You are on page 1of 157
CARMEN LYRA LOS CUENTOS DE Ml TIA PANCHITA —— 1936 imprenia Espafiola Soley & Valverde Los Cuentos de mi tia Panchita tria Payomra era una mujer bajita, menuda, M que peinaba sus cabellos canosos en dos tren- zas, con una frente grande y unos ojos pequefii- nes y risuefios. [ba siempre de luto, y entre la casa protegia su falda negra con delantales muy blancos. En sus orejas, engarzados en unos pendientes de oro, se agitaban dos de mis dentezuelos de leche. Quizd. por esto sofié una vez que yo era chirrisca como un frijol y que estaba suspendida de un columpio de oro asegurado en una de las orejas de la tfa Panchita. Yo me columpiaba y hacia cosquillas con les pies en au marchita cara, lo ctal la ponia a reir a carcajadas Elia solia decir que los tenia allf prisioneros, en ecas- tigo de los mordiscos que hincaron en su carne cuan do estaban firmes en las encfas de su duefia, quien solia tener tremendas indiadas. Diligente y afanosa como una hormiga era la an- ciana, y amiga de bacer el real con cuanto negocio honrado se le ponfa al frente. Kso si, no era egeista como la antipdtica hormiga de la faébula, que en maz de una ocasién la sorprendi compartiendo sua. provi- siones con alguna calavera cigarra, Habitaba con mi tia Jestis, impedida de las manca 4 Canmen Lynas por un reuma, en una casita muy limpia en las in- mediaciones del Morazan. La gente las llamaba “Las Nifias” y hasta sas hermanos Pablo y Joaquin, cuan- do me enviaban donde elias, me decfan: —VYaya donde “Las Nifiaa”’. Hacia mil golosinas para vender, que se le iban eomo agua y que tenian fama en toda la ciudad. En él gran armario con puertas de vidrio que habia on el pequefio corredor de la entrada, estaban los regalos que sis manos creaban para el paladar de los josefi- nog; las cajetas de cove y de naranja agria mds ricas que he comido en mi vida: quesadillas de chiverre que muchas veces hicieron flaqgaear mi honradez: muiie- quillos y animales fantdsticos de una pasta de azticar muy blanca que jamds he vuelto a encontrar; bizco- cho y tamai asado que atraian compradores do barrios lejapos: del Paso de la Vaca y de la Soledad; en fras- cos de cristal estaban sus perfumados panecillos de cacao Matina con los que se hacia un chocolate cuyo sabor era una delicia, y que coronaba las tazas con un dedo de rubia espuma. Ella fué quien me narré casi todos los cuentos que poblaron de maravillas mi cabeza. Las otras personae de mi familia, gentes muy prudentes y de bueu sentido, reprochaban a la vieja sefiora su mania de contar’a sus sobrinos aquellos cuentos de hadas, brujas, espantos, eteétera, lo cual, segiin ellas, jes echaba a perder su penaamiento. Yo no comprendia estas sensatas reflexiones. Lo que sé es que ninguno de los que asi hablaban, logré mi con- fianza y que jamds sus conversaciones sesudas y sus cuentecitos cientificos, que casi siempre arrastraban a Los CuznTos be ot TIA Pancurra torpemente una moraleja, despertaron mi interés. Mi tio Pablo, profesor de Légica y Etica en uno de los Colegios de ia ciudad, amaba despeectivamente cuen- teretes y bozorola los relatos de !a vieja tia. Quizd las personas que piengen como el tio Pablo. les den los mismos calificativos y tendrd4n razéu, porque ello es el resultado de aus ordenadas ideas. Ku cuanto a ori, que jamds he logrado explicarme ninguno de ios fenémenos que a cada instaute ocurren en torno mio, que me quedo con ia boca abiarta siempre que miro abrirse una flor, guardo las moutiras de mi tia Pan- chita al lado de las explicaciones que sobre la forma- eidn de animales, vegetales y minerales, me han dado profesores muy graves que se creen muy sabios. iQué sugestiones tan intensas 6 inefables despert- taban en nuestras imaginaciones infantiles, las pala- bras de sua cuentos, muchas de las cuales fueron fabricadas de un modo incom prenosible para la Grama- tica, y que nada decian a las mentes de personas entradas en ahos y en estucdios! Recuerdo 6] cuento de “La Cucarachita Mandin- ga’ (La Hormiguita” de Ferndu Caballero, vaciado en molde quizd americano, quizd tico solamente). que no nos causdbamos de escuchar. Jia Cucarachita mandinga! Jamas podré expre el picaresco eueanto gue este adjetivo de “mandinga”, puesto con tanta gracia ala par de “La Cucarachita”, por los Jabios de quidn sabe qué abuela o vieja china, vaciaba en nueatre interior. éMandinga? Ninguana de las definiciones que sobre esta palabra da el diveionario responds a la que ios & CARMEN LTH nifios nos ddbamos, sin emplear palabras, de aquel ca- lificativo qua se agitaba como una traviesa Hamita naearada sobre la cabeza de la coqueta criaturilia. Los cuentos de la tia Panchita eran humildes llaves de hierro que abrian areas cuyo contenido era un tesoro de ensuefioa. En el patio de su casa habia un pozo, bajo una chayotera que formaba sobre el brecal un dosel de frescura, A menudo, sobre todo en fos calores de marzo, mi boca recuerda el agua de aquel pozo, la mds fria y limpia que hasta hoy probara, que ya no existe, que agoto el calor; y sin quererlo mi voluntad, mi corazon evoca al mismo tiempo, la memoria de mi alegria de entouces, cristaliua y fresca, que ya no existe, que agotoé la experiencia. La vigjecilla me contaba sobre este pozo, menti- ras que hacian mis delicias: en el fondo habia un palacio de cristal, en donde Jas ldmparaa eran eatre- llas. Alli vivian un rey y una reina que tenfan dos hijas muy lindas: una morena de cabellera negra que le Hegaba a la rodilla, con un lunar en forma de flor junto a la boca; la otra blanea, con el cabello de ore que le arrastraba y con un lunar azul en forma de estrella. La rubia era mi predilecta, y ¢] lunar azul en forma de estrella, de su majilla, era una fuente de encanto para mi. : Yo gozaba cuando la tia Panchita cogia su tinaja y se encaminaba al pozo. La precedia brincando cual si fuese a una fiesta. iQué sonidos mds extrafios y atrayeutes subian de aquel profundo agujero umbrio, en cuyo fondo Log CuBNros DR MI TA Paxcurra i dijérase que se encendian y apagaban luces, (Mas tarde me di cuenta que eran los temblorosos girones de clari- dad que habia entre el follaje que lo cubriera, pero en tonces imaginaba que eran las lamparas de que me ha- blara la anciana). El brocal y las paredes estaban tapi- zados por un musgo verde y dorado. Las gotas que rezu- maban caian y predutian una onisica tan delieadal... Tin... tan... La anciana decia que eran los caacabeles de plata que Hevaban al cuelio los perritoa de las princesas, suspendidos en una cinta de oro. Sila tia Panchita, en ciertas ocasiones, hubiese logrado fisgonear dentro de mi pensamiento. se habria horrorizado de aus encantadoras embustes, y habria temblade por mi vida que deseaha ardientemente ira jugar con princesas y perrilloa en el palacio de cristal. {¥ la sonrisa de compasivo trinofo que habria plega- do loa labics del tio Pablo, al profesor de Logica y Etica, si hubiese sasomado sus anteojos por los cam pos de mi fantasia cultivada por su hermana, a quien, aegiin él, te faltabaz dos tornillos! jSerian vuldel buen sentido ¥ el de la idgicat Ahora cierra loa ojos y el recuerdo de la querida viejecilla, que fué mil veees mds amada para mi que ef tio Pablo, a peaar de que ignoraba que existen Logica y Etica en este mundo, se sienta en su silla baja y me narra sus cuentos, mien- tras sus dedos diligentes arrollan cigarrillos. Yo estoy asus pies en el taburetite de cuero que me hizo el tio Joaquin. Siento el olor del tabaco curado con he- jas de higo, aguardiente y miel. He an una gran aala de paredes enjalbegadas y de pavimento euladrillado. En alguna parte hay el cuadro de una pastora que pone un collar de flores a su cordero. Sobre la cémoda, Carmen Lrra ai fanal que protege Hi Paso de las inclemenciag del tiempo y a los lados, unas gallinaa de poreelana echa- das en sendos nidos. {Qué largos se hacian para mi impaciencia los segundos en que ella dejaba de narrar para o ir a encenderlo en una braaa del hogar! Son los cuentos siempre queridos de “La Ceni- cienta”, de “Kl Pulgarcito”, de “Blanca Nieve’’, de “Caperucita’, de “El Pajaro Azul”, que mas tarde encorntré en libros. Son otros cuentos que quizd no estén en libros. De éstos, algunos me han vuelto a salir al paso, no en libros sino en labios. iDe dénde los cogid la tia Panchita? 2Qué muerta imaginacién nacida en América los entretejié, cogiendo briznas de aqui y de alld, roban- do pajillas de afiejos cuentos creados en el Viejo Mundo? Ella les ponia la gracia desu palabra y de Bu gesto que se perdid con eu vida. iLa querida viejita que no sabia de Légicas y Eticas, pero que tenia el don de hacer reir y sofiar a los nifios! GL. Los CurENTOs DE MI Tia PANCHITA 9 AURA Tio Coneio comerciante NA VEZ tio Conejo, U cogié6 una cosecha que consistia en una fatega de maiz y otra de frijoles y como. era tan maldito, se pro- puso sacar de exo todo lo que pudiera. Pues bueno, un} miér— coles muy de mafiana se puso su gran sonibrero.de pita, se echdé el chaque- 10 Caumen Lrea tén al hombro y cogié el camino. Llegé donde tia Cu- caracha y tun, tun, Tia Cucaracha, que estaba tos tando café, saliéd cobijdndose con au pafiuelo para no pasmarse, —?Quién est |Adids trabajos! [Si es tio Conejo! iQué se is ofrece? Pase pa dentro y se sienta—y tia Cuearacha limpié la punta de la banea con su delan- tal. —Aqui no mds—contest6 tio Conajo—ai vengo de pasadita a ver si quiere que tratamos, Qué le pa- rece que vendo Una fanega de maiz y otra de frijoles eb uua onza ¥ media? jBdileme ese trompo en la ufial Regaladas, tia Cucaracha, pero la necesida tiene cara de caballo. —Pues ai vamos a ver, tio Consjo. Sime decido, alla llego. —No, no, tia Cucaracha. Si ae decide es ya. por- que si no voy a buscar otro. Vine agui de primero por ser usté. Y si se decide, llegua a casa el adbado como 4 Jas siete de la mafiana, porque yo tengo que bajar a la ciudad. — Qué caray! Hago el trato y alla lego el sdba- do con mi carreta. Pero no se vaya. Ahorita esta al café y tengo un tamal asado que acabo de sacar. Tio Conejo se senté y al poco rato estaba alli tia Cucaracha con un buen jarro de café acabadito de cherrear y una gran racién de tamal asado. Con exe puntalite entre el estémago, siguid tio Conejo su camino. Llegd donde tia Gallina y tun, tun. —iQuién es? grité desde adentro tia Gallina, que estaba euredada con ef almuerzo, Los CUENTOS ba wn Tis PaNncorra il —Y¥o, tio Conejo, que vengo a ver si Lacemos un trato. —Pase pa dentro v se sienta. A ver, qué ea el trato? —Es que vendo una fanega de maiz y otra de frijoles en onza y media, [Vea qué mamadal Como quien dice, echar el maiciflo y loa frijolilloa a la ealle...Pero estoy en un gran apristo y tenge que ven- derlos por eaa miseria. Me vine derecho a buscarla, tia Gallina, porque al fin y al cabo somos buenos amigos y uno debe preferir-a los amigos. Tia Gallina fué a volver la tortilla al comal, y mientras fué y vino, pened que era un buen negocio J} prometio a tio Conejo ir el sibado como a las ocho con au carreta, por el maiz y los frijolea. También le dié un queso hecho en la casa para que probara. Tio Conejo siguid eu eamino y Hegé donde tia Zorra que estaba pelando unos pollos. —jHola, tia Zorra! {Qué hace Dios de eaa vida? —|[Pero hombre, tio Conejo! |Buenas patas tiene su caballo] Pase adelante, pase adelante y aho- rita almorzamos. Tio Conejo entro 7 propuse al negocic del mafz y de los frijoles a tia Zorra, metiéndole una larga y otra corta: que la habia preferido a todos y que por aqui y por alld, y que si se decidia, Jlegara como a las nueve 6] sibado, porque éltenia que bajar a la ciudad. Tia Zorra dijo que bueuo, y prometié Negar 6] sibado con su ona y media donde tio Conejo. Después que dié una gran almorzada, tio Conejo se deapidid y siguid su camino. Llegé donde tie Coyo- R Cazmen Lypa te, que estaba quitando del fuego una gran olla de conserva de chiverre. ~[U pel Tio Coyote. }Como le va yendo? —|Dichosos ojos, tio Conajo! Vale mas llegar a tiempo que ser convidado. Hntre pa dentro y prueba esta conservita que esta muy rica. Mientras se comia su plato de conserva, tie Co- nejo ofrecié su fanega de maiz y de frijoles a tio Co- yote por onza y media. Nn seguida cerraron el trato y tio Coyote quedé en llegar por ellas el sibado como a las diez de la mafiana, con au carreta. Tio Conejo se despidio y aigniéd adelante. Liegé a@ casa de tio Tirador, que estaba on el corredor aceitando su escopeta. —Tio Tirador, agui vengo a que crea que he per- dide tos bartolos, a ofrecerle una fanega de maiz y otra de frijoles en onza y media. 1Un disparate! Pero es que ando cogidndolas del rabo con una jaranilla que me ba caido encima. Tio Tirador traté, y quedé de Hegar el sabado con sus dos mulas, por el maiz y los frijoles, Tio Co- nejo le propuso que Ilegara como a medio dia, por- que en la mafiaua tenia que estar en la ciudad, de precisa, y no voelveria a casa sino hasta por ahi de la una. Luego tio Conejo regresé a su casa. El sibado se jevanté de mafianita y se senté on la tranquera. Ape- nag habia salido el sol, cuando vi6 venir a tia Cuca. racha con su carreta. Tio Conejo la hizo llevar la carreta detras de la casa. Le ensefié el mafz y los frijoles; tia Cucaracha sacé del seno e) pafiuelo en que traia anudado.el di- Loa CuENTos De ur vfa Panecwira 13 nero, lo degannd6é y puso en manos del vendedor la onza y media. Ei muy labioso de tio Conejo invité a entrar a tia Cucaracha, descolgd la hamaca que estaba pren- dida de ja solera de ia sala y le dijo:— Venga. tia Cu- earacha, y se da una mecidita mientras se fuma este puro habano. Y tia Cucaracha se eché en la hamaca ¥ 88 puso a fumar. Tio Conejo estaba para adentro y para afuera. De pronto aparecié con las manos eu la cabeza, —{Tia Cucaracha de Dios! Alla viene tia Galli- na, y es para acd. —INo diga sao, tio Conejo!—dijo tia Cucaracha tirdndoge de la hamaca.—jDios libre sepa que estoy aqui! |Escéndame per vida suyita, tio Conejo! Ya mu parece que estoy en oe] buche de tia Gallina. Tio Conejo la escondié entre el horno y salié a recibir a tia Gallina, a la que kizo llevar la carreta al galerdn, le ensefié la fanega de maiz y de frijoles y recibié la onza y media. Después por setias la hizo asomarse ai horno y tia Gallina se va encontrande con mi sefiora tia Cu¢aracha, que pasé a su beche en un decir amén, En seguida la Nevd-a la sala, la hizo subir ala hamaca y aceptar an puro habano. Cuando tia Gallina estaba en.Jo mejor, meciéndo- se y fumando, entré tio Conejo con las manos en la ca- beza:—[Tia Gallina de IMos! ;Adivineme quién viene alli no masito? ~—iQuiéa, to Conejos — Pues tia Zorra, y no sé si os por usté o por mi. —Por mi, tio Conejo. jPor quiéa habia de ser? jEecéndame, por vida seya!—Y Ja pobre tia Gallina, rs Canwen Lye més muetia que Viva, corria de aqui y de alld sin sa- ber qué camino tomar. Tio Conejo la escondié en ¢i horno y salié a re— cibir a tia Zorra. La llevé a dejar la carreta en al petrero, para que no vieta las otras, recibié au onza y media y en lo demda hizo como antes. Lo sefialé al horno con mil malicias y tla Zorra se zampé a tia Gallina. Mientras se estaba meciondo en la hamaea y fumdndese su puro habano, tio Conejo eataba como ona lanzadera, para adeutro y para fuera. En una de tantas entré haciéndose el asustado: —ITia Zorra de Dies! :Adivine quién viene para acal Tia Zorra pegé un brinco.—iQuién, tio Conejo? —Pues tio Coyote... Y no se sabe si es por usté o por mi. —{Ah, tio Conejo maa sencillo! {Por quién habia de ser si no por mi? jEseéndame y Dios quiera que no me huelal Tio Conejo la escondid en el horno y galid a reci- pir a tio Coyote. Después que éste le entregé la onza y media, lo Hevé a la sala. “ _Hehese on la hamaca, tio Coyote, y descansa, Mientras tanto famese este purito habano. No hay que apurarse por mada. {|Adid! De repente, cuando uno menos io piensa llega la Pelona y adids mis flores, se acabé quien te queria. Yo por eso nunca me apuro por nada. Aaf que se fum6é el puro, tio Conejo le dijo al ofde:— Vaya y dese una asomadita al horno y vera lo que le tengo allf.— Fué tio Coyote y hallé a tia Zorra haciendo zorro; En un momento la dejé difunta y se Log SVENTOS DE SETA BANORITA is la comidé. Estaba todavia relamiéndose, cuando entré tio Conejo: —ITio Coyote de Dios! jAdivineme quién viene allf no més? —Diga, tio Conejo —contesté tio Coyote asustado al ver la cara que hacia tio Conejo. [Pues tio Tirador, con asi fusil! Y no se sabe si es por usté o por mi. —iAy, tio Conejo! jEse viene por mi, porque me Neva una gana! Eseéndame, por lo que maa quiera. ~-Pues métase entre ese horno y yo gierro la puerta. Tio Coyote ae metid, con el corazén que se le salia y tio Conejo se fué a la tranquera a recibir a tio Tirador. —Ya crei que no venia, tio Tirador—dijo el muy sepulero blanqueado.— Passe, pase y descansa en esa hamaca, que debe de venir muy rendido. Fimese este purito habano y luego viene a ver su mafz y sus frijoles. Cuando tio Tirador hubo descaneado, tfo Conejo le dijo al ofdo: — Prepare la guépil, tio Tirador, y vaya a darse una agsomadita por el horno. Asi lo hizo tio Tirador, quien ae va hallando con tio Coyote que estaba con las canillas en un temblor. Tio Tirador apunté y |punt.. jadids, tia Coyotel.. Después fueron a cargar en las mulas ol maiz y los frijoles, y asf fué como éste fuéd el tinico compra- dor que recibid la cosecha de tio Conejo, quien cobré siete onzas y media por una fanega de mais y otra de 16 Carmen Lrpa frijoles, y se yuedé con cuatro carretas y cuatro yun- tas de bueyes y muy satisfecho de su mala fé. Cuando terminaba este cuento la tla Panchita, siempre afiadia con tristeza: —|Acharé que tio Conejo fuera a salir con accién tan fea! Yo mas bien creo que fué tia Zorra y que quien me lo contd ee equivo- cara... porque tio Conejo era amigo de dar qué hacer, pero amigo de la plata y sin temor de Dios, eso ai que no. Los Cumyios pg MI Tia PANCHITA n La Cucarachita Mandinga chita Mandinga que esta- ba barriendo las gradas de la puerta de eu casita, y se. encontré un cinco. Se puso a pengar en qué em- plearia el cinco. —iSi compro un cinco de colo- rete?——No, porque nome luchel). gSi compro un sombrero?——No, ie uNa Vez una Cucara- (1) No me luce. a8 CaRMEN LYRA porque no me luche. {Si compro unos aretes?_— No, por- que no me luchen. #Si compro un cinco de cintae?—Si, horque si we luchen. Y se fué para las tiendas y compré un cinco de eintas; vino y se bafid, se empolvé, se peind de pelo suelto, se puso un azo on la cabeza y ao fué a pasear a la Calle de la Katacidn. Alli buecd asiento. Pas6 un toro y viéndola tan compuusta, le dijo: —Cucarachita Mandinga, ite querés casar conmigo? La Cuearachita le contesté:—?Y como hacés de noche? --|Mu...mu...! La Cucarachita se tapé los ofdos: —No, porque me chutds (1!) Pasé an perro e hizo ia misma proposicién. —8Y¥ como khacés de noche?-—le pregunté la Ca- carachita. —[Guau...guau...! —No, porque me chutas. Pasé un galio:—Cucarachita Mandinga, ite que- réad casar conmigo? —#Y ecémo haces de noche? —[Qui qui ri quail. —No, porque me chutas. Por fin pasé el Raton Pérez. A la Cucarachita se le fueron los ojos al verlo: parecia un figurin, porque andaba de leva, tirolé y bdaaton. Se acercé ala Cucarachita y ledijocou mil mona- das:—Cucarachita Mandinga, ite querés casar conmigo? (1) «No, porque me asustas. Loa Curxtos pe au tia Pancurra gi —iY cémo hacés de noche? IL i, iii...t A la Cucarachita le agradé aquel ruidito, se le- vanté de su asiento y se fueron de bracete. Se casaton y hubo tina gran parranda. Al dia siguiente la Cucarachita, que era muy mujer de su casa, estaba arriba desde que comenza- ron las elaras del dia, poniéndolo todo en su lugar, Deapuéa de almuerzo puso al fuego una gran olla de arroz cou leche, cogié doa tinajas que colocd una sobre la éabeza y otra on alecuadril, y sefué por agua. Antes de salir dijo a su marido:—Véame el fuego y cuidadito con golosear en esa olla de arroz con leche. Pero apenas hubo salide su esposa, el Ratén Pé- rez le pasé el picaporte a la puerta y se fué a curio- sear en la olla. Metid una manilla y la saco al pun: to: —|Carachas! [Que me quemo!—Metid la otra:— 1Carachas! [Que me quemo!—Metid una pata:—jCa- rachasl [Que me quemo!—Metis la otra pata y salid bailando de dolor:—jDemontres de arroz con leché, para estar pelando!— Pero como eran muchas las ga- nag de golosear, acereé un banco al fuego y se aubidé. a él para mirar dentro de la olla... El arroz estaba hierve ques hierve, y como la Cu- carachita le hab{a puesto queso en polvo y unas asti llitas de canela, salia un olor que convidaba. Raton Pérez no pudo resistir y se inclinéd pata moter las narices entre aquel vaho que olia a gloria, Pero el pobre se resbal6...y cayé dentro de la olla. Volvid la Cucarachita y se encontré con +la puerta atrancada. Tuvo que ir a bablarie a un car 20 CaRyen LyRa pintero para que viniera a abrirla. Cuando entrd, el coraz6n le avisaba que habia pasado una desgracia. Se puso a buscar a su marido por todos los rincones. Le dieron ganas de asomarse a la olla de arroz con leche...y iva viendo!l..a au esposo bailando en aquel ealdo. La pobre se puso como loca y daba unos gritos que se ofan en toda la cuadra. Los vecinos la consi- deraban, sobre todo al pensar que estaba tan recién easada. Mandé a traer un buen atatid, metid dentro de él al difonto y lo colocé en media sala. Ella ae senié a llorar en ef quicio de la puerta. Pasé una palomita que le pregunté: —Cucarachita Mandinga, Apor qué estas tan triste La Cucarachita le respondid: —Porgue Batéa Pérez ne card entre 1a olla, ya Cusarachita Mandinga Jo vime y fo ltora. La palomita le dijo: Pues yo por ser palomitu me cortaré una atita Liegé la palomita al palomar, que al verla sin una alita, le preguoté:—-Palomita, gpor qué te cortas- te una alita? = Porque Ratén Peres se caye eltte fa olla, ¥ da Cocurachita Mandinga To yrlue y lo llora... Y yo por ser patonilta me carré una alita. Los CvENTOS DE MI TIA Panowira a Entonces el palomar dijo: —Pues yo por ser paiomar me qnitaré ef alar. Pas6 la reina y le preguntd: —Palomar, gpor qué te quitaste ol alar? —Porque Ratdn Pért sé eayé entre la olla, ¥ la Cucarachita. Mandinga to gime y Jo Jlora... Y¥ la palomita se corté una aiita... Y yo pot ser palomar me quité mi alar. La reina dijo: —Pues yo por ser reina, mne cortaré una plernsy Liegé la reina renqueando donde el rey, que le preguntd: —Reina, spor qué te cortaste una pierna? —Porque Ratén Pérez se cayé éntre la olla, y la Cucarachita Mandinga lo gime y Io Lora. Y¥ la palomita se corto una alita, el palomar se quité su alar, ¥ yo por ser reina. me corté una plerna. El rey dijo: —Pues ¥o por ser rey, me quitaré mi corona. CaRMEN LYRA Pas6 el rey sin corona por donde el rio, que le pregunté: —Rey, ipor qué vas sin corona? Ei rfo dijo: —Porque Ratén Pérez se eayd entre la alla, y la Cucarachita. Mandinga lo gime y lo lors... ¥ la palomita se cortd una aliia, el palomar se quitd su alar, la reina se corté una plerna, y yo por ser rey, me quité la corona. —Pues yo por ser rio. me tireré a sear... Liegaron unas negras ai rio a ilenar sus cénta- Tos y al verlo seco, le preguntaron: —Rio, ipor qué estda secot —Porque Ratén Péres se callé entre la olla, ¥ la Cucarachita Mandinga Yo gime y lo llora... Y le palomita. se corte una alita, el palomar se quitd su alar, la reina se corté una pierna, el rey se quitd su corana... Y yo por ser ria, mi tiré a secar... Los Cvewros pe at ria Paxcurra —Puea nosctras por ser negras, quebramos ice edntaros. Pasaba un viejito, quien al ver a las negras que- brar cus cdntaros, les preganté: —iPor qué quebrais los cantarost —Porqué Rutdn Péres se cay6 entre la olla, | y Ja Cucarachita Mandinga lo gime ¥ lo Mora... Y¥ it palomita sé cCoTtéd una alita, el palomar se quité su alar, la reina se corté una pierna, el rey se quité la corona, ‘al ria se tird a secar ¥ nosotras por ser negras quebramos los eantaros. . El viejito dijo: —Pues yo por ser viejito, me degollaré, Y se degolld, * & Entre tanto liegé la hora del entierro. La Cucarachita quiso que fuera bien rumboso 6 hize venir misicos que iban detrds del atatid tocan- do. Los violines y los violones decfan: 2 Canmun Lyza -~|Por jartén, por jartén, por jartén se callé entre la olla! Y me meto por un hueqtito y me salgo por otro para que ustedes me cuenten otro. Los Ceenroa De as ria PANGHITS uh tune ¥ marten y midreaies 26 Carmen L¥Ra Salir con un domingo siete aBia UNA vez dos compadres gilechos, uno rico y H otro pobre. El rico era muy mezquino, de los que no dan ni sal para un huevo. El pobre, iba todos los viernes al monte a cortar lefia que veud{a en la ciudad cuando estaba seca. Uno de tantos viernes se extravid en la monta- fia, y le cogid la noche sin poder dar con la galida. Cansado de andar de aqui y de alla, resolvié subirae aun drbol para pasar allf la noche. Atd al tronco el burro que le ayudaba en au trabajo y 6! se encaramd casi hasta el cucurucho. Al rato de estar alli, vid de pronto que a to lejos ae encendia una luz. Bajd y se encaminé hacia ella. Cuando la perdia de vista, su- bfa a un arbol y se orientaba. Al irse acercando, vid que a6 trataba de una gran casa iluminada, situada en un claro del bosque. Parecia como gi en ella se celebrara una gran fiesta. Se oia miisica, cdnticos y carcajadas. El hombre aseguré su bestia y se fué acercando poquite a poco. La parranda era muy adentro, porque las salas que estaban a la entrada se encontraban vacfaa. Ko puntillas se fué metiendo, se fué metiendo hasta que Los Cunwros pw mi Tia PaNncnira 2 dié con lo que era. Se escondié detras de una puerta y se puso a curiosear por una rendija: la sala estaba llena de brujas mechudas y feas que bailaban pegan- do brincos como los micos y que cantaban a gritos esta tinica canciGn: Lunes 7 martés ¥ miércoles tres. Pasaron las horas y las brojas no se cansaban de sus bailes y siempre en su dele que dele: Lunes ¥ martes y miéreales tres, Aburrido el compadre pobre de oir la misma cosa, agregé cantando con su vocecilla de gttecho: ‘hieves y viernes y saharin seis. Gtitoa y brincos cesaron. —iQuién ha cantado?—preguntaban unas, —iQuién ha arreglado tan bieu nuestta can— cidn?—deefan otras. —iQué cdsa mds linda! {Quien ha cantado asi merece uo premio! Todas se pusieron a buscar ¥ por fin dieron con el compadre pobre, que estaba en un temblor detrda de la puerta. [Ave Maria! No hallaban dénude ponerlo: unas lo levantaban, otras lo bajaban, y besos por aqui y abrazos por alld. Una grité:—Le vamos a cortar el giecho. ¥ todas respondieron:—Si, si! El pobre hombre dijo:—|Hso sf que no? 23 CaRMEN LYRA Pero antes de acabar, ya estaba la inventora re- bandndole el giiecho con un cuchillo, sin que é! ain- tiera el menor dolor y sin que derramara una gota de sangre. Luego aacaron del cuarto de aus tesoros sacos Nlanos de oro y ee los ofrecieron en pago de haberles terminado su canto. E) trajo su burro, catgd los talegos y partid por, donde las bruias le indicaron. Al alejarse las ofa dea- gafiitarse: Lunes ¥ marlesy miérevles tres. Jiteves y viernes y sibade seIS, Sin dificultad llegé a su casita, en donde su mu- jer y sus hijos le esperabun acougojados porque te- mian que le hubiera pasado algo. Les conté su aventura y mandé a su esposa que fuera adonde el compadre rico y le pidiese un cuarti- jlo para medir el oro que trafa. Ella fué y dijo a la mujer del compadre rico, que estaba cola en casa:—Comadrita, iquiere prestarme el cuartillo? Es que vamoa a medir unes frijolitos que cogié mi marido. Pero la mujer del compadre rico se puso a pen- sar:—Cdllate, jacaso tu marido ha sembrado nada? #Quién mejor que nosetroa sabe que no tienen mds terreno que ese en gue estén clavadas las cuatro es- tacas del rancho? Y unté de cola e! fondo del cuartillo para averi- guar qué iban a medir sus compadres pobres. Estos midieronu tantos cuartilles de oro que hasta perdieron la cuenta. Los Cuenros pp wi tia PANunETs 2 Al devolver la medida, no ge fijaron que en el fondo habian quedado pegadas unas cuantas mone- das. La comadre rica que era muy augurrienta, y que no podia ver bocado en boca ajena, al ver aquello se santigué y se fué a buscar a su marido. —Mir4, svos decis que tu compadre es un arran- cady, que tiene casi que andar con una mano atrds y otra delante para taparas, que no tiene ni donde caerse muerto? Pues estds muy equivocade... —Y la mojer mostré al cuartillo, conté lo ocurri- do y lo estuve cucando hasta que hizo al compadre Tico irse a buscar al pobre. —Aj4, compadrite —le dijo.—jQué indino es uaté! jConque tenemos que medir el oro an cuartillo? El otro, que era un hombre que no mentia, conté su aventura sencillamente. {El rico volvié a su casa con una envidial La mujer Ja aconsejé que fuera ai monte a cortar lefia.— Quién quita—le dijo—que te pase lo mismo. El viernes muy de mafiana ge puso en camino con cinco mulas y todo 6! dfa no hizo mas que volar hacha. Al anochecer se metid en lo mas espeso de la montafia y se perdio. Se subié a un arbol, vid la luz y ee fué hacia ella. Llegé a la casa en donde las brujas celebraban cada viernes sua fiestas. Hizo lo mismo que su compadra pobre y se metid detras de la puerta. Hetaban las brujas eon lo mejor de su canto: Lunes y nvartes y miércoles tres; Jueves y viernes y stitbado seis. 30 Canmen Lyna Cuando la vocecilla del gitecho canté, toda hecha an temblor: Domingo siete... jiAve Marfa! [Para qué lo quiso hacer! Las brujas se pusieron furiosisimas a jalarse las amechas y a gritar de cdlera: —iQuién es 61 dtrevido que nos ha echado a per- der nuestra cancién? —#Quién as quien ha salido con ese ? Y buscaban ensefiande los dientes, como los pe- fres cuando van a morder. Encontraron al pobre hombre ¥ lo sacaron a trompicones y jalonazos. ~—Vas a ver la que te va a pasar, gitecho de todi- ta la trampa—dijo una que salid corriendo hacia el interior. Luego volvid con una gran pelota entre las manos, que DO era otra coga que el giiecho del compa- dre pobre, y |pan! le planté en la nuca del infeliz, en donde se pegé como si allf hubiera nacido. Le desa- marraron las mulaas, las libraron de aus cargas de lefia y las echaron monte adentro. Al amanecer fué llegando mi compadre rico a su casa con dos gtiechos, todo dolorido y sin sus cinco moulas y por supueato, a la vieja se le regaron las bilis y tuvo que coger cama. Los Cuenros pe wi TL Pascuita 31 La Flor del Olivar Nux pais muy lejos de F agui, habfa una vez un Tey ciego que tenia trea hijos. Lo babian visto loa médicos de todo el mundo, pero ninguno pudo devol- verle la vista. Un dia pidid que lo sen- taran a la puerta de su pa- lacio a que le diera el gol. El sintié que pasaba un hombre apoyado en un bor- d6n, quien se detuvo y le dijo: —-Sefior rey, si Ud. quie. Te curarse, lavese los -ojos 2 Canmen Lyea con el agua en donde se haya puesto la Flor del Olivar. EH] rey quiso pedirle explicaciones, pero el hombre a6 alejé, y cuando acudieron los criados a las voces de su amo y buscaron, no habia nadie en la calle ni en lag vecindades. El rey repitid a sua hijos la receta, y ofrecié que su corona seria de aquel que le trajera ja Flor del Oli- var. El mayor dije quea 41 le correspondis partir pri- mero. Buscé el mejor caballo del palacio, hizo que le prepararan bastimento para un mes y partid con loa bolsillos Henos de dinero. Anda y anda y anda hasta que Hegé a un rio. A la orilla habia una mujer lavando, que parecia una pordiosera y cerca de ella, un chiquito, flaquito como un pijije y que lloraba que daba compasién oirlo. La mujer dijo al principe:—-Sefior, por amor de Dios deme algo de lo que lleva en sua alforjas; mi hijo esta Mo- rando de necesidad. —|Que coma rayos, que coma centellas ese lore taal! Todo lo que va en las alforjas es para mi. —Y eontinué su camino. Pero nadie je dié razén de la Flor del Olivar. Se devolvié y on una villa que habia antes de lMegar a la ciudad de su padre. se metié a una casa de juego y alli jug6 hasta los calzones. Al ver que pasaban log dias y no regresaba el principe, partié el hijo segundo, bien provisto de todo. Le ocurrié lo que al hermano; vid Ja mujer lavando con un nifio esmorecido a su lado; le pidiéd de comer y éste que era tan mal corazén como el otro, le respon: dié:—]Que coma rayos, que coma centellas! Yo no an- do alimentando hambrientos.—Tuvo que devolversé porque en ninguna parte le daban noticias de la Flor Los Urrntos pp La tia Payouts a8 dei Olivar. Se encontrdé con eu hermano que lo ento torotée a que se quedara jugande gu dinero. Por fin, el tiltimo hijo del ray. que era casi un ni- fio, salida busear la Flor del Olivar. ‘Tomé el mismo camino que sus hermanos y al llegar al rio eucontro a la mujer que lavaba y al nifio que Lloraba. Preguot6é por qué lloraba ei muchachito y la mu- ie Je coutesté que de hambre, Entonces ol principe aj6 de su caballo y bused de lo mejor que habia en sus alforjas y se lo dio a la pordiosera, Kn sa tacita de plata vacio la leche que traia en una botella, con aus propias manos desmigé uno de los pamea que su madre la reiua habia amasado, puxo al nifio en su re gazo y le did con mucho carifio laa sopas preparadas; fuego lo durmid, lo envolvid en su capa y lo acosté bajo un arbol. La mujer. que no era otra que la Virgen, le pre- guntéd en qué andenes andaba, y él le conté 6] motivo de su viaje. — Si no ea mds-que exo, no tiene Ud. que dar otro paso—le dijola Virgen—. Levante esa piedra que eata al lado de mi hijito, y abi hallard la Flor del Olivar. Asi lo hizo el principe y ep una cuevita que ha- bia bajo la piedra, estaba Ja Flor, que parecia una es- treila. La corté, besd al nifio, se dexspidié de la mujer, monté a caballo y partis. Al pagar pér donde estaban sus hermanos, les en- seid ia Flor. Ellos le Hlamaron y ie recibieron con mu- eha labia, Lo vonvidaron a comer y mientras fué a desenaillar eu caballo, ellos se aconsejaron. En la co- mida le hicieron beber tanto vino que se embriags, Cuando estuvo dormido, se lo Hevaron al campo,

You might also like