El connotado filésofo de la actualidad y el entonces
prefecto de la Congregacién para la Doctrina de la Fe
—a unos meses de ser electo sumo pontifice de la Igle-
sia catélica, Benedicto XVI— entablan un didlogo
sobre los fundamentos de un orden social libre y pact-
fico. ¢Cémo evitar que la modemnizacién se descattile?
@Pueden ra26n y religiGn imponerse limites entre si?
Estas péatinas documentan un encuentro, otientado al
fucuro, sobre el estado espiritual de nuesteo tiempo,
RAZON Y RELIGION
Dialéctica de la secularizacién
HABERMAS: RATZINGER.
ENTRE
ua tJURGEN HABERMAS
JOSEPH RATZINGER
_ENTRE _
RAZON Y RELIGION
Dialéctica de la secularizacién
Traduecién
Panto Laxco / IsaweL Branco
‘ceNTZONTIE
FONDO DE CULTURA ECONOMICA,Prieraedicie, 208
Sead rere, 2018
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Song fabian Blan Paar, 2008
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ISBN 976 96816 86048 fenpata)
Inpro en Meio «Print Meso
Invitados por la Academia Catblica de Baviera, el 19 de
enero de 2004 efildsofoJirgen Habermas yeltedlogo
Joseph Ratzinger mantuvieron una conversacién en tor
no alos fundamentos morales del Estado. Habermas,
conocido partidario det laicismo, y Raczinge, en aguel
entonces prefect de la Congregacién para la Doctrina
de la Fe —y quien quince meses después seria elegido
‘papa—, presentaron en Munich las ponencias que agut
se reproducen. La encarnacion del pensanuento liberal
secular, el uno, y a personificacion de la fe catélica, el
are, dieron ast un ejemplo de tolerancia y pluralidad y
‘mostraron que es posible wn didlog flossfco fruetfero
entre postrasdisrepantes.
‘Mediante razonamientos diferentes y con una idea
muy distinta de la fundamentacién de la étca, ambos
egars, sin embargo, a conelusiones semtejantes,« partirde preocupaciones morales compartidas Habermas,
quien se considera a sf mismo epaco musical en materia
de religion», piensa que las convccionesreligiosas son un
desafio cagnitivo para la filosofia £1 miswo enfrenta el
reto y, sin desviarse de su caractersticoateismo metodo-
lgico —que leimpide dar cabida a cualquier premisa
con tints teol6gicos— reconoce e potenial de verdad
de os conceptos religiosos. Piensa que Tos lenges secu-
lares no deben trar por la borda lo que quieren decir los
lenguajes religiosos: propone una secularisacion que no
destruya, Ratzinger, por su parte, ama c reconocer la
necesaria corselacin entre rain yf. As ant el fidso-
fo liberal como el tedlogo catdlico apelan a un edable
proceso de aprendiznjes mediante el cual la azn usta
a la reign y vceversa,
Al final de este dilogo se desaté unm apasionada
discus, en la que elector queda ahora nvitado a parti-
cipar con esa ediciin de Centzontle.
_sFundamentos prepoliticos del Estado democrdtico
de derecho?, Jurgen Habermas + 9
Lo que cahesiona al mundo,
Las fundamentos morales y prepoliticos
del Estado liberal, Joseph Ratzinger + 35Fundamentos prepoliticos
del Estado democratico
de derecho?
JORGEN Hasenoas
EL TEMA propuesto para esta discusiOn recuerda la
pregunta que a mediados de los aftos sesenta Ernst-
Wolfgang Backenférde formul6, con gran expres
dad, acerca de sel Estado liberal y secularizado se sus-
tentaba en presupuestos normativos que él mismo no
ppodia siquiera gacantizar: Esta pregunta pone en duda
la capacidad del Estado constitucional democritico
de recurtr a sus propias fuentes para renovar sus fun
amentos norstatives; a la ver que have surgir la sos-
pecha de que depende de lo religioso, de tradiciones
autdctonas arraigadas en cosmovisiones 0, en todo
aso, de tradi
dad, Si se toma en consideracién el shecho del plura-
nes éticas que vinculan ala colectivi
E-. chofde,tDie Ett des Sate le orang Sk
larkaton igen Ret Stat Fre, Sovamp, Prancot dl Meno,Tismo» de Rawls, este cuestionamiento haria tambalear
‘aun Estado obligedo a mantenerse neutral en lo relati-
‘yo a la cosmovisién (Weltanschauung). Sin embargo
cesta deduccién no contradice por sf solala menciona-
da sospechs.
En primer lugar me gustaria puntualizar dos as-
pectos en este problema. Desde un punto de vista cog-
nitivo la duda se refierea la cuesti6n de si puede si-
‘quiera aleanzarse un poder politico —una ver llevada
1 cabo una completa positivacion del derecho— de
justficacion secularizada, es decir, no religiosa 0 pos-
‘metafisca(1).Y, aun cuando se admita tl legitimacién,
queda el aspecto motivacional de la duda acerca de si
es viable la estabilidad, més alla del simple modus
-vivendi, de una sociedad pluralista en lo referente ala
‘cosmovision, en el mejor de los casos suta a una nor-
:matividad consensualmente limitada pot procedimien-
tos y principios (2). En caso de poder cespejarse esta
dda, queda en ple el hecho de que un srdetaniento
liberal necesitaria siempre de la solidaridad de sus
Hake Fie y le, Hot, Mai 05.
13tucionalmente) esta completamente ar-aigado en lo
juridico, de modo que no queda ningiin aspecto del
poder politico que no esté traspasado en su totalidad
por el derecho. Mientras que el positivismo de Estado
dela doctrina alemana del derecho pablico (desde La-
band y Jellinck hasta Carl Schmitt), que hunde sus rai-
‘es nel Imperio alemén, habia dejado un cierto margen
a una sustancia ética libre de derecho en lo concer-
niente val Estado» 0 a lo politico», no existe en el Es-
tado constitucional ningiin sujeto que detente el
poder que se alimente deal
juridiea* No queda por tanto ningiin hueco de la so-
beranfa preconstitucional de los monarcas que debiera
in tipo de sustancia pre-
rellenarse ahora —como ethos de un pueblo més 0
‘menos homogéneo— mediante una sokerania popt-
Jar sustancial
Esta herencia problemética provocé que la pre-
gunta de Béckenfirde se interpretara de modo que
ddaba a entender yue wn oxen ansttut onal comple-
tamente positivizado precisaba de la seligién 0 de
algin oto epoder sustentador» para gatantizar desde
cl aspecto cognitive los principios que lo legitiman.
Esto quiere decir que la pretension de vaider del dere-
cho positivo dependeria de su anclaje en las creencias
Hi Brnktor Der inge Schatten ds Statavtepnivi en
exit 8 0 F388
14
‘éticas prepoliticas de comunidades religiosas 0 nacio-
nales ya que tal orden jurtdio no podria legitimarse a
‘i mismo partiendo s6lo de procedimientos jurdicos
‘genetados democriticamente. Sin embargo, sienten-
demos el proceso democratico como método para
generar legitimidad partiendo de la legalidad —y no
de forma postivista como lo entienden Kelsen o Luh-
‘mann—no surge ningtin déficit de vader que precise
de la wéticay, Frente a la concepcién del Estado consti-
tucional proveniente del hegelianismo de derechas, la
concepeién de procedimientos inspirada en Kant in-
siste en una justificacién auténoma de los principios
constttcionales, con la pretensién de ser aceptable ra-
cionalmente para todos los ciudadanos.
2. ;COmo se REPRODUCE
LA SOLIDARIDAD CIUDADANA?
Por lo demas, parto de la base de que la constitucién
del Estado liberal tiene la suficiente capacidad pare
defender su necesidad de legitimacién con autosufi-
ciencia, es decir, ecurriendo a existencias cognitivas
de un conjunto de argumentos independiente de la
‘tradicién religiosa y metafisica. Sin embargo, esta pre-
‘misa sigue albergando un cierto tipo de duda en cuan-
|
“to la motivacién, dado que los presupuestos norma-
tivos en los que se basa el Estado constitueional demo-
crético son més exigentes en lo que respecta a la fan-
cién de los ciudadanos si se entienden éstos como
autores del derecho que si se entienden como meros
destinatarios del derecho, De estos ultimos sélo se
‘espera que a la hora de hacer uso de sus libertades y
derechos suhjetivos no tansgzedan loslimitesestable-
cidos por la ley. Frente a esta mera obeadiencia las
Jeyes que coartan los actos individuales estén la mot
‘vaciny la actitud que se esperan de los cindadanos en
su funcion de coautores democrsticos det derecho.
De ellos se espera que hagan uso actizo de sus dere-
chos de comunicecién y de participacién no sélo por
tun interés propio bien entendido sino también en in-
terés del bien comtin, es deci, solidario, Esto requiere
un gran esfuerzo en lo que se refiere «la motivacién
dc los ciudadanos, que no puede imonerse por via
legal. En un Estado democritico de derecho una ley
que hiciera del derecho al voto una obligacién seria
‘un elemento tan extrafio como una solidaridad im-
puesta por ley. A los ciudadanos de une comunida
beral solo puede suponérseles una disponibilidad para
responder, en caso necesario, como conciudadanos
extrafios que ademas permanecerin en el anonimato,
as{ como la disponibilidad para asumir scrificis por
16
el bien comiin. Es por ello que las virtudes politicas,
aunque sélo se obtengan en cantidades minimas, por
asi decirlo, wen calderilla», sean esenciales para la
‘existencia de una democracia, Forman parte del pro-
ces0 de socializacién y de adquisiciOn de costumbres
en las pricticas y modos de pensar de una cultura li-
beral politica, Asi, podria decirse que en cierto modo
el estatus de ciudadano se inserta en una sociedad
civil que se alimenta de fuentes esponténcas 0, si se
prefiere, «prepoliticasy,
De todo lo anterior, sin embargo, no se puede
concluir que el Estado liberal no tenga la capacidad
para reproducir sus presupuestos motivacionales con
base en sus propios recursos seculares, Es certo que
los motivos para la participacién de los eiudadanos en
de una opinién y una voluntad polt-
ticas se alimentan en gran medida de idealeséticos y
de aspectos culturales de vida; sin embargo, las pricti-
cas democréticas desarrollan una politica dinamica
propia. Tan s6lo un Estado de derecho no democri-
tico, como al que hemos estado acostumbrados en
‘Alemania durante suficiente tiempo, sugerirla una res-
‘puesta negativa ala pregunta de Bockenforde: «Hasta
qué punto podrian vivir pueblos unidos bajo un Es-
tado solamente de la garantia dela libertad individual,
sin ningtin tipo de vinculo unificador que preceda
Ia conforms4 sta libertad?»’ Fl Estado concebido democritica-
‘mente no sélo concede libertades negatvas asus cis-
dadanos, preocupados por su propio tienestar sino
que en la medida en que dispense libertades comuni-
cativas mueve alos cludadanos a participar en el de-
bate pablico sobre temas que afectan al conjunto de la
sociedad, De tal suerte que el evinculo unificador» que
se echaba en falta es un proceso demoeritco,en el que a
fin de cuentas la cuestién siempre estard en la com-
prensién correcta dela constitucién.
Ass resulta que en el caso en los actuales debates
sobre la reforma del Estado de bienesta, sobre la poli-
tica de inmigracion, sobre la guerra en Irak y sobre la
supresién del servicio militar obligatorio no s6lo se
‘rata ce medidas politics singulares; de igual forma
‘entra siempre cn juego la interpretacién controverti-
da de os principios constitucionales asi como, impli-
citamente, el modo en el que queremos situarnos
como ciudadanos de la Replica Federal de Alemania
y como europeos, a la luz de la diversidad cultural de
formas de vida, del pluralismo en nuestras formas
de ver la vida y en nuestras conviceionesrelig
una mirada retrospectiva sobre la historia, es cierto
ue fue itil tener un trasfondo religioso comin, un
as. En
chen opi pan,
18
‘mismo lenguaje , sobre todo, una renovada concien-
cia nacional para el nacimiento de una solidaridad ciu-
dadana sumamente abstracta. Mientras tanto, sin em
‘argo, las conciencias epublicanas se han separado en
gran medida de estas ataduras prepoliticas, de modo
uc el hecho de que no estemos dispuestos a dar nues-
tra vida epor Niza» no es ya ninguna objecién para la
constitucién europea. Piensen ustedes en los discursos
&ico-politicos sobre el holocausto o los asesinatos en
‘masa: han vuelto consciente a la sociedad de la Rept-
biica Federal de Alemania del logro que supone la
constituci6n, El ejemplo de esta «memoria politica»
autocrtica (que entre tanto no es ya nada excepcional,
sino que esté extendida también en otros paises)
demuestra cOmo se crean y renuevan vinculos de
«patriotismo constitucionaly en el émbito de la polii-
¢a, El 4érmino «patriotismo constitucionals significa
—en contra del extendido error de interpretacion—
{que lus Giudadauos haven suyus los prineipios de la
constituci6n no sélo en su contenido abstracto, sino
sobre todo en su significado conereto dentro del con-
texto histérico de su respectiva historia nacional. No
basta el proceso cognitivo para lograr que los conteni-
dos morales de los derechos fundamentales se trans-
formen en conciencia, Para la integraciOn constitucio-
nal de una sociedad civil mundial (si es que algin dia
19llega a existit) bastaria con la evidencia moral y con un
consenso mundial en lo que respecta ala indignaciéon
‘moral que provocan las violaciones masivas de los de-
rechos humanos. Entre los miembros ce una sociedad
politica solamente puede darse una solidaridad —por
abstracta y juridiea que ésta sea— cuando los princi-
pios de justicia han penetsado previanente el denso
entramado de los diferentes conceptos cultural,
43. CUANDO SE PBSGAREA EL VINCULO SOCIAL
En todo loexpuesto hasta ahora la naturaleza lace del
Estado demoeritico constitucional no presenta nin-
gin punto débil interno, es decir latente, ene sistema
politico como tal, que suponga en si mismo un peligro
para la propia estabilidad del sistema desde el aspecto
cognitivo o motivacional lo sin em>argo, no exclo-
ye las razones externas. Como ya he comentade, wise
modemizacién «descarriladay de la sociedad en su
conjunto bien podria resquebrajar el lazo democratico
‘yagotar el tipo de solidaridad en el que se apoya la
sociedad democratica, que no puede exigitse por via
legal. Em este caso
cidn a la que se referia Béckenférde, es deci, a trans-
ormacién de los ciudadanos de sociedades liberales
se darfa exactamente la constela-
prosperas y pacificas en ménadas aisladas, guiadas por
su propio interés, que uilizan sus derechos subjetivos
‘como armas las unas contra las otras. Bvidencias de un
desmoronamiento de la solidaridad ciudadana como
cl descrito se observan ya en un contexto més amplio
en lo que se refiere ale dindmica politicamente incon-
trolable de la economia mundial y de la sociedad
‘mundial. As se dala circunstancia de que los merca-
dos, que evidentemente no pueden someterse a un
proceso democritico como las administraciones esta-
tales, adoptan cada vez: mas funciones de orientacion
en dmbitos de la vida que hasta ahora habian estado
recogidos normativamente; esto es, mediante formas
politicas o prepoliticas de comunicacion. La conse-
‘cuencia es que no s6lo cada vez més aspectos privados
se orientan por el beneficio propio y por ls preferen-
«ias individuales; también disminuye el Ambito de lo
‘que est sujeto a la legitimacién coercitiva piblica.
Eote privaticiemo ciudadano ae ve inerementado ade
‘mis por la decepcionante pérdida de las funciones de
tuna educacién democritica de la opinion y dela vo-
luntad que, si acaso, slo funciona parcialmente en los
mbitos nacionales y por ello no llega a aleanzar de
ningtin modo las decisiones que se desvian a instan-
cias supranacionales. De igual forma, el crecente des-
Snimo frente a la capacidad politica de la comunidadinternacional contribuye a aumentar la despolitiza-
ci6n ciudadana. Como efecto de los cenflictos y de las
manifiestas
sjusticias sociales en una sociedad mun-
dial cada vex més fragmentada,crece —con cada nue-
vo fracaso— el descontento en el camino hacia la
constitucionalizacién del derecho intemacional pabli-
co que se inicié después de 1945.
Las teorfas posmodernas entienden las crisis des-
de el punto de vista de la raz6n crtice, no como con
secuencia de un agotamiento selective de potencial de
razén que es en cierta medida inherente ala moderni-
dad occidental, sino como el resultado logico de un
programa de racionalizacién espiriteal y social en si
‘mismo destructivo. A la tradicién catélica no le co-
rresponde un escepticismo de razén radical; sin em3-
‘argo, hasta entrados los ais sesenta del sig pasado,
al catolcismo le resulté dificil la relacin con el pensa~
rmiento laico del humanismo, de la Tustracién y del
Iibcraliamo politico. En todo caso vuelve a cobrar inte
és l teorema de que a una modern'dad desgastada
s6lo podré ayudarla a salir del atolladero en que se
encuentra una orientacién reigiosa cia un punto de
referencia trascendental. En ‘Teherdn un colega me
pregunts si desde el punto de vista religioso-sociol’-
gico y de comparacién cultural la secularizacién euro-
pea no eta precisamente el camino particular que pre-
cisaba de una correccién. Esto recuerda al estado de
Snimo durante la Repiiblica de Weimar, Cael Schrnit,
a Heidegger 0 Leo Strau8.
Particularmente considero mejor no exagerar ra
cionalmente la pregunta de si una modernidad ambi-
valente podré egar a tener estabilidad solamente
‘mediante sus fuera laicas, es decir no religiosas, pro-
cedentes de una razén comunicativa, sino tratar el
asunto sin dramatismo, como una cucstién empirica
pendiente. Con esto no es mi objetivo traer a colacién
‘como mero hecho social el fenémeno de persistencia
de la religion en un ambiente cada vez: mas seculari-
zado. La filosofia debe tratar este fenémeno también
en cierto modo desde dentro como una provocacién
cognitiva. Pero antes de continuar con esta discusi6n
quiero hacer un excurso relacionado con nuestra con-
versacién La flosofia,en su camino hacia una radica-
lizacin del critica de la razén, también se ha sentido
impulaada a reflexionar sobre sus propio origenes re
ligioso-metafisicos y ocasionalmente ha entrado en
creyentes en su
trato con los creyentes. Para el eiudadano sin sensbili-
dad hacia lo religioso esto no supone de ningtin modo
una obtigacion trivial, ya que sigifie que debe deter-
‘minar autocriticamente la relaci6n eatre fe y conoci-
mento desde la perspectiva de su conocimiento mun-
dano. La expectativa de la no coneordancia entre fe y
conacimiento se merece tan s6lo el predicado «razona~
ble» cuando se otorgaa las creencis wligiosas —tam-
‘ign desde ef conocimiento secular—un estatus epis-
témico que no se tache simplemente de irracional. Es
por ello que en la opinién publica politica las image-
nes naturalistas del mundo —que provienen de un
trabajo especulativo de informaciones cientficas y
‘que son relevantes para la propia comprensién ética
de los ciudadanos*— no sélo tengan preferencia pri-
ima facie frente a concepciones de vida religiosas 0
ligadlas a cosmovitiones con las que compiten. La net
tralidad al respecto del poder Estatal, que garantiza las
‘mismas ibertades éticas para todos les ciudadanos, es
incompatible con la generalizacién politica de una
visin del mundo laicista, Los ciudadanos seculariza-
+ or aml WF Sings ins Kan nde nlc ech
ange en ns: Wr len subren yon Peet ree rk
{ier Aeneine Zig, enero de 0049 2.
32
dos, en tanto que actiian en su papel de ciudadanos
del Estado, no pueden negar por principio a los con-
ceptos religiosos su potencial de verdad, ni pueden
negar a los conciudadanos creyentes su derecho a rea-
lizar aportaciones en lengua religioso a las discusio-
‘nes plilicas. Es mas, una cultura politica liberal puede
incluso esperar de los ciudadanos secularizados que
participen en los esfuerzos para traducir aportaciones
importantes del lenguaje religioso a un lenguaje més
asequible para el publico general.”
‘Habermas Gla ud Wes, Sbrarp, Ran dl Mena 20,
|
3Lo que cohesiona al mundo
LOS FUNDAMENTOS MORALSS
‘Y PREPOLITIOOS DEL ESTADO LIBERAL
JosnrH RarzincER
Ew taaceleracién del ritmo de los desarrollos hist6ri-
cos que estamos viviendo aparecen, en mi opini6n,
dos factores que son particularmente sintométicos de
tuna evolucién que antes se daba con mucha més lenti-
tud. El primero es el surgimiento de una sociedad de
dimensiones mundiales, en la que los distintos pode-
res politicos, econdmicos y culturales son cada vez
is interdependientes y se tocan y se compenetran en
“abcde Cates aie com sede Manik orga le de
er ce uncles el ue rf Jeon Haars —el exo
teste cotacld ea vi idl Endo y Yon etee
ante deltindicineais lsiea—dablamos peer en rows pone
‘stain delo Fondant morales de xa, Bo clog
tio un pilin cog de iofo potdlogoy loge invade
del ntncon preter sobre xpos ns qe a, sbels
opi ct, as oncom pubic wa wees Noche
‘Hoe dao ques cuwonesfontdar en agi eloquence
tentials que preston en see page re eprodac de
seo aquesus diversos dmbitos. l otro es el crecimiento de las
posibilidades que tiene el hombre de prducir y de des-
‘ru, lo que plantea con mayor hincap é de lo habitual
Ja cusstion del control juridico y moral del poder. por
consiguiente la cuestién (de méxima urgencia) de c6-
‘mo las culturas, al encontrarse, pueden ballar bases
‘ticas capaces de fundar adecuadamente la conviven-
cia entre ellasy construir una estructue jridica comin
responsable del control y del ordenam ento del poder.
Que el proyecto de una «ética mundial» propues-
to por Hans Kiing’ haya encontrado tan amplio con-
senso demuestra, en cualquier caso, que se trata de
tuna cuestiGn de gran actualidad. Elo sigue siendo
vélido aun cuando se acepte la aguas critics a dicho
proyecto que formulé Robert Spaemann? ya que a los
dos factores mencionados se aftade vn tercero: en el
proceso del encuentro y de la compenctracién de las
culturas han saltado por los aires certeza éticas soste-
‘nidas hasta ahora. La cuestién de quées el bien, etpe-
cialmente en el contexto presente, y de por qué hay
{que realizarlo incluso en perjuicio propio es una pre-
‘gunta fundamental todavia sn respuesta.
Me parece obvio que la cien
en cuanto tal no
“Kang Por quan ice ml Rigi yen ep de hb
ee, Hee Buena 2c
TR Spann, elthoe al Projet, en Meter, non, S053,
pp anssoe
36
puede generar un ethos, es decir, una conciencia ética
renovada no puede ser producto del debate cientific.
Por otra parte, ¢6 innegable que la transformacién
radical de la imagen del hombre y del mundo que ha
brotado del incremento de los conocimientos cientifi-
cos ha desempefiado un papel esencial en demaoler las
jas certezas morales. En este sentido, la ciencia tiene
tuna responsabilidad respecto al hombre yen especial
1a filosofia tiene la responsabilidad de acompafar eri-
ticamente el desarrollo de cada ciencia y de analizar de
‘manera critica conclusiones apresuradasy falsas certe-
zas sobre lo que es el hombre, de dénde viene y por
qué existe 0, dicho en otros términos, de depurar los
resultados cienificos del elemento no cientitico que @
menudo se mezcla con ellos; asi se mantendss la mira~
da abicrta ala totalidad, alas amplias dimensiones de
la realidad del hombre, de la que en la ciencia slo se
pueden mostrar aspectos particulares.
1, PODER ¥ DERECHO
Es tarea concreta de la politica poner el poder bajo el
cescudo del derecho y regular asi su recto uso, No debe
regir el derecho del mis fuerte, sino més bien la fuerza
del derecho, El poder ejercido en el orden del derecho
37y a su servicio esté en las antipodas dla violencia,
entendida ésta como poder sin derecho y opuesto a él
De ahi que sea importante para cada sociedad que el
derecho y su ordenamiento estén por excima de toda
sospecha, porque s6lo asf puede desterrarse la arbitra-
tiedad y se puede vivir la libertad como libertad com-
partida, La libertad carente de derecho es anarquia y
por tanto, es la destrucciOn de la libertad, El recelo
contra el derecho ya rebelion contra él aparecerén si
se percibe que el derecho es un producio del arbitrio,
un criterioestablecido por los que tienea el poder y no
Ja expresién de una justicia al servicio de todos.
La misién de eolocar el poder baj el escudo del
derecho nos plantea la siguiente cuestién: ge6mo nace
el derecho y c6mo debe elaborarse para cue sea vehicu-
Io de justicia y no el privilegio de estabiecer lo que es
justo por parte de los que tienen el poder? Por una
parte nos preguntamos cémo se forma el derecho,
pero por otra también « Que el de-
recho no debe ser el instrumento de poder de unos
1pocos, sino expresiéin dl interés comiin de todos, pa~
rece, al menos de entrada, un probleme resuelto m
diante los instrumentos de la formacién democritica
ces su crite
del consenso, ya que todos participan en el nacimien-
to del derecho, y por tanto el derecho es de todos y
como tal puede y debe ser observado En efecto, la
38
garantia de la participacién en la formaci6n del dere-
cho y en la justa administracién del poder es la razén
cesencial a favor dele demoeracia como la mis adecua-
«da de las formas de orcenamiento politico.
Sin embargo, me parece que queda ain otra cues-
ti6n, Puesto que es di
il encontrar la unanimidad
entre los hombres a formacién democritica del con-
senso no tiene como instrumentos indispensables més
que la delegacién, por un lado, y por otro la decision
de la mayoria. De ahi se deriva la importancia de la
cuestién sobre los distintos ordenamentos que para les
‘mayorias se pueden pedi. Pero también las mayorias
pueden ser ciegas o injustas. La historia da buena prue-
ba de ello. Se puede seguir hablando de justicia y de
derecho cuando, por ejemplo, una mayoria, incluso si
es grande, aplasta con leyes opresivas a una minorfa
religiosa o racial? Por tanto, con el principio mayori
tario queda siempre abierta la cuestién de las bases
‘exicas del derecho, la pregunta de si hay 0 no algo que
no puede convertirse en derecho, es decir, algo que es
siempre injusto de por si,o viceversa, si hay algo que
‘por naturaleza es siempre indiscutiblemente, segtin el
derecho, algo que precede a cualquier decisién de la
rayoria y que debe ser respetado por ella
La época moderna ha dado una formulaci6n es-
table a dichos elementos normativos en las distintas
38declaraciones de los derechos del hombre, sustrayén-
dolos al juego de las mayorfas. En la conciencia actual
nos podemos contentar con Ia evidencia interna de
dichos valores, Pero semejante reductién de la cues-
tin tiene también un cardcter filos6fico. Hay valores
permanentes que brotan de la naturalea del hombre y
us, por tanto, son intocables en todas los que parti-
cipan de dicha naturaleza, Tendremes que volver de
‘nuevo sobre el aleance de una concepcién de este tipo,
sobre todo porque no todas las culturas reconocen
hoy esta evidencia. Bl Islam ha formulado un catélogo
propio de derechos humanos distinte del occidental
La China actual lleva ciertamente |
forma cultural nacida en Occidente, el marxismo;
‘pero, que yo sepa, se plantea de todos modos la pre-
‘gunta de silos derechos humanos no son una inven-
«in propiamente occidental que hay que cuestionar.
.pronta de una
2, NUEVAS FORMAS DE PODER
‘Y NUEVAS CUESTIONES SOBRE SU BJERCICIO
Cuando se trata dela relacion entre poder y derecho y
de_las fuentes del derecho, hay que analizar también el
fenémeno del poder en si mismo, No es mi intencién
tratar de definir la naturaleza del poder en cuanto tal
40
més bien quisiera esbozar los desaffos que brotan de
las nuevas formas de poder que se han desarvollado en
los diltimos 50 afios. En la primera parte dela segunda
posguerra predomin6 el miedo ante el nuevo poder de
dlestruccién que habia surgido con la invencién de la
bbomba at6mica. El hombre se vio de repente con capa-
idad no sdlo para destruitse asf mismo, sino también a
Ja tierra, De a nacié la pregunta sobre qué mecanis-
‘mos politicos hacen falta para ev
{Como se pueden hallar mecanismos de ete tipo yc6-
mo pueden ser eficaces;Como se pueden desencade-
nar fuerzas éticas capaces de plasmar dichas formas
politcas y de hacerlas efcaces? Durante largo tiempo,
Jo que nos slv6 de los horrores de una guerra nuclear
fue, defacto, la rivalidad entre bloques de poder con-
trapuestos, as como el miedo a provocar, con la des-
truceién del otro, ambien la propia destruccién. La
limitacién recfproca de los poderes y el miedo a st-
ccumbir resltaron ser fuerzas de salvacisn,
‘Ahora que nos atormenta ya.no es tanto el mie-
o.a.un gran conflito, cuanto el miedo ante un terrot
Festa destruceidn,
‘omnipresente capas. de golpear y actuar en todas par-
tes. Como se ve, el hombre no necesita un gran con-
flicto para hacer el mundo inhabitable. Los poderes
anénimos del terror, que pueden estar presentes por
cdoguier, son tan fuertes que persiguen a cada uno has-
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*ta dentro de su cotidianidads y nos hallamos ante la
amenaza de que unos criminales puecan tener acceso
alos grandes potenciales de destruceiin y hagan que
1 mundo se precipite en el caos, fuera de los ordena-
rmientos politicos.
De ah que se haya desplazado la cuestin del de
recho y del ethos: jen qué fuentes se alimentael terror?
43C6mo podemos llegar a eliminar desde denteo esta
nueva enfermedad de la humanidad? En est sentido
es inguietante que el terror se esté otorgando en cierto
modo una legitimacion moral. Los mensajes de Bin
Laden presentan el terror como la respuesta dels puc-
bos débiles y oprimidos por la arrogencia de los pode-
1090s, como el justo castigo a su presuacin, a su blas-
emo despotismo y asu crueldad. Estas motivaciones,
evidentemente, son convincentes para los que se en-
cuentran en determinadas situaciones sociales y polt-
tices La accién terrorsta es presenta también como
dofonca de la tredicién religiosa contra la impiedad de
Ja sociedad occidental
En este momento aflora una cuestién sobre la que
tendremos que volver: sel terrorismo se nutre tam-
bién de fanatismo religioso —y lo hace—, zes la reli-
‘gi6n wna fuerza de curacién y de salvacién, 0 no serd
‘mais bien un poder arcaic y peigroso que construye fal-
405 universalismos induciendo a la intolerancia y al
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‘error? gNo deberia ponerse la religién bajo tutela de la
razon y dentro de unos limites adecuados? Natural-
‘mente nos deberfamos entonces cuestionar quién lo
puede hacer y cOmo, Pero queda la pregunta general:
esverdad que a gradual eiminacion de la religién, su
superacién, se ha de considerar como progreso nece-
sario de la humanidad, eapaz de permitirle halla el
camino de a libertad y de la tolerancia universal?
Micntras tanto asoma otra forma de poder que a
primera vista parece puramente benéfico y digno de
toda aprobacién, pero que en realidad podria conver-
tirse en una nueva amenaza para el hombre, El hom-
bre es ya capaz de hacer hombres, de producielos, por
asi decir, en probeta. El hombre se convierte en un
producto, y de esta suerte la relacin del hombre con-
sigo mismo cambia radicalmente. No es ya don de la
naturaleza 0 del Dios creador: es un producto fabri-
«ado pot él mismo, El hombre ha descendido al fondo
erarios.
de cémo en una s
{3 PResuPUssTos DEL DsRECHO:
DERECHO, NATURALBZA, RAZON
Echemos primero un vistazo a situaciones historicas
que, en la medida de lo posible, sean comparables con
la nuestra, Siempre merece la pena pararse a recordar
‘que la Grecia antigua también tuvo su propia Tlustra-