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ALFRED ADLER Viena - Aberdeen PRACTICA Y TRORIA Ok LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO Introduccién, Supervision, Notas, Apéndice y Bibliografia de JAIME BERNSTEIN Director del_ Instituto de Psicologia de la Universidad del Litoral. Profesor de la Universidad de Buenos Aires, EDITORIAL PAIDOS Buenos Arres CAPITULO I LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO SUS PREMISAS Y SUS RESULTADOS Si lanzamos una mirada de conjunto sobre los criterios y las teorias de la mayor parte de los psicélogos, hallaremos una extrafia limitacién en el campo a investigar y en los medios de conocimiento. Es como si, por un incompresible propésito, debieran excluirse la experiencia y el conocimiento humano, y se les negase todo valor al punto de vista y a la intuicién artisticos y creadores. En tanto los psicélogos experimentales registran o provocan fendmenos para com- prender las distintas reacciones, y en tltimo andlisis, no hacen sino una filosofia de la vida psiquica, los demas enclaustran toda forma de expresién y todo fenémeno dentro de sistemas tradicionales, algu- nas veces ligeramente modificados. Y, claro est4, es natural que, con tal procedimiento, en los hechos particulares encuentren los nexos y determinaciones con que a priori habjan construido su esquema de la psique. O bien inténtase construir los estados de dnimo y el pensamiento mediante pequefios fenémenos aislados con los cuales sea posible el confrontamiento con los hechos fisiolégicos, afirmando la igualdad entre unos y otros. El que de esta suerte el pensamiento subjetivo y la intuicién parezcan eliminados —aun cuando, en realidad, domi- nan de un modo incontrastable—, representa para estos cientificos una ventaja mas de su concepcion psicoldgica. De otra parte, el método de proceder de estas direcciones cienti- ficas recuerda, por su importancia como escuela preparatoria del pen- samiento humano, a Ia antigua y ahora superada historia natural. con sus rigidos sistemas hoy sustituidos en general por puntos de vista que buscan comprender la vida biolégicamente, pero también psicolégica y filoséficamente, abrazando todas sus variantes en un nico nexo. Esto es lo que intenta hacer la corriente a la que he 22 ALFRED ADLER denominado Psicologia comparada del individuo. A partir de la pre- misa de la unicidad de la individualidad, procura crear la imagen de la personalidad unitaria como una de las variantes de las expresio- nes vitales singulares y de sus formas expresivas, Las rasgos singu- lares son confrontados entre si, conducidos a su linea comin e in- corporados hasta integrar el cuadro individual total@. Esta manera de considerar la vida psiquica de los hombres no tiene nada de insélito 0 de especialmente audaz. A despecho de otros enfoques posibles, se destaca en particular en el estudio de la Psico- logia infantil. Pero los artistas, los pintores, los escultores, los misi- cos y, més que nadie, los poctas, cumplen en sus obras cl comctido de representar todos los rasgos mintisculos de sus figuras, de suerte que el espectador pueda captar las lineas esenciales de la persona- lidad y le sea dable reconstruir a través de aquellos fragmentos lo ipadamente el artista habia ya introducido en vista de sus fines. En especial para la vida de la sociedad —entendida sin pre- conceptos cientificos— es de tanta importancia conocer la meta de un fenémeno que —preciso es decirlo—, pese a todas las teorias cien- tificas contrarias, nadie ha podido aan hacerse una opinién sobre un hecho humano sin captar antes una linea que una todos los fendmenos psiquicos de una persona en relacién con su objetivo. Si corro hacia mi casa, a quien me observa ofrezco el porte, la expresién, el movimiento, el gesto, que en general se esta habituado a esperar de una persona que vuelve a su casa, Y ello, a pesar de todos los reflejos y de toda causalidad. Asi como podrian variar las causas, podrian ser distintos mis reflejos; pero lo que por via psico- légica se puede intuir y, sobre todo, lo que nos interesa en la préc- tica, y para la psicologia de un modo casi exclusivo, es la linea que uno sigue. Si conozco el objetivo de una persona sé, aunque solo aproxima- tivamente, qué sucedera. Y, por lo tanto, me hallaré en condiciones de inferir los movimientos parciales que han de seguir, seré capaz de verlos en su nexo, o de corregir y adaptar continuamente mi conoci- miento psicolégico aproximativo de los nexos. En cambio, si sdlo conozco las causas, los reflejos y la velocidad de reaccién, la capaci- dad de atencién y otras cosas similares, no sabré nada de lo que acontece en el dnimo de la persona en cuestién. * Por otros caminos GuiterMo Stern ha Ilegado a conclusiones simi- lares a las mias. [Véa: Psicologia general desde el punto de vista persona- listico. Buenos Aires, Paidés, 1951. Todos los fenémenos y procesos psiquicos se interpretan alli desde el punto de vista de la totalidad personal. (E.) ]. LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO 23 El propio sujeto no sabria qué hacer de si, si no tendiera hacia un objetivo. Mientras no conozcamos su linea de vida determinada por una meta, el conocimiento de todo su sistema de reflejos y de toda su constelacién causal, no seria suficiente para permitirnos sa- ber a ciencia cierta qué hard esa persona de inmediato: cualquier resultante psiquico nos puede parecer posible. Esta deficiencia re- sulta sobremanera evidente en los experimentos de asociacién. No porque una persona asocie “cuerda” con la palabra “arbol” habré de descubrir que ha sufrido una grave decepcion. En cambio, si sé que su objetivo es el suicidio, atenderé con seguridad a ese nexo, y con tal seguridad que apartaré de su alcance cuchillos, veneno y armas de fuego. condiciones de pensar, sentir, de querer, de obrar sin tener un objetivo en nuestra mente. Porque ninguna causalidad basta al organismo viviente para domi- nar el caos del futuro y evitar el desorden del que en tal caso seria- mos victimas. Toda accién se detendria en el estadio de confuso ensayo; la vida psiquica no alcanzaria a organizar su economia y, carentes de unidad, de fisonomia, de nota personal, nos asemejaria- mos a seres vivientes del nivel de una ameba. En tanto lo inerte obedece a una causalidad reconocible, la vida es deber. El admitir un objetivo en la vida psiquica esta de acuerdo, sin lugar a dudas, con la realidad. Ni siquiera plantéanse dudas consi- derando fenémenos singulares, separados de su nexo. Es facil de- mostrarlo. Basta observar desde el angulo de estas premisas las tenta- tivas de caminar en un nifio o en una parturienta. Naturalmente, si alguien quiere tratar con los fenémenos sin premisa alguna, el sig- nificado mas profundo le quedara oculto. Antes de que se dé el primer paso, el objetivo del movimiento esta ya establecido y se tra- duce en cada movimiento parcial. Cabe igualmente demostrar que todos los fenémenos psiquicos reciben su direccién de un objetivo preestablecido. Pero todos estos objetivos preliminares, observables independientemente, caen —tras un breve perfodo del desarrollo psiquico del nifio— bajo el dominio de un objetivo fiiiliiCnGioylaeiiniltiniipensadolcomomijonyadcfi- 0. En otras palabras: la vida psiquica del hombre est4 en fun- cion del ultimo acto, tal como las criaturas del drama. Esta comprobacién de la Psicologia del individuo que puede ve- rificarse sobre cualquier personalidad, comanusesesissuiSna> 24, ALFRED ADLER —en vista a la comprensién de una personalidad— sino como prepa- zacién para un objetivo. La meta final nace, consciente o inconscien- temente, en cada individuo, pero nunca es comprendida en su ver- dadero significado. La ventaja que, para la comprensién psicoldgica, deriva de nues- tro punto de vista, resulta sobremanera evidente cuando caemos en la cuenta de la multiplicidad de significados posibles de un pro- ceso psiquico extraido de su nexo. Tomemos el ejemplo de una per- sona de “mala memoria”. Admitamos que sea consciente de esa defi- ciencia y que el examen acuse una escasa capacidad de atencién para silabas sin sentido. Basandonos en el uso —que hoy seria mejor llamar abuso— tradicional de la psicologia, se deberia formular el juicio siguiente: esta persona sufre de una deficiencia, congénita o morbosamente adquirida, de la capacidad de atencién. Digamos de paso que en este tipo de exdmenes, el diagnéstico expresa, con otras palabras, lo que ya estaba en la premisa. Por ejemplo en este caso: si una persona recuerda tinicamente pocas palabras, si tiene, mala memoria, “sufre una deficiente capacidad de atencién”. El modo de proceder de la Psicologia del individuo es completa- mente distinto. Una vez descartadas las causas orgdnicas, se plan- tea la pregunta: ga qué tiende la debilidad de la memoria? ;Qué quiere lograr? Este objetivo se nos revela inicamente tras un cono- cimiento intimo de todo el individuo, pues la comprensién de una parte sdlo resulta de la comprensién del todo. Entonces descubrire- mos, por ejemplo (lo que, ademas, ocurre en verdad en muchisi- mos casos): que esta persona intenta demostrarse a si misma y a {fos demas que —por ciertos motivos que deben quedar inexpresados inconscientes, pero susceptibles de presentarse adecuadamente me- diante la falta de memoria— debe evitarse una accién o una decisién (cambio de profesién, estudio, examen, matrimonio, etc.). Asi, la falta de memoria quedaria desenmascarada como tendenciosa, y se revelaria su significado como una lucha contra la derrota. En nues- tro examen de la incapacidad de atencién, nos ocuparemos, precisa- mente, de esa deficiencia inherente al oculto plan de vida de esa persona. Esta deficiencia tiene, pues, una funcién que sdlo se podra comprender si se la refiere a toda la personalidad. ;Pero cémo pue- den provocarse tales deficiencias o tales enfermedades? Algunos las elaboran de manera que presenten un relieve especial; creando un “arreglito”, acentiian intencionalmente las debilidades fisiologicas ge- nerales para hacerlas valer como sufrimientos personales. Otros, en cambio, ya ensimismandose en un estado anormal, ya creandose pre- LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO 25 ocupaciones mediante presentimientos pesimistas y catastréficos, so- cavan su fe en las propias capacidades hasta el punto de perder la mitad de sus propias posibilidades de atencién y de voluntad. Para dar-un ejemplo mas podemos hacer la misma observacién en mérito a los efectos. Una sefiora sufre de accesos de angustia que se repiten periddicamente. A falta de una explicacién mas convincen- te, solia suponerse meramente una degeneracién hereditaria, una en- fermedad de los vasomotores, del vago, etc. 0 se buscaba en su pasado un acontecimiento terrorifico, un trauma, que habria sido la causa de la enfermedad. Empero, si estudiamos a este individuo y seguimos sus lineas directrices, descubriremos, por ejemplo, un excesivo afan de dominio que también usa de la angustia como arma de agresién en cuanto la obediencia ciega o pasiva de los otros esta a punto de cesar, ni bien falta el deseado asentimiento ajeno — cosa que puede ocurrir, por ejemplo, cuando el marido quiere salir de casa sin auto- rizacion. Nuestra ciencia exige un procedimiento estrictamente individua- lizador y no gusta, pues, de las generalizaciones. Sin embargo, para usum delphini formularé a continuacién la afirmacién siguiente: una vez comprendido el objetivo de un movimiento psiquico o de un plan de vida, cabe esperar una completa congruencia entre cada uno de los movimientos parciales, de una parte, y el objetivo y el plan de vida, de otra. Con ligeras limitaciones, esta tesis tiene muy amplia validez. También invirtiéndola conserva su valor: los movimientos parciales, al ser comprendidos, deben reflejar en su conjunto un plan de vida unitario y su objetivo final. Asi, pues, nosotros aseveramos que, con independencia de la disposicién, del ambiente y de la experiencia, detras de las fuerzas psiquicas subyace una idea directriz, y que to- dos los movimientos expresivos, el sentimiento, el pensamiento, la voluntad, la accién, el suefio y los fenémenos psicopaticos estan en funcién de un plan de vida unitario, De este tender hacia un obje- tivo que el individuo establece para si, resulta la unidad de la per- sonalidad. Asi sobreviene en el drgano psiquico una teleologia que se entiende como artificio y construccién querida. Una breve refe- rencia explicaré y a la vez atenuard tan herejes aserciones: mas que la disposicion, el acontecer objetivo y el ambiente; importa su valo- racién subjetiva. Por lo dems, esta valoracién a menudo se halla en extrafia relacién con las circunstancias reales. Este hecho funda- mental no es facil de hallar en la psicologia de las masas, porque la “superestructura ideolégica sobre la base econémica” (Marx y 26 ALFRED ADLER Engels) y sus datos empiricos, imponen un “equilibrio” de las dife- rencias personales, Empero, la valoracién del individuo (que con frecuencia produce una atmésfera estable impregnada de sentimien- to de inferioridad), se cristaliza —de acuerdo con la técnica incons- ciente de nuestro aparato de pensamiento—, en un objetivo ficticio a manera de compensacién pensada y definitiva, y un plan de vida destinado a llevar a cabo esa compensacion *. Ya he hablado reiteradamente de “comprender” a los hombres. Pero, a la manera de ciertos tedricos de la “Psicologia comprensiva” o de la Psicologia de la personalidad, haciendo silencio en el preciso momento en que deberia explicar qué ha de entenderse por ello. Es grande el peligro de una exposicién breve —inclusive en este aspecto de nuestra investigacién— de los resultados de la Psicologia del in- dividuo. La explicacién obliga a reducir el movimiento vivo a pala- bras e imagenes; a prescindir de concretas diferencias para alcanzar formulas unitarias. En la descripcién sera inevitable incurrir en ese error que nos esta severamente prohibido en la practica: acercarnos a la vida psiquica individual equipados con un esquema rigido —tal como lo hace la escuela de Freud. Hecha esta advertencia, en lo que sigue quiero exponer los mas importantes resultados de nuestras investigaciones sobre la vida psi- quica. Ante todo debemos advertir que la dindmica de la vida psiqui- ca, de la cual hablaremos, se encuentra por igual tanto en las perso- nas sanas como en las enfermas. ej i . quipaionnia pues, hablar de un objetivo humano general. De la cbservacién precisa se deriva que la premisa fundamental para una mejor comprensién de cualquier movimiento psiquico, es que ellos tienden a un objetivo de superioridad. Cada uno sabe, por cuenta propia, algo de lo dicho por los grandes pensadores. Pero es mucho mas lo que se halla envuelto en misteriosa penumbra y sélo sale a luz en la locura o en el éxtasis. Sea que uno quiera ser artista o el primero en su profesién, que uno quiera ser el amo absoluto en su casa, dialogue con Dios 0 hable mal de los demas, que considere su dolor mayor que el de ninguno, que se lance en persecucién de idea- * EI objetivo ficticio, confuso y labil, no mensurable, creado con fuer: zas insuficientes y, por cierto, no en estado de gracia, carece de existencia real y, por tanto, no es enteramente asible “sub especie causal”. Lo es, en cambio, como un attificio teleoldgico de la psique en busca de orientacién. LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO 27 les inalcanzables o derribe antiguos idolos, antiguos limites y anti- guas normas, cualquiera sea su camino, siempre se halla conducido por su afan de superioridad, por su afan de sentirse semejante a Dios. r, cada uno por su parte quiere sentir su propio poder superior al de su pareja. En la eleccién profesional esponténea ese objetivo se hace sentir, interiormente, en presentimiento y en temores excesivos, e inclusive el suicida ansioso de venganza, pregus- ta su triunfo definitivo sobre todas las dificultades. Para lograr la posesién de un objeto o de una persona, se pueden tomar diferentes caminos§§GINGSMiKOMEEEEOD y darse a la obra con orgullo, con prepo- tencia, con obstinacién, crueldad y coraje; o bien, si la experiencia nos lo impone, se puede seguir el camino de los circunloquios y rodeos, combatir por la propia causa mediante la obediencia, el some- timiento, la prudencia y la humildad. Todos estos rasgos de caracter tampoco tienen existencia independiente; también ellos responden im- Mas este objetivo de la superioridad absoluta, que en ciertos indi- viduos se manifiesta de un modo sobremanera extrafio, no es alcan- zable en este mundo. Considerado en si mismo pertenece al dominio de las “ficciones” o “fantasias”. Con razon Vaihinger (Die Philo- sophie des Als -Ob) sefiala que su importancia reside en que, si bien en si mismas carecen de sentido, tienen, no obstante, la maxima im- portancia para nuestra conducta. Este objetivo ficticio de superiori- dad —cuya contradiccién con la realidad es tan evidente— constituye la premisa fundamental de nuestra vida: nos ensefia a hacer distin- ciones, dicta nuestra actitud, nos da seguridad, construye y guia nues- tro hacer y obliga a nuestro esp‘ritu a prever y a perfeccionarse. De otra parte, en su aspecto negativo: imprime a nuestra vida una orien- tacién hostil y combativa, aparta de toda consideracién sentimental y constantemente conduce a alejarse de la realidad y a violarla cuan- do conviene a sus fines. Quien persigue este objetivo de igualacién, como quien lo toma al pie de la letra, pronto se vera forzado a desviar- se de la vida verdadera y a comprometerse en la busqueda de una existencia lateral, en el mejor de los casos, en el arte, y, por lo ge- neral, en la vida piadosa, la neurosis o el crimen. (Véase en este yo- lumen “El problema de Ia distancia”). No cabe ahora entrar en detalles. S le, en efecto, mayor frecuencia, sélo se manifiesta claramente en los momentos de exigencias y de 28 ALFRED ADLER aspiraciones. A menudo adviértense sus rastros en oscuros recuerdos. Pero, ciertamente, ni la més seria investigacién podria reclamar sig- nos objetivos de ellos. Pero toda actitud, fisica o espiritual, dejaré ver nitidamente su origen en el afan de poder y denunciara algun ideal de perfeccién y de logro absolutos; y en todos los casos mas 0 me- Facil es verificar la exactitud de este aserto. Si cada uno tiene un ideal de superioridad —segiin se ve exageradamente en el neurd- tico—, simulténeamente iso, jactancia, desconfianza, avaricia: en cores tls sguelas ta uifestacionesyqueysuponeslagluchayghabrin de acusarse en una mag nitud harto mayor que la exigida por la mera autoconservacién. Pr6- ximos a estos rasgos, y en ocasiones coexistiendo con ellos o sustitu- yéndolos, se verdn aparecer —segiin sea el grado de autoconfian- za con que el individuo persiga su meta final— rasg@§ @@EOEGUIION de emulacién, de valentia, de salvar, dar y guiar a los demds. La inves- tigacién psicolégica demanda mucha objetividad para que el jui- cio moral no turbe la pureza de la observacién. Sin embargo, sefia- lemos que nuestra simpatia o antipatia hacia los demas depende de que sus rasgos de caracter pertenezcan a uno u otro tipo. Finalmente, precisa sefialar queqeremiespecialvenslastpersonasmeuroticas>—, los sen- timientos hostiles se hallan a menudo tan ocultos que, justificada- mente, su poseedor podra sorprenderse o irritarse si alguien se los se- fialase. Tomemos el caso de des nifios hermanos, de los cuales el ma- yor se crea una situacién desagradable a causa de su afan terco y obstinado de obtener una posicién de predominio en el circulo fami- liar. El menor opera de un modo mis astuto: se hace modelo de obe- diencia y asi llega a constituirse en el predilecto de la familia, a quien se le satisfacen todos sus deseos. Pero si el orgullo no cede y sobrevienen las inevitables desilusiones, su disposicién para la obe- diencia desaparece; se presentan fendmenos compulsivos morbosos de obstaculizar toda orden paterna —ello aun cuando el nifio parezca afanoso por observar obediencia—. Tratase, pues, de una obediencia que de tiempo en tiempo es autométicamente abandonada por pen- samientos comulsivos. Este caso nos deja ver cémo el menor debe recorrer un camino mas largo para transitar, finalmente, la misma li- nea del mayor. LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO 29 Muy pronto todo el volumen del afan infantil de dominio adquie- re una concrecién individual, de forma y de contenido. A este afén individual, su_pensamiento consciente no lo puede asimilar sino en la medida permisible por el silinlentondercomumidadeeserer omnis Llegado a este punto debo confirmar una vieja norma de todo psicdlogo; es posible rastrear cualquier rasgo saliente de una persona hasta su origen infantil. en el nifio se forman y entrenan todos lo: isticos de la per- cimiento de procesos neuréticos, o de una asistencia psicolégica in- dividual. Traeré a colacién otro ejemplo —que en forma parecida se repi- te inntimeras veces— para mostrar con mayor precisién de qué mane- ra los neuréticos se fijan un objetivo. Un hombre extraordinariamen- te dotado, que con su gentileza y sus buenas maneras se habia con- quistado el favor de una joven de mucho valer, penso casarse con ella. Al mismo tiempo asediaba a la joven con un pesado ideal de educacién que le imponia gravisimos sacrificios. Durante un cierto tiempo la joven soporté el intento de satisfacer sus desmesuradas exi- gencias, hasta que, para evitar pruebas ulteriores, rompié las relacio- nes. El hombre en cuestién sufrié entonces un colapso nervioso. El examen psicolégico-individual del caso mostré que el objetivo de su- perioridad a que tendia este paciente, y que se manifestaba en esas desconsideradas exigencias para con su pareja, excluia, desde mucho tiempo antes, la posibilidad del matrimonio y, sin comprenderlo, lo condujo a provocar esa ruptura, por no creerse a la altura de la lu- cha abierta que —en su fantasia— representaria el matrimonio. Tam- bién esta falta de confianza en si mismo databa de su mas tempra- na infancia, durante la cual, en situacion de hijo dnico habia vi- vido con su madre, precozmente viuda, més bien alejado del mun- do. De aquel periodo, coloreado por continuas luchas domésticas, re- tenia una indeleble impresién que nunca se habia confesado abier- tamente: la de no ser suficientemente varonil y la de no estar a la altura que exige enfrentar a una mujer. Esta actitud psiquica cons- tituye una suerte de sentimiento continuo de inferioridad, y es facil comprender su significacién determinante sobre el destino de ese 30 ALFRED ADLER hombre y cémo habria de forzarlo a proteger su prestigio personal soslayando el cumplimiento de las exigencias de la realidad. En efecto, el paciente se procura aquella situacién de lucha y de hostilidad frente a la mujer —a la quc sus sccrctos preparativos para el celibato tendian y que le fuera dictada por su miedo a tener una esposa— y planted con su prometida una situacién andloga a la que habia mantenido con su madre, a quien también habia querido aba- tir. Esta relacién provocada por un afan de victoria, no ha sido com- prendida por la escuela de Freud, que la interpreté como fijacién en el amor incestuoso por la madre. En realidad, es, por el contrario, el sentimiento de inferioridad infantil exacerbado por una infortunada relacién con la madre, el que impele a que el paciente, usando las mas fuertes tendencias a la seguridad, intente nuevamente luchar contra la mujer. Sea cual fuere el significado que se quiera dar al amor, en este caso no se trata de un sentimiento social calificado, sino slo de una apariencia, de su caricatura: un simple medio para un fin. El fin es procurarse un triunfo sobre un sujeto femenino adecuado. De ahi los continuos exémenes y las continuas exigencias; de ahi, finalmente, la inevitable ruptura. sta ruptura no “le ha ocu- rrido” al paciente; se la ha arreglado artisticamente —“arreglito” para el cual se ha valido de los viejos recursos brindados por su experien- cia con la madre. Por este expediente —supresion del matrimonio— la derrota matrimonial queda excluida. En esta forma de posicién es dable ver como, tras el “factor concreto”, tras lo inmediato, se encu- bre el “factor personal”. La explicacién de este fenémeno implica la existencia del “orgullo wemendo”..Existen dos formas de urgullo, de las cuales la segunda viene a sobreponerse a la primera, cuando una derrota ha Ilevado al descorazonamiento. La primera forma, desde adentro de la persona la empuja hacia adelante; la segunda, enfrentada a la persona, la empuja hacia atras: “Si atraviesas el Halys, destrui- rds un gran reino”, Cominmente los neuréticos se encuentran en es- ta segunda posicion y son en ellos muy escasos los rasgos de la prime- ra forma: esta de un modo condicionado o como mera apariencia. En esos casos suelen decir: “si, antes, en aquel tiempo, era orgullo- so”. No obstante, contindan siéndolo, en tanto que con el “arreglito” de su dolor, de su depresién, de su indiferencia se han obstaculizado el camino que lleva hacia adelante. Su respuesta a la pregunta: “gdén- de estabas cuando se hizo el reparto del mundo?”, es siempre la mis- ma: “estaba enferma”. Asi, en lugar de ocuparse de sus relaciones con el mundo exterior, Ilegan a ocuparse sélo de si mismo. Jung y Freud han juzgado més tarde, erréneamente, que este factor neurd- LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO 31 tico de maxima importancia se encuentra en tipos congénitos, y lo han interpretado el uno como “introversién” y el otro como “narci- sismo”. of. Si con nuestra interpretacién el comportamiento del pacienle queda despojado de todo misterio, si en su gesto prepotente recono- cemos con claridad la agresién que quiere enmascararse como amor, su colapso nervioso, en cambio, menos comprensible, demanda un breve comentario. De esta manera entramos ya realmente en el campo de la psicologia de las neurosis. Una vez més, como en su infancia, el paciente ha naufragado contra una mujer. En todos los casos simila- res, el neurético tiende a reforzar sus seguridades y a alejarse lo mas posible del peligro. Nuestro paciente necesita el colapso para proveer- se de un penoso recuerdo, plantear el problema de la culpa y pro- nunciarse en perjuicio de la mujer a fin de operar, en adelante, “jcon mayor cautela atin!”. Este hombre tiene hoy treinta afios. Suponga- mos que —enlutado por su ideal perdido— arrastre su dolor diez 0 yeinte afios mas: a esta altura ya puede contar con que se halla a buen recaudo, acaso definitivamente, contra toda relacién amorosa y, por tanto, desde su punto de vista, contra toda nueva derrota. También este colapso nervioso lo elabora el paciente emplean- do los viejos recursos de su experiencia, si bien mas aguzados: asi como cuando de nifio se negaba a comer, a dormir, a trabajar, ha- ciendo el papel del moribundo. Con la culpa de la mujer amada ba- ja su plato de la balanza, en tanto aventajandola por sus buenas ma- neras y su cardcter el de él sube, logrando asi sus propésitos: él es una persona superior, él es mejor, su pareja es “pérfida como todas las mujeres”. Ellas no pueden compararse con él, un hombre. De es- te modo ha cumplido con el propésito sustentado desde muchacho: ha probado ser superior al sexo femenino, sin poner a prueba sus fuerzas, Térnasenos comprensible que su reaccién nerviosa no sera nunca demasiado acre: él debe estar sobre la tierra como un repro- che viviente contra las mujeres. Si el paciente fuese consciente de sus planes secretos, todo su esti- lo de vida estaria imbuido de animosidad y de malas intenciones y, por tanto, no podria alcanzar el fin propuesto —la superioridad sobre las mujeres. Si se percibiese como nosotros a él, se veria a si mismo alterando todos los pesos de los platillos, cargandolos todos segin un resultado decidido de antemano. Lo que le sucede no dependeria ya més, ante sus ojos, del destino, y menos atin podria su balance arro- jar un activo a su favor. Pero su meta, su plan, su engafio frente a la vida exigen que ese trabajo se realice en secreto: asi logra que su 32 ALFRED ADLER plan de vida permanezca inconsciente y que el enfermo pueda creer en un destino ciego y no en una marcha responsable desde largo tiempo preparada y calculada. Diferiré para mas adelante la descripcién exhaustiva de esta “dis- tancia” que el paciente pone entre si y la decisién —en nuestro caso, el matrimonio. También reservaré para cuando examine el “arregli- to” neurético, la consideracién de los expedientes de que hecha mano para obtenerla. Baste ahora sefialar que esa distancia se expresa cla- tamente en “la actitud vacilante” del paciente, en sus principios, en su vision de la realidad y en sus engafios frente a la vida. El modo més cficaz para desplegarla es siempre la neurosis o la psicosis. Muy adecuadas para crear “distancias” son, ademas, las perversiones sexua- les y la impotencia en cualquiera de sus formas. La conclusion y el punto de conciliacién con la vida en estos casos se expresan en una © muchas frases que comienzan con un “si”, “Si las cosas hubieran ocurrido de otra manera...”. La importancia de los problemas educacionales a los cuales nues- tra escuela les asigna méxima significacién (ver: Curar y Educar) resulta claramente de las conexiones que hemos establecido. Como en un tratamiento, nuestra cet ieee i i n- der las fuentes de ese importante mecanismo psiquico. Hemos_men- cionado ya un factor fundamental de la dindmica psiquic @paeidad —por el momento inevitable— del aparato psiquico, para posibilitar la adaptacion y expansién en la realidad mediante el re- curso artistico de fijarse un objetivo. He dicho ya cémo la aspira- cién a asemejarse a Dios hace de la posicién del individuo en su am- biente una posicién de lucha, y cémo esta lucha responde al intento de acercar al individuo a su objetivo, sea con los recursos de una agresién rectilinea 0 siguiendo el hilo conductor de la prudencia. Si se rastrea hasta la infancia la génesis de esta agresividad, en todos los casos se encontrar un hecho fundamental y determinante: el nifio afectado durante todo el proceso de su desarrollo por un sentimiento de inferioridad frente a sus progenitores y al mundo. De la imperfec- cién de sus érganos, de su inseguridad y de su estado de dependen- cia, de su necesidad de apoyarse en los mas fuertes y de su subordi- narse a los otros —vista las mas de las veces en forma dolorosa— le * “La lucha por Ia vida”, “la lucha de uno contra todos” no son sino otros aspectos de la misma relacion. LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO 33 nace aquel sentimiento de insuficiencia que traduce en todas las actividades vitales. A este sentimiento de inferioridad se debe esa constante inquietud del nifio, su ansia de actividad, su deseo de repre- sentar algo, su necesidad de medir las propias fuerzas, asi como su entrenamiento para el futuro con todos los preparativos fisicos y psiquicos inherentes. La educabilidad del nifio depende de este senti- miento de inferioridad, que lleva al nifio a ver el futuro como la tierra prometida que debe traerle la compensacién de sus déficit actuales. Y para él sélo es compensatorio aquello que suprima para siempre gido a tanta mayor altura y mas aferrado a él quedaré el nifio cuanto més clara y prolongadamente haya sentido su inseguridad; cuanto mas haya sufrido a causa de alguna debilidad fisica 0 mental; cuan- to mas haya padecido en la vida a causa de una posicién hnmillante. Quien desee adivinar este objetivo en la infancia, debe observar al nifio en sus juegos, en sus actividades libremente elegidas o en las fantasias de su futura profesién. Las constantes mutaciones que pre sentan estos fendémenos es mera apariencia externa: en cada nuevo objetivo siempre cree poder asegurar su triunfo, Queda ain una va- riante de este “hacer planes”: los nifios poco agresivos 0 enfermizos a menudo aprenden a explotar su debilidad y a obligar asi a los de- mas a sometérseles, y proseguiran haciéndolo en adelante, hasta tanto consigan ver, de un modo incontrastable, su engafioso plan de vida. Un aspecto particular se ofrece al observador atento cuando esta dindmica compensatoria hace aparecer inferior el propio papel sexual y compele hacia 1 En nuestra cultura, de orienta- cién masculina, tanto las ninas como los nifios a menudo se creeran obligados a especiales esfuerzos y artificios. Es indudable que entre estos esfuerzos los hay muy favorables. Mantener estos ultimos, pero descubrir y esterilizar las infinitas lineas directrices que conducen por caminos erréneos y provocan enfermedades, constituye nuestro verdadero cometido, que va mucho mas alla de los limites del arte estrictamente médico. De esta empresa, nuestra vida social y la edu- cacién de las nuevas generaciones deben esperar las mas preciosas posibilidades, pues la meta de esta visin de la vida es lograr el re- fuerzo del sentido de la realidad y de la responsabilidad y la sustitu- cién de la animosidad latente por una benevolencia reciproca. Tal 34 ALFRED ADLER meta s6lo podra alcanzarse por un desarrollo consciente del sentimien- to de comunidad y una renuncia consciente al afan de poder. Quien quiera saber algo sobre las fantasias de poder del nifio, debe acudir al Adolescente de Dostoiewski. En uno de mis pacientes lo he hallado de un modo muy acentuado y crudo. En sus deseos y en sus suefios volvia el mismo deseo de que los otros se murieran, a fin de que él tuviese ms espacio para vivir; que a los otros todo le fuese mal, a fin de que él pudiese tener mayores posibilidades. Esta acti- tud recuerda los errores y la crueldad de muchas personas que hacen depender todos sus males del hecho de que este mundo esté dema- siado poblado —sentimientos que, por cierto, han hecho grata aqui y alla la idea de la guerra mundial. En estas ficciones, el sentimiento de seguridad proviene de otras esferas. En el caso mencionado, de los fundamentos del comercio capitalista, en el cual, en efecto, uno esta tanto mejor cuanto peor le vaya al otro. “Quiero hacerme sepul- turero —me dijo un nifio de cuatro afios—: quiero ser el que sepulte a los demas”. CAPITULO IV TRATAMIENTO DE LAS NEUROSIS POR LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO Hechas las anteriores consideraciones, lancemos una mirada de conjunto sobre la esencia de las neurosis y su tratamiento. ETIOLOGIA Al Sentimiento de inferioridad y compensacién Es empresa sobremanera arriesgada la de pretender tratar breve- mente el amplio campo de la psicoterapia, donde tantas disensiones de principio conspiran contra la posibilidad de una justa valoracién. Por lo demas, no querr‘a omitir la re‘erencia a los fundamentos de mi —al material de mis experiencias— que desde 1907 vengo some- tiendo al examen del publico. En 1907, cqqummestudligpsobre las mi- de los érganos (“Studien iiber Minderwertigkeit der Orga- ne”, Berlin) demostré que las anomalias constitucionales congénitas no deben considerarse sélo como fenédmenos degenerativos, pues tam- bién pueden dar lugar a un rendimiento y sobrerrendimiento com- pensatorios, asi como a importantes fenédmenos correlativos a los cuales ese rendimiento psiquico intensificado contribuye de una ma- nera sustancial. Tal esfuerzo psiquico compensatorio se encauza mu- chas veces sobre nuevas vias, para asi superar las situaciones diffci de la vida, y asimismo resulta sobremanera adecuado para cumplir a la perfeccién la funcién de enmascarar un déficit del cual se tiene ae intenta darse superioridad en la vida y el punto fe apoyo de disposiciones y aseguramientos listos y en pleno ejerci- poy 8 y LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO 51 cio. Un orgullo excesivo y una postura exageradamente precavida provocan luego un alejamiento de la normalidad. Pero todas las ma- niobras y todgs los “‘arreglitos”, todos los rasgos de caracter y sintomas neuroticos, obtienen su eficacia de tentativas preparatorias, de intuicio- nes, experiencias e imitaciones no extrafias en la vida de las personas sanas, y que hablan de un lenguaje que, bien entendido, revela siempre a una persona que intenta valorarse, que aspira a imponerse; que, a partir de un sentimiento de inseguridad e inferioridad, procura impo- nerse con una superioridad casi divina sobre el ambiente que lo cir- cunda. El sentimiento de inferioridad se compone de una gran variedad de estimulos y de posibilidades de excitacién, que aun cuando no dan origen a la neurosis, son su consecuencia. En un tratado sumario so- bre el mecanismo de agresién en la vida y en las neurosis (“Der Aggressionsbetrieb im Leben und in der Neurose”, “Heilen und Bilden”, II ed. Bergmann, Ménaco),* he intentado describir esa “afectividad” a menudo intensificada y mostrar como para lograr un fin o rehuir un peligro, esa afectividad con frecuencia se transforma en una aparente incapacidad de agredir. L@§GUe—eOmunmentelsende- ina “di icid istie( disposicién neurétice gp nou y solo cuando intervienen factores actuales, cuando Ja necesi- dad inmediata impone la@atilizaciOngdewartificios, mas intensos, los sintomas neuréticos llegan a manifestarse con una mayor claridad, demostrativa de la enfermedad. Esta demostracién y todos sus “arre- glitos” inherentes resultan muy necesarios: 1) para servir de pretex- to, cuando la vida niega el deseado triunfo; 2) para permitir soslayar toda decision; 3) para poder hacer resplandecer mas luminosamente Jas metas eventualmente alcanzadas, pues se alcanzaron “a pesar de los sufrimientos”. ifici i el ne Es evidente que, para asegurarse la posibilidad de operar hacia una meta ficticia, el neurdtico se atiene estrictamente a las lineas directrices tipicas que, por principio, él sigue casi al pie de la letra comparado siempre resulta que, junto a sus manifestaciones superfi- * Curar y Educar. Edicién castellana de Paidds, en prepara mn. [E.] 52 ALFRED ADLER ciales, todo fendmeno psiquico presenta otra caracteristica mas: la de liberarse de un sentimiento de debilidad y alcanzar lo alto; de al- zarse desde lo “bajo” a lo que esta “por encima”; la de @@BE@paSaEDa todes mediante un artificio muy diffeil de reconocer como tal.” A fin de crearse un asegurador orden formal en sus previsiones, en su Entre ellas, la mas importante corresponde al primitivo esquema antitético, y asi es que sélo admite valores emocionales en relacién con lo “alto” y lo “bajo”, jor lo que he podido adverti cién de opiniones conscientes e inconscientes le ocasiona perturbacio- nes afectivas, las cuales, a su vez, se adectan a la personal linea de vida del paciente. A todo rasgo animico suyo que sienta como “feme- nino” (pasividad, obediencia, ternura, cobardia, recuerdo de derrotas, ignorancia, incapacidad, afectos) intenta imprimirle una exagerada direccién hacia la “masculinidad”: desarrollando odio, testarudez, crueldad, egofsmo, y buscando el triunfo en toda relacién humana. O bien, por el contrario, acentia muy fuertemente su debilidad, car- ga sobre los otro$el lastre de ponerse a su servicio. Asi, de acuerdo con su plan, elude el enfrentamiento de decisiones amenazadoras, aquellas donde el paciente se cree obligado a hacer demostracién de “virtudes masculinas”, en luchas del mas diverso género, en su vida profesional, en el amor (y ello vale para todo el sexo masculino), donde teme “afeminarse” tras una eventual derrota. En estos casos se encontrara siempre la tendencia a interponer distancia entre si y el problema, esto es, una linea de vida desviada de la recta que, en un incesante temor a la derrota y al error, busca caminos més seguros, aunque més largos. Ello implica, en todos los casos, tal falsificacion del “papel sexual”, que el neurético parece tener rasgos de “hermafro- ditismo psiquico”, y es muy frecuente que, en efecto, lo crea él mismo. Desde este punto de vista, facil es caer en la sospecha de que la neu- rosis responde a una etiologia sexual. Sin embargo, en realidad, lo que ocurre es que en el campo sexual se da la misma lucha que impera en la vida psiquica total: el sentimiento de inferioridad originario, por caminos torcidos en el campo sexual (por el expediente de la masturbacién, la homosexualidad, el fetichismo, la algolagnia, la Ello implica que la i mente limitada, porque una visién profundizada de la “psique superficial” nos muestra que el paciente intemta Mevar a término su intencién, aunque sin comprender su verdadera naturaleza, portancia de lo inconsciente resulta sustancial- LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO 53 sobrevaloracién de la sexualidad etc.), procura compulsivamente evitar cualquier prueba erdtica a fin de no perder su orientacién hacia un objetivo de superiorida to BC qu@miatiea : “j Quiero ser masculino en todo y por sobre todo!” —aspi- racién compensatoria de un sentimiento de inferioridad fundamen- tal que el sujeto experimenta como femenino. El esquema con arreglo al cual se percibe y se procede en estos casos, se basa por completo en antitesis, y en virtud de su sistematica falsificacién pre- senta un caracter de radical hostilidad . Por todo ello siempre podemos reconocer los dos puntos siguientes como premisas inconscientes de la tendencia neurética hacia un objetivo: 1. —la relacién humana es, en todos estos casos, una pugna por lograr una posicién de superioridad: 2, —el asentimiento femenino es experimentado por el neurético como inferior, y las reacciones contra él le sirven como medida de la fuerza masculina. ier Ss s_femeninos—, acen que todas las que se manifiesten sorprendentes intensificaciones de afectos y per- turbaciones emocionales, y que el lugar de la sinceridad lo ocupe un permanente descontento, que aparece mitigado solo a veces, por lo general, al aguzarse los sintomas y una vez que el paciente ha logra- do demostrar que esta enfermo. GUMGGMEIMBA cierta manera, efecto que le es inherente, y en la vida sentimental del enfermo lleva inclusive a una victoria sobre el ambiente mas segura que una lucha abierta, un rasgo de cardcter o una resistencia. La comprensién de este lenguaje de los sintomas se ha constituido para mi en una premi- sa basica por el tratamiento psicoterapéutic rosis En periodos de enfermedad, a menudo se ven aparecer, coexistiendo © sustituyéndose entre si, una mezcla de impulsos psiquicos y de sin- tomas morbosos que, aislados del nexo del mecanismo de la enferme- 54 ALFRED ADLER dad, parecen en muchos casos contradictorios o hacen pensar en una escision de la personalidad, DQuCSteIgueeaa eae apo. lileasieontradictoriasyentreysigge igualmente, euleanuaioLscHniD con aquel mis- mo fin, puede razonar de un modo justo o falso, o juzgar y sentir de un modo totalmente privado y de conformidad con su meta. En estas condiciones, el neurético se encontrara, en todos los casos, con ideas, sentimientos, recuerdos, afectos, peculiaridades y sintomas que, en virtud de su linea de vida y de su meta, necesita suponer como existentes. Asi, por ejemplo, a fin de vencer cn Ia linea de la obediencia, de la sumisién, de la “influenciabilidad histérica”, para ligar a los otros a si mismo con su debilidad, su miedo, su pasividad, su necesidad de afecto, etc., el neurdtico tendra, en todo momento, disponibles los “jacuérdate!” mas variados —imagenes eficaces para desencadenar miedo, afectos y la proteccién tras sentimientos y rasgos de caracter adecuados. Es asi como un neurético compulsivo esta pertrechado con principios, leyes y prohibiciones, que en apariencia lo limitan, pero que, en realidad, le confieren a su sentimiento de personalidad un poder semejante al de Dios. Vemos, por tanto, como meta, un “ren- dimiento” ideal que el paciente se conquista con la misma tenacidad con que el Unfallsneurotiker se conquista un rendimiento arterial. Lo mismo ocurre en los casos en que afectos activos como ira, rabia, celo —que deben asegurar el camino hacia lo alto— son sustitu‘dos (“representados”) por ataques de dolor, desvanecimientos 0 ataques epilépticos (ver: “Testadurez y obediencia”, en “Curar y Educar” Todos los sintomas neuroticos tienen la finalidad de asegurar el sen- timiento de personalidad del paciente, y con ello, la linea de vida en la cual se ha escudado. Para mostrarse a la altura de las tareas de la vida, al neurético se construye todos los “arreglitos” necesarios y to- dos sus sintomas, a manera de exagerados expedientes de seguridad contra aquellos peligros temidos por su sentimiento de inferioridad, y elabora para el futuro planes que procura evitar de continuo. ee ) EI sentimiento de inferioridad originado por impresiones reales, ulteriormente mantenido y subrayado tendenciosamente ya desde la primera infancia, impulsa al paciente a asignarle a sus aspiraciones un ohjetive que va més alld de toda medida humana, aproximandose a una autodivinizacin que le impone caminar como sobre el filo de una LA PSICOLOGIA DEL INDIVIDUO 59 espada, exactamente sobre ciertas lineas directrices. Compelido por ellas, sobreviene asi una vasta eliminacién de toda otra toma de posicién, aun cuando fuera necesaria y objetivamente justificada. Se jintenta cancebir y regular todas las relaciones humanas y se conci- “ben y regulan ya no objetivamente sino subjetivamente. Entre estos dos polos se teje la red neurdtica, el plan de vida del neurdtico. Esta estructura psiquica compensatoria, este “querer” neurético, da cuenta Estas lineas directrices estan provistas por todas partes de llama- das de advertencia, de exortacién, de los “jacuérdate!” y de incitacio- negeaplanaccidtesde suerte que forman una vasta red de seguridadgelaay iteebiskaiCa HCUTOtTC ct Se CHM tee enna sobre una & de los aiios se haya ido transformando exteriormente y haya ido ha- ciendo un ajuste mayor del que le habria sido dable desde el primitivo nivel infantil. No ha de extrafiarnos, pues, que los fenémenos psi- guicos del neurético estén informados por aquel rigido sistema infan- til y que, una vez comprendido, se nos aparezca como una parabola de la cual resaltan continuamente las lineas directrices. De ahi pro- ceden el sintoma, la conducta, los artificios neuréticos, el darle largas a las cosas, el echarse a andar por el camino mas largo toda vez que una decisién amenaza el sentido neurético de igualacién con Dios; su modo de considerar las cosas del mundo, su actitud frente a los hombres y las mujeres, sus suefios. Por lo que se refiere a los suefios, ya en 1911, de conformidad con mi concepto de neurosis, he sefiala- do que su funcién principal es la de constituir una tentativa preli- minar simplificada, a mancra de una admonicién y exortacién, en funcién del plan de vida, tendiendo a resolver un problema que le preocupa al neurético. Una exposicién més exhaustiva puede hallar- se mas adelante en el capitulo “Suefio ¢ interpretacién del suefio”. Pero, gde dénde nace esta notable homogeneidad de los fenome- nos piquicos, que los muestra a todos como penetrados por una co- rriente orientada en una direccién tinica; hacia lo alto, hacia la mas- culinidad, hacia el sentimiento de semejarse a Dios —homogeneidad que ya apunté en un trabajo mio de cardcter neurologico (el cual, considerando el estado actual de la ciencia, resulta incompleto y de orientacién errénea) sobre el andlisis y la fobia de los nameros (Uber Zahlenannalyse und Zahlenphobie”). La respuesta surge con facilidad de lo dicho por mi previamente: el objetivo hipnotizador del neurético constrific toda su vida psiquica 56 ALFRED ADLER en esta direccién homogénica, y en todos los casos, una vez compren- dida su linea de vida, nos sera dable encontrar al paciente en el punto que, por sus premisas y su pasado, cabia esperar. El fuerte impulso a la simplificacién de la personalidad responde a una intima necesi- dad de su tendencia a la seguridad. El camino lo tiene siempre asegu- rado mediante los esquemas fijos de sus rasgos de cardcter, de sus disposiciones afectivas y sintomas. Llegados a este punto, deseo agro- gar algo sobre “las perturbaciones afectivas”, sobre la “afectividad” neurética, para demostrar su “arreglito” inconsciente destinado a man- tener la linea de vida, como un medio y como un artificio. Asi, por ejemplo, un paciente agorafobico, a fin de aumentar la consideracién que se le deparaba en su casa, someter a su ambiente y no perder en la calle o en espacios abiertos la resonancia siempre deseada, uniré en un —errado— tinico nexo (junctium) * el pensa- miento de la soledad, de las personas extrafias, de las compras, del frecuentar un espectaculo, una sociedad, etc., con la fantasia de un ataque apoplético, de un viaje por mar, de un parto en la calle, de una infeccién mediante gérmenes contraida en la calle, etc. Clara- mente se advierte aqui el excesivo coeficiente de seguridad contra cualquier pensamiento posible y, a la vez, la tendencia a eliminar todas aquellas situaciones en las cuales el predominio personal no aparezca garantizado. En esto se reconoce su intencionalidad, y para captar la linea de vida se la puede seguir hasta su objetivo final: proporcionarse una posicién de superioridad. De un modo andlogo, la precaucién neurdtica de un paciente que sufra ataques de angustia —-con los cuales quiera sustraerse a un examen, a una relacién amo- rosa, a una empresa, exhibiendo su enfermedad—, lo llevara a unir su situacién con la imagen de una ejecucién capital, de una prisién, del mar sin orillas, del ser sepultado vivo, o de la muerte. A fin de sosla- yar una relacién amorosa, la mujer neurética puede proceder a anexar hombre con asesino o descerrajador; el hombre neurético, mujer con esfinge o vampiro o demonio. Toda posible derrota es experimentada como mas amenazadora si se anexa al pensamiento de muerte o de gravidex (inclusive en neuréticos masculinos), y el efecto canalizado en esta direccién impele al paciente, como resultado, a evitar la em- presa. Asi como la madre o el padre son a veces evocados y transfi- gurados en amantes o conyuges, hasta tanto el ligamen se haga tan cefiido que garantice la elusién del problema matrimonial. Se cons- * Junctium: unién tendenciosa de dos complejos de pensamiento o de sentimiento, que en el fondo poco o nada tienen entre si de comin, y que responde al propésito de intensificar el afecto. Semejante a la metéfora.

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