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MARIO MARGULIS y otros VENTUD, CULTUFA, S6XUALIDA mensién cultural en la afectividad y xualidad de los jévenes de Buenos Aires ia Ferraudi Curto osky chziner ini 1 Marcus vio Margulis > Meccia Pérez ro Rodriguez Blanco resti Editorial Biblos 305,23 Margulis, Mario MAR Juventud, cultura, sexualidad: la dimensién, ‘cultural en la afeetividad y la sexualidad de los jovenes de Buenos Aires. - 1a. ed. = Buenos Aires: Biblos, 2003, 802 pp.; 23x16 em, (Estudios sociales) ISBN 950-786-365-6 I. Titulo - 1. Jovenes - Conducta social Diseno de tapa: Ar ‘rita par parto de Esta primera edicin de 2.000 eno INDICE cracién, juventud, cultura. meds y selves populares Mario Margulis exalt en la clara de Ocsidente! algunos sn y transgres tvolucién sexual de los afios 603 sus efectos PRIMERA PARTE, Los secTORES MEDIOS argulis, Maricel Rodriguez Blanco y Laieta Wang cin texto: cambio de valores y de epee Mario Marguls, Marcel Rodrigues Blanco y ¥ el mundo interno de las personas. En general, hay un dest ‘br mensajes de los medios, sobre todo el bombardeo de imagenes ya capacidad cultural de la gente para procesat y {# masculinidad en la encrucijada po el Ge cia io _ ee tonne xls stomach ln inten ne rent mand gama lr ial rie me sor cme ec ig rat indo meee ene iret fectivas y convivenciales. En esos ejes imaginarios se los do rol” segtin los émbi mal de masculinidad puede definizse rca de una norm: ~machista, su perfil: en pocas palabras, se tratali ieién de géneros en el que el hombre ocupal Ja mujer una posicién subordinada. Este esq inacién funcionaba sobre un conjunto de presupucr tos, dmbitos legitimos de intervencién, proibiciondl wraciones estéticas que le daban encarnadura, Li de la corporalidad y la sexualidad, la division tajante de rol. asignados en los distintos espacios soci te vineulada con la femineidad y la masculinidad entendidas wt tradicionales. El varén tradicional es Ia construccién de una cultura con eriatura superior, sida y fuerte, activa y posesiva en la sexu titiva y batalladora, eneargada de transmi da para ¢jercer Ia autoridad, proveedara externa del hoyary' sery esta criatura, ambos dispuestos para una complementafll ‘Bota creacién cultural fue el producto de tn proceso ardula # de imposicién de valores y estructuras de la vida eotidiana, las mujeres proble1 quedaban para vestir santo: dos a sus madres o tias, ineapaces, frégiles en su forta proveedores, o definitivamente raros, demostracién ostentosa de al bban en otras categorias. Por otro las desviaciones que cont la figura de un mandato: ol ser hombre, Ser hombre lo sigue haciendo en este mismo sentido un conjunto irmadas insidiosamente, cuyo horizonte bisieo de inelusién reconocimiento undnime de la inferioridad de la mujer. De ¥ constante homofobia que caricaturiza a esta fr mn tradicional, vulnerable construccién que niega y reniega ese polo femenino del que con tanto ahinco se lo trata de uujer en el hombre: un sintoma de terror. to de “ser hombre”, que algunos autores, com ostura obligada en rel y to iniciativa, estar siempre la sexualidad al coito y ajercerla como desearga, hacer de la » de posesién, pasivo y satisfactorio. Esta conjunto de man- prostitucién un sector pujante, exterior al matrimonio, no e definide como émbito para la sexualidad, aunque si en oca- sseanso del guerrero”. Este modelo a su vez definfa clara la actitud que deberfa privilegiar la mujer normalmente 0 virtuosa. Cierto conjunto de rituales relativamente infor- a su vez aeste ejercicio dela virilidad: Ia iniciacién sexual 10 necesaria pasividad femenina. /e varén se reconoeia en un tipo de corporalidad definida por de disposiciones fisicas, de gestos y performances por ba la masculinidad: la hexis varonil. All radicaba enton- sa apariencia dura, distante y de escasa 0 controlada ‘efecto de sentido primero, la imposicién de la distancia, Ja rudeza, tenfan por detras una de las bases de la pre- ia del hombre: infundir respeto, eliminar la blandura més jeres y los nfios que para un verdadero hombre. En la emas que conforman una verdadera eatética de la 10 de los varones, se afirma subrepticiamente una deber moral que se connota a través de los idiosamente transi osiciones gestualesy hill porales dotras de laban explicitos mandatos de mora un hombre es no llorar, , no demostrar emoci enrojecer como un blar claro y con tono engrosado, mirar a los ojos, no aflautar li hacer interjecciones ni trinitos como una mujer, aguantar sin chistaf| tigo, estar dispuesto a irse a las manos cuando correspon amedrentar por la presencia de otros varones, no abandonat sostener Ia mirada ante posibles amenazas. Un conjunto de pose) cextremo se expresan en la estercotipada earieatura del compadr narrativa mitica de coraje y de valor tanto ha sedimentado en uni como la nuestra. i de roles atribuidos a los gén cosas de hombres y las de mujeres, que con tanta fuerza han cionalmente -y que en algdn punto atin siguen definiendo— del varén, El género es una construccién cultural articulada formas del juego y las pequesias responsabilidad i los estimulos que van conformando esas enerucijadas de diferenc caminos probables, posibles o imposibles en los que se van forjando tificaciones propias de cada género. La subjetividad se va eonstru interior de un género por el cual va tomando una forma, Por mente pregnante y eficaz para posteriores asunciones de patronios ducta y de valoraciones con las estructuracién no necesariamente implica un destino; puede revstrik se, aunque condiciona las posteriores posieiones de sujeto como ign de las identificaciones pos ‘Como dijimos, el varén tradicional est4 mareado por una te de roles de género. En of a ja mujer ocupa el espacio pri 0, dicho en otros términos, ‘mujer cuya actividad es considerada secundaria, falta de importancia de quien ejerce esas at ad on ta enerucfads importante para comprender cab: primero infantiliza a los nif ja virtud y la fuer~ ios ni las mujeres {cualmente tendrén los varones si son educados de un modo con- manera el hombre es valorizado positivamente junto con las ta- , esté afuera de casa, supone un conjunto de virtudes entre staea el varén, con la hombria que una especie de wrecen las mujeres. Esto se vincula con uno de y sacrificio, vir- tficacidn cuando se cumple con 61: el rol de proveedor. se sacrifica afuera para garantizar ol sustento del fico, es el reposo y Ta dulzura que sasagracién para quienes la respeten. El hombre proveedor y 0 reproduetora son un modelo de géneros complementarios, lad que prescribe castigo, exclusién o desvalorizacién moral ellos que no la respeten. polo gravitatorio que genera 1es han sido atribuciones del varén. encargados de ejercer Ios control base de la desfeminizacién necesaria para que se Ese varén cuando ejeree el rol de padre lo hace por oservados para la madre, infundando y trans~ nidad on a encruciada 181 'e hombres y mujeres sean a partir de agu{ horizontales, aunque si ca un decidido avance, también entre los hombres, (© a esa imposicién de imandatos que supone el mo 's creciente el niimero de varones que estén intentando ad por fuera de ese modelo. Sin intencién de natur: la inevitable frerza de cosificacién que tiene el lenguaje, se puede ‘que hay hombres que ya no se contentan con excluir su parte femeni- condicién de la autaproduesién de su propia subjetividad: 4, esa facultad constitutiva del agente humano, ya no necesaria- .conoee de manera automiitica las identificaciones por género here- je los padres. Son muchos los conflictos familiares surgidos de la iamada y pablica diferencia que los hijos varones hacen en contra -xpeetativas naturalizantes do sus padres (trétese del padre o de la roles; €) autoridac vilegio y superioridad en relacién eon las mujeres. el concepto 2iLa encructjaday Ahora bien, este m¢ lo gse encuentra vigente? La encrucijada imy sando un proceso de cambios en el que se percibe una redefinicii , producido por el avance histérico de las mujeres, pero también el cambio de otras circunstancias y factores sociales, que ha impaetado| fundamente en esa estructura tradicional dejando una situacién de pai lar desorientacién en los varones, visible en la forma de crisis, sintomal da.en emergentes que estarfan expresando el comienzo del fin de ese mi lode varén tradicional. ‘abla del surgimiento de un “hombre blando” que resiste los manda- cultura machista tradicional. Un hombre que no niega su costado .0(en el sentido heredado del término), es decir, el cultivo de la sen- ia eseucha de eu cuerpo, la afectividad, el contacto fisico caritioso, sma con Jos hijos y todo otro conjunto de elementos con los fgencia, es también una apuesta que mu- ‘aun sin tener en euenta cud puede ser la des- dura final de tal proceso. 1as del eambio son, por ejemplo, los grupos de reflexién de hom- sintos lugares de Buropa y Estados Unidos que plantean proble- te su relacién con las mujeres. Este proceso abierto ha ido pro- jesde 1996 a esta parte. Entre los aspectos que se discuten estén ia de género, las politieas antisexistas, las politicas profeminis- wneia masculina, La propuesta ha sido replicada en América Cen- itive de combatir la violencia sexual y doméstica, armada por jombres que desean superar ol machismo.* ntoma del cambio se puede encontrar en los libros de leetura que 1a escuela primaria. A partir de los afios 70, pero con mucho jentidad masculina se encuentra en una etapa de cambios siones. Esa criatura supuestamente omnipotente, con una respuesta. todo, impasible ante el dolor, ajena a la expresién de sus sentimientosy puesta a hacer frente sin quejas a lo que se le presente, es una constr ia inevitable de la vida, como el destino insite del ser hombre, y que ceficaces en esa asuncién, tuvieron los elementos de un repertori sola, “Hombres y mascalinidades", en Fempress, N*188, enoro do ‘ocurriendo en Ia Argentina: el trabajo que viene dessrrollando es un sintoma de su potencial opresor. En la ai comenzando a entrar en erisis, ea ln neeién pr |: osseusnidad on a eneruciada 183 ‘més énfasis en los 80, se registra un cambio en los ejemplos, en las fig que ilustran situaciones de la vida cotidiana y en el lenguaje al que se para describir el funcionamiento, por ejemplo, de una familia y de que se supone que los miembros deben realizar. Ya no se usa el lengua los imperativos morales, con toda la serie de mandatos y de du ciones con los que se describia la vida cotidiana Peery eee anna og ie ree ere cen np 7 res aparecen en fabricas trabajando o manejando taxis ciendo las compras, cocinando o euidando bebés y todas ‘acompafiadas de las preguntas “papa puede o no puede”, “mamd puede puede" con el claro objetivo de poner en diseusién los roles erasamente iados por sexo. Claro es que no se trata de una tendencia monolit jén novedosa presente en un tipo de libros ~no en todos-, perth ‘es un cambio que est indieando nuevos horizontes de soc secundaria, impensables con sélo transportarnos unas tres décadas hy Se van desesencializando las posturas y se desnaturaliza la pel sénero a actividades previamente determinadas.* tla soparacion dels idgenes tr ; ‘ombia as formas misnas de sriclacon de los genres rmmento, ent cambio ese qu exten Inbase de las nuevas formas antes pemisivas dela sexealidad. Homosexuals bobo sempre, también se van corriendo de su funcién paterna clsica. Hay muchos bres que se niegan a asumir el rol de seftores en el seno de la familia, rechazan la identificacién autoridad-hombre-padre. Y como ese rol e# algiin modo inevitable, pues es la base de Ia socializacién, Io acompaiian ond at om un au antici y basta antinatoral.Lo que hoy exten eritbiiad del destin, detino defiaido on el mare de rig patrerel mochista ytradicenaita emf qo fueron oneracanes mayores de nueetras code. J, Reflexiones finales por la queen términos generals atraviesa la cultura ae- ‘de una conmoriin en el eonjanto de valores y de mandatos por los cuales se construy6 y rigié ol tay patriarcal, La ambiguedad estat tiempo son gay, tro antinomias para una sociologia de las minorfas sexuales resto Meccia |. Introduccién’ 1s homosexuales adquiri6, de variadas formas, més visibilidad. ada por las sociedades durante siglos eomo un eonjunto de pra morales, necesitada de sitios ocultos e invisibles para desarrollarse, dia se ha convertido en un fendmeno que tiene lugar sobre todo en importante (aunque no del mismo valor) como la que tienen las jones de las minorfas sexuales, ue aticolan on roles diferentes de los heredade oe 6 mugen. Aguas de las Hguras somo son las de ae sig cee en las que la probleméties de la construccién de Is identidad ve sigue, quiero expresar mi agradecimionto a Miguel Furman, Sara Litsy, y Marisa Iacobellis. eshony J, Vajosavch, Gays ylesbianas. Frmacién dela iden: 6, Véaae “Made De machos y pollerudos: formas de la identidad masculina Ferraudi Curto 4. Introduccién Allo largo del siglo xx, la redefinicién manifestado en diferentes aspectos: en lo To educativo, en To sexual, en lo do ‘cambios, puede hablarse de una per sectores populares de Buenos Air céntrieo, Ia erisis econdmica y el ‘sido considerados como factores cen! Stee ciesan muchas familias de los sectores populares (principalmente re- angiecimiento dela violencia doméstica, alcoholismo, aumento de los emba- {Tazos no deseados entre adolescentes y paberes ‘Si bien estas coneepciones generales son ampliamente admitidas dentro el campo aeadémico, nosotros encontramos en nuestra investigacién® una Situacién que, aun cuando ilustra algunos rasgos de la deseripeién prece- Gente, rompe con elementos centrales de ella. Sin volearnos a una generali- gacién, este estudio intenta hacer lugar a nuevas preguntas. ‘Ponotrar las redes de sentido que se ponen en juego en las précticas es ‘un objetivo al cual buscamos acerearnos a través de un contacto prolongado ton el mundo eultural popular, Para ello, nos basamos en dos téenicas cua~ ina las historias de vida y la observacién participante, profundizando cl estudio de una familia. en ls sectores populares”, en Catalina Wal- ies, Lovada-Unicef, 1994, Jcuencas en la condiciones mat aoe rent la rating coidiana,elteequebrajamiento de los laos sociales yelquiebreen lol masculina de proveodor hogareto. 8. El trabajo de campo se realiz6entro septiembre de 2001 y marzo de 2002 complementé.con entrevistas en profundidad a informantes lave y on ax similares fn de establcer comparaciones, En Ia Maria Coca Fe uuniverso de los sectores populares, mente enable dl snub bo ‘su trayectoria biografica, ps or intora que ha caractor mayores compafias: In Capital y su mujer, Susy, obrera, provisto de los servicios bdsicos y cercano a t arecia construirse en elrelato, en ruptura. to, en ruptura con el pasado y con una visién de lo masculino que el considraban “machi daa Prgonta sabia al nvestgnié; una pregunta sobre la identi jones, las posibilidades de continuidad y de ruptara, 2. Pasado y presente aoshtnio nai en Tsumin, Bn 1960 os diss atos- migra 3 spuds nto Berman wl print devin tn art ol colegio scundaroy al rst desu fain se ido de la violencia cotidiana y de ee oe ae To, como cadete y, luego, como vendedor en un. comercio del bz d a pera ere si ae. Luan de ser dsp, en 107 dss de colectivos. Desde febrero, tral ai at Susy es santiaguena, Prov una for rma particular de la his izado, a lo largo del siglo Xx, el 1 Curt ‘os centramos en colctivo de sama de cana Viven en an berso deonarns ‘De machos y poles. Formas de laidentidad masculina aa Jos 6mnibus y donde todos los caminos son de tierra, estudié en Ja dinica ccavucla del lugar. Hasta su migracién (a los veintitin aos), trabajé junto a su familia en tareas agricolas y hogarefas. Desde su llegada a Buenos Ai- tres, en 1991, no ha mantenido contacto con sus parientes (excepto con un erimano que convive “temporariamente” con ellos). En Ia ciudad, trabajé como niSera hasta su unién con Antonio, en 1992. Hoy es ama de casa. Sus tres hijos van a una escuela paibliea de la zona, Todos los dias, Susy camina treinta cuadras para llevar y traor a los chicos de la escuela. Al hacerlo, recorre gran parte de su barrio. ‘Dentro de una localidad del sur del Gran Buenos Aires, el barrio presen- ta un trazado urbanistico en damero y cuenta con provisién de servicios \basicos. Las avenidas estén pavimentadas mientras las calles secundarias as Iineas de colectivo. ‘das (congregacionales), una iglesia, un templo evangeli (Gobre todo, de productos alimentarios). Las casas suelen ser bajas y senci- Tlas, Muchas pormanecen afios en construccién. La mayoria de las edifica- ciones, tanto viviendas como locales ¢ instituciones, estén protegides por rejas. ‘A pesar de reconocer un recrudecimiento de la violencia, al referirse a su barrio los vecinos destacan la diferencia con respecto al vecindario lindante: Acd no es como en Villa N. Aeé no te va a pasar nada. No te preacupés". Asi, se distancian de un otro social cercano y amenazante. En una zona atrave- sada por la erisis econémica, el desempleo y la pobreza, el trazado de limites ‘respecto de “los de abajo” ocupa un lugar central dentro de Ia vida cotidiana ¥y cobra forma de discurso frente al “extranjero”. El barrio se constituye como unidad no s6lo a través del distanciamiento de e808 otros. El espacio compartido constituye el soporte fisieo de méltiples {elaciones sociales. Sin embargo, no es a partir del espacio en si mismo sino is de pertenencia y solidari- vveeinos sentados en la vereda y i jévenes se retinen a tomar corveza y, en la puerta de los adolescentes jugando al metegol. "Arrieta se asenté en este barrio desde los comienzos convivencia. Si bien Antonio y Susy se han mudado un par de v ‘pre procuraron mantenerse dentro de los limites del vecindario. representa el entorno dentro del cual rola gran parte social y afectiva. Sin embary historia de vida no se encuentra el barrio como nticleo de sociabilidad inmediato ni como espacio privilegiado ela trama. La historia familiar se centra, antes bien, en los cambios expe- rimentados por Antonio. sstras conversaciones, Antonio construye un relato en el cual centre un antes y un después. Documenta sus afir- ‘de los primeros afos de convivencia familiar. Al Maria CoottaForraud Curto De machos y polerudos Formas dota Kentidad masculina 28s | sus hijo. Su pata, como en muchos casos sucedo, se realiz6a pati de su reas altro oo otro hombre. El ciealo entre violencia doméstica y hulda serroptia "Slot diecistis anos, Antonio djs colegio y también escap6, en compa- sia a sulermano, Aaomigr desd su Tueuman natal al atrayente Buc: mostrar las imagenes, rsalta l resalta los rasgos de su deterioro: el rostro d do, la ropa sucia y descuidada, el k ture dis. €1eabello largo y desprotj, la postura dis. Blicente. Hoy tanto como Susy valoran su propia apariunciageee oc de honrar al otro. Antonio dice haber aprendigou amar hao lo conte aos siete después dl comienzo de la elaié, El amor noes visto qu tanci ‘como un impulso irreflexivo sino como un vinculo conscientemente busead: ‘nos Aires. La historia desde su Ilegada no se ia demasiado de la de eel ‘aprendido. El producto de un trabajo de edificaci irigi. oer Bee we yolunt ae Por el mismo Antonio. Para Susy, en cambio, el amor ha ciudad y las eforanzas, 1a i ‘epresentado, desde un comienzo, la base desu compromizoy desu entrega, constitucién de su propia fa igo no expicado ni explicable qu, deed que canoiéa Anta Gee ea el comicnzo desde el cual nos quiere transportar al punto neurdl vo dentro de ela. I pone el acento en el esfuero, la vlunta de la narracién. Teje una historia que, si bien puede ser similar a el deber; ella subraya un sentimiento ubicado fuera de muchos otros, adquiere singularidad por el mero hecho de volearse en pala- guaje, un impulso no mediado por el universo discursi (bens; feats acu Gm Feglas, Gracias a las diferencias, ambos convergen. Ellazo conyugal enseid partir del cambio experimentado por Antonio. —— {Guano se refer al pasado, Antonio pone el acento en su descomp s0. Descuidaba a su esposa, no ie importaban cus hijs, esatenie ee facies laborales, Lugo del tray af salir erste ee regreso al hogar. Ahora, como él dice, “sus perros estan atadox”y él tome on ‘1 poder las cadenas. Sus pasiones estén controladas por su propia volun, ‘Me casé por léstima, no por amor. Porque era buena y no por lo ‘que yo sentia. Ernesto y Nahuel [2us dos primeros hijos]crecieron dist, sin un clima de amor. "Bataba mas en la calle que en casa. Llegé un punto en que no ‘queria venir ami casa. Comprend que nunca la amé, ni a mis hijos.. ni a mt mismo. sraertcamente su pasado desde a distancia, El amor aparece como ajo epic al se elaoraa ene, La ssencia de afeto no oto distan- ese capo lifes sino doe, Ve wna seperacion entre aehuar ser Se | cae del gased, pero en ruptrs cn 6. Su identiad Se cons eee tavament por apmton a exe pasado ljano ¥cereano al ve Sear aa Si bien la metifora de Aa io remite a un jado al cual no se qi ver pero que contir te seas Pt cio pees sees seal l mann my stg sr sone meat a en lane Fore a itacion | 9 eS reese Anbieie Por qué no, contradictorio. ‘manera de verse a si mismo y su relacién con el entorno. Pero es hoy incorporada a la trama, retrospectivamente, como mom Notoloantniovsec acuaiwottres suns costes sons Nab oa cee varracin donde Anon te encuesiracosizo ic Pr doleeonii frente a un otro como él se reconoce. cha contra aus impultos, Bor ota ren dasa) alle aparesen en una oposiidn fuertemente cargada de valora- procesos de formacién subjetiva a partir de los cuales las diseign ciones: amor y sexo, responsabilidad y diversién. Ciertos autores’ piensan hhacen cuerpo. A partir de una resotializacion, quiches cay wo esiciones 86 ‘esta contraposicién desde la tradicional distincidn entre espacio publico y za introducigadolo en la historia, eosena ae ee sett do. como ammbitos de lo masculino y de lo femenino, respectivamente } Bemoutiodelo «Ts aad ‘La pertinencia de tal distincién ha sido cuestionada tanto desde un punto La pertinent on, Bn la actualidd, dierent andl cn- ée ila em ci aoe distinc entre opal yloprvado la 2 eee seen no el sy ae i 1e la Gnica manera de huir de un hogar atravesado por la violencia. Ei era hme ipl Soren Saad aes cone agin nt. vencia afloraron los problemas. A veces, nai dias. Convivia con otras muj " 5, Véage R. Gelstein ob. et. 6. Véase Paul Ricaur, Sf mismo como otro, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 1992. 1. Véase Alejandro Isla, Ménea Lacarrien y Henry Selby, Parando la olla, Transformacio- are representacionesy valores en oa tiempos de Menem, Buenos Aires, Norma 26 Maria Coca Ferraudi Cuta luz. de los recientes cambios social Ademés, tal concept construceién de géné itiens, tecnolégicos, culturales, etc.) jen echa luz sobre algunas formas de ia ia cerrar los caminos de la reflexién, reducien- ‘.un moderno lecho de Procusto, Bn la narra- onte, encontramos ambas eategorias, no tanto ‘como formas de la distincién entre lo masculino y lo femenino, sino como el despliegue de una estrategia de oposicién entre dos model dad. En el pasado, la vida de Antonio giraba en torno de discurso, ese espacio simboliza Ia despreocupacién, la diversi bobida, los amigos. Hoy, prioriza su contacto con la fami partido. La casa se vislumbra como el dmbito de los afect bilidad con los seres queridos, del didlogo, pero también de la diseiplina, Calle y casa se definen en su mutua diferencia y en el marco de una red de sentido local y especifica. Sin embargo, al hablar, Antonio construye su dis. curso desde matrices culturales mas amplias que, entre otras cosas, le per- miten ser comprendido, 3, Masculinidades: ayer y hoy inidad ‘ue, hasta el presente, se ha visto como predominante dentro de los sectores populares. En el conflicto entre su perspectiva y aquella supuestamente dominante en su medio, la definici6n dela masculinidad se torna problems. tica y esquiva. partir de los cuales busca diferenciarse de una imagen de la mas imos tiempos, la euestién de la masculinidad ha surgido como tudio dentro de las ciencias sociales. Ala par que el tema se , conflictos y arreglos, transformaciones en la sexualidad, en el rol de las muje. res en lo laboral, lo politico y lo doméstico, ete. Asi, los hombres son presen tados a Ia zaga de un proceso eneabezado por las mujeres 0 como stujetos atormentados por una tensién entre requerimientos y posibilidades de rea i plantea la existeneia de un te, frente al cual se cons- "Dentro de estos andli- 8. Véaoe Elizabeth Jelin, Pon y afctos, La transformacisn de las familias, Buenos Aires, Fondo de Cultura Beonsmica, 1998, pan las disciptinas socials sno también los medion de fara de autoayuida, otter, De machos y polerados. Formas dla idenidad masculina sis, encontramos también algunos que dstinguenclaramente Fes modios y populares, en vista de remarcar un mayor mach ‘times, "Eo nuestra investigacin, Antonio plantea ro, Tanto en el pasado como ene prevent, se Gal entre lo maserin y lo fetenine qu, anclada en Ta i tntre macho y hembra, desconoce el trabajo histven “incest construceidn e imposiién socal de a ‘ein embargo adi domwrtno apa oProh mn contraposcin entre pasado presente. afi rflrionar al eopet, entuentra sur antiguas actitudes co oa palabra le permite sinteizar vu exfe,rofeirla a chistas”. iene eee ae eee ree! yuu iwdobccomeer Se via dibang ta afrmacin nose da en ol aco, Soo posi ena ies ee tena eae eed So a Se Se eee a eae ee Ea ae So ene ee 4. La conversin Para Antonio, el cambio tuvo lugar en el momento de la zzinsa. A partir del contacto con los evangélicos, podemos cot vvisién de su vida anterior. La distancia entre pasado y pr da discursivamente desde un presente que se legitima por tiva, Si bien la idea de cambio puede comprenderse como ciacién, creemos que tiene un soporte empfrico que legiti cierta medida, modificarla. on wwwflaso cl, 1998; M, Urrest, “La masculinidad en la encrcia volumen, cin frente aa interloutor (de aeverdo eon su profesin ~socblogs-,origen media y género mujer blo Semi, "El pentecsta de Investigacion del CHCYP, Maria Coctia Ferraud Curto En los dltimos tiempos, la presencia de agrupaciones evangélicas se ha incrementado, sobre todo entre los sectores populares, Aung, igenes de estos grupos en la Argentina se remontan a comienzos del siglo XX (en relacién con olas inmigratorias de tradicién protestante), su importancia numérica ha estallado en las titimas décadas. Desde los medios masivos de comunicacién y desde algunos mbitos académicos se ha visto la adhesion a estos grupos como una forma de evasién frente a la pobreza, Esta mirada ‘muestra tintes desaprobatorios hacia las formas religiosas que se distan. cian de las grandes Iglesias reconocidas como legitimas. encontramos rastros de la desvalorizacién (“sectas”, i ote). Paralelamente, suelen reducir lo cultural a un reflejo de lo econémico, ‘asimilando pobreza cultural a pobreza material y negande la relativa auto, nomia de las formas culturales que los sectores populares desarrollan, Tel aproximaeién, una forma de etnocentrismo de clase, es contestada por and lisis que en los procesos de conversién religiosa ven resignificaciones de re des de sentido que ya estaban presentes en la religiosidad popular.” Eas reflexiones se centran en Ia dimensién cultural de las practieas religiosas: la conversién no se da en el vacio, sino desde espacios simbélicos permea- bles a tales propuestas. Ademds, a partir de la conversién, el fiel stele pro. ducir un relato que prioriza el cambio y valoriza la transformacién subjeti- va operada desde la integracién a tal agrupacién religiosa. La historia per- sonal es reelaborada desde la situacién actual, acentuando la distancia en tre pasado y presente,’ La mutaci liseurso converso) a partir de Ja conversién, Ia justifica. En la narracién del matrimonio Arrieta, los cambios experimentados por Antonio constituyen una parte fundamental del relato. Si bien el cambio no responde a una demanda explicita de Susy (ai siquiera fue ella quien se acereé a la iglesia buscando ayuda), ambos

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