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Los tsernbaga son un grupo maring de agricutorés que prec an la roza por fuego y ocupan un pequerio territorio en las laderas septentrionales de las montanas centrales de Nueva Guinea. A siderarios como parte de un complejo sistema ecolégico que incluve tanto a sus vecinos humanos como a la flora y fauna con las que cor parten su territorio, Rappaport argurnenta que su c ritual, aoarentemente referido a los espiritus, actlla en realicla Un’ mecanismo haméostatico que regula el tar porcina, ia superiicie cultivada, los perfodos de barbecho, e} geslo de energis en las actividades de subsistencia, [a ingestion de p1° einas, '2 relacién nombre-tierra y la frecuencia de los comba «£i estudio de los tsembaga de Rappaport deberia ser {sido nor \ados los estudiosos interesados en la etnografia de Nueva Guinaa © las funciones Je jas ritualos. Acemas, este libro deber'a se: ieide ot iodo el Gue estuviera in‘eresado er: la ecologia, cultural o nc Cerdos ;vara jos antepasad.s se convertira en el modelo de los es tudios de ecologia humana durante mucho tiempo.» Journal of A Saran Stee) iS secs | eee ay wii 170007622 E| ritual en la ecologi: de un pueblo en Nueva Guin x tile ventune de espa etre, a siglo veintiuno argentina editores, sa siglo veintiuno de colombia, Itda Primera edicién en eastellano, marzo de 1987 © Siglo XXI de Espaia, S. A Calle Plaza, 5, 28043 Madrid Primera edicin en inglés, 1968 © Yale University Press, New Haven y Londres ‘Titulo original: Pigs for the ancestors. Ritual in the ecology of a New Guinea people Derechos reservados conforme ala ley Impreso y hecho en Espasa Printed and made in Spain Disefio de fa cubierta: El Cubsi ISBN: 84-323-0595.2 Deposito legal: M. 9.232-1987 Forocomposicién: EFCA, , A. ‘Avda. Doctor Federico Rubio y Gali, 16 Impreso en Closas-Oreoyen, S. L. Poligono Igarsa Paracuellos de Jarama (Madrid) A mis padres, mi esposa, mis hijos Prélogo, Andrew P. Vayda Prefacio “Nota sobre la ortografia maring..... “1, RITUAL, ECOLOGIA ¥ sIsTEMAS.. 1. LOS TSEMBAGA i "El pueblo, su localizacion y sus relaciones lingstieas, 8 —De- mografia y aspecto fsico, 14.—Dispersion de la poblacion y or- ‘ganizacion social, 18—Estructura politica, 30, 3, RELACIONES CON FL MEDIO AMBIENTE. i El medio ambiente, 34.—Subsistencia, 44.—Dieta, 78.—Los li- mites del sistema, 96.—Sistema y ecosistema, 106. l. RELACIONES CON OTRAS POBLACIONES LOCALES Ubicacién de los demis grupos, 108—Relaciones amisto- | s35, 10.—Relaciones hosiles, 119. 5. EL CICLO RITUAL... 5 Doracién del ciclo, 166.—El kato, 180.—Fin de la equa eins tauraci6n de la paz, 236.—Ciclo ritual e integracin zonal, 239. 6. RITUAL ¥ REGULACION DE LOS SISTEMAS ECOLOGICOS. Ph. 4 108 166 28 vu Indice Bi) Geeta de energja en la horticuleura 20 6 Grecimiento secundario. = 7. Wegetales que se plantan habitualment. # Recursos aves. » 9 La di€t& ee renna : 32 10. Capacidad de sustentacin 322 Bibliografia.. 37 Bibliografia en espaiiol sobre Nueva Guinea y sobre Melanesia en ge- nen. 2 345 Indice analitico 349 ILUSTRACIONES MAPA, Localizacin de los maring y sus vetin0S miumisnineunne 10-1 FOTOGRAFIAS. A continuaciOn de la p. 170 PROLOGO. Bl estudio de Roy Rappaport sobre ls funciones del ritual en un pue- blo agricultor primitivo es uno de los primeros que se publican so- bre la etnografia de la periferia de las montafias de Nueva Guinea — Aqui se encontré, en tiempos del trabajo de campo de Rappaport, "Io que A. P. Elkin, en su informe de las necesidades de investiga. "ign urgentes de 1961, describia como uno de los pucblos virgenes dde la Nueva Guinea australiana !*., Ademas, como predijo Elkin y ‘como nos muestra ahora RappaportHa adaptacion cultural ha adqui " rido, en las zonas periféricas de la meseta, formas algo diferentes de Tas que adoptaron las zonas centrales} Este libro ayuda a Henar los yacfos mas evidentes en la etnografia neoguinea *. Con todo, este libro no esti(dedicado sélo a los especialistas en Nueva Guinea, sino que posee interés para todos aquéllos preocupa- dos porjlos problemas del andlisis funcional, la ecologin humana y el BP cliaoryAqutatn percmentts guaas obeeraceneh byre algunos de estos problemas en relacién con el estudio de Rappa- El anilisis funcional en las ciencias sociales ha side ampliamente Griticado desde diversos puntos de vista. Entre las erfticas mas comu- “465 se hallan tres que son importantes para nuestras consideraciones: A) que el andlsis funcional es inadecuado para expliccr la presencia \ Urgent reseach in Ausraian New Guinea and Papuan, Blea of Ineratcnal Commitice on Urgent Anthropological and Ethnelogial Research, 4.1961, pp. 1725. 2 ae : & Nueva Geinesautalan, junto con el Testorio de Papa (ritinjco), se inde- Pendiaron, widos, en 1978, ras casi cin aos de dominacion colo. Hoy el mue- ¥9 pais se lama Papia-Nuera Guines(N. dl.) de Ry ilizazemos cl ajeivoy sustanvo «neogineo» pare refermos 2a gran ila Nueva Guinea en su conjnio, hoy dvidida en dos porcione, una independiente, mit-Nueva Goines, y ota bajo soberan indonesia, Iran Jaya, Djreor =n. 10» Gicamente para todo lo eerene a Estado soberand de Papoa Nueva Gur a i a x Andrew P. Vayda o.el origen de los rasgos ¢ instituciones culturales; 2) que el anilis funcional es unilateral y casi «panglossiano» por su hincapié en la ut liad, la armonfa la integraci6n, la coherencia, ete, en el status qo; ¥.3) que puede no haber una comprobacién objetiva de las hipéte- sis en el andlisis funcional debido a la falta de un sentido empirico claro de términos y conceptos cruciales La prim a se basa en el reconocimiento de que mas de un +asgo © institucién pueden cumplir una funcién especifica. De ahi que demostrar las funciones de determinados rasgos culturales no ex- plica por qué son estos, y no otras alternativas funcionales, los que estdn presentes 0 se han desarrollado en un lugar o tiempo concreto. La critica es valida desde un punto de vista logico, peto resulta asimismo improcedente si el objeto del andlisis es, como para Rap- aport, una demostracién de cémo funcionan las cosas, mas que una explicacion de por qué existen 0 cOmo han llegado a cxistir. En el es- tudio de Rappaport, la presencia de ciertos rituales del repertorio cul- tural del pueblo maring se dan simplemente por sentados, y el pro- bblema es mostrar c6mo tales rituales operan con relacién a diversos procesos del medio ambiente y con relacién al uso de la tierra, a la guerra, a la distribucion de alimentos y a otras actividades maring * Mis exactamente, el problema es mostrar el funcionamiento de sis [temas de retroalimentacién negativa, por ejemplo, mostrar cémo fan- an los rituales para mantener una serie de variables o actividades fen ciertos estados 0 situaciones adecuadas 0 ventajosas, pese a la ac- ‘eion de perturbaciones tendentes a suprimir esas variables o activi- Idades en estos estados. aay algo «panglossiano» en la eleccién de este problema, 0 es que Ta segunda de las eriticas sobre el analisis funcional, a la que he- mos aludido antes, no es aplicable? En la burda versi6n que atribuye al anilisis funcional el punto de vista del doctor Pangloss, segiin el cual todo es para bien en el mejor de los mundos posibles, la critica no es efectivamente aplicable, pues el interés por saber como funcio- rah los sistemas existentes{no obliga de ninguna manera al analista a afirmar que ningén otro sistema podria funcionar mejor. [Con todo, sigue siendo cierto que el analista funcional busca or- ® Utiizaremos el sustantivo y el adjetivo maring sin variaion, tanto en plural como en singular, y en masculino como en femenino, como hace el propio sion, pars evar ast complicaciones con nimeros y géneros que se forman de manera diferente que en castellano (N de T), - Prologo x den, coherencia, equilibrio y cosas similares, mis que lo contrario, pero el procedimiento es defendible, silo situamos sobre una base Hiitistica:‘Como ha dicho Philip Leis, «cl objetivo de revelar ua moe Halo (pattern) donde parece haber solo caos 0 iracionilidad, ineluso (Guando se mantiene como un articulo de fe, ¢s sin duda la perspec fiva més incitante y estimulante que se puede defender» ?. Y pode- mos suponer que {a seleccion evolutiva se halla en continuo funcio- fnamiento con el fin de producir un modelo u orden y ceducir el des- les, y que; de acuerdo\con esto, hay mucho més arden por des ubrit, incluso si existe también desorden como resultado de un cam= "bio en as condiciones del medio ambiente sin que surjen nuevos mo- Belo que se adapten alls, por eemplo. Fas anteriores observaciones pueden parecer suficentejustifica- Id para un programa de bisqueda de fanciones, pero queda el pro- © blema de c6mo saber cuando se las ha encontrado. Si auestras hipd- | tesis sobre las funciones incluyen términos clave sin un sentido em- ppirico claro, la tercera de las crticas a las que se ha aludido anterio- ents es pertinent, y la presencia de funciones hipotétcas no puede ser totalmente validada, ni objetivamente probada. Esto sucede en el aso de algunas afirmaciones clisicas de la literature funcionalista —por ejemplo, sobre las funciones de diversos ritos para reforzar la i identidad grupal, mantener la continuidad de la estructura social, 0 satisfacer algunas supuestas necesidades que nunca se definen de ma- | nera operativa. Las insuficiencias de tales formulaciones han sido ex- | [puestas convincentemente por Carl Hempel ? y otros eri ‘Sin embargo, tales insuficiencias no son inherentes al anélisis fun- cional. Como ha sefalado, por ejemplo, Paul Collins, un procedi- ‘miento viable es especificar sistemas de variables definidas operacio- nalmente que hipotéticamente mantienen algunas variables particula- ‘tes dentro de los limites determinables * {Parte del interés del estudio "de Rappaport reside en que constituye un intento serio de aslar tales sistemas y de validar las hipétesis sobre su funcionamiento por me- dio de la utilizacién de datos cuantitativos extensos sobre las varia~ 2 Dhilp E. Les, «the nonfunctional sibaes of twin infaicidein the Niger Del Bn Anbropoogical Quarry, 38, 1968, pp. 97-111 Cail Hempel, The logic of funcional analyses, en L. Gros, comp. Sympo- Siam on sacioloieal teary, 1959. 4 Paul Collins, -Punctional analyses in the eyinpsivm “Man, cltre, ad ai- ‘Mials"r, en Anthony Leeds, Andrew P. Vayda, comps, Man, enkure and animals, 1965, xa Andrew P. Vaya bles sistémicas. Se muestra aqui un método para la utilizacin de pro- cedimientos empiricos en el andlisis funcional. Aun cuando los datos aportados por Rappaport resulten insuficientes para llegar a conclu- siones firmes, no se infiere de ello que los datos no puedan ser usa- dos para comprobar las hipstesis, sino mas bien que es necesario reu- nir mayor nimero de datos. Es probable que el hecho de que los sistemas tratados con los pro- ccedimientos indicados sean conjuntos de variables seleccionadas y no latotalidad de las sociedades, culturas o comunidades del analisis fun- sional tradicional suscite criticas basadas en su insuficiencia, Pero la respuesta es facil: admitir simplemente que, por supuesto, han sido ‘excluidos algunos aspectos, y al mismo tiempo, insistir en que deben serlo si se quiere Hlevar a cabo el anilisis de forma satisfactoria, pues el investigador nunca puede ocuparse de manera significativa del in- finito ndimezo de variables que sele presentan, y debe, por tanto, efec- tuar una seleccidn, Con todo, hay todavia otra respuesta, que con- siste en subrayar que el anilisis puede hacerse progresivamente mis amplio a medida que nos ocupemos de nuevos sistemas y a medida que investiguemos también la articulacién entre unos y otros. Los biol6gos en sus estudios sobre los sistemas de retroalimentacién, han descubierco que pueden comenzar por el andlisis de los componentes simples, y posteriormente ir incorporando, si llega el caso, los resul- tados de tales andlisis a graficos amplios y globales sin menoscabo de Ia validez de los esquemas parciales originales *.|La posibilidad de que esto también suceda en el caso del estudio antropolégico de sis- temas de retroalimentacién ¢s un estimulo adicional para continuar por el camino emprendido por Rappaport. La realidad es que el au- tor tiene varias cosas que decir respecto a la articulacién de los sis- temas que tienen que ver con el grupo local de los tsembaga, perte- neciente al pueblo maring, y el lector se sentira més impresionado por lo que se incluye sistematicamente en el andlisis de Rappaport que por lo que queda fuera de dl |e Jos estudiosos de la ecologia humana, el interés del presente trabajo reside en gran medida en los datos que se incluyen, es decir, en los datos sobre la produccién y gasto de calorias, sobre la admi_ nistracién de los escasos recursos de proteinas, sobre las téenicas de conservaci6n de los terrenos de bosque, y sobre otros muchos aspec- * Hi, Kalmus, «Control hicrarchiese, en H. Kalmus, comp. Regulation control fn Bing systems, 1966. Prolog xu tos de la adaptacién de un pueblo no industrial eonereto a su medio ambiente: Pero el interés, para los que se ocupan de los problemas de ecologia humana, reside también en una earacteristica metodol6- gica del estudio: la inelusi6n de algunas variables no.culrurales.en los BE sernas onslizados/Si bien se han dado numerosos argumentos para | tratar las variables calvurales, ambientales y biol6gicashumanas como | parte de un tinico sistem, cles argumentos han sido tenidos eseas- ‘mente en cuenta por la mayoria de los cientficos sociales ®, Incluso tenire los relativamente escasos cientficos sociales contemporaneos ‘que se ocupan en particular de la relacidn entre los fendmenos cul- turales y los no culturales, la tendencia predominante ha sido la de definir las variables culturales y las otras como si perteneciesen a sis temas separados, interrogindose posteriormente sobre la influencia mutua de los sistemas ’. Para muchos ciemtificos sociales, el procedi tmiento parece ser casi automético, de acuerdo con el habito tan arrai- gado de considerar lo inorganico, lo orgénico y lo sociocultural como mbitos o niveles separados de fenémenos. El procedimiento alternativo ejemplificado por el -rabajo de Rap- | papore consiste en hacer que la adscripcion de las variables a los di- "_ferentes sistemas depende tanto de una demostraciéa. como de una hipétesis comprobable con el propésito de que-los componentes de lun sistema operan, en algunos casos por lo menos, de manera inde~ pendiente respecto de los componentes de los demis sistemas. En tras palabras, la distincidn de los sistemas por este método se basa Bis coridurnbreo en la expectaiva\ie que los raogos ols variables » | BT Aigo vines els dele argue son: O.D. Dane, rom po Stel vlc the pomtt of tered chong Indecent Kaley, Unrest of Calforna Pres 1968; D. R. Suda, «Geography and em eee ee ee SI I965 pp. 2251; Arcee. Vat eAuvapclogis snd ekg problems, Be cect Vega coos Mar ar ceed ear eae omion (te Advancemcr of Stee, 1968 6-781) AP. Varday RA Rapper I og cael cece es ce aed A Chloe an tee ee eh ome ee ei BI Vet, co spl, Thome Had sAdsrnion snd wan Mae BP tat. Sains y Eiman B, Service, comps, Evolution and ere, An Arbor, I very of icin Pres 190; Mart Sain, «Cute and ernonmers The sy of elt cology n Sa ax, comp. Horizons ofenthropoegy, Co Aline, 1964 aw Andrew P. Vayda que se consideran componentes de un sistema particular se afecten, de agin modo y algunas veces, unos a ones nts de La que afectan a rasgos o variables extrasistémicos 0 son afectados por ellos. El pro- cedimiento posee un valor heuristico considerable debido a que, como ilustra el estudio de Rappaport, dige la atencidn hacia eves, siones investigables, acerca de cémo, cuando y en qué grada los dic ferences rasgos o variables, tanto culturales como no culturales, se afectan unos a otros. Evidentemente no podemos obtener el mismo valor heuristico si consideramos axiomitico que las variables culty. a Ean ee a sistemas estrictamente culturales,) inalmente, debemos sefalar que la insistencia de Rappaport en la consideracién de ciertos aalescipcvaribie dey gee dos hace que su trabajo sea pertinente para el estudio de la reli- gid. La concepcion segin la cual los rituales no tienen efectos pric- ties sobre el mundo exterior ha sido, como resalta Rappaport, el punto de vista dominante en este campo. Al clucidar el papel de los ‘ituales maring como respuestas para contrarrestar los factores que perturban las relaciones de la poblacin con su medio ambiente, Rap- aport se enfrentaclaramente al punto-de vista dominante e indica el camino hacia nuevos enfoques en el estudio de la religién. ANDREW P, VayDA. ‘Nueva York, julio de 1967 PREFACIO El trabajo de campo que.constituye la base del presente estudio se Ilevé a cabo entre octubre de 1962 y diciembre de 1963 gracias a la subvencién de la National Science Foundation a la Universidad de Columbia. Asimismo, recibi ayuda personal de los National Institu- tes of Health en forma de beca predoctoral. El profesor Andrew P. Vayda, del Departamento de Antropolo- sfa de la Universidad de Columbia, era el investigador principal, Ade- ‘mas, la expedicidn estaba formada por la esposa del profesor Vayda, Cherry Vayda, Allison Jablonko, también del Departamento de An- tropologia de la Universidad de Columbia, y su matido, Marek Ja- blonko, mi mujer, Ann, y yo. Las investigaciones soare los maring, con subvenciones similares, fueron continuadas por los gedgrafos Wi- liam Clarke, de la Universidad de California, y John Street, de la Universidad de Hawai, los Vayda, que realizaron une segunda visita a Nueva Guinea en 1966, y Georgeda Bick, del Departamento de An= tropologia de la Universidad de Columbia. Deseo agradecer aqui a todos estos investigadores las sugerencias relativas a lz interpretacién y las aportaciones directas que me proporcionaron rara el presente estudio. La lista de aquellos que me ofrecieron su ayuda y me dieron ini= ‘mos antes, durante y despues de mi trabajo de campo es muy larga. Antes de trasladarmea Nueva Guinea para realizar mi trabajo de cam- po, E. H. Hipslef, del Departamento de Sanidad de la Common- wealth, Ross Robbins, de la Universidad Nacional de Australia, y Jac~ ques Barrau, entonces micmbro de la Comision del Pacifico Sur *, * Creada en 1947, con sede en Nume (en la posesin frncess de Nueva Caledo- ni), compuesta por dos paises de Oceania (Australia y Nueva Zdands) y por otros ajenos al ea, pero con posesiones colonials en ella (Estados Unidos, Francia, Gra Bretaa y,origizalmente, Palses Bajos), tiene como mision oficial xanimar y rforaat Ia colaboracién imernacional destinada a desarollar el binesta ssial y econémico y 4 favorecer el progreso de los pueblos que habitan los tersitoros no auténomos del Roy A. Rappaport ‘me proporcionaron valiosos consejos y sugerencias. John Womers- ley, director del Departamento del Herbario Forestal de Lae, iden. ties para mi todas las muestras de plantas, y Joseph Szent-lvany, «entomélogo del gobierno en Port Moresby (fideicomiso de Nueva Guinea australiana), se responsabiliz6 de la identificacin de los in. Sectos. Hugh Popenoe, director del Departamento de Suelos de la Universidad de Florida, analizé las muestras de tierras que sobrevi. vieron al viaje, de un afio de duracién, hasta su laboratorio, Deseo ‘expresar a estos especialistas, no slo en mi nombre, sino en el de los demas, nuestro mas profundo agradecimiento, Nuestra estancia y nuestro trabajo de campo fueron mas ficiles y agradables gracias a la amabilidad de muchos de los residentes del {2. deicomiso de Nueva Guinea. R. McCormac, experto agrénomo del Distrito de Madang, fue particularmente gencroso al proporcionar- fos el personal y el equipo y ayudarnos en algunos de nuestros pro blemas logisticos. El personal del Hospital de la Mision Luterana de agaum, lo mismo que el del Hospital del Gobierno de Madang, nos instruyeron sobre las principales enfermedades locales y nos inicis- ron en misterios tales como el del uso de la aguja hipodérmica, y el ‘no también nos proveyé6 de instrumental médico, Estamos profundamente agradecidos al personal de la Mision An Blicana de Simbai, no sélo por su ayuda al supervisar nuestras pro ‘isiones y hacer lo necesario para que nos fuesen enviadas junto con ‘nuestro correo, sino también por su calurosa hospitalidad con oca, sign de nuestras visitas a Simbai. Deseamos dar las gracias tambien a Alan Johnson y a Gavin Carter, oficiales a cargo del Puesto de Pa. ttulla de Simbai, por su cooperacién y hospitalidad durante nuestra festancia en esa zona, Numerosas personas, durante sus visitas al lugar donde operaba- mos, llamaron nuestra atencién sobre fendmenos que nos habian pa- sado inadvertidos o a los que no habfamos conferido la importancia debida, La visita de Douglas Yen represents un verdadero giro para mi estudio de la horticultura, y Raph Bulmer llevé a cabo uns iden. tificacion provisional, de una gran parte de la avilauna, Muchos miembros del Departamento de Antropologia de la Uni- versidad de Columbia, tanto estudiantes como profesores, me han es. cuchado pacientemente mientras estaba escribiendo este estudio, y ional Sele ha acusado de ser un instrumento de domninaciGn colonial -y de l politica occidental en elites (N. del T), Prefcio an ofrecido valiosos comentarios. En particular, estoy en deuda BResipccen Fons Sie Faris Masgee Mest y Asin on der Aland as personas me han ayudado y aconsejado: Alexander Alland, a Barrau, Elizabeth Brown, Ralph Bulmer, Marshall Childs, Filan Clarke Paul Collis, Harcld Conklin, Gregory Dexter, Fred “Dunn, C. G. King, W. V. Macfarland, M. J. Meggit, George Mo- “ren, Ernest Nagel, Jane Olson, David Osborne, John Sabine, Mars- hall Sahlins, Harold Scheffler, John Street, Marjorie Whiting y Aram Yengoyan. A Collins le debo muchas de las nociones relativas a los sistemas funcionales implicitos o explicitos en este estudio. Barrau, Clarke, Street y Whiting se han mostrado particularmente generosos screens ayudy se wget toce 5 cules adecido, aun cuando no siempre los haya aceptado. Personalmen- Bi coda ix responsabilidad por lo deleoun que pure lighee 1 presente estudio, , OR ts gar exon escola wei ape formantes maring y narak. Roy A. RAPPAPORT Mayo de 1967 ‘Anr Arbor, Michigan Dando por descontado que el interés principal del lector no es de ca- ter lingtifstico, la ortografia empleada en este estudio no es foné- nica. Se trata mas bien de una «transcripcién amplia» del habla ma- y los signos que representan a cada sonido han sido elegidos por ser familiares al hablante espaiol que por a1 coincidencia Ja fonécica. Como se vers, la mayoria de las letras empleadas para ribir las palabras maring tienen valores correspondicntes en caste- con algunas excepciones y limitaciones: a castellana en «paso», casi una a abierta catalana en «lladre» en «ma», 1 e castellana en «peso», «es0» 0 «mesa». i castellana en «tiv o en «tilon, o generalmente breve y algo cerrada, como en castellano «Luto> © «caso», 4 castellana en euno», it alemana, u francesa, + oew francesa en «boeuf», 6 alemana. onsonantes: +b francesa, italiana, ingles} castellana en «ambos» 0 en «lim- bo» (no en «saber 0 en «acaba»). (En maring la b inicial conlleva una leve prenasélizaci6n: *B.) ch castellana, tch francesa, ch inglesa Roy A. Reppepor +d dura francesa, italiana, castellana en «anda» 0 en «candor» (pero no en «lado»), (Bn maring lad inicial conlleva una leve prenasalizacién; "D,) £ + feastellana en «fama». 8 +g castellana en stengo» o en «venga» (pero no en «hago» o en «legado»). (En maring Ia g inicial conleva una leve prenasalizaci6nt #6), aspirad, como en inglés chaver, como la jandaluza en «dejay J inglesa en «John», dj francesa, Ae inglesa, francesa, castellana (como en skilo») J castellana (nunca como { catalana), francesa, italiana. ‘m castellana en «mano». an castellana en «no». A castellana en cnifio» 0 «pifias, nng inglesa en «thing», ng castellana en «tango». (Bl teaductor preferiia utilizar el grupo ng, que responde de for- ima més inmediata a ls pronunciacién de ese sonido por parte de un espanol; el signo propuesto por el autor es el wilinado Ror los lingtistas en el alfabeto fonético internacional, es poco onocido por los no especialisas. En las transcripciones de ecte sentido, la del traductor aparecers entre corchetes.) P+ peastellana en «papar, ¥ + r espafiola, italiana, arabe; al comienzo de una palabra no se Pronuncia «doble» sino «sencilla», 5 +s castellana en «sano» 0 «sosas. Es un sonido pricticamente inexistente en maring, {+ tcastellana, italiana, portuguesa (no ¢ inglesa). ¥ +» francesa, italiana, inglesa, portuguesa, mallorquina, nunca castellana. Ww inglesa, w semiconsonantica castellana en shueso». ¥ + como y inglesa o francesa, como j alemana o italiana, casi como J castellana (no manchega) en «yon, «ya», chayan, ete. de: 2 catalana en «analitar», italiana en «mezzoo, de inglesa en «adze>, ts + italiana en «pazzo» o alemana en «Zeite; tz vasca en «baietz» © en «gatze, eas gers Aunque la zona ocupada por los maring no es muy extensa, se dan diferencias entre los grupos locales tanto en la promunciacion de cien, 08 fonemas como en cierto términos del vocabulario. La pronun- ota sobre le ertografia maring xt a on ser considera- ion y los términos incluidos en este estudio deben ser consi eel sor co ls conncresies pores gu on Be le a vide eee a eee ree lizados por la poblacién maring en su totalida Bec brcisns mocdea trabajo de campo entre los ma- Bing dominio de e lengua fr sulin como pars que pudise i mento etnogrifico; sobre todc en la Fede eemcscursci ee Genteeio susie aoe ish ". El uso del pidgin requeria la presencia de irtérpretes, pues ec bg fable ss legua Fen usilizados dos intérpretes alternativamente, y en las cuestiones en las que habia ambigiiedad o en las que se temia que hubiese un error o una mala interpretacion, Ja informacién obtenida con la ayuda de uno de los intérpretes era comprobada por medio del otro. joey mss comple que no posse cpl Ce eractursgrarstcal uy ficada, nacida del contacto (colonial) Bite Ja lengua nee ea re ai ea ee mero ‘bs mar de Melanesia). En el presente libro, el autor deberia utilizar, mis 4, RITUAL, ECOLOGIA Y SISTEMAS Son muchos los estudios funcionalistas del comportamiento religioso cuya finalidad analitica es la elucidacién de acontecimientos, proce- 505 0 relaciones que tienen lugar en el seno de un grupo social de cual- quier clase. Los trabajos de Chapple y Conn (1942, >. 507), Durk- heim (1912), Gluckman (1952), Malinowski (1948) y Radeliffe-Brown, (1952) pueden citarse como ejempl He bien el radio de accin de la d social no suele ser explic lo, parece ser que en algunos estudios se trata de lo que Durkheim lamaba una «Iglesia», es decir, «una sociedad cuyos miembros se ha- Ilan unidos por el hecho de pensar de la misma manera respecto de lo sagrado y respecto de sus relaciones con lo profano, y por el he- cho de traducir estas ideas comunes en précticas comunes». (Durk- hheim, 1961, p. 59.) Con frecuencia, sin embargo, es un grupo menor ¥y mas restringido el que proporciona el contexto en el que se estudia el papel del ritual con relacién a otros aspectos de la cultura. Tales ‘unidades, compuestas por agregados de individuos que consideran {que su bienestar colectivo depende de un cuerpo comin de actuacio- nes rituales, podrian ser denominadas «congregaciones». En gran ni- ‘mero de sociedades de pequetia escala el término congregacion coin- ‘ide con la expresién grupo local. Este es el caso, en el presente es- tudio, de los tsembaga, grupo de horticultores itinerantes que habi- tan en los montes Bismarck, en Nueva Guinea. Sin embargo, el presente estudio difiere de los mencionados an- teriormente en que se centra principalmente no en el papel que des- empeia el ritual en las relaciones existentes en el Seno de una con- gregacion, sino mas bien en cOmo afecta el ritual a las relaciones en- tge una congregacion y las entidades exteriores a ésta. Los rituales maring son acciones convencionalizadas destinadas a _ hacer que fuerzas no empiricas (sobrenaturales) inte-vengan en los asuntos humanos Si bien algunos autores han hecho sugerencias * Esta afirmacidn es meramentedescriptva. No pretende ser unt definiion del ri- tual maring,y mucho menos del ritual en general { Yok 4 Evin a i T | e Roy A. Rappaport acerca del posible papel del ritual en la adecuaci6n de los grupos s0- ciales a sus respectivos entornos , este problema no ha llamado la atencién de demasiados estudiantes de religidn o de ecologia huma- na, Algunos autores, interpretando lo que parccen ser précticas eco. nomicamente despilfarradoras, son de la opinién de que el ritual in- terfiera con frecuencia en una explotacién eficiente del medio am. | biente *. Otros autores han aceptado ticitamente que las relaciones empfricas de la congregacién con su entorno no se ven afectadas por | Jas actividades ritwales.| |Giertamente, una de las més importantes teorias funcionalistas de la religion se basa en el supuesto de la independencia empirica recfpro- a entre el ritual y el mundo exterior a la congregacién, Esta teoria afirma que, dado que los hombres son incapaces de controlar mu- hos de los acontecimientos y procesos de su entorno que son de crucial importancia para ellos, experimentan una sensaci6n de desam. paro. Este desamparo produce ansiedad, temor e inseguridad. La eje- cuci6n de los rituales suprime la ansiedad, disipa el temor y propor- ciona una sensacién de seguridad. Una cita de George Homans re- sume muy bien este razonamiento: Las acciones rituales no producen un resultado prietico en el mundo exte- flor: ésta es una de las razones por las que las llamamos rituaes, Pero esto fo significa que el ritual no tenga ninguna funcién, Su funcidn no esté rela. Sionada con el mundo exterior a la sociedad, sino con la constiucién interna de esa sociedad. Da confianza a sus miembros, disipa su ansiedad y diseipl- 1a su organizacion social [1941, p. 172) ‘No hay argumentos que oponer a las funciones psicolégicas 0 socio- logicas que Homans y otros han atribuido al ritual. Pero puede afir- Imarse que, en ciertos casos, ls acciones rituales producen realmente afte ls que han hecho tes sugerencis se encuentran Brown y Brookfield (195, 1963), Cook (1546, Firth (1929, 1950), Feeman (195), eikowies (195) Mo 1 (1987), Sot (1942) y Vayda, Leads y Sh (1961) El intern ears spt esa rial mis queen a abi, que puede decribine como una prohibsba con elds sebrenatual de un comportamiemo fbicamence poste: Debemos mesons con te, que ceo nimero de autores han sla dl posible papel de los bles ea onsracin de los recursion y que um recente arculo de ass (1965) he eda €l papel dessivo dl abi conta consumo de carne de vaca en Is slog has, detain) » Yeas, por emo, Lusbtak (1954 . 113) n lo qu se refi al dspilfaro ‘en una fiesta del cerdo de Nueva 1a. oe oy iy Rives, ccoogiay stomas 3 tun «resultado prictico en el mundo exteriars, En ciertos casos la (Merton, 1949, pp. 19 ss.) del ritual tsembaga, Los Propios tsembaga consideran que la finalidad de los rituales tiene que ver, mis bien, con las relaciones entre la poblacién y diversos espi- A Ritual cology sistemas ritus, en su mayorfa los de los antepasados muertos. Los rituale scudian on este abajo son consderados por lox embaga cape es de conservar-o-transformar sus relaciones con esos entes no_em- 1 [piricos. Seria posible elucidar las funciones reguladoras del ritual | tsembaga sin hacer referencia a las concepciones tsembaga, pero nos ‘eal ae oauidciaolconceucsenel de ua SSE OES t= | te del mecanismo que provoca su comportamiento. De ahi que en el | presente estudio incluyamos los puntos de vista natives sobre los ri- | tuales. Ademés, la inclusién de las concepciones nativss en una des- cripcién de relaciones eeoldgicas nos permite plantear algunas impor- tantes cuestiones sobre la ideologia. Podemos preguntarnos, por ejemplo, si las acciones emprendidas partiendo de inerpretaciones que no son empfricamente vilidas, pueden ser, no obstante, propia das a la situacién real en la que se encuentran los propios actores, | vase EL PUEBLO, SU LOCALIZACION Y SUS RELACIONES LINGUISTICAS Los tsembaga forman un grupo humano de unos 200 individuos de engua maring que habita en el Distrito de Madang, en el Territorio de Nueva Guinea, administrado por Australia. La denominacion ssembaga aplicada a este grupo de clans es reciente, pues fue utili. ada pot primera vez como tal por un oficial de una patrulla guber- hamental en 1960. Anteriormente, el término tsembaga se aplicaba tan sélo a uno de los clanes; el grupo en su conjunto carecia de de- nominacién. A partir de 1960, sin embargo, el uso del término tsem- baga para designar a todo el grupo local no sélo fue incluido cuida. dosamente en los registros y en los mapas, sino que fue adoptado por Ja misma poblacién. ‘ ae Los tsembaga ocupan un territorio con una superficie ligeramen« tesuperior alos 7 km, y se halla situado aproximadamente entre los 5° de latitud Sur y los 145° de longitud Este, en la ladera meridional del valle de Simbai, que separa, en esta regién, la cordillera de Bis- marck, al sur, y una cua de la cordillera de Schrader, al norte. El terreno es muy montaioso, y va ascendiendo, en el trozo correspon- dente al exiguo territorio tsembaga, de los 660 m. de altura en el rio, hasta los 2200 m. en lo mas alto de la cortllera de Bismarck, y en su mayor parte esti cubierto de densos bosques. En su mayoria, la superficie por encima de los 1 500 m. no ofrece sefiales de haber sido talada nunca, mientras que a alturas menores prevalece cl bosque se~ ‘cundario, si bien pueden encontrarse algunos pequefios restos de bos- que primario y unas pocas extensiones de pradera, El contacto de los tsembaga con los europeos no habia sido muy Brande en tiempos de nuestro trabajo de campo (octubre de 1962-di- ciembre de 1963). La primera patrulla del gobiemo australiano que Penetré en el drea s6lo cruz6 el territorio en 1954. Durante varios ‘thos no volvi6 a aparecer otra. El valle de Simbai fue pacificado en Ri Ul iia Los tembaga ° 1958, pero el gobierno no consideré el territorio oficialmente bajo. control hasta 1962. En 1959, el gobierno australiano nombré a-un li- Iuai (jefe) y 2 un tultul (ayudante del jefe); en 1961 fue nombrado otro tultul. Con todo, las prerrogativas de estos jefes gubernamenta- les, en 1963, estaban generalmente restringidas a las relaciones con el gobierno. Tanto los nombrados como el pueblo en general conside- aban que tales cargos eran en gran medida inoperantes en los asun- tos internos. En tiempos del trabajo de campo, sélo dos j6venes tsembaga ha- bian salido fuera del territorio maring en calidad de trabajadores con- tratados, y todavia no habian vuelto. Aunque la misién anglicana habia tenido puestos en el territorio de otros dos grupos del valle de Simbai durante varios afios, los tsembaga no-estaban evangelizados, Yy sus creencias y practicas religiosas no incluian, al parccer, el tos europeos. Ningiin tsembaga hablaba pidgin English, y solamente ‘unos cuantos de los mas jévenes habian visitado alguna vez. el puesto de la patrulla gubernamental, creado en 1959 en la cabecera del rio ‘Simbai, a unos 40 km. de distancia por sendero, hasta l momento de nuestra llegada, i t Sin embargo, como es natural, el contacto indirecto comenzé mu- cho antes. Los primeros utensilios de acero llegaron a manos de los tsembaga a finales de la década de 1940 y a comienzos de la de 1950 Jog instrumentos de piedra habjan sido sustituidos completamente. ‘También las epidemias, probablemente de origen europeo, penetra- ron en el territorio bastante antes de que Io hiciese1 los. blancos. Una epidemia de disenteria, conocida por el nombre en pidgin de sik man, acabé con la vida de gran némero de personss a principios de la década de 1940, y hay pruebas de una epidemia de sarampién varios afios después. ‘También el culto cargo legé hasta los tsembaga mucho antes que los blancos. A comienzos de la década de 1940 llegaron hasta ellos, desde el norte, noticias de inminentes inundaciones, te-remotos y re~ tornos de los antepasados, junto con relatos sobre tesoros extrafios «que podrian recibir. Aunque siguieron las instrucciones, construyen- " Despus de nucstra marcha delterriorio tsembaga en diciembre de 1963 se habl6 de slgunos choques de pequoiaentidad y de breve duracin que se habian producido centre los maring del valle de Simba ? Se sabe que 15 jovenes tembaga fueron contratados en 1964 para trabajar da- ante dos aos. De sick man que signifies senfermos, en inglés (N. del T) Rg Roy A. Rappaport Los tsembaga ee ae ear Eek, LEYENDA Hostales del gobierno Distas de atrsizaje Grupos lingisticos (versles) Qt) Poblaciones locals (vetsalta) 02 "Puesto de parula deTebiboe PT Borendlg LOCALIZACION DE LOS MARING Y SUS VECINOS kaa in kde a. el 2 Roy A. Rappaport do edificios especiales, entre otras cosas, los antepasados no volvie- ron cargados de regalos en medio de inundaciones y terremotos, y los desilusionados tsembaga han permanecido mis o menos imper- ‘meables desde entonces a toda platica sobre los cultos cargo. Resumiendo, si la legada de los europeos y de las mercancias eu~ ropeas ha producido cambios importantes, sobre todo a causa de la Introduccion de utensilios de acero y de la supresi6n de la guerra, el grado en que se ha visto afectada la adaptacin de los tsembaga a st entorno inmediato ha sido limitado. Los utensilios de acero y algu- nos cultivos ntievos, como el maiz y ciertas variedades de batata, han afectado sin duda a la produceién agricola, pero los tsembaga siguen basindose en la horticultura de subsistencia, y siguen disponiendo sus huertos segiin los patrones que prevalecfan cuando no habia ain maiz y cuando posefan tan sélo utensilios de piedra para trabajar. Los tsembaga forman uno de los veinte 0 mas grupos locales se- mejantes que componen el pueblo de lengua maring y que ocupan las tierras centrales de los valles de Simbai y Jimi. Fl tamafio de estos grupos oscila entre algo més de 100 individuos y 900; en total son aproximadamente 7 000 los individuos de lengua maring (o, como de forma ocasional y algo misteriosa se la llama en los mapas lingiisti- cos, de lengua yoadabe-watoare). Wurm (1964, p. 79) clasifica a los raring en la subfamilia jimi de la familia central de tronco de las Highlands de Nueva Guinea Oriental, que engloba a la mayorfa de las lenguas de la (micro) familia de las Highlands de Nueva Guinea Oriental. EI territorio maring es el mas septentrional de los habita- dos por los hablantes de lenguas de la familia central; las tierras al norte y al oeste de los maring estin habitadas por pueblos de habla karam y gants, cuyas lenguas estan s6lo lejanamente relacionadas con el wronco de las Highlands de Nueva Guinea Oriental ‘La familia central, que comprende al menos catorce lenguas con tun total de 286 000 hablantes (Wurm, 1964, p. 79), ocupa un amplio territorio en los distritos de las Highlands Orientales, Occidentales y Meridionales. Esta distribucién geografica sugiere que los antepa- sados de los tsembaga y de otros maring penetraron en el territorio que habitan hoy desde el sur. La existencia de extensas porciones de bosque virgen no ocupado al norte y al este de los grupos maring ras orientales apoya este punto de vista. Ademés, la tradici6n tsem- baga sina el origen de cuatro de sus cinco clanes constituyentes en el valle de Jimi, tres 0 cuatro generaciones atrés a partir de los indi- viduos de mediana edad en 1962 y 1963. La tradici6n tsembaga no Los wembaga Db merece demasiada confianza desde un punto de vista historico. Pero su llegada reciente al territorio que ocupan actualmente es sugerida también por una prueba negativa: la carencia de todo signo claro de que el medio ambiente se haya degradado, y por otra positiva: el gran tamafio de los érboles que forman el bosque secundaric donde se han abierto los huertos, y los datos de muchos viejos informantes, los cus- les afirman que en los niveles inferiores existian extensas porciones de bosque primario hasta unos cuarenta © cincuenta sos antes del trabajo de campo. Los detalles relativos a los métodos de subsistencia de los tsem= baga serdn tratados en el pr6ximo capitulo, y en capitalos sucesivos se hablar de la relaciGn del ritual con las practicas de subsistencia y otros aspectos de la adaptacion de los tsembaga. Sin embargo, podria ser itil mencionar aqui que los tsembaga y otros mar.ng son horti- cultores de barbecho o agricultores itinerantes, que sitéan sus huer= tas en el bosque secundario, Sus productos feculentos comprenden taro, flame, batata, mandioca y plitanos, pero disponen también de gran niimero de otros cultivos, entre los que se cuenta la cafia de azii- Car, numerosas verduras y el fruto del Pandanus conoideus (pidgin English: marita). También es importante la cria de cerdos) La caza, la captura con trampas y la recoleccién desempefian también su pa ppel en Ja subsistencia de los tsembaga; el cerdo salvaje. el casuario y los péjaros componen las presas mis importantes en la caza, y los marsupiales son los animales que con mayor frecuenda caen en las ‘trampas. Los productos de la recoleccién incluyen no s6lo algunos alimentos vegetales, en particular helechos comestibles, sino también ‘madera, fibras animales y vegetales utilizadas para vestidos, enreda- deras utilizadas como cuerdas, y hojas, frutos y tierras usados como tintes. La tecnologia de los tsembaga es simple. En los huertos sélo se utiliza el palo cavador, el hacha de acero y el machete, El arco y las flechas se emplean para la caza, y junto a las lanzas, las hachas y los escudos de madera, forman parte de la tecnologia bélics. Las trampas incluyen cepos, entramados y hoyos. Como recipientes se usan ca- labazas y tubos de bambi; los tubos de bambi sirven también oca- sionalmente para cocinar. Aparte de éstos no hay otros: a mayor par- te de los alimentos se preparan cocinindolos directamente sobre el fuego o en hornos de tierra. Los sacos de red, taparrabos, gorros y delantales de cuerda se tejen con diversas fibras; las fas, os cintu~ rones y brazaletes, de tejido muy complejo, se confeecionan con ta- 14 Roy A. Rappaport llos de orquideas, y algunas prendas se elaboran con corteza. Antes del establecimiento de los puestos de patrulla de los valles de Jimi y Simbai, en 1956 y 1959 respectivamente, los tsembaga manufactura~ ban sal hirviendo agua procedente de manantiales de agua mineral Gran parte de su produccién de sal se comerciaba en otros tiempos, en el sur, mis alli de las montafias, a cambio de hojas de hacha de piedra; la piedra se extraia, se trabajaba y se pulimentaba en el valle de Jimi./ (Los hombres y las mujeres viven en casas separadas. En 1962 y 1963, las casas de los hombres, que cobijaban a los varones mayores de siete u ocho anos, tenfan entre dos y catorce ocupantes. Toda mu- jer casada o viuda reside en una casa Separada, junto a sus hijas sol- teras, hijos pequeiios y cerdos.| a preparacién de la comida tiene lu- gar, la mayor parte de las veces, en las casas de las mujeres. Aunque Ia disposicion interior de las casas de los hombres es algo diferente de la de las mujeres, su tamaio y constraccién es similar.) El arma- z6n de unas y otras esta construido con madera ligera, y los techos y las paredes estén barbados con hojas de pandanus. Las dimensio- nes de las casas de los hombres oscilan entre 2m. de ancho por 6 m. de largo y 3 m. de ancho por 10 m. de largo, y Ia altura del eaballete del tejado entre 1,5 y 2m. Las casas de las mujeres tienen una lon- gitud y una anchura andlogas a las de los hombres, pero por término medio son mas bajas. En todo caso, una parte del interior de las ca- sas de las mujeres esta destinada a dar cobijo a los cerdos, cada uno de los cuales se acomoda en una cochiquera separada con entrada pro- pia desde el exterior. DEMOGRAFIA Y ASPECTO FISICO ‘Tanto los métodos de subsistencia como las necesidades tras de los tsembaga serin tratados en el proximo capitulo, donde intentare- mos calcular el mémero méximo de personas que pueden proseguir sus actividades de subsistencia en el territorio tsembaga. Entre las ea~ racteristicas biolégicas de la poblaci6n tsembaga relacionadas con és- tas u otras estimaciones que haremos posteriormente se hallan: 1) el numero total de individuos que forman la poblacién; 2) la composi- cién de la poblacién por edades y sexos, y 3) las medidas medias del cuerpo de los individuos. La informacién referente a la demografia y Los tembaga 15 ala ontogenia tsembaga s6lo puede ser perfilada aqui. Los anilisis de los factores subyacentes seran publicados en otros lugares por otros investigadores. Densidad de poblacién Entre octubre de 1962 y diciembre de 1963, la poblaciéa local del te- rritorio tsembaga pasé de 196 a 204 personas (a cifta mas alta sera Ja que utilicemos en calculos posteriorcs). Hay claras pruebas de que la poblacién era notablemente més nu- merosa antes de la época del trabajo de campo. Entre otras cosas, unos veinicinco tsembaga vivian, en cuanto a la residencia, en situa cin de sororilocalidad, de uxorilocalidad, o de matrilocalidad con ‘otros grupos locales en 1963. Estas personas, o sus padres, habian vi- vido en territorio tsembaga hasta que la derrota militar de 1953 obli- 6 a los tsembaga a huir. La mayoria de los tscmbags habian vuelto 4 su territorio en 1963, pero esos veinticinco mencionados segufan fuera de él. Ademés los informantes coinciden en afirmar que tiempo aris habja muchos més habitantes, y las genealogias asi lo confir- ‘man. Ellos atribuyen a las enfermedades una gran patte de la dismi- nucién de la poblacién, aunque admiten que muchos murieron tam- bién en combate, Los primeros afios del contacto son especialmente peligrosos para grupos humanos como el de los tsembaga, pues se ha- Ilan expuestos a nuevas causas de mortalidad, sobre todo enfermeda- des, antes de que las viejas, y en particular la guerra, sean suprimidas, Teniendo en cuenta el nimero de tsembaga que hoy residen en otros lugares, y considerando la unanimidad entre los informantes y Ja confirmacién proporcionada por las genealogias, es probable que en las décadas de 1920 y 1930 hubiera una poblaciér de 250 a 300 personas. Estructura de le poblaciin La composicién de la poblacién tsembaga por edades y sexos puede ‘encontrarse en el cuadro 1. Algunas de las caracteristicas dela estruc- tura de la poblacién tsembaga, y en particular el desequilibrio entre vvarones y mujeres en las categorias mas j6venes y el cambio en la pro- 16 Roy A. Rappaport CUADRO 1. Estructura de La poblacién tsembaga, noviembre de 1963 (total 204) edad estimada vyarones 114 Oc? mujeres 90 Cael Met etie=l 7, peel len 2) eral | oon, porcién de varones y mujeres a la edad de veinticinco aitos, requie- fen un comentario. Los tsembaga, que admiten alegremente que matan a uno de los gemelos, o a los dos, niegan undnimemente la préctica del infantici- dio femenino. Ellos mismos subrayan la importancia econémica de Jas mujeres, ¢ insintan que matar a las nifias seria estdpido. La in- version de la proporcién usual en la categoria estimada de cinco a diez anos de edad parece confirmar la sinceridad de sus protestas. 'No es posible llegar a una explicacin en este momento. Los da- tos son insuficientes para poder decir con alguna cerseza si la dispa~ ridad es resultado de las frecuencias diferenciales en los nacimientos Los embage 7 de varones y mujeres, 0 de las diferencias en la tasa de supervivencia de varones y mujeres, o de ambas. Los datos son suficientes para in- dicar, con todo, que el déficit de mujeres, aun cuando se presenta de forma especialmente notable entre los tsembaga, no es exclusivo de ellos. A. P. Vayda elaboré un censo cuyas cifras indican un total de 3722 varones y 3 420 mujeres maring, y una tinica poblacién local en la que las mujeres superan numéricamence a los varones. Tampo- co ésta es una diferencia exclusiva de los maring. Un exceso de va~ rones existe también entre la poblacién del Distrito de Tor, en'Irian Occidental. Como sucede entre los tsembaga, el desequilibrio entre Jos sexos es mas notable en las categorias mas jévenes, y Oosterwal (1961, pp. 37 s.) lo atribuye a la mayor frecuencia ée nacimientos masculinos. Hay que destacar que el desequilibrio de sexos existe pese al he- ‘cho de que, por lo menos, entre los tsembaga los varones sufrian ma- yyores pérdidas en las guerras que las mujeres. El eambio en la pro- porcién varones-mujeres entre los tsembaga a la edad estimada de veinticinco afios es efecto, como puede verse con bastante claridad, de las diferencias en las tasas de bajas. Medidas corporales Los tsembaga son de estatura muy baja. La estatura media de cua- renta y nueve mujeres adultas era de 1,37 m. oscilando entre 1,31 y 1,47 m. Su peso medio era de 38 kg. con una oscilacién entre 34 y 45 kg. El peso medio de cincuenta y nueve varones adultos era 46 kg. Sus pesos variaban entre 39 y 63 kg, Debido a que muchos jévenes de sexo masculino llevan peinados macizos, endurecidos con grasa extraida del fruto de la Marita pan- danus, s6lo pude hacer conjeturas sobre la localizacién del vértice del craneo. Por eso la estatura media registrada para los adultos, 1,47 m.y debe ser considerada como aproximada. Sin embargo, los extremos, 1,35 y 1,58m., estén representados por hombres con el cabello cor- . Hasta qué punto la estacura de los tsembaga es expresién de una constitucién genética y hasta qué punto es funcién de una deficiencia alimenticia, de una infestacién parasitaria y de otros fectores patol6- gicos, es algo que deberd ser determinado por investigasiones futuras. — As Rays Soper DISPERSION DE LA POBLACION ¥ ORGANIZACION SOCIAL. ‘unque existe una cantidad de un recurso necesario como ¢s la tiersa Gl iiciete pot iveniealas booed occ Jos tsembaga dentro de los limites de su territorio, ello no indica ne- cesariamente que cada tsembaga tenga suficiente para subvenir a sus necesidades. Numerosas sociedades se caracterizan por las diferencias cen el acceso a los recursos entre individuos o entre grupos. En algu- nas sociedades, esto va unido a la estratificacién social, En otras, puc~ de ser resultado de diferencias en el sino demogrifico de los grupos de descendencia poseedores de tierras. De ahi que sea necesario des- cribir el mecanismo social por el cual los tsembaga se dispersan por el territorio en sus actividades de subsistencia. (Los tsembaga forman una unidad territorial siniea por lo que res- pecta a la defensa, y todos los tsembaga pueden cazar, colocar tram~ pas y recolectar cualquier parte del territorio. Estos derechos sobre Tos recursos slvestes son exclusvos Es decir, lox miembros de otros pos locales no gozan de derechos sobre los recursos silvestres que ErPuentran en tertorio tsembaga , ala inverss, los tsembaga ca recen de tales derechos en los territorios de los demas grupos, ‘Aunque la totalidad del rerritorio-esta abierta a las actividades de caza y recoleccién de todos los tsembaga, se halla dividido en «sub- territorios», zonas més reducidas reivindicadas por grupos menor [La pertenencia a estos grupos menores es particularmente importan- te por lo que respecta a los derechos sobre las tierras horticolas. Los tsembaga estén organizados en cinco clanes supuestamente patrilineales (bai: raiz 0 yx kai: raiz. de hombres): merkai, tomegaiy tsembaga, kwibigai, y kamuggagai (kamunggagai], cuyos miembros oscilaban en 1963 entre las quince y' las setenta y ocho personas, in- cluyendo a las mujeres casadas con miembros de los grupos. Los cla- hes son las unidades mis amplias que se remiten a un antepasado comin, pero la existencia real de este antepasado slo puede ser demostrada ten el caso del exiguo clan kwibigai (veintiuna personas), cuyos miem- bros descienden en su totalidad de un inmigrante que llego a tierras tsembaga a finales del siglo x1x. Los dos clanes menores, tomegai (quince personas) y kwibigai, no estan segmentados, pero los tres mayores, kamupgagai [kamung- gagai], tsembaga y merkai, se hallan divididos cada uno, en tres seg- ‘mentos menores, 0 subclanes, llamados también kai o yu kat, cuyos miembros oscilan entre las siete y las treinta y siete personas. Los ql § Los teembaga 2 hombres de los subclanes reivindican la descendencia de un antepa- sado menos remoto que el antepasado comiin del clan, pero la des- cendencia no puede ser demostrada en todos los casos. Los subcla- nes poseen también su propio nombre, y en el caso de los tres clanes segmentados, los subclanes llevaban los mismos nombres: wendekai, amangai, y atigai (wend, el mas viejo; amang, el mediano; at, el mis joven), Idealmente, es el clan el que puede reivindicar un subterritorio, puesto que los tsembaga, como los demas maring, asocian el territo- tio con la agrupacién. Pero a pesar de que se dividen en cinco clanes, Ja divisin subterritorial del territorio tsembaga es sol tripartita. La mayor parte del territorio esta dividida en tres franjas adyacentes que van de las cumbres de las cordilleras al rfo Simbai; los kamungagai [kamunggagai] reclaman la franja occidental, los merkai la oriental y los tsembaga, kwibigai y tomegai reclaman conjuntariente el subte- rritorio central Aungue las reglas matrimoniales estipulan la exogzmia de clan, la ‘exogamia, de hecho, parece estar correlacionada de manera mas es- tticta con la divisi6n subterritorial. Los elanes wsembaga, tomegai y wibigai, que comparten un subterritorio comiin, son antigamos en- | tre si, y en el pasado se contraian matrimonios entre miembros de- subelanes separados en el seno del clan merkai, Creo que tales ma» trimonios interclinicos comenzaron a producirse en conjuncién con tun proceso de fisién clénica y quiz de separacion subterritorial, pro- ‘e¢50 que posteriormente se invirtié (como veremos mis adelante) Si bien los tres grupos subterritoriales parecen ser exdgamos, los ‘tsembaga en conjunto no lo son. De hecho, existe una preferencia ex- plicita y estadisticamente comprobable por los matrimonios con mu jeres de origen préximo. De las cincuenta mujeres casadas y viudas residentes en el territorio tsembaga en 1963, el 44 % era de origen tsembaga, y un 22 % provenia de los tuguma, que hebitaban inme- diatamente al este. Bl restante 34 % provenia de otros nueve grupos locales, que en la mayoria de los casos ocupaban tertitorios al otro Jado del rio o de las montafas, La subterritorialidad se expresa ritualmente. Ea ciertas ocasiones las reclamaciones sobre subterritorios quedan ratficadas plantando cen ellos pequefios érboles 0 arbustos llamados «yx min rumbims (yx i sespiritus» de los hombres; rumbim: Cordyline fruticosa (L.), A. Chev.; Cordyline terminalis, Kunth; pidgin English: tanker). ‘Todo miembro varén adulto del grupo subterritorial participa cn ste aa

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