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J. H. ELLIOTT Richelieu y Olivares John H. Elliott nos ofrece aqui el andlisis comparado de esas dos grandes figuras de la Europa moderna que fueron Olivares y Richelieu, y nos demuestra que fueron més semejantes ~y mas equilibrados en méritos— de lo que acostumbramos a suponer. Su anilisis, sin embargo, va mas alld de los hombres, a las formas de organizacién politica, para atacar el tépico que da por senta- do que el estado centralizado francés prefiguraba la forma de organizacién del futuro y tenia una inmensa superioridad sobre Ja fragmentada monarquia de los Austrias. Elliott ilumina con ello la historia del absolutismo y nos aporta nuevas perspectivas sobre el nacimiento del estado moderno. JOHN H. ELLIOTT (Reading, 1930), maestro de hispanistas y Premio Principe de Asturias en 1996, ha ensefiado,a lo largo de su dilatada carrera académica, en el Trinity College, de Cambridge; en el King’s College, de la Universidad de Londres; en el Institute for Advanced Study, de Princeton, y en la Universidad de Oxford, de la que fire Regius Professc~ 7--+~ 1990 hasta su jubilacién en 1997. Entre su extensa bibl deben citarse La revolta catalana, 1598-1640 (Critic: La Espana imperial (Barcelona, 1969), Poder y socied Espatia de los Austrias (Critica, 1982), y, sobre todo, grafia insuperable que es El conde-duque de Olivares 1991). 967980-1 9 | ht 88484) J. H. ELLIOTT elien y C Tena J. H. ELLIOTT Richelieu y Olivares 4 Traduccién castellana de Rafael Sénchez Mantero Q youd Soe! CRITICA Primera ediciga en Btuiortca be Boustio: enero de 2002 ‘Queda igurosamente profes, sin ln autorizacn ee de fos taares de copyright, ‘bajo las sancionesesablecéas on fas eps, a repeoducri total paca de xa obs ‘or eulgaier medi oprocediient,comendidos a reprogratay el tatamient. Jnformaic, 9 la dseibuein de ejemplaes de ella mediante agullero présaanopublices. “il original: RICHELIEU AND OLIVARES: “The Pree Syadicte ofthe Univerity of Cambridge Diseo de colecin: Joon Balls Issac de a eubieet: Antoni de Perea, Sacorm a Gdnove del marquls de Santa Craz (cho ecurdo en 1625), Museo del Prado, Madi. (Fos: SALMER). © 1984: Cambridge Univesity ress: Cambridge (© 1984 del adaccin casa para Espaliay Anica: oon Crt, 8, ovens 26, 08008 Barcelo ‘email: edorial@ed-cricaes nigeria ISBN: 84-8852.296:3 Depésito legal B. 49.816 2001 Timpreso en Espa 2001, -ROMANYAWALLS, 8A, Caples Barcelona) AGRADECIMIENTOS ‘Mi deuda principal es con los electores de la cétedra George Macaulay Trevelyan, en la Universidad de Cambridge, por la in- vitacién que me permitié abordar este estudio de bistoria com parade, Constituyé un placer especial que me invitaran a dar estas conferencias organizadas en conmemoracién de un hombre que me acogié con mucha amabilidad durante mis aiios de es- tancia en el Trinity College y al que recuerdo con admniracién ‘gratitud, Al preparar las conferencias, y consecuentemente al re- visarlas pare su publicacién, recabé ei consejo 9 la experiencia de muchos amigos. Richard Bonney, Marc Fumaroli y Orest Ra- ‘num leyeron las conferencias antes de ser pronunciadas, y pro- porcionaron a un bispanista errante el beneficio de su conoci- ‘miento de la Francia del siglo XVII. Si el texto final no incorpo- ra algunas de sus viliosas sugerencias, ello se debe a que la vi- sién desde el sur de los Pirineos ofrece, a veces, una perspectiva diferente. También debo agradecer por su asesoramiento en asun- 10s franceses a Ralph Giesey 9 4 Russell Major, 9 a Rend y Sw- zane Pillorget, esplindidas compaiteros de viaje en una memora- ble visita al Poitow vatal de Richelieu. De nuevo, los perspicaces comentarios de mi colega Felix Gilbert me ayudaron a mejorar el texto en varios puntos, y estoy agradecido también a Helmut Koenigsberger y a Richard Ollard por su dnimo y ayuda. Pegay Van Sant mecanografié otra vet, y volvié @ mecanografiar mis orradores con su acostumtbrada paciencia » habilidad. Finalmen- te, mi agradecimiento se dirige a William Davies, de la Cambrid- 8 RICHELIEU ¥ OLIVARES ge University Press, por su sabio consejo 'y apoyo, 9 a Elizabeth O’Beirne-Ranclagh por el tacto y ta eficacia con los que editd el manuscrito. Princeton, 1 de junio de 1983 INTRODUCCION Quizé no resulte inapropiado que un libro que se abrié a la vida como una serie de conferencias en conmemoracién de George Macaulay ‘Trevelyan, el historiador de Garibaldi, comience con el recuerdo de un episodio de esa gran novela hist6rice italiana, Los novios, de Manzoni. La fecha es 1628, el afio del estallido de Ia guerra de sacesi6n de Mantua; ef lugar, el castillo del ba- xn local, don Rodrigo, cerca de Lecco en Ia orilla del lago de Como. El alcalde esti ‘sentado en Ja mesa con don Rodrigo y su primo y odmplice en el crimen, el conde Attilio, y discuten entre ellos sobre la situacién internacional. El alcalde, que pre- tende conocer los en:resijos, descarta Iz posibilidad de un com- promiso de Francia y Espafia sobre Mantua, y se explaya com- pletamente al extendzrse, con més entusiasmo que experiencia, sobre la capacidad politica del principal ministro del rey de Espafia, el condedugue de Olivares. EI condeduque, dice, tiene ‘ojos para todo. Lo siento por el cardenal [Richelieu] ... queriendo mostrar ‘su fuerza contra un hombre como el conde-duque de Olivares. Me ‘gustarfa volver dentro de doscientos afios y ver lo que dice Ia ppostetidad sobre sus ideas presuntuosas ... El condeduque, ca- balleros, es un viejo zorro ... que puede zafarse de cualquiera sin dejar tastro. El alcalde hubiese continuado indefinidamente de esta forma si don Rodrigo no hubiese tenido repentinamente una xéfage de 8 RICHELIEU ¥ OLIVARES ‘ge University Press, por su sabio consejo y apoyo, 9 a Elizabeth OvBeirne-Ranelagh por el tacto y la eficacla con los que edité eb manuscrito, Princeton, 1 de junio de 1983 INTRODUCCION Quid no resulte inapropiado- que un libro que se abrié a Ia vida como una serie de conferencias en conmemotacin de George Macaulay Trevelyan, el historiador de Gatibaldi, comience con al recuerdo de un episodio de esa gran novela histrica italiana, Los novios, de Manzoni. La fecha es 1628, el afio del estallide de la guetta de sucesién de Mantua; el lugar, el castillo del ba- 16n local, don Rodrigo, cerca de Lecco en la orilla del lego de Como. El alcalde esta sentado en la mesa con don Rodrigo y su primo y edmplice en el crimen, el conde Attilio, y discuten entre ellos sobre Ja situacién internacional. El alcalde, gue pre- tende conocer los entresios, descarta le posibilidad de un com- promiso de Francia y Espafia sobre Mantua, y se explaya com- pletamente al extenderse, con més entusiasmo que experiencia, sobte 1a capacidad politica del principal ministro del rey de Espaiia, el condeducue de Olivares. El condeduque, dice, tiene ojos pata todo. Lo siento por el cardenal [Richelien} ... quetiendo m su fuerza contra un hombre eomo el eonde-dague de Olivares, Me gustarfa volver dentro de doscientos afios y ver lo que dice Ia postetidad sobre sus ideas presuntuosas ... El condedugue, ca balleros, es un viejo zorro ... que puede zafarse de cuslquiers sin dejar rastro. : El alcalde hubiese continasdo indefinidamente de esta forma si don Rodrigo no hhudiese tenido repentinamente una xéfaga de 10 RICHELIEU ¥ OLIVARES inspiracién, A ambos hom- ‘bres les gustaba inicialmente la pompa y el boato, a los que Ri- cheliew dio rienda suclta completamente une vez que alcanzé el poder supzemo,"y sélo en parte porgue los consideraba propios de una persona de su categoria y de su status como principe de Ja Iglesia, Olivares, por el contrario, abandond su espléndida forma de vida de sus primeros afios en Sevilla al poco tiempo de conseguir un alto cargo, y a finales de la década de 1620 legs a adopter un régimen de austetidad casi espartana, Sin embargo ‘mantuvo una servidumbre privada, que era aproximadamente de las mismas dimensiones que la del cardenal, cuyo gusto por Ja ssrandiosidad estabe acompafiado por una bien calculada parsimo- nia, Habia 166 criados en la casa de Olivares, y 180 en la de Richelieu. Las cuadras de Olivares tenfan, no obstante, s6lo 32 caballos y mules, frente a los 140 de las de Richelieu.* Como 22, Morgues, «Jugement sur 1a préfscen, Recueil, op. city p. 20. ; Morgues, «La ts humble ... remonstrance», Recueil, op. city p. 49. 24. Véase Jonathan Brown y J. H. Elliott, Um palacio ‘para el rey. Et Buen Retiro 3 la corte de Felipe IV, Madsid, 1981, cap. V. 25. Sobre Richelieu y los misicos en su casa, véase Meximin Deloche, La maison du cardinal de Richelien, Paris, 1912, cap. 11. id., p. 485; Maralién, op. cit,, apéadice VEIL. Desgraciadamente g ESTADISTAS ¥ RIVALES 3 —al contratio que Richelien— vivia en el mismo palacio real, viajaba mucho menos. ‘Los ministros compartian, ademés, una desmedida aficién a la planificacién y a Ja construccién atquitect6nica, aunque la ex presaban de diferente manera, De seuetdo con sus propias neve- Sidades, Olivares se dedicé a construir en la década de 1630 una modesta casa de tina planta junto a un convento ea Loeches, una villa insignificante en la 4tida meseta castellana, alrededor de treinta kilémettos de Madrid, Todas sus formidables energfas como arquitecto frustsado fueron empleadas en proyectar, cons- trait y amueblar el gran palacio de descanso del Buen Retiro, gue levant6 para Felipe IV en las afuetas de Ja capital, y en disponer Ia plantacién y el sistema de riego de sus magnificos jardines” Richelieu, por el contrario, construyé pata si mismo én gran escala, remodelando sus chéfeaux en Limours y Rueil, y construyendo el Palacio del Cardenal en Paris y un enorme ‘chateau en Richelieu, en Poitou, donde creé de la nada una ciu- dad nueva y poco habitable, que fue trazada de acuerdo con los principios més racionales de los cinones urbanisticos del si- glo xvi Una de les izonfas de Ja carrera de Richelieu fue que su gran cantidad de trabajo y su escasa salud le impidieron ver os resultados de su propio proyecto, 0 visitar el chétea que ha- bia construido y amucblado a tan alto costo. Otza de sus catacteristias comunes eta la afioranza de los dos hombres por Ja vida militar. «No hay otra cosa que tanto holgard como de no morir sin set soldado, cosa a que toda mi vida he tenido inclinacién, en toda edad y en todo estado», escri- is Olivares a un amigo en 1630. Lo més cerca que estuvo de Sin embargo, siguié manteniendo una casa en 1a ciudad con su servidumbre ‘completa ene ealle de Ia Cruzada (véase Maraién, op. cit, p. 263). 27. Para ef Buen Retizo, véase Brown y Elliott, Ur palacio para el rey, op. cit. 28. Véanse René Crozet, Le vie artistique en France au XVIé stele, Paris, 1954, pp. 9094, y Louis Batiffol, Autour de Richelieu, Parts, 1937, ‘cap. 4, Para Richeliea sobre arquitectos y arquitectura véase en especial TP, pp. 236, 279. 29, ADM, legsjo 79, Olivares al margués de Aytona, 1611-1630. 32 RICHELIEU ¥ OLIVARES satisfacer su ambicién fue en 1642, cuando acompafié al rey como teniente-general al frente de Aragén2 Cuatto aiios antes, cuando Jos franceses atacaron la fortaleza de Fuentetrabia, tavo que con- tentarse con dirigir las operaciones de auxilio a Iatga distancia, desde Madrid, Richelieu, por el contratio, consiguié tres veces, a Jo largo de su carrera ministerial, ponerse en contacto con el sonido y con el olor de Ja batalla, Hn el sitio de La Rochela, ves- tido con un bizarro uniforme, mitad eclesidstico, mitad militar, que seguramente consideraba apropiado para un prelado que era al mismo tiempo teniente general del rey," ejercié un control total sobre la estrategia, y en ocasiones asuimié petsonalmente el mando de las operaciones militares; y en 1629 y, de nuevo, en 1630, cruz6 Ia frontera de Italia con Jos ejércitos invasores fran- ceses, compartiendo las penalidades de los soldados a su paso por los Alpes. Si Jas ansias por el mando militar y por Ja afirmacién arqui- tect6nica eran caracteristicas de la mentalidad atistocrética en la Europa moderna, también insinuaban una predisposicién 2 favor del orden, Ia disciplina y el control. Ambos hombres se hallaban impulsados por una acuciante determinacién de imponer orden en un mundo revuelto, En ua universo gobernado en general por las pasiones, segin Richelieu, era «necesario tener una virtud va- ronil y hacer todo de acuerdo con la razSny.® «Las mujeres y los més de los hombres —sefala Olivares— llegan a obrar més lo mejor por el rigor y miedo que por el ruego y el amor» ® Esos instintos autoritarios podian muy bien tener profundos origenes psicolégicos, pero sus fuentes contindan siendo vagas. Si no pueden encontrarse en una presunta relacién entre lo fisico y lo temperamental, quiza puedan rastrearse en Ia experiencia de Ta infancia. Pero también aqui, la evidencia es frustrante. Como muchos de sus contemporiineos, los dos niffos crecieron en un 30. Véase. su extrafia carta en respuesta a su nombramiento en Me, Ti, doc. XVIET. BL. D. P. O'Connell, Richelieu, Londres, 1968, p. 166. 32. Tp, p. 276. 33. BL, Add. ms. 14.000, £. 732, minuta de voto de Olivares, 15-X-1626, ESTADISTAS ¥ RIVALES. 3s hoger de un solo padze. Olivares perdié a su madre, la «santa condesan, como Ia llamaba Sixto V, a la edad de siete afios, y fue educado por un padre severo, que nunca volvié a casarse. Richelieu, al contratic, perdié a su padre a la edad de cinco ‘ios, y su infancia se vio ensombrecida por la presencia de dos ‘mujeres dominantes: sx madre y su abuela2* ‘Durante su vida, las mujeres se sinticton muy atraidas por Richelieu, y sus enemigos difundieron muchas historias sobre sus relaciones con ellas, aunque no exista ningtin testimonio claro gue pueda apoyarlas. El mismo advertia en su Testament politi que que no habfa nada més peligroso para un hombre con una vida piblica que la atadura de Jas mujeres} reaccién nada ex- trafia en un hombre que se vio obligado @ invertir una gran can- tidad de tiempo y energia emocional en desenmaratiar las intrigas de mujeres de mentalidad politica en los altos puestos, como la reina madre, madame Du Fargis, y la duquesa de Chevreuse. Aprendi6 a un elevado costo, segrin dejé escrito,

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