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JESÚS SALVADOR Y ENMANUEL.

LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA
San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la Eucaristía

HORA SANTA
Iglesia del Salvador de Toledo (ESPAÑA)
Forma Extraordinaria del Rito Romano

 Se expone el Santísimo Sacramento como habitualmente.


 Se recitan las oraciones del Ángel de Fátima.

Mi Dios, yo creo, adoro, espero y os amo.


Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
No esperan y no os aman.
***
Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo,
Os adoro profundamente y Os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de tierra,
en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
con que Él mismo es ofendido
y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén

 Se lee la lectura de la Palabra de Dios.

Del santo Evangelio según san Marcos 14, 22-26


Mientras cenaban, tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo
partió, se lo dio a ellos y dijo:
—Tomad, esto es mi cuerpo.
Y tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y todos bebieron de
él. Y les dijo:
—Ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos.
En verdad os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta aquel día en
que lo beba de nuevo en el Reino de Dios.
Después de recitar el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos.
Puntos de Adoración

V
JESÚS, SALVADOR
1.º Adorad a Jesús sacramentado como a vuestro salvador. Su amor ha
hecho de la Eucaristía el calvario perpetuo de la redención.
Jesús está en el altar en estado de víctima como en la cruz. Es nuestro
mediador perpetuo junto a su Padre, le muestra sus llagas para obtener
su gracia. Es nuestro abogado poderoso, que continúa sobre el altar su
oración del calvario. Derrama sobre vosotros esa sangre que nos ha
redimido y que santifica nuestros cuerpos y nuestras almas. Adorad las
cinco llagas de Jesús, de las que emanan raudales de gracia y de amor.
2.º Ofreced en acción de gracias a este buen Salvador el homenaje de
vuestro cuerpo y de vuestra alma; el amor y el recogimiento de vuestra
santa madre la Iglesia, y el de la santísima Virgen al pie del tabernáculo.
3.º Desagraviad a Jesús, crucificado por sus propios hijos hasta en su
Sacramento de amor y en su mismo estado glorioso; reparad a este
corazón que tanto ha amado a los hombres y que no recibe sino
ingratitud y menosprecio de los desagradecidos, los cuales hieren
profundamente su Corazón, porque tornan estéril su pasión y se privan
de los méritos de su sufrimiento y de su muerte.
4.º Ofreceos como víctimas de reparación a vuestro amable Salvador,
a fin de consolar su Corazón desolado y abandonado; haceos
mediadores de misericordia entre Jesús y los pecadores; decidle: Oh
Jesús, Salvador de todos los hombres, perdonadles, pues no saben lo que
hacen; se hallan en el delirio de sus pasiones y faltos de razón; vuestro
enemigo el demonio, en odio a vuestra gloria, los arrastra a la
incredulidad, a la impiedad; perdonadles como perdonasteis a vuestros
verdugos, y sean de esta suerte la más bella corona del triunfo de
vuestra misericordia.
VI
JESÚS, EMMANUEL
Consideración.
El amor exige tres cosas: la convivencia, la comunidad de bienes y la
unión con la persona amada.
El amor de Jesús nos da estos tres bienes en la santísima Eucaristía:
1. Convivencia. Jesús escogió su morada junto a la del hombre: con
frecuencia habita bajo el mismo techo. ¡Qué felicidad para la amistad!
2. La comunidad de bienes. En la sagrada Eucaristía Jesús nos da
todos sus bienes: los bienes de su gracia y de su gloria; todos los
méritos, todo el poder de su mediación junto al Padre celestial.
¡Cuántas riquezas en un solo don!
3. Unión. El amor aspira a la unión, a la fusión, a la transformación de
vida; a unificar dos corazones, a la unión con el cuerpo, con el alma, con
la divinidad de Jesucristo: es la prolongación de la encarnación en el
alma que comulga. Jesús ha dicho: “El que come mi carne y bebe mi
sangre, en mí mora, y yo en él”. “¡Qué feliz intercambio, qué vida tan
divina!”

Afectos.
1. Adorad a Jesús en la sagrada Eucaristía por el ofrecimiento total de
vuestro espíritu, cuya verdad soberana es Él; de vuestro corazón, porque
Él es su Dios; de vuestra voluntad, por cuanto ostenta Él su señorío; de
vuestro cuerpo, ya que Él fue su Salvador; de toda vuestra vida, en plan
de holocausto laudatorio y amoroso.
2. Agradeced a este buen Señor el haberos dado la Eucaristía, el
haberos llamado al servicio de la adoración, a la comunión frecuente: no
hay mayor bien sobre la tierra ni más dulce consuelo.
3. Desagraviadle por haber correspondido tan mal a las grandezas de
su amor; por haber aprovechado tan poco las gracias de la santísima
Eucaristía; por haber sido tan generoso en punto al amor de las criaturas
y tan ruin e ingrato respecto del amor eucarístico de Jesús.
4. Consagraos nuevamente a su real servicio, a su amor soberano, a su
mayor gloria. Visitad frecuentemente a este buen Salvador siquiera en
espíritu de amor; daos todo a Él como Él se da todo a vosotros; amadle
para que Él se ame en vosotros; ofrecedle siempre el sacrificio que más
os cueste; será la prueba de vuestro verdadero amor.

VII
LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA
Consideración.
Es realmente admirable el amor de Jesús para con el hombre en la
preparación y en la institución de la divina Eucaristía.
1. El amor prepara por sí sólo su don regio; Jesús no confía a ninguno
la preparación de su sacramento de amor. ¡Con qué alegría preparaba el
corazón de Jesús este divino banquete para el alma fiel! “Ardientemente
he deseado comer esta Pascua con vosotros”, decía Jesús: es que el
amor está impaciente por darse, por entregarse a la persona amada.
2. El amor es el que instituye el augusto Sacramento de los altares:
nuestro Señor lo instituye en la víspera de su muerte, en la noche misma
en que fue entregado a sus enemigos por Judas: es el testamento de su
amor. Se nos lega bajo forma extraña, a fin de convertirse en el bien del
hombre, en su propiedad divina y en su herencia.
Contemplad al divino Salvador en el momento en que va a instituir su
Sacramento. Levanta los ojos hacia su Padre, autor de todo bien; le da
gracias por haber otorgado al hombre la Eucaristía.
¡Con qué respeto toma el pan que va a convertirse en su cuerpo, el
cáliz de vino que va a convertir en su sangre, en todo sí mismo al poder
de las palabras sacramentales! ¡Con qué piedad los bendice!
Adorémosle en el momento de pronunciar con fuerza divina las
venerables palabras: “Esto es mi cuerpo, esto es mi sangre”. Nada más
claro, nada más sencillo, nada mayor sobre la tierra: es la obra maestra
del amor.

Afectos.
1. Adorad a Jesús en el santísimo Sacramento, ofreciéndoos con una
fe viva, una piedad tierna y un amor ardiente.
2. Dadle gracias por haber amado al hombre, no solamente hasta la
encarnación, hasta el calvario, sino hasta la Eucaristía, que es el límite
último de su poder y de su bondad.
3. Reparadle por la pobreza de vuestra fe, por la insuficiencia de
vuestro respeto y por vuestras irreverencias en el lugar santo.
4. Tomad la resolución firme e incondicional de guardar un silencio
respetuoso y de comportaros con gran dignidad y profundo
recogimiento en presencia del santísimo Sacramento. Este será el
primero y más bello homenaje de vuestra fe en la presencia real de
nuestro Señor.
Ofreced al Dios de la Eucaristía un sacrificio de amor.

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