You are on page 1of 7
Marcos Giralt Torrente Tiempo de vida mM EDITORIAL ANAGRAMA Hay lugares que desconozco y lugares a los que no quiero llegar. Mi vista tiene que ser de psjaro. Esta es una historia de dos, pero sélo yo la cuen- 10. Mi padre no la contaria, Mi padre callaba sobre casi todo. Mi padre era tf mido, introvertido y de nacuraleza melancilica, “También yo. ‘Una de sus miltiples herencias, Nos parecemos. Nos parecemos mucho, pero a veces tengo la sen- sacién de que me he quedado con lo peor. La pesa- dumbre, el conformismo, la pereza, la incapacidad para medrar, el miedo. 2¥ lo bueno? Nuestra oscuridad es parecida, pero Ia luz nos viene de lugares divesos. Mi padte era timido, introvertido y de naruraleza rmelancdlica, pero eso no quiere decir que Fuera triste Detestaba cualquier tipo de solemnidad, tambien la de la tristeza. Su principal obsesién, cabe decir, era la de ser feliz. Albergaba maples dudas acerca de st mismo y estaba en permanente liza con ellas, pero con el mismo ahinco buscaba la distraccién, dejarlas ‘un lado. El humor era su herramienta, el territorio cen el que mejor se movia. Lo utilizaba para cautetizar situaciones porencialmente conflictivas, para hurtarse a la mirada de otros, para salir airoso en sociedad, 135 pata demandar afecto, para darlo, para juzgar el mu do. Tambien para defenderse. Cuando se lo aco ba y se lo forzaba a entrar en una conversacién expi- rnosa, su manera de evitar el golpe era en primera instancia un comentario humoristico. Era su forma de pedir perdén y obtenerlo antes de llegar a un ca llej6n sin salida. Era su forma de darse tiempo, si el cerco se estrechaba, ances dl estallid, pues su inca- pacidad para el didlogo, si se vefa cuestionado, con frecuencia derivaba en arranques de céera Como evitaba el primer plano, sus bromas no eran histrinicas, no buscaban el colofin de una carcajada. Preferia emplear a ironfa, una ironfa que podia llegar ser demoledora ala hora de hablar de cosas que real- mente le importaban, y con mds frecuencia atin, cuan- do cstaba en confianza, de a autoironia, como cuando imiraba la vor de un nifo para hacer sus demandas de amor o responder alas que le haciamos a él Creo que lo que escondia era un acentusdo, pa- ralizador, sentido de la dignidad. Habia muchos 1as- sg0s de su caricter que lo avergomaban, empezando por el sentimentalismo, y todo su afin era taparlos, que el ojo ajeno no los descubriera. Por eso evitaba las conversaciones demasiado cargadas emocional- ‘mente, porque temfa que su verdadero ser aflorara en cllas, que se le escapara una ligrima 0 que un comen- tario fuera levindole a otro hasta acabar diciendo lo ‘que no querria. En realidad, lo que més le avergonza- ba, y lo que su agudizado sentido de la dignidad mas se empefiaba en ocultar, era que se tenfa por un ser

You might also like