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Juan L. Obra Ortiz Completa Incluye: En el aura del sauce (poesia y prosas inéditas) Segunda edicion Juan L. Ortiz eseribié un tinico libro: ee ee ee oe ae eee ke Nee poeta por la Editorial de la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil dela ciudad de Rosario en 1970 dentro de su coleccidn “Homer est compuesto por trece libros. Diez que habian sido publicados individualmente por Ortiz en Penge th er nae mnret aa pronr pita (TUE a er ee kya Nee re ire ae (UDI SRy tr eet ete Oe Rea e/a ane biti d Ob) ThE tw 2) conmavida ee yea er same) las colinas (1956), De las ratces y del ciel meta vez en la edic ElGua tres publicados por pi Vigil: El jroco y la cor yeaa era En esta edicion de la Obra Completa de Juan L Ortiz que ahora presenta la Universidad Nacional , Ree ferent ey tet a Tay ice, las ae eR ore an sell incluidos nunca en libro), que conforman un Mert obmiiccectmnnteen keene canttal| HNO h eraunrter oe pecan mee et} Lom riramecge miei eaten a catia ciudad donde vivird hasta 1942 cuando se muda a He Tenir aieNie) y una breve visita a China y otros paises socialistas ntas “escapadas” a Buenos Aires en 1957, no quiso abandonar su proy Entre Rios, Murié el 2 de septiembre de 1978. Imagen de tapa: fotografia de [asc ena ae Mo Te] Un film sobre Juan L. Ortiz Prete Con teats Stele Be dc te ea at Sumario Elreino dela poesia/ HugoGola . . ww we 105 Inmaopucciéy Enelaura del sauce en el centro de una historia dela poesia argentina / Martin Prieto... . 1... em Juan L. Ortiz: un México, un sistema, una clave / D.6. Helder +--+. eee es 127 El agua y la noche, 145 / E) alba sube..., 189 / El 4ngel inclinado, 227 / La rama hacia el este, 255 / El dlamo y el viento, 283 / El aire conmovido, 351 / Lamano infinita, 375 / La brisa profunda, 413 / Elalma y las colinas, 477 / De las raices ydel cielo, 521 / Eljunco y la corriente, 551 / El Gualeguay (iwrmopveci6n: Sobre El Guateguay / Marilyn Contardi), 653 / La orilla que se abisma, 749 Notas. . 879 B inéai Poesia inti ona Notas 915 Prosas Inrnopuccidy Las Prosas del Poeta / Maria Teresa Gramuglio . . . . sss _ 989 Los amiguitos, 995 / Comentarios, 1045 / Envios, 1095 Notas. ee 1105 Bibliografia eet 2 7 LIMINAR Juan Juan José Saer Es cierto lo que dice Eliot: que los libros para los que escribiriamos de buena gana un pré- logo son justamente aquellos que no lo necesitan. Pero es cierto también que un escrito, por corto que sea, aumenta, para quien lo emprende, la proximidad de aquello que se dispone a evocar. Escribir sobre algo es intimar con ello, precisando, no inicamente los aspectos inte- lectuales del objeto sino también, y sobre todo, los emocionales, Es pasar un momento intenso, como se dice, mas espeso que la vida, con el asunto que se trata. ¥ no es que Juan no esté siempre presente en nuestra admiracién y en nuestro afecto, pera lo esta como lo es- tin las cosas de la memoria, disperso y fragmentario, once afios después de su muerte que ocurrid, como es sabido, en un momento terrible de nuestra historia, en el que casi todos sus amigos estaban desparramados por el mundo, La obra de Juan L, Ortiz no necesita —ni nunca necesité— ningun prdlogo para destacar su evidencia, pero en cambio yo, que estoy escribiéndolo, puedo gozar de la presencia acrecentada de su autor gracias a la mediacién de lo escrito, Prabablemente, lo primero que llama la atencién en esa obra es su autonomia —idioma dentro del idioma, estado dentro del estado, cosmos dentro del cosmos, toda obra literaria se caracteriza por la coherencia de sus leyes internas y la poesia de Juan L. Ortiz no escapa a esa regla—. Como lo he observado alguna vez a propdsito de la prosa de Antonio Di Bene detto, puede decirse que también la poesia de Juan es reconocible atin a primera vista por su distribucién en la pagina, por sus preferencias tipograficas, por la extensién de sus versos, por el ritmo de sus blancos, o por la peculiaridad de su puntuacién. Esa intencién de signifi. car a través de todos los aspectos de la construccién poética hasta darle al conjunto de la cobra la forma inequivoca de un objeto bien diferenciado en el plano de la lengua y en el del pensamiento, da como resultado una evolucién constante de su poesia que, a partir de los primeros intentos post-simbolistas, desembocan en un uso sutil de la alusién, de la multiplici- dad de connataciones, de la combinacién de la lengua coloquial y de la lengua literaria y, sobre todo, de una forma poco utilizada en la poesia argentina, que podriamos definir como una lirica narrativa. En este sentido, ciertas cumbres de su obra, como “Gualeguay” 0 “Las co- linas”, se inscriben con naturalidad en la tradicién mas fecunda de nuestra literatura, la que desde 1845, con la aparicién de Facundo, ha hecho de la evolucién de los géneros o de su transgresién liberadora, su aporte mas original ala literatura de nuestro idioma. La autonomia de Juan no ha sido nicamente un hecho artistico, sino también un estilo de vida, una preparacion interna al trabajo poético, una moral. Retrospectivamente también cs posible percibir una estrategia cultural en su independencia que no sdlo lo mantenia aislado de los grupos politicos y de los circulos literarios, de los pasillos aterciopelados de la cultura oficial, sino también del circuito comercial de la literatura y de los criterios adocenados de es- Juan L. Ortiz Obra Completa 12 critura y de impresi6n, que lo incitaron a convertirse en su propio editor y en su propio distri- buidor. El costo de esa actitud en aislamienta, en pobreza, en oscuridad, sélo puede ser pagado sin vacilaciones por aquéllos que conocen, gracias a la fineza de sus intuiciones, el tiempo propio de la cultura, la evidencia lenta de sus aportes originales de la que es cond- cién necesaria, como lo afirma Proust, “la singular vida espiritual de un escritor obsesionado por realidades especiales cuya inspiracién es la medida en la que tiene la vision de esas realidades, su talento la medida en la que puede recrearlas en su obra, y, finalmente, su mo- ralidad el instinto que, induciéndolo a considerarlas bajo un aspecto de eternidad (por particulares que esas realidades puedan parecernos) lo empujaa sacrificar a la necesidad de percibirlas y a la necesidad de reproducirlas asegurandoles una visién duradera y clara, to- dos sus placeres, todos sus deberes, y hasta su propia vida, de la que la unica razén de ser no es otra cosa que el modo de entrar en contacto con esas realidades...”, De la autonomia de la obra y de la personalidad de Juan, podemos inferir la segunda de sus cualidades, su fuerza, que podia pasar desapercibida para quienes se dejaban engafiar por su aparente fragilidad fisica. Los que tuvimos la suerte de frecuentarlo —en la mas inten- sa alegria que, atin cn los momentos mds graves, cra el clima permanente de nuestros encuentros— no dejabamos de observar, a pesar de la ecuanimidad exacta de sus juicios, la firmeza de sus convicciones; también su ingenuidad era aparente —quizds una forma de deli- cadleza— ya que su curiosidad constante lo ponian al abrigo de todas las ilusiones que, a lo largo de casi siete décadas de creacién poética, fueron sucesivamente levantandose y desmo- ronandose en nuestra escena intelectual como meras fantasmagorias. A los que se han creido abligados a compadecerio por su pobreza y por su marginalidad podemos desde ya devolverles la tranquilidad de conciencia: el lugar en el que Juan estuviese era siempre el punto central de un universo en el que la inteligencia y la gracia, a pesar de catastrofes, vio lencia y decepciones, no dejaban ni un instante de irradiar su claridad reconciliadora. Esa fuerza se traducia también en una capacidad de trabajo que sus amigos, en general mucho mas jovenes que ¢l, cineastas, pintores, escritores, misicos, militantes politicos y sindicales, distabamos mucho de poseer, y que con los afios fue concentrandose en el ejercicio de una escritura po¢tica en la que aumentaban sutileza y complejidad. Como pocos casos en nuestra literatura, la Ultima poesia de Juan es superior a la de sus primeros libros, y su evolucién se produjo en el marco de una coherencia estética que fue afirmandose con el estudio y la refle- xidn, en una busqueda ininterrumpida que va desde 1915 hasta 1982, El deseo de conocer cada vez mejor su propio instrumento para utilizarlo con mayor efica- cia, esa disciplina a la que unicamente los grandes artistas se someten, tenia como objetivo el tratamiento de un tema mayor, del que toda la obra es una serie de variaciones: el dolor, his- térico o metafisico, que perturba la contemplacién y el goce de la belleza que para la poesia de Juan es la condicién primera del mundo. El mal corrompe la presencia radiante de las co- sas y cuando sus causas son histéricas sus efectos perturbadores se multiplican. La lirica de Juan recibe, en ondas constantes de desarmonia, los sacudimientos que vienen del exterior, Juan i. Ortiz Liminar 13 y su respuesta cs la complejidad narrativa de sus obras mayores, en las que sos sacudimicn- tos son incorporados como el reverso oscuro de la contemplacién. Y el objeto principal de la contemplacién, lo que engloba la multiplicidad del mundo, es el paisaje. Se ha hablado a menudo de la preeminencia del paisaje en la poesfa entrerriana, del paisaje de Entre Rios como un decorado de por si apto para su aplicacién poética, sobreenten- diendo incluso que su particularidad regional consistiria justamente en un suplemento de dulzura cuya simple transcripcién ya produciria poesia. Pero aunque Juan conocia y aprecia- ba la poesia de su provincia, no se abstenia de repetir a menudo con una risita sarcastica la ocurrencia de Borges, seguin la cual, a causa de sus extremos épico-liricos, “la poesia entre- rriana es una mezcla de caramelo y de tigre”. Del mismo modo que los antecedentes de Mastronardi debemos buscarlos en la poesia francesa y no en los alrededores de Gualeguay podemos decir que el paisaje, que ocupa un lugar tan eminente en la poesia de Juan, no es la consecuencia de un determinismo geografice o regional, sino una proyeccién de su percep- cién del mundo y de su concepcién de la poesia. Esa concepcién es de indole materialista, no enel sentido de una nocién que se opone al espiritualismo, sino mds bien en el de los “ Tres cantos materiales” de Neruda, que no son el resultado de una polémica estéril con el espiri- tualismo (palabra que por otra parte mereceria, para saber exactamente lo que quiere decir, ser sometida a una recapitulacién semantica), sino de un deslumbramiento ante la prolifera- cién enigmatica de materia que lamamos mundo. Para la poesia de Juan el paisaje es enigma y belleza, pretexto para preguntas y no para exclamaciones, fragmento del cosmos por el que la palabra avanza sutil y delicada, adivinando en cada rastro o vestigio, aun en los mas diminutos, la gracia misteriosa de la materia. Me parece necesario hacer notar que, a partir de 1950, la significacién del trabajo de Juan empieza a hacerse evidente en la poesia argentina ya que son raros los poctas de las nuevas generaciones que, cualquiera sean sus propias tendencias estéticas, no reconozcan en ese trabajo una referencia de primer orden. Juan ha sido uno de los pocos interlocutores de una generacién anterior que, en razén de la persistencia de sus busquedas, los poctas mas jéve- nes podian considerar como uno de sus contemporaneos. La visita a Juan L. a Parana se transformé desde mediados de los afios 50 en un ritual iniciatico de la joven poesia argenti- na. Este hecho relativiza su marginalidad y lo pone mas bien en el centro de la actividad poética de los tiltimos cuarenta afios, y puesto que su inexistencia para la cultura oficial es evidente, deberiamos preguntarnos si esa inexistencia no es representativa del lugar margi- nal que ocupa la poesia en nuestra sociedad, no tinicamente en Io relativo al cuadro de honor expuesto en los pancles de los ministerios y a la distribucidn de prebendas, sino también en cuanto al circuito comercial del libro, en el que la expresién poética debe resignarse a ceder- Je el paso a mercancias literarias de consumo mas inmediato. Por su marginalidad de esas instancias —y sélo de ésas— la obra de Juan, asi como la de Girondo ola de Macedonio Fernandez, se vuelve sintoma, pero también faro y emblema —nudo invicto de labor desinte- Juan L. Ortiz Obra Completa 14 resada y de una libertad de pensamiento y de escritura que pone en su lugar, es decir, en el campo de lo inesencial, con perspicacia soberana, manejos, dividendos y consignas. E] aspecto venerable de Juan, sus largos cabellos blancos, su cuerpo estricto y nudoso, la cortesia superior de sus ademanes y de sus palabras, podia incitar a quienes lo conocian va- gamente a esperar de él los aforismos de un supuesto maestro, las sentencias de un director de conciencia o la solemnidad estudiada de un santén —alguno de esos estereotipos que, por su caracter sobado y vacio, saben manipular con tanta destreza algunos charlatanes y figurones—. La ensefianza de Juan era el propio Juan, la simplicidad de su vida y de sus rela- ciones, la conciencia de sus limites y de sus conflictos, su ironia constante —que podia ser temible, y estoy autorizado a afirmarlo ya que algunas de mis pretensiones la sufrieron en carne propia— y la aceptacién valerosa de su propio destino. Jévenes o viejos, hombres ordi- narios o artistas, celebridades o perfectos desconocidos, todos tenian derecho al mismo trato, ala misma bonhomia, al “{Pero cémo le va!” apresurado y franco con que dejaba su li- bro y se precipitaba, con sus pasitos afables, hacia el visitante inesperado que, después de trepar por Jas barrancas del parque Urquiza, llegaba ala hora de la siesta a conversar un rato. Nosotros, sus amigos de Santa Fe, tuvimos la suerte de verlo a menudo. A veces, era él quien cruzaba el rio, con un bolso cargado de libros, manuscritos, tabaco y anfetaminas —para aumentar su lucidez y su energia y aprovechar mas horas de trabajo— y pronto nos juntabamos en algiin lado, en lo de Hugo Gola, en el motel de Mario Medina, 0 en mi propia casa de Colastiné, alrededor de un asado y de un poco de vino, quedandonos a conversar el dia entero, la noche entera, la madrugada. Otras veces, éramos nosotros los que cruzébamos a Parana. Tomabamos la lancha temprano, un poco después de mediodia, y a eso de las tres ya estébamos subiendo la barranca en la siesta soleada y, al cruzar la calle ancha y curva que se abria frente a su casa, divisando a Juan a través de la ventana de su despacho desde el que, en un banqueta en la que se sentaba a leer, no necesitaba mas que levantar la cabeza para contemplar de tanto en tanto el gran rio que corria a los pies de la barranca. Si hacia buen tiempo, nos sentabamos.a matear en el jardin o, mejor todavia, atravesabamos la calle y nos instal4bamos en algun rincén del parque, bien alto, a la sombra si hacia calor y, fumando y conversando, nos demorabamos hasta el anochecer que iba subiendo por Ia barranca, el rio y las islas, Luego bajabamos a alguna de las parrillas del puerto y Juan, después de co- mer, por tarde que fuese, nos acompajiaba hasta la lancha, a la que casi siempre llegdbamos corriendo porque era la ultima y sdlo esperaban que sacéramos los pasajes y saltaramos a bordo para retirar la planchada. Adormilados de vino y de fatiga nos balanceabamos con la lancha que se balanceaba en el rio de medianoche, contentos de haber salvado un dia —y la vida entera quizas, si juzgo por la alegria intacta que me visita hoy, casi treinta afios més tar- de, mientras escribo estas paginas. (Prélogoa En el aura del sauce, antologia editada por la Universidad Nacional de! Litoral, Santa Fe, 1989) InTRODUCCION La obra de Juan L. Ortiz Sergio Delgado Juan L. Ortiz escribié a lo largo de toda su vida un unico libro: En ef aura del sauce. Tal evidencia formal y temporal de una obra y de una vida adquirié sin embargo, para el medio cultural donde le tocé manifestarse, una increible invisibilidad, Con esta invisibilidad colaboraron la ausencia misma del texto: agotado, destruido, nunca reeditado, salvo en unas pocas antologias que, lejos de entregarnos ese “ramillete” que nos. promete la etimologia, en este caso nos dejan mas bien la sensacién de una peda (un texto como Enel aura del sauce sufre una antologia de la misma manera silenciosa que un rbol stifre una poda), y cierto mito Juanele constituido alrededor de la figura del poeta, cuya sola presencia, ‘Sus rasgos, sus modos, sus gatos, sus boquillas, sus mates de guampa, sus largas y morosas conversaciones, hacian parecer innecesaria la poesia mismna!. Pero también colabord con esta. invisibilidad, y es lo. que nos interesa sefalar ahora, la manera como £n el aura del sauce se fue construyendo en el tiempo. En esta edicién de la Obra Completa de Ortiz que aqui presentamos se incluye, entonces, como texto central, En el aura del sauce, acompafado a su vez por distintos conjuntos de textos. inéditos o no incluidos nunca en libro. Es nuestra conviccién que estes otros textos, lejos de confundir la centralidad y la unidad del Libro, ayudaran a reforzar la idea que se tiene de ella y aconsolidar su evidencia. Ortiz escribi6, en toda su vida, un libro wnico, Lo escribié con cada una de las palabras, con cada uno de los versos, con cada uno de los poemas y con cada uno de los libros que dispuso, uno tras otro, a lo largo del tiempo, y que iban a dar a ese cauce mayor que los recibia y al que en su discurrir, a su vez, iban ayudando a formar. Pero lo escribié también con cada uno de los poemas, de las prosas, de las traducciones, que fue dejando de lado, conformando un margen velado de este cauce central. Cauce, margen, discurrir, son diferentes imagenes que pueden reunirse en esa gran imagen dela poesia como un rio, que el mismo Ortiz acaricié a veces como metéfora de su misma obra: Me has sorprendido, diciéndome, amigo, que “mi poesia” debe de parecerse al rio que no terminaré nunca, nunca, de decir... Con cada uno de sus poemas, con cada uno de sus libros, los que reconocemos con cierta autonomia y los que se confunden en el Libro mayor, y con cada uno de los textos dejados al 1 Respecto al mito juanele ver, en esta edicién: Martin Prieto, “Em el aura del sauce en el centro de wna historia de la poesia argentina’ Juan L. Ortiz Obra Completa 16 margen, Juan L. Ortiz fue componiendo, o buscando, este libro tinico hasta que adquirié una forma provisoria y al mismo tiempo definitivaal final de su vida, al cabo de sesentaafios de labor constante, cuando en 1970 la editorial de la Biblioteca Constancio C. Vigil de la ciudad de Rosario edita En el aura del sauce dentro de su coleccién “Homenajes”. ‘Los papeles de Ortiz Luego de la edicién en tres tomos de Ex el aura del sauce, Ortiz se puso a trabajar en la preparacién de un “Cuarto Tomo”. Este proyecto, que se interrumpe parcialmente en 1977 cuando la Biblioteca Vigil es intervenida y cerrada por la dictadura militar y definitivamente en 1978 con la muerte de Ortiz, sin embargo subsistié como promesa y como pérdida. Las oscuras aguas de esos afios, las mas oscuras y profundas en la historia del pais, en las que tantos desaparecian, se llevaban también al poeta y su obra. Al mito Juanele se le sumaba ahora este mito del Cuarto Tomo, o para decirlo mejor, el mito del cierre y la continuacién de la obra. Podemos pensar que el mito es. simplemente, como lo sugiere Mastronardi, la forma de nuestra ignorancia o nuestra pereza, pero también podemos pensar, con Barthes, que el mito es sélo una “forma” *, La forma de Ortiz de ser poeta en el lugar donde le tocé serlo, la forma tinica e incesante que fue adquiriendo su obra postica en lento y progresivo crecimiento. Ambos mitos, ambas formas, sobrevivieron al poeta con una vitalidad compartida: la vida que lo abandonaba latia cada vez con mas fuerza en ese “tomo” que continuaria su obra. La biisqueda del cuarto tomo, entonces, fue durante muchos aiios, y quizds siga siéndolo, un impulso y una obligaci6n hacia la obra, pero también una manera de vida del poeta. Porque el mito, como tal, nacia el dia mismo de la muerte de Ortiz. Por ejemplo en una necroldgica publicada en La Opinién, el lunes 4 de setiembre de 1978, se dice: La lucidez lo acompaié hasta sus ultimos dias, lo mismo que su esposa ‘Gerarda y los papcles escritos. Ella, su compara de casi toda la vida, confesé en una oportunidad que “hay una pieza llena de papeles escritos; vienen de las editoriales, intentan llevarse algo, pero él no quiere que nadie toque nada’. Cuando Ortiz muere, ninguno de sus amigos estaba a su lado. Ninguno de aquellos amigos, como Carlos Mastronardi, Alfredo Veiravé, Hugo Gola, a quienes hubiera podido confiar sus “papeles escritos”, Las personas que entonces lo acompafiaban testimonian este celo, confesado por Gerarda, del pocta hacia estos papeles, alos que pocos tenfan acceso, y dela desesperacion ante el alejamiento de aquellos que debian ser sus depositarios. 2 Roland Barthes, “El mito, hoy", en Mitologias, México, Siglo XI, 1983. Juan L. Ortiz Introduccion 17 Al dia siguiente de a muerte del poeta, comenzé la busqueda del Cuarto Tomo. Y esta busqueda, hay que reconocerlo, fue el impulse de la primera parte de mi trabajo, que se inicia en 1991 con la construccién del archivo Ortiz’. Buscando el cuarto tomo, entrevistando a amigos y familiares del poeta, clasificando sus papeles, fui dando con otros materiales, que no buscaba, y que tampoco Veiravé y Gola habian buscado, como el Cuaderno Borrador (que permite reconstruir este libro hipotético que llamamos Protosauce); como el poema “Elegia”, entre otros incluidos en Poesia inédita; y como algunos primeros textos de las Prosas, a los que se fueron sumando, luego, otros rescatados de archivos de diarios y revistas, Mas alla de las anécdotas de su constitucién, estos tres tipos de materiales: el Protosauce, las Prosas y la Poesia inédita, que ahora se integran a esta edicién, textos, como dijimos, marginales a En el aura del sauce, con una autonomia y un valor relativos respecto a este texto central, aportan en tanto dejados de lado, en tanto margen, numerosos elementos para entender lacentralidad del texto que los desplaza. Un ejemplo muy particular de esto lo constituyen las Prosas (que organizamos, de manera arbitraria pero posible, en tres libros: Los amiguitos, Comentarios y Envios), manuscritos y publicaciones dispersas que si bien Ortiz tuvo en algin momento el proyecto de reunir en uno 0 varios libros, permanecieron a un lado, desperdigados, sin poder concretar nunca una determinada unidad. Textos diversos que, como dice Maria Teresa Gramuglio en su introduccién (“Las Prosas del Poeta’), “conservan cierto aire como de espacio de reflexién, o de banco de pruebas, para algo cuya realizacién mas plena se persigue en la poesia”. Textos con multiples relaciones con la poesia pero que, sin embargo, buscan incesantemente ensayar otros géneros, tradicional- mente distintos a la poesia, desde el cuento, el articulo de costumbres (y otros subgéneros periodisticos), la necrologica, la diatriba, el escrito politico, la critica literaria, hasta llegar, en algunos pocos casos, al dificultoso género de la “prosa poética”. Textos que van disminuyendo con el tiempo, a medida que Ortiz concentra su esfuerzo en la poesia, en esa intensidad y esa extension que le iba demandando su poesfa. 3 Loquede ahora en mas lamaré arehivo Ortiz, ha transitado por distintas ciudades y manos. Alafio siguiente de la muerte de Ortiz, en 1979, Gerarda Irazusta, su mujer, se mudo de Paranda a Gualeguay. En es08 aflos, fines de los “70 y principios de los ‘80, Alfredo Veirave., que gozaba de la confianza de Gerarda, se llevé, en sucesivos viajes, a Resistencia, Chaco, la ciudad donde vivia, distintas carpetas que revisé ripidarente, sin clasificarias. Veiravé estaba entonces un libro sobre la obra podtica de Ortiz, que publicaria en 1984 (juan L. Ortiz. La experiencia poitica), en eayo prélogo diré: “Si bien quedé suspendiea con su muerte en 1978 la promesa de otro tomo, la aspiracién de una obra completa se cumplid, para su modestia, en vida de! propio poeta’. Cuando Hugo Gola regresa al pais, en 1985, Veiravé le entrega estos papeles sin clasificar (son papeles de una mudanza, reunidos de una manera apresurada y sin cuidado alguno). ‘Comencé el trabajo en 1991 (lamentablemente, el aio en que moria Alfredo Veiravé) a partir de estas carpetas, que me fucran entregadas por Gola. Elarchivo Ortiz est4 compuesto entances, bésicamente, por estos papeles entregados por Veiravea Gola, alos que sumamos unos pocoa que habia quedo ene propio archivo de Virnt ya crass que habiancuedado, herp dela muerte de en poder de su hijo Evar, que ahora vive en la casa paterna, frente al parque Urquiza de Parani. Juan E. Ortiz Solde esta tarde ya.un poco dorado que me das este éxtasis leno de celeste hondo, de verde transparente, de agua joyante. Solde esta tarde tendido en el pasto. Chispean las hojas yencl aire tiembla un brillo de tetas. Los insectos hacen égloga dulcisima, Un pajaro canta... Yaes toda dorada lapaz. Protesauce 43 Juan L. Ortiz Obra Completa 44 Cuantas rosas. Cuantas zosas abrieron anoche! yen este aire de cristal celeste todavia fresco qué rojas, qué rojas... {Oh, el paraiso florecido contra la suba didfana del cielo tan luminoso entre la espesa fronda verde y lila. Juan L. Ortiz Crepusculo Un fuego vivo se abre en el poniente. El paisaje se inflama. El caserto lejano se pone ross, lila, micatras las arboledas distantes se irisan en un vago tomasol. Eldelo aublado de una sangre efimera se pinta. Momento divino ‘que me deja los ojos encantados y arde como una rosa incandescente que se consume al punto de abrirse y deslumbrar, Protosauce 45 Juan L. Ortiz Obra Completa 46 Oh, esta Iluvia... ‘Oh, esta lluvia estival ‘con grave son de arpa tan dulcemente baiiada. ‘Hay una claridad pélida lena de alma y de delicia. Los arboles ‘aunque oscuros estan voluptuosos. Juan L. Ortiz Obra Completa: 92’ Rama de sauce Rama de sauce soy curvada sobre el rio en busca de] sentido de la noche del agua. Rama de sauce soy sensible alas preguntas del péjaro, en la tarde que yaes un hado extraiio. Rama de sauce que se estremece con la “celistia” cuando en nosotros como un calofrio azulea, y que muere de vida cuando el alma del rio en la luna se vuela. Rama de sauce soy a cuyos pies el tiempo es un baile de hadas que hacia lanoche ondula. 10 ‘Rama de sauce soy para quien el sentido de la vida se aclara a una luz de agua. Rama de sauce soy siguiendo los hilos de un nocturne canto en la emocién del rio, en busca del secreto sensible del paisaje que aun améndolo se le escapa, delgado. Rama de sauce soy curvada sobre el rio en busca del sentido de Ia noche del agua. Juan L. Ortiz Protosauce Como dos criaturas. Como dos criaturas tristes por la vida iremos dulcemente cogidas de la mano. ‘Nuestra felicidad sera la de dos nifios enfermos pero unidos por un mismo dolor. Con muy suave sonrisa nuestras almas temblardn extasiadas ante toda belleza. Y sera en su tristeza el temblor luminoso del rocio cuando saludemos la aurora y corramos por sobre la hierba amanecida con la misma inocencia de la tierna mafiana. ‘Como dos criaturas iremos por la vida maravillados ante los aspectos.del cielo, lagracia de los arboles, el canto del pajaro, Jos reflejos del agua, la armonia de la flor. Seremos come espejos para el alma del dia y sien las tardes grises cuando el ciclo es triste, mortal, entristecemos demasiado, tendremos elconsuelo tan intimo y dulee de querernos 93 10 Juan L. Ortia Protosauce 95 Despertar Desde mi lecho, todas las mafianas, miro nacer la aurora, y un consuelo sutil es de mi alma en las tempranas ilusiones efimeras del cielo. Lanoche desvelada fue de vanas quejas, enfermo el amoroso anhela de hondas nostalgias, bajo Iss lejanas fascinaciones del nocturno velo. El alba viene de palo. Me voy adormeciendo, a punto que una hada piadosa mis pupilas ardorosas entreabre, de tal mode que no say mas que una somnolencia aurirosada... mas que un ensueio palido de rosas... Enel aura del sauce Introduecibn 138 de ese tipo de expresiones compactas, versos o pasajes cortos con un alto grado de concentra- cién de recursos y calidad poética: Como un mar la muerte viene del sur y anda en el sol La noche se busca més allé de si misma en el viento que la deshoja, Y¥ no era dificil, en el fondo, entrar ebrio en la nada, o desafiar ala muerte cuando ya se estaba medio muerto Que la locura florezca si no tiene més que florecer. Los poemas son por lo general de versos libres y con una marcada tendencia ala expansién; sin embargo, pueden encontrarse muchos en octosilabos (“{Por qué?”, “La nifia que vencié al rio...”y otros de El dlamo y el viento) 0 armados con estrofas regulares de versos endecasilabos o alejandrinos (“Oro y azul..."); un recurso bastante comun es cortar el ritmo fluido e irregular de un poema con un par de versos medidos, sobre todo endecasilabos o alejandrinos, a modo de pareados blancos, como en “Paseo dominical” Las colinas jugaban con las utimas luces y una casa cimera flotaba ya en el cielo. También son contrastantes con la alusividad general una serie de versos de una denotacién: y un realismo tan flagrantes como escuetos: Un hombre que vaa pescar. Una mujer vestida de blanco. La poesia de Ortiz, al referir las escenas de la miseria y del dolor humanos, adopta muy a menudo un tono marcadamente expresionista, tremendista, como sino se consintieran aqui los matices: “hombres sin techo y sin pan/ parados en los campos’, “Ios nifios han quedado bajo los escombros/ o sélo son un brazo o una piernecita/ ensangrentados’, “llantos y desgarra- mientos’, “huesos sélo bajo las sdbanas con moscas”, “una boca dolorosa, oh, terriblemente dolorosa, incansablemente dolorosa,/ y es una boca vieja”, “madres mal vestidas”, “unos chicos rotosos”, “el horror y la muerte barbara, y la oscuridad pesada, y la crueldad y el martirio”, “esa flor monstruosa de las rodillas casi terminales”, etc. Timbre, vocabulario, neologia Hay un aspecto timbrico muy caracteristico de la poesia de Ortiz, y esta dado porla busqueda persistente de sonoridades cristalinas. Las desinencias femeninas se imponen a las masculinas; proliferan los diminutivos y superlativos, los adverbios aqui, ahi, alli; los acentos ténicos recaen.con tanta mayor frecuencia sobre las vocales.a e i que las otras, por contigilidad, se aclaran. E] modo condicional (seria, Juan L. Ortiz Obra Completa 136 tendria), generalmente de uso secundario, se vuelve aqui casi corriente; el pretérito imperfecto (era, estaba) quisiera desplazar al presente del indicativo; las formas de conjugacién del tuteo, en todos los modos, y sobre todo en plural (habldis, hariais, salid), no dejan ningun resquicio alas del voseo. Los superlativos agregun a las palabras bases una o dos ique éstas no tenian; algunos poemas ejemplifican cémo se lleva a cabo esta derivacién, consignando los dos términos: “tierno, ternisimo”, “tenue, tenuisimo’, “serena, serenisima”. Los diminutivos, por su parte, con una fuerte predileccién por la desinencias illo-lia, imprimen a la palabra base una torsién gracil; el numero de lucerillos, cintillas, velillas, plhemillas, amapolillas, a los que se suman otros ya cristalizados en la lengua como espinillos, campanillas y junquillos, s6lo es comparable a la de adverbios terminados en mente!’ Esta constelacién de preferencias confiere a la poesia de Ortiz un peculiarisimo timbre agudo y cristalino. El término Aialino (del griego Aialos, vidrio: didfano, parecido al vidrio), tan empleado, explicita un poco esta tendencia ala palatalizacién que desembocard en esa“escritura de vidrio” mas que notoriaen La orilla que se abisma, donde el acento ténico final de cada verso caer por regla sobre una i '*. Y por momentos, todo dara la sensacién de “ificarse”, como la luna del primer poema de El junco y Ia corriente, que sube “hacia su ‘’”. Ortiz aprovecha al maximo el repertorio de manipulaciones previsto en la gramatica ortodo- xa, pero éste.a menudo se le manifiesta insuficiente, inutil para acertar con determinado matiz, servir a determinada alusién, mostrar precisién o ambigtiedad cuando se requiere una cosa 0 la otra. Por Io tanto, rescata de los diccionarios muchos términos desusados; emplea con asombrosa soltura voces extranjeras, verndculas o familiares; neologiza adoptando unas veces criterios simples, otras muy complejos y sofisticados. Por momentos la poesia de Ortiz suena vagamente arcaizante y castiza, lo que resalta atin mas la ausencia casi absoluta de todo matiz rioplatense, sin que por otro lado se vea captada en ningan momento por alguno de los modos. conocidos del regionalismo. Sin duda los préstamos més notorios de su vocabulario son los de origen francés. Algunos. de ellos aparecen con tanta frecuencia y con tanto privilegio que adquieren una manifiesta propiedad talismanica: mas alla de sus significados canénicos, incluso eclipsindolos desde su mera sonoridad, estas voces tienen una suerte de efecto “magico” mediato sobre sus entornos. 13 Eluso de la terminacion ille y sus variantes de género y nimero tiene su cima en EI Guateguay, donde podrin svconrre, acho alguna de a rept, sglenes pals cao, rail, baci, wll ccnpanili, pesadilla, semillas, espinilos, ola, maravila, ojilos, astilas, dobladilos, burbujllas, hiquerlas, cornetias, humillo, ‘escuadrilla, 7 sill, cuchillas, cobllas, pesadill, bosquecllo, mantilo, canastilla, chaquetila, venilla, mancilla, plantillas, matunguillo, flotilla, pajarillo, doradillo, farolillos, olillas, corderillo, lonjilla. El poema parece lleno. de junquillos. 14 Aeeste respecto, hay un caso paradigmtico: "Del otro lado.., de La orilla que se abitma. De sus 586 versos, 523 terminan en palabra con acento ténico en i; de estas 523 palabras, 73 son agudas, contrapesando las apenas 66 palabras finales de verso con acento ténico en otra vocal, “Mire —dice Ortiz en Is entrevista de Juana Bignoedi (op. cit. m 133, a prosodia de los chinos termina en lo que se llama nota cristalina. Es una linea ondulante, empieza con un sonido mate de madera, diremos, y va ascendiendo, vuelve a una nota transparente y luego sube levemente y se va asi, cémo diria, copacando y se aclara luego y termina a lo iltimo cristalinamente”. En el aura del sauce Introduccién 137 Me refiero a élan (arranque, impulso subito, arrebato, fervor, etc.), eerie (hechiceria, comedia de magia, aquello que es de una maravillosa belleza, por ejemplo un paisaje) y réverie (fantasia, ensuefio, estado del espiritu que se abandona a los recuerdos o a las imagenes, etc.)"®, Al lado de las voces francesas estan las autéctonas, o sea las guaranies, que mas bien parecen restringidas a algunos poemas como “Las colinas”, “Entre Rios” y El Gualeguay, y los arcaismos, las palabras desusadas y los localismos, que para la mayoria de los lectores pasan, sin serlo, por neologismos: sequizo, jalde, efugio, Ivette, orificar, rejo, etc. Siguen las palabras modificadas mediante prefijos (con o sin guién): entreduz, ultrazularse, entre-aires, sub-escalofrio, extralinda, trans-aires, medio-decir, sobre-presencia, ultraislas, inavenido, y la creacién incesante de adver- bios en mente, fundamental, junto al uso asiduo de ciertos modos y tiempos verbales como el condicional (seria, habria), el pretérito imperfecto del subjuntivo (fvera o fuese, hubiera 0 hubiese), el futuro imperfecto del indicativo (fuere, hubiere), para dar una impronta imperfectiva a una poesia que no quisiera consumarse en un marco de tiempo acotado sino suspenderse y derivar sin limites precisos'*, ‘Tanto las invenciones como los préstamos y arcaismos (no usados como tales, es decir por su cardcter anticuado y su sentido histérico), entran en la copiosa neologia de En el aura del sauce; alternando en un mismo poema sus matices arcaizantes, exéticos, autéctonosy ficciona- les, cuando no mezclandolos en una misma linea: “réveries” de qué abismo hacia otro abisme las del mburucuya? Neologismos totales 0 casi totales no hay tantos: cariza, celistia, por ejemplo. Lo que hay mas bien son mecanismos neologizantes que crean palabras nuevas apoyandose o bien en las normas morfoldgicas de la lengua" bien, con mayor sutileza, en operaciones sintacticas y de corte de verso. Determinadas palabras, sin alterar su forma, cambian de categoria gramatical 15 También emplea, aunque con menos frecuencia, otras voces francesas como suite, charrette, mise, soucier, bassin, rissons, berceuse, dégainer, chic, crépe, etc. En el grupo de poemas de tematica china que ocupa buena parte de El juneo y a corriente, aparecen, ademas de numerosos nombres propios, otras transliteraciones del chino: -chi, Kier, lavis, etc, En “Pasé a través de la noche...”,de La orilla que x abisma, que posiblemente haga referencia a la pocaia de Rosalia del Castro, introduce veigas, pararifes,follas y herbifas, 16 Losadverbios en mente comunes son tantos como los neolgicos: macterlinkicnamente, lunarmente, albinamente, nictélopemente. antipodamente, sobremarinamente, enguirnaldadamente, sequisamente, yopuaretescamente, etc. En EI Gualeguay son especialmente abundantes. En cierto sentido, no deja de ser paraddjico. Por mas que semdnticamente porten ‘un halo impertectivo, los poetas suelen evitar el peso muerto de este tipo de adverbios, tan largos y ortopstdicos. Ortiz, poeta de la levedad, Iejos de rechazarlos, concerta los ya asentadas por el uso y hasta crea otros nuevos. En el caso preciso de El Gualeguay, podria pensarse que su gravedad sonora se ve amortiguada por lacontiguidad con os también abundantes. sufijos illo y sus variantes de género y mimero, como si esas i hicieran de comillas a esos mente. ¥ planicies: bendicies), derivar sustantivos de verbos (de deshilar: deshilamiente) o volver transitivo un verbo intranstivo (de flotar: ‘floténdolo). Otros muy marcados, como conjagar adjetivos y sobre todo sustantivos (de sanguinolento: sanguinoleaba; de riihilismo: nikilar‘an: de gema’ geman, de ocarina: ocavinarlan); o derivar un sustantivo de otro (de metafisica: metafisiqueos; de jungla: jungtistas) y aun conjugar onomatopcyas (de glogi6: glogiean, y si lo que glogiean son las sombras: contra unas canoas atadas, la eufonia expresiva del término se potencia con el hallazgo de percepcién y la justeza de la ‘hipdlage). Juan L. Ortiz Obra Completa 138 por su lugar en la oracién y en el verso; asi, un sustantivo deviene verbo: “o esa que Jas finas sombras cebra”; un adjetivo, por su posicién bisagra, ya parece conjugarse como un verbo: Por qué la elegia es hoy un verde de 1" de setiembre que casi no se ve? Por qué en la nada de la kuz amarilla una melancolia, o qué? que no se sabe si se va ocspera? donde cabe entender tanto que el sujeto de la segunda estrofa es “una melancolia” y el verbo “amarilla”, como que la segunda estrofa se coordina con la primera, en cuyo caso el sujeto seria “la elegia”, el verbo “es”, y “amarilla” un calificativo de “la luz”. (Habria que recordar que existen los intransitivos amarilfear y amarillecer y el reflexivo amarillarse, pero no un transitive amarillar.) Hay casos todavia de mas dificil resolucién, como por ejemplo el que ofrece “La casa de los pajaros”: pero el tiempo, violeta ya, se iba hacia la altura préxima en trai que se unian al fin sin conseguir ahogar un celeste caballo en ellas [ sumergido. donde la imaginacién se inclina mejor a representarse un caballo de color celeste, siendo que el contexto nos lleva a pensar que ese “celeste” es calificado de “caballo”; en otras palabras: las, franjas de niebla (tiempo atrés, versos mas arriba, se habla de vapores Iejanos) no consiguen ahogar, como a.un caballo, un remanente de cielo diurno. EI paisaje moral Se dijo al principio que el objeto casi exclusivo de la poesia de Ortiz es un infinito: la naturaleza. Que aparece o configurada como paisaje"* o dispersa y ubicua bajo el concepto de 18 __Veirave: “El paisaje, tera esencial en lalirica orticiana, no es representative de un realismo pictéricamente verista, ‘sino que se presenta desde su obra primera como un anhelo de ser expresado en las escondidas melodias que pertenecen ‘a los elementos no humanos” (op. cit, p. 75); Saer: “los elementos del paisaje aparecen, no transpuestos segiin el orden ‘convencional de las apariencias, sino en un orden propio, del mismo modo que un matiz de verde observado en una planta Boede aparece en un cura aberaco a nga aun 3 efrents! (op. cits p29), Tain Oris, con sua cclaridad, advierte “la naturaleza esencislmente musical de todo paisaje", para cuya expresién puede prescindirse ‘adicaimente de cualquier apart descripive el ventinenodelpasje de queublanos supone una acu cairelgiost por no decir mistica: cierta despersonalizaciin, clerta enajenacién. Sdlo asi el paisaje puede llegar a ser nosotros mismos ‘© nosotres mismos el paisaje, de modo que cuanto digamus en medio de él, aun sin siquiera aludirlo, estar bafiado, ‘impregnado de su secreto espiritu” (El paisaje en los ultimos poetas entrerrianos', en Comentarios), En ef aura del sauce Introduccion 139 “pais” en su acepcién de region, comarca, porcién de naturaleza mas préxima, provincia. Este pais es Entre Rios, cuya insularidad territorial, definida por los limites fluviales que se inscriben en su nombre, se compagina en lo politico con cierto cardcter autonomista que el propio Ortiz no dejé de sefialar desde sus prosas y en los poemas mismos. De las tenues vifietas intimistas de El agua y la noche, con sus verbos copulativos, su animismo ingenuo y sus versos de arte menor, al vigoroso poemasibro El Gualeguay, que muestra ejemplarmente la asuncién por parte del paisaje tanto de Ia historia politica a la que sirve de escenario como de la historia natural que lo configura, no se advierten grandes cambios en el concepto de naturaleza queacompafien laevidente evoluci6n formal. La mirada poética de Ortiz desmiente el aspecto puramente material de la naturaleza, no manifestando a través de una simbologiaestableciday predecible lo que ésta tiene de espiritual, sino tramandouna relacién mimética entre la ambigiiedad material /espiritual y el lenguaje, que entonces se vuelve ambiguo y se matiza para sugerir esa “sobre-presencia”. El lenguaje asume caracteristicas de los objetos naturales, y éstos se organizan como un lenguaje. Ortiz piensa que “en la poesia auténtica el lugar en que vive el poeta, el paisaje circundante, lo profundo o la presencia inefable de este paisaje, su radiacién, diriamos, el cuerpo astral del que hablan los teésofos, no puede dejar de estar presente”, El gesto orticiano que tiende a abarcar la totalidad geogréfica y social del pais entrerriano ‘se encuentra paradigmaticamente representado en Et Gualeguay y en esa prolongada y hicida ensofiacién topografica de “Las colinas”. Este poema, que tiene rasgos comunes con los relatos mitologicos, encadena, a partir de la analogia matriz “nifias/colinas”, una serie de metéforas donde subyacen, en alianza, el t6pico de Ja infancia perdida y el de la infancia como unico estado natural del hombre moderno; estos topicos, que se resumen a la nocién de edad dorada, determinan en buena medida el cardcter elegiaco del poema. Mas alld de esta interpretacién, Jo que importa es sefialar que la naturaleza ideal, de la cual las colinas son una actualizacion, se presenta como un complejo estétice- moral: Ortiz superpone en su poesia la contemplacion de las formas y la percepcién de las ideas latentes en ella. Las colinas no sélo cautivan en tanto despliegan a los ojos un juego sensible de “lineas insinuantes” y “verdes fugitivos”, accidentes de forma y color cuya abstraccidn recrea su sentido estético; ademas —o tal vez sobre todo—, al inteligirlas nifias danzando todo el tiempo a través de todo el pais como en una infancia perenne, representan un estado de gracia” que, si pudieran desarrollarse como mujeres, indefectiblemente perderian. No seria del todo imposible, a propésito, enhebrar las palabras talismanes mas notorias de esta poesia (féerte, éan y réverie) en un mismo hilo de significacién, que estaria dado por lo feérico: el mundo magico de las hadas. Sin dejar de aportar a determinada frase una precision 19 Ortiz, “El paisaje en los uitimos poetas entrerrianos”, Comentarios. 20 Lapalabra gracia en “Las colinas” se reitera una decena de veces, asociandose siempre con el pudor y la dulrura, En algunos momentos, “las colinas" o “las nifias" son nombradas directamente como “las gracias”. Juan L. Ortiz Obra Completa 160 Dia gris -éQué nos pregunia el vago horigonte que se viene a nuestra melancolia leno de gestos mojados —tendido fantasma que absorbe las arboledas y nos invierte el lirio htimedo y solo del alma? En el aura del sauce El agua yla noche Dios se desnuda en la Iluvia... Dios se desnuda en la lluvia como una caricia innumerable. Cantan los pajaros entre la Tluvia. Las plantas bailan de alegria mojada. Latierra como una hembra se disuelve en los dedos penetrantes con una palidez de mil ojos desmayados. ‘Camino bajo la Tluvia, todo mojado, cantando, hacia mirajes que huyen en un numoroso suefo. Liuvia, Huvia! Desnudez de! dios primaveral, ‘que baja danzando, danzando, a fecundar la amada toda abierta de espera, quebrada ya de ardor amarillo y largo. 161 Juan L. Ortiz Obra Completa 162 Los angeles bailan entre la hierba... Los angeles bailan entre la hierba. Ondulan un frio que relampaguea y que cortaria la tarde. La tarde dura como wn diamante que desvalora de pronto una nube efimera. Los angeles de Cocteau sentados en las cornisas miraban caer la tarde con ojos violetas. Es dura la vida. La vida es triste. Como un mar la muerte viene del sur y anda en el sol. Los dageles bailan entre la hierba 10 yy sonrien con una sonrisa filosa, ‘un poco higubre cierto? Si, higubre, y breve. En el aura del sauce Se extasia sobre las arenas limpias y lisas, sobre los pastos, una luz de antes. Una luz de antes con un aroma de triste corazén adolescente. Tha mi ternura con los ojos grandes por los caminos de la tarde, Cantaban estos grillos, temblaba esta brisa, se despedian estos pajaros. Micorazén era transparente como esta luz llovida. El agua y la noche Se extasia sobre las arenas... 163 Juan L. Ortiz Obra Completa 164 Delicias ultimas En ef aura del sauce ‘Como una nifia la calle alas escondidas juega con el cielo. Un arbol Por un momento parece que se prestase a esconderla. Pero el cielo la busea con una temnura ya delicada de crepisculo, yenuna larga extension Ja penetra, la satura, de un sentimiento violeta.... Extasiado se ha quedado el cielo mirando las Tomas de la callecita, Eloguaylanocke 165 Como una nifia la calle... 10 Enel aura del sauce Elagua ylanocke 169 Este mediodia de... Este mediodia de primavera es una brisa. Una brisa sdlo es. (Como una nifia fa luz con el aire esta jugando. Yes un carifo también. Mejor: parece un amor mistico que a las cosas en transparencia disuelve de un ardor dulce y extético, 10 Este mediodia de primavera es una brisa. Elrio se leva un suefio puro por los campos. Suefio de pajaro y de niiio, que los prados abre, hacia donde, hacia dénde? Un poco de muerte busca porque este momento es la angustia eterna, perfecta. 20 Juan L. Ortiz Lanoche y la mujer Donde empieza la una y termina la otra? Flor de la noche hecha sélo de resplandores, pero brotada de un suave secreto del cosmos. (Con su mas pura vida es forma de la sombra que mira yabre blancas sonrisas. Loca la noche de la ciudad la quema en reilejos. aSe muere en el dia como una joya? Lanoche de los arboles la entiende. Y laccalle iluminada fija en ella su mds viva y delicada pasién. Obra Completa 192 En el aura del sauce Elalba sube... Si, las rosas... Si, las rosas y el canto de los pajaros. ‘Toda la hermosura del mundo, y lanobleza del hombre, y elencanto y la fuerza del espiritu Si, la gracia de la primavera, las sorpresas del cielo y de la mujer.

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