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E\ libro ideal 25 1893 El libro ideal William Morris William Morris (1834-1896) consideraba las tradiciones artesanales de la Edad Media como una forma de revitalizar las artes aplicadas de su época. Gracias a la influencia de los textos del critico de arte John Ruskin, contribuyd a generar un restablecimiento del arte gético que tenia las mismas implicaciones tanto estilisticas como filoséficas. Morris creta fervientemente en la honestidad de los materiales funcionales como medio de asegurar los lineamientos del buen diseiio. Sus ideas progresistas acerca de una co- rreecion formal que trascendiera el mero estilo lo convierten, segiin Nikolaus Pevsner, en un pionero del disefio moderno'. En 1888, Morris asistio a una conferencia acerca de tipografia que dio Emery Walker (1851-1933) en la primera Exposicion de Artesania de Londres, y alli escuch6 la postura de un ripdgrafo que sostenta que era necesario adop- tar los lineamientos de la tipografia de los siglos XV y XVI para contrarresiar las fallas cualitativas de los libros contempordneos. Tres afios después, Morris fund6 la Kelmscott Press con el objeto de imbuir de calidad y valor moral al trabajo impreso. Después de luchar contra los dudosos resultados de la produccion en masa, también atacé los fal- sos restablecimientos medievales a los que dio lugar su propio trabajo. En esta confe- rencia, que se centra exclusivamente en el libro, arremete contra los preceptos intoca- bles del disefio del tipo y la tipografia. —SH uando nos referimos al Libro Ideal, supongo que hemos de entender que se tra- ta de un libfo no limitado por las exigencias comerciales del precio: podemos hacer lo que nos plazca con él segtin lo que su naturaleza, en cuanto libro, de- mande del Arte, Pero podemos concluir, me parece, que su asunto nos limitard en cier- ta medida; un trabajo sobre célculo diferencial, una obra médica, un diccionario, una co- leccién de discursos de un estadista, un tratado sobre tipos de estiércol; tales libros, por mas que estuvieran bien y bellamente impresos, raramente recibirfan ornamentos con la misma exuberancia que un volumen de poemas liricos o que un clasico o una obra se- mejante. Un trabajo sobre el Arte, me parece, soporta menos ornamento que un libro de cualquier otra indole (non bis in idem es un buen lema); por su parte, un libro que de- ba tener ilustraciones, mas 0 menos utilitarias deberia, me parece, carecer absolutamen- te de ornamento, dado que el oramento y la ilustracidn casi con certeza entran en con- flicto. De todos modos, sea cual fuere el tema del libro, y por desprovisto que esté de decoracién, igualmente puede ser una obra de arte, si es que el tipo es bueno y se pres- ta atencidn a su composicidn general. Todos los presentes, supongo, estaran de acuerdo 1 Véese Nikolaus Pevsner, Pioneros del Disefio Moderno, de William Morris a Welter Gropius, 3 edicién ampliada y corregida, Ediciones Intinito, Buenos Aires, 2000. 26 Fundamentos del Disefio Grafico en que el comienzo de la Biblia de 1462 de Schoeffer es hermoso, aun cuando no est4 iluminado ni rubricado; lo mismo Puede decirse de Schiissler 0 de Jenson ©, en una pa- Jabra, de cualquiera de los buenos tipdgrafos de antaito: sus trabajos, sin més ornamen- fo que el que extrafan del disefio y Ta disposicién de las letras, eran obras de arte defi- nitivas, De hecho, un libro, Impreso 0 escrito, tiene la tendencia a constituir un objeto hermoso, y el hecho de que nosotros, en esta época, produzcamos en general libros feos demuestra, me temo, algo como premeditacién y alevosfa: una determinacion de hacer dafio a nuestra vista siempre que eso esté a nuestro alcance. Bien: dejo en claro, en primer lugar, que un libro no omamentado puede ser verda- dera y absolutamente hermoso, y no meramente no feo, siempre que sea, por asf decirlo, arquitecténicamente bueno, lo cual, dicho sea de paso, no necesariamente aumenta dema- Siado el precio, puesto que no cuesta més elepir bellas imagenes que imagenes feas, y el Busto y la deliberacion con que se selecciona la ubicacién adecuada, la posicién, ete. pron- fo se transformarén en costumbre, si se los cultiva, y no consumirén mucho tiempo al maestro tip6grafo cuando los incluya entre sus demas ocupaciones necesarias Veamos entonces qué nos solicita esta disposicién arquitecténica. En primer lu- Bar, las paginas deben ser claras y ficiles de leer, lo cual raras veces ocurre a menos due, en segundo lugar, el tipo esté bien disefiado y, en tercer lugar, los margenes, ya Sean pequefios o grandes, deban ser debidamente proporcionales a la c ija tipografica, En pro de la claridad de lectura, hay que cuidar, primero, que las letras estén ad cuadamente elegidas en sus cuerpos y ademés, me parece indispensable, que los esp: cios que las separan sean pequetios: cs curioso, pero para mi indudable, que la irregu- laridad de cierto tipo antiguo, en particular la letra romana de los primeros tipégrafos de Roma, que es, de todos los tipos romanos, el mas ntistico, no tiende a la ilegibilidad: Jo que tiene esa tendencia es 1a compresion lateral de la letra, que necesariamente im- Plica el adelgazamiento excesivo de la forma, Desde ya, mi intencion no es afirmar que esta irregularidad sea otra cosa que un defecto a corregir. Hay algo que no debe hacer- Se nunca en la tipografia ideal: el espaciamiento de la letras: es decir. ¢] agregado de un espacio mas entre una y otra. Excepto en los trabajos rapidos ¢ intrascendentes, tales co- mo la impresién de diarios, es inexcusable, Eso nos lleva a una segunda cuestion: el espaciamiento lateral de las palabras (los @spacios que las separan); para dar forma a una pdgina hermosa, debe prestarse mucha atencin a este asunto, lo cual, me temo, no es hi do que en una oportunidad compré un bonito libro veneciano del siglo xv y al principio no me daba cuenta del motivo por el cual algunas paginas resultaban tan molestas para {a lectura y tan ordinarias y vulgares para la vista, dado que no i al tipo. Pero de inmediato lo atribuf al espaciamiento, puesto que dichas paginas esta- ban espaciadas como un libro moderno; en otras palabras, lo negro y lo blanco eran ca- si iguales. Entonces, si deseamos que un libro sea legible, lo blanco debe ser claro y lo hegro, negro. La primera vez que salié la excelente publicacion Westminster Gazette, se tantes cosas sin sentido. Mi amigo el sefior Jacobi, que tenia experiencia en impresién, Cortigio a esos sabios hombres, si es que se fijaron en su carta: me temo que no lo hi- sieron, sefialando que lo que habian hecho era bajar el tono (no el tono moral) del pa- pel y que, por consiguiente, a fin de hacerlo tan legible como la combinaci6n corriente libro ideal 7 denegro y blanco, debfan utilizar un negro mas negro, lo cual, por supuesto, no hacen. Les aseguro que una pagina gris exige que se fuerce mucho la vista. Como se dijo anteriormente, la legibilidad también depende en gran medida del disefio de la letra: y vuelvo a expresar mi oposicién al tipo condensado, en especial en la letra romana: las a, b, d y ¢ mimitisculas de tamafio normal deberfan disefiarse en algo asf como un cuadrado para obtener buenos resultados: de lo contrario, no es errado decir que no hay lugar para el disefio; por otra Parte, debe dibujarse cada letra debidamente; el en- srosamiento de las b, e, g no puede ser del mismo tipo que el de la d; una u no debe ser _ ‘Mmeramente una n dada vuelta; el punto de lai no ha de ser un circulo hecho con un com- és sino un diamante trazado con delicadeza, y asi sucesivamente, En una palabra, es ne- Cesario que las letras las disefie un artista, no un ingeniero. Con respecto a las formas de las letras en Inglaterra (quiero decir, Gran Bretafa), se han registrado grandes progresos én estos Cuarenta afios. La repugnancia abrumadora de la Bodoni, el tipo més ilegible que isti6 jamas, con sus descabelladas letras gruesas y finas, qued6 mayormente relegada a trabajos que no expresan sino el utilitarismo mas despojado (aunque no veo por qué hasta el utilitarismo se inclina por usar tipos ilegibles), y fue reemplazada en muchos ca. 808 por el tipo Caslon y por el tipo antiguo, un tanto esbelto pero, a su modo, elegante | dhe se emplea en nuestra época. Es un poco desafortunado, sin embargo, que se haya aceptado un nivel un tanto bajo de excelencia para el disefio del tipo romano moderno en suesplendor, dado que sirvieron como modelo la letra comparativamente pobre y esbel- lade Plantin y de Elzeviers en Ingar de los disefios generosos y Iégicos de los tipdgrafos Yenecianos del siglo xv, con Nicholas Jenson a la cabeza, ya que es obvio que es ése el tipo romano de mejor calidad y claridad que se ha conocido; es una léstima que tome- es como punto de partida para un posible nuevo comienzo cualquier época peor que la Mejor. Si hay quien dude de la superioridad de este tipo por sobre el del siglo xvur, el es- tudio de una muestra amptiada a un tamafio cinco veces mayor lo convencerd, supongo. No obstante, debo admitir que aqut es pertinente una consideracién comercial: que las letras de Jenson ocupan mas lugar que las imitaciones del si glo xvn, y eso conduce a otra thficultad comercial, y es que no existe un libro bello o bien claro para la lectura impre- So en caracteres pequetios. Por mi parte, a excepcién de los casos en que se necesitan li bros cuyo tamafio sea inferior al octavo Corriente, lucharia contra cualquier tamafio me- "hor al de Ta Pica; pero en todo caso la Pequefia Pica me parece el tipo mas pequefio que _ Puede usarse en el cuerpo de cualquier libro. Como sugerencia para los tipéerafos, dirfa gue, si desean que entren més letras, pueden reducir el tamaiio del interlineado u omitir- | lopor completo, Desde ya, esto es mas conveniente en algunos tipos més que en otros; por ejemplo, el tipo Cason, que tiene rasgos ascendentes y descendentes muy largos, munca necesita interlineado, excepto por motivos especiales. Hasta el momento tuye en mente un tipo Romano fino y generoso pero, después de todo, es deseable aplicar cierta variedad, y cuando uno perfecciona la letra Romana al punto maximo logrado hasta ahora, no me parece que disponga de mucho margen ta desarrollarla; en consecuencia, la palabra deberia tomar algun formato de letra G é2 en nuestro mejorado libro impreso. Si bien esta propuesta tal vez los sorprenda, no deben olvidar que, salvo por un tipo muy notable usado rata vez por Berthelet, la letra Hegrita inglesa, desde los dfas de Wynkyn de Worde, fue la que provino de Holanda en _ €sa €poca (exceptiio una vez més, por Supuesto, las imitaciones modernas de Caxton) Esta letta, si bien es bella e imponente, no es muy fécil de leer, esta demasiado compri- Inida, es puntiaguda en exceso y, por asi decirlo, demasiado intencionalmente Gética. ee a ee 28 Fundamentos del Disefio Grafico Pero hay numerosos tipos que son de carécter transitorio y de distintos grados de tran- sicién, desde los que no hacen més que adoptar una pizca de la firmeza floral de la Go- tica, como algunos de Jos tipos Mentelin 0 cuasi Mentelin (que, de hecho, son modelos de hermosa simplicidad), 0, digamos, como la letra del Ptolomeo de Ulm, de la cual es dificil decir si es Gética 0 Romana, hasta el espléndido tipo Mainz, del cual, supongo, ‘el mejor ejemplo es la Biblia de Schoeffer de 1462 que es casi integramente Gotico. Eso nos deja un gran campo para la variedad, me parece, por lo que les sugiero, y dejo esta parte del tema con dos comentarios: primero, que la dificultad para leer libros Géticos es consecuencia, en gran medida, de las numerosas contracciones que presentan, un re- sabio de la practica de los escribas y, en menor medida, de la superabundancia de letras ligadas, dos inconyenientes que, doy por sentado, estardn ausentes en los tipos moder- nos fundidos en esas letras semi-Goticas. Y, en segundo lugar, en mi opinion, las ma- yasculas son el punto fuerte de la letra romana, y las mindsculas de la letra Gética, lo que es natural dado que el Romano fue en su origen un alfabeto de maytisculas, y las minisculas fueron una reduccién gradual surgida de elas. Ahora legamos a la ubicacién de Ja caja de impresién en la pagina, un punto de suma importancia que, hasta hace muy poco, no comprendieron bien los tipégrafos mo- demos y raramente hicieron mal los tipdgrafos antiguos 0, de hecho, Jos realizadores de libros de cualquier indole. A este respecto debo comenzar por recordarles que son con- tadas las ocasiones en que vemos una sola pagina de un libro por vez; la pagina abierta es la verdadera unidad del libro, concepto que comprend{fan a la perfeccién los viejos impresores de libros. Opino que es muy extrafio encontrar un libro hecho antes del siglo XVI que no haya cafdo en manos de ese enemigo de los libros (y de la especie humana), el encuadernador, en el que no se aplique esta regla: que el borde medio (el que esta en- cuadernado) debe ser el menor de todos los margenes, el superior tiene que ser mas gran- de, el margen al corte més grande atin y el inferior e] mayor de todos, Asevero que, ala vista de cualquier hombre que sepa qué es la proporcién, esta regla da un aspecto satis- factorio, a diferencia de cualquier otra. Pero el tipégrafo moderno, por regla general, di ja caer Ia caja en lo que llama el medio de la pdgina, que muchas veces en realidad ni qguiera es el medio, ya que mide la caja desde el encabezamiento, si es que lo hay, aun- que en realidad no forma parte de Ja misma sino que es un ramillete de letras que apenas mancha tenuemente la parte superior de la pagina. Me atrevo a decir que cualquier libro en que la caja esté correctamente ubicada en Ja pagina es tolerable a la vista, por malo que sea el tipo (siempre y cuando no haya “ornamentos” que arruinen todo), mientras que cualquier libro en el que la caja esté mal ubicada en el papel es intolerable a la vista, por buenos que sean el tipo y los ornamentos. Tengo en mi biblioteca un Plinio Latino de Jen- son que, a pesar de su hermoso tipo y sus ornamentos pintados a mano, casi no me atre- vo a mirar, porque el encuadernador (y aqui me faltan los adjetivos) reban6 dos tercios del margen inferior: tales estupideces son como un hombre con el saco abotonado por detrés o como una mujer con el sombrero puesto al revés. Antes de terminar esta seccién, me agradaria referirme a los voltimenes con pa- pel grueso, Me opongo a ellos, aunque he cometido unos cuantos pecados en ese senti- do, pero eso fue en mis épocas de ignorancia y solicito se me perdone alegando ese so- lo motivo. Si desean publicar una edicién hermosa de un libro y también econémica, hdganlo; pero que sean dos libros distintos, y si su dinero (0 el del piblico) no alcan: dediquen su ingenio y su dinero a hacer el libro econémico lo més atractivo que pue- dan. Hacer un yolumen en papel grueso partiendo del fino presenta un dilema aun si El libro ideal 29 \uelven a rehacer las cajas para el papel mds grueso, cosa que no se hace muy @ menu- do, me parece. Si los margenes estén bien para el libro pequeiio, deben estar mal pata el rande, y usted tiene que ofrecer al péblico el peor libro al mayor precio: si estan bien para el papel grueso estan mal para el fino, y por lo tanto lo arruinan, como ya he dicho que ocurre, 1o cual no parece muy justo para cl piiblico general (desde el punto de vista Ge la moralidad artistica), que podria haber obtenido un libro atractivo, pero no costoso. En lo que hace al papel de nuestto libro ideal, estamos en gran desventaja en comparacién con tiempos pasados. Hasta el final del siglo xv o, incluso, hasta el primer cuarto del Xvi, no se hacfa papel malo, por lo general era verdaderamente muy bueno. ‘Actualmente se hace muy poco papel bueno, y en su mayor parte es muy malo. Nues- tro libro ideal debe, me parece, estar impreso en papel hecho a mano de tan buena cali- dad como sea posible; aqui la privacién no daré buenos resultados. De todas maneras, sibade usarse papel hecho a miiquina, que no aparente fineza 0 lujo sino que se mues- tre como lo que es: por mi parte, indiscutiblemente prefiero los papeles mas econémi- cos que se usan para Jos peridicos, en lo que respecta a Ja apariencia a aquéllos grue~ s0s, lisos, engafiosos en los que se imprimen los libros respetables, de los cuales los peores son los que imitan la estructura de los papeles hechos a mano. Ieualmente, dando por sentado la mejor calidad del papel hecho a mano. hay que hacer un comentario sobre su sustancia. Un libro pequeiio no debe imprimirse en papel erueso, por bueno quee sea. Uno quiere que un libro tenga paginas ficiles de pasar y que quede en equilibrio mientras uno lo lee, lo cual es imposible, a menos que Teservemos el papel grueso para los libros grandes Y, de paso, deseo protestar contra la supersticién de que s6lo los libros pequefios son eémodos para leer; algunos libros pequefios ofrecen una comodidad tolerable, pero ni los mejores son tan comodos como los de un formato considerablemente grande, del ‘amano, digamos, de un Polyphilus original, 0 un poco mayor. Lo que ocurre es que un libro pequefio rara vez se queda quieto, y uno debe acalambrarse la mano sosteniéndo- Jo 0, sino, apoyarlo en la mesa con una parafernatia de objetos para mantenerlo inm6- vil, una cuchara de un lado, un cuchillo del otro, utensilios que siempre se caen cn un momento eritico y lo inquietan a uno haciéndole perder el sosiego que es indispensable pare la lectura; mientras que un formato grande se queda quicto majestuosamente en la mesa y espera apaciblemente que uno tenga la amabilidad de acerearsele, con tas hojas planas y tranguilas, que no perturban el cuerpo, de modo que la mente goza de libertad para disfrutar de la literatura atesorada en su belleza. Hasta el momento hablé de los libros cuyo solo ornamento es la beffeza necesa- ria y esoncial que surge de la idoneidad de una artesanfa para el uso al que esté destina~ da Pero si legamos hasta ese punto, no cabe duda de que a partir de tal artesania sur- gird el omamento preciso, y se utilizard a veces con sabia mesura y otras veces con Pro= digalidad igualmente sabia. Mientras tanto, si realmente nos sentimos impulsados a or- namentar miestros libros, deberiamos probar lo que sabemos hacer con certeza, pero en este intento debemos tener algo presente: que si pensamos que el ormamento es orna- mentalmente parte del libro s6lo porque esté impreso con él y encuadernado con él, co- metemos un grave error, Es preciso que el ornamento forme parte de la pagina tanto co- no el tipo mismo, ya que de lo contrario no cumplira su objetivo. y para aleanzarlo y para ser ornamento, debe atenerse a ciertas limitaciones y tornarse arquitecténico, una mera ilustracién en blanco Y negro, por interesante que sea como imagen, puede distar de constituir un ormamento en un libro; mientras que, por otra parte. es probable que un ymamentado con ilustraciones apropiadas para eso, y exclusivamente para eso, se ierta en una Obra de arte sin parangon, salvo por un bello edificio debidamente de- do o una delicada obra literaria. Estas dos iiltimas cosas son, de hecho, el tinico premio absolutamente necesario debemos reclamar al arte. E] libro ilustrado no es, tal vez, absolutamente necesa- tio para la vida del hombre, pero nos da tal placer infinito, y est tan fntimamente co- lo con ¢l otro arte absolutamente necesario de la literatura imaginativa, que de- seguir siendo una de las cosas més valiosas por cuya produccién deberfan luchar los hombres sensatos. ajo presentado ante la Bibliographical Society ef 19 de junio de 1893 y publica- n Transactions of the Bibliographical Society (Transacciones de la Sociedad Bi- iografica).

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