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| Fray M* Damién Yéiiez Neira | El plano tradicional de una abadia cisterciense Es un hecho comtinmente reconocido que los primeros Padres del Cister fue- ron grandes constructores, que poblaron de abaalas los principales patses europe 6s, propagando por doquier el estilo gético hasta merecer el calificativo de “mis eros del arte gético”. Aun cuando Torres Balbés parece escatimarles de algin ‘modo esta cualidad’, hemos de tener presente, no obstante, que el estilo cistercien- se se caracteriza por una transicién del roménico al g6tico, por cuanto en él apare- cen elementos propios del primer periodo gotico, ya que éste no es otra cosa "sino cl término de Ia evolucién del sistema roménico, ilevado a sus tiltimas consecuen- cis por una sociedad que se sentia capaz de grandes empresas y que ardfa en anhe- los de perfeccién”: E] primer intento de reglamentar imprimir una impronta propia en el arte cis- terciense, podemos deducirlo de unas frases que se leen en el Exordium Parvum Cisterciensis Coenobii, donde se trazan las lineas maestras que debian imperar tanto en la confeccién de los ornamentos sagrados como en los demas utensilios all servicio del monasterio: “Para que en la casa de Dios, en la cual deseaban servir dia y noche al Sefior con toda devocién, no quedara nada que oliera a soberbia © superfluidad, 0 corrompiera de algdin modo la pobreza, o guarda de las virtudes, ue esponténeamente habian abrazado: determinaton firmemente no retener cruces dloradas o plateadas, sino sélo de madera pintada; ni candelabros, sino s6lo uno de hierro; ni incensarios que no fuesen de cobre sino s6lo uno de hierro; ni casullas {que no fuesen de fustén 0 lino o paflo, mas sin oro ni plata; ni allbas o amitos que fuesen de lino, asimismo sin oro ni plata. Abandonaron por completo el uso de. palios, capas pluviales, dalméticas y ténicas; pero retuvieron el uso de célices de plata, no de oro, sino, en lo posible, dorados, con la fistula de plata y si fuera posi- ble dorada, y también estolas y manipulos de paiio sin oto ni plata" La Carta de caridad, documento bésico que traz6 tas directrices que deba seguir la orden en distintos campos, no alude para nada al arte. S6lo en las defini- ciones del capitulo general (=CG) de 1134, se insiste en prohibir el uso de escul- turas y pinturas en nuestras iglesias y en las demés dependencias del monasterio; Uinicamente considera factible las cruces de madera pintadas. Les parecfa a 10s pri rmeros padres que la oramentacién en las construcciones 0 el lujo en los ona- 154 Fray Mt Damisn Yaiez Neira 2 ‘mentos del culto, servfan de distracci6n a los monjes mas que de incentivo en el fomento de la piedad. 1, LUGAR DE LA ABADIA Estimo conveniente iniciar el desarrollo de mi trabajo ofteciendo unos concep- tos vulgares para los monjes, pero ignorados por la mayoria de Tos lectores, a juz- ar por las consultas que se me hacen de continuo. Los monasterios cistercienses, luna vez. trascurridos los primeros afios iniciales de adaptacién y consolidacién, solicitaban del CG la elevacién de la comunidad al rango de abadia,término equi valente a casa religiosa formada, regida por un abad, superior mayor de la comu- nidad, elegido en capitulo conventual por todos los monjes profesos solemnes esta blecidos en la casa, y cuyo gobierno hoy puede ser vitalicio o temporal. Las abadias cistercienses no se dividen en provincias, sino en casas matrices y filiaciones. Las primeras son las que dan origen a las segundas, y éstas, una ve7. ‘obtenida Ia autonomfa, es decir, cuando ya pueden valetse por si mismas, s6lo dependen de la casa matriz en que esti bajo su jurisdiccién espiritual; porque cada cierto tiempo -un afo, dos o més- el abad de la casa matriz visita su filiaciGn y resuelve todos los problemas espirituales o materiales que tal vez necesiten una solucisn. La dignidad abacial es Hamada “quasi episcopal”, por cuanto Tos abades del Cister puede usar ornamentos pontificales, mitra y béculo, y hasta época bien ‘moderna, tenfan facultad de conferit Gtdenes menores 2 sus sibditos destinados al sacerdocio. Suelen Ilamarse abades mitrados". La regla de san Benito ordena que nada debe hacerse en el monasterio sin autorizacién del abad, por lo que es el prin- cipal responsable de todo cuanto acontece en la abadfa. De él depende el nombra- ‘miento de todos los demés cargos que Ie ayudan en el gobierno de la comunidad. He aqui los principales: El prior, 0 segundo superior de Ia casa, cuya misiGn es suplir en todo al abad en caso de ausencia o enfermedad, no pudiendo tomar deci- sign alguna importante, a no ser en casos excepcionales'; el subprior, o tercer superior de la casa, que suple al abad y al prior en caso de ausencia de ambos. Et cillerero, equivalente en el Cister a procurador o mayordomo, se encarga de la ‘administracién temporal de la casa; el seeretario, a st vez, de la contabilidad y temas jucidicos; el maestro de novicios, recibe y formar a los nuevos candidatos, ala vida religiosa. Hay otra serie de cargos inferiores que dependen igualmente de la voluntad del abad. Viniendo ya a desarrollar el tema anunciado, Io iniciamos recordando cémo casi todos nuestros monasterios datan de los tiempos medievales, siglos XILXIILXIY, y s6lo algunos -muy contados- de siglos posteriotes, A poco que uno observe, se pereata luego de Ia predileccién de aquellos padres antiguos en esco- ger sitios adecuados para sus monasterios, alejados del bullicio humano, por mas Plano tradicional de una abadia cisterciense 155 {que no siempre avertaron a elegir sitio definitivo en el primer momento, antes se dieron muchos casos en que, a los pocos afios de estancia en un lugar, descubrie- ron otro que les pareci6 mas adecuado y se trasladaron a él, juzgando encontrar ventajas considerables en cl cambio, Les atraia los valles amenos, abundantes en vegetacién, surcados por arroyuelos, y casi siempre a la vera de algtin rio 0 arro- ‘yo; de aqui tuvo origen aquel distico latino tan conocido: Benedictus montes, Bernardus valles amabat Franciscus vicos, magnas Ignatius urbes..." Nadie sabe quign fue el autor de estos versos, que en los autores aparecen con no pocas variantes, pero no es nuestro propésito detenernos en ellast. Tal predilec- cid por los valles, no era en manera alguna -como han dicho algunos historiado- res- buscando lugares insanos a causa de Ia excesiva humedad, para estar enfermos y asf, al earever de salud, tuvieran més frecuentemente ante los ojos el pensamien- to de la muerte. Nada de eso. Esta leyenda ha sido rebatida en los ditimos tiempos’. ‘San Bernardo, escribiendo a una piadosa dama llamada Beatriz, le habla del tras- lado de unos religiosos a lugar distinto, y dice:”Han dejado una tierra desierta, una soledad poblada de aullidos, para entrar en una regis fértil que les ofrece de todo, casas y amigos, ademds de un lugar de agradable estancia. Por eso les he dejado con gozo y paz y he regresado con esos sentimientos" (Cart. 118). Est probado que ‘cuando los cistercienses escogian un lugar para construir un monasterio, en el momento que notaban que cra insano para vivir en él, al punto buscaban otro que reuniera mayores ventajas y se trasladaban a él, 0 bien se entregaban con afin a ssanear el terreno por medio de un sistema de canalizaciones subterréneas, que bien pronto era convertido en auténtico verge!” “Tenemos ademas en contra de tal teoria el testimonio de un excelente mistico cisterciense de los primeros tiempos, quien nos ofrece una versiGn certera de los lugares en que aquellos primeros penitentes ponfan los ojos para establecer una nueva fundacién. Roberto de Hoyland, escritorcistereiense dels. XI, nos habla de la panormica que solia circundar a los monasterios cisterciense: “EI lugar retra- do y poblado de drboles, bien regado y fértil, el valle cubierto de fronda, entre la que se oye el gorjear de los pajarillos, contribuye no poco a elevar el espiritu, fomentar la paz y a disponer el coraz6n para la contemplacin™', “El clima mal- sano y laesterilidad de la tierra, solia ser la causa del cambio de lugar. A veces se encontraban juntos varios inconvenientes de esta clase, como por ejemplo en Belleperche, donde les faltaba el agua y el lugar era muy reducido.En 1147 se deci- 46 haver el traslado a otro sitio, a sugerencia de san Bernardo.En Céntavos, en Espatia, los monjes tenfan que enfrentarse a un ambiente malsano, earencia de agua ¥y de lefia, por lo que el abad decidis trasladar la comunidad en 1162 a Huerta, A veces a estos inconvenientes habia que afadir el rigor del clima, como sucedi6 en cl caso de Cabadur en los Pirineos, fundado en plena montafia en el valle de Campam a 1140 m, de altura”, 156 Fray M* Damién Yatiez Neira 4 “La fundacién de una nueva abadia esta sujeta a determinadas condiciones referentes al emplazamiento, separacién del mundo, lugares regulares, niimero de imonjes, libros litsrgicos, uniformidad en la observancia de la regla. En fundador podia ser un principe, o un obispo, 0 un simple propictaio. Sin embargo la Mega- dda de los monjes quedaba condicionada a varias circunstancias y a una serie de negociaciones preliminares””. Aqui radica la gran divergencia existente entre los autores a la hora de sefilare1 inicio de una fundacién, que sola oscilar entre la fecha de ofrecer el terreno y el comienzo de Ia vida mondstica en el lugar. La norma que solfa seguirse siempre que se proponfa la erecci¢n de una nueva fundacién -sobre todo a partir de las disposiciones impuestas en 1194- era esta: el CG delegaba a dos abades comarcanos para inspeccionar los terrenos y sopesar las ‘condiciones ofrecidas para instalar la nueva fundacién. Una vez informados de todos los pormenores, debian dar cuenta al CG, el cual autorizaba o rechazaba la oferta, segin los informes recibidos. Lo que mis preocupaba 2 los capitulares en Ja aprobacién de nuevas fundaciones, era el retito del mundo, condicidn sine qua ron para que se le diera luz verde al establecimiento de una nueva abadta’, Fsta boisqueda de la soledad parece fue ley imperante en toda fundaci6n cisterciense. Tal exigencia de retito absoluto del mundo, impuesta por Ia regla benedictina, sigue imperando todavia hoy en la orden" Por lo general los monasteros cistercienses se construfan -como hemos insi- ruado- en valles amenos, surcados por arroyuelos ya la vera de los rios.La finali- dad de colocar nuestros monasterios prOximos a Tos ros, obedecta no solamente @ seguir Ia mentalidad de la regla, que manda tener molinos dentro del recinto ronastcral, con objeto de no verse obligados los monjes a vagar fuera del recinto rmonasterial, “por no ser conveniente para sus almas”. Un autor andnimo nos ha dejado una descripeign de Claraval, asentado en la riberas del Aube, y 1s exce- lentes servicios que les prestaban sus aguas:"Un brazo del rfo atravesando los ‘numerosostalleres de la abadta, es digno de bendici6n por fos buenos servicios que presta, Primeramente se lanza impetuoso sobre e! molino, en el que ejerce tarea inapreciable por medio de sus bruscos movimientos, ora moliendo el trigo aplasta- do bajo sus muelas, ora agitando Ia tolva con objeto de separar el salvado de la harina, Seguidamente pase al local contiguo, lena la caldera y abandénase al fuego que la hace hervir para preparar la bebida de los monjes; porque si por casualidad Ja vita ha ofrecido & los viiadores la descortés respuesta de la esterilidad,y si falta Ja sangre del racimo, se ha de suplir con la hija de a espiga -todo esto para decir aque, si no hay vino, e Fabrica cerveza- Masel rio no juzga haber obtenido su repo- so. Los batanes instalados cerca del molino, le Haman a su vez. El agua entonces, tna 0 sube estos pesados pilones, estos mazos, o mejor dicho, esos pies de made- ra, ahorrando asf no pocas fatigas a fos hermanos {Al fundar un monastero, se tenia muy en cuenta clegir un terreno productive, y si no lo era, conseguian fos monjes hacerlo fecundo a base de esfuerzo y de un trabajo metddico. Cuando les era imposible conseguir lo necesario en los alrede- dores del monasterio, po hallarse en terrenos montuosos, se decdfan a buscar lejos 5 Plano tradicional de una abadia cisterciense 157 rmedios con qué alimentar a la comunidad y poder construir las edificios", Una definicién del capftulo general del aio 1134, dispone que los monjes deben conse- uir por si mismos el sustento propio, con el esfuerzo de su trabajo. Debian dedi carse al cultivo de Ia tierra y a la cria de animales,lo que supone Ia necesidad impreseindible de poseer tierras propias para cultivarlas por si mismos; molinos para moler los cereales; pastizales para pacer sus rebaiios; en cambio les prohibfa tener animales recreativos, como podian ser ciervos, grullas u otras especies. Para mejor observar la regla de san Benito, que llama al monje siete veces al dia a cantar las divinas alabanzas, “los nuevos soldados de cristo, pobres con Cristo pobre, comenzaron a tratar entre ellos con qué medios o cémo deberian ingeniarse en este género de vida para obtener los recursos necesarios con qué sustentarse ellos y los huéspedes que, ricos y pobres, manda la Regla sean recibidos como a Cristo cuando Heguen. El acuerdo fue que deberian admitir, con permiso de su obispo, conversos laicos que, conservando la barba, serfan tratados en vida y en ‘muerte como ellos excepto el monacato. De esta suerte, 1os monjes podian entre- jgatse asiduamente a la alabanza divina, tal como prescribe san Benito. ‘Alestablecer este sistema econsmico de proveerse, les dio ocasién de poder isponer de granjas, que solfan ser explotaciones agricolas, por lo regular alejadas del monasterio. Tales granjas estaban cultivadas en un principio por los hermanos conversos, que residfan ally acudfan al monasterio solamente Tos domingos y fies- tas, para asistira los divinos oficios, al lado de los monjes. Estas granjas no p an estar en un principio a mas de una jornada de camino -como unos 15 6 20 kilé- ‘metros, pero luego se autoriz6 que pudieran estar a mayor distancia". En cada granja, el trabajo era ditigido por un converso 0 mayordomo, bajo la vigilancia o inspecci6n del padre cillerero 0 procurador, principal responsable de todos los bienes temporales de la abadia. Para los trabajos mayores:siega, cosecha de cereales, vendimia, esquile de los rebafios, acudfan los monjes a ayudar a los hhermanos legos, pero debian regresar a dormir al monasterio Unica residencia habi- twal del monje. Cuando comenzaron a escasear los hermanos legos, se admitieron ‘colonos, a los cuales se aiendfa también espiritualmente y se les formaba en los rmétodos de cultivo. Los monjes, por lo general instruidos por otros monjes, Hega~ dos del corazén de Europa, estaban especializados en los diferentes trabajos, que transmitieron luego a sus colonos. El Cister tiene fama de haber sido una de Ta “rdenes que més han contribuido a la colonizacién de los pueblos. Tal et la razon principal por la que los reyes de la Reconquista Hamaban con insistencia a nues- ‘ros monjes para que fundaran en sus tierra. 2. TRAZADO DEL EDIFICIO “Una ver, elegido el lugar para la nueva abadfa, se levantaba una valla, gene- ralmente de madera al principio. Por una puerta se comunicaba con el exterior y 158 Fray M* Damifn Yanez Neira 6 estaba severamente guardada por el portero, hombre-de confianza del abad y ordi zariamente “senex sapiens”, anciano sabio. En el interior del recinto se delimitaba cl lugar de la iglesia, junto ala cual debfan levantarse los demas edificios conven- tales, En 1120 se orden6 que no se mandasen monjes a ninguna fundacién antes de que el monasterio contara con los lugares regulares que son: oratorio, refecto- rio, dormitorio en comiin, hospederia y porterfa®. Ningin edificio debia estar fuera de la porteria, es decir, del recinto, excepciGn hecha de la hospederia y los esta- bios". Tales lugares regulares solfan ser rsticos en un principio, lo estrictamente suficientes para resguardarse de las inclemencias del tiempo. Los edificios en serio surgirfan en el correr de los afos, cuando la comunidad contara con personal y rmedios necesarios para hacer frente a las obras, que a veces duraban siglos™ ‘No conozco ninguna determinaciGn del CG imponiendo un patrén tipo standard para que se amoldara a él el trazado de los monasterios, antes en esto se siguié la tradicién imperante en Ia época, que la adoptaron y se fue imponiendo por si ‘misma hasta convertirse en norma perenne de todas nuestras abadias, pues se puede ‘constatar la similitud seguida en la casi totalidad de ellas, que siguen un trazado {éntico, “El plan general de los monasterios cistercienses y la disposicién de Tos diversos edificios que los componian, no diferian de las construcciones mondsticas anteriores. En esto, no hicieron sino conformarse a la antigua tradiciOn que, a tra- vvés de Cluny en el siglo X, y de San Gallen el IX, nos remonta hasta el plano de la villa merovingia, que a su ver procedia del de la villa romana. En efecto, la dis- tribucién de los lugares regulares de las abadias cistercienses 8 a todas luces la misma que la de las otras construcciones monésticas™” ‘La cabecera del templo -salvo rarisimas excepciones- siempre miraba al orien- te, imitando en esto el proceder de los primeros cristianos, que para orar miraban ‘a oriente, aunque en ello se les habian adelantado ya otros pucblos del paganismo, viendo en esa postura diversos simbolismos, prevaleciendo entre los cristianos el paradisfaco, por cuanto es opinién corriente de que el paraiso terrenal se hallaba situado al oriente, Las mismas Constituciones apostéticas lo confirman: ““Habiéndose levantado todos -se lee en ella- y volviéndose hacia Oriente, ruegan a Dios... acordéndose de Ta antigua morada del Paraiso”. Se habla de que algunos santos, a la hora de la muerte, pedian que se les volviera hacia oriente, para recor dar la felicidad del paratso. ‘Sin oponerme a este precioso simbolismo paradisfaco, personalmente opino {que quizé nuestros antepasados aludieran més directamente al retorno de Cristo, Luz del mundo y verdadero Oriente, de quien cantamos en una preciosa antifona cen [os dias precedentes a Navidad: “0 Oriente, esplendor de la luz eterna y Sol de Justicia: ven ailuminar a los que estan sentados en las tinieblas y sombras de muer- tc”. Es seguro que tal pensamiento de Cristo, Sol de justicia, se hall6 muy presen- teen la mente de aquellos cristianos medievales a la hora de construir los templos dedicados al culto del Dios vivo, desde los cuales se habfa de proclamar solemine- ‘mente las ensefianzas del divino Redentor. En toda fundacién cisterciense, la iglesia era lo primero que se construfa™, y la 7 Plano tradicional de una abadia cisterciense 159 {que marcaba el ritmo de las demés construcciones mondsticas. Oderico Vital afir- ‘ma que eran los propios monjes, dirigidos generalmente por el cillerero o algiin ‘monje especializados en trabajos de arquitectura -que nunca faltaron en la orden-, quienes construfan sus propios monasterios. Tal testimonio se ve confirmado por un dibujo del Musco Germinico de Nuremberg en el que se pueden ver fos mon- jes y los conversos del monasterio de Schonan, cerca de Heidelberg, ocupados en la construccién de su abadia. Se les ve sacando piedras de una cantera, corténdo- las y conduciéndolas con sus carretas arrastradas por bueyes hasta las proximida- des de la obra, A su ver los conversos se encargan de labrarlas, mientras otros pre- paran la argamasa, las suben por los andamios y colocan con toda maestria en ef lugar respectivo, No falta el complemento indispensable: en un rincén del cuadro aparece el cilleero preparando comida y bebida mejor y més abundante que la del resto de los monjes. Sorprende el hecho de no aparecer en el cuadro ningsin seglar, sino solamente los conversos. “Levantindose siempre Ia iglesia en la parte més alta y vuelta hacia el Oriente hace que el claustro haya sido edificado al Norte o al Sur segin el lugar. Esta prtc- tica se seguia de manera tan habitual que en algunos casos derogan incluso la ley 4e la orientacién de Ia iglesia -por ejemplo el caso de Senanque-. Conveniencias locales han pedido introducir algunas variantes en el plan regular, pero no son substanciales, debido a lo cual, dice Mr.Aubert: “La unidad del plan de las abadi- as cistercienses es poco mas 0 menos absoluta”. Este mismo autor ha hecho una recuento de todas las abadias, y sacado la con- clusin de que abundan mucho mas las que llevan el templo a la parte norte, y, por lo tanto, todos los demés edificios regulares estén colocados al sur 0 mediodia. Solia ser de tres naves en forma de cruz latina"BI elemento nuevo, propio de los cistercienses, hemos de buscarle en el tipo que adoptaron para Ta construccién de sus iglesias, las que se distinguen de entre todas las demas por su sello de simpli- cidad extrema y por responder a un plano tipo con uniformidad casi absoluta, al ‘menos la mayor parte de ellas. y esto durante la edad de oro del Cister, es decir, ‘durante més de un siglo”™ ‘Adosada al crucero sur® estaba la sacrista, destinada a custodiar los ormamen- tos sagrados y para revestrse los sacerdotes antes de las celebraciones. El claustro regular -0 de las procesiones- corre paralelo a la nave sur de la iglesia, con cuatro ¢galerfas en cuadro. En la galeria de oriente se abre una puerta -franqueada de ven- tana regularmente a uno y otto lado- que da acceso a la sala capitular, siempre en a misma posicién que el templo, con la cabecera mirando al oriente™. Es la pieza més importante de la casa después del templo, por los diversos usos a que estaba destinada: En ella se cantaba antiguamente, hasta época moderna, el martirologio romano, seguido de las “preces” llamada de “Prima”, y un capitulo de la regla de ‘San Benito, ala cual segufa la explicacién de la misma por el abad. Seguidamente se solia tener ciertos dfas el llamado capftulo de culpas 0 correccién fratemna. En la sala capitular se desarrollaban otros muchos actos comunitarios, como eran por ‘ejemplo: eleccidn de superior, la toma de habito, conferencias, etc. 160 Fray M* Damidn Yaiez Neira 8 Siguiendo por la misma ala de mediodfa, se encontraba el locutorio, a cor nuacidn de la sala capitular, donde Tos monjes dejaban sus cogullas y escuchaban de labios del abad la distribucién del trabajo de cada dfa, Mas adelante estaba el seriptorium 0 sala de estar de los monjes y sobre la misma ala, en el primer piso ‘se hallaba el dormitorio, que era un local corrido en el que se alineaban las camas®. Se accedia él por una escalera que arranca casi siempre desde el mismo crucero ‘del templo, o bien estaba entre la sala capitulary el escritorio, No lejos de éste, en todos los monasteries solia haber un local llamado calefaetorio, cuya finalidad era calentarse fos monjes en invierno y a rasurarse la barba. Solfa utilizarse igualmen- {e para practicar Ia sangria cuatro veces al afto, costumbre muy arraigada entre los ‘monjes, no menos que en el mundo, Falta por resefiar el refectorio, que en todos los monasterios se hallaba a la parte ‘opuesta del templo,pero no paralelo al clausiro,sino perpendicular”, como cual- quiera lo puede advertir hoy en los monasterios conservados en pie, y ain se dis- tinguen bien su plano cuando los monasterios estén en ruinas, Solfa ser de una arquitectura primorosa”, como se puede comprobarse en algunos modelos que atin se conservan en la actualidad. Quiz4 el mas bello de todos cuantos conozco sea el de Santa Maria de Huerta, obra del s. XIIl, que se conserva en perfecto estado, ‘También el de Alcobaga es grandioso. En el patio enmarcado dentro del claustro procesional, es tradicional la ubica- cin del lavabo, bajo un hermoso templete con agua corriente, donde los monjes se aseaban antes de entrar en el refectorio™. Su lugar invariable era contiguo al ala del claustro de mediodta, frente a la misma puerta de acceso al refectorio. Todavia podemos admirar hoy preciosos ejemplares de lavabos en muchos monasterios, de bella arquitectura, por lo general idéntica a la del claustro. Son notables los de Alcobaga en Portugal, Poblet y Sanctes Creus en Catalufa, Rueda, Veruels, en Aragon. ete. ‘Adosada al refectorio estaba la cocina -con todos sus locales accesorios- que suele ser en los monasterios antiguos un verdadero monumento de notable valor arquitect6nico, tanto por la solidez de sus muros, como por la esbeltez de la misma. La mayorfa de ellas estaban dotadas de agua corriente all menos en los, tltimos siglos, y algunas quiza desde el principio. Por ejemplo, en Oseira se hizo la canalizacién de agua hasta Ja cocina -que se halla en el primer piso- a través de Jos muros, a mediados del s. XVII, mientras que en otras abadias es posible fuera mucho antes, Pienso en la acequia caudalosa que pasa por debajo de la cocina de ‘Alcobaga -un verdadero brazo de rfo- que quiza sea obta de los monjes antiguos™. 3. SAN BERNARDO Y EL ARTE, Sencillez y sobriedad, eran las caracteristicas propias de las construcciones cis- tercienses, las cuales aparecen inconfundibles, por estar marcadas con ese sello de 9 Plano tradicional de una abadia cisterciense 161 simplicidad en que fueron realizadas, sobre todo en el primer siglo de ta orden.” En lo decorativo, las iglesias cistercienses se reducen a lo estrictamente necesario para realzar las lineas arquitect6nicas, pero esta sobriedad se contempla con el empleo de as soluciones constructivas mas I6gicas, armoniosas y bellas"”. Los primeros padres se impusieron desde el primer momento una normativa de severidad, por lo ‘que las construcciones debian ajustarse a una linea sencilla, alejando de ellas toda ‘omamentacién innecesaria, Luego, con la Ilegada de SB se impondria como ley en toda la orden. Formado el Santo en la austeridad radical a que vivian sometidos los primeros fundadores, no es de extrafiar arremetiera con brio contra la profusa decoracién artistica advertida en los monasterios de su tiempo; en su concepto, en ellos tal carga de omamentacién no hacia absolutamente ninguna falta. El cambio de estructuras introducido en el Cister, obedecié en gran parte -como tengo demos- trado- a las directrices de SB. quien dada su gran influencia en Ia consolidaci6n de Ja orden, al par que llevado de un gran celo de vivir la austeridad mondstica,trat6 de inculcarla a sus monjes en las construcciones, de tal manera que todos los ‘monumentos de su tiempo, estén discfiados bajo la impronta de austeridad, por esa auseneia casi total de ornamentacién. ‘Tenemos que fijamos en la espiritualidad rigida y suma pobreza en que se ins- tituyé el Cister, habiendo sido el forjador de la espiritualidad de san Bernardo san Esteban Harding, uno de ls iniciadores de la orden, para entender mejor las duras cniticas que dirige a los de Cluny al tratar de todo aquello relacionado con el arte. Llama la atenci6n la manera como encauza la diatiba. Dice que no es nada cuan- to ha dicho, comparado con lo que le resta por decir. Deja un lado “las moles inmensas de los oratorios, a su desmesurada largura e innecesaria anchura, ni ala suntuosidad de sus pulimentadas ornamentaciones y de sus originales pinturas que atraen Ja atencién de los que allf van a orar, pero quitan hasta la devocién”™, La ‘mentalidad del Santo, profundamente arraigada en la extremada pobreza, queria {que 10s hijos de san Benito dieran pruebas de ello hasta en los ornamentos y vasos sagrados, ofendiéndole el empleo del oro, metales y piedras preciosas. Queria que la casa del Sefior no estuviera adornada espléndidamente, sino pre- tendia desterrar de los monasterios todo aquello que oliera a suntuosidad, tanto en las consttucciones como en fa decoracién y vasos sagrados. Esté convencido de que los monjes han renunciado a todas las hermosuras y grandezas terrenas para optar s6lo por Cristo, de aqui que le repugne todo cuanto Hleva el sello de lo lla- rmativo 0 sirve para reereo de los sentidos. Todo lo considera vanidad, y no s6lo vanidad, sino insensatez, Da la razén: “Refulge de luz la iglesia, agoniza de mise tia en sus pobres. Recubre de oro sus piedras y deja desnudos a sus hijos. Con lo ue pertenece a los pobres, se rectea a los ricos”™. Es normal que al arremeter con tanta furia contra la decoraci6n artistica, difundida por los benedictinos, tan mara- villosa bajo todos conceptos, se haya tachado al Santo de enemigo del arte. ‘Algunos han afirmado “que desconocis la belleza, y que, en aquella “nueva lucha de las imagenes” a que se lanz6, su papel fue el det necio hostil a cualquier esfuer- 162 Fray M* Damisin Yanez Neira 10 zo estético, Expresada de esta manera, la tesis es inaceptable: ta actitud de san Bernardo ante el arte se entiende s6lo en funcidn de su espiritualidad profunda, del testimonio que ha querido dar de Dios", En realidad, en su modo de proceder nos parece todo lo contrario. SB posefa una formacién cultural exquisita, de tal manera que él ha sido quien ha dado -tal vez sin arse cuenta- una preciosa definicién del arte en aquellas lacGnicas frases quaedam. deformis formositas ae formosa deformitas, es decir, en su concepto concebia el arte como cierta belleza deforme y hermosa deformidad”. Prueba de que no es ene- igo det arte, la tenemos en la acertada distincidn que establece a renglén seguido, centre Ias iglesias dependientes de los obispos y las de los monjes. En las primeras jjuzga necesario despliegue artistico en los edificios, y suntuosidad de los mismos, Da la raz6n: “Porque una es la misién de los obispos y otra ta de los monjes. Ellos. se deben por igual a los sabios y a los ignorantes, y tienen que estimular Ia devocién exterior del pucblo mediante la decoracién artistica, porque no les bastan los recur- sos espirituales” (Apol,, 28), Ignorante el pueblo -en su mayoria analfabeto-, nece- sitaba imégenes vivas, incentivos para inspirarse de alguna manera, para meditar © interpretar los diversos temas biblices 0 morales, y por eso se reproducfan la més variada escenas en la ornamentaciGn de capiteles, saresifagos y demas. En cambio, segiin el Santo toda aquella profusa decoracién sobraba en las igle- sias de los monjes: “Nosotros -explica- los que ya hemos salido del pueblo, los que hemos dejado por Cristo las riquezas y los tesoros del mundo con tal de ganar a Cristo, lo tenemos todo por basura, Todo Io que atrae por su belleza, lo que agrada por su sonoridad, lo que embriaga con su perfume, lo que halaga por su sabor, 1o {que deleita en su tacto, En fin, todo lo que satisface a la complacencia corporal ara profundizar un poco més en el tema, conviene distinguir entre las dos corrientes artisticas imperantes en Ia época, bajo las cuales consideraban el arte cada familia religiosa, la benedietina y la cisterciense, La primera creyé acertado ~ y nadie puede negar que lo fuera- Ia ormamentacién profusa de sus templos y prin- cipales dependencias de la casa de Dios, con esa admirable representacién de esce- nas biblicas y morales, que son un verdadero encanto, con la exclusiva finalidad de impresionar a las personas incultas y sencillas y hacerlas elevar a la contemplaciGn del Creador. Es muy normal que desearan rendir a Dios un culto especial con la belleza, pues siendo Dios autor de todo lo creado, nada més raronable que buscar todo lo més bello que existe para utilizarlo en el culto sagrado. ‘Los padres cluniacenses tenfan delante un ejemplo vivo en que apoyarse para honrar a Dios con aquel despliegue de arte, con slo fijarse en el sentido de la divi- nna Eseritura, donde vemos que en la construccién del Templo de Jerusalén se uti- lizaron los materiales mas ricos y espléndidos que se conocfan en aquellos tiem- pos. Completamente acorde con las directrices de la santa Iglesia fue, a no dudar- To, la concepeién del arte que inspiré a los grandes maestros del roménico entre huestros hermanos negros. No solamente por lo que hoy significa de grandiosidad yy riqueza inconmensurable en orden a la cultura, sino por buscar con ello el bien de las almas, u Plano wadicional de una abadia cisterciense 163 En esta perspectiva, nos parece completamente normal y acertado el juicio emi- tido sobre el arte clunicense por el autor anteriormente citado: “Sus constructores trabajan en todas partes. Su tradicidn admite que la belleza ayuda a la oracién y alaba a Dios en sus formas. Alli donde construyen Ios cluniacenses, se enriquece ta omamentaciGn. Sobre la arcadas se dibujan los sabios adornos geométricos; en los arcos y en las comisas abundan los detalles encantadores; 1os capiteles se con- -vierten en fantésticos juegos de animales; en los pérticos,la escultura llena de reyes ¥ santos dinteles y timpanos. El interior mismo se enriquece con frescos. La cruz se adorna de esmaltes, de or0 labrado, de pedreria™. Humanamente hablando, todo esto y mucho mas que se pudicra decir de la gran obra artistica realizada por los hijos de san Benito hasta llegar el Cister, no deja de ser algo digno de encumbrar su memoria hasta la maxima celebridad, pues enri quecieron notablemente la cultura con obras inmortales que hoy nos Henan de admiraciGn, y sirvieron no poco para catequizar al pueblo a gran escala. Laotra corriente -que podemos llamar cisterciense- capitaneada en cierto modo por $B, le dio a la belleza otro enfoque muy distinto, En manera alguna queria el santo desterrar todas esas bellezas de los templos en general, sino s6lo de los uti- lizados por los monjes. Ya queda explicado el por qué de su postura, la austera for- rmacién reeibida en Cister, de parte de aquellos primeros padres que, si bien no legislaron nada sobre obras de arte, en cambio sabemos que se sometieron a una austeridad inaudita en todos los érdenes, sin que quedara excluido el sagrado, pucs 4querfan que en todo brillara la pobreza. No ests demés afirmar que SB no fue el Ainico en levantarse contra el fasto excesivo de la decoracién cluniacense. Antes Pedro el Chantre clamaba contra ef abuso en las construcciones; Rutebocut, el poeta, se indignaba del Iujo de los conventos, y Suger, siendo benedictino, adopts, sin embargo, después de su conversién de 1127, los mismos principios earacteris- ticos de las construcciones cistercienses de la primera época. ‘Ademas de la formacidn austera de SB, no hemos de perder de vista el espiri- tu que le animaba, al verse abad de Claraval, y asediado de continuo por riadas de pretendientes que deseaban compartir aquella vida. No los admitia fécilmente, sino ‘que -al decir de su primer bidgrafo- solfa decirles: “Si os sentis con dnimo para ingresar en esta casa, dejad abi fuera los cuerpos que traéis del mundo, entrad solo con el espiitu, porque la carne no aprovecha de nada”. Un hombre asf, que vive un ideal tan encumbrado, no es extraiio que piense de distinta manera en la concep- cin de las obras artsticas, respecto de los monjes. Consideraba a éstos como seres superiores, viviendo una atmésfera mucho mas elevada que la gente del mundo, que no necesitaban de la materia para remontarse hasta Dios, antes en su concep- (o era un obstéculo por las distracciones que ocasionaban aquellas escenas escul- pidas en la piedra. “Por todas partes ~dice el santo- aparece tan grande y prodigio- ‘sa variedad de los mas diversos caprichos, que a los monjes mas les agrada leer en los marmoles que en los c6dices, y pasarse todo el dia admirando tanto detalle sin meditar en la ley de Dios. ;Ay Dios mio! Ya que nos hacemos insensibles a tanta necedad, geémo no nos duele tanto derroche?” (Apologta, 29). 164 Fray M* Damisn Yafiez Neira 2 ‘Ademés, la realizaci6n de esas obras artisticas, suponfa invertir en ellas mucho tiempo y unos gastos considerables, que a su manera de ver no estaban_muy acor- des con la pobreza mondstica, llevada a las exigencias radicales que propone san Benito. Consideraba una pérdida lastimosa de tiempo dedicarse a reproducir esas ‘escenas en Ia piedra o en la pintura’. ‘No pudiéndonos extender més en el tema, permitasenos ofrecer el acertadisimo ‘enfoque que mi buen amigo J. Carlos Valle Pérez, actual director del Museo de Pontevedra -uno de los que mejor han estudiado los origenes y evolucién del arte ‘isterciense- da al mismo cuando escribe: “Parece evidente, pues, en funcién de lo dicho, que la disputa hay que entenderla en un campo estrictamente espiritual (al margen de que en algiin momento, precisamente a causa de este enfrentamiento ideoldgico, se hayan mezclado en Ia misma asuntos de indole “terrena” y, por supuesto, dentro de los estrechos Ifmites de las instituciones mondsticas. Fuera de este contexto, Ja polémica resulta falseada. Precisamente por desconocer este aspecto 0 por no valorarlo suficientemente, muchos autores desde el siglo XIX hasta practicamente nuestros dias, basdindose en la Apologia, cuyo contenido esen- cial fue refrendado afios mis tarde por el Capftulo General de la Orden, han con- siderado a San Bernardo (y Igicamente por extensi6n, a la Orden a la que perte~ necia) como enemigos del arte, heredero de las doctrinas iconoclastas, falto de educacién estética etc, Sin embargo, ni San Bernardo ni los cistercienses negaron jjamés ni la belleza ni el arte, Basta leer la Apologéa, invocada reiteradamente por todos sus detractores, para darse cuenta de ello” Por fin, establece un vivo contraste entre 1a espiritualidad que debian vivir los monjes, hombres de Dios que no necesitaban incentivos tertenos para remontarse ‘ala contemplacin, y las iglesias que caen bajo el area de los obispos, que, como destinadas en funciones de la gente sencilla sin instrucci6n alguna, necesitaban de ‘estas figuras impresionistas para ejercer en ellos suna catequesis profunda*. ‘Resumiendo: San Bernardo en manera alguna se oponfa al arte, antes solamen- te lo consideraba superfluo el excesivo despliegue de ornamentacién en las iglesias ‘monacales, destinadas a hombres que han renunciado todas las cosas del mundo y hhan optado por seguir de cerca a Cristo pobrespero es comprensivo en extremo, y lo croe necesario para las iglesias episcopales al servicio del pueblo de Dios, en aquellos tiempos todavia muy inculto. NoTAS. “La anquitectura de 10s monasteris cstercienses -eseribe- ao inflyo en la genesis de Ia neva 6tca, per sien ln evlucin de alguna de sus escucas repionales.” TORRES BALBAS, Leopoldo, ‘Monasteriascstercienses de Galicia, Santiago, 1854, p11 GOMEZ DE LAS BARCENAS, PrM Alberto, La verdad sincera del Cistr, fl, ahondando en verdad. Rev"Cistrcium” XIV (1962), p, 3895. Tengo sumo placer enafirmar que en este mi tat B Plano tradicional de una abadia cisterciense 165 bajo me ha servido de gram orenacié el fteresante y documentado estudio deen cobermano, que publicg hace muchos aos en dversos ndmeeos de Cistecium,y jal se poblicara en una obra apart, ‘como en algun orasin he sugeride, pues servirta de orientacin precisa a tanisimosestudiosos m0 hoy dodican sus esferros a descubrit las bllezas del eso cisteeiense > Cf, Exordium parvum, © XVII, Aunque no se dice nada en cuanto a eifcios, sin embargo, se ‘omprends que no podian desplesar en ellos primores de arte, en el momento que se ataban de contar «on utenslios pobres para clo, “Hasta el Vaticano Ui, el earg dead sla se sempre vtaicio-hago caso omiso de las dstinas ‘ongregaciones que en sigos pasados impusieron un régimen temporal-a no ser que renunciara al misimo 0 se le desituyera por algun motivo, Actualmeate en la mayoria de as casas sucle dura seis aos, roolgibles mas veces, mientmas algunas abadias la elecién es por tiempo non definitum, es cir basta oe 7S aos en que debe presents la renunia coaforme a las nuevas normas canénicas ® Hasta ol Vaticano Ul, todos los abadessolfan sce vitalcios, es deci, de por vida: hay depend de 1a volun de cada casa: unos lo eigen por ses afos, ots por tempo indefindo, que puede proton- {arse hasta los 75 aos en que est seal la prsentacién de la renuncia por las alas jerarquias de fa Telsia, Antes saan escudo de armas, al estilo de Ios obispos; hoy no lo emplean, qui por esa tem poralidad de Ia digi "Este “prio” denominado causal, se distingue en el Cister del Hamado “pice tla, que ese superior elegido por los monies de wn monastrio que ao ha adqurido an elrango de aba, ” San Bematdo amnaba los Valles, san Benito los moats, san Francisco las aleas bumildes, y san [Ignacio las grades cidades, * Quien deste conocer as feentes donde constan con sus varantes, puede consular al padre Alberto Gomer dels Bircenas, ene lg. ct en la nota 2 * Vease La nota 119 del trabajo citado en lap anterior © Todavia hoy puede admiarse el sistema de canalzaciénempleado per os antigues monies con ‘objeto de sanear ef monastero, EI monasteno de Morerel, por ejemplo, est situa en una zona pan- ‘anos, de las iberas del Esa, Cualguiera que visite oy sus rungs, puede admirar ai a seie de ran- {ns subverneas qe se adverten a avés de las hueras que lo czcundan, Es un caso cnstatado poe mi ‘msi, que bien pudiea malipliae. "HOYLAND, Gilera, Tratatusascetieus, VI, 2 PL, 184, 282-289, ° Cf, Fiehas de historia de la orden del Ctr, ficha 34 "chase Historia de I Onden, cha, 34 "tn civtatibus, castels, villi, nolla nostra construed sunt coenobia, sed in leis a conversa tione hominum semots” s est, estos monastrios no doben consirulrse en as ciudad, aldeas ni villas, sino en lugares apanados det barallo del mundo, Ci. Joe M* Canivee, Stata Capitalorum Generaliam Ordinis Cisterciensium, (1 Louvain, 1984, p13. a, 1134, def. 1 "Al empa de edactar este (aba, estoy haciendo otro coameneratvo de Sama Ana de Madd, ‘onaster fandado en 1596 denito de la ciudad, que dio oxigen aa actal calle de San Bernardo. En Tos Anas de Manvique se puede vera dara poemica que suse Ta ereccion de dicha abada, por mot ‘vo de icen contra de la radicin istercinse, que buseaba siempre os lugares retiados, “Cir Descriptio positions seu stuationts monasterit Claracvali, en PL, 185, 569 y se hemos dado una traduccion un poco Nbr. "Tat proceder Io sigieron al pie dela Jetta Tos monies de Oscira,Colocado el monasterio entre ‘montis improductivas. bien pronto lograron una expansin lamatva por las distintas hondonadas de las provincias vecins, con salida al mar po dos pueros props, Maria Cede, " Exordium parvum, oc XV, Exos hermanos conver o legos han pendra hasta nacsros as, em qe no existen en ascsiros monasteros ms que una sola clase: odos monies, '"Nurstro monasterio de Ozera tv desde els. XI hasta el silo past el coto de Marin, y Ia ran de Cedoira, mas al none del Fer. y no eran as mis distant. En grcia todos aquellos que no conacen a fondo el iste, diemos que se entiende por uga- es regulates es principales Ioeales del monastrio en ls que se desuolla la vida monistica de mane le 166 Fray M* Damn Yatiez Neira 14 ° Cf Historia de a Orde, ficha 2. "Desde lego, arisimos con los monacterios que se constryeran nteros ene espacio de un siglo La iglesia, sla eapitulr, claestr procesionaly hasta el refectorio, es posible que sf, peo el resto se ‘completaba como se podia,Algunos, como el de Gradets, se constuyeron Ia cabecera del tempo. la aplla mayor y el cracero en perfect esl, se hizo la entrada ala sala captuary se nici el elaus- tro, per se interrumpiern las obras al ror Ia fandador, ys complet el templo, ast como los dems Tugares reguares como se pudo, cn siglo sucesvas,Pudiérames mltiplicar los ejemplos. © Cir DIMIER, Anselmo, Recueil de plans @éliseseistereiennes, Paris, 1949, p. 1S. 2" Gitado por A.Gémez dels Bércenas, ay lg. it, not. 127. Ea este miso lugar ofrece mis dts tes del simbolismo de ls templot en base a su orentacién, © Generalmene no se constr luego el templo ampli y solid que an podemos admiraren Ia snayoria de los monasteries, sina un simple eratorio para celebrar los ofcos Iitpeos, yuna vez ase ‘reds I comunidad en el sii, y cuando conta con medieseconSmicos suficientes, emprendian la construcein del tpl. > DIMIER,A. Recueil d pls... 0©. p17 "Enel presente esato no jos sclamente en os monastros cuya iglesias allan a pst noe > -Positio chor. constuatur ante e non reo allare mais, it ul more oins nostorientem ver som oreat fries, tam in choro quam in capitulo”. CfeSIMONE, Miguel A. de, Adnotationes ad [Regulam Santissimi PN. Benedict, en “Collectanea O CR, X1 (1949) 137-138 Hasta hace unos cuarena alos, se eelebré durante muchos sighs una hora canniea “ima, que slia ser al amanecer, entre Laudes y Misa conven. De els habla Rela, pero se suprimis a mediads de siglAIl se ezab, efectivamente,dichas “preces” mirando {dos al eiente Ba los primeros siglo se segutael modelo de dormitoroestablecido por san Benito, camas inc viduals, pero alineadas en un mismo sadn o en varios, entreveraa las de los jovenes con las de los ancianos, El uso de celdasindvidusles es relaivamente modern Como caso anotmal, se puede sefalar el reectori de nuestro monaterio de Oseira, que no pare- ‘ce se halate perpeniculr, sino paraeo, en la posicin en que hoy e conservEsta anrmalida la ttrbuyo tal ver al desnivel del tereno, que para hacerlo perpendicular antiquamente, necesitban elle- hare tereno de manera muy costesa, Les resllaba mejor hacer paral. “Ba Oseima se construy el segundo refectrio ene XVI, que perdu hasta la exclastraci6n de tn gétco taro, piezaconsideresbe, como puede verse ain hoy, una vez devulto a suprising het- ‘mosura, desputs de la feliz restauracion "Me eatafaba yo de que en los monasterios que conozco de Galicia, no exitera este templete- lavabo, Prcisamente en los dias en que escibo eso, se esti emodelando el patio ental de Oseira ‘Recbi grata sorptesa cuando hacia la mad dl ala de mediodia,enel sito que ea precisamentefren- te al refectri, apareci un desague de peda, lo que quite decie que exsti6 en Osetaen los prime- +06 tiempos, bien estvo en proyecto y lego desisteron de hacedo La costumbre de lvarse as manos anes de entrar en el refecorio, ha perdurado hasta ls tiem ‘pos del Conilo Vaticano Il en que se suprimié, como tantas otras cosas, pues era una ceremonie muy bien estudada, por cuando se necesita atar Is manos antes del almuerzo. Ahora, hay que molestarse fen buscar un sitio donde poder aseuse, o bien aguantrte y comer con las manos no tan impias como ‘ono quisiera. Téngase en cuenta que al eal refectoro lo hacemos en comunidad, por lo que se hace mas diffi ir en busca de agua ™ Conservames belismos ejemplars. Por empl, la del monastero de Sobrado,Poblt, Santa Mt 4e Huerta, Alcobapa, et, La de Oseira sn ser bella, no deja de ser grandiosa por la solider de su cons- yo no sé sien la acequia, o quiz fuera ma eeguro en el plac, En Alcobaca es posible qe se pair pescar alguna, ‘dada la canidad grande de agua que leva la acequia, 15 Plano tradicional de una abadia cisterciense 167 CONTRERAS, Juan de (Margués de Lozoya), Historia del arte hispnico,¢. 1, Barcelona, 1904, 5. Clr, BACyp 28940" 28. En tiempos de san Bernardo todavia la orden del ister no habia desple ‘gndo_grandiosidad en susconstruciones, pro poco de mori san Berard a propia abadia de sus mores, cont con un templo sunuoso, que no sé fo que hubiera dicho el santo si hubieralevantado ‘aber. Opino que ls templo los hafan en los siglot XI y XIII adaptados Is comunidad, segin et ‘mayor o menor nero de mons, Esto seve bien claro si nos fijamos en cualquier abadia: si era de anchos monje, como la de Osea, el templo era grande, si era la comunidad més pequei, como Acibeio, era de tamaflo menor, > thidem. © Cf. D.Rops, San Bernardo, Barcelona, 1957, 157 Che. Apologia, n° 29. © Ibidem. “© No estar dems advert para entender mejor la postu de SB, que las iglesias cistercienss esta- ‘ban coneebidas Unica y exciusivamente para monjes y converses, y por Jo Cano, no necesitaban los rmonjes-a sv modo de ver. de auellassuperfluidades para remontrs hasta Dis. * Cia ef autor a A Dimier, Reel de plans, Ip. 23. “ Agu coloca el autor una nota de la cual entresscames esos conceptos, que compart fotal- rent:"Es inddable que una persona que escribe una obra como la Apologia, en In que nos da una de las mejores y mds preciosa defiiciones que jamds se hayan dado del art roménico, sobre todo de la cxcutura; en modo alguno puede considerarse ciego e insensible para el ate, por el contrario,nos demuestra que sabia caparpefectamente su poderos efecto evacador. “ Cle VALLE PEREZ, J Carlos, La Arquitectura Cisterciense en Galicia, La Cora, 1972, 34 168 Fray M" Damn Yatiez Neira 16 PLAN-TYPE D’UNE ABBAYE CISTERCIENNE A. Elise B. Sacristie .Armarium ou bibliowkeque D. Chapitre FE. Escalier du dontoir des moines Auditorium ou pacloit G. Grande salle des moines H. Chauffoir I. Réfectoire des moines J. Cuisine K. Réfect L. Passage M. Grand celle IN. Cour ou ruelle des convers es convers 0. Clore de la collation et du mandarum P.Lavabo Preshyttre élevé d'un ou de deus desrés avec I'autel majeur, précédé d'un nowve au degre Porte conduisant au cimetitre scaler du dort Porte des moines ‘Cheeur des moines Jue ‘Cheeur des convers Porte des convers Narthex 10. Chaire du lecteur 11, Passe-plts Plano tradicional de una abadia cisterciense PLANO DEL MONASTERIO DE OSEIRA. 169

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