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Lucien AUGER VENCER test seess Por el Autor de «AyUCARSE A Si MISMO» Sal Terrae Coleccién «PROYECTO» ; Lucien Auger 35 VENCER LOS MIEDOS Editorial SAL TERRAE Santander Titulo del original en francés: Vaincre ses peurs . © 1977 by | Les Editions de 1’Homme / Les Editions du CIM Montréal (Canada) Traduccién: Armando Ramos Garcia © 1993 by Editorial Sal Terrae Poligono de Raos, Parcela 14-1 39600 Maliafio (Cantabria) Con las debidas licencias Impreso en Espaha. Printed in Spain ISBN: 84-293-1114-9 Dep. Legal: BI-32-94 Fotocomposicién: Didot, S.A. - Bilbao Impresién y encuadernacién: Grafo, S.A. - Bilbao COrIAUNURWNE . Fernanda, o el miedo a amar ....... . Gerardo, o el miedo a la intimidad . Hortensia, o el miedo al placer ... . Iv4n, 0 el miedo a ser impotente . . Juan y Juana, o el miedo a ser homosexual - Karl, 0 el miedo a la Soledad ......... . Lorena, o el miedo a una vida vulgar . Manuel, o el miedo a fallar a los compromisos . . Noelia, o el miedo a la autoridad . Oscar, o el miedo a ser un mal padre . Patricia, o el miedo a perder la raz6n . Quidam (Fulano) . Raquel, o el miedo a lo: . Sergio, o el miedo a afligir a los demas - . Teresa, o el miedo a perder a los seres queridos ... 158 . Urbano, o el miedo a cambiar . Verénica, 0 el miedo a equivocarse . Wenceslao, o el miedo a perder el control . . Xaviera, o el miedo al sufrimiento ffsico ... . Yago, o el miedo a Dios ... . Zulema, o el miedo a morir . Indice Introduccion... 0.06. 6c cece eee c cece ene e eee eee eeenes 9 . Las fuentes de la ansiedad ........ 15 . Cémo combatir la ansiedad y liberarse de ella - 30 . Antonio, 0 el miedo a tener miedo . 45 . Beatriz, o el miedo a no ser amada 50 . Carlos, o el miedo a fracasar 62 . Diana, o el miedo a triunfar . 68 . Enrique, o el miedo a la opinién de los demas . 73 133 139 143 148 153 scensores 163 174 179 189 —5— Anexo 1: Carta a un(a) futuro(a) «cliente» Anexo 2: Cémo me ayudo a mi mismo. Directrices Anexo 3: Cémo me ayudo a mi mismo. Ficha de trabajo . Bibliografia .. Agradecimientos Quiero manifestar mi agradecimiento a cuantos me han ayudado a escribir este libro. Y en primer lugar, a quienes han acudido a mi consulta y que, en su angustia y su sufrimiento, me han hecho el favor de no ver en mi a un terapeuta, sino a un ser humano como ellos, y cuyas con- fidencias me han permitido comprenderles mejor a ellos y a mi mismo. También estoy muy agradecido a los parti- cipantes en los diversos seminarios que he tenido la fortuna de poder animar en los dltimos afos en relacién con el tema de este libro. Los debates, a veces sumamente vivos, en los que hemos tratado de delimitar mas estrictamente la realidad, han sido para mi otras tantas ocasiones de afinar mis reflexiones y hacer avanzar mis investigaciones. Mis colegas del Centro Interdisciplinar de Montréal siguen ofreciéndome el apoyo y el estimulo que, a lo largo del tiempo, me han permitido precisar y afirmar mi pen- samiento. Frangoise Breault y Monique Robidas han colaborado en la encuesta a la que me refiero en el capitulo 22. Fran- cine Ouimet y Giséle Clément han tenido la bondad de verificar la exactitud de una serie de citas y referencias. Como ya hizo en mis libros anteriores, Jean-Marie Aubry ha tenido la paciencia de leer el manuscrito y formular una serie de observaciones sinceras y directas. Liette Bourassa me ha prestado su inestimable ayuda en la correccién de las pruebas. Y, finalmente, mi secretaria, Micheline Ran- kin, ha sabido, como de costumbre, prestarme una ayuda de la que yo no habria podido prescindir. —7— Me he esforzado por no reirme de las acciones de los hombres, ni deplorarlas, ni despreciarlas, sino comprenderlas. Spinoza Introduccion Hace unos afios, publiqué un libro titulado Ayudarse a si mismo. Una psicoterapia mediante la razén, en el que presentaba el llamado método emotivo-racional tal como habia sido elaborado por el psicdlogo norteamericano Al- bert Ellis, el cual, a su vez, se habia inspirado en deter- minados pensadores de la antigiiedad. El método emotivo-racional se basa en la constatacién de que, en la mayoria de los casos, el origen de las emo- ciones humanas se encuentra en el pensamiento y las creen- cias de cada cual. Esta constatacién permite a Ellis —como ya se lo habia permitido a Epicuro, Epicteto, Séneca y Marco Aurelio— deducir los principios de una terapia de las emociones basada en un saneamiento de los contenidos cognitivos —las creencias— del individuo. En pocas palabras, lo que esta teorfa afirma es que, si se quieren modificar las emociones, hay que apelar al pen- samiento y a la creencia, que es donde se origina la emo- cién. El asunto no carece de interés practico, porque no pa- rece exagerado afirmar que son nuestros estados emotivos los que constituyen para cada uno de nosotros lo que lla- mamos «felicidad» o «infelicidad». ;Acaso no consiste la felicidad en sentirse y estar alegre, tranquilo, creativo, amable..., mientras que, por el contrario, identificamos la infelicidad con la ansiedad, la ira y la falta de estima por uno mismo y por los demés? —9— Ayudarse a si mismo ofrecia una reflexién general sobre las emociones y proponia un método sencillo y directo de administrar la intensidad y frecuencia de las emociones desagradables e incrementar la intensidad y frecuencia de las emociones agradables. El objetivo de esta obra es mas especifico. Pretendo estudiar un tipo concreto de emocién: la ansiedad. Intentaré desmontar sus mecanismos, comprender qué es lo que la provoca, estudiar como se desarrolla, considerar sus con- secuencias en nuestras vidas y proponer unos medios prac- ticos para reducir los estragos que ocasiona. No hay que ser psicoterapeuta para constatar hasta qué punto es la ansiedad un fenémeno universal que nos afecta a todos. Sin embargo, mi trabajo me permite, por una parte, establecer unos contactos bastante intimos con quienes acu- den a mi y, por otra, constatar con mucha claridad cudn presente esté Ja ansiedad en nuestras vidas y cuantos per- juicios nos ocasiona. Puedo afirmar, sin temor a equivo- carme, que jamas, ni en mi actividad terapéutica ni fuera de ella, me he encontrado con un ser humano que no haya experimentado algin grado de ansiedad y que no se haya visto asaltado por algtin miedo més o menos preciso. La amplitud del fenémeno ha Ilevado a algunos a afirmar que la ansiedad forma parte de la «naturaleza» humana y es indisociable del hecho de existir. No quisiera adentrarme aqui en las arriesgadas vias de una discusién filoséfica: me basta con constatar que hay seres humanos menos ansiosos que otros, para emitir al menos la hipdtesis de que, si se consigue identificar su origen, quiz4 sea posible modificar esta reaccién emotiva y reducir los dafios que origina. El plan de esta obra sera, pues, el siguiente: en un primer momento, pretendo examinar los rasgos generales de la ansiedad y del miedo para, a continuacién, considerar las relaciones que se establecen entre estas y otras emo- ciones, como la hostilidad y la culpabilidad. En un segundo momento, intentaré presentar las lineas generales de una terapéutica de los temores, asi como los — 10 — elementos basicos de un metodo destinado a permitir li- berarse de los mismos, al menos parcialmente. En una tercera parte, bastante mas detallada, presen- taré, a lo largo de una serie de breves capitulos, unas cuantas reflexiones sobre un determinado ntimero de mie- dos especificos. Para permitir captar mas facilmente los elementos constitutivos de cada uno de esos miedos, re- curriré a presentarlos de una manera concreta y persona- lizada: cada capitulo Ilevara como titulo el nombre de una persona y se cefiird a estudiar los rasgos de un miedo especifico tal como ha sido vivido por una persona con- creta. Ni que decir tiene que se tratara de personas reales, aunque tendré buen cuidado en modificar la historia lo suficiente como para que nadie pueda identificarlas. Al emplear nombres que comienzan, sucesivamente, por cada una de las letras del alfabeto, pretendo simbolizar la uni- versalidad del fenémeno de la ansiedad, mds que ofrecer una lista definitiva y exhaustiva de los miedos de la hu- manidad, que, de hecho, son tan numerosos y se refieren a tan variados objetos que harian falta muchos voltimenes para describirlos. Unas palabras mas personales para quien vaya a leer este libro. Hay muchas razones que pueden llevar a leer un libro: se puede hacer para distraerse, para informarse, para cultivarse, para contentar a quien nos lo ha regalado © incluso para poder decir que se ha leido, si con ello espera uno ganarse la aprobacién de los demas. Sea cual sea tu motivacién, querido lector, desearia que la lectura de esta obra te permitiera, no s6lo comprender por qué te invade la ansiedad, la turbacién 0 el miedo, sino, ademas, pasar a la ofensiva y combatir tus miedos por medio del pensamiento y de la accién. No tengo inconveniente en que alguien pueda comparar este libro con un recetario de cocina. Todo el mundo sabe que no basta con leer, aunque se haga con suma atencién, la receta del estofado para que, como por ensalmo, el plato se haga solo. Ademas de com- prender cémo se hace el estofado, hay que reunir los —li— ingredientes de la receta y combinarlos de tal manera que Jo que salga sea realmente un estofado. Seria fantastico si bastara con comprender cémo nace y se desarrolla la an- siedad para librarse de ella. Pero no es asf: tanto en el terreno culinario como en el de las emociones, es indis- pensable poner manos a la obra y dar los pasos fisicos 0 mentales necesarios para que se verifique una transfor- maci6n de la materia o del espiritu. Si quieres librarte de tus miedos 0, al menos, reducirlos, no puedes quedarte en Ja mera comprensi6n intelectual, aunque ésta sea de gran utilidad para orientar tu accién y permitirte economizar esfuerzos. Es justamente la accién, tanto mental como fisica, la que te permitira alcanzar mas facilmente tu ob- jetivo. Me impresiona enormemente constatar, en mi trato con la gente, el reducidisimo nimero de personas verdadera- mente interesadas en ser felices. Por supuesto que todas ellas manifiestan su deseo de ser mejores, de librarse de su ansiedad y de llevar una vida més agradable, feliz y distendida; pero, cuando llega el momento de dejar de hablar de ser felices, de dejar de sofar con la felicidad, y poner manos a la obra para conseguirla, entonces todo son resistencias, declaraciones de impotencia, maniobras dilatorias y excusas de todo tipo. Es como si muchos de nosotros concibiéramos la felicidad como una especie de producto del azar cuya consecuci6n no dependiera de nos- otros en absoluto. Esperamos la felicidad mientras echa- mos pestes contra la mala suerte u otras fuerzas ocultas que, segtin nosotros, se oponen a nuestro bienestar. Nos hacemos victimas inocentes de nuestra educaci6n, de nues- tros padres, de la sociedad, de la coyuntura econémica, de la malevolencia de los dioses (0 de Dios)..., cuando no de la malhadada conjuncién de los astros que presidié nuestro nacimiento. Desgraciadamente, estas ridiculas creencias, carentes de todo fundamento, se ven reforzadas, en primer lugar, por el hecho de que nos las proponen obstinadamente los medios de informacién, que bombar- —2— dean sin cesar nuestras mentes; y, en segundo lugar, por el hecho de que los acontecimientos externos desempefian un papel real, aunque no determinante, en la presencia en nuestras vidas de la infelicidad o la felicidad. Ademas, la pasividad de muchas personas frente a los actos mentales y fisicos que podrian permitirles obtener una mayor dosis de felicidad encuentra apoyo también en un cierto «snobismo» relacionado con la ansiedad. Para algunas personas es casi un distintivo de nobleza el estar desesperadas 0 ansiosas, y quien afirma estarlo no suele ser tenido por una persona superficial, por un «bendito» que no es capaz de comprender la tragedia de existir, por un estipido que no capta los verdaderos problemas y que se complace beatificamente en su dichosa ignorancia. Aun- que asi fuera —cosa que no creo y que me apresuro a desenmascarar como un prejuicio indemostrable—, afirmo sin Ja menor vacilacién que prefiero vivir con la felicidad del estépido antes que deleitarme noblemente en la ansie- dad y el miedo de una mente ilustrada. Afortunadamente, como espero poder demostrar, es perfectamente posible conciliar la lucidez y la ausencia de ansiedad, y creo que quien se complace en esta Ultima no hace sino captar im- perfectamente la realidad o deformarla. A este respecto, son sumamente interesantes las reflexiones de Louis Pau- wels (Lettre ouverte aux gens heureux), que recomiendo vivamente. —13— 1 Las fuentes de la ansiedad El origen de las emociones Antes de abordar la biisqueda de las fuentes especificas de la ansiedad, detengémonos un momento a describir el origen de nuestras emociones en general. Lo que a con- tinuacién voy a exponer ya lo expuse con mas detalle en Ayudarse a si mismo. Me limitaré, pues, a recordarlo su- mariamente. Esta fuera de toda duda que la mayor parte de nuestras emociones, si no todas, tienen su origen en los pensa- mientos que alimentamos en nuestra mente, en las inter- pretaciones que hacemos de los acontecimientos y las per- sonas que jalonan nuestra existencia. Yo suelo utilizar el ejemplo del «metro» con quienes acuden a mi consulta, para permitirles captar este punto verdaderamente capital. Supongamos que tienes que tomar el «metro» en una hora punta. Arrastrado por la muchedumbre, consigues al fin introducirte en un vagén en el que, naturalmente, todos los asientos ya estan ocupados; de modo que te agarras a la barra y te dispones a soportar pacientemente el viaje. Cuando el tren arranca, tienes que aferrarte enérgicamente a la barra para no darte de narices con el sombrero de la sefiora que esta sentada delante de ti. En ese preciso mo- mento, sientes un violento empujén en tu espalda que, si no estuvieras habituado desde hace afios a restablecer tu —15— equilibrio, te habria hecho caer y aplastar el mencionado sombrero de la citada dama. ,En qué estado animico crees que te habrfas sentido inmediatamente después de haber sufrido tal empujén? La mayoria de las personas a las que hago esta pregunta responden que se habrian sentido fu- riosas, agresivas y hostiles hacia el causante de dicho em- pujén. Entonces les pregunto, como te lo pregunto a ti, lector: «{Cudl es la causa de tu estado animico de célera, furor y hostilidad?» Tal vez respondas, como ellas, que la causa de tu furor es el empujén que has recibido. Pero prosigamos con nuestra historia. Rojo de indig- nacién, te vuelves airadamente para decirle cuatro cosas a ese imbécil, a ese patén, a ese estipido... Pero, para tu sorpresa, constatas que la persona que te ha empujado lleva unas gafas con los cristales opacos y se apoya en un bastén blanco: es un ciego. {Qué ocurre entonces con tu cédlera y tu indignacién? «Desaparece y se transforma en compa- sién, en ldstima por ese pobre hombre, obligado a vivir en un mundo oscuro y cuyo movimiento se debid, evi- dentemente, a una torpeza perfectamente comprensible», responde la mayoria de mis interlocutores. Entonces, {a qué se debe el que esa c6lera, que hace un instante afirmabas que habia sido causada por el em- pujon, desaparezca por completo, a pesar de que el em- puj6n ya no hay quien te lo quite? ;Cémo puede perma- necer el efecto habiendo desaparecido la causa? ,No es verdad que, cuando aprietas el interruptor y la bombilla no se apaga, deduces que ésta esta conectada a un circuito distinto del del interruptor? Hay que concluir, por tanto, que no es el empujén la causa de tu célera, sino que tiene que ser otra cosa que haya ocurrido con ocasién de dicho empuj6n. «En efecto», contestaris probablemente; «pero entonces, si no es el empujén, cual es la causa de mi célera?». Para responder a esta pregunta, examina lo que ha sucedido en tu mente nada mas recibir el empujén. {Qué —16 — pensamiento te ha asaltado? ; Qué has dicho para tus aden- tros? ¢Acaso no has dicho algo asi como «;Sera bestia, el muy hijo de p...!»? Seguro que tu reaccién ha sido ésta, u otra muy parecida (cada cual tiene su propio repertorio de expresiones personales para verbalizar sus valoraciones e interpretaciones de las cosas y las personas). Pero, cuan- do has constatado que se trataba de un ciego, qué es lo que te has dicho? «Bueno..., algo asi como ‘‘pobre hom- bre..., no lo ha hecho adrede..., bastante desgracia tie- ne... ». {Te das cuenta de cémo ha cambiado tu interpretacion de un momento a otro? ;Te das cuenta, ademas, de que también han cambiado tus emociones, en consonancia con ese cambio de interpretacién? ;No seria razonable concluir que no ha sido el empujén lo que te ha encolerizado, sino més bien esas frases que, con la rapidez del pensamiento, has introducido en tu mente a raiz del empujén? Tal vez me digas: «De acuerdo; pero lo cierto es que, si la causa de mi enojo reside en los pensamientos que me han asaltado a raiz del empujon, entonces éste tiene ne- cesariamente que haber desempefiado un papel importante en la produccién de mis emociones, porque, si yo no hu- biera sido empujado, probablemente no habria experimen- tado tal emocién». Y yo te respondo: «Exacto. El empujén es la ocasién que desencadena tu emocién». Es vital no confundir la ocasion con la causa, aun cuando suele ser bastante dificil establecer la diferencia entre ambas. Puede que otro ejem- plo te ayude a captar esta distincién. Imagina que te encuentras a la orilla de un lago y que observas a un hombre de pie en una embarcacién en el centro de dicho lago. De pronto, ese hombre cae al agua y se ahoga. ;Cual es la causa de que se ahogue? Te equi- vocas si respondes que la cafda en el agua 0 el agua misma. Si asi fuera, habria que concluir que toda persona que cae al agua se ahoga necesariamente, cuando eso, en realidad, —17—

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