You are on page 1of 26

Revista ÁPICES DIGITAL

REDACCIÓN

Magdalena Cámpora
Susana Fernández Sachaos
Diego Ribeira
Luis Ángel Della Giovanna
Luis Biondini
Raúl Lavalle

Editor responsable: Raúl Lavalle


Dirección de correspondencia:
Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina
tel. 4811-6998
raullavalle@fibertel.com.ar

nº 7 - 2011

Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta


publicación.

1
ÍNDICE

Hernán Oscar Rissotto. El pensamiento social-cristiano de Mons.


Gustavo J. Franceschi en su obra Totalitarismo,
liberalismo, catolicismo… p. 3

Carlos María Romero Sosa. Soneto a Hellén Ferro (junto con un


“Recuerdo” escrito por Soraya Liz Bovio) p. 14

Luciano Maia. Meu pai p. 16

Auguste Verdot. La fremo p. 17

Marina Artese. Una y mil máscaras: El relato policial y


Arsenio Lupin p. 18

Minucias varias p. 25

2
EL PENSAMIENTO SOCIAL-CRISTIANO DE MONS.
GUSTAVO J. FRANCESCHI EN SU OBRA
TOTALITARISMO, LIBERALISMO, CATOLICISMO…
HERNÁN OSCAR RISSOTTO

Introducción

El texto que se analiza tiene su origen en tres artículos publicados


por Monseñor Gustavo Franceschi, durante noviembre de 1940, en la
revista Criterio, la cual se encontraba bajo su dirección en ese momento.
La redacción del mismo surge a raíz de un cargo formulado ante el
Cardenal Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Santiago Luis Copello,
contra algunos párrocos de diversas provincias, acusándolos de
proclamar la bondad de los regímenes totalitarios. Franceschi aclara que
no se propone averiguar sobre esas acusaciones sino aclarar ciertos
conceptos con el objeto de destruir equívocos. En este sentido formula,
entre otros, los siguientes interrogantes: “¿Quién no ha oído acusar a
alguien de que es liberal nada más que porque no es totalitario, o de que
es totalitario simplemente porque no es liberal? ¿Quién no ha visto
identificar el liberalismo y la democracia, como si toda democracia
hubiera necesariamente de ser liberal, y todo liberalismo democracia?
¿Quién no ha observado las confusiones entre la dictadura y el
totalitarismo, como si todas las dictaduras fueran totalitarias, o todos los
totalitarismos exigieran irremisiblemente un Führer, duce, caudillo o
dictador? ¿Puede un católico sustentar el totalitarismo? o ¿Puede un
católico ser liberal?” A partir de estos cuestionamientos que reflejan
tiempos de confusión, Franceschi procura abordarlos tratando de
alcanzar el mayor grado de objetividad, para lo cual recurre a los
documentos oficiales del Magisterio de la Iglesia.
En el volumen se refleja la preocupación de Monseñor Gustavo
Franceschi por dilucidar los más complejos problemas de la vida social
de la época. Esta figura histórica significativa proveniente del campo
religioso había nacido en París, el 28 de julio de 1881, y llegó a la
Argentina a los cinco años, donde hizo sus estudios en el Seminario de
Buenos Aires. Ya desde seminarista dio muestras de su vocación por los
temas sociales, a los que había de dedicar sus mayores esfuerzos a través
de su vida sacerdotal. Se ordenó en 1904 y colaboró con el padre
Federico Grote, organizador de los Círculos de Obreros y orientador de
la tendencia demócrata cristiana. Dirigió el periódico Justicia Social y
fue secretario general de la Liga Social Argentina, otra organización de
tendencia social cristiana. Desde 1915 se sumó al grupo que secundó a
Monseñor Miguel De Andrea y a partir de 1917 se ocupó de la

3
organización de sindicatos. En 1920 estaba a cargo del secretariado de la
Unión Popular Católica Argentina, que se proponía agrupar al laicado
católico. Desde 1932 y hasta su muerte en Montevideo, el 11 de julio de
1957, se hizo cargo de la revista Criterio y la convirtió en una de las
revistas mas reconocidas de los católicos argentinos.

La cuestión social y los primeros documentos del Magisterio de la


Iglesia

En el prólogo del libro, Franceschi manifiesta que intenta hablar


poco por cuenta propia, y es por ello que cita a cada instante los
documentos oficiales de la Iglesia. Indica que las tesis capitales del
catolicismo se encuentran expresadas en las encíclicas pontificias y otras
similares de la jerarquía eclesiástica. En consecuencia, es necesario
conocer las fuentes principales que inspiraron su pensamiento. Aunque
la cuestión social nace de la Sagrada Escritura y recorre toda la historia
de la Iglesia, se señala como al iniciador de la Doctrina Social de la
Iglesia al Papa León XIII con su memorable encíclica Rerum Novarum,
publicada el 15 de mayo de 1891. A partir del conflicto entre el capital y
el trabajo, se buscó, entre otras cosas, humanizar y dignificar la vida del
obrero. A partir de León XIII1 el Papado asume un claro protagonismo
en la cuestión social. Antes había sido un territorio más propio de los
teólogos morales y juristas. Este Papa trata la cuestión obrera y se
enfrenta a los dos sistemas sociales contrarios al hombre y a Dios: la
ideología liberal que había creado un orden en occidente que consagraba
la explotación; y su alternativa radical, el socialismo, que proponía
soluciones contrarias a la dignidad del hombre.

Es a partir de esta encíclica social que la más alta autoridad


eclesiástica quiere orientar el actuar cristiano para dar una respuesta a los
graves problemas sociales, políticos y económicos. Luego, con Pío XI,
cuyo pontificado se inicia en 1922 y se extiende hasta 1939, se tiene más
en cuenta el elemento político, como marco de convivencia, en el cual se
inserta la actividad social y económica. A este pontífice le tocó el difícil
tiempo que medio entre las dos Guerras Mundiales, el cual fue reflejo de
una sociedad que no encontraba su equilibrio. Se pusieron de manifiesto
las contradicciones del sistema capitalista, como por ejemplo la crisis
mundial de 1929 que se extendió hasta 1932. Mientras esto ocurría, la
ideología marxista se expandía. Un hecho fundamental fue la revolución
rusa. En 1931 Pío XI publica la encíclica Quadragesimo Anno en el
cuadragésimo aniversario de la encíclica Rerum Novarum. La misma

1
Se puede considerar que la primera encíclica social fue la Vix pervenit del Papa
Benedicto XIV del año 1745. En ella se trataba la cuestión del préstamo a interés.

4
tiene un sano idealismo y su punto central es la organización social
basada en las corporaciones. Capta todos los componentes de la realidad,
proponiendo salidas justas y posibles, concitando realismo y esperanza.

Pío XI fue también el gran impulsor de la Acción Católica en el


mundo y se caracterizó por tomar distancia ante toda forma de
totalitarismo. Con este fin, fija su postura frente al totalitarismo nazi y al
comunista ruso con la publicación de Mit brennender Sorge y Divini
Redemptoris. En esos años el fascismo y el nazismo iban ganando
adeptos, incluso entre los cristianos, donde no faltaban adhesiones de
bastantes eclesiásticos. El pontificado siguiente le corresponde al
Cardenal Eugenio María Giovanni Pacelli (1876-1958), fue elegido Papa
el 2 de marzo de 1939 a sus 63 años y asume con el nombre de Pío XII.
No publicó ninguna encíclica social, aunque trató la cuestión social en
sus radiomensajes. Terminada la Segunda Guerra Mundial, Estados
Unidos ofrece el Plan Marshall como ayuda a reconstruir el viejo
continente. Fundamentalmente se aplicará el modelo intervensionista
siguiendo en gran parte la propuesta de J. M. Keynes. En otro orden, la
Unión Soviética había sido gravemente afectada por la guerra, pero
políticamente fortalecida y ampliado el imperialismo comunista a casi
toda Europa oriental. Surgen así dos bloques ideológicamente
contrapuestos y políticamente enfrentados.

Algunos antecedentes sociales del catolicismo argentino

La Iglesia no ha sido ajena a los avatares de la vida pública de


nuestro país; por ello me referiré a algunos antecedentes sociales del
catolicismo hasta 1940. Es necesario remontarse al siglo XVI, a los
postulados del sacerdote español Francisco Suárez (1548-1617), quien
explicaba el origen de la autoridad, de la soberanía y del pacto social.
Sus ideas fueron enseñadas en las universidades y los colegios dirigidos
por la Compañía de Jesús. Las mismas eran contrarias a las del
despotismo ilustrado, relativas al origen divino de la autoridad de los
reyes. Fue así como los Borbones expulsaron a los jesuitas en 1767 de
sus dominios y luego, en 1768, el Rey Carlos III proscribió la tesis
desarrollada por Suárez.

A pesar de ello, la obra de este sacerdote influyó en las ideas que


inspiraron la Revolución de Mayo. La emancipación, las guerras de
independencia y el período de la organización nacional que trajo como
consecuencia el dictado de la Constitución de 1853 tuvieron como
protagonistas a personajes del campo católico como Fray Cayetano
Rodríguez, Ignacio de Castro Barros, Fray Justo Santa María de Oro,
José Luis Chorroarín, Juan Ignacio Gorriti, Facundo Subiría, Félix Frías,

5
Fray Mamerto Esquiú, y Monseñor Mariano Escalada, entre otros. En
1862 el general Mitre triunfa en Pavón sobre el General Justo José de
Urquiza y comienza un enfrentamiento con los católicos, siendo éstos
desplazados de la conducción del estado y en particular de la educación.
Docentes católicos son exonerados en la Universidad, entre ellos
Lamarca, Berrotarán y Castellanos. Simultáneamente, José Manuel de
Estrada es dejado cesante como rector del Colegio Nacional de Buenos
Aires y es expulsado el Nuncio Apostólico, Monseñor Matera. Este
proceso acabó por reclamar la autonomía de lo temporal respecto de la
Iglesia.

En agosto y septiembre de 1884 se celebra el primer Congreso de


los Católicos que constituye el comienzo del despertar del catolicismo
argentino en torno a sus deberes para con la sociedad y la Iglesia. La
primera consecuencia del congreso fue dejar constituida la Unión
Católica Argentina, presidida por un comité nacional con sede en
Buenos Aires. Fue aquélla la primera organización política de los
católicos de dimensión nacional, que se constituye con motivo de la
promulgación de la Ley 1420 de Educación Común, que introducía la
enseñanza laica en las escuelas, manifestando su oposición al gobierno
de Roca. En la Unión Católica Argentina militaron José Manuel Estrada
y Pedro Goyena, ambos fueron diputados nacionales por el nuevo
partido. No obstante, este movimiento político no prosperó y la mayoría
de sus miembros integraron a partir de 1890 la Unión Cívica.

Frente a los distintos sucesos de esta década, el 28 de febrero de


1889 el Episcopado Argentino publica la Primera Carta Pastoral
Colectiva, que constituye la primera de su especie y contiene la voz de
toda la jerarquía eclesiástica argentina. Se ha destacado que la
participación de los católicos en política tiene su punto de partida en el
congreso de 1884, que ejerció un papel ejemplarizador y fue la gran
fuerza inspiradora de los líderes convocados. No deja de ser
sorprendente que en dicho congreso se aprobó la resolución pidiendo la
creación de una universidad con facultad para conferir grados
académicos. Anteriormente, en 1877, Félix Frías funda el Club Católico,
que constituye el antecedente más remoto y directo del Partido
Demócrata Cristiano. El club es rebautizado en 1883 con el nombre de
Asociación Católica de Buenos Aires. A partir de este congreso, se
celebraron en el país otros tres, conocidos como de los Católicos
Argentinos que tuvieron lugar entre 1884, 1907 y 1908. Luego, tres
congresos fueron convocados por la Tercera Orden Franciscana entre
1903, 1906 y 1921; dos fueron citados por la Juventud Católica en 1908
y 1915, uno, por la Liga de Enseñanza Católica en 1910, otro, por los
periodistas católicos en 1918, y finalmente , el de los Católicos Sociales

6
de América convocado por los Círculos de Obreros en 1919. Ninguno de
estos congresos fue convocado por la jerarquía eclesiástica y, aunque la
iniciativa haya partido en algunos casos de sacerdotes, la organización
de los mismos estuvo en manos de entidades dirigidas e integradas por
laicos. Después de 1921, a causa del profundo cambio introducido por la
jerarquía eclesiástica en las organizaciones de los católicos, los
congresos no volvieron a celebrarse.

Cabe afirmar que el período más rico en iniciativas se halla entre


1900 y 1921. Se destacan dos figuras relevantes: Emilio Lamarca (1841-
1922) y Santiago O’Farrel (1861-1921). Este último, intelectual,
legislador y militante social-cristiano. En este período el marcado
sentido social se manifiesta en las organizaciones creadas y en los
propósitos que las animan. Las más importantes: los Círculos de Obreros
(1894 en adelante), la Liga Demócrata Cristiana (1902-1922) y la Liga
Social Argentina (1909-1919). El conjunto de los integrantes de estas
organizaciones pertenecía a los sectores medios de la sociedad argentina,
lo cual le otorgaba homogeneidad a la difusión de la doctrina social que
defendían. Los diferentes congresos se pronunciaron a favor de la
sanción de una legislación laboral o de la creación de determinados
servicios para los trabajadores. Se evidenció, al margen de las
estructuras y organizaciones propiamente sociales, que la preocupación
social fue una actitud compartida por todos los sectores del catolicismo.

Asimismo, la incorporación de la juventud a las actividades


sociales de los círculos obreros, en los primeros años de ese siglo, y la
aparición de los demócratas cristianos durante el mismo período exigió
atender a su formación. De esta necesidad nació la idea de crear círculos
de estudios. El padre Grote primero y el presbítero Pont Lodrá después
fueron los animadores de esos modestos cenáculos destinados a la
formación social sistemática. Cenáculos que se convirtieron en
estructuras indispensables de otras organizaciones como los centros de
estudiantes, la Liga Social Argentina y las asociaciones de ex alumnos
de colegios católicos. Aparecieron los círculos que fueron instituciones
de carácter doctrinal dedicadas a los sectores juveniles que luego
volcaban su actividad en sus respectivas organizaciones. Perseguían la
creación de una mentalidad socialcristiana y su vigencia se prolongó
hasta la creación de la Acción Católica en 1931. En este tiempo se
produjo un golpe militar dirigido por el general Uriburu, que derrocó a
Yrigoyen el 6 de septiembre de 1930. Asimismo, en esta década los
católicos democráticos, una de las alas del Partido Popular, se
reagruparon con la fundación de la Acción Católica Argentina. También
en este decenio se experimentó un engrosamiento del laicado católico, en
la faz pública se celebró una ceremonia masiva como el Congreso

7
Eucarístico de 1934 y, en el caso de los intelectuales, hubo un aumento
de publicaciones y editoriales. En junio de 1933 se crea el Secretariado
Económico-Social por parte de la Acción Católica Argentina con
Monseñor Franceschi como su asesor espiritual, lo cual constituye una
clara manifestación de la preocupación por el movimiento católico por la
cuestión social. A fines de la década del ’30, la Carta Pastoral Colectiva
muestra un cambio de la jerarquía eclesiástica por la cuestión social; se
plantea la necesidad de lograr la cohesión social frente al liberalismo y el
comunismo.

En este período, la enseñanza del pensamiento de la Iglesia tiene


como importante antecedente a los Cursos de Cultura Católica; luego
estos cursos se transforman en el Instituto Católico de Cultura. El mismo
da origen a la Fundación Ateneo de la Juventud, que tuvo por objeto
estimular la plenitud de la vocación universitaria bajo el signo de una
rigurosa formación religiosa de carácter científico, para preparar las
generaciones de maestros, investigadores y estudiosos. A su vez, en sus
declaraciones inaugurales el primer Rector de la Universidad Católica
Argentina, fundada en 1959, Monseñor Octavio Nicolás Derisi, recordó
especialmente estos cursos en cuyas aulas se formó una generación
intelectual católica de nuestro país. Los Cursos tuvieron como pilares a
la cultura, la doctrina, el criterio y la disciplina unificadas por la fe
cristiana, la virtud humana de la amistad y un exigente sentido de la
responsabilidad. Entre los profesores de estos cursos se encontraba
Monseñor Gustavo Franceschi.

También, se impone recordar a tres revistas editadas en Buenos


Aires: La revista Criterio de la primera época (1828/1930), Número y
Ortodoxia. Sólo la última fue una revista oficial de los Cursos, no así las
otras dos; no obstante, tuvieron su aliento. En el número inicial de
Criterio se anuncia que aparecerá todos los jueves a partir del 8 de
marzo de 1928 y se la define de la siguiente manera: ¨Criterio nace de
un movimiento de ideas, es decir, no responde a la iniciativa particular
inspirada en un simple propósito de exteriorizar opiniones personales y
aisladas. Es el fruto de una convicción colectiva, la expresión de la
voluntad decidida de un grupo de ciudadanos católicos que, estimulado
por las más altas autoridades, aspira a satisfacer adecuadamente la
apremiante necesidad de un órgano nuevo, doctrinario y popular, para la
difusión de la sana doctrina...¨ La dirección inicial estuvo a cargo de
Atilio Dell’Oro Maini, con la colaboración de Tomás Casares, Faustino
Legón y Emiliano Mac Donagh. Cuando los hombres de los Cursos
dejan Criterio, fundan la revista Número, que se publicó durante dos
años comprendidos entre los meses de enero de 1930 y diciembre de
1931. Luego los Cursos llegan a una madurez al parecer de sus

8
directores y surge Ortodoxia (1942/1947), revista de los Cursos de
Cultura Católica, de la cual se publican diecisiete números, algunos de
entregas dobles, y en su primer número se puede leer “Rectitud
dogmática o conformidad con el dogma católico...”

En cuanto a las tendencias imperantes en el campo filosófico, se


experimenta en los inicios del siglo XX una orientación que sigue al
positivismo, que se inclina hacia el neokantismo y el materialismo
dialéctico. En esta corriente se puede citar a Ortega, que en su primera
visita a la Argentina en 1916 se refiere al neokantismo sin dejar de
esbozar su propia concepción personal. En cuanto a la orientación que
consideraba los principios esenciales tomistas, cabe destacar la llegada a
Buenos Aires en el año 1936 de Jacques Maritain, para difundir su
pensamiento basado en que el hombre no es solamente un individuo,
sino una persona que está vinculada a Dios, y en su dirección realiza
todas sus posibilidades. Estos conceptos llevan a la visualización del
hombre como persona en función comunitaria, con sentido solidario,
para lograr el bien común, tarea emprendida anteriormente por
Monseñor Gustavo Franceschi y Monseñor Octavio Derisi.

El pensamiento de Franceschi en su obra Totalitarismo, liberalismo,


catolicismo…

Franceschi, basándose en el Magisterio de la Iglesia, distingue


tres posiciones fundamentales respecto a los problemas contemporáneos
en la cuarta década del siglo XX: el totalitarismo, el liberalismo y,
finalmente, confronta a ambos con la postura de la Iglesia. Afirma que la
esencia del totalitarismo, cualquiera sea su forma, fascista, nazi,
comunista, es contraria a la enseñanza tomista, debido a que la totalidad
de cada hombre es abarcada por el Estado. El totalitarismo es un
acaparamiento en el cual el Estado absorbe al individuo y adopta formas
concretas de acuerdo con la idiosincrasia y la historia del país donde se
origina. De acuerdo con esta posición cada hombre no existe más que
por el Estado y para el Estado; es decir, que sus derechos derivan de una
concesión estatal. Por lo tanto, un católico no puede sustentar el
totalitarismo en sus distintas formas. El comunismo es inconciliable al
ser un sistema esencialmente materialista y ateo; el nacional-socialismo
nada tiene de cristiano al glorificar la propia raza despreciando las otras;
y en relación al totalitarismo fascista, el pragmatismo de Mussolini le
permite escapar más fácilmente a una sentencia condenatoria. Al
mencionar las resoluciones colectivas del episcopado argentino de
noviembre de 1938, Franceschi manifiesta que un católico no puede
propiciar las teorías ni el régimen totalitario pero formula dos
observaciones. La primera es que se trate de un totalitarismo verdadero y

9
la segunda es que un católico, en cuanto es ciudadano, si bien no puede
aprobar la doctrina ni el régimen totalitarista, debe, si es miembro de un
país sometido a ellos, servirlo con lealtad, y cumplir con las obligaciones
que le impone la defensa de su patria. Manifiesta que el totalitarismo no
está constituido por la forma exterior del régimen político, sino por el
principio de filosofía moral y político-social que lo anima. De ahí que el
totalitarismo no asuma necesariamente la forma de dictadura unipersonal
u oligárquica, sino que también puede adoptar la democrática.

La otra postura extrema es el liberalismo, que considera que una


colectividad será tanto mejor ordenada cuanto mayores sumas de libertad
se encuentren en ella. Es esencialmente una proclamación de autonomía,
una exaltación del individuo, efectuada por la sociedad y para uso de la
misma. Tal autonomía es socialmente proclamada frente a Dios y del
mismo modo con relación a la sociedad, en el sentido de que las
funciones de ésta se reducen a impedir que una libertad se exagere hasta
lesionar el derecho ajeno. De ahí se deducen el derecho de circulación,
de agrupación, de trabajo, la libre competencia económica, la fijación de
los salarios por el juego de la oferta y la demanda, y otros fenómenos
similares. Sería inevitable la lucha de las clases, la dictadura económica,
la inestabilidad de los gobiernos y en general el desorden social en todas
sus formas. Entonces, siempre que por la palabra liberalismo no se
entienda amabilidad, respeto por las normas de convivencia social,
generosidad, misericordia, sino que se le dé su verdadero sentido técnico
y doctrinario, un católico no puede ser liberal. Ya el Papa Gregorio XVI
en su encíclica Mirari vos, de agosto 15 de 1832, mostraba los peligros
que implicaba, no sólo para la Iglesia sino también para la sociedad, la
indiferencia en lo religioso; es decir la equiparación de todas las
creencias, y consecuentemente la libertad absoluta de todas las
opiniones. Por lo que toca al liberalismo económico es suficiente leer la
encíclica Rerum novarum, de mayo 15 de 1891. En consecuencia, no
cabe ser católico y liberal al mismo tiempo. Puede haber liberalismos
que nada tienen de democrático. Baste decir que el imperio de Napoleón
III se glorió siempre de su tendencia liberal. Después de la encíclica
Rerum novarum hubo una verdadera explosión de iras contra León XIII,
que afirmaba la intervención estatal en los problemas que atañen a la
sociedad. En este sentido, la línea corporativa católica fue adquiriendo
con el andar de los años y la experiencia, líneas más precisas.

En cuanto a la actitud de la Iglesia, Pío XI especificó que le


corresponde definir los principios y las normas, pero no la técnica de
aplicación propiamente dicha. Por tanto condenará el Estado liberal
como el totalitario, el primero por abandonar deberes primordiales para
con Dios y los hombres, el segundo por invadir derechos tanto de Dios

10
cuanto de la persona humana; pero no optará por la monarquía o la
oligarquía, o la república, que son técnicas de gobierno. Y del mismo
modo verá con favor en principio el régimen corporativo como un medio
lógico de organizar según justicia y caridad la sociedad humana. En la
Rerum novarum el Papa sentó dos principios. Afirmó en primer lugar la
necesidad de la intervención del Estado, tanto para el fomento de las
clases asalariadas cuanto para evitar los abusos nacidos de la libre
competencia y del la seudo-libertad del trabajo; y en segundo término
que los asalariados, como los hombres de cualquier otra clase, tenían
derecho de organizarse en cuerpos profesionales. En este sentido, la
encíclica Quadragesimo anno de Pío XI indica la necesidad de una
reorganización social mediante el corporativismo. como un instrumento
de liberación y justicia.

Considerando la actitud del individuo católico dentro de un


régimen totalitarista, Franceschi sostiene que debe acatar los poderes
públicos, pagar los impuestos, prestar el servicio militar y formar parte
de las agrupaciones que le sean indicadas por las leyes. En definitiva,
será un buen ciudadano del Estado, y con ello por encima de la forma
transitoria de gobierno, servirá a la patria.

En relación con la Argentina, diferencia la patria y el régimen político a


que temporalmente está sujeta. Dice que puede desaparecer por un lapso
de tiempo, y aun definitivamente, la democracia en la Argentina sin que
la nacionalidad quede extinguida. Franceschi se pregunta si durante el
gobierno de Rosas hubo democracia en el país: es evidente que no.
También afirma que prohombres como San Martín, Belgrano, Rivadavia,
Pueyrredón y otros muchos, en cierto momento creyeron que al país era
de más provecho la monarquía. Asimismo mantuvo una notoria
controversia con Lisandro de la Torre en 1937 a partir de las
conferencias de éste en el Colegio Libre de Estudios Superiores.

Conclusiones

La década del treinta constituye un momento clave en la historia


de la Iglesia Argentina, ya que en este período la misma experimenta un
desarrollo notorio. Esta crisis es interpretada por la institución
eclesiástica como una crisis moral más que política o económica. De este
modo la Iglesia se expandirá a través de la sociedad convirtiéndose en
una institución cada vez más compleja. La estructura social comenzaba a
transformarse, debido a la industrialización que el país estaba
experimentando, y emergían los primeros rasgos de una sociedad de
masas. Tanto la Acción Católica Argentina como la Carta Pastoral
Colectiva muestran un cambio de actitud respecto de la cuestión social;

11
se plantean más seriamente la búsqueda de soluciones a los males del
liberalismo individualista expresado en el plano económico y social; y
frente a la amenaza del comunismo.

En este contexto, los intelectuales católicos cobran una


importancia significativa y la dimensión social participativa es asumida
sobre los documentos oficiales de la Iglesia. Entre éstos se encontraba
Franceschi, quien poseía, junto con su erudición, un espíritu europeo y
se dedicó fundamentalmente a la sociología en sus conferencias, revistas,
libros y organizaciones. Su figura constituyó una de las voces más
autorizadas del catolicismo argentino; pero indudablemente su obra
máxima fue la revista Criterio, que llegó a dirigir durante 25 años en
circunstancias muy difíciles para la misma. Fue un firme defensor del
modelo de participación activa del laicado, bajo el control y
asesoramiento de la jerarquía eclesiástica. Siguiendo al Magisterio de la
Iglesia, en el texto, Franceschi contrapone posiciones extremas como lo
son el liberalismo y los totalitarismos e indica que la Iglesia no tratará
cuestiones de técnica propiamente dicha, pero sí las de moral pública
que caen bajo su jurisdicción. También estuvo a favor de que la Iglesia
debe esforzarse por mantener relaciones pacíficas con el Estado, aun
cuando repruebe sus doctrinas, porque así lo exige el bien superior de los
habitantes de una país; y, en el orden individual, señala que un buen
ciudadano del Estado será aquel que sirva a la patria duradera por
encima de la forma transitoria de gobierno. Además, se manifiesta a
favor de las ideas corporativistas y las bondades del régimen del
portugués Oliveira Salazar. Finalmente, se puede afirmar que el
pensamiento de Franceschi evolucionó hacia lo social-cristiano y
conservó la idea de que debería haber un régimen que superara al
liberalismo y al totalitarismo.

HERNÁN OSCAR RISSOTTO

Bibliografía consultada

AUZA, Néstor. Las corrientes sociales del catolicismo argentino.


Buenos Aires, Claretiana, 1984.
AUZA, Néstor. Historia y Catolicidad, período 1869-1910. Buenos
Aires, Docencia, 2001.
BIANCHI, Susana. “Catolicismo y peronismo la familia entre la religión
y la familia 1945-1955”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y
Americana Doctor Emilio Ravignani, nº 19, Buenos Aires, 1999.
CAIMARI, Lila. Perón y la Iglesia Católica. Buenos Aires, Ariel, 1995.

12
FARRELL, Gerardo. Iglesia y pueblo en Argentina. Buenos Aires, Patria
Grande, 1976.
NAKKACHE, Muriel - PÉREZ DE ARRILUCEA, María. II Jornadas
de Ciencias Sociales y Religión, Universidad de Buenos Aires, Facultad
de Ciencias Sociales, Carrera de Sociología, 2002.
MEDRANO, José María. “Los iniciales Cursos de Cultura Católica de
Buenos Aires”, Universitas, Pontificia Universidad Católica Argentina,
febrero de 2008.
MOTTO, Andrés CM. La cuestión social y la enseñanza de la Iglesia,
Buenos Aires, Gram, 2003.
MALIMACCI, Fortunato - DI STEFANO, Roberto. (compiladores).
Religión e Imaginario Social. Buenos Aires, Manantial, 2001.
PONTIFICIO CONSEJO DE JUSTICIA Y PAZ. Compendio de la
doctrina social de la Iglesia. Conferencia Episcopal Argentina, Buenos
Aires, 2005.

13
SONETO A HELLÉN FERRO
HELLÉN FERRO
(1919-2011)

No presagiaba el nombre de herrería


la pluma de oro y el temblor de su alma;
cristal soplado por tormenta y calma
de la primer jornada al postrer día.

Pudo ser timonel y fue vigía,


por gritar “¡tierra!” en plan de puño o palma
batiente en el color de la alegría
que al cabo -siempre- con dolor se empalma.

Entramado, surtido de universos


en expansión: literatura y cine,
“Bebe” Cooke, Sur, Rodolfo, traducciones...

Con fe en la eternidad rindió sus versos.


Que en la paz del misterio se recline,
desafiando el olvido y sus rincones.

CARLOS MARÍA ROMERO SOSA1

Recuerdo de Hellén Ferro

Lo conocí en la Mesa de los Miércoles, mesa a la que acudían


poetas y escritores y gente amante de la lectura. Recuerdo que ya habían
llegado varios integrantes aquel día y se encontraban sentados a la mesa,
cuando irrumpí en el restaurant del Colegio de Escribanos. Hellén fue el
único que se levantó, vino a mi encuentro, se presentó, me presentó al
resto de los integrantes. Entre ellos se encontraban León Benarós, Ana
María Gil, Ángel Núñez, Jorge de Palol, Ricardo Vittiriti, entre otros.

1
Escritor y periodista argentino actual. Le agradecemos habernos permitido tomar de
su sitio (http://poeta-entredossiglos.blogspot.com/2010_03_01_archive.html) el soneto.
Los conocedores me disculparán que aclare que John W. Cooke y Rodolfo Walsh, dos
personas verdaderamente famosas, fueron amigos de Ferro, quien falleció en febrero de
2011; colaboró –me sigo refiriendo al difunto– en la célebre revista Sur y en varias
otras y fue importante traductor literario. Como puede verse, añadí arriba un recuerdo
que hace Soraya Liz Bovio, amiga y admiradora de Hellén Ferro.

14
Me preguntó el nombre y, al escuchar “Soraya”, me llamó siempre
Princesa. Todos los miércoles acudíamos a los almuerzos y me sentaba
siempre a su lado. Nació entre nosotros una hermosa amistad.
Frecuentaba lo más importante que tengo: mis hijos y mi hogar. Solía
obsequiar libros que le habían gustado especialmente y dedicarlos a los
destinatarios, quienes quedaban fascinados con las dedicatorias, que
denotaban un uso inmejorable del castellano.
Muy prudente en sus comentarios, era un moderador nato. Creía
en Dios pero no imponía su fe. En la mesa de los miércoles hacía posible
la convivencia entre monárquicos, demócratas y anarquistas, entre los de
derecha, los de centro y los de izquierda.
Al momento de disolver su biblioteca y pensar a quién iba a dar
sus libros, organizó varios tes, a los que acudíamos Delia Haitshandiet,
amiga de la mesa a quien él llamaba “la dama de hierro” y yo; en ellos
nos contaba anécdotas de su juventud, junto a Borges, Bioy Casares,
Silvina Bullrich, entre otros amigos. En base a las anécdotas pensaba el
destino de cada uno de sus libros. Era un delicado anfitrión. Nos servia
exquisiteces y nos despedía con alguna flor, agradeciéndonos nuestra
presencia.
Su padre había sido empleado de correo, lo que motivó que
viviera en Carmen de Patagones. Le gustaba narrar el día en que se
trasladó en una embarcación desde Carmen de Patagones rumbo a la
ciudad de La Plata junto a su madre y hermanitos. Sopló un fuerte
viento, sintió miedo y buscó el regazo materno. Ella lo abrazó y él sintió
una sensación única. El viento frío y la calidez y protección del abrazo
se mezclaron Se sintió especial y fue especial para los seres que
compartimos su camino.
Que Nuestro Señor lo acompañe.

SORAYA LIZ BOVIO

15
MEU PAI

Distante estava o mar com que sonhou meu pai.


Distante aquele rio de deltas infinitos.
Visionário fervor incendiou seu peito
mas a flama que ardeu era invisível aos olhos
que não sabiam sobre sua sede de caminhos
de rios e mares e impossíveis manhãs.
Seu sonho sucumbiu num vazio de luzes
na água ausente e na dor de um cruel desamparo.
Qual peixe fora d’água, logo fugiu-lhe o ar
e sem mares nem rios, cedo se foi meu pai.

LUCIANO MAIA1

El poeta Luciano Maia

1
Mas de una vez hablé de este autor contemporáneo brasileño, activísima figura dentro
del mundo de la latinidad. Dispense entonces el lector, si no soy prolijo en la
enumeración de sus méritos. Le agradezco el permiso para copiar aquí este poema,
publicado antes en Mar e vento (Fortaleza, Expressão Gráfica, 2009, p. 18). El motivo
de mi elección es bien simple. Luciano más de una vez, en la palabra escrita y en la
conversación, ha hablado entrañablemente de sus padres y de su familia. En este caso
recuerda a su pai, quien fue un hombre cultísimo y, como dice arriba, un verdadero
visionario. Es lo contrario de lo que pasa conmigo: no fui muy buen hijo; nunca supe
valorar bien y agradecer todo lo que se me dio (crianza, educación, ayuda, afecto). Si la
literatura es también catarsis, que la pluma de Luciano entonces hable por mí y que mis
propios padres desde la eternidad me sigan acompañando con sus dulces manos y su
perdón. [R.L.]

16
LA FREMO

Gau e doulour,
Espigno e flour,
Rire e lagremo,
Un pau de mèu
E proun de fèu:
Vaqui la fremo.

AUGUSTE VERDOT1

Alegría y dolor,
espina y flor,
risa y lágrima,
un poco de miel
y mucho de hiel:
¡esta es la mujer!

Frédéric Mistral,
gran poeta de la Provenza

1
El autor (1823-1863) fue poeta provenzal. Nada sé de él. Tomo este epigrama de: E.
Portal. Antologia provenzale. Milano, Ulrico Hoepli, 1911, p. 388. Si bien el provenzal
es una lengua latina, disto mucho de comprenderla bien. Para mi intento de traducción
me basé en la versión italiana que da Portal. Sin duda mucho más se podría decir acerca
de la naturaleza y de la condición femeninas, pero disculpen las lectoras –si las hay de
mi pobre ingenio– que ahora yo también solo vea de ellas su belleza y su eterna
movilidad; les pido además que me sigan acompañando en este caminar. [R.L.]

17
UNA Y MIL MÁSCARAS: EL RELATO POLICIAL Y
ARSENIO LUPIN
MARINA ARTESE

Antes de comenzar el análisis de la obra Arsenio Lupin, caballero


ladrón creo que es de gran utilidad mencionar algunos datos biográficos
de su autor, de manera que, de alguna forma y tal vez en estudios o
lecturas posteriores, nos puedan facilitar el ingreso y el análisis del texto.
Maurice-Marie-Émile Leblanc, mejor conocido como Maurice Leblanc,
nació en Ruán el 11 de diciembre de 1864 y murió el 6 de noviembre de
1941. Perteneciente a una familia burguesa, estudió Derecho y se educó
en Francia, Alemania e Italia. Gracias a la aceptación de un puesto como
reportero policial en la revista francesa Je sais tout, en la cual era el
encargado de escribir historias policiales que aparecían en folletines
mensuales (alrededor de los años 1905 y 1907); sus historias se
transformaron -dos años mas tarde- en un libro. Originalmente sus
relatos fueron similares a las de su par ingles Arthur Conan Doyle pero
luego se diferenciaron notablemente por las características del personaje
a quien dio vida (Arsenio Lupin). Alcanzada cierta popularidad por
parte de dicho protagonista, las innumerables historias que continuaron
apareciendo tenían como centro a este singular individuo: un ladrón de
guante blanco, caballero notable de la llamada belle époque, mago del
disfraz y el engaño, carente de malicia, seductor, astuto e inteligente que
se vuelve difícil de atrapar y encerrar por la policía parisiense, de la cual
también se burla. Sin embargo en algunos relatos Lupin toma un papel
de investigador que debe resolver ciertos enigmas y solucionar otros
tantos delitos injustos a los ojos de la sociedad; especialmente en los
últimos textos de la saga el protagonista trabaja casi abiertamente como
detective con sus antiguos adversarios de la ley.

La obra en cuestión, Arsenio Lupin, caballero ladrón, la cual hoy


en día encontramos en forma de libro, fue originalmente publicada en los
ya mencionados folletines mensuales que, tiempo más tarde, serían
reunidos en un único volumen. Podemos decir, por lo tanto, que el texto
elegido para este trabajo es el primero de carácter policial escrito por
Leblanc y publicado en 1907. La obra constituye la presentación del
pícaro héroe en la sociedad y en el nuevo público lector. El texto,
formado por nueve capítulos, son las memorias de un reportero, quien
narra distintos sucesos policiales contemporáneos a su época. Si bien a
primera vista parecen no tener hilo conductor que los una, luego
comprendemos que la coherencia entre las distintas partes del relato está
dada por la voz narradora de la cual más tarde, en el análisis propio de la

18
obra, nos ocuparemos. Todas las divisiones mencionadas relatan
distintas aventuras y robos en la vida de Arsenio Lupin, especialmente
las de su juventud.

Concretamente entendemos que no podemos establecer una línea


cronológica que nos permita verificar cómo las historias se relacionan y
entrecruzan entre sí, ya que cada una de ellas realiza cierta ambigua
referencia pero inexacta hacia las demás. Sin embargo, notamos que el
autor no deja todo librado a nuestro parecer, sino que hallamos
conexiones entre los tres primeros capítulos que constituyen la
detención, la estadía y la fuga de prisión de nuestro personaje. El resto
de las divisiones son, por otro lado, historias independientes con una
unidad de acción particular en cada una de ellas. Los personajes no
suelen repetirse en las diferentes secciones de la obra, sin embargo el
lector puede observar como los mismos individuos tienden a referirse a
las otras historias mencionando los casos o robos que tuvieron lugar. Por
lo tanto, los personajes sirven al mecanismo de verosimilitud, de
realidad y de conexión entre los capítulos.

Para terminar con esta primera parte y cederle el lugar e


importancia al análisis propiamente dicho, es decir a la aplicación de las
distintas teorías y elementos de la novela policial, debemos decir que el
objetivo de este trabajo es observar concretamente dichas características,
mencionar si se pueden encontrar o no en la obra elegida y extraer
propias conclusiones a partir de las dificultades que podríamos encontrar
durante su estudio.

Voces desde la estructura

Si bien en la primera parte se mencionó la división general de la


obra, debemos decir que cada capítulo encierra un problema y su
respectiva resolución a manos de Lupin. Asimismo cada uno de ellos
tiene una estructura particular que está sometida a la presencia de el o los
narradores que encontramos. La mayoría de las secciones está divida a
su vez en dos partes: la primera se expone el hecho. Los datos y se
consuma el robo, todo se refiere objetivamente, sin matices que
impliquen opiniones ni inclinaciones, todos los datos propicios para
resolver el hecho se encuentran ante la mirada del lector. En la segunda
parte aparece el ladrón mismo, quien descubre los secretos del truco que
le permitió realizar el delito. Esta confesión no se realiza explícita en la
obra, es decir como un discurso directo del propio Lupin, sino que se
trata de un segundo relato contado por él mismo a su confidente, quien
pone por escrito las historias escuchadas.

19
Si hablamos de los elementos fundamentales de todo relato,
tendremos en cuenta tres unidades importantes: tiempo, aspecto y
modo.1 En cuanto al primer punto, debemos observar la relación que se
establece especialmente entre los conceptos de orden y frecuencia. Si
hablamos de orden, en primer lugar, notamos que los relatos en sí, como
unidades cerradas, presentan ciertas anacronías (anomalías en el orden
temporal) que se repiten gracias a la estructura ya mencionada. En la
mayoría de las historias recopiladas por el narrador encontramos el
fenómeno de analepsis mixta: en la segunda parte de los capítulos, la
historia se remonta al tiempo anterior del inicio del relato y después
termina por integrarse a él, ya que a Lupin le resulta necesario explicar
los motivos que causaron el delito y los modos en que recibió las
informaciones para realizarlo, así como también darle otra oportunidad
al lector para repensar, a la luz de las nuevas revelaciones, el delito
cometido. Por otro lado, podemos decir que la frecuencia es repetitiva ya
que se relata más de una vez un solo hecho: primeramente el suceso es
meramente relatado y luego se agregarán los detalles referentes a los
modos del robo, sin embargo el acontecimiento es el mismo.

Por otro lado, si entramos en el ámbito de los modos y aspecto


del relato, es decir del conocimiento que tiene el narrador de los hechos
que describe y su mirada a la hora de narrar, diremos que a cada una de
las divisiones del cuento le corresponde un tipo de narrador especial. En
la primera se trata de una tercera persona, extradiegética y
heterodiegética, totalmente omnisciente, el llamado narrador “por
detrás”, que relata los hechos sucedidos de una forma general. Además,
la focalización es externa: está situada en aquel hipotético observador
que ve todo desde afuera de la historia, es decir los sucesos se presentan
en una vista panorámica. Por otro lado, la segunda parte está contada,
generalmente, en primera persona: es el “historiador de Lupin” como el
mismo testigo se hace llamar. Tal creación de un narrador “con” que sea
el recopilador de los hechos en vida del protagonista permite darle
mayor verosimilitud a su discurso y credibilidad a la persona del ladrón.
Es notable observar, en la mayoría de los capítulos, que esta voz
narradora es heterodiegética e intradiegética, ya que los sucesos que se
narran no influyen en sus acciones posteriores, pero el narrador forma
parte de la narración en si. Sin embargo en uno de los relatos contados,
el testigo se hace partícipe de la aventura narrando la forma en que
Arsenio Lupin entró a su vida y a su trabajo. En este caso particular, el
narrador se transformará en homodiegético. Si observamos, la
focalización que se efectúa en la segunda parte de cada uno de los
1
Al tratarse de diversos relatos que conforman la obra elegida, no se realizará un
análisis exhaustivo de cada uno de los cuentos por separado, sino que se tratará de
observar y ejemplificar los elementos mencionados en su totalidad.

20
capítulos, notamos que es interna, ya que se restringe la percepción del
narrador a lo que ve el personaje de Lupin a la hora de cometer el
crimen.

Hacia una definición del policial

Ahora bien, luego de haber analizado brevemente a esta obra


como relato, es hora de ver en ella los elementos propios de la novela
policial, y como primer paso creo que es fundamental nombrar los
componentes que aparecen en toda narración perteneciente a este género:
el detective, el conflicto y el criminal, el resto de los elementos serán
simplemente accesorios.

A simple vista observamos dos investigadores importantes con


propia identidad y una historia que los respalda: por un lado, el agente
retirado Ganimard, encargado de capturar a Lupin en sus primeras
aventuras, y el inconfundible Herlock Sholmes, parodia del importante
detective inglés que ingresa a la historia en su último capítulo para luego
compartir protagonismo con Lupin en otra novela titulada Arsenio Lupin
contra Herlock Sholmes. En cuanto al criminal podemos decir que éste
es el centro de todos los relatos, es el fundamento que impulsa la obra y
hace que las acciones se desarrollen. Es interesante mencionar que es él
el que posee un testigo quien pone por escrito todos y cada uno de sus
actos, a diferencia de las novelas policiales tradicionales, donde
comúnmente era el detective quien contaba con dicho compañero. Nada
está librado al azar con un personaje como Arsenio Lupin, perfecto
maestro del disfraz, poseedor de múltiples identidades que confunden a
cualquiera que intente atraparlo y hasta complican sus propios
sentimientos respecto al amor y a su vida.

Por otro lado, si hablamos del conflicto, Todorov nos dice,


citando a George Burton, que toda novela policial es construida sobre
dos muertes, la primera cometida por el asesino y la segunda el asesino
mismo. En este punto, nos encontramos con la primera dificultad: en la
mayoría de los capítulos señalados no se produce ningún delito mortal,
los crímenes cometidos por Lupin son grandes robos a hombres ricos y
de una fortuna considerable que asimismo tienen una actitud repulsiva
hacia la sociedad. Sin embargo, no nos atenemos estrictamente a la
fórmula propuesta por Todorov; podríamos transformar el término
“asesinato” por “delito” y de esta manera lograríamos analizar los relatos
en cuestión a partir de una nueva reformulación “toda novela policial es
construida sobre dos delitos, el primero cometido por el criminal y el

21
segundo (hacia) el criminal mismo”.1 Si bien en las narraciones
escogidas no encontramos una relación temporal entre los hechos,
observamos que tanto el ladrón comete sus respectivos robos, así como
también nos acercamos a aquellas circunstancias donde el mismo Lupin
es burlado y robado; es decir sufre las consecuencias de su propia
profesión. Podemos citar el ejemplo del capitulo IV. Nuestro ladrón de
guante blanco es atacado, inmovilizado y robado mientras viajaba en un
tren, y con el objetivo de recuperar todas sus pertenencias debe
improvisar un plan, cambiar su identidad y construir una nueva escena
del crimen con sus respectivas falsas pero creíbles evidencias. De este
modo y despistando a los policías, se transformará él mismo en
investigador y finalmente atrapará al culpable.2 Observamos que los
roles a cumplir por Lupin son tan variables como su propia personalidad
e identidad a lo largo de todos los relatos.

Asimismo Burton nos dice que una de las características


principales de la novela de enigma es que se superponen dos series
temporales: la historia del crimen (narra lo que efectivamente ocurrió) y
la de la investigación (cuenta cómo el narrador toma conocimiento de los
hechos); pero esto último comienza cuando termina el otro, siendo el
más importante, ya que el lector está interesado en averiguar lo ocurrido.
No obstante, vemos que en nuestro texto, gracias a la estructura y a las
características particulares del personaje, el acento no está puesto sobre
los procesos de investigación, ya que éstos se producen rápidamente por
los policías sin obtener ningún resultado claro. El énfasis dado por el
autor se encuentra en el delito mismo y en la revelación dada por el
mismo Lupin sobre el acontecimiento. Decimos que dicho cambio en la
estructura tradicional de los relatos policiales permite al autor dar una
nueva mirada sobre los hechos delictivos y por otro lado, burlarse
principalmente de este género nacido en Inglaterra y que en aquel
momento, en Francia, toma un nuevo rumbo.

Además, otra de las características que podemos establecer es


que en la novela de enigma tradicional el detective está fuera de peligro,
es invulnerable. Pero debemos recordar que en nuestro caso, la figura
1
Cabe destacar que la reformulación se realizó con el mero propósito de comprender
las estructuras básicas de la novela policial a partir de la definición dada por Todorov y
permite que podamos aplicar tal fórmula a cualquier relato policial con asesinato o
carente de él.
2
Podríamos encontrar en este punto una cierta referencia e influencia por parte de
Eugène-François Vidocq, criminal francés que vivió entre los años 1775 y 1857. Luego
de ciertos casos y robos fue encarcelado, pero allí mismo se transformó en informante e
infiltrado dentro y fuera de la prisión. Más tarde, al salir de prisión pasa a formar parte
totalmente de la policía y crea lo que luego se llamó Sûreté Nationale (Seguridad
Nacional), que ya en 1817 contaba con 811 arrestos a manos de Vidocq.

22
importante no es el investigador sino el mismo delincuente. El lector no
pretende que la fuerza policial salga vencedora sino disfrutar de cómo
Lupin esquiva cada una de las persecuciones y los intentos fallidos de
atraparlo. Podemos decir que los detectives que encontramos (como es el
ejemplo del anciano Ganimard, policía retirado encargado de atrapar a
nuestro ladrón en sus primeras aventuras, o el del mismo Herlock
Sholmes) son inmunes porque prácticamente no hacen nada, lo cual
acentúa cierta parodia del género.

Así como la historia en su totalidad introduce modificaciones en


lo considerado tradicional, vemos que tales innovaciones son una
dificultad a la hora de estructurar el relato a partir de los hermeneutemas
propuestos por Barthes, ya que el mismo relato se encuentra
desestructurado. De los diez núcleos presentados pocos son los que
solamente se pueden percibir con claridad: el planteamiento y la
formulación del enigma, la promesa de respuesta que no llega a
cumplirse por parte de los propios esfuerzos de los policías, la revelación
del crimen (por parte de Lupin) y los constantes engaños y pistas falsas
que siembra el protagonista para no ser atrapado, lo cual trae consigo
una serie de equívocos y malas interpretaciones1.

Si hablamos de los métodos que describe Peirce a la hora de


resolver cualquier conflicto o enigma, como deducción, inducción y
abducción, notamos que en realidad casi ninguno de ellos es utilizado ya
que como referimos, técnicamente, el misterio no se resuelve por el
policía sino que es el delincuente quien revela sus trucos. Sin embargo,
no todos los relatos que se encuentran en dichas memorias tienen las
mismas cualidades. Si leemos por ejemplo el capítulo VIII, en el cual se
asesina a la mujer destinada a ser robada por Lupin, horas antes que éste
cometa el delito, notaremos cómo el protagonista logra descubrir al
asesino a través de una deducción realizada gracias a una serie de
evidencias descubiertas en la escena del crimen.

Conclusión

Luego de haber leído detalladamente la obra en cuestión y con la


ayuda de los críticos antes nombrados, se puede notar la gran
complejidad con la cual están construidas dichas memorias, aunque
constituya el primer texto policial escrito por nuestro autor. Percibimos
cómo muchas veces los teóricos tenidos en cuenta no logran abarcar por
1
Es interesante revisar para este último hermeneutema mencionado el capítulo III
donde se cuenta la fuga de Lupin de la cárcel: cómo el inteligente ladrón logra que sus
carceleros lo liberen por creer, gracias a un ingenioso disfraz, que retienen al individuo
equivocado.

23
completo las complejas y entrecruzadas características de la obra por
estar ella conformada de variadas historias reunidas. Vimos que no fue
posible tomar cada uno de los capítulos en particular y aplicar a ellos la
teoría, ya que de esta manera este trabajo hubiera resultado arduo y
meramente descriptivo. De la misma forma, si bien por la época en la
cual se escribe suponemos que se trata de un policial de enigma, tal
afirmación no es posible justificarla totalmente ya que observamos que
nuestra obra también incluye elementos del policial de suspenso y del
policial negro. Sin embargo, las críticas usadas nos permitieron repensar
otros modos de análisis y ordenar los elementos encontrados.

Asimismo, observamos cómo el autor toma la clásica estructura


inglesa de “crimen-enigma – detective – solución” y la transforma
notablemente, poniendo el centro no en el investigador sino en el mismo
criminal. A diferencia de otros escritores, es el personaje de Lupin quien
en cada aventura se enfrenta con nuevos adversarios, sean policías u
otros delincuentes. En nuestro caso, el enigma desaparecerá o limitará su
contenido, el lector no se pregunta por la persona que cometió el delito
sino solamente por su causa y el modo de hacerlo; el receptor quiere ver
actuar al protagonista. Tal como mencionamos en el desarrollo de este
trabajo, la figura del detective será totalmente desplazada por la
importancia de Lupin y solamente aparecerá para mostrar sus limitadas
investigaciones. Por tanto la solución del enigma será dada por el mismo
ladrón frente a su confesor y tal desenlace constituirá el triunfo de Lupin
frente a la sociedad que lo rodea.

Arsenio Lupin, caballero ladrón es una obra interesante a la hora


de enfrentarse a un policial distinto, en el cual los detectives se dejan de
lado para darle importancia a la figura del ladrón antes tomado como un
mero arquetipo. Este se alzará como un nuevo héroe que no presenta
rasgos fijos, sino que se trata de un ser con total vitalidad y notablemente
humano, con sus miedos y pasiones, un individuo capaz de disfrazarse
para esconder aquella fisonomía que lo hace ser un sujeto particular,
para convertirse en algo más que un mero ladrón.

MARINA ARTESE

24
MINUCIAS VARIAS

El Doríforo en Buenos Aires

A partir de abril de 2011, por espacio de unos noventa días, se


exhibió en el Museo Nacional de Bellas Artes, en Buenos Aires, la
célebre escultura en mármol llamada El Doríforo, proveniente del
Museo Arqueológico de Nápoles. La obra es original. Quiero decir con
esto que se trata de una copio en mármol, hecha en época romana, de un
original en bronce. Este había sido hecho por el escultor griego Policleto,
en el s. V a. C. El lector puede encontrar muchos más datos. Mi
propósito es dar un humilde parecer.

El Doríforo

Más de una vez concurrí al Museo con alumnos y contemplamos


con admiración las formas de la estatua. Si bien no soy competente en
arte, tuve óptima ocasión de hablar de ciertos aspectos de las culturas
griega y latina. Por ello el balance fue más que favorable. No obstante,
en lo personal habría preferido la visita de una muestra más amplia: se
puede aprender más con una veintena de piezas “más baratas” que con
una sola obra maestra. Pero reconozco que la belleza posee magnetismo
especial.
R.L.

25
Tanguero y pintor

Sobradamente conocido es Luis Alposta, médico, ensayista,


poeta y hombre de tango. Pero hace poco descubro que también es
pintor. Me permito entonces mostrarles, con el permiso de él, una de sus
obras. Es el puente viejo de San Antonio de Areco, sobre el río que allí
pasa. ¿Cómo no dejar venir a mi mente Don Segundo sombra? El
narrador en la novela pescaba en esas aguas: “En las afueras del pueblo,
a unas diez cuadras de la plaza céntrica, el puente viejo tiende su arco
sobre el río, uniendo las quintas al campo tranquilo. Aquel día, como de
costumbre, había yo venido a esconderme bajo la sombra fresca de la
piedra, a fin de pescar algunos bagrecitos, que luego cambiaría al
pulpero de La Blanqueada por golosinas, cigarrillos o unos centavos.”
R.L.

Luis Alposta: Puente viejo de San Antonio de Areco

26

You might also like