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Cuando Ia muerte inbumana Ala triste humana (Con Fria quitarainsana Al hombre de la pied Quedse el mundo edmirado Haiendorecono ‘Que era mucho mis lo dado Que logue hubo resiido {6nde una estaua? A lo menos Bn dénde ests una insripeda? {No necestan los buenos De esa neva profusién! [Ni aspir jamais ef hombre Objeto de mi cantar {A dejar claro renombre Solo sal hombre livia. YY sobre el grande Belén Puede lerse una inseipcién (Que si se comprende bien Palpitar el coruasn Y yoo juzgo en balde PPonela ag reverente Astdice:“Antoio Alealde ‘Ala humanidad dations”, Antonio Zaragoza (1855-1910) estudante, que rod6 por tera, enlazado a aquel cuerpo heladoe inert Y al estrucndo del ayo al explandor del reKimpago el alma de Margaritas lanz6 a as sombra de la etemida,y la de Federico se hundié en los aismos sin fondo de la locura 188 Laplegariade la muerta La luna bataba el extenso pati, dibyjandoen el suelo ta sombra de os macizos plares que sostenian aquellos srandes corredres. Slo interrumpanel silencio el Blando ‘murmullo de ls oles ye enue mor de Ia fuente, que parefa el eco lejano de confusas palabras pronunciadss or geios misteriosos Reine unacalma profundsninguno dels ides profanos vena a turbar el mponente rposo, ‘Aquell era un clusto. Parece qu la paz de los corazones se refleja en cierto modo sobre los edificios. Muestas los convents una serenidad inalterabl, como tenen sus moradores una paz infnita. Ese claustro un asilo que se halla entre avis ya verte, seguro puerto paralastempestades de a existencia, Ya su Seno se acogen las amas heridas que, cansadas de las mudanzas de la suerte, buscan en el mundo el nico amor que no vari, el amordivino, Ellas esel vesttbulo dela eternidad Cun alta poesia hay en ese sacrficio pore cual os hundimos vivos en una mba! El clausto es el cementerio 189 dela almas;en su puerto dejrnos, como en Ia del sepuler, Jos dolores y las alerias que formaban questa existencia, Yyenvuelios enel suario el olvido esperamostranquilos la muerte del everpo para lanzamos ala eteridad sefdos con la austera areots del holocaust, Y todo ese caricter Sombrio y majestuoso se retrataba nl edificio en la noche de que hablamos. La luna, nica confident de tantas amas opacas, vein desde el cela aque seguro misterio que lo ella pos contempla, De pronto vibes con timbre suave y melancélico la campana que Hlamaba a los maitines. Aquellos sones resonaban claramente en la calma del clasto, Al antigua silencio habfa sucedido cl rumor de algunas puertas que se brian y de pasos que se acereaban, Aparccieron en 10s ambulatoros ls monjas,vestdas con ss trajescencientos, sus blanca teas y sus negros velos. Y¥euando las doce de la noche sonaron letamente, la ‘comunidad se puso en marcha hacia It iglesia, con paso eposado, como una pavorosa comitiva de espectros Eraunespecticulo extra y hondamente conmovedor que presentaban aquellas mujeres, abandonando a media noche Su suet para elevar Dios el hima de a rac, Pasaban tranquilas y silenciosas, pasabsn al parecer indiferents, yempero,acaso en todos aquellos corazones habia andido con fuerza iesistible Ia pas que todo Io avasalla, ;Cusntos dolores, cusntas desesperaciones, ccuintos remordimientos no habran detozado algunos de 80s seres, hasta empujatos ala Idbrega morada donde tiene su asiento la etera penitencial ¥en otras amas, ;Qué inmensa aspiracén hacia Dios, que invencile anhclo de ascetismo no fueron necesarios para entregarlas Perpetuamente ala oseuracfreel de un convent! ‘Las monjasenraronacor,y pronto le ls émbitos del templo la majestosa armonia del eticosagrado, Era tuna explosion de amor y de misticismo, era alzo pur, andoroso y santo, que se desprena de a tera par evar 190 | al Biemoe imno de adoracin desu ristures En algunas voces se distingufan el cansancio y la tristeza de la ancianidad; en otras un timbre argentina y sonoro ‘denuneiaba un tesoro de juventud, que se marchitaba en Jas sombvas del mister, ‘Laimponent calmade lamedia noche, la dbl claidad del templo, la auserdad de ls imagenes de santos que apenas se dibujaban sobre sus pedestals, todo contribu revestr de una pofunda poest aque aoracion fervent Repentinamente, de en medio de las voces que cntonaban la plegaria se destaeé una vor de un timbre poderoso; mas de na expresin tan doliente, de una ste tan desgarradora, que las monjas al ola sinieron que el corazén se les oprimia con dolocosa angustia. Siguieton cantando: pero la voz aquéla dominaha a todas las dems, ‘yresonaba sonoray vibrate, como el eco indefinible de un ‘mundo desconocio. Era un canto extra: las vees vibraba dulcemente ‘con a expresin de una inefabl esperanza otras se elevaba al cielo con ideal alegra, como el himno reverente de un fngel; de pronto returnbabasordamente con el eco de una desesperacin abmumadora; luego se iba duleifiando enisteciendo hata sonar ligubre y funeral como el canto del genio de la muerte. Aguela Yor tenia una hellers sterradora Sorpresa, angustia, mor, esperanza todo eso sentian lus monjasyarasrads por quella voz, cantaban ambien ‘on uncin profunda y exhalabanenfaplegariatodo cl ardor {toda laf de sus alias creyentes, Nunca habia subi al Cielo, en ous de armonta, una oracin muy Fervoros ‘Concluido el te70, ls mons slieron del coro, y © ‘rigieron en fanstica rocesén asus celdas, Cuando tds hnoieron desaparecido, cuando el silencio volvié a reinar ene conveno, la bermana tomera se presen en lt celda de Ia superiors, livida, rémula, eon la expresin de un espant resis, 1 Madre abadesa, exclams con vor entreortada, algo temible pas en el convent, Por qué lo dectss, hermana? Pregunt la abadesa, tratando de conservar su graved, Lo digo, porque las relgiosas del convento somos trent, como sabeis perfectamente, y esta noche, al salir del coro, ls he contado y he visto eins y una! La tornera dijo estas dkimas palabras en vor bala, y om tal expresin de terror, que Ia abadest sins, a pesar suyo, corer por ss venas un igo fo HHermana, replies, procurandedominar st emocién 1 suelo os agobia ynohabsis conta bien, ;De donde podtia veniresa nueva relgiosa? Retitaos a vuestaceld y pedi Dios que o ranguilice No me he enganado, dijo la tornera moviendo lentamente Ia cabeza, las conté muy bien, y ademés de las «quince parejas que de ordinato formamos, be visto una ‘monjasoltaria.,No records aguéla or que tan extraia ¥ pavorosamentevibe6 en el coro? Yo estve junto a la hermana que cantaba, y como se mantuvo rebujada cuidadosamente, no acenté a conocera: pero cuando pass junto a mi sent un fio parecdo al del mérmol de tos sepulcros,y,eredme, habia en su vou evando cantaba algo ‘eno es de este mundo! A pesar desu energia no pudo reprimir la abadesa un ‘emblorconvulsvo al or aguell afirmacin tan explicit, a Tague revesta de mayor gravedad lo avanzado dela hor Al natural temor que le inspiraba lo fantéstica de Ia Jmpensada aventura, se unia Ta sospecha de que acaso squella monj fuesealgin ser de care y hveso, que se hubierantroducido al coavento con avisos y desconocidos fins. ‘No uiso,emper,alamara a comunidad a semejante hora, y haciendo lo posible por tranquilizar ala tomer, le lordené qve se retirase. Obedecis ta pobre monja y se eneaming a su cela, presa de un vagotemor gue no Ie era dado reprimir. Cruzétemblando ls desietos ambulatorios ytendidse ens ésperolecho; pero mo pad dorminy estuvo én aque penosoinsomno conto tet aos mi rumowes, de a noch, sin que nada vniese turbar a tranguilidad del clausto, u Cuando ls ayos de la aurora iluminaron el convento, Ta comunidad se lz de echo y se entregsa sus orinaras Aistbociones. Laabades,inguieta porlaextaiarevelacion

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