Pierre Chaunu, Independencia

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Pierre Chaunu Interpretacion de Ia independencia de América latina Es bien conocido el gusto de los hispanoamericanos por el breve lapso de la etapa de su Independencia. Un. rapido vistazo a los instrumentos bibliograficos nos mostraria que en los diez afios tiltimos, de los 50,000 titulos registrados, le estén consagrados del 30 ‘al 35%. La Revolucién Francesa ha tenido en nuestra historiografia, y por extension en nuestra toma de conciencia colectiva, un rol mas 0 menos comparable y—bien mirado— muy poco justificado, Cuando una historiografia presenta tal exceso, que ninguna razén dlocumental justifica, el hecho deja de ser pintoresco para. convertise. en’ significativo. La_historiografia hispanoamericana de la Independencia nos informa accesoriamente sobre ella, pero esta historiografia es también un tema para la historia. Existe un esquema tradicional de la Independencia esbozado en el siglo xix. Se presenta en forma vaste fen los manuales escolares y se trasluce sutilmente en Jog “buenos” libros? Es una imagen mistificada tri- plemente nociva. Es la del fraccionamiento politico: se opone a toda construccién orgénica del continente Jatinoamericano. Es-la imagen de las rupturas y: de los rechazos iniitiles e impide que América espafiola 1 Handbook: of Latih American Studies, Indice histdrico espanol 2. De sin afio 4 otro, s6lo en los Estados Unidos se publican va- Has History of Latin America. Esto se debe a ln estructura mise zn de la organizacién universitaria norteamericana ya la meltipli- Cidade citedras de historia de “la otra América” i asuma su pasado hispénico, es decir obstaculiza el establecimiento de las bases historicas de su cultura, Crea la ilusidn de una liberacién conseguida, mientras que la independencia politica le cuesta internamente cl refuerzo de las estructuras sociales de dominacién yy externamente el refuerzo de los lazos de dependencia ‘econémica, ‘Se impone pues la tarea de romper el mito, y sélo Jos hispanoamericanos pueden realizarlo# Por nuestra parte, dentro del marco de este modesto articulo lo més que podemos hacer es plantear los posibles hitos destinados a lograr una sutil superacién.+ 1 El esquema tradicional de la independencia Cuando se pretende si no modificar, al menos enti. quecer una problemética antigua lo mejor es bosque- jar primero las explicaciones presentadas. Procedere- mos asi ‘Abramos uno de los tantos libros donde las dos Amé- ricas resefian la historia latinoamericana, Viene la Independencia, el tono sube, la frase crece, Jos buenos sentimientos desfilan. “Bolivar, aqui es: tamos.” 3. La neceidad ha sido sentida y un excelente trabajo lo empren: is hace algunoe aor el Instituto Panamericana” de. Geografa € Historia da Mexico, bajo el impulso especal de Sivio Zavala. 4 UL tmporta poco que el esquema propuesto sea més verdad fo que ol amigisimenis en curso, to que importa mds ex que seh Si La histora es slempre una manera de organiar un pasado se. ‘it as engencas de un presente. Abora Ben, el esquema clsico Sr'basa en ta bstora de los nacionallamoe fracconalisas del siglo Fr lenametana ini i,m dt ion abajo de superacon que'n historiogralia europea ha empren- ‘ido ex de esperar que, su vez, lo inele la hatriogata i foumericana en America, yara el propio blen de America Lal ‘puede recomendar al respecto al articulo de Alphonse Dupront, 1951, istoire et pa 2 Y comencemos con un capitulo sin sorpresa: las “cau- sas generales” en los manuales norteamericanos, Los abusos del régimen colonial: el monopolio, la ex: elusién de los cargos ptiblicos, las mil y una opre- siones de las que son victimas los criollos y los otros. Se cae en el juego de “nosotros americanos”, del que los jefes patriotas se valieron para dar a su reivindi- cacién particular la dignidad del interés general Las influencias. La participacién intelectual de Amé- rica en las “Luces” del siglo xv No faltan ejem- plos: academias, sociedades cultas y de pensamiento, Sociedad de Amantes del Pais en Lima, de Beneficen- cia en Buenos Aires, Sociedade Literaria do Rio de Janeiro, Sociedade Scientifica do Rio de Janeiro; hay también periédicos, las "gacetas” Gaceta de Buenos Aires, Gaceta de Guatemala, Gaceta de Li- § Reconozcamos que tos liberates radicalizantes de la primera evoluclon mevicana, la que en verdad {racas6 totalmente, eran al ‘menos sinceros, cuando no consclentes de Ta insuficiencia de las pa- fabras: Miguel Hidalgo, José Maria Morelos y los ardientes redac- ores de la Constitucign de Apatzingin (22 de octubre 1814), Esta Constitucion de Apatzingin parece ol eco fiel de la. Constinuciéa francesa de 1791 o, mie directaments, de la Constitucion de Cidiz (Gar muchos aspectos, tambien se excucha el eco de las Leyes de In flias, del humanismo cristiano de Dar Casas o de la intransigencia dominicana de los tedlogossuristas del derecho natural). Es nece ferio recordar el Art, 38 que suprime 125 corporaciones; el art. 24 {Que define la felicidad comin, eta "flicldad comin” modalidad his: phinica de la pursuit of happiness de Ia Declaracion de la Indepen- Ancia del # de julio de 1776, La Constitucién de Apatzingin define fsta felicidad comin como “el goce de igvaldad, ‘seguridad, pro: Piedad y libertad”, El art, 4 recuerda que "todos los Individos de Te sociedad tienen derecho a adquii propiedad y disponer de fllas, a su arbitrio con tal de que no contravengan a Ia ley”. En cuanto cf art. 25, s1 ex posible, aparece calcado mis directamente todavia sobre la dectarscion francesa de 1789, cuando precisa que’ "'Ninguno debe ser privado de la mejor poreiOn de las propiedades ‘que poses, sino cuando lo exija Ia publica necesidad, pero en este Gio tiene derecho. una piblica ‘compensacion” (Alba, 1960). 16 Recordemos al respecto la reciente revision hecha bajo la dirce- fin de Arthur P. Whitaker, con Ta colaboracién de Roland Hussey, Harry Bestein, John Tate Tanning, Alexander Marchant, Charles ©. Griffin y Federico de Onis (Whitaker, ed. 1961); véase también Whitaker (1981 y 1953) para un ejemplo, m4 claro de tn partici: pacién de América latina y muy particularmente de México en Tos Progresos téenieos, en especial en'lo que respecia al empleo de los fnétodos alemanes ea la’ mineria. B teratura de México, “publicaciones periédicas” Papel periédico de Bogotd, Papel periddico de La Habana, y el mas prestigioso, y sin duda el mas eficaz, el Mer- curio Peruano. Si, América participa en las “Luces”. Esta participacién evidente es més facil de constatar que de medir. En los libros se aplauden los acuerdos, pero rara vez pasan de alli. En tercer lugar, los ejemplos. Los movimientos inde- pendentistas de América hispénica recibieron en for- ma directa la influencia y direccién de una serie suce- siva de revoluciones americanas y curopeas. Eviden- temente, tal como se piensa, el levantamiento de las 13 colonias y la escisién del Imperio Briténico tienen derecho a un primer lugar en el tiempo. Se comenta con razén el éxito hispanoamericano del Common Sense de Thomas Paine. Siguen después los ecos de la declaracién de Jefferson del 4 de julio de 1776. Un estudio atento de 1a Constitucién de Apatzingin (12 de noviembre de 1814) sin duda permitiria esta- blecer, articulo por articulo, un filiacién ora nortea- mericana, ora francesa y nuevamente norteamericana, en la medida en que los textos de Jefferson ilustraron los pasos de nuestros constituyentes, En verdad nadie puede dudar que para Ia formulacin de sus constitu. ciones los movimientos independentistas buscaran re- ferencias numerosas y precisas. Las influencias son tanto mas evidentes y los calcos més fieles porque la falta de madurez impidié una expresién mas per- sonal, Mas que de las trece colonias, se invoca Ia influencia de la Revolucién Francesa y si no ahi esta la carrera de Francisco Miranda, para disipar toda vacilacién, (Robertson, 1929). Comienza a scfialarse, y es un Progreso, la influencia del levantamiento de Haiti (Zavala, 1961). Y para terminar, los “precursores". Las perturbacio- nes del ultimo siglo colonial, que son numerosas, han 7 Slo para el Pert tenemos: la rebelién de 1737, la primera y Inds importante desde las guerras civiles del siglo xv y los tiempos herotcos del Thca Manco. "El primer Tpac Amaru éjecutado por Francisco Toledo y la resistencia perturbadora de Viteos, capital 4 Se sido promovidas al rango de “precursoras” de la Independencia. En este sentido, las viejas crdnicas tienen razén pues recuerdan que al comienzo, antes de los primeros pasos del santo fundador, “el espfritu de Dios se movia por encima de las aguas”. Todo Io que precede es de una u otra manera causa de lo que sigue. La rebelién de Tiipac Amaru II (1780-1781), que fn realidad es una de las causas esenciales de Ia leal- tad del Peri —en vivo contraste con el compromiso patriota de Venezuela y Ia ambigiiedad fundamental de México—, es la tiltima rebelién quechua y por una verdadera aberracién se la anexa a las manifestaciones precursoras del levantamiento criollo. Después de lo cual, encerrados en los ghettos de la historia americana, tratada por areas culturales, no hay tiempo para detenerse en los sucesos que afecta- ron a la peninsula ibérica en 1807, 1808 y hasta 18145 el tmperio Tnca libre después de ta conquista. La rebelién de 167 se extlende al conjumto de las 17 provincias (Métraux, 1961) En 1788 es la conjura de Oruro; una decena de aos mas tarde a rubelién de Santos Atahualpa. Después, estrechamente ligados con Ja desidencia de Santos Atahuatpa, Tos proyectos reformistas ante la Corona det franciscano mestizo Topa Yupangi, En esta Tine que modifica su sleance, se coloca la extraordinaria explosién de vio- lencia provocada por las inieiativas del curaca José Gabriel Con- Uoreangu, ordinariamente conocida como el levantamiento de Tipac ‘Amaru. Una tardia politica de hispanisacién no. impide. el le- ‘anlamiento a contra cortiente de lor caciques, de 1815, aplartado mis filmente que los precedents. Apart del Peri: Canex, en Yucatén, en la zona maya, en 1761; las concentraciones de negros "“marrones” en la Serrania de Coro, fen 1795, que siguen Ia linea de las conmociones endémicas del itsmo Panam, a partir de los dos ltimos euartos del siglo XW, que ferminaron’ por ahogar de modo casi total, en el siglo xv, la én cldsiea que por Panamé tenjan Peri y Espafiay Ia resis: os impuestos en la regidn del Paraguay” desde 1725; la re pein de Venezuela a La Compaiia Guipuccoana, 1749 (Morelos m, 1985); las resistencias violentas a las aleabatas, en Quito, en fn el Nuevo Reino de Granada en 1780781. Esta fecha’ no Indiferente puesto que corresponde, a Ia ver, a las necesidades fle dinero suscitadas por ta politica espattola ~arrastrada por Fran fin y a disgusto contra Inglaterra y los insurgentes—, y a la enor. Ime conmociéa provecada por el levantamiento de los Indios que ‘has Incltados por José Gabriet Condoreanqwi, Tépac Amar It fae se produce en este tiempo. A is casi innecesario decir que los grandes libros clisicos de ta historiogratia norteamericana, que ‘tratan. particularmente cl am- 15 | | Griticas y superacion:s Alrededor de este esquema propuesto inmediatamente después de cumplido el proceso, la historiografia no deja de aumentar desde hace ‘ciento treinta afios. Se necesitaria una gran dosis de ingenuidad y bas- tante soberbia para proponerse abolirla pura y sim- plemente. Un consenso tan grande aboga en favor de que hay una buena parte de verdad en su disefio. Por 50 no podemos dejar de estimar que en su contenido hay una representacién valida al 60 670%. Sin em- bargo, este esquema presenta varias fallas. A. Es demasiado simple Deliberadamente deja de lado la complejidad y la pro- fundidad de las sociedades hispanoamericanas, Si la explicacién de Braudel sobre las civilizaciones a ni- yeles se aplica perfectamente al Mediterraneo, donde bastante después de Felipe Il Cristo se detiene en Eboli, con mucha mayor raz6n es valida para esta otra América, que relativiza constantemente el tiempo y transforma en kilémetros la centena de millares de afios de la pre y de la proto historia, spendencia es obra de los criollos y de los mes- ti Slaros, de algunos mestizos claros, de una élite, de”las castas, que se dicen criollas, No nos equi- voquemos, de una infima minoria de criolios en vna América que en el siglo xvitt ha cambiado de cclor.® Seria ingenuo no tomar en cuenta al 80% de los no criollos y olvidar que pese a las reivin- Diente diplomético de Ia Independencia, no merecen este reproche Basta recordar a J. Fred Rippy (1929), William Speace Robertson (1939) y Arthur Preston Whitaker (194), 9 Teniendo en cuenta las evaluaciones stiles de Hemando Sén- chez Barba (1958) y las del desaparecido Jaime Vicens Vives, pese a las reservas que susctan en mis de un punto, sobre todo por Ia 16 Wleaciones sumarias de los primeros movimientos Awolucionarios en los movimientos mucho mas ra. fogs anteriores a 1816,00 esta masa no criolla en lo lado desempefia inconscientemente un papel, que @§ el de mantener Ia solidaridad imperial, Por otra atte, se trata de su interés, puesto que la Indepem. dencia, frente a los criollos, 1a priva del apoyo inter mitente y poco eficaz del poder central. Pista masa no criolla actia de doble de Ja Solidaridad atlantica que lleva e] nombre de ine. Deo; en especial de modo Indinecio pers wer Yectamente. peices lima tan Particular de la Independencia peruana, ya nada puede hacer por él— Pesa sobre Ia poblacién tm nt poblacén de Amen ‘expan: gee eae et Po Inn ec cre a HC 50) MM de blancos (algo mas de 3.000.000), 25 % de mesti a de MYA exoooliico normal pertonce ste Suoeue aioe fon Hiliinesne excess ttc «ee ee I sen ener eae ee de SS jg, Bese ates de a Tad us ‘on los sélidos censos de 731 64 (en Mexico, del conde de Revillagigsto) y on Tae 17 censtituye asf un caso intermedio entre las posiciones conservadoras del Alto y Bajo Pert y del Brasil, y las posiciones radicalizantes de Venezuela y del Rio de la Plata. Directamente, de manera verdaderamente excepcional, como en el caso de Venezuela, de los cuadros del ejér~ cito espaiiol bajo Fernando VII —zes necesario decir de los funcionarios de los asuntos indigenas?— que arrastrarén a gauichos, indios 0 mestizos oscuros de los Hanos contra las “burguesias ilustradas y frondo- sas de Jos grandes plantadores mirandinos y boliva- rianos de la costa”. B, Este esquema en parte es prestado Est tomado del esquema de la Independencia de las colonias norteamericanas. La oposicién al monopolio es tal vez el ejemplo mais claro que se pueda invocar de asimilacién simple y de contaminacién mistificante. Naturalmente que los primeros imperios coloniales mueren a causa del pacto colonial. De una vez por todas, la América hispdnica esta sujeta a un regreso al Boston Tea Party. No es necesario recordar e6mo las cosas son menos simples de Io que se afirmaba a fines del siglo pasado, incluso para la América del Nor- te. El Boston Tea Party es la reaccién violenta contra una novedad, Se origina en el desacuerdo sobre la ma- nera de cémo saldar el costo de una guerra victoriosa, es decir catastréfica para Inglaterra. La conquista del Canada significaba un acontecimiento feliz para Nueva Inglaterra y las colonias del centro, que en ella encon- traban las ventajas de una sustancial mejora para su seguridad, en razén de la accién de los exploradores de bosques franco-canadienses sobre la resistencia de Jas tribus indias, En una palabra, la metropoli inglesa 11 La poblacién blanca representa s6lo del 13 al 15% de ta pobla- ion del Bajo y AMo Peru Aleanza el 21% en Nueva Espatia. Es ‘mds elevada en el Nuevo Reino de Granada, 77%, y en, Venezuela {obrepass et 40, Las proporciones son sensiblemente tes mismas fen el nuev9 virreinato del Ro de la Plata. 18 SS ———————— 16 en el acontecimiento mas alld de su estricto 's. Una fraccién importante de la opinién brité- nica podia legitimamente considerar que las 13 colo- nias, y particularmente las de Nueva Inglaterra, de- bian contribuir a la consolidacién de una deuda con- traida en su beneficio, Por eso se plantea en forma, brusca y aguda el problema del consentimiento del Commonwealth anglo-americano al financiamiento de Jos gastos de la economia imperial. En estas con- diciones, el movimiento de protesta se Ievanta no contra una situacién antigua sino contra una nueva, en la medida en que con Ia revolucién de los clippers, el imperio briténico atléntico se convierte en realidad en la segunda mitad del siglo xvirr; el problema prin- cipal es de adopcién de responsabilidades y de finan- ciamiento de las decisiones y es asf como muere el Old Empire; seria mas exacto decir que es asi como fracasa la creacién de un verdadero imperio britnico transatlintico. Puesto que, a decir verdad, antes de 1750 més que un imperio habia yuxtaposicién de es- tados virtualmente independientes. Incluso el Bostort Tea Party es més conservador que revolucionario. La pursuit of happiness de la deciaracién de Teffer- son es una justificacién ideolégica, y como toda jus- tificacién ideol6gica es @ posteriori y no primum mobile. Si en el Norte Jas cosas son menos simples de lo {que se suele decir, con mayor raz6n lo son en el Sur. Si la Independencia de la América espafiola hubiera sido una respuesta a Ios abusos del monopolio, se habria producido en 1580 cuando éste existia y se ejercia en beneficio exclusivo de espafioles y europeos: espafioles, portugueses, franceses, genoveses, flamen- cos, y desde un complejo portuario europeo, el de Sevilla. En efecto, se puede afirmar, con cifras en Ta mano,!? que en’el siglo xviit la América espaftola 12 Durante gran parte del siglo xen, el wolumen que totaliza el comercio intérlope supera el volumen del trifico que obedece al monopolio de Cidiz. Sin embargo, en los sltimos alos del siglo uml 'se asiste aun repunte singular. Nuestros eéleulos dan razén fla notable intuicion de Clarence H. Haring en st Spanish Empire: tina multipliacién por 7 del trfico entre. 1778 9 1788. Esto cre- cimiento concuerda con todo lo que se sabe de Ja covuntura mundial 19 es pricticamente el tinico “territorio colonial” (la palabra, por otra parte, 3 nueva y no tendré carta Ge ciudadania sino en forma lenta y muy imperfecta) ‘sobre el que sin duda alguna y al igual que en otros Jugares se afirma blandamente el pacto colonial, que en la practica no se cumple. Por otra parte, en la medida que, entre otras corrientes comerciales, existe una corriente importante con CAdiz, y después de 1776 y 1778, siempre con Cadiz en primera posicién (en la proporcién de dos tercios) y los puertos libres espafioles, este tréfico se encuentra mucho més en manos de los ricos capitalistas criollos * que entre as de comerciantes de 1a Espafia europea. Y esto nos Meva al principal reproche que es nece- sario hacerle al esquema tradicional: del mismo mo- do que Ia lucha contra el monopolio no Io ¢s tanto de América con Espafia, sino una lucha civil entre diferentes agrupaciones comerciales hispanoamerica- fas, asi también las guerras de Independencia —no tanto las de la Independencia de la América anglo- sajona en las que, sin embargo, se estima que un tercio de la poblacién americana permanece leal—, mucho mas que una guerra entre Américas espafiolas y Espafias europeas, son guerras civiles del Atlntico espafiol, comandadas no por los acontecimientos de ‘América sino por los acontecimientos espafioles. Es ero, més allé del aumento de los vokimenes de intereambio, testi. tmonia el crecimiento especifico del trifico de Espana. A fines del Mglo xi, el monopolio crece mas rapido que el intérlope y este ‘ecimiento beneficia a los grupos de comerciantes criollos (los Fuleros). En ITP, por ejemplo, s6lo en el puerto de CAdiz, que Faves sino una parte entre las muchas def monopolio, Negan 14 na ‘fos de las Indias, La Habana viene a Ta cabeza seauida de México WG Plata (AN. AE, B 350). En 1785 son 182 (S1 de Ta Habena, 3 de Caracas y 13 de La Guayra, 3 de Buenos Aires, 16 de, Monte- ideo, 2 de Camang, 5 de Cartagena, 3 de Honduras, 25 de Vera: Chur éStos ganan en toneladas~, 5 de Capeche, 1 de Puerto Rico, Sue Lima, sean un informe consular del 12 de agosto de 1786 (UN, AE. BS), 13 Esta estructura funciona desde comienzos del siglo xwit, Se hota claramente en la correspondencia consular de Cadiz. Refle- ion, entre ofras, con ocasién de la bancarrota de un banguer> en Tok! (Carta de Mirmsol a Pontchartrain, 22 de setiembre de 1704, AN. AES BI 215, fo. 201.) 20 Ne nnn GQ! por ello que éstas no legan muy. su hora, EL im perio atlantico de Espafia, no el de Portugal, se que- bré aproximadamente 50\afios antes de lograr su madurez, Por es0 stt quiebra se efectud en condicio- nes tan catastroficas y por eso sus heridas hasta hoy son purulentas. No debiera hablarse de la indepen- dencia de América sino de la catastréfica indepen- dencia de Espaia. c Este esquema no toma muy en cuenta las articula- Giones temporales y espaciales 0, si se prefiere, al ‘matiz del espacio y el tiempo. Es exclusivamente ame- ricano, como si se pudiera dar cuenta de un fenémeno fundamentalmente atléntico limitandose a un con- junto de explicaciones exclusivamente americanas. Seria necesario analizarlo punto por punto, matizar los términos y limitar su alcance. Tal andlisis nos Tle- varfa demasiado lejos. Acabamos de ver con qué prudencia se hace nece sario manejar el andlisis clisico de las consecuencias del monopolio. Por lo menos hay dos puntos esen- ciales en las explicaciones tradicionales que merecen especial atencién. El complejo criollo de frustracion reopecto de log peninsulares y In participacion de OL EI complejo eriollo de frustracién Es universal. A fines del siglo xviit ningtin punto de Ia América espafiola y portuguesa deja de tenerlo, aun- que su carfcler més agudo, portador de la crisis, es miucho mas reciente de lo que generalmente se cree. Las injurias crecen del lado de la mayoria (hacia 1800, en América espafiola apenas habia alrededor de 150.000, 24 peninsulares al lado de 2.900.000 criotlos, 5% y 95% tespectivamente, segiin el consenso general): criollos, contra gachupines, chapetones, godos (este tiltimo tér- mino est leno de sabor, puesto que en Espafia se desciende de los godos, como en Francia nos remon- tamos a las Cruzadas), tensién entre mazombos bra- silefios y reinos, marinheiros, peninsulares portu- zueses. La tensién es mucho mas reciente de lo que general mente se cree, puesto que las condiciones que la origi nan no se remontan a los origenes de la conquista La posicién que los peninsulares ocupan en América en buena parte se desprende de una reivindicacién criolla; ademés, parcialmente tiene su origen en las variaciones del flujo migratorio y en las nuevas orien- taciones de estas corrientes migratorias. Incluso, en cierta medida y con un toque de humor, se podria afirmar que la oposici6n entre criolos y peninsulares n cierta forma traspone hacia América las tensiones provinciales de Espafia_tradicionalmente opuestas. La minoria peninsular (5% de Ia poblacién blanca en América espafiola, menos de 1% del total) no ocupa una mejor posicién social que la mayorfa crio- Ila (19 a 20% de la poblacién total). Evidentemente ésta se concentra en Ia administracién. Pero entre los peninsulares hay una proporcién bastante fuerte de pequefios asalariados con muchas pretensiones. Lo que es verdad para la América espafiola también Jo es para el Brasil. En el siglo xvnr se acrecienta Ta parte que en la administracién se reserva a los peninsulares a un ritmo mayor que el volumen global de la misma administraciOn, Ocurre a partir del esta- blecimiento de las intendencias, es decir una adminis- tracién_ més eficaz que la antigua administracién, esencialmente colegiada. Se sabe que la reforma gana Ientamente terreno en el curso del tiltimo tercio del siglo xvitt2¢ Significa una mayor eficacia. Esta nueva IR rene vem = 2 se Ste a crease Roane Seer as ewes eae aoe Spee eee Soames 2 administracién, que se superpone a la antigua, perte- nece atin mas a los peninsulares. Es més poderosa. Por eso refuerza considerablemente Ia posicién de los peninsulares en las tiltimas décadas del siglo xvar. Es una consecuencia de la ola de reformas de la Espaiia europea que con cierto desnivel alcanza a la Espafia americana. A decir verdad, el lugar de los peninsulares en la administracién no es sino la ine- Vitable compensacién de su insignificancia en el aparato econémico, Los sefiores de la mina, de Ja tierra, del negocio y, paradéjicamente, del interior mismo del monopolio son criollos, en virtud de Ia ley de rendimientos decrecientes. El rush peninsular hacia la administracién es la contraparte de esta ex: clusién en las posiciones claves de la vida econémica, Otro punto invocado, a menudo corolario del prece- dente que se refiere al lugar de los peninsulares en las Posiciones cumbres de la jerarquia eclesidstica de las Indias, pierde su significacién objetiva si se tiene en cuenta que no sdlo ésta sino que el clero en su tota- lidad sigue teniendo en gran parte un cardcter mic sional, es decir peninsular, a causa de la falta de voca- cién y del débil grado de cultura de la poblacién mestiza ¢ incluso criolla. En buena parte sigue ocu- rriendo lo mismo a mediados del siglo xx. La jerar- quifa eclesidstica no hace sino traducir, acentuandolo, el lugar dominante de los peninsulares en la base de dicha jerarquia, Por tltimo, en algunos puntos sensibles de la estruc- tura social las tensiones ocasionadas por los penin- sulares tienden a incrementarse por razones hasta ahora insuficientemente sefialadas. Una es coyuntural y Ia otra es casi estructural. A partir de 1770-1780, el incremento de las corrientes migratorias normales, en proporciones que atin no podemos cifrar, al pare. cer da lugar a una multiplicacin de los nivcles en Ia primera mitad y, tal vez en los tres primeros va Espafia en 1767, BI sistema se implanta diffclimente # partir de 1770 pues encuentra gran resistencia. Fn ese extremo del mundo ‘que es el virrenato del Rio de La Plata Ia queva administracion no hhace su aparieién antes de 1782 (Lynch, 1958). 23 wuartos del siglo xvii Este incremento notable se explica facilmente por el aumento demografico en Ia peninsula ibérica, por la mejora en las condiciones de navegacién ® y, sobre todo, por la fantéstica pros. peridad coyuntural de fines del siglo xvii, que en América se experimenta mucho mas que en Europa.” Por consiguiente, el sentimiento de ser invadidos, el endurecimiento de las posiciones de un cuerpo que se siente victima de una agresin (y este sentimiento es tanto mas violento porque se trata de una emigracién del sector “terciario”, al que le resulta dificil integrar- se) del que tantos textos dan testimonio, traduce una realidad coyuntural, Por otra parte, ¢se ha ponderado en qué medida esta emigracién es, por su origen, diferente a la de los si- glos xvt y xvi? Los estudios de Pérez Bustamante (1941) y Rodriguez Arziia (1947) sobre el Catdlogo de pasajeros a Indias’ revelan claramente cémo en 15 Hernando Sincher Barba evalua esta corriente migratoria en $2000 almas para el conjunto del siglo avi, es decit ‘una media de 500 personas por af, tenieado en cuenta Ia emigracion frau dulenta. “Este promedio que es razonable para los dos. primeros tercios del siglo xvii nos parece notoriamente insuliciente hacia fines del siglo (Sincher Barbs, 1958, C, IV. p. 326). 16 Se puede decir que después de una larga etapa de estanca- rionto de las téenicas marinas, que se extiende desde siglo xv hasta mediados el siglo x01, se produce una permutacion_alre- ddedor de In década de 1780. El brusco crecimiento dela tala y del niimero de navies, su mayor velocidad, ¥ lo seguro de sus dletas dentro de un sector poco progresiva de Ia ra de Indias” son lun buon testimonto, IT Nucsteas investigaciones sobre el trifico de Espaiia y Amési fx muestran claramente que el trifico entre Espaiia y América: ek Pllola, aunque muy tradicional, constitala un sector privilegiado de maximo crecimiento (Chauns, 1963 ms.) 18 De Iss 150.000 fichas do salida conservadas por cl Archivo de Indias, material invalorable para la historia antigua de la emigrs cidn a América, hay tres volumenes publicados: st continuacion c= tenida pot diffcultades materiales que los organlsinos interna cfonales podrfan utiimente resolver. Catalogos de Pasajeros a Tr dias, durante tos silos. xevxumavin, Redactalo por el" personal facuitativo del Archive, General de Indias, bajo te. diveccion del Airector del mismo, don Cristdbal Bermidet Plata, Sevilla, G.-C Instituto Gonzalo. Fernandez de Oviedo, 3 vols. publicados: Toms 1 30-1534), 1940, XV_ 4 526 p. pl. “G20 licencias); Tomo It X + S12 p. pl. (6.60 licencias): Tomo IIT 156, gracién del siglo xvt_son dominantes los sec- tores del Sur: Andalucfa, Extremadura y el Sur de Castilla Paradéjicamente se conocen menos las corrientes migratorias de fines del siglo xvutr, en parte porque las corrientes clandestinas son més impor tantes. Una cosa es cierta: el Cantébrico tomé el lugar del Sur (Andalucia, Extremadura, Sur de Cas- tilla), y Galicia (Meijidi, 1960), notoriamente el de Andalucia. El folklore “antigachupin” no deja de re- cordar el folklore “anticantabrico” »” y en Sevilla par- ticularmente el “antigallego". El chapetén es el in- dispensable “marido engafiado” de las historias crio- las, asi como el gallego lo es de las andaluzas. Se en- cuentra que, en caricatura, los criollos tienen mas ‘© menos un origen “andalu-extremefio” y que los chapetones de fines de siglo xvii son gailegos autén- ticos. ¢Es necesario decir que las guerras carlistas del siglo 11x prucban que estas tensiones provincia- Jes peninsulares son algo mas que simples supervi- vencias folkloricas? Pero el incremento de la tensién tiene un origen dife- rente. Se desprende del complejo étnico racial de la sociedad americana, estudiado por Richard Konetzke hace ya algin tiempo (Konetzke, 1946, 1950a, 1950b, 19 Las conclusiones de Bustamante y Arzia pueden resumirse asf: Ia exclusién de los no cristianos y de los extranjeros fue al eo- Imlenzo mis efectiva de lo que se erela; una emigracion originria All reino de Castilla (con predominio de sndaluces, 37/5 %, impor tavcia de los aportes de Ia Meseta Central, 47,7; las provincias del Norte, la Espana cantsbrica, siguea muy atrés con 55%). Mas Ale} 95% de los migrantes som originarios de los estados de ta Co- ona de Castilla (que en realidad agrupa el 85% de la poblacién fspaiiola). La Corena de Aragén no suministré mucho, 3% de los ‘ales 11% solamente de Levante. Este predominio del'Sur queda fatestisuado por la dilectologia criolla. El hispanoamericano es de fie andalus y toledans, 20 Nuestros cénsules de Andalucia sobre este punto son muy bue- hos testigos. Después de una residencia de varias decenas de aos (ial fue el caso de Catalin, em la segunda mitad del siglo Xm) se feonvierten en andaluces tan perfectos que. sus cartes e informes ‘con aplicacin todo el arsenal del complejo snticantabri- 10s que Cédiz es particularmente antivizcaino. Por otra Paste ot “vizeaino” signifies, por extensién, el hombre de: la costa Noroeste, de Bayona a Fomtarabia y, més precisamente todavia, la ‘eolonia vasca de. Sevilla, verdadera pesadilla de Tos gaditanos del 5 195la y 1951b). Es posible que al comi Nspanoamericana no fuera ratista, Sin demesiada reticencia le damos razin a quienes > Richard encia quienes, como Richar pecoent cea aaees nos aun més a 1a amistad de 1s hispanoamericanos gue Je conceden gran immportancia, A decir verdad, i problema a slantendo, coll nei eepe set, Sin rg0, lo seguro es que posiblemente no lo tuvier al principio, pero llega tener. Rapido y ‘bien. Porque en ‘América como en todo lugar hay vence- dares y vencidos. Possdentes y non possidentes, gra des ypequeics,y la experiencia diaria coloca’a los cos en 19 alto de Ia escala social y a Tos otros en Ia parte baja; a os indios libres, inch s a scala social se confunde demasiado bien oon el espectro de los colores de la piel, para que pardos, ect cen ben ese tun desprecio que es tal vez mas social qu 1 mde n ue racial. tite importa fecon Bi deeprece eine Esta escala étnica de valores soci : : s sociales fue estableci por is socledad‘criola pars hacer ent Tas pobla: 2 Ea en tangs de din Se crap erg esi te montane ne is SLs Shee ee #5 se consideran menos sensibles a las diferencias ract 4 Sorte ian on el ea re Sr" EIT spc yw a al" Soom otey eee eas Ls sta menor sensibilidad de ninguna manera signific Lees ‘to senual no pueden tenerse en cuenta en la medida qu ml sist ot In emigracion ibe cin aerate, Brie Gaigetin ei maa de 9%," tsa Seal Sioa jure nl a power ade ct cris nh a he ‘mixtos contrafdos por las mujeres de su raza, aa Bans ent nt ey Jos “negros" esclavos, casi siempre en situacién de vi fe = ie eect enero oe Sarin ee eS eects ie ne lea ac ae ps Srl ie Led) %6 ciones de color dominadas. Con el transcurso del figmpo ‘en cierta manera se afirma dinémicamente verntvez mds. Pero este instrumento concebido por Ja cat gad criolla, en forma progresiva y casi necesaria, Soryuelve contra ella, Esta sociedad criolla que con ‘Sats intransigencia afirma Ja superioridad de los va~ Taree blancos edifica, al mismo tiempo, el complejo Paleosocial que coloca encima de ella a Tos penn: Paleves, Los criollos de América, los de la América Sxpaiola, y también los de Brasil, no son) blancos SRoten forma aproximada ante los ojos de Jas clas ficaciones indulgentes de la administracién colonial, oceizon del muy débil nivel (3% al comienzo, en la Grimera mitad del siglo xvr) de emigracién femenina. Por eso, las afirmaciones evidentemente contradicto” Fos que muy a menudo se encuentran en las preten- ves cb criollas que, de una parte, aspiran a una ascen- Sonsia europea pura y, de otra, ala de un cacique teh Se es, a la vez, titulo e inca. Sin tener en cuenta se rrogancia, 1a familia criolla més pura es, sin Ginbargo, un poco menos blanca que él mas humilde Ge los gachupines salido del corazén de Galicia, Se puede afirmar, sin paradoja, que es la misma so- Gedad criolla la que, impulsada por su_vanidad, co- Jee Sobre ella Jos valores peninsulares, La contra, eee Se resulta mais Penosa porque se sittia en el nivel cccalto de 1a sociedad criolla, Si la administracién Tuonial es peninsular 10 es accesoriamente, por Pre- SRorde los peninsulares en las Indias y, mds acce, sictmente todavia, por presién del gobierno central Soom toda seguridad, lo es en viriud de la dinémice ¥ofunda de Ia sociedad colonial. De ahi ta tentacion Pe aligerar 1a pirdmide social de una pesada cima J ia tentacién para los criollos, duefios de valores Xrdkcos aproximativos, de quedar solos en Ia cima de vrareesciedind que hacen opresiva en su provecho- Te asi como se puede esquematizar, en estructura Fn coyuntura, esta decisiva oposicién en la quicbra Sclorosa de la solidaridad imperial transatléntica. 21 w ‘Participacién de América en las “Luces” Tercera aproximacién al esquema tradicional Pese a numerosas reservas, hay todavia muchas sim- plificaciones. Analicemos una que es de orden crono- Iégico. La participacién de América en las “Luces” del siglo xvii es, a la vez, més tardia y mas desigual de lo que se afirma de ordinario. Se podria decir, ‘esquematicamente, que el siglo xvi se sittia en Amé- rica hispénica en el siglo xrx. La América espafiola ‘es espafibla, Casi da vergtienza decirlo, es una pro- vincia de la Espafia ilustrada. La participacién de Espafia en las corrientes racionalistas del siglo xvi 3 es tardia y ambigua. La participacién de Ja América espaiiola én las corrientes racionalistas del siglo xvii 5 atin mas tardia_y ambigua, pues la América es provincial Y, si acaso tenemos la impresién de que ‘ocurre de otra manera, no se origina en la América espaiiola sino en Espafia. Es en Espafia donde se produce la quiebra. La invasién de 1808 y el levan- tamiento de América comprometen profundamente, durante casi un siglo, ante los ojos de las masas mas que de la élite, los valores del siglo xvrrt designados bajo el rubro de “afrancesados”. Documentos roba- dos por franceses o espafoles afrancesados, es una nota marginal que muchas veces se repite en los grandes inventarios de la Casa de ta Contratacién, 2 En L'Espagne écairée, Jean Sarrailh (1953) muestra un des ‘el cronoldpico semicsecular. Marcelin Détourneaux lo “establece fen el texto. corregido y aumentado. de su (esis complementaria: Winguisition et tes lores franeais aux xvmt sidcte y que se comple- ‘menta con el articulo de Paul J. Guinard "Le live dans la péninsule fbévique aux xvme sigele. Témoignage d'un Hbraire frangais” (1957). Bs sintomético que hasta 1747 la Tnquisicién espaiola hava mostra do una indiferencia total a la corriente filosdficn. La toma de com: lencla no se efectia antes de In década de 1750, Hasta mediados el siglo xvi, la Inquisicién espafola tnicamente se ocapa de perseguir uno de los aspectos. del fundamentalismo cristiano en Is forma jansenista 238 en el Archivo de Indias y que invita a una juste reflexién. Las “Luces” espafiolas fueron tardias pero vigorosas. Como es normal, la provincia americana participa ‘con retraso, pero sin solucién de contin dad. La América espaiiola nos ilustra sobre el destino de una Espafia no privada de su Ilustracién por el traumatismo de la invasién napoleénica, No se apre- cia bastante esta verdad elemental: Ia Armada Inven- ible habia sido una de las més extraordinarias m- quinas de guerra de la historia, El levantamiento nacional de 1808-1814, mas que ningiin otro, contribuyé a quebrarla. Con un precio que excede al heroismo desplegado. La participacién de América en Ia corriente europea de las “Luces” es desigual. Directa y profunda en Ta costa de Tierra Firme, entre Cartagena y Trinidad, muy particularmente en la Venezuela de Miranda y de Bolivar, cuyo rol es decisivo en la primera fase de la Revolucién y que escapa casi totalmente al monopolio, es decir a Espafia, a partir de 1620-1630. Es casi igualmente profunda y rapida en el virreinato del Rio de La Plata, que al desligarse de Lima en 1776 en buena parte Io hace de Espaila. La paradéjica so- ciedad internacional de las universidades al pie de Jos Andes da un testimonio bastante curioso. Es mu- cho menos neto que Nueva Espafia. Es atin menos profundo en todo el eje andino del ex virreinato det Perd. En cambio, resulta privilegiada la posicién de 24 Digase Yo que se diga, alt os miveles medios de cultura son ex ‘remadamente bajos a casa, principalmente, de las enormes distan- ‘ias.Inferiores a los niveles de cultura popular de la Espafia pe hinsular, Esta minimisacién alcanea su maximo en Ia escala de los Walores culturales esperados. Vense, por ejemplo, las reedicciones ‘de José Toribio. Medina (1855 1956). Numerosos ejemplos del hmediocre nivel de cultura teoldgica en los mismos Inguisidores, {uienes sorprenden preguntas anodinas, 0 aflrmaciones emitidas en la citedra, en ol calor de un sermén, son consignadas al Santo Tri- Dbunal. Se piden instrucciones a Toledo. Un conocimiento incluso Superficial de las decsiones del Conciio de Trento los hubiera sacado del paso. Dos o tres afios de prisién y Heya de Espatia Ia ‘orden de liberacién. Fria como un ‘pufsl, acompailada a voces dde-un comentario severo, aunque bien merecido, 29

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