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Castillo Fantasia Todo empezé mas o menos una semana an- tes de Navidad. Ana Sofia y Mario estaban sentados en las gradas del orfanato, viendo las decoraciones de las tiendas del otro lado de la calle, y contando los dias que faltaban para que los llevaran al centro comercial. Esperaban con ansias ese paseo, pues difi- cilmente los llevaban mas de una vez al afio. Mario era un nifio extrovertido y muy bajito; tenia nueve afios, pero parecia de sie- te. Sus brillantes ojos café y su eterna son- risa, se hacian mas luminosos conforme se acercaban las fiestas naviderias, su época fa- vorita. Ademas, se moria por visitar su local referido, donde, tras un enorme ventana) : exhibian carritos de coleccion. se ; ‘Ana Sofia era SU mejor ee muy di. rente a él- Ella era seria y timida, poy Lb fer evitaba relacionarse con los demas pj. que aaa ios del orfanato. Tenia ojos negros y rizadg ‘abello castaiio rojizo. Acababa de cumpliy y atin no se acostumbraba a la vida ep gu casa desde los cuatro atios. sy ser adoptada por una linda ocho, ese lugar, mayor suefio era familia, con muchos nitios, y vivir en ung casa grande de jardines floridos. Mario y Ana Sofia discutian por enésima vex acerca de cudntos arboles de Navidad ve. rian y en cudntas jugueterias los dejarian en- trar, cuando los llam6 la tia Alicia. Era hora de comer; el sol habia desaparecido detrés de una enorme nube gris y parecia que ibaa llover. No les importé entrar en la casa, porque, ademas, habia empezado a correr un viento muy frio. Fueron los tiltimos en sentarse a la mesa ‘Alrededor de ella ya habia unos veinte nifios ynifias de diferentes edades, y dos mujeres: Ia tia Alicia y la tia Paulina, Ambas llevaban delantales con figuras naviderias y supervi- saban atentamente el comportamiento en la mesa. Después de una oracién muy bre- ve, y puesto que todos estaban impacientes, dieron permiso de comenzar. Regafaban a aquel por subir los codos en la mesa, y al otro por hablar con la boca Ilena. Les en- sefiaban a partir correctamente la carne, y ayudaban a los mas pequefios cuando no alcanzaban a servirse salsa ellos mismos. La comida transcurrié de la manera ha- bitual, sin mayor incidente que el castigo de Javier y Arturo por lanzarse garban- zos. Cuando todos terminaron el postre (pastel de zanahoria y una bola de helado de crema), la tia Alicia tomé la palabra. 10 _Nifios, tengo noticias para Usted les, primero debo contarles que este aj, jremos al centr Un murmullo de decepcion recor; Orri6 Ja mesa. Los nifios mayores se veian ty if sti. simos. Una de las nitias empez6 a llo,,, ar ios preguntaron en voz alta: ‘o comercial. no vari a —gPor qué? —Pero si también hay buenas notic —Jos tranquilizé la tia Paulina—, tp pasa es que una familia nos invite a fiesta de Navidad en su casa. Ellos tiene, un jardin muy grande, con una fuente, Y nos van atecibir el sdbado, todo el dia. Los murmullos de la mesa ahora mostra. ban curiosidad, y los rostros fueron recupe. rando las sonrisas y la ilusi6n, —Habré comida, misica, juegos y otros niftos con los que podran divertirse. Mario y Ana Sofia se miraron, Ambos an en las maravillas que podrian en- pensabi enorme casa, con una fuen- contrar en una para ellos las fuentes solo estaban en los .s muy grandes). Podrian darse el lujo a fiesta de todo un dia. jIn- te ( parque! de celebrar un ble! Al momento se les pasé la tristeza cre’ poder visitar el centro comercial, y por no empezaron a fa que les esperaba. Conforme se acercaba el sabado, la ani- macin crecia en el orfanato. Todos querian ponerse suis mejores ropas, que no eran muy diferentes de las que usaban a diario, y lus- nntasear acerca de la aventura traban con entusiasmo sus zapatos, a tal punto que empezaban a verse reflejados en ellos. Los niios se esforzaban en compor- tarse lo mejor posible, temiendo ser casti- gados y no poder asistir a la fiesta. Quien pasara frente al tranquilo orfanato en esos a1 12 dias, no podria creer lo by}; loshabitantes dela casa, °° due : & El viernes por la noche, y a 2 yal Jo usual, los pequetios esta, or ir a li 1 por ir a la cama, aunque Jeg ™Paciene conciliar el sueio. El sabady °° Much, 0 el g cor Ntrarig a le =o Michy Al encongs tind, °Staban I ue doy * Cond. SImpaticg a todos los nifios levantad, 3 lo: con rapidez. Antes de] preparados para partir, y eg fueran a buscarlos cuanto al ae ntes, A) seta azul da por un hombre muy delgad wy) de cabello canoso, quien les dij jo de las ocho llegé una bu; tomarse su tiempo para subir gf Poin : Si no debié esperar mucho, pues a Embargo, , Pues @ , 5 i " cinco minutos estaban ya en ma; hi a Era fi j i una fria y despejada matiana q le di. ciembre. El cielo estaba muy az, ul 0 habia nubes: tan solo unas uae bin o sobre las montafias, alla lejos... Los a ++ Los rays do un aspec- cordaba a Ana Sofia que acercaba velozmente. Mario, dorados del sol le daban a tot to magico, Ia Navidad se que re mientras tanto, se entregaba a su pasatiem- | salir ala calle: observar los ca- po favorito al cuantos veia de que pasaban, y contar feridos. A él le encantaban los carros. saron la ciudad, que apenas empe- gaba a despertar y ya comenzaba a llenarse dle personas ajetreadas haciendo compras navidenias de ultima hora, Habia mucha rate corriendo de un lado para otro, algu- on paquetes y todos muy abrigados con s de colores. Para los niftos, que s- ros sus pret Atrave! ger nos ¢t chaqueta’ fan de la casa tan poco, aquello era todo un espectaculo. Las tiendas mostraban un va- riado surtido de coloridos juguetes; sus son- rientes dependientes, de pie en las puertas, charlaban alegremente mientras esperaban a los primeros clientes. A falta de nieve, 3B algunos escaparates estaban decorados co, espuma blanca’ las Bena de propuestay re descabelladas abfan pintado esa “ng, ve" de colores. El espiritu navidetio se sentig por todas partes, yelate fio dela manang ontagiaba a los apurados compradores dg un inevitable buen humor. Los nifios del oy. fanato lo sentian también. ‘Alalejarse del centro dela ciudad, las casas empezaban a dispersarse conforme la buseta ascendia por una carretera rural entre verdes pastizales, donde de vez en cuando veian al. gunas vacas. Mario, que ya no tenia tantos ca- rros que contar, S€ entretenia observando las decoraciones de las casitas. Una habia ador- nado el hermoso arbol del jardin con grandes lazos rojos. Otra forré su puerta como si fuera un regalo, y alguna més habfa colocado quin- ce medias de colores colgando de una ventana ‘Vaya cosas raras que hacia la gente! Mario... se entretenia observan- do las decoraciones de las casitas. Cu een te tambig scasearen el ye » qui lta, tr at habigeuy3 0”. Natupay ty ig 1 Almen Peas 16 lanigg te fos [5 18 Mody ® la haciay gg lar ; orate los aang ag mendes : ei POF el hechy up, °8 los demgg = de ios ‘ Sus $ reBalos con sil 08 ot205, 105 mee s leatios y ‘ panic aut ee a toproclamarse lider del a Lass pan a ru ae ae Mayores se morfay ae re : n ‘adas sus mejores amigas, Or ser con , Peto la inc privilegio era Estefa- que realmente tenia ese niftos del orfanato nia, Ja mayor de todos lo Habfa cumplido catorce afios y S° volvia loca a moda, aunque no podia darse el lujo de elevision. Ellaera de compartir pork tenerla ropa que veiaen lat la tnica que tenia el privilegio de Maria Luisa, y de entes visitas de esta a sus abuelos: alir ambas del orfa- Jos regalo acompaiiarla alas frecu! iQue gran excusa para s snos una vez por semana! gar algo tan simple como el 0 se atrevia a contradecir nato por lo mel Asi pues, al ju “yeo-veo”, ningun a Maria Luisa cuando decia lo que estaba observando, razén por la cual era demasiado probable que ella ganara siempre ‘Ana Sofia, que no podia ver por la ven- tana porque iba sentada del lado del pasi- Ilo, intent6 participar en el juego. Después 7 18 “SREB RARER de ser contradicha tres veces go, Marfa Luisa al observar objetos “ida oy (era imposible negar que lo tinico ae Obvigg manchas negras que habia en e| i 220 con una vaca en el campo verde, pero | eee era niftos afirmaban que Maria Luisa ms demig lo correcto al decir que se trataba de] Bs del conductor), se volvié muy eae para chatlar con su amigo. Nucvanoi pezaron a compartir ideas acerca de Io” les esperaba. La Ilegada a su destino log prendié un par de minutos més tarde oa su en lle imaginacién tuvo que descansar, Porque abit na eonedsoms baie ven asombrados ojos. oe ‘Atravesaban una especie de tinel, fon do porlagvaiast de drbbles lelsimos, sens. ie No anesdiclan beads Gncantedn Allllegar al final de la enramada, avanz, a arp ilcalecvalcntmedio\ suas charms y bien recortado y etos de flores amarillas. En el a observaron un bosque: frente a ellos, explanada de césped mu rodeado por s limite de la prader El vehiculo gird a la der’ del bosque, S¢ pabia visto An de dos pisos, color café ro, Tenia muchas una her- ech yaun lado Jevantaba la casa ms bonita que h a Sofia jamés. Era muy grande, barandillas de hier n cortinas blancas, ¥ mosa terraza dispuesta para la fiesta. Al pasar a su lado, pudieron ver que detras ha- bia una piscina, y algunas sillas plegables estaban dispuestas a la sombra del bosque Cerca del lugar donde se estacion6 la buse- ta, una fuente, blanca con algunos pajari- s en ella, provocé la admiracion alld habia un trampolin que se adi- ifios y con ventanas CO! los posado: de todos. Algo mas al que dirigieron miradas en las vinaban las ganas de subir en él. Los ni volvian la cabeza en todas direcciones sin 19 20 saber en qué concentrar su ate, tamente se acercaron a la terray. grupo de personas los esperaba soy, —Bienvenidosninos—djoung,, uciaun vestidoamarillo floreado, jn, y cuidado en cada detalle— Mj jo, Pecab Bstela, y es un placer recibirlos en Mb eg para celebrar la Navidad. La fiesta i agg rd a continuacién, y no terminar reese noche. Quiero que conozcan a mj ae el sefior Rail —un caballero alty 3 ign, *, donde nh Ujey h Pos, zon, muy bien vestido—, y a mis hijog yr 6: Vi i vian, Rebeca y Julian. —Estela los s-» conforme hablaba. J Los tres chicos habian formadg fila en orden de tamaio, lo que conn buia al aspecto de perfeccién que ofeecs,, Bor sus impecables sonrisas y sus cgay tes ropas parecian haber salido de ung _ vista de moda. Los nitios del orfanato Ipg Las personas que miraban sobrecogidos. los se veian como imagina- deal, la que todos sofiaban asucasay la que tenido. tenian ante el bana la familia i que un dia se los Ilevaria Maria Luisa aseguraba haber Vivian, una muchacha de alrede s, era muy bonita y estaba vesti- ala moda: un corto vesti- gafas dor de quince afio: da completamente do blanco, un cefiido pantalén negro, oscuras, zapatos altos de charol (las nifias mayores los miraban embelesadas), collares de colores y un sombrero negro. Ana Sofia recordé haber visto a una modelo vestida asi en la portada de una revista. Rebeca también lucia un atuendo encan- tador en tonos pastel, muy apropiado para la época. Debia de tener unos once afios; su cara de nifia mimada hizo recordar a Mario una que salia en la telenovela favorita de tia Paulina. 21 22 EI mas pequetio, Julian, er, nos de la edad de Mario y ge Mas 4 fina off, a, > Sus bern 9 la. Aunque también levaba top, , parecia ser tan orgulloso como hit, nas. Al contrario, observaba ti y con las manos en los bolsillos g, 8 gantes pantalones cortos, a los nj US ela. i 0 * due tenia enfrente. Estela continus j abla do con mucho entusiasmo: —Nos divertiremos mucho dur, eldia. Ahora puedeniranadar enla, ' saltar en el trampolin, y si fee cosa, no duden en pedirla. Hoy so invitados de honor. Mite tog iscinag, Ualquier 7 NUestrog divertirse! Algunos nitios se dirigieron hacia I. cina, unos con mas timidez que nee oe ya estaban muy entusiasmados. Un par minaron encantados la fuente. Estefan, Maria Luisa se acercaron a Rebeca, y gy) pezaron a elogiar su moderno peinado, con la nifia se mostro encantada. Vivian, lo que con su reproductor de musica y el ultimo oda, se habia re- Ichada. niimero de la revista de m costado en una cémoda silla aco abia sentado a observar fija- mente un plato de bocadillos. Ana Sofia, como siempre, se qued6 rezagada, y Mario Se detuvieron en medio del enorme erraza donde se halla- Julian se he con ella. patio, justo frente a late ban los anfitriones, sin saber qué hacer. Por suerte, Estela lo noté y le susurr6 algo a su hijo, quien, con desanimo, se levanté y cami- né hacia ellos. Mario de inmediato lo saludé —jHola! Soy Mario y ella se llama Ana Sofia. Me parece increible estar en tu casa. —Mario era un gran conversador. Julian mixé el suelo y respondié muy bajito: —Espero que se diviertan. ‘Ana Sofia observ6 que Julian, a pesar de su timidez, era un nino agradable e incapaz 23, 24 de verla como a una tonta. Por g, 80 se hablar. ain —Tu casa es muy bonita, Julia, ? ee —Gracias. : —ffienes muchos amigos que y; qidtarte?=préguaté Mario, ™%a Yo no, mis hermanas si. —2Y por qué no? —se extranig A, —Se rien de mi. a —{Por qué? Ante esa pregunta, Julian se limits 6 ag cogerse de hombros, pero luego dijo, {Quieren venir a jugar a mi chart ais ° Los nifi i i , 8 nifios asintieron sonriendo, Jy}, in abrié los ojos desmesuradamente. fy, dente que esperaba que dijeran queng, Los condujo hacia el interior de ly Peat erp eee Pre encanta Subiendo, llegaron a una salita con fe : Al lado comenzaba un stas a ambos lados. sillones y un pian juminoso pasillo con pue En una de las habitaciones, lo ron observar estanterias repletas di en la siguiente, les lamé ¢ nitios pudie- fe libros y una computadora; Ja atencién un enorm mullido sof, y en otra, has con azulejos verdes. tn una de las habitaciones de la izquierda, ‘Ana Sofia se detuvo asombrada al contem- plar una hermosa vitrina llena de mufecas, Jas mutiecas mas bonitas que habia visto en su vida: de trapo, de porcelana, de plastico y de madera; chinas, africanas, rubias y more- nas, todas levaban vestidos de colores he- chos a su medida. Julian se dio cuenta de que las estaba mirando y le explic —Son de mi hermana Rebeca. Vivian también tiene algunas, pero ya no le gustan tanto. .e televisor frente a un sta vieron el batio, 25 —So: M preciosas absorta. la ~ Sb bueno —ace; puerta de su ae itaci ria "ee dhke ae ee Algunos eran anes mplares difer 0s ent pero todos e: Otros, tes, y no tens staban perfectame eponting nian ni rastro de MLE Cuidado, —A mi papi si Polvo, los tho as ipa siempre le han fea » ie od que me los regala cada vez do my. it = ee evo —declaré Julién con nee” éNo son geniales? Orgullo— rites, p, —jSon esti 10S: —respot tio, Uy pend did Mar en no sabia a cual dedicar su atencié; ‘ q in, habia ul ba y dab: yefan tan bien conservados mun mused; © quiza incluso me Jos modelos antiguos, abu- hubieran jor. Se 27 estado &! encontro examinando y descubrio que &P realidad no eran tan rridos como ella creia- Julian evant uno de carreras cuidadosamente ¥ se lo ste es el mas nuevo qui papa me lo trajo hace solo una did a Mario suavemente, —Se lo ten’ va que el carrito fuera envejecer S s mostro. e tengo. Mi semana. como si temie ise agitaba demasiado. —Wayal —se admiro Mario— jEste fue el que gané el circuito internacional hace unos meses! Lo vi en television: Me pregunto si correré tan bien como en. la realidad. 28 Diciendo €s0, s© inclin6 con la inten de poner el ¢ tae Fombra, pero Julién To detuvo alarmad _fstas loco? Son solo de adorn . ‘mamé dice que no son para jugar. “=X es igual con las. mutiecas? i6 arrito a rodar sobre |, n x extraié Ana Sofia. : Pues si... Mis hermanas tienen tra, con las que juegan, pero las de la ae. na son solo de coleccién, para mirarlay nada més. —jPor qué? —Bueno, podrian romperse. —Pero son juguetes —dijo Ana Sofia Los hicieron para jugar. Julian parecia indeciso, como si se esty- viera muriendo de ganas de desobedecer a su mama y jugar con el carrito, aunque se lo hubieran prohibido. evvunumunninrnrerernasotarenacusstereasn ~ —Por favor, de verdad quiero probarlo. Te prometo que no le va a pasar nada —afirmé Mario sonriendo, —Pero... bueno, solo una vez. Mario se incliné y lo hizo rodar. El carri- to rojo se veia estupendo sobre la alfombra color crema. Rod6 suavemente hasta llegar alas rodillas de Ana Sofia, quien lo tomé y le dio impulso para que Ilegara hasta deba- jo de una mesa. Julian estaba contentisimo. Observaba el carrito encantado; nunca se habia divertido con él como ahora. Asi ju- gaban, cuando una voz se oy6 en el pasillo. Estela aparecio en el umbral de la puerta y qued6 livida al ver a los tres niftos con el ca- rrito mas nuevo de la coleccién. —Pero qué estan haciendo? —dijo furiosa—. Estoy se- gura de que te expliqué que esos no se usan para jugar. —Recogié el carrito y lo puso de nuevo en la estanteria—. jAdemas, te 29 30 te el pantalon! Vamos a busca, ar ucias! i. ensuciasté se volvié a Mario—. », te uno limpis a are Bog, Julian en el jardi fen esperar 2 ae A to de Rebeca — as, nifias estan er elcuar - stage dirigisndose a Ana Sofia. Dejaron a Julié con su mama en g y salieron de nuevo al pasillo, i hasta donde comenzaban |, cuarto rio siguid escaleras y S& senté en el primer escalon, mientras Ana Sofia se asomé al cuarto Pe Rebeca, donde esta le ensefiaba sus muiie. cas a un grupo de entusiasmadas nijas entre las que se encontraban Maria Luisay Estefania. Ninguna de ellas presto mucha atencién a Ana Sofia cuando entré, pero a ella no le imports. Se quedé algunos minu- tos contemplando las muriecas. El interés de las demas nitias por ellas se acabé cuan- do Rebeca le obsequié a Maria Luisa una pulsera de cuentas brillantes, que atrapo la atencién de todas. Ana Soffa se aburrié de aquel insoportable grupito y se reunié con Mario en las escaleras. El observaba con atencién el piano. —Vamos abajo, no creo que tengamos permiso de tocarlo —senialé ella. —No pensaba tocar el piano, estaba esperando a Julian. —Me parecié que su mama estaba muy disgustada, mejor vamos al patio como nos dijo. A Ana Sofia le daba mucho miedo que la sefiora los hiciera salir de la casa, aun- que ella también estaba encantada obser- vando el piano. Siempre habia sofado que una familia se la llevara a vivir en una casa como aquella. —jPero si siguen aqui! —observé Estela saliendo al pasillo. —Detras de ella venia Julién, que ahora vestia impecables wles—- éPor qué no vay a ZI alone se a a Camilo? Julian, Ilévalos a verlo, wee i. lejor val Mejor mami. Me} mnosa Salta, al trampolin. giles va a gustar mucho. conocer a Camilo. No deberfas avergonzarte de ves que nadie més tiene uno? Camilo, especial. Estoy segura de que cuando hb nestaran de acuerdo conmigo, gno muy conozca) —Pero ni jugar —insistié Julian. ” Jalidn, es la altima vez que lo digo: vayan aver a Camilo. Estela empezaba a tener un tono en. fadado y su hijo no se atrevid a seguir discutiendo. Los nifios, asustados, bajaron apresuradamente la escalera y salieron al soleado jardin, donde ya se sentia mucho calor. —Julian, gquién es Camilo? 0 vinieron a eso. Vinieron Elnifo tardé un rato para responder muy bajito: “Nuestra mascota”. —jOooh! —se admiré Ana Sofia— ¢Bs un perro? —No. —Entonces, gqué es? —Ya lo veran, pero tienen que prometer- me que no le van a contar a nadie. —Claro —afirmé Mario— iY podremos tocarlo los dos? Julién dudé un momento antes de asentir con la cabeza. Pasaron de largo a los nitios que saltaban alegres en el trampolin, y alos que nadaban en la piscina. Cruzaron una cerca blanca y se adentraron en el prado al lado de la casa. Caminaron hasta donde empezaba el bos- que; pasaron un tunel de drboles y encon- traron otro espacio abierto con una cerca mas alta. 33 _f es Camilo —senialé Julian, Ja presenti Sus nue’ pues fren acion era innecesaria, vos amigos estaban boguiat te a ellos tenian un mnajege elaje dorado y largas pes, to. perezosamente, Tas tos, so animal de ps que los observaba masticaba un poco de hierba. —jEs un camello! —exclamé Ana Sof iEs precioso! : . Mientra, fascinada— —Vaya, de veras que nadie mas tiene uno —afirmé Mario— jQué raro! Eso piensa todo el mundo —dijo Julig, que se vefa apenado—. A mis hermanas les da vergiienza que la gente se entere de que existe; a mi no me importa, aunque mis amj. gos se burlan de mi y dicen que solo la gente rara tiene un camello en su patio. —A mi me gusta —declar6 Ana Sofia— Yo quiero uno. ;Puedo tocarlo? ; —Si, vengan por aqui. —jEs un camello! —exclamé Ana Sofia fascinada— jEs precioso! von en el corral donde ge econ, Entra) se acercaron con caute|, ba el animal; : yan parecia estat mucho mas content, comprendi6 que sus amigos no se by] de su extrafa mascota. Les eRse86 coe debian acariciarlo, y les cont6 que a vee a los fines de semana (Mario ax impaciente Por intentarlo, pero se decepeig né cuando Julian le explicé que no Pod, hacerlo, sino le ayudaba su papa). Pasaron un rato muy entretenidos ¢,, Camilo, Después se dedicaron a explorar ¢ bosque. Julian les explicé que él nunca entya. ba all porque a su mama no le gustaba gue se ensuciara y Se lo tenfa prohibido, iHabig tantas cosas que no dejaban hacer a Julignt Durante la expedicién ilegal descubrie. ron un arbusto de frambuesas. Las frutag os tentaron al punto de olvidar los pin- chazos a los que se exponian (las plantas ta Ju. » Dues Avian lo montabi ° de frambuesas tienen espinas). Lograron una excelente cosecha. Cuando contaron y repartieron la fruta, alcanz6 para que cada uno comiera casi cien frambuesas. Para en- tonces, faltaban unos minutos para el me diodia, por lo que echaron a correr hacia la casa, a fin de que nadie notara su ausen- cia en el momento de servirse el almuerzo. Después de lavarse muy bien la cara y las manos (para que Estela no fuera a detectar las frambuesas), se dirigieron a la terraza, donde ya se habian acercado todos los de- més nifios muy hambrientos. La comida estuvo muy buena: varios tipos de carne, papas preparadas de diver- sas formas, sopas, hamburguesas, ensala- das y dulces. Todo era realmente apetitoso y, aunque repletos de frambuesas, Julién, ‘Ana Sofia y Mario no pudieron dejar de probar el banquete. 37 ato estaban encantag, Ng, ‘an aspect? de estarlo pasando es oe - vida. La felicidad fue atin ry, ‘Ue poco mas tarde, les oftecieron gqntesco, com todo lo que cre huérfanos no eran los inj Jian y sus hermanas estaban encay, tas delicias, como si, al contray, que crefan sus invitados, no estuvieray mbrados 4 semejantes manjares, nscurso de la tarde, el joven an. fitrion no se separé de sus nuevos amigo, Nadaron en la piscina hasta que el frio lee impidid continuar; saltaron un buen rato enel trampol 1s otros nifios, ¥ participaron en activida- nizadas por una sefiorita que habia .stela. Brincaron, corrieron, gri. acost Enel tral in sin detenerse; jugaron co, n lo des orga contratado Bs taron, comieron e hicieron todas las cosas imaginables en una fiesta de ese tamafio. arde, cuando ya estaban Alas seis de lat Vivian siado cansados para moverse, demas in enorme 4r- Jos invit6 a reunirse bajo w pol, donde estaba sentada su madre le colores. Los nifios obe- mont6n de cajas ds decieron con curiosidad. Ana Sofia y Mario ‘on en la ultima fila, desde donde que pasaba enfrente. — Bien —dijo ella—, espero que se hayan estado divirtiendo mucho. La fiesta se acer- ca al final, pero... gquién imaginaria una fiesta de Navidad sin regalos? Un murmullo de admiracion recorrié al econ un se sentar no veian bien lo alegre grupo que tenia enfrente. Después de todo el dia divirtiéndose tanto, nadie espe- taba mas sorpresas. Ana Sofia tenia los ojos como platos y Mario se habia estirado tanto para poder ver, que ya no se notaba que era mis bajito que los demas. —Esas cajas son para nosotros? 39 40 Nos van @ dar regalos! ge sQué habré adentro? we 5 fo quiero esa caja azul! i = _fspero que sea una mutfieca pay, fi jue me v: Je haga compania alaq AN a re, i Ss. mis abuelo: . _—-Mejor seria un barquito de Madera Vivian levanté una caja morada atada g, illante Jazoy los susurros se detuvie, Qe Bala, On, unb = de inmediato. —jTengo aqui algo para Roberto! esta Roberto? : Un niftio pequetio, pelirrojo, se levants rapidamente y recogié la caja que le tendig lamuchacha. _ Alexandra! —Ilamé Estela, Donde Una pequetia de colitas toms el paquets rosado que le ofrecia. —jArturo! Uno por uno, los nifios fueron ponién- dose de pie y recibiendo los coloridos ob- sequios. Todos lanzaban exclamaciones de gusto al abrir los suyos, y esperaban ansiosamente ver qué tenian los demas — Qué bien! —exclamé Mario al desenvol- ver un avién a control remoto—. Estupendo... —jAna Sofia! Ella se levanté timidamente y tomé el regalo. Volvis a su lugar y retiré ansiosa el papel. Dentro habia una muiteca, pero no como las que tenia Rebeca, sino una comin y corriente, de las que eran para jugar, aun- que de todos modos era una mutieca muy bonita y parecida a la que le habian dado a Marfa Luisa. Todos los nitios estaban en- cantados observando sus obsequios. Final- mente le hicieron un regalo a la tia Alicia y otro a la tia Paulina; hubo aplausos cuando ellas se levantaron a recibirlos. 4a 42 je blanc " o de fruta, entonces el sefioy Ragy 2 z tom! ha sido una fiesta Magnifig . a: s nos divertimos much, Mo, Jos de vuelta el Pre creo que todo: 10S tener! Esperam’ f racias por venir y ¢.). aio, asi que iB? P Y felig mo a todos! Navidad ee _—jMario, mir A ‘Ana Sofia no era la dnica que contemp), ba encantada el cielo. Con las tiltimas a bras del anfitrion, se habia desatado un es, pectaculo de fuegos artificiales increible, Tcecitas de diferentes formas, ojas, verde, ydoradas, Jos iluminaban al tiempo que for. maban erizos ¥ flores en elioscuizo cielo es. trellado. El aire se Tend de “jooohs!”, mien. e desarrollaba aquel impresionante tras 3 sus cabezas. Al terminay espectaculo sobre se produjo una sensacién general de tristeza, porque eso marcaba el fin de la fiesta Tia Alicia y tia Paulina estaban en una esquina Ilamando a todos los nifios para en- tregarles sus suéteres. Algunos de los mas pequefios se despedian de Julién, quien ha- bia hecho muchos amigos en el transcurso de la tarde. Ana Sofia se acercé junto con otras nifias a agradecer a Estela y a Raul por la espléndida fiesta. Ellos de nuevo las invi- taron a visitarlos en otra ocasién. Un poco més alld, Maria Luisa y Estefania se despe- dian de Vivian y Rebeca, como si hubieran sido amigas de toda la vida. Ana Sofia se acercé a Mario y ambos fueron a buscar a Julian. El no queria que sus nuevos amigos se fueran tan pronto. —Nunca habia tenido amigos que no se rieran de mi y de Camilo. Quisiera que no tuvieran que irse. 43 44 0 juere! 5 osatros FAMPOCO. AU nos van dos modos nos gustaria Vol lv a Camilo de nuevo — ee otro dia ¥ ver ~Afirms jo const habitual optimismo, Mario ay De veras podrian? _clarol, 0 podrias ir a visitarngs a tan bonito como orfanato. No ¢ : ot Casa, yo Emma cocina cosas muy ricas y 14° 1 4 me Ys hacer algo especial —dijo Ang So. ta ‘Ademés, podriamos jugar y hasta ver ja. Tal vez las tias nos compren ana pelfcu: nn tu honor. paletas heladas e! 2 ‘ No creo que 2 mi mama le gustaria, No, no me vaa dejar ir... —Bueno, no sé, ya pensaremos cémo con. vencerla. {Nos vemos, Julién! Es un placer ser amigos tuyos. —Si, es estupendo —expres6 Mario— jHasta pronto! —jAdiés! —se despidi6 Julian Durante el viaje de regreso, Ana Sofia es- taba muy triste, porque habia terminado el mejor dia de su vida desde que estaba en el orfanato. Recordaba muy bien como eran Jas cosas cuando ella era ms pequefia y vi- via con sus padres, en una casa en la ciudad, antes de que se les ocurriera ira pasar el fin de semana en la playa, atravesando aquella peligrosa carretera... Mario se habia quedado dormido y Ana Sofia no hablaba con nadie. Solo pensaba. Imaginaba lo bonita que era la vida de Ju- lian, rodeado de lujos y comodidades, y so- faba que un dia Ilegaban al orfanato una sefiora como Estela y un sefior como Ratil 45 ye babian decidido agony, } al, Io debia de ser asomy br oso, «dad en él orfanato fue muy tray, wvjos 10s nits hablar queg. * jados por la fiesta y hablaban ce della. Maria Luisa le mostay, habia dado Rebeca a cya) e estuviera dispuesto a Prestar, ion (desgraciadamente siempre hab, atenc ). Presumia de haber agradado tang, alge gu esperaba ser invitada de nye, a Eel para disfrutar de aquella hey, a casa Y especialmente de la compatig eca. ae cierto? —se pregunto Ana go. fia una tarde en vor alta. Estaba sentada a) Jado del arbol de Navidad con Mario, ne limpiaba su avin a control remoto. —Bah, no creo —respondié él—. A ella Je encantaria que fuera asi, pero nadie, en su sano juicio, querria tener a Maria Luisa en su casa. —No puede ser —dijo su amiga desilu- sionada—. Pero si todos la adoran. —No, no todos. Nosotros no —razo- n6 Mario—. Ademas, si todo el mundo la quisiera, ya no estaria aqui. —Es cierto, no deben de quererla mas que a nosotros —dijo Ana Sofia con tristeza. —Pero nosotros no estamos mal aqui. A mien realidad me gusta este lugar. —Hay lugares mucho més_bonitos —intervino un compaiiero llamado Bruno. —Pero hay lugares mucho més feos —respondié Mario con seguridad. El vivia en el orfanato desde siempre. No habia nacido alli, pero tampoco recordaba ningtin otro lugar. Como era muy simpatico y 47 jdo, se Hlevaba muy bien ¢ Paulina lo queriay, Od foe SUCH Jos nifios se entretenian ha}, ho and, Mari SU fa, itas de las Para sas tan bonita: que hablap, an, aba ‘ via deci que en el orfanato estaba i i 80 que ninguno se fey, milia, (bueno, is Abigail, a Rubén ¥ 2 sore=rt0d0s ellos. pian sido sus “hermanos”, pero encontraroy, familias que selosllevaron lejos y nunca még yolvieron.. A Mario le daba mucho mi. do que un dia se Ilevaran a Ana Sofia, aun. que a ella eso le gustaria mucho, que sabia nunca fueran a ser felices en era como Ss! donde estaban. El dia de Navidad, en el orfanato se disfruto sencillamente de una fiesta, en la que le ‘on ropa nueva y algunos dulces. No hubo un: sran cel pracién, como la que habian tenido el sa- pado anterior, pero se divirtieron y, por la tarde, les permitieron ver una pelicula. Maria Luisa paso el dia con sus abuelos. Eso hizo que Ana Sofia disfrutara mas de la fiesta, y que no le importara mucho la enorme mufieca de porcelana, con tres juegos de ropa de recambio, con la que la niiia regres6. Conforme pasaban los dias, los nifios vol- vian a sus actividades cotidianas. Sin em- bargo, Ana Sofia y Mario pensaban mucho en su amigo Julian, a quien habian prome- tido que se verian muy pronto para jugar. ‘Ademéas, Ana Sofia no podia dejar de ima- ginarse viviendo en una casa como aquella, donde también tendria un camello con el cual jugar cuando se sintiera aburrida. 49 — 50 nifios 00 wera reunitse COM Juin, cho pa? gemana después de Ang yy, meq lamada telefEnica en, g Ja tia Paulina; después de inutos, mand6 a os dos Ty. as 4 ip menos V orf. recibieron U4 Contest6 - algunos mi lamar i: a ara gofiy a Marfa Luisa. Cuangy Mari vn os tes sentados en Su oficing, don, cab més podia escucharlos, la mujey dig, dena de lamar la sefiora Este], —Acaba : _astela, 1g wos ofrecé la fiesta de Navidad —\,* tercambiaron miradas de Sorpre. sa. Me ha contado que una hermana suya ride visita en su casa yHevard asus hij, parque infantil o algo parecido, 1, mma ha ofrecido invitar también . uno de los nitios, y da iy que nifios in aun. amable dat dos amigos de cada casualidad de que los eligieron a ustedes, {A nosotros? —pregunté Ana Sofia atonita. —Por supuesto. Una excelente eleccién —afirmé Maria Luisa, diciéndolo como si hubiera esperad: muchisimo tiempo atrés. —Asi es —confirmé tia Paulina, pasan- la invitacion desde do por alto el comentario de Maria Luisa. —Ustedes dos son invitados de Julian, y a Maria Luisa la invita Rebeca. Por supuesto que sino quieren ir pueden rechazar la invi- tacién. Estela me aseguré que nadie les repro- chard que lo hagan. Entonces, ;qué opinan? —Yo si quiero —declaré Mario—, ;A donde iremos? —No sé exactamente; es un lugar llama- do Castillo Fantasia y es solo para nifios. Estoy segura de que es muy bonito —respondié tia Paulina. —jHabr mucha gente? —dijo Ana Soffa. —A quién le importa? —exclamé Maria Luisa—. Yo por supuesto que si voy. Estaba 51

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