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Jorge Lozano Cristina Peia-Marin Gonzalo Abril Anidlisis del discurso Hacia una semiética de la interaccién textual SEGUNDA EDICION ‘CATEDRA ‘eamica ¥ EsTuDi0s UTRRANIOS indice* Pasion Cotto ELtexto 1. Iran XB eetcoe absence 5 ESitence diam ns, 30, Coberenci ycompetenci txtaie 3 mere deta ctberenta 3 Eeccenbe super 33 Coverenla gabe SU GGSeie Rng : 3:3, Conerence lina ipl 4. El texto como proceso ei. 40. Hasnel dena nseesse AN; Detsitema at proces el dacaa $10 Ua dinate a tobrele nvr oad a i. tera como frm de ireambie ss Eleontexr ge txt 60. Reuin de ito con G4. Comestualcacn 6.2, Exmentn ere do cnietalcasin biogas ae CAPTTULO TI, CUALIFICACIONES Y TRANSFORMACIONES MODALES. 1, Elconcepto de modalidad . 2. Sobre Ia oposicion enunciado st ei ‘rodat . 2.0. El enunciado asertivo . 21. Dimensin interaccional de ia aser Keooeee geees’ Bese * Ente libro ha slo pensado cenjantamente, Sin embargo, 1s eabaracién de los apituton ty I se debe a Jorge Lozano, la del Ita Cristina PetacMarin, la del 1V a Gonzalo Abril la del Va oe tesa CAPITULO PRIMERO. El texto Inreopucciox Es frecuente definir Ja semisticn —y asi suele aparecer en el diccionario— como doctrina, teoria general o ciencia de tos signos, siguiendo una tradicién filossfica que comienza con los estoicos {Eco, 1981; Jakobson. 19740; Rey. 1973: Sebeok, 1976). En efecto, a partir del concepto de signa 1a semi6ticn ha ida ad- quiriendo, gracias a las aportaciones de Ch. S. Peirce y de F. de Saussure éstatuto propio, 10 que ha hecho posible observar y analizat ta dimensiéin significacional tanto de {a cultura y de la sociedad en general como de Ia lengua en particutar, ‘Sin embargo, estudins recientes dentro de fa semitica contempo- rinea, ai ocuparse de sistemas de signifieacién complejos, han ido poniendo en cuestion el concepto de signo, sancionindolo de ingenuo ¥ atomistico, y provocando 1o que ha dado en Namarse. acaso con ex- ‘cesivo énfasis, acrisis del signos (Barthes, 1980; Eco, 1981). Crisis del signo (la nocién ha sido puesta en crisis desde su primer aparecer, nos recuerda Eco. (981, 628), que estuvo presente, sin ir mas lejos, cen Hjelmslev (1943). quien ya advirti6 que en rigor no deberia ha- blarse de signa, sino de funciones signicas que se restizan «cuando dos funtores (expresién ¥ contenido) entran en mutua correlaciéne? (Eco, 1975, 74). ‘A partir de esta consideracién de Hjelmslev el signo se verd disuel- to en un reticulo de relaciones multiples y cambiantes (Eco, 1975, 74) que forman sistemas de significacion. 'Y puesto que, como advierte Benveniste (1977, 57), no hay signo transistemético, seri precisamente en el sistema de signifieacion donde podremos analizarlo. De ese modo, la concepctin de ta semistica como dactrina de los "Pera el mismo funtor —continda Eto (1975, 74)— puede tembién entrar en correlacion con oot elementoy,conwitiéndose as en un untor diferente que da or igen ofrn funci6n signi 15 signos se ha visto desplazada por el estudio de los sistemas de signifi- ccacién®, y de su realizacién en textos. Una consecuencia del desplazamiento del signo —concepto hist6- ‘co, artefacto analitico (¢ incluso ideotégico) gustaba decir Barthes (1980, 1074)— los sistemas de significacién, es la de centear la mi- ada semiética (Fabbri, 1973) en el texto (0 diseurso),eonsiderado, fen un primer momento, como secucncias de signos, que produce sentido. Pero no es una suma de signos la que produce el sentido. sino et fancionamiento textual (Benveniste, 1977, 67 y 68); idea esta que ha Nevado a sostener al iltimo Barthes, al ditimo Derrida y a Kristeva, ‘entre otros, que lds textos son et lugar donde el sentido se produce y produce (practica significante) (Eco, 1981, 641). Asistimos, pues, hoy en el desarrollo de 1a teoria de le sign ‘cién a una prescupacin por el texto, concebide como aparato sc miético, lo que ha dado paso a la elaboracién de ta asi llamada semidtica textual o semidtica discursiva®, en la que la atencion se fi- {jatd mis en lo que los signes hacen que en lo que los signs represen tan en Ia actividad textual (en donde los signos se reconocen y se construyen).. En las paginas que siguen pretendemos acercarnas al texto, je central en los estudios semiticos actuakes. 2. ELTEXTO COMO OMETO SEMIOTICO ‘metalenguaje) los discursos que atraviesan la sociedad, y explicar qué Aacen con su actividad discursiva', le corresponde tambien deli- mitar en primer lugar su objeto de anlisis, Ese objeto es el texto. «Donde no hay texto, no hay tampoco objeto de investigacién y de pensamtientos, sentenciaba Bajtin (1977, 179). Y cuando este se- 2 Can allo no quetemot negar la imperancia y legitimidad de extudios sobre el sigpo ie ls sipologas que, » pari de esos andi, se puedan obtener: nos parece. ar ejemplo, interesante lx propuesta de Louman (1979) de defini la cultara como eit respecte al sgnos; pensamos, sin embaryo, que el sgno que ha sido consid {ado por Latatzn como wnidad euftural, ene mas conesiones con la ia de fore: ‘lin dscursive de Foucault ue con la gelacién significant significado como la pos {nla Suussre. fo sicesivo ulilnaremas indistntamente ls (Arminas stexto y pertinente, de tal suerte que tanto una palabra, por efemph> 7Puego!/, como toda una obra, como Los Episodios Nacionales —por citar ejemplos estereotipados— coinciden en ser textos, es pre- cisamente por so clausura y autonomia, por tas que, independiente- mente de su dimensién, se las puede considerar textos Padiera pensarse que la longitud depende del andlisis y no altera la definicién del objeto. En ese sentido dice Weinrich (1981, 8): +E] concepto de texto dice que el andlisis comienza con ta unidad maxi: ma, delimitada por interropciones ostensibles on la comunicaci6ne, sacrificando la longitud en aras de la clausura, y destacando, a nues- tro parecer, otro criterio: el de la intencionalidad del hablante (en ewanto intencién comunicativa) en su emisién lingdistica, De modo semejante, y al igual que Weinrich desde una posicién estrictamente lingifstica, Dressler (1974, 9) ha definida al texto, marcando el aspecto de clausura al que hemos aludido, como , Ey, .... Ey tai que la interpreta- i6n seméntica de cada enunciacion futzerance) &; (para 2€ i < n) depende de Ia interpretacién de ia seeuencia Ey, .... E; En otras palabras, para Bellert una interpretacién adecuada de tuna enunciacién recurrente en um discurso requiere del conoeimiento de los elementos precedentes (que constituirian el contexto)”, No obstante, para evitar posibles confusiones debemos aclarar que el concento de texto usado por estos autores no equivale en modo alguno a la suma de las frases que lo componen (ai siquie- ra, dicho en términos lingGisticos, como si el texto fuera una fra- se en expansién, o la frase un texto en condensacién). Tampoco se puede deducir de estas consideraciones que la coherencia se encuen- tea simplemente en ta (unidimensional) rucesin Lineal de los enun- ciados' La propia Beliert (1970} considera que lo coberencia textual no viene conferida s6lo por to que explicitamente se dice en el texto, sino también por todo aquello que en él queda implicito (por ejem: plo, por el conjunto de tas presuposiciones de cada enunciacién sin- gular y par el conjunto de las conchusiones que de cada enunci Snnula? son inferies), Peco sobre esto volvetemnon,Preyiamente de- bemos distinguir netamcnle entre una coherencia superficial, 1Exico- gramatical, y una coherencin global det texto, 3.2. La cokesiin superficial ‘A modo de resumen, reseflaremos algunos factores que confor- marian Ia coherencia en un nivel soperficial (que algunos autores Maman cohesién). Asi, por ejemplo, las conjunciones, y en general los elementos copulativos, constituyen indices de cohesion (Garcia Berrio y Vera Lujén, 1977). Para Weintich, et articulo, que él define como deixis anaférica's 12 Liamad por ottos autores co-texto ' Cit. tos breves comentarios de Maria Elisabeth Conte (1972, 17). 4 Por ejemplo coma tipo particular de acto Uccucionaria qve pone cieras reqias romeucion del eSscurso. Vease capitulo IV. textual, es un indice previo al sustantivo que sire, entre otras fun- ciones, para situarlo textualmente y favorecer la coherencia, En ese mismo sentido, tos pronombres (definides por’ Buhler como palabra mostrativa,) son, segin Harweg. el procedimiento principal (pronominalizacién), si no el Gnico, que determina las co- nexiones de las frases en un texto ™, En fin, para Dressler los factores que originan la coherencia son: les sustitucién diaf6rica (anaféries y cataférica), In conjuncién, las particulas, In estructura de modo, de tiempo y de aspecto de tos pre- dicados, asi como el orden de tas palabras. Sin embargo, éstos y otros factores (pues la lista se puede smplior tanto como la de los autores que se han ocupado del tema) que des- tacan la concetividad y las relaciones eausales de los elementos de un texto pata conformar su coherencia, no nos interesan por cuanto pri- vilegian [a coherencia 0 cokesi6n’ superficial {y acaso lincal) de] texto. Por el contrario preferimes indagar en Ia lamada coherencia glo- bal o inieyral, aun a riesgo de oscurecer casos especificos cuya par- ticulatidad exigiria este tratamiento brevemente aludido. Pensamos con Rieser (1978, 41), que textos incoherentes en un nivel de estructura de superlicie muestran un alto grado de coheren- cia en la estructura profunda. En tal sentido, tanio la semiolingGis- tica francesa como algunos representantes de ta Text-Linguésrik (Lin- guistica del Teta) alemana y holandesn, parecen coinedirenstuar ia coherencia en Ta estructura profunda que determinaré 1a relacion ‘entre enunciados, su sucesién y su realizacién lexica, En esta dptica se aitdan tanto aquellos que consideran la estruc: tura. profunda"” como vna estructura légico-seméntica (Greimas, van Dijk, Beller, etc.), como tos que la consideran como conjunto ordenado de complejos temétioos (Schmidt), 3.3. Coherencia global De entre lus autores que ubican la coherencia en la estructura profunda del texto, queremos brevemente detenernos en van Dijk, cuya propuesta de definir la coberencia en un nivel que € llama texto ene definido por el autor. a partic de estas observacones. como ucesibn de eertentos npdtins, coneiuida por uti oneatenacloe, prono- ‘Exiructore raperfical: pramatica semiSlica que ordena en forma oitcursiva 104 coatenides suseptbles de marifestacin. a ‘macroestructural ha citculado ampliamente entre los estudiouos de la Text-Linguistik. Van Dijk coacibe 1a macroestructura como la esctructura abstrac- ta subyscente 0 forma Iégica de un texto que constituye la estructura profunda textual (coucepeién que coincide basicamente con la de Greimas cuando considera la estructura profunda come estructura Vogico-semintica, aunque los planteamientos tebricos y analiticos de ambos autores difieran por lo dems notablemente). Mediante cl eoncepto de macroestructura, van Dijk quiere hacer frente a la idea de que la coherencia textual se determina solamente en el nivel de las relaciones interfristicas (que constituirfan la micro- esiructura)"* y asi definirla también en un nivel macroestructural. De este modo la mactoestructura puede ser visla como Ia represcnta- cién seméntica global que define el significado de un texto concebido como unt todo sinico, Sin tal macroestructura y las reglas que subya- cen podrfamos facilmente interpretar que la coherencia es solamente superficial y lineal, Sin embargo, la macroestructura también contri- bbuye no s6lo a la coherencia global (que en definitiva es la que nos ‘cupa), sino también a la coherencia local en el nivel inferior de las conexiones entre praposiciones de las frases. Debemos sefialar que la derivacién a partir de estructuras seman: ticas profuadas (macroestracturas) para la manifestacion de las es- teuctutas superficiales interfristicas (microestructuras) es uno de [os problemas fundamentales de la lingistica del texto que sigue el mo- delo de la gramitica generative-transformacional (Forestieri, 1979, pagina 51; Petati y Garcia Berrio, 1978, 69). En todo caso hay que hacer notar la interrelacién ¢ interdepen- dencia entre microestructuras y macroestructuras. Tal relaciOn se realiza mediante unas reglas necesarias para la proyeccién semantica que vincula las proposiciones de las microestructuras con las de las, macroestructuras textuales. ‘Tales reglas son denominadas por van Dijk macrorreglas (por- que producen macroestructuras), La mlerotsinicture es 1s erructurn sopertica dl lexto en el que se dsinguen doe nics eiruiura pofonde yt cstreclura sopra dels frases eneradat fn secucocias, Puede set desria con fos Componentes ordinaios de una gramica ‘ransormatonal de base aimanica, donde el componente seminico general repr seniaciones(semAnticas)absiractas de las fecuencas de les loses fel componete ‘ouetico formule Tat rela para deter las erucaras superficial snctices, Iigatras lov componesics mortolbicory fovltgios dan Mx frm superficial Its Gafuclarar temintcosnticcas 24 Van Dijk (29804, 19616) distingue tres macrorreglas cuya funciOn es irensformar Ia informacién semantics, Son las siguientes: 1. Supresién Dada una secuencia de proposiciones, se suprimen tod las que no sean presupesiciones de las proposiciones subsi aulentes de fa secuencia. M1, Generatizaci6n Dada una secuencia de proposiciones, se construye una proposicién que contenga un concepto derivado de la se- cuencia de proposiciones, y la propesicién asi construida sustituye a la secuencia original, UL Construccién Dada una seeuencia de propesiciones, se construye una proposicién que dencte et mismo hecho denotade por la to- talidad de la secuencia de proposiciones y se sustituye la se- ‘cueneia original por la nueva proposicién. ‘Van Dijk (1980b, $6) sefiala que los principios generales de la mactoestructura son pertinentes para el procesamien- fo de informacién semdntica compleja en general: Ia macro- estructura, asf concebida, ha cumplido una funcién muy importante en la comprensidn y en general en el tratamien- to cognitive de los discursos, A este respecto cabe reseflar tos anilisis efoctuades por Kintch y van Dijk (1975), que con la ayuda de la psicologia cognitiva han destacado el funcionamiento de Ia macroestructora al examinar 10s pro- 0508 de recuerdo, resumen y memorizacion, Kintch y van Dijk (1975) han mostrado que, por ejemplo, cvan- do se pide a sujelos que resuman un cuento se produce un proceso de reduccién de ta informacion seméntica, al condensar una secuencia, de proposiciones en otra de menor mimero, incluso en uma sola pro- posicién®. Esta operacién coincide con el proceso cognitive (que podria '9 Como ejemplo extrema, sia ta duutede de Woody Allen despots 6e haber leido Guerra y Pax: va de Rusia 7. 25 engtobarse en ta competencia textual) mediante el cual ef lector o hablante es capaz de sefialar el tépico® del discurso. En efecto. van Dijk considera que las mactoestructuras semanti- cas (que constituyen ta estructura semantica del discurso) son la construccién tebrica de nociones como t6pico, tema oastuto del di curso; como sefalan Garcia Berrio y Petafi (1978), en su base la iaeroestructura se concibe come el desarrollo (transformativo, jerar- quizado y coherente) del tépico del discurso. Dicho topico esta constituida de manera que contuviera en si toda la informacién esen- ial del texto desarrollado. Ahora bien, el tépico textual, que exté estrictamente conectado. con ta sinterpretaciéns que el lector (u oyente) estd inducido a dar al texto, representa por asi decit una operacién de tipo pra que el lector (u oyente) realira sobre cl texto, estableciendo a su ver ‘gumento" del que se hablas (Violi y Manetti, 1979, 39), Por tanto podemos coneluir que, si bien el t6pico seria una es- presentacién sintictico-seméntica (Peta y smbién se puede enfocat la operacién pra la que acabamos de aludir, por la que el lector reconstruye ‘Tal distincidn (que no contraciccion) analitica nos serviré para introducir ahora la perspectiva pragmética en el estudio de la cohe- 34, Coherencia pragmitica Aunque a macrotstructura es una estructura seméntica van sin embargo, estipula por otra parte que la coherencia global. ‘que llama coherencia pragmética, Ia asigna el lector. En tal se Di 2 copco fs coment), ve entero sologl del code Paga te desominas a ee, ma pce cn emigre on aia de nat die alge (opti alo que se pera ce, Haliay 91 ‘er, Jo a releonalnd en trims de dado (gna) sx acre (oe. ‘Sivan come ejemplo para humrerlaposuin de aliay. qu recupera van tas glenn fase 21 / Cubs Sotelo ba regslado vo corbata 4 Felipe Gonztles /. 21-7 Calvo Sotelo ha regaled la corbata a Felipe Gonztiee /. 1) Colva Stel y Felipe Gonsdles son to dado (given), micsires une corbete 0 (en 2) Cal Sotelo y ta corbaca son lo dado, mlentras Felipe Gonvdler es lo nuevo. En te perspectiva de Haliday lax x frases temen el mismo signilcado iroctonal (o contenido proposiional), pero diferen a nivel informatio. Tal dveridad de traci e debe peta Siterente fat emia de oto ast nde SO yeiide. % tide la coherencia pertenece a la comprensin y a la interpretacion aque ef lector hace del texto. ‘Ahora bien. la interpretacién del texto por parte del lector esta sujeta no s8lo 4 1a recuperacién de la informacién seméntica que el texto posee, sino tambien a la intraduccién de todos aquellos sle- mentosr de lectura que el sujeto puede poseer, incluidos dentro de lo {que hemos amado competencia textual: desde el supuesto sociocul- tural e sidealbgieo>, los sistemas dé creencias, las estructuras pa- sionales, hasta lo que Eco (1975) ha Uamado subeddigos, y un largo cteétera. ‘Iguaimente podemos decir que el lector no s6lo realiza una ope- racién de traduccién (Eco, Lotman), sino que, situéndose en un nivel metacomunicativa, establece también diversos tipos de /rame temarco). Nota Con el concepto de marco, Bateson (1972) sefalé la exis tencia de «mensajes metacomuricativoss que sitéan la co- municacién entre varios sujetas, al definirla (metacomu- jcativamente) por medio de esos mensajes: /esto es un juego/, /es en setio/, ete. Dicho concepto lo identifica Goffman (1974) con el instrumento que ulilizamos cotidia- namente pata definir ta sitacién de interaccion entre los actores sociales y para asignar significado al flujo de aconte- ccimientos que se deserrollan en la interacciGn’, Otra acep- cign ha sido usada en Inteligencia Arificia! (Minsky, 1974). ‘Desde Ia psicologia cognitiva ha sido definido mAs restric: fivamente como «el conjunto de operaciones que earacteri- 2an nuestro conocimiente convencional de alguna situacién mis 0 menos aut6noma: actividad, transcurso de aconteci- tmientes, etc.» (van Dijk, 1980a, 157), concepto cercano al ‘que utilizan algunas teorias textuales para las que el marco supermercado, por ejemplo, incluye los conceptos que «de- nolan ciertos cursos de acontecimientos 0 de acciones que afectan a vatios objetos, personas, propiedades, relaciones o hechose (van Dijk, 19762, 31) y que, como sefiala Eco (1979, 80), comportaré la nocién de un lugar donde la gente entra para comprar mercancias de diferente tipo, tomando- las directamente y pagendo a la salida en Ja caja; nociones 1 Bun acepein se deuartola en ol expitule ILA. un que se evocan cuando identificamas una situacida como ssupermercados y que posibilitan nuestra comprensién de 10 que ocurre en este marco. Asi, en el ejemplo ya aludido de Molly Bloom, al situarlo en el mateo 'smonélogo interiors le asignamos coherencia. El texto de Joyce, que sin esa relerencia se nos mostraria como una sucesién de tenunciado inconexes, ubicado en un marco que engloba todas los elementos y posibilidades internos (en este caso desde asociaciones libres w las més disparatadas y abstrustas emisiones) adquiere cohe- rencia en cuanto elemento de tal marco. De todo ello Eco concluye gus mate et sempre un txt vital o-una historia condeneada 1979, Y si bien es cierto que todo texto posee su propio marco en fun- ci6n del cual se le atribuirs significado y se le asignaré coherencia, tambin es cierto que el lector, en el nivel que Bateson llama metaco- municativo, puede cambiar de marco a, dicho en otras palabras, puede designar, en su proceso de lectura, un marco diferente de que por sus earacteristices textuales internas un texto poses en principio. Por ejemplo, mediante tal procedimiento un lector puede leer el Te- Jediario como un western. ¥ alin mis, a través del enmarcar en t&x- tminos de western lo que en otro nivel (ao metacomunicativo) serfa un cconjunto mosaico de noticias (y entrevistas) diversas, puede asignarle ineluso una coherencia (los elementos dispersos se interrelacionarian cen un sistema definide por el mateo). Esta operacion de cambios de marco, de lecturas eaberrantess, nos remite una vez més al lector, figura que ha sido progresivamente resaltada en abundante IMeratura de pragmatica textual, Entre las distintas concepeiones sobre este tema quercmos desta- car la propoesta por Eco (1979). Segin Eco, para que el texto fun- cione al méximo retdimiento es necesaria Ia cooperacion del lector (Lector Modelo) que cubricé los intersticis y espacios vacios que el texto («perezoso») posee. Sin tal cooperacién, el texto seria un mero flatus vocis. ‘Sin embargo, en contra de lo que pudiera parecer, tal coopera: cci6n entre el texto y el lector no ¢s realizada, segin Eco, por sujetos individuates, sino por estrategias discursivas, con lo que tf autor pre- tends salvar el foso entre ef lector extratextual y las operaciones de lectura que aparecen inseritas en el texto. (Desde la perspectiva tex- tual que adoptamos, queremos seftalar el privilegio dada a las estra- 2 En cierto modo anklogo, cn ete £130, af concepto de géaer 23 Dentro de tan sbundactes y direras tors hy que-englobat, por poner un io, ns lamas Receptionarythenalemane, i proputsta de caopereiin In. tecpretativa be Be0 (1979). 2B tegias discursivas y en general a los aspectos intrinsecos al texto, re- servando to extratextual al nivel de relevancia necesaria en cada caso. Daremos prioridad a la lectura que de un texto se puede efectuar con el instrumental semidtico textual de que dispongam: acti- tud nos distancia de quienes, ante ef hecho de la multiplicidad de lecturas posibles, invalidan cualquier intento de una lecture com= prensiva (desde el propio texto). Y si bien es cierto que, como han seftalado entre ottos Eco y Lotman, el texto (de ta comunicacién) se deforma en el proceso de decodificaci6n realizado por el destinatario™, también es cierto Que, como muestran ambos autores, todo texto contiene lo que Lotman (1980, 191) llama simagen del piblicer, El texto, die, e- Jeaclana su pablico®, Estas observaciones, que en Lotman se reficren fundamtentalmen- te al texto artistico, encuentran puntos de coincidencia con aquellas tearfas de lingtistica textual (véase, por ejemplo, Weinrich. 1981), ‘que destacan el aspecto insiruceioncl del texto: el texto da inséruc- Ciones al destinatario para que se comporte de tal modo que aquel pueda ser comprendide, y le interaccién pueda seguir su curso (vere- mos también en el capitulo IT cme el texto modifica modelmente al destinatario, alectando a su competencia modal). Estas consideraciones se inseriben en la propuesta general de ver 2 los sujetos del texto (comprendido su lector) coma personajes tex: tuales. En Jo que a Ia coherencia se refiere, sucede algo similar. En ‘dlsima instancia podria argumentarse que la coherencia depende del lector (0 come decia Pan! Valéry, en Monsieur Teste, «la incoheren- cia del diseurso depende de quien lo escuches); sin embargo pensa- ‘mos que en la propia estructura textual estf prevista una coherencia intratextual, 3.8. Coherencia interna: la isotopia Con el concepto de isoropia —proveniente de la fisica y de la qui- ‘a— Greimas (1966, 1973) aborda el problema —intratextual— de 1a coherencia en los discursos, “Auungue a lo {argo de su obra ha ido proporcionando distintas de A cute respecto cobran especial ecbevancia los estudios que desde sociolingtigicn te han realiado sobre scrillsacine y spldgolaade: (entre otron, Himes (ed), 1971, Todas esas feorlas destacan Ia dificultd de colacldencia entre ‘cbdlgos de Gestinador y destcaterio,privegiando le gensracén textual (erecion de Inuewos mensajes, de ncvas leagues) preclaameate en a inerferencia eve los cigs finiciones de isotopfa (epermanencia de una base claseméticas (1966). sconjunto redundante de categorias seménticas» (1973), ete). ha sefa- ado que el concepto de eokerencia, cuando se trata de aplicarlo al discurso, «parece a primera vista poder ser relacionado con el mis general de Hotopla, comprendida como la permanencia recurrente a To largo del discurso de un mismo haz de categorias justificativas de tuna organizacién paradigmaticas (Greimas, 1976, 20). En principio, tanto el concepto de isotopia en Greimas como ‘ottas definiciones de coherencia y cohesin, se basan en la existencia de redundancia, de reiteracién 0 de repeticin® de elementos simila- res 0 compatibles. Por ello Ia isotopia puede consider de la repeticién de elementos de significacién de igual categoria (Henault, 1979, 80). Por su parte, Weinrich (1981, 13) ha querido ver el concepto de isotopia como una textualizeciéa del concepto de campo de pa: Iabras, usado desde hace mucho tiempo en lingGilstica, En todo caso, con semejante concepto Greimas ha querido des nar la Heratividad a lo largo de una cadena sintagmatica de unid sdes de contenido que aseguran Ia homogeneidad del discurso. Ast concebida, Ia isotopia equivale a un plano homogéneo de significacién, donde ta recurrencia sémica™ sefiala 1a existen: de una coherencia semantica y textual. Se podria decir, con otras palabras, que la isotopia es una propiedad semantica del texto que permite destacar los planos hoogéneos de significacin y que se apoya sobre Ia redundancia y reiteracién en varios segmentos tex- tuales de algunos elementos semanticos idénticos: estos ditimos constituyen una base sobre Ia cual se insérian las significaciones particulares de cada segmento del texto, sin que su especificidad comporte ni dispersion ni inconciliabilidad de los diversos sensidos. Debemos, no obstante, hacer observar que estamos habiando de ‘isoropia semantica, que es la que permite estudiar las redundancias formales de contenido y que nos posibilita por generalizacién hablar de la isotopia como propiedad semantica det texto, Esta aclaracién es nnecesaria, pues Rastier (1976), por ejemplo, no limita la isotopia al solo plano del contenido, sino que también la extiende al plano de 3 Bm ese wemida dice Bellet (1970, 336) tcesara para que una secuenla se coberentcs. "De ee erode seria posible leer Edcaiion Sentimeniale 0 el Evungelio de San ‘Marcos come texto police: el mesanimo consnid en hacer en elos un fventari Ce emeras que perienescan » ui campo ientifeado (ieoldgica 0 cientifiamente) 'B Definida como reproduccién sre a ce sintagmbtico de unidadesiddnticns © ‘comparsbles stuadas sobre el miro aivel de ant "P Precisamente na de las definilones que nes da Greimas de tsotopa es In de an redurdante de categoias sémicase. » ‘epeticiin constuye una condicion a expresin ™, lo gue leva a ampliar el concepto, ya vago, de isotu- pis a toda iteracién de unidad lingiistica-, a nuestro entender, para mayor confusién Por ello, nos limitaremos a destacar la isotopia seméntica —de la isotopia semiolgica'!, entre otras— para abordar el problema de Ia coherencia (intra) textual. No se nos escapa la vaporosidad ¢ imprecisién del concepto de! qué nos estamos ceupando. A este respecto cabe seflalar Ie impla- sable critica de Sinchez de Zavala (1972), quien, sin negarie un Gtil papel heuristico, dice que la isotopia «es de una amplitud que linda con lo nebuloso: (Sanchez de Zavala, 1972, 169). Esa misma impre- cisién del concepto ha conducido a Eco (1979, 92-101) a considerario tun concepto «paraguase que cubre definiciones y niveles distintos, Segin Eco, habria que operar las siguientes distinciones: Con disyuacién paradigmisica Fetes << i Con disyuncién sintagmaticn Ieotopias iscursvas Con disyunciéa paradigmatica Transtristicas Con disgunciénsintagmitica syundones_-- Etat Viele « iyuncoes, ope dia Cons mentsias oops mata No gels diuiones Tontptr escort ‘Aunque esas precisiones sean pertinentes nos interesa sobre todo destacar que con Ia isotopia se puede afrontar el problema de la fee tura (desde el texto) y, como reconoce el propio S. de Zavala, -expli- citar Jos niveles de una ambigiedad sistematica» (1972, 169). Es obvio que un determinado texto sometido a un contexto socio- ‘cultural posee varias lecturas; variaciones culturales permiten tipolo- alas textuales diferentes —por ejemplo, textos religiosas (y pos tanto sverdaderose) en la Edad Media scn considerados en épocas diferea- tes textos literarios, de ficcién (y por tanto sfalsos»). Sin embargo, podemos tambien abservar el texto como invariante ® Ep i qu is undad mina yu no cl seme, sina feme- 31 Senta atop semis enh stegarada pore redundant de catego, sdaserien (casemate aotepla elites eh por ln Te “aegortas mosears (acinus puleaed. Cle Grope 4Enreetnes (19%, 125-128), ‘Coutta (1996, 509 81, Greasy Court (1979, 197.399). a 1 partit precisamente de sus isotopias, en las que detectaremos asi- mismo las «mareas de veridiecidne, segin ta organizacidn en el dis: curso de su verdad, falsedad, mentira, secreto... (véase capitulo 11.6). Por otra parte, la existencia del discurso —y no de una serie de fases independientes— no putde ser afirmada, segin Greimas, se puede postular para la totalidad de las frases que 1a constituyen ‘una isotopia comin, reconocible gracias a la recurrencia (en térral- ‘os vaguisimos) de una categoria lingbtstica o de un haz de catego- as Hinguifsticas a lo Largo de su desarrollo. Desde este punto de vista Ja isotopia, como elemento recurrente, permite definir 1a existencia del discurso. En ese sentido, Garcia Berrio (1978, 250) ha hablado de una ésotopia textual global®, No cabe duda de que cn un relato homogéneo cabe Ia posibilidad de descubrir isotopias diferentes. Sirva como ejemplo mas tipico el chiste, texto breve que encierra un relato que en cierto punto se bi furea en dos recorrides por efecto de una disyuncion isotépica: Dos poticfas se encuentran en Ia calle a un pingtino. No sabiendo qué hacer con el animal, lo,conducen a la comisa- ria, donde consultan al comisario. Este les ordena que lo even al z00. Pasadas unas horas, los dos policfas vuelven con el pin- glino a ta comisart E} comisario, furioso, les increpa: «Pero, no les dije que to Hevaram al 200? Uno de los agentes contesta: «Sf, teflor comixario, elect vamente lo hemos lievado ali... y te ha gustado mucho, Ahora queriamos pedirle permiso para levarle al cines”, Rastier (1972) por su patte ve en el poema Salut de Mallarmé la posibilidad de tres conjuntos isot6picos: ebanquetes, «navegaciénr, scscrituras™, Los textos de este tipo serén Uamados pluri-isotépicos (Antivt, 1973: 53-63). 32d ciferenciar lst alas frases y Ins del teria, basadas en et Decho lobal de la diferente complejidad dela estructura protunda de ambos, Garcia Berrie roca las dea sodplcas de Raster (1976) gue sponta elementos de wlecion mor. Semiea, snttcticn Mxico-sembnscs basados en corrdaciones textual supraterten ‘ales, cuya eolidarided a través de la relatvadeania en el plano de ta marifestacon Gel texto no se explica sino ea (eran de su proxinidad/Adentidad en ot plano tex thal en tapas profundas del macrocomponenter (Carea Berri, 1978, 20), AnAloge reste, Piaf habla de sdiagramas de relaciones de referencia, rede terdteas, Osta fe Indices de referencia, lista de variables argumentese fd.) 23) Ea el ejemplo queda clara la cisyuaci6n ottpica en el semerna sz0o del que s¢ selecciona (1) el clasema enéeusion de animales y (2) el clam ventretesimiento pa- te pgrenas. Be Fal tpi fgrativsCoangeet,nmvepacb, csrtra) se apreninan fi rest eos tips Nolices compen ened led fee ok Sn a2 Giertamente diversas lecturas son posibles, segin el contexto sociocultural" y segin la competencia textual del lector; pero tam- bién es cierto que tales lecturas (que establecerian su coherencia) es- ‘hn garantizadas por las isotopias, y asi lo reconoce Eco (pese a las criticas que hemos indieado) al considerar Ia isotopia como Ix cohe- rencia de wn recorrido de lectura. 4. EL TEXTO COMO PROCESO SEMIOTICO 4.0, Hacia ef diseurso Bajo este epigrafe queremos destacar el aspecto discursivo del ‘texto: el texto como proceso semiético que en su discurrir sintéctico va produciendo sentido, Como indica P, Ricoeur (1980, 1013) «el sentido del texto n0 es nada que Io refiera a uta sealidad exterior al enguaje; consiste en las articulaciones internas del texto y en la su- bordinaciOn jerdrquica de las partes al todo; ef sentido es et ligamen interno dei (extor, El considerar este aspecto procesual evitar, asi, 1a bdsqueda de Ja significacion en unidades estaticase como palabra o frase. Es en el iscurso, y no en sus components frAsticos 0 lexemdticos, donde se hha de describir el funcionamiento semidtico. En ese sentido recorda ‘mos a von Humboldt: «Pero aunque estamos habituados a pasar de Jos sonidos a las palabras, y de éstas al discurso [de todas formas, en el curso de fa naturaleza}, es el discurso lo que es primero y determi- ante» En esta parte nos ocupamos det texto (discurso), entendide como saparato translinglisticor (Kristeva, 1970, 279) que supone, segin ‘esta avtora, «un fipo de produccién significante que ocupa un lugar preciso en Ia historia y dimana de una ciencia especifica que es nece- sario definir-, Esta nueva perspectiva sobre el texto que como hemes seflalado, es tl objeto del que se ocupa y el que define el campo de ertinencia de Ia semiética, supone un cambio epistemol6gico 0, si se quiere, una suerte de cambio de paradigma, en el sentido de T.S. Kuhn #, ‘Nos ocuparemos en estos pardgrafos —desde la semidtica {inclu- yendo la linglistica textual, pues la «no-textual> limita el objeto de su investigaci6n a la frase)— del texto-diseurso para describir su fun- cionamiento, observando las reglas estructurales que fo constituyen 3 O episttme en Foucal, tambitn Lotman (1979). % Aunque come hemos vst, exsten preacupacionesstextualese en lw werica y fatien, es en fos extuchor semidices (lextuab) coatemporkncos que prot umbio de paradigms te produce. B ‘como tal discurso, y refiriéndonos tanto a sus condiciones de produe- , Sin extendernos en estas consideraciones nos limitaremas a sei iar el esmbio de pertinencia experimentado en el propo seno de la lingiistica: el paso {e interrebacién) de la Jangue a lt parole y al dis- ‘curso, Cabe resenar a este respecto Ia insistencia de E. Coseriu en trabajar con umm lingUistica del hablar. (Debemos a Cosetiu, precisa- mente. Ia introduccién, ya en 1956, del concept lingiistica del texto —Coserin, 1978— antes de que spareciera la asi Mamada Text- Lingiiistik.) El desplazamionto del «sistemas al «procesor, del eje vertical all horizon(al, permite una primera definicién del diseurso como «proce- so semiticos, El propio sentido de discurrir evoca un «proceso+ sin- tagmat 1 diseurso, sin embargo, no debe ser considerado sdfo como per teneciente a la parole (frente a la lengua)™, o como formando parte del uso de 1a lengua, sino también como posible unidad formal del sistema lingiistico (Hendriks, 1976). En este sentido Buyssens hableba de ebmo el discurso permite in- dividualizar el sisters tinglistico, y sentenciaba drésticamente: «Hay ‘una sola lingiistica: todo e! resto no es sino psicologia, fisiologia o » Por ejemplo, coma recoge Coseria (1978, 282), y2 V. Skalitlce (1948) 4y 20 Sogin ottes terminologlas fngue verwus parole ex homblogable » competence ‘venus perfaraunce (ease scompetenci, en eapiato ILS] 0 8 seme Neus proceso. 4 acristicas (Buyssens, 1967, 41), Pera potlemos encontrar en el propio ‘Saussure reflexiones de este lipo. Ast, en los famosos inéditos recogi- dos por Starobinski (1971), dice el semidlogo suizo: «la langue n0 es cetéada sino en relaciOn al discurso, pero, ,qué es 10 que separa el discurso de la lengua, 0 bien qué es lo que en un cierto momento permite decidir que la langue entra en aceidn coma discurso? (subrayado nuestro). Puesto que, como sefiala E. Coseriu (1978, 41), de una manera cconcreta e1 lenguaje existe sélo y exclusivamente como hablar, coma actividad lingdistica, y fengua y habla no pueden ser reatidades auté- nomas y netamente separables, dado también que, por un 1ado, el habla es realizacién de la lengua y, por otro, la fengua es condiciin del habla, se constituye sobre Ia base del habla y se manifiesta con- cretamente s6l0 en el habla (Coseriv, 1978, 41), habremos de ocu- parnos principalmente dle os procesos. Pues, como ha sugerido Grei- mas, el pasar de las observaciones sobre el sistema al examen de los procesos posibilita que el conccimienta de tos procesos realizados proyecte alguna luz sobre Ia economia general y ias formas de orga- nizaciGn del sistema, Asimismo, estudios lingbisticos recientes han reparado en et cardcter textual del sistema de Ja lengua. En ese sentido, Halli- day (197, 168) ha observado que ia unidad de Ia lengua en el uso no es la palabra o Ia oracién, sino cl texto, y sfade:

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