You are on page 1of 15
Silat 5601 15930 3502 SEELELLE EU eB sportaclin de Heart Lefebvre | plea a ser velorada en la actu. or los urbanistas de todo el Wake, boicand a urbarismo Tos cinios de In soclologin marxista, empire i “enjlcldo cl hecho cendental_ para la. vida del de ta apariciin de In ci ‘moder. La Era Industrial he iciado la formacion de tos gran. conplomerades hhumanos. a Baco tevos y graves probiemes age ol tor enjlcia ahora lene jebvre es autor de ttulos tan tm wanes como Poricin contra tos noeratas, La vida cotidiaya en indo moderno, Sociologia de Mars, ia nist aio. drbano, etey, los 40 os euslee han side {a aalsma coleesiin, 114 | bbO; OH Y, Durante largos siglos la uerra ha sido el. gran laboratorio, segiin Ia expresién de Marx; pero desde hace escasamente un siglo la ciudad ha venido a reemplazarla, El fenémeno urbano manifiesta hoy dia su enor midad desconcertante para la refle- xién teérica, Ello obliga a concebir luna ¢strategia que “permita su co- nocithiento y que es inseparable de la estrategia politica, aunque distin ‘a: ha aparecide el derecho a la ciu- dad, es decir, a la vida urbana, con- dicién de un’ humanisme y de una democracia concebida sobre premi- sas nuevas. La presente obra sienta. Jas bases de un juicio critico sobre: los problemas de 1a ciudad, en [os cuales urbanismo y sociologia apa- Fecen como dos clencias estrecha- ‘mente vineuladas HENRI LEFEBVRE EL DERECHO A LA CIUDAD HISTORIA /CIENCIA/SOCIEDAD 44 Hl ‘| DeREGHO ==" | AUGUDAD 003469 | ‘una estrategia urbana que esta ya en funcionamiento y en ‘accién). Este librito no se propone solamente pasar por I tamiz de la critica las ideologias y actividades que foneiernen al urbanismo. Su objetivo consiste en intro- Gucir estos problemas en la conciencia y pasarlos a los programas politicos. De la situacién tedrica y prictica, y de los problemas —la problematica— relativos a la ciudad y a Ja realidad y posibilidades de la vida urbana, para comenzar, adop- taremos lo que antajio se denominaba «una visién de caballero andantes. 16 Industrializacion y urbanizacién: primeras aproximaciones Para presentar y exponer la «problematica urbana» se impone un punto de partida: el proceso de industria. Jizacion. Sin lugar a dudas, este proceso es el motor de Jas transformaciones de la’ sociedad desde hace siglo y ‘medio. Distinguiendo entre inductor e inducido, podria. mos situar como inductor al proceso: de industrializa. ‘cién, y enumerar entre los inducidos a los problemas re- Jativos al crecimiento y planificacion, a las cuestiones ‘que conciernen a Ja ciudad y-al-desarrollo de la realidad curbana, y, por iltimo, a la importancia creciente del ocio ‘y de las cuestiones referentes a la «culturay. La industrializacién caracteriza a la ciudad moderna. Ello no implica irremisiblemente los términos de «socie- ded industrial», cuando se pretende definirla. No obstan- te, aunque entre los efectos inducidos figuren la urbani- zaciéa y la problematica de lo urbano, sin figurar entre las causas 0 razones inductoras, hasta tal punto se acen- ‘tian las preocupaciones que estas palabras evocan que podriamos definir como sociedad urbana a la realidad so cial a nuestro alrededor. Esta definicién reproduce un aspecto de importancia capital. La industrializacién nos ofrece, pues, el punto de par- tida de Ja reflexion sobre nuestra epoca. Y ello porque la Ciudad preexiste a la industrializacion. Observacién en sf perogrullesca pero cuyas implicaciones no han si- do formuladas plenaiente. Las mas eminentes creaclo- nes-urbanas, las obras mas shermosas» de la vida ur- bana (chermosas», decimos, porque son obras, mas que productos), «datan’ de épocas anteriores. ala industriali- zacién. Hubo, en efecto, la ciudad oriental (vinculada al modo de produccién asiatico), la ciudad antigua (griega y romana, vinculada a la posesién de esclavos), y mas nes 4 1 | J tarde Ia ciudad medieval (en una situacién compleja: sertada en relaciones feudales, pero en lucha contra el feudalismo de la tierra). La ciudad oriental y la antigua fueron esencialmente politicas; la ciudad medieval, sin perder el cardcter politico, fue principalmente comercial, artesana, bancaria, Supo integrar a los mercaderes, hasta entonces casi némadas, y relegados del seno de la ciudad. Con los inicios de Ja, industrializacién, cuando nace el capitalismo_concurrencial, con la aparicién de una fa_especificamente industrial, la ciudad tiene ya una pujanie realidad. En la Europa éccidental, tras la ca si desaparicién de las ciudades antiguas a Jo largo de la descomposicion de la romanidad, la ciadad recupera su empuje. Los mercaderes, mas o menos errantes, eligieron para centro de sus actividades lo que subsistia de los antiguos niicleos urbanos. Inversamente, puede suponer- se que estos niicleos degradados cumplieron la funcién de activantes en lo que restaba de economia de trueque, sostenida por mercaderes ambulantes. En detrimento de los feudaies, las Ciudades, a partir del creciente exceden- te de Ja agricultura, acumulan riquezas: objetos, tesoros, capitales virtuales. Nos encontramos, pues, en estos cen: | tros urbanos, con une gran riqueza monetaria, obtenida mediante la usura y el comercio. En ellos, el artesanado, | una produccién muy distinta de la agricultura, prospera. Las ciudades apoyan a las comunidades campesinas y a In franquicia de los campesinos, sin vacilar, por otra par-_ te, en sacar provecho a su favor. Son, en resumen, cen tros de vida social y politica donde se acumulan no solo Figuiézas, sino conocimientos, téciiicas y obras (obras de arte, monumentos). Este tipo deci id es en si misma ‘obra y esta caracteristica contrasta con la orientacioTi iireversible-al dinero, al comercio, al cambio, a los jro- ‘uctos., En efecto, la obra'es valor de-uso y el producto, valor de cambio. El uso de ja ciudad, es decir, de las calles y plazas, los edificios y monumentos, es la Fiesta (que consume de modo improductivo riquezas enormes, en objetos y dinero, sin otra ventaja que la del placer y el Prestigi a 18 yao Jones. Da th.g) ders Realidad compleja, es decir, contradictoria, Las dades medievales, en la, época de su apogeo, ceniralizan Ta riqueza; los grandes dirigentes emplean improductiva- mente gran parte de estas riquezas en Ja ciudad que do- minan, Al mismo tiempo, el capitalismo comercial y ban- cario ha convertido, ya para entonces, en mdvil. a lari queza,y ha constituido circuitos de cambio, redes que, permiten la transmisién del dinero. Cuando esta a pun() to de entrar en juego la industrializacion con el_predo- minio de la burguesia especitica (los «empresarios»), la ‘Tiqueza ha cesado de ser principalmente inmobiliaria. La produccién agricola no es dominante, como:no lo es la inmobiliaria, Las tierras escapan a los feudales para pa- sar a manos de capitalistas urbanos enriquecidos por el comercio, la banca, la usura. A consecuencia de esto, Ja «sociedad» en su conjunto, que comprende la ciudad, el campo y las instituciones que reglamentan las relacio- nes entre ambos, tiende a constituirse como reticulo de ciudades, con una cierta divisién del trabajo (técnica, so- cial y politicamente) entre estas" chidadés comunicadas Por Carreteras, vias fluviales y maritimas, rélaciones co- merciales y bancarias. Cabe imaginar que la divisin det trabajo entre las ciudades no seria lo bastante pujante y consciente como para determinar a: y poner fin a rivalidades y competen bano tal no legé a instaurarse. Sobre la base mencionada | se erigié el estado, poder centralizado. Una ciudad, causa | y éfecto de Esta particular centralidad, la del poder, se | itmpone sobre las otras: 1a capital. oad ‘Semejante proceso se desarrolla muy diferentemente en Italia, Alemania, Francia y el pafs de Flandes, Ingla- < terra, Espafia. La Ciudad predomina pero sin embargo > no es ya, como en la Antigtiedad, «ciudad-estado». Podria- mos distinguir pues tres términos: sociedad, Estado, Ciu: © ["dad. En este sistema urbano, cada ciud: 2 tituirse én Sistema ensimismaiio, cerrado, Lal! ~ Citidad conserva un cardcter orgénico de comunidad que! Je viene del pueblo, y que se traduce en Ia organizacién 5 corporativa, La vida comunitaria (que comporta asam- * CRRA > AM tobacko see Ade bleas generales y parciales) en nada impide las luchas de clase, Al conirario. Los violentos contrastes entre rique za y poder, los conflictos entre poderosos y oprimidos, ‘no impiden ni la afeccién a la Ciudad ni la contribucién activa a la belleza de la obra, En el marco urbano, las luchas de facciones, grupos y clases refuerzan el senti- miento de pertenencia, Los enfrentamientos politicos en- tre el minuto popolo, el popolo grasso, la aristocracia u oligarquia, tienen la Ciudad como terreno, como empefio. Estos grupos rivalizan en amor a su ciudad. Los que poseen riqueza y poder, por su parte, se sienten conti nuamente amenazados. Justifican su privilegio ante la comunidad mediante suntuosos dispendios de su fortu- na: edificios, fundaciones, palacios, embellecimientos, fiestas. Conviene subrayar esta paradoja, este hecho his t6rico mal esclarecido: las sociedades muy opresivas fue- Ton muy creadores y muy ricas en obras. Mas tarde, la produccién de productos reemplaz6 la produccién’ de obras y relaciones sociales afectas a estas obras, sobre todo en la Ciudad. Cuando Ja explotacién reemplaza a la opresién, la capacidad creadora desaparece. La nocién misma de ecreacién» se paraliza o degenera, miniaturi- .qzindose en el chacer» y la ecreatividads (el que resultaria de la industrializacién, implt- ca una’radical mutacién. El transito del capitalismo co-! mercial y bancario, as{ como el de la produccién artesa- nal a la produccién industrial y al capitalismo compe- do de una crisis gigantesca que: por los historiadores, salvo qui zs en lo relativo a la Ciudad v al «sistema urbano». | La industria naciente tiende a implantarse fuera dé las ciudades, lo cual no constituye, por lo demés, una ley absoluta: ninguna ley es completamente general y ab- soluta. Esta implantacién de empresas industriales, en un principio esporddicas y dispersas, dependié de multi- ples circunstancias, locales, regionales y nacionales. Por ejemplo, la imprenta, al parecer, ha pasado de manera relativamente continua, en el marco urbano, del estadio artesanal al empresarial. Lo contrario ocurre con las ac- tividades textiles, minero-extractivas, y metalirgicas. La a industria naciente se instala cerca de las fuentes de ener- gla (rios, bosques, mas tarde carbén), de los medios de transporte (rios y canales, ms tarde ferrocarriles), de Jas materias primas (minerales), de las reservas de mano de obra (el artesanado campesino, los tejedores y herre- ros, proporcionan una mano de obra ya cualificada), ‘Estas circunstancias permiten atin en la actualidad, en Francia, la existencia de numerosos centros textiles (valles normandos, valles de los Vosgos, etc.) que so- breviven a veces dificilmente. ¢Acaso no resulta notable que una parte de la metalureia pesada esté establecida en el valle del Mosela, entre dos antiguas ciudades. Nan- ey y Metz, los tnicos verdaderos centros urbanos de esta region industrial? ‘Las ciudades antiguas son, al mismo tiempo, mer- cados, fuentes de capital disponible, centros donde se gestionan estos capitales (bancos), residencias de los di- rigentes econémicos y politicos, reservas de mano de obra (es decir, los centros donde puede subsistir ese «cjército de reserva del proletariado», como dice Marx, que presiona sobre los salarios y permite el incremento de la plusvalia). Ademds, la Ciudad, como el taller, per- mite la concentracién de los medios de produccién (uti. Jes, materias primas, mano de obra) sobre un limitado espacio. Como la implantacién fuera de las ciudades no re- sultara satisfactoria para los wempresarios», la indus- tria, cuando le es factible, se acerca a los centros ur- banos. Inversamente, la ciudad anterior a la tndustria lizacién acelera el proceso, sobre todo en cuanto per- mite el rapido incremento de la productividad. La Ciu- dad ha desempefiado, pues, un importante papel en el take off (Rostow), es decir, en el despegue de la indus- tria. Las concentraciones urbanas han acompafiado las concentraciones de capitales en el sentido de Marx. A par- tir de entonces, la industria producirfa sus propios cen- tros urbanos, es decir, ciudades y aglomeraciones indus- triales ora pequefias (Le Creusot), ora medianas (Saint- Etienne), en ocasiones gigantescas (El Rhur, considera- 22 do como «conurbacién»). Interesaria considerar més am- pliamente el deterioro de Ja centralidad y del cardcter urbano en estas ciudades. El proceso nos aparece ahora, para el andlisis, en toda su complejidad, complejidad que e] término sindustria- lizacién» apenas revela. Esta complejidad se manifiesta en cuanto se cesa de pensar, por una parte, a partir de categorias de empresa y, por otra, a partir de cifras glo- bales de produccién (tantas toneladas de carbén, de ace- ro), es decir en cuanto la.reflexién distingue inductor de inducido, al observar la importancia de los fenémenos inducidos y su interaccién con los inductores La industria puede prescindir de Ja ciudad antigua (preindustrial, precapitalista), pero, para ello, debe cons- tituir aglomeractones en las que el cardcter urbano se deteriora, ¢No es quizd éste el caso de Estados Unidos y América del Norte, donde las «ciudades» en el sentido que se da a esta palabra en Francia y Europa son poco numerosas (Nueva York, Montreal, San Francisco)? Sin embargo, donde un reticulo de antiguas ciudades pre- existe, la industria lo toma al asalto, Se apodera del re- tfculo, Jo remodela de acuerdo con sus necesidades. Asi- mismo, ataca a la Ciudad (a cada ciudad), le presenta combate, Ia toma, la arrasa. Adueféndose de los anti- guos micleos, tiende a romperla. Ello no impide la ex- tensién del fendmeno urbano: ciudades y aglomeracio- nes, ciudades obreras, barrios periféricos (con el apén- dice de suburbios alld donde la industrializacién no al- canza a ocupar y fijar la mano de obra disponible), ‘Nos encontramos ante un doble proceso, 0, si se pre- fiere, ante un proceso con dos aspectos: industrializacién y urbanizacién, crecimiento y desarrollo, produccién eco- némica y vida social. Los dos «aspectos» de este proceso son inseparables, tienen unidad, pero sin embargo el proceso es conflictivo. Histéricamente, entre la realidad urbana y la realidsd industrial hay un violento chogue. ‘EI proceso yr su parte, una complejidad tanto mayor de aprehender cuanto que la industriali- zacién no sélo produce empresas (obreros y jefes de em- 2B presa) sino oficinas diversas, centros bancarios y finan- cieros, técnicos y politicos Este proceso dialéctico dista de ser esclarecido y, pa- ralelamente, dista de estar terminado. Todavia hoy pro- ‘voca situaciones «problematicas». Aqui nos contenta- mos con citar algunos ejemplos. En Venecia, la pobla- cién activa abandona Ia ciudad por la aglomeracién in dustrial (Mestre), que, sobre el continente, la duplica. Esta ciudad entre las ciudades, una de las mas hermo- sas que las épocas preindustriales nos han legado, esta amenazada no tanto por el deterioro material debido al mar o al hundimiento del terreno cuanto por el éxodo de los habitantes. En Atenas, una industrializa- cién relativamente cosiderable ha atraido a la capital a Jos habitantes de ciudades pequefias, a los campesi- nos. La Atenas moderna no tiene nada en comin con a ciudad antigua, recubierta, absorbida, desmesurada- mente extendida. Los monumentos y lugares (Agora, acré- polis) que permiten reencontrar la ciudad antigua sélo representan ya un lugar de peregrinacién estética y com sumo turfstico. Y, sin embargo, el micleo organizativo de la ciudad continta muy poderoso. Su contorno de ba- rrios recientes y semisuburbios, poblados de personas desarraigadas y desorganizadas, le confiere un poder ex- orbitante. La gigantesca aglomeracién casi informe per- mite-a los poseedores de los centros de decisién las peo- res empresas politicas, sobre todo porque la economia de este pais depende estrechamente de este circuito: espe- culacién inmobiliaria, de capitales por este sistema, inversién de estos capitales en la construccién, y asf sucesivamente Es éste un circuito frégil que en cualquier instante puede romperse y que define un tipo de urbanizacién sin industrializacién, o con débil indus- ‘rializacién pero con una répida extensién de la aglome- racién y Ia especulacién, sobre los terrenos y los inmue- bles. El circuito mantiene, asi, una prosperidad ficticia, En Francia, podrfamos citar numerosas ciudades que re- cientemente han quedado sumergidas por la industriali- zacién: Grenoble, Dunkerque, etc. En otros ejemplos se 24 da una masiva extensién de Ia ciudad y Ia urbanizacién (en el sentido amplio del término) con poca industriali- zacién. Ese seria el caso de Toulouse. Ese es el caso ge- neral de las ciudades de América del Sur y Africa, cer- cadas por un contorno de suburbios, En estas regiones ¥ paises, Ins estructuras aerarias antiguas se disuelven, y los campesinos desposeidos o arruinados huyen a las cludades en busca de trabajo y subsisiencia. Estos cam- pesinos proceden de sistemas de exolotacién destinados a desanarecer por el fuego de los precios munciales, que devende estrechamente de los paises y epolos de cre- cimiento» industriales. Estos fenémenos dependen a su vez de la industrializacién, En la actualidad, pues, se arudiza un roceso indu- cido cue cabe denominar «implosién-explosién» de la ciudad, El fenémeno urbano cubre una gran parte del territorio en Jos grandes paises industriales. Cruza ale- premente las fronteras nacionales: Ia Megalépalis de la Eurona del Norte se extiende desde el Ruhr hasta el mar, ¢ incluso hasta las ciudades inglesas y desde la regién parisina a los paises escandinavos. Este territorio esté contenido en un feiido urbano cada vez més tupido, aun- que no faltan diferenciaciones locales ni un conside- rable grado de divisién (técnica y social) del trabajo en las reziones, conglomeraciones v ciudades, Al mismo tiem- no, dentro de esta malla e incluso fuera, las concentra- ciones urbanas se hacen gigantescas; la poblacion se aba- rrota alcanzando densidades inquietantes (pcr unidad de superficie 0 de habitacién). Al mismo tiempo, tam- bién, muchos micleos urbanos antiguos se deterioran, es- tallan. Los habitantes se desplazan hacia lejamas verife- rias, residenciales o productivas. En los centros urbanos, las oficinas reemplazan a las viviendas. A veces (en los Estados Unidos) estos centros son abandonados a «los po- bres». y pasan a convertirse en ghettos para los desafor- tunados. A veces, por el contrario, las personas de me- jor situacién conservan fuertes posiciones en el cora- z6n de Ia ciudad (alrededor de Central Park, en Nueva York; en Marais, en Paris). 25 Examinemos ahora el ‘ejido urbano. Esta metéfora no es Jo bastante clara. Mas que un tejido desplega- do sobre el territorio, estas palabras designan uma cier- ta proliferacién biolégica y una especie de red de mallas desiguales que deja escapar a sectores mas 0 menos extensos; aldeas o pueblos, regiones enteras. Si estudiae mos los fenémenos a partir de la perspectiva del cam- po y de Jas antiguas estructuras agrarias, podremos ana- Jizar un movimiento general de concentracién: de la po- blacién en los burgos y en las peauefias v grandes clu dades, de la propiedad y de la explotacién, de la organi- zacion de transportes e intercambios comerciales, etc. Ello aboca a un tiempo al despoblamiento y a la pé-dida de bb caracterfstico campesino en los pueblos, que con- tintan siendo rurales, perdiendo lo que constituys la antigua vida campesina: artesanado, pequefio comercio local. Los antiguos «modos de vida» se pierden en el fol- Klore. Si analizamos el fenémeno a partir de las cuda- des, se observa la extensién no sélo de periferias densa. mente pobladas sino de reticulos (bancarios, comercia- les ¢ industriales) y de lugares de habitacién (residencias secundarias, espacios y lugares de ocio, etc.) El tejido urbano puede distinguirse utilizando el con- cepto de ecosistema, unidad coherente constituida alre- dedor de una o varias ciudades, antiguas o recientes, Pero esta descripciéa corre el riesgo de dejar al mergen lo esencial. En efecto, el interés del etejido urbenor no se limita a su morfologia. Es el armazén de una «manera de vivire més o menos intensa o desagradada: fa sociedad urbana. Sobre la base econémica del. «tejido urbano» aparecen fenémenos de otro orden, de otro nivel, el de Ia vide social y «cultural», La sociedad y la vida urbana, conducidas por el teiido urbano, penetran en el campo. Semejante manera de vivir implica sistemas de fines y sistemas de valores. Los elementos més conocidos del sistema urbano de fines son el agua, la clectricidad, el gas (butano en el campo), acompafiados del coche, la television, los utensilios de plastico, el mobiliario «mo- derno», lo que implica nuevas exigencias en Io relativo a 26 los servicios», Entre los elementos del sistema de var lores, citaremos el ocio a la manera urbvana (bailes, can. Glones), las costumbres, la adopcidn rapida de las mo- das, ¥ también, las preocupaciones por la seguridad, les exigencias de previsién relativas al porvenir; en resumen, una racionalidad difundida por la ciudad. Generalmen’ te, la juventud, un grupo de edad, contribuye activamen. te a esta rapida asimilacién de cosas Y representaciones venidas de Ja ciudad. Trivialidades sociolégicas, si se quiere, pero que conviene recordar para mostrar sus im. plicaciones. Entre Jas mallas del tejido urban, persis. ten islotes e islas de ruralidad «pura», territorios a me- hudo pobres (no siempre), poblados de campesinos de edad, «mal adaptados», despojados de todo le que cons- tituy6 la nobleza de la vida campesina en las épocas de la mas grande miseria y opresién, La relacién «urbani, dadruralidads. no desaparece por tanto; por el contra. rio: se intensifica. Ello ocurre incluso en los paises mds industrializados. Esta relacién interfiere con otras re, Presentaciones y otras relaciones reales: ciudad y cam: Po, naturaleza y ficticidad, etc. Aqui y alld las tensiones Se convierten en conflicto, los conflictos latentes se agu- dizan; aparece entonces a plena luz lo que se ocultsbs bajo el «tejido urbano». Por otra parte, los nticleos urbanos no desaparecen, rofdes por el tejido invasor o integrados a su trama, Estos nticleos resisten, tran: sformandose. Contintan sien. do centros de vida urbana tensa (en Paris, e] Barrio La- tino). Las cualidades estéticas de estos micleos antiguos desempefian un importante papel en su mantenimiento, No solamente contienen monumentos, sedes de institu. Clones, sino espacios adecuados para fiestas, desfiles, pa: seos, esparcimientos, El nucleo urbano pasa a ser asi Producto de consumo de alta calidad para los extranjeros, turistas, gentes venidas de Ia periferia, suburbanos, So” brevive gracias a esta doble funcién: lugar de consumo y consumo de lugar. De este modo, los antiguos centros en- tran més concretamente en el cambio y el valor de cam, bio sin perder valor de uso en razén de los espacios ofre. 27 cidos a actividades especfficas. Pasan a ser centros de consumo, El resurgimiento arquitecténico y urbanfstico del centro comercial s6lo da una versién mustia y mutila- da de lo que fue el nucleo de la ciudad antigua, a la ver comercial, religioso, intelectual, politico, econdmico (pro ductivo). La nocién y la imagen del centro comercial se yemontan en realidad a la Edad Media. El centro comer- cial corresponde a la pequefia y mediana ciudad medie- val. Pero hoy, el valor de cambio se impone hasta tal punto sobre el uso y el valor de uso que poco a poco su- prime este ultimo. Esta nocién no tiene, pues, nada de original. La creacién que corresponde a nuestra época, a ‘sus tendencias, a su horizonte (amenazador), es otra cosa ue el centro de decisiones? Este centro, que retine la formacién y la informacién, las capacidades de organiza- cién y de decisiones institucionales, aparece como pro- vecto en vias de realizacién de una nueva centralidad, la de] poder. Conviene que concedamos la mayor atencién a este concepto, y a la practica que denota y justifica. ‘Nos encontramos pues, en realidad, ante varios térmi- nos (al menos tres) en complejas relaciones, definibles por oposiciones de término a término, pero no agotados por estas oposiciones. Tenemos ruralidad y urbanidad (la sociedad urbana). Tenemos el tejido urbano, conductor de esta urbanidad, y la centralidad, antigua, renovada o nueva, De ahi una inquietante problemética, sobre todo cuando se pretende pasar del anflisis a una sintesis, de las experiencias a un proyecto (a lo «normativor). cEs preciso (pero, ¢qué significa este término?) dejar prolt ferar esponténeamente al tejido? , Podria decirse que la funcién publica asume lo que hhasta entonces entraba en una economia de mercado. Sin duda. Pero no por ello el alojemiento se convierte en un servicio piblico. El derecho al alojamiento aflora, por asi decir, en la conciencia social. Se hace reconocer de hecho, en la indignacién que los casos dramiticos le- vantan, en el descontento que la crisis engendra. Sin em- argo, no es reconocido formal y practicamente; es reco- nocido, por el contrario, como apéndice 2 Jos «derechos del hombre». La construccién que el Estado ha tomado a su cargo no transforma las orientaciones y concesiones adoptadas por la economia del mercado. Como Engels anticipara, la cuestién del alojamiento, incluso agravada, politicamente sélo ha desempefiado un papel secunda- rio. Los grupos y partidos de izquierda se han limitado fa reclamar «mas alojamientos». Por otra parte, las ini- ciativas de los organismos puiblicos y semipublicos no han sido guiadas por una concepcién urbanistica, sino, sim- plemente, por el propésito de proporcionar el mayor nti- mero posible de alojamientos lo mas répidamente po: ble y al menor costo. Los nuevos conjuntos autosuficien- tes estarin marcados por su cardcter funcional y abs- tracto. Hasta ese punto ha llevado Ia burocracia de Esta- do a su forma pura el concepto de habitat. Esta nocién, la de habitat, continuaba siendo «incier- ta», Los niicleos de pabellones individuales permitian va- riantes, interpretaciones particulares o individuales del habitat. Una especie de plasticidad permitia modificacio- nes, apropiaciones. El espacio del pabellén —cerca, jar- din, rincones diversos y disponibles—, al habitarlo, per~ mitia un marco de iniciativa y libertad limitada pero real. La racionalidad estatal va hasta el extremo. En el nuevo conjunto* el habitat se instaura en estado puro, suma de presiones. El gran conjunto realiza el concepto de habitat, como dirian algunos filésofos, excluyendo el habitar: la plasticidad del espacio, el modelamiento de este espacio, la apropiacién de sus condiciones de exis- * Conjunto: barrio autosuticiente, ia por los grupos individuos, De este modo, la co- sees po ns pos ¢ non, De ae deo del tiempo rigido que se inscribe y se significa en este nate babiat del nicleo de pabellones ha proliferado ab rededor de Paris en las comunas suburbanas, exiendien- do de manera desordenada el dominio edifieado. Una so- Ia ley rige este crecimiento urbano y no urbano ala vez: Ja especulacién del suelo. Los intersticios dejados por este crecimiento sin vacios han sido colmados por los grandes conjuntos. A la especulacién del suelo, ral com- Datida, se afiadié 1a especulacion de pisos cuando éstos eran objeto de copropiedad. De este modo se asegura- ba dentro del valor de cambio la entrada del alojamien- to en Ja rigueza mobiliaria y del suelo urbano, una vez arecidas las restricciones. | oe sie define la realidad urbana por la dependencia res- Best al centro, los nicleos periféricos son urbanos, Si se define e] orden urbano por una relacién perceptible (Je gible) entre centralidad y periferia, Jos nucleos periféri- cos estan desurbanizados. Y se puede afirmar que «la concepcidn urbanistica» de los grandes conjuntos se ha literalmente encarnizado con la ciudad y lo urbano para extirparlos, Toda la realidad urbana perceptible (legible) ha desaparecido: calles, plazas, monumentos, espacios significativos. Hasta el café (el bistrot) ha suscitado el re- sentimiento de los econjuntistas», su gusto por el asce- tismo, su reduccién del habitar al habitat. Ha sico preci- so que fueran hasta el fin en su destruccién de la reali- dad urbana sensible para que aparezca la exigencia de una restitucién, Timidamente, lentamente, hemos visto entonces reaparecer el café, el centro comercial, la calle, Jos equipamientos iamados culturales, en resumen, al- gunos elementos de Ja realidad urbana. De este modo, el orden urbano se descompone en ney tiempos: pabellones y conjuntos. Pero no hay socieda sin Sedan significa, perceptibilidad, legibilidad sobre el terreno, El desorden suburbano insinta un orden: la oposicién de los sectores de pabellones y de los con- Esta oposicién tiende a cons- tituirvun sistema de significaciones urbano incluso en la desurbanizacién. Cada sector se define (en y a través de la conciencia de los habitantes) por relacién al otro, por su contrariedad al otro. Los habitantes apenas tienen conciencia de un orden interno en su sector, pero los re- sidentes en los conjuntos se consideran y perciben eno Pabellonarios». Y reciprocamente. En el seno de la opo. sicién, las gentes de los grandes conjuntos se instalan en la ldgica del habitat y las gentes de los pabellones en lo imaginario del habitat. Los unos guardan Ia organizacion racional (en apariencia) del espacio. Los otros, la pre- sencia del suefio, de le naturaleza, de la salud, al margen de Ja vida malsana y desagradable. Pero la\l6gica del habitat sélo se percibe a través de su relacién con lo imaginario y lo imaginario por su relacién con la 16. gica, Las personas se representan a si mismas a través de aquello de lo que carecen o creen carccer, En exia relacién, lo imaginario ocupa la posicién de fuerza. So. bredetermina a Ia Iégica: el hecho de habitar se percibe Por referencia # los pabellones, tanto en unos como en otros (las gentes de los pabellones afioran la ausencia de una légica del espacio, mientras que la de los con juntos acusan la falta de no conocer la alegria pabello. naria). De ahi los sorprendentes resultados de las ences. tas. Mas del 80 por ciento de los franceses aspiran al alojainiento de vivienda individual y una considerable ma- yoria se declara esatisfecha» de los conjuntos. Un resuk tado que aqui no interesa. Conviene tan sélo subrayar que la conciencia de la ciudad y de la realidad urbana se atrofia tanto en unos como en otros, hasta su desapari. cida. La destruccién prictica y teérica (ideolégica) de la ciudad no puede, por lo demas, evitar dejar un enorme vacio. Ello, sin contar los problemas administrativos, otros de mas dificil solucién, cada ver. Para el andlisis xitico, el vacfo importa menos que la situacién conflic tiva caracterizada por el fin de la ciudad y Ia extension de Ia sociedad urbana, mutilada, deteriorada, pero real, Los suburbios son urbanos, en una morfologta disocia, 37 da, imperio de la separacién y Ia escisién entre Jos ele- mento: de lo que fue creado como unidad y simulta- neidad Desde esta perspectiva, el andlisis critico puede dis- tinguir tres perfodos (que no coinciden exactamente con el recorte del drama de la ciudad en tres actos antes es- bozade). Primer periodo. La industria y el proceso de indus- trializecién asaltan y arrollan Ja realidad urbana preexis- tente, hasta destrairla mediante la prictica y la ideolo- gia y extirparla de la realidad. La industrializacién, Ue ‘vada semin una estrategia de clase, se comporia como potencia negativa de la realidad urbana: Ja economia in dustrial niega Jo social urbano. ‘Segundo periodo (en parte yustapuesto al primero). La urbanizacién se extiende. La sociedad urbana se ge neraliza. La realidad urbana se hace reconocer en su des- truccién y a través de esta misma destruccién, como rea- lidad socioeconémica. Se descubre que la sociedad total corre el riesgo de descomponerse si Ia ciudad y la centra- lidad le faltan; ha desaparecido un dispositivo esencial para la urbanizacién planificada de la produccién y del consumo. Tercer periodo. Se reencuentra o se reinventa (no sin que la prictica y las concepeiones sufran su destruccién) la reelidad urbana. Se intenta restituir la centralidad. eQuiere esto decir que ha desaparecido la estrategia de clases? No es asf: simplemente. se ha modificado. A las antiguas centralidades, a la descomposicién de los cen- tros, sustituye ahora el centro de decision. ‘De este modo nace o renace la reflexién urbanfstica, sucesora de un urbanismo sin reflexién. Los amos, ante- fio, reyes y principes. no tuvieron necesidad de una teorfa urbanista para embellecer sus calles. Bastaba con la pre- sién que el pueblo ejercia sobre los amos, y también, con la presencia de una civilizacién y un estilo para que las riquezas procedentes del trabajo de este pueblo se invir- tieran en obras. El periodo burgués pondria fin a este tradicién milenaria. Al mismo tiempo, este perfodo aporia, 38 una racionalidad nueva diferenie de la racionalidad ela- borada por los filésofos desde Grecia. La Razin filosofica proponta definiciones (discutibles, pero pivoteadas en razonamientos bien elaborados) del hombre, el mundo, la historia, la sociedad. Su generali- racién democratica dio lugar acto seguido a un raciona- lismo de opiniones y actitudes. Cada ciudadano tenfa, 0 se presum{a que tenia, unz opinién razonada sobre cada hecho y cada problema que le concernfa; esta sensatez rechazaba lo irracional; una razén superior deberfa salir de la confrontacién de’ ideas ¥ opiniones, una sabiduria general incidente en ia voluntad general. Inutil insistir en Jas dificultades de este racionalismo clasico, ligadas a las dificultades poiiticas de la democracia, las difitultades précticas del humenismo, Durante el siglo xIx, y sobre todo durante el xx, la racionalidad orgenizadora adquie- re forma, que opera a los diversos niveles de la realidad social. ¢Procede de la empresa y la gestidn de las unid: des de produccién? ¢Nace al nivel del estado y Ia planifi- cacién? Lo importante es que constituye una razén anali- tica Nevada a sus wltimas consecuencias. Parte de un and- lisis metodico de los elementos, lo més sutil posible (de tuna operacién productore, de una organizacién econdmi ca y social, de una estructura o una funcién). A cont nuscién, subordina estos elementos a una finelided.

You might also like