y el relleno,
el almibar y el vino con agua de
azahar; en este punto todavia pue-
den ser poste, o cubrirlos para fuen-
tes de dulee, habiéndolos sumergido
en miel. O el postre de huevos me-
gidos con almendras, camote, co-
co; este platillo exalta una armazén
barroca donde la dulzura y las tex-
turas se suman apotedsicamente:
Huevos megidos
Mucle una libra de almendras,
suna id. camote blanco y una id, co-
coy a cada libra de carne una de
cazsicar clarificada y de punto, que
es cuando hace gota gorda en la
cuchara, Echa dos reales de nati-
lias y dos yemas batidas, luego que
esté de punto ralo se ponen capas
una y una de mamén y esta pasta
guarnece como ante y si guisien
sic] hacer pasteitos de ella se le da
punto de cajeta
Piénsese que por “carne” se nom-
bra la masa de los frutos y tubércu-
los ¢ imaginese este postre ostentan-
do blancuras cremosas. Ella sigue
llamando “carne de membrillos” a
Ja pasta de membrillo —aclara Gua-
dalupe Pérez San Vicente—, igual
que lo hacia Hernin Cortés en 1530.
Los huevos reales hacen gala del
mosaico mestizo pues una vez que
se colocan en un plato se “clavetean”con pasas, almendras, pifiones, tro-
os de acitrén, nucces y ajonjoli ros-
edo. Abunda el adoro o salpicadu-
= sobre postres como el bienmesabe
‘os huevos hilados a base de pa-
ss, pifiones, almendras, nueces y
Hay varios antes en el recetario
Sor Juana, cuyo nombre provie-
ne del momento en que este dulce
solia comerse: antes de la comida.
Deal la divisién entre postre (pos-
trer) y ante, que después perdié su
sentido de participacién temporal
en el mend para dejar al dulce siem-
pre en el lugar del epflogo. Guada-
lupe Pérez San Vicente dice de ma-
nnera juguetona que tal ver se llama
Mouse a ces secon anne
FoR Sox wa ney US CUS,
rome y Nox
“Trensntets REAS DE AUTAS QUE
or bec GLEN Pra
WY asa 10 ou sae
SAE APRAY AH [1]asi porque “antecede a la gloria de
comerlo”. Sor Juana compila ances
de calabacites, betabel, mantequill
mamey, nucz, piia, camore; ademds,
jericayas, alfajores, pasta hojaldea~
day la “tegla para todo género de
cajecas”.
Platillos en el olvido
Un recetario tiene la noble virtud
de preservar del olvido, de recupe-
rar sabores y combinaciones relega-
das del gusto y constatar la perma
nencia de otros. Sin amedrentarse
por combinar lo dulce con lo salado
(cal ver la ancesala de los chiles en
nogada), llama Ja atencién la receta
de la corta de arroz, donde se com-
binan en capas arroz.con leche ya
fifo, picadillo, jiromate, una punta
de dulce, pasas, almendras, pifiones,
aciteén y alcaparras para culminar
con otra capa de arroz con leche que
——
Sores pe. n.n00
Lospamice "ies"
esconda, una ver cocida “a dos fue~
0s, su ticoe insospechado relleno.
La misma atrevida combinacién
de ingredientes se epite en la sopa de
leche, que es una comida completa a
partir de pan dorado y garbanzo mo-
lido. ¥ el manchamanteles ¢salarde
de chiles hechos salsa para aderezar
la gallina junto con camote, pkitano
y manzana. El turco de maiz caca~
hhuacintle consiste en capas de masa
entreveradas de picadillo, manera
que se repite cn varios platllos y que
podia ser muy frecuente o del gus-
to de la poeta.
El clemole de Oaxaca es exceso
yy equilibrio: chorizo, gallina y cerdo
tran de bafiarse con la salsa que re-
sulta de ajo, clavo, pimienta, cane-
la, chiles anchos y ajonjolf rostado.
El guisado prieto combina produc-
tos de diversas procedencias: el ji-
tomate tan mexicano, la canela de
Ceilin y pimienta de la India, para
rematar con el morisco azafran pa-
ra bafiar la carne cocida en agua y
vinagre.
Explica Paco Ignacio Taibo I que
Sor Juana copié el recetario para
enviarlo ala viereina y de este modo
acercarla a la cocina mexicana, pues,
como seftala Xavier Domingo, el gi-
gote de gallina es un plato mestizo.
Y prosigue: “En Espaita el gigote es
tun guiso de carne picada, pero el
que offece Sor Juana es algo mas que
tun guiso, ¢s un ejemplo comestible
del barroco mexicano.”
Gigote euajado
Pica y haz gigote la gallina y sa-
zona con todas sus expecias, luego
inds poniendo rebanadas de pan
tostadas en una cazuela untada
con manteca y ast que esté puesta
tuna capa de dichas rebanadat, se
rocia con vino, y pon osra de na-
1as de leche con canela por encima
despolvoreada y clavo y pimienta;(Caos sete commen
(Cones coro tana. 00
luego oma capa de pan, sigues ha-
ciendo lo mismo hasta enar la
cazuela, la que concluirds con las
rebanadas, después echards todo el
caldo que quedé del gigote, echin-
dole encima una capa de yemas de
huevos batidas.
Guadalupe Pérez San Vicente re~
para sobre este mundo mestizo que
refleja el recetario de Sor Juana; la
presencia europea la dan no sélo “las
pollas portuguesas’ sino los gigotes
(del francés gigot, muslo), cuyos pla-
tos originales de sendos pechos de
capén, o perniles de ternera, termi-
naron por ser genéricos de carne
cortada,
Esta manera de guisar en cazue-
Ja en capas de masa o pan, con en-
treveros de carne aderezada y salpi-
caduras de clavo, pimienta 0 canela
aparece en muchos de los platillos
“salados” que recoge Sor Juana pa-
ra deleite de la imaginacién: el gi-
gote cuajado es una mds de estas
propuestas, el gigote de gallina ha-
ce gala de especias y hierbas com-
binadas: clavo, comino, canela, pi-
mienca, cilantro, ajo, perejil y
azafrin; después de cocido, el re-
mate se da con chorizones, pasas,[Ls ne nna oder
x nemsa quia ce utara
almendras, aceitunas, alcaparras y
alcaparrones —de ardbiga nomen-
clacura— y chiles.
Modos y medidas
El recetario de Sor Juana refleja, ade~
iis de su gusto y la combinacién
de ingredientes de una cocina mes-
tiza y barroca, las maneras de coci-
nar las medidas y utensilios de aquel
tiempo. “De profundidad de tres
pesos”, indica la poeta en la receta
de pasta hojaldrada; la libra como
medida de pesos el claco—moneda
antigua de cobre— y el real como
medidas de cantidad: “un claco de
canela’, un teal de leche, una cuar-
tilla de arroz.
El cocimiento se hace en cazos 0
canuelas; y se hornea poniendo “a
dos fuegos’, es decir hay que usar do-
ble calor: el cazo que esta sobre el
fuego se tapa con un comal al que
se le ponen carbones encendidos.
El comal de metal o barro permite
aque se forme costra y dore. La si-
guiente recera lo ejemplifica:
Torta de cielo
Untada una cazuela poco usada,
con manteca, se van poniendo ca-
pas de mamén echando sobre cada
una bastante canela molida, se
cuece en natillas espesas y ast que
cestd concluido esto, se enfria y se
van echando yemas hasta que la
sopa estd apagada, luego se pone a
dos faegos siendo el inferior algo
lento y conforme se va dorando la
superficie de la sopa, con unas
plumas se le unta mantequilla
hasta estar bien dorada que le
cechards un rocto con agua de aza-
sar, su canela gragea.
El popote (una pajuela) se use
con frecuencia para conocer la coc-