TRATADO SOBRE LA
VIOLENCIALECTURAS,
Serie Filosofia cx yey HM Illes Scaggs
oa ge ee EH 9037
G-Il- 2006 |
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Dreimpresién Lucia Alarer
Impresign. Ls
WOLFGANG SOFSKY
Tratado sobre la violencia
traduccién
JOAQUIN CHAMORRO MIELKE.
‘ABAD A EDITORES
CECTURAS OE FILOSOFIA
FH 796397
A1. ORDEN Y VIOLENCIA
Cuando todos los hombres eran libres ¢ iguales, nadie se sentia
seguro ante los demas. La vida era breve, y el miedo inmenso.
Ninguna ley protegia a nadie de la agresién. Todo el mundo
desconfiaba de todo el mundo, y de todo el mundo tenia que
protegerse. Pues aun el mis débil era lo bastante fuerte como
para herir 9 matar al mas fuerte, a traicién o en confabulacién
con un tereero’. Entonces los hombres establecieron una
alianza para su comin seguridad. Tras largas deliberaciones
suscribieron un contrato que prescribia a todos Jo que debian y
lo que no debian hacer. El alivio fue grande, y por un momento
el miedo parecié haberse esfumado. Pero el peligro no quedé
desterrado. Cada uno sabia que, mientras estuviera vivo, toda
via podia sufrir alguna agresién. Unos habian tardado en mos-
trar su conformidad, y otros, esperado mejor ocasién. El reeclo
yel miedo volvieron a propagarse
1 Of Thomas Hobbes, Lion, cap. XII6 ‘TRATADO SOBRE LA VIOLENCIA
Entonces los hombres resolvieron dar un paso trascendental.
Depusieron todas las armas que a lo largo del tiempo habian ido
fabricando y las entregaron a algunos portavoces previamente
clegidos entre ellos. Estos debian encargarse de mantener la
seguridad en nombre de todos y proceder contra aquellos que no
se adaptaban. Estos protectores se entregaron celosa y concien~
zudamente a su labor. Promulgaron ley tras ley, consignaron las
infracciones y reeabaron
negaba a hablar era conducido a lugares secretos. Quien llamaba
nformacién por todo el pais, Quien se
la atencién 0 no se adaptaba era expulsado 0 publicamente casti~
gado. Los espectadores se reunian en gran niimero cuando se
registraban viviendas, se perseguia a los herejes 0 se ejecutaba a
un delincuente, Se reclutaron innumerables auxiliares para ser
nombrados guardianes del orden. Se construyeron casas donde
estas fuerzas auxiliares vivian y trabajaban, casas mas grandes que
los palacios de los dignatarios. En cada localidad se fundaron
instituciones destinadas unas a encerrar alos malhechores y otras
a educar a las nuevas generaciones. De vez en cuando aparecian
oradores que pregonaban el espiritu de la comunidad y preve
nian contra el retorno al caos. Y para que nadie usara del poder
en su propio beneficio, se sustituia periddicamente a los repre~
sentantes ya veteranos por otros nuevos.
Para resguardar a la comunidad de la amenaza exterior se
rodes su territorio de sistemas de proteccin fronteriza, con
empalizadas, muros y barreras guardados las veinticuatro horas,
por centinelas. En ocasiones se enviaban a los paises vecinos tro~
pas aguerridas a las que se les permitia todo en su lucha contra el
extraiio y enemigo. Al volver se traian bienes y objetos de valor, y
a veces conseguian colocar mas lejos las marcas fronterizas, hasta
que afios més tarde los enemigos volvian y las colocaban de nuevo
en su antigua posicion. Entre tanto, la labor de instaurar el
orden avanzaba a buen ritmo. Leyes y decretos se sucedian. Fsta
labor reguladora no tenia fin, Pues cada disposicién daba lugar a
1, ORDEN Y ioLeNcia 7
nuevas infraceiones, y cada regla a nuevas excepciones, que a su
vex acarreaben nuevas reglas y nuevas disposiciones. El orden
estrujaba la vida como los tenticulos de un monstruo.
Una sensacion de opresion y una rabia contenida acompaiia-
ban a las actividades cotidianas. Esta monotonia regulada no ofre~
cia ninguna salida, Entonces algunos se acordaron de los tiempos
de libertad. Aparecieron octavillas que clandestinamente pasaban
de mano en mano, corrieron voces y se encendié la agitacién.
Cuando llegé el momento, los hombres se concentraron ante la
casa de la ley, asaltaron su arsenal y se Hevaron las armas. El docu
mento del contrato, que habia estado durante largo tiempo gus
dado bajo lave, fue arrojado a una hoguera. Todos estaban alli.
Los hombres celebraron con ruidoso albororo el triunfo sobre el
poder, sobre la ley. Era una fiesta de la libertad, y el fuego era su
antorcha, Cuando, avanzada la noche, las brasas se apagaron, los
hombres vagaron por las calles. Algunos formaron grupos, pene
traron en las casas y destrozaron todo lo que encontraron. Arro-
jaron a los suelos los libros de la biblioteca, acuchillaron los cua-
dros de las paredes y mutilaron las estatuas que durante largo
tiempo albergaron los santuarios, A la mafiana siguiente, todos los,
lugares aparecieron sembrados de cadaveres, a las puertas de las
casas, en los patios interiores, en las afueras de la ciudad. Las hor
«das exultantes salieron de la ciudad y devastaron los campos. En
las tierras de labor se amontonaban cadavé
8, ¥ los rios bajaban
se encontraron con que
podian hacer todo lo que antes les estaba prohibido. Habian
regresado a sus origenes. Volvian a ser lo que habian sido
tei
dos de rojo. De pronto, los hombr
Ningiin mito dice lo que realmente sucedi6. Un mito sélo cuenta
una historia. Ni describe nada ni informa de nada; solo explica
por qué el mando era antes tan distinto y por qué ha legado a
ser como es. El mito tiene, como se sabe, una extraa afinidad
con las ideologias politicas. Al explicar, justifica el contrato, la
ley, el poder.8 "RATADO SOBRE LA VIOLENCIA
Pero es un privilegio de la imaginacion anadir variantes al
original ¢ indicar a la historia un camino diferente. Por eso, esta
fabula vehicula otro mensaje distinto del que encierra el modelo
conocido de todos. Ella no habla sélo del origen de la sociedad y
del fundamento original del Estado, sino del ciclo de la civiliza~
cién, de la vuelta al comienzo. No describe el fin de la violencia,
sino las mutaciones que experimentan sus formas. Al estado de
naturaleza suceden el dominio, la tortura y la persecucién; el
orden desemboca en la revuelta, en la fiesta de la masacre. La
violencia es omnipresente. Domina de principio a fin la historia
de la especie humana. La violencia engendra el caos, y el orden
engendra violencia. Este dilema es insoluble. Fundado en el
miedo a la violencia, el orden genera él mismo miedo y violen-
1 mito conoce el fin de la historia.
La respuesta es clara
cia®, Porque esto es asi,
Qué mueve alos hombres a unirse
La sociedad no se funda ni en un impulso irresistible de socia
bilidad ni en necesidades laborales. Es la experiencia de la vio
lencia la que une a los hombres. La sociedad es un aparato de
proteccién mutua. Ella pone fin al estado de libertad absoluta.
En adelante, no todo estar permitido. El mito opera con un
modelo parco. No recurre ni a la economia ni a la psicologia
Habla tan poco de codicia, propiedad y competencia como de
ambicién, maldad o agresividad. Sélo piensa en hechos fisicos y
sociales, en la regla y en el poder, en los cuerpos y en la violen-
limita los actos, los abusos
cia. Cuando ninguna convene’
son posibles en todo momento. La lucha por la supervivencia es
inevitable. Lo que caracteriza al estado de anomia no es que todo
el mundo ejerza constantemente la violencia, sino que todo el
mundo podria en cualquier momento cometer agresiones, ten-
gan 0 no una finalidad. La guerra de todos contra todos no
ile vicinsn de la svinlencia propia del orden, vease tambien
Heinrich Popit, Phnomeneder Mast, Tubings, 1986, pp. 89».
4. onDEN Y vioLeNcia 9
consiste en un perpetuo bafto de sangre, sino en el miedo per-
petuo a ese estado. La ocasién y el motivo de la socializacién es
cl temor que sienten los hombres unos de otros. Por eso, el
mito no habla de asesinos ni de una oscura naturaleza lupina de
los hombres, sino de las vietimas, de su necesidad de protec-
cion e integridad fisica. Todos los hombres son iguales porque
lodos son cuerpos. Porque todos son vulnerables, porque nada
lemen mas que el dolor en su propio cuerpo, necesitan de tra
tados para paliarlo. Se juntan para protegerse unos de otros. Su
conservacién pasa por su acuerdo sobre la manera de soportarse
unos « otros, La constitucién de la sociedad se basa tiltima-
mente en la constitucién fisica del ser vivo que es el hombre
El origen de la sociedad no esta en lo que el hombre hace,
sino en lo que el hombre padece. El mito corrige la imagen
equivocada del moderno activismo. Insiste en el reverso de la vita
activo, Sin duda la actividad es un acto de libertad. En ella, el
hombre crea nuevas condiciones, para él y para los demas*. Pero
la libertad de uno amenaza a la libertad de otro. Si todos los
hombres tuviesen libertad para hacer lo que quisieran, su vida
seria breve. Nada contendria la arbitrariedad y la violencia.
Antes que toda imponderabilidad reina el temor al abuso, ala
agresion. La accién social tiene siempre un aspecto corporal,
aspecto que estorba la libertad de movimiento del otro. Cuando
alguien hace algo, hace algo a otro. Lo empuja, lo ataca, lo data
Todo acto es un acto de violencia. Por diversas que sean las for-
mas sociales que los hombres han inventado para reducir su
temor al contacto y preservar su integridad, toda precaucion
puede en todo momento convertirse en una extralimitacion que
el contrato social debe prevenir. Este regula los distintos tipos
de relacién social. Al establecer un marco al que todos deben.
amoldarse, aleja el miedo. Cada uno puede entonces esperar
3 Cf Hannah Arendt, Vio wtiaeder Von aien Leen, Munich, 1981, pp. 166 ss10 ‘mATADO SOBRE LA VIOLENCIA
que no todo lo que haga sea aventurado. Esta confianza en que
la propia integridad no se vera amenazada es uno de los pilares
insustituibles de la vida social. En ella se sustenta la capacidad de
cambiar de perspectiva, la fe en el futuro del mundo y el inter-
cambio de palabras y gestos. Sélo la renuncia ala violencia, s6lo
el contrato que obliga al respeto reciproco crea la condicion de
posibilidad de la vida social
El miedo al dolor precisa alos hombres a ratificar el con.
trato. Pero como todo convenio, este contrato es impugnabl
De un minuto a otro puede ser anulado, rechazado, revocado.
Es evidente, segiin la fibula, que algunos lo han suscrito contra
su voluntad, quizd por un antojo o pensando en una ventaja a
corto plazo. Pe
convencidos de la conveniencia de esa convencién, gqué garan
, aunque todos hubieran estado intimamente
tiza dltimamente la conservacidn de su vigencia y de su fuerza
vinculante? Sin la proteccién de la espada no hay contrato posi~
ble. La regla exige vigilancia, la norma una sancién. No es posible
confiar en valores. No son menos discutibles que las normas
que ellos fundamentan. Los hombres de épocas remotas eran,
ain lo suficientemente inteligentes como para no confiar en
principios. Aunque la necesidad habia aguzado su sentido de
las obligaciones morales, no tenian certezas ultimas. 6Qué
podian hacer? La respuesta del mito es bien conocida. Al con
trato social sigue el contrato de poder, El monopolio de la vio.
lencia debe compensar la irresolucién moral y poner trabas al
perjurio. El mito no dice nada sobre la forma de Estado. Habla
finicamente de representantes elegidos, de plenos poderes
acordados, y no de usurpacién ni de soberania absoluta. Los
hombres deponen sus armas y encargan a sus representantes la
creacin de un orden. Para asegurar su cohesién y limitar los
riesgos, renuncian a los medios de autodefensa y dan sus armas
y sus voces a los representantes de la voluntad comin. Superan
el estado de suftimiento eligiendo a algunos de entre ellos para
1. ORDEN v VIOLENCIA 1
ejercer de guardianes de la seguridad, para ser los duefios de la
violencia,
No sabemos si alguno previé las consecuencias. El mito
tampoco dice nada acerea de esto. En cambio calcula friamente
cl precio el orden. El miedo reaparece, asciende, cambia de
motivo y de forma, La violencia en modo alguno desaparece,
ilo cambia de rostro. En los tiempos primitivos, los hombres
luchaban entre ellos hasta que uno ganaba o ambos abandona-
ban agotados el combate. Era un mundo de temor reciproco,
directo. Quien se defendia tenia sus posibilidades. Si uno
aventajaba al otro en fuerza fisica, el otro la compensaba con la
astucia, el coraje o la agilidad. También el fuerte temia al
debil, tambien el atacante era vulnerable. La proporeién de las
fuerzas cambio radicalmente cuando la violencia quedé en
manos de los representantes del orden. La resistencia apenas
tiene més posibilidades de éxito. El combate contra la autori-
dad esta perdido antes de empezar, a menos que todos unan
sus fuerzas y asalten el arsenal y el palacio. El orden represivo
¢s inexpugnable. El poder politico sustituye la amenaza impon-
derable, omaipresente, por la intimidacion precisa, inapela~
ble, Convierte a los que en otros tiempos eran adversarios
iguales en fuerza en victimas indefensas de la persecucién y
del castigo, de torturas y ejecuciones. Aunque su mision es trans
formar la angustia en temor, el poder mantiene a los hombres
atcrrorizades. El régimen del orden crea al subdito, al eon-
formista y al marginal, y la victima humana sacrificada, al dios
del Estado.
El mito no presta mucha atencién a las diferencias entre las
formas de dominio. Apenas le interesan las diferencias entre
terror y derecho, entre arbitrariedad y ley, entre sistemas
democriticos y sistemas totalitarios. La opresién esta en la
naturaleza de todo orden politico. Al individuo poco le importa
quién ejerza sobre él su violencia. Desde la ratificacion del con2 "RATADO SOBRE LA VIOLENCIA
trato del Estado, la historia conduce directamente al despo-
tismo de la ley; sin rodeos, sin bifurcaciones, sin vuelta atras.
El mito ignora la pluralidad de desarrollos y de formas, los
estancamientos y los retrocesos.
Qué significa esta ocultacién de las diferencias? Evidente
mente, el mito se refiere a la estructura fundamental de todo
poder. Todo poder se funda ultimamente en la arbitrariedad y
en el miedo insuperable, Los regimenes absolutos y totalitarios
no son formas degradadas. Solamente llevan al extremo lo que
de todas maneras esté inscrito en el principio del poder. Incluso
la ley que los representantes promulgan para bien de todos se
funda dltimamente en un acto de arbitrariedad, en el acto de
sentar una norma’. Y la ley sélo adquiere validez permanente
cuando se aplica de forma efectiva, continuada, y si es necesario
empleando la fuerza. No hay ningun poder que no esté respal
dado por las armas. La bayoneta forma parte de su equipa
miento bisico. Si no quiere verse neutralizado, el poder nece~
sita de la violencia, en el interior y en el exterior. Debe ser
capaz de ejercer la violencia para conservarse; de hecho solo es
tal poder en tanto que dispone de este medio. El reconoci
miento y la legitimidad los obtiene en la medida en que garan—
tiza realmente el orden. El fundamento ultimo del poder no es
la creencia en su legitimidad. Esta creencia puede ser inmedia~
tamente desmentida. Su fundamento ultimo es mas bien el
miedo a la violencia, ala muerte. Su reconocimiento reposa
iltimamente en la eal
midacién. El siervo respeta y obede
selior porque puede perder la vida. Los hombres renuncian a
ejercer la violencia unos contra otros porque temen el poder
aniquilador de quienes les gobiernan. Para sobrevivir obedecen
las ordenes y transfiguran el poder en autoridad. E] poder pone
4 Com todo, la ley no de alos hombres permiso para hacer lo que quieran; ella
slo regula mu autorizactén para hacerlo que deben querer
1. ORDEN y VOLENCIA 13
soto # Ia violencia social ensenando a cada uno a temer Ia vio~
lencia del poder.
Los costes son considerables. Sobre el altar del orden se
sucrifican libertades y numerosas vidas humanas. El tributo de
sungre que los Estados exigen es inmenso. Su crénica histérica
no es la de la paz y la civilizacion. Es la historia del desarrollo
progresivo de una fuerza destructiva. Invasiones, guerras, per-
secuciones bajo el estandarte de la unidad y la igualdad sociales:
Lal es el precio del armisticio interior. La ideologia del mono
polio de la violencia, profesada con perseverancia por los sacer-
dotes devotos del poder, maquilla este balance negativo de la
historia de los Estados. Los hombres pagan la proteccién con-
tra el vecino con la servidumbre voluntaria, la impotencia y la
sumision. Pero del mismo modo que ¢l contrato social no ponia
los hombres a salvo de los abusos, el contrato estatal no pone coto
a la violencia, Al contrario: ésta es modificada, centralizada y
perfeccionada, se la dota de una fuerza y una contundencia
insospechadas. Ahora, s6lo los amos y protectores disponen de
armas, Sélo ellos cuentan con tropas auxiliares dispuestas a
todo y con institueiones que aseguran el orden y administran la
vida de los hombres. El dilema del contrato reaparece en el
nivel superior del contrato estatal. Es como si el tiempo hist6-
rico pasara por la misma fase. {Pues quién garantiza que no se
abusard del poder? gQuién protege a los siibditos de los repre
sentantes dominados por la crueldad, la demencia y los impul-
sos sanguinarios? Quien domina a los guerreros, vigila a los
vigilantes, salvaguarda la letra de la ley cuando los que tienen las
armas son los que determinan los principios de ls constitu
cion? Esta puede derogarse de un plumazo. El poder debe
limitar la violencia, pero la incrementa hasta ¢l extreme. Hist6-
ricamente no ha habido forma de escapar de esta situacion. El
proyecto de orden ha traido a los hombres un aumento sin fin
de la violencia.4 reara0e
No fue un acto de usurpacién la causa de que la finalidad del
orden se invirtiese. Ni tampoco lo fueron las faltas y los vieios
de los representantes y de sus colaboradores. Cada cual desem-
pefiaba la labor que se le habia encomendado de manera cons~
ciente y escrupulosa, siempre en el espiritu del orden. Todos
eran fieles servidores de la comunidad, lo mismo el simple
mensajero 0 el soldado raso que el general o el ministro. Cada
uno creia que lo que hacia lo hacia para bien de todos. Incluso
los reyes y los presidentes que se sucedian unos a otros en la
direccién de los asuntos del Estado se consideraban a si mismos
como los primeros servidores del pucblo. Fue mas bien el pro-
yecto mismo de orden la causa del continuo incremento de la
violencia, Las campatias contra toda desviacién, la expulsion de
los marginales y la persecucién de los extranjeros eran cosas que
figuraban ya en la escritura constitucional. El orden no signi-
fica s6lo la renuncia a la violencia, la resolucion de las diferen~
cias y la decision proporcionada en situaciones problematicas.
El orden no es sdlo la coordinacién del trabajo, la planificacion
de las relaciones sociales y la administracion de las actividades
cotidianas. El orden persigue sobre todo la conformidad y la
homogeneidad. Hay que cumplir las reglas, y el eumplimiento
de las reglas debe ser controlado, y, si es necesario, conseguido
por la fuerza. Las reglas valen para todos, sin consideraciones
personales. Ellas hacen a todos los hombres iguales, iguales
ante la ley ¢ iguales segin la ley. El orden implica la defini
de unas normas y la definicion de la normalidad, la produccién
de uniformidad y la exclusién y represion de toda diferencia.
4Cuales son las practicas del orden? La fabula no se refiere
mis que a unas pocas, por lo que necesitamos completarla
Empecemos por los procedimientos incruentos y discretos. A
cada cual se Ie asigna un puesto, un espacio para vivir y trabajar.
De vez en cuando los hombres cambian de puesto, y se les per-
mite hacerlo; unos ascienden, otros tienen que descender. Quien
41. ORDEN YVIOLENCIA, 15
perturba la normalidad es puesto en reclusion. Quien cumple
lo ordenado puede moverse libremente en el espacio publico. Y
quien se destaca como buen cumplidor tiene un asiento en pri-
mera fila en la fiesta anual del poder. A cada uno se le recono-
cen distintos tiempos: el del nacimiento, el de la edueacion y la
instruceion, el del trabajo y el ocio, un tiempo de transiciones,
de cambio de estatus y de grupo, y el ultimo de la despedida. El
orden modela a los hombres y favorece el desarrollo de sus
capacidades; les instruye, les tranquiliza y les adoetrina. Esta
educacién forzosa es justificada por la suposicion de que en su
dia lo aprendido permitira comprender las situaciones, Cada
uno debe participar de la raz6n, asimilar las normas, conocer
sus obligaciones como vecino y como siibdito. Cada uno debe
ilegar a ser un valioso miembro de la comunidad humana,
como lo son los dems. El poder de la disciplina alcanza hasta
los movimientos del espiritu, del alma y del euerpo*. Los hom-
bres aprenden como han de caminar, permanecer de pie y sen-
tarse; aprenden los ademanes demostrativos y los gestos expresi~
vos: aprenden qué sentimientos pueden exteriorizarse y qué otros
no. Al final, cada uno cree, piensa y dice lo mismo que el otro.
Nadie replica, nadie se descamina, nadie perturba ya la cohe-
sién interna, y en ninguna parte se manifiesta escepticismo u
originalidad. El orden endereza a los hombres y les dispone
observar sin resistencias los mandamientos y los usos. El poder
disciplina también la cultura. Produce un mundo homogéneo
de representaciones en el que las ideas dominantes son las ideas
de los que dominan. No sélo la espada, también el libro, el
manual y el biculo son instrumentos del poder ordenador.
Otras practicas del poder conciernen a la organizacion de las
vidas, a la produccién de bienes y el cultivo de los campos. El
5 Véae especialmente Michel Foucault, Saveileret pun Naiwonce dela ron, Parts,
1975.16 "FRATADD SODRE LA VIOLENCIA
contrato estatal contiene una cliusula de injusticia compensa~
toria. Los stibditos trabajan también para los seftores de los que
reciben proteccién. Ellos mantienen y abastecen al Estado que
les roba la libertad. Ellos pagan impuestos para mantenerlo en
funcionamiento. A cambio, los protectores velan por la conser
vacién de la vida y el aumento de la prosperidad. Ellos fomen-
tan el trabajo y el comercio, reparten dinero y bienes, y, cuando
sus arcas estén casi vacias, envian a sus guerreros a cualquier
lugar donde puedan hacerse con un botin 0 a conquistar otro
pais. El orden del trabajo no se sostiene sin coercion. Pues el
lo de
trabajo es siempre penoso, una carga que los hombres
mal grado estan dispuestos a soportar para ganarse la vida y ase~
gurar su subsistencia. El régimen de la sociedad laboriosa toma
medidas contra Ja rebeldia y la inconstancia. Adapta los objeti
vos de la vida a la produccién. Aunque sélo es un medio de
subsistencia, el trabajo es valorado como el bien supremo’. El
trabajo no esta al servicio de la vida, sino a la inversa, la vida al
servicio del trabajo. La vida esta organizada en beneficio del
trabajo. Los hombres deben buscar la felicidad y la salud per
manentes en el trabajo. Quien se sustrae o se opone a este
mandamiento, ingresa en la clase de los individuos superfluos y
prescindibles, que viviendo al margen de la sociedad no podran
contar con el pan del dia siguiente. Quien no trabaja, no come
otro de los principios basicos del poder ordenador-.
Para asegurar la uniformidad no bastan por lo general la per-
suasién y la vigilancia. Para mantener despierto el temor, el poder
ordenador aplica medidas directas, a veces conformes con la ley,
a veces puramente arbitrarias. Impone penas: sociales, materia
les y fisicas, Los marginales son estigmatizados, recluidos o
excluidos. La reclusién y la exclusion han sido siempre los dos
escarmientos que ha empleado la sociedad. Ambos tienen como
6 Of. Hannah Arend, Vinacv. oe. pp- 298 68.
1. ORDEN y WIOLENCIA 17
conaccucneia la muerte social. No menos eficaz es el perjuicio
material, esto es, el embargo o la destruccién de la propiedad.
Ello priva al hombre de sus medios de subsistencia, de supervi-
vencia, Pero la medida mas eficaz de todas es el daiio corporal.
Sies absolutamente necesario, uno es capaz de desprenderse de
\ particular mundo social y de sus bienes materiales, pero no
de su propio cuerpo. La violencia fisica es la demostracién mas
intensa de poder. Afecta directamente a lo que es el centro de la
existencia de la vietima: su cuerpo. Ningiin otro lenguaje tiene
mas fuerza de persuasion que el lenguaje de la violencia. No
necesita traduccién y no deja lugar a ninguna duda’. En ningdn
otro caso es el poder mas eficaz y mas real. Ninguna otra accion
tra de forma mas drastica la superioridad del setor sobre el
siervo. En la lesién en su propio cuerpo éste experimenta la
efectividad del poder. Esta es una de las razones de que, a pesar
de su gran alcance, el poder no renuncie a utilizar la violencia,
Es ci
to que la violencia crea un desorden pasajero. Pero ala
ver legitima el poder con su pura facticidad. Y refuerza la nece-
sidad de apoyo y proteccion. Muchos hombres estan dispuestos,
1 aprobar lo que se ven forzados a sufrir. Quieren sentir lealtad
y creer en Ie autoridad a la que estin sujetos. Pero es conve-
niente recordarles de tarde en tarde, cuando el riesgo es
pequeito, lo que han de soportar y lo que han de temer. La vio-
lencia del poder produce un efecto aglutinante, Es mucho mas
que un castigo por una equivocacién cometida. Es el emblema
inconfundible de un poder inatacable y merecedor de adora
cin, La violencia mantiene la presencia de la muerte, alimenta
eltemor a la muerte, en el cual se funda la autoridad del poder.
Latarea del orden nunca concluye. Personas, cosas y aconte~
cimientos deben quedar todos registrados, seleccionados, clasi
Gf, Trate von Trotha, Ka
Beige des «Sete gebioes Togo, Tabinga, 1994. p- 39
solagcen Thor de Staten om8 "RATAO SOBRE LA VIOLENCIA
ficados y conectadas de modo que puedan utilizarse como fac~
tores de una planificacién global. Lo indeterminado, lo poco
corriente y lo ambiguo deben entrar mediante algin arreglo en
la clasificacién. El sueao del orden es el sueito de la elimina-
cién sin resto de toda ambivalencia®, el sueno de la absoluta
transparencia, de una sociedad eristalina. Nada debe escapar al
ojo del vigilante, pues aun el mas minimo acaccimiento podria
ser germen de subversion. Que podria empezar a desarrollarse,
que podria multiplicarse y minar desde dentro el edificio tan
laboriosamente levantado. Por eso se instalan por doquier dis-
positivos que registran y transmiten datos sin cesar. El orden
aspira a un saber sin lagunas, pues solo el saber total garantiza
la proteccion total. Todo acontecer que pueda anunciar un caos
es combatido. Pero no es el orden mismo el que constante-
mente genera el temor al caos, el que produce dentro de si
mismo la imagen de su enemigo? Toda regla que el orden esta~
tuye no solo regula la vida y la condueta; ante todo funda la
contravencién que se debe detectar y sancionar, Lo no sujeto a
ninguna categoria o regla no puede considerarse una desvia~
ion. Sélo la norma define lo normal y lo anormal. La propia
medida produce las ocasiones en las que ha de aplicarse. Y no
cesa de producir nuevos aconteceres, pare los cuales son nece-
sarias nuevas medidas. El proyecto de orden no slo conduce a
un proceso sin fin de violencia, sino también directamente a
un proceso sin fin de regulacién, a una férrea construccién
legislativa en la que cada acontecimiento y cada persona tienen
su sitio: un sector para cada clase, un célula para cada indivi-
duo. La utopia del orden aspira a la completa eliminacion de la
libertad. Su ideal es la maquina social que solo de tiempo en
tiempo necesita ser reparada y ajustada. Pero, pensado hasta el
8 Gf Zygmut Bauman, Moder wnd Ambislons Dar Ende der Bindeuiget, Hamburg,
1992 (ed. de bolillo, Francfort, 1995).
1. ORDEN ¥ ViOLENCIA 19
final, esto supondria no sélo la muerte del hombre como ser
viviente que obra y siente, sino también la muerte de lo social
mismo, y por tanto la del poder social.
El orden crece interiormente y también hacia fuera. No
tolera nada fuera de él mismo. Tampoco el dios mortal soporta
la presencia de otros dioses a su lado. El orden es valido, y por
tanto debe valer para todos, para el amigo y para el enemigo,
para e] mundo entero. La idea del orden es portadora de una
mision; hacer desaparecer todo lo que se distinga de ese orden.
El imperialismo esté prefigurado en el universalismo del prin
cipio de unidad. Lo distinto invita al ataque directo. Lo dis-
tinto es una fuente de constante relativizacion, de incertidum-
bore y de peligro, que debe ser inmediatamente desecada. Todo
segundo poder debilita la pretension del orden universal. Un
ataque repentino puede poner en peligro la estructura interna
del orden. Las expediciones militares de los Estados no tienen
por tinico motivo la codicia de bienes, sino también la preven-
on calculada y la mision universalista. La renuncia interior a
la violencia no tiene validez para la expansién. Quien vive
allende las fronteras existe fuera del orden social. Es un extraiio
un enemigo, Debe ser sometido, convertido o aniquilado. De
ahi que en la guerra exterior todo esté permitido.
La represién y la expansion determinan las formas de vio~
lencia del poder ordenador. Exigen el empleo masivo de los
medios disponibles. El Estado no se contenta con la crueldad
salvaje y la violencia ritual habituales en las épocas arcaicas. El
imperativo del orden vale también para la violencia. El especta:
culo publico de la ejecucion es una
unas reglas, La tortura se practica de manera ordenada, infli-
giendo dolores precisos y calculados, partiendo del conoci-
miento del cuerpo humano. La ferocidad del combate queda
cenificacin conforme a
subordinada al caleulo estratégico del arte militar, No ¢s el fre~
nest, el deseo de venganza o el triunfo lo que debe impulsar la20 ‘TRATADO SOBRE LA VIOLENCIA
violencia, sino el espiritu pragmatic. No es la espontaneidad
del momento lo que decide la eleccién de los medios, sino el
cleulo y la prevision. La violencia es planificada, organizada y
mecanizada, y su eficacia aumentada y extendida. Los erimina~
les y homicidas son formados en el oficio de las artes militares,
son convertidos en trabajadores de la violencia, dotados de los
aparejos necesarios y encuadrados en una jerarquia de mandos.
El soldado reemplaza al guerrero, el general al caudillo. La
estatalizacién de la violencia significa también la racionalizacion
yel desarrollo incesante de las fuerzas dest
ctivas
Sin embargo, las pasiones de la violencia no desaparecen
1 de las antiguas
completamente. El Estado no puede prese
fuerzas impulsoras. Pone las pasiones a su servicio y deja que
actiien libremente cuando es oportuno hacerlo. Al soldado dis-
ciplinado le acompatia el energtimeno; la redada organizada es
alentada por la multitud linchadora, la fria crueldad del ver-
dugo cobra brio con el calor de los excesos. La violencia emo
tiva es por lo general fragmentaria, a menudo derrochadora,
basta en sus medios y limitada en su alcance; la violencia racio~
nal en cambio es constante, intensa y dosificada. Pero la ener-
zgia que le falta al intelecto la recibe éste de lo pasional; y la pre
cision que le falta a la pasion la adquiere ésta del cileulo. Ambas
capacidades reunidas hacen que las fuerzas destructivas adquie-
ran una magnitud inmensa.
Con el tiempo, el orden se convirti6 en un gigantesco meca-
nismo regulador. Los hombres se veian prisioneros dentro de
un enorme aparato de alienacion politica. Los representantes no
dejaban de distanciarse de sus electores, de los individuos que
tenian bajo su proteccién. Para despachar todos los asuntos par-
ticulares con conocimiento de causa, se repartieron las tareas y
los saberes hasta el punto de que nadie podia ya tener a la vista
todos los detalles, ni siquiera los funcionarios de mas alto rango.
Los seftores protectores no podian saber lo que los subditos que
1. ORDEN Y VIOLENGIA a
los habian clevado al poder realmente querian, ni siquiera
podian saber si después de tantos afios de docilidad podrian
querer algo. Sus fuerzas auxiliares escapaban ya a la vigilancia
publica. Los hombres participaban sin entusiasmo en aquellas
lestividades, celebradas en determinadas fechas del ano, en las
que con gran pompa se rendia homenaje al poder. Sélo en cir
cunstancias excepcionales, cuando eran lamados a participar en
una guerra oen una campaiia militar contra extranjeros, se reu-
nia la mayoria de ellos para ensalzar a su comunidad. El destro-
namiento de los representantes no modificaba en lo mas
minimo el peso del poder. El aparato institucional sobrevivia a
todo cambio de personal. Ocasionalmente, en periodos de esca
sex o tras el regreso de los soldados vencidos, habia breves episo
dios de agitacién. Los archiveros daban a estos acontecimientos
cl nombre de «revoluciones». Casi todos terminaban con la sus
tiucién de elgunos representantes por otros y la ereacion de
nuevas instituciones que cumplian las funciones que el viejo
orden habia descuidado. Estos acontecimientos no frenaban la
marcha del poder, sino que la acclaraban. Las revoluciones no
derribaban nada. Eran manifestaciones organizadas en las que,
recordando el viejo contrato del poder, lo renovaban y a veces
incluso lo completaban con algunos parrafos. Las palabras de los
revolucionarios expresaban el deseo de pan, de paz y de justicia,
pero no de libertad. De ese modo, Jos revolucionarios no hacian
al cabo otra cosa que asegurar la perpetuacién del orden. Los
auxiliares recibian nuevos uniformes, los diputados nuevas salas
de reuniones, y los dignatarios nuevos palacios. Los adversarios
eran declarados enemigos, expulsados del pais o ahorcados en la
plaza mayor. Las mazmorras, las galeras y las colonias peniten:
ciarias se Henaban en poco tiempo, hasta que todos vefan que el
nuevo orden no era sino la continuacién del anteri
El tiempo del poder transcurria sin alteraciones, hasta que
Hegaba un momento en que los hombres se hartaban de él. La